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é podemos decir, por ahora, de las excavaciones en el túmulo de Las Labradas

Por Enrique Cerrillo Cuenca

El pasado mes de julio concluimos la segunda campaña de excavación arqueológica en el yacimiento de Las Labradas. Con los recuerdos aún frescos, es imposible amontonar en poco espacio todo el conocimiento y agradecimiento que nuestro equipo se lleva de Bohonal de Ibor. Hablar de dólmenes como el del Pozo Airón (o El Pibor) e incluso de otros próximos, como el de Guadalperal, no le extrañará seguramente a ningún bohonalo. Pero para situar algo mejor a quien nos lea, un dolmen es un sepulcro característico de un tramo de la Prehistoria -el Neolítico y el Calcolítico (del 4200 al 2200 a.C.)- cuya cámara funeraria estaba formada por lajas, generalmente de granito en esta comarca. Sin embargo, junto a los dólmenes convivieron otros tipos de sepulcros prehistóricos menos comunes, como el túmulo de Las Labradas.

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La novedad en Las Labradas es que hemos reconocido una elevación artificial -llamada “túmulo”- de piedras y arcillas y de unos 16 metros de diámetro que escondía una fosa excavada en la base del terreno. Esta fosa suponemos que albergó los restos de varios individuos, posiblemente reducidos a cenizas mediante el uso del fuego. Los restos irían acompañados de ofrendas, y de ellas hemos recuperado varias puntas de flecha que se colocaron cuidadosamente en las paredes de la fosa. Hemos averiguado además que esta fosa estaría protegida probablemente por una cobertura de madera que colapsó hacia dentro, cerrando la tumba durante 6000 años. Esa antigüedad sitúa al túmulo en el Neolítico, cuando las comunidades prehistóricas empezaron a cultivar la tierra y criar ganado. Es posiblemente más antiguo que otros sepulcros de la zona como Guadalperal, pero tendremos que confirmarlo con análisis científicos de carbono 14 a partir de muestras que hemos recogido a lo largo de estas campañas. En los próximos meses realizaremos análisis de laboratorio de los materiales que cuidadosamente hemos recogido y que seguramente nos dará más información de la que hemos recogido en campo.

La ubicación del túmulo de Las Labradas no se dejó al azar. Desde la suave loma que ocupa se divisaban las estribaciones de Las Villuercas, el cauce original del Tajo y los valles que iban a parar a él. Es decir, una sucesión de paisajes en los que transcurrieron las actividades cotidianas de estos grupos neolíticos (caza, pesca, agricultura y ganadería). Pero además, la tumba se construyó sobre los restos del poblado en el que previamente estas comunidades neolíticas habían habitado, lo que nos permitirán conocer mejor cómo explotaron el paraje de lo que hoy es Bohonal de Ibor. Estas comunidades monumentalizaron el paisaje, integraron en él a sus ancestros, y crearon memoria en él. Así dotaron al territorio de un nuevo significado que debemos tratar de desentrañar, preservar y conocer para que todos -bohonalos y visitantes- lo divulguemos y disfrutemos.

En resumen, podemos decir que el túmulo de Las Labradas es excepcional por varios motivos: cubre un importante vacío de conocimiento arqueológico de una época mal conocida en la Península Ibérica, presenta un inigualable grado de conservación y es un túmulo extremadamente original. Hasta tal punto es original que podemos afirmar que solo presenta algunas semejanzas con otros túmulos de La Meseta. (Continúa)

Las excavaciones se financiaron por el Ayuntamiento de Bohonal de Ibor y contaron con la autorización de la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Extremadura. Disfrutamos además con la ayuda de financiación adicional, por ejemplo de la Fundación Palarq, para muestras y estudios de proyectos de investigación de la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Alcalá, a las que pertenecemos los directores de la excavación. Además, nuestro equipo estuvo integrado por voluntarios de la comarca de Campo Arañuelo, y por arqueólogos y estudiantes de la Universidad Complutense. Contamos además con la ayuda del personal de la Escuela de Formación Dual Extreturismo durante la campaña de 2021.

No queremos dejar de reconocer el interés de todas las personas que han compartido experiencias e información con nosotros, porque es el mejor estímulo para seguir adelante. Queremos agradecer al personal del “Centro de día” por sus comidas y su paciencia, y también a todos los hosteleros que nos han acogido en sus establecimientos. A lo largo de estas campañas también hemos contado puntualmente con los trabajadores del Ayuntamiento que nos han ayudado a proteger y excavar el túmulo. Es una satisfacción también poder dar las gracias a todas las personas, en conjunto e individualmente, que han integrado las dos corporaciones municipales que han visto avanzar el proyecto, pues son conscientes de que el patrimonio cultural es una seña de identidad colectiva en la que merece la pena trabajar. Especialmente queremos agradecer a Pilar Peraleda y a Jesús Serrano que siempre nos hayan apoyado. Creo que todos hemos asumido que proteger e investigar nuestro patrimonio es “hacer pueblo”, y que no hubiera resultado posible sin el esfuerzo de quienes nos precedieron y abrieron este camino, como son los casos de Luis Escudero o Domingo Quijada.

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