cuentos cortos

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colección los ríos profundos

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—¿Y qué más? —preguntó la rata de agua, después de una larga pausa. —Nada más; ahí termina la historia —dijo el verderón. —Pero, ¿qué fue del Molinero? —dijo la rata de agua. —¡Oh!, en verdad que no lo sé —replicó el verderón—; ni me importa gran cosa. —Bien se echa de ver que no hay en vos ni un asomo de altruismo —dijo la rata de agua. —Temo que no hayáis acabado de comprender la moraleja del cuento —hizo observar el verderón. —¿La qué? —chilló la rata de agua. —La moraleja. —¿Eso quiere decir que la historia tiene moraleja? —Ciertamente —dijo el verderón. —¡Caramba! —dijo la rata de agua en tono airado—; bien podíais habérmelo dicho antes de empezar. Si lo hubierais hecho, a buen seguro que no la escuchara. Tened la seguridad de que habría dicho “¡Pssch!”, como el crítico. Sin embargo, todavía puede decirlo. Y, gritando a todo pulmón: “¡Pssch!”, meneó el rabo y se metió en su agujero. —¿Qué opinas de la rata de agua? —preguntó la pata, que acudió remando pocos minutos después—. Tiene muchas buenas cualidades; pero yo tengo los sentimientos de una madre, y no puedo ver a un celibatario empedernido sin que los ojos se me llenen de lágrimas. —Temo haberle aburrido —contestó el verderón—. El caso es que le he contado una historia con moraleja. —¡Ah!, eso es siempre una cosa peligrosísima —dijo la pata. Y yo soy, en absoluto, de la misma opinión.

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verdadero amigo


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