40 años construyendo el picarral

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Y, mientras tanto, la estación de ferrocarril al pie del campo de maniobras de San Gregorio, que a finales de 1980 llevaba años proyectada, seguía sin presupuesto para su construcción. Pero los vecinos insistían en que, hasta que este apeadero militar fuese una realidad, ningún tanque volviese a circular por cualquiera de las calles del barrio para evitar los peligros, los ruidos, los atascos y nuevos baches. Por entonces estaba ya bastante claro que cualquier gestión que no estuviese apoyada por actos en la calle no iba a producir más resultado que un cúmulo de cartas respondidas, pero sin un solo paso en firme para poner fin a este problema. La lucha de David contra Goliat, de un barrio obrero contra nada más y nada menos que todo un ejército, comenzaba a exteriorizarse y a ser visible. “Recuerdo –dice Jordá- una vez que pondríamos doscientas señales de prohibido tanques por el barrio”. Los vecinos se movilizaron para recoger firmas y el barrio se llenó de pancartas alusivas al tema y de las citadas señales de prohibición, en las que se veía un carro de combate rodeado por el eslogan: “¿Tanques por el barrio? No gracias”. “Unidos y aumentando nuestra lucha conseguiremos sacar los tanques del barrio”, afirmaba el barrio al unísono. A finales de 1981, el problema persistía y la Comisión de Urbanismo del Picarral se reúne con la Asociación de Vecinos del Arrabal y con los cooperativistas de Balsas, igualmente afectados por el paso de los tanques

por la puerta de sus casas. Juntos intentan que su protesta cobre más fuerza. El frente común de los barrios de ese lado del río contra el Ejército no hacía sino alimentar el

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de los tanques de San Juan de la Peña a Valle de Broto, “sin que nosotros hayamos solicitado eso nunca ni lo aprobemos, pues entendemos que es agravar el problema a unas personas para suavizárselo a otras”. Ahora, la zona más afectada pasaba a ser la de Balsas, “en donde hay que intentar que los vecinos se movilicen”.

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