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Anton Pannekoek - Los Consejos Obreros Página 34 de 85 organización social del trabajo obliga a cada trabajador a prestar toda su atención a la causa común, a la totalidad de la producción. La producción de los bienes necesarios para la vida como base de ésta ocupa totalmente, como antes, la mente de los trabajadores. Pero ello no ocurre en la forma de preocupación por la propia empresa, el propio trabajo, la competencia con los demás. La vida y la producción sólo pueden asegurarse mediante la colaboración, el trabajo colectivo con los compañeros. Por consiguiente, este trabajo colectivo es lo predominante en el pensamiento de cada uno. La conciencia comunitaria es el fondo, la base de todo sentimiento y pensamiento. Esto implica una revolución total en la vida espiritual del hombre. El hombre aprende a ver la sociedad, a conocer la comunidad. En épocas anteriores, bajo el capitalismo, su visión se concentraba en la pequeña parte relacionada con su negocio, su trabajo, él mismo y su familia. Esto era imperativo para su vida, para su existencia. La sociedad se asomaba por detrás de su pequeño mundo visible como un fondo oscuro y desconocido. El hombre experimentaba, sin duda, las poderosas fuerzas de ésta, que determinaban el éxito o el fracaso como resultado de su trabajo; pero guiado por la religión, las veía como la acción de Potencias Supremas sobrenaturales. Ahora, por el contrario, la sociedad está a plena luz, transparente y cognoscible, la estructura del proceso social del trabajo está expuesta ante los ojos de los hombres, la vista de éstos se dirige a la totalidad de la producción. Esto es imperativo para su vida, para su existencia. La producción social es objeto de reglamentación consciente. La sociedad es una cosa manejada, manipulada por el hombre, y por lo tanto comprendida en su carácter esencial. Así, el mundo de los consejos obreros transforma la mente. Para el parlamentarismo, para el sistema político del negocio separado, el pueblo era una multitud de personas separadas, a lo sumo, en la teoría democrática, cada una supuestamente dotada de los mismos derechos naturales. Para elegir sus delegados se agrupaban de acuerdo con su residencia. En tiempos del pequeño capitalismo podía suponerse que los vecinos que habitaban en la misma ciudad o aldea tenían una cierta comunidad de intereses. En el capitalismo posterior este supuesto se transformó cada vez más en una ficción sin sentido. Los artesanos, los dueños de negocios, los capitalistas, los trabajadores que viven en el mismo barrio de una ciudad, tienen intereses distintos y opuestos, dan habitualmente su voto a diferentes partidos, y se imponen mayorías que se forman por azar. Aunque la teoría parlamentaria considera al hombre elegido como representante del electorado, es evidente que todos estos votantes no constituyen juntos un grupo que lo envía como delegado a representar sus deseos. La organización de los consejos, en este respecto, es totalmente lo opuesto del parlamentarismo. En este caso los grupos naturales, los obreros que colaboran entre sí, el personal de las fábricas, actúan como unidades y designan a sus delegados. Puesto que tienen intereses comunes y participan en la praxis de la vida diaria, pueden enviar a algunos de ellos como representantes y portavoces reales. La democracia completa se realiza en este caso mediante los iguales derechos de cada uno de los que participan en el trabajo. Por supuesto, quien se excluye del trabajo no tiene voz en su reglamentación. No puede considerarse como una falta de democracia el hecho de que en este mundo de autogobiemo de los grupos que colaboran, todos los que no tengan ningún interés en el trabajo -el capitalismo dejará gran cantidad de ellos: explotadores, parásitos, rentistas-, no tomen parte en las decisiones. Hace setenta años Marx señaló que entre el dominio del capitalismo y la organización final de una humanidad libre habría un tiempo de transición en el cual la clase trabajadora sería dueña de la sociedad, pero la burguesía no habría desaparecido aún. Marx llamaba a este estado de cosas dictadura del proletariado. En esa época esta palabra no tenía aún el sonido ominoso de los actuales sistemas despóticos, ni se la podía uqlizar equívocamente para designar la dictadura de un partido gobernante, como ocurrió después en Rusia. Significaba simplemente que el poder dominante sobre la sociedad se transfería de los capitalistas a la clase trabajadora. Con posterioridad el pueblo, enteramente confinado dentro de las ideas del parlamentarismo, trataría de materializar esta concepción suprimiendo el derecho de las clases propietarias a integrar los cuerpos políticos. Es evidente que al violar, como lo hizo, el sentimiento instintivo de la igualdad de derechos, entraba en contradicción con la democracia. Vemos ahora que la organización de consejos pone en práctica lo que Marx anticipó teóricamente, salvo que en esa época no podía aún imaginarse la forma práctica. Cuando los productores mismos reglamentan la producción, la ex clase explotadora queda automáticamente excluida de tomar parte en las decisiones, sin necesidad de que esto se estipule artificialmente. La concepción de Marx de la dictadura del proletariado resulta ahora idéntica a la democracia laboral de la organización de consejos. Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques - cica_web@yahoo.com - http://www.geocities.com/cica_web


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