novela un mar de azules profundos autor johanna amaya

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por todo el pueblo…Recordó que a esa hora más o menos, su madre ya anciana y casi ciega acostumbraba en vida usar esas horas de amanecida para rezar fielmente su rosario todas las mañanas. Le causaba tanta ternura ver cuando ella se levantaba de la cama y se sentaba en su mecedora. No sabía cómo lo hacía, pero se peinaba y aun sin lavarse los dientes

y bañarse, tomaba de la mesita de noche su

camándula hecha de madera y se ponía a meditar cada paso de la cruz, de la gloria y la resurrección. Luego, se tomaba la pastilla puesta en el mueble cerca de su cama aquella que le tocaba a esa hora y después tomaba la toalla que se encontraba en las barandas de su cama de hierro y el jabón azulito que sacaba de las gavetas de la mesita de noche. Entonces las sandalias se escuchaban por que se arrastraban con los pies y tocando las paredes encontraba por fin la puerta del baño. Todo lo hacía sola sin la ayuda de nadie. Y lo hacía así, de esa forma no porque no la quisieran ayudar, sino más bien para que se valiera por si misma; ella así decía que aunque le faltaba la vista, podía salir adelante sin la lastima de las personas.


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