Historias que merecen ser contadas

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a leerlo 100 veces sin cansarme. Mi imaginación corría por los caminos bordeados de flores de la pequeña Ida. Veía todos los colores posibles en las mustias flores de esa nena que ya era mi amiga. Hasta llegué a hacerme un jardín con toda clase de flores, para ver si era verdad que a la noche iban a un baile. Margaritas, lirios, rosas, geranios... una variedad que a la noche se reunirían a bailar y divertirse. Pero mis flores no llegaron a ir a a fiesta. Tal vez las había enterrado mucho y sus piecitos ya estaban convertidos en raíces fuertes aferradas al piso. Pronto empezaron a secarse. Quizás de tristeza. Lo malo es que nunca alcanzaron a bailar el vals con los juguetes de pequeña Ida. Así lo creo yo.

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