La sociedad del espectaculo - Debord

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posesora de la gestión de una realidad que la rechaza, con el stalinismo volverá a su verdad en la incoherencia. En ese punto, la ideología no es más un arma, sino un fin. La mentira que no es más refutada deviene locura. La realidad tanto como la finalidad son disueltas en la proclamación ideológica totalitaria: todo lo que ella dice es todo lo que es. Es un primitivismo local del espectáculo, cuyo rol es sin embargo esencial en el desarrollo del espectáculo mundial. La ideología que se materializa aquí no ha transformado económicamente el mundo, como el capitalismo que ha alcanzado el estadio de la abundancia; ella sólo ha transformado policialmente la percepción.

106 La clase ideológico-totalitaria en el poder es el poder de un mundo invertido: mientras más fuerte, más afirma ella no existir, y su fuerza le sirve primero a afirmar su inexistencia. Es modesta sobre este punto solamente, pues su inexistencia oficial debe coincidir con el nec plus ultra del desarrollo histórico, que simultáneamente se debería a su infalible mandamiento. Desplegada en todas partes, la burocracia debe ser la clase invisible para la conciencia, de tal manera que es toda la vida social que llega a la demencia. La organización social de la mentira absoluta procede de esta contradicción fundamental.

107 El stalinismo fue el reino del terror en la clase burocrática misma. El terrorismo que funda el poder de esta clase debe golpear también a esta clase, pues ella no posee ninguna garantía jurídica, ninguna existencia reconocida en tanto que clase propietaria, que ella pudiera extender a cada uno de sus miembros. Su propiedad real está disimulada, y ella no llegó a ser propietaria más que por la vía de la falsa conciencia. La falsa conciencia no

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