3ra. Antología por estudiantes y maestros. Cuentos (Edición 2021)

Revista Literaria Asociación Puertorriqueña de Maestros de Español

Antología por estudiantes y maestros Cuentos Edición 2021

Tabla de contenido Agradecimientos Categoría: 6to. a 8vo.

Carta a mi yo posoandémico Alfonso Roqué Vega (1er. lugar) El mundo que me hará feliz Jilary Ortega (2do. lugar) Categoría: 9no. a 10mo.

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Silvia de Castilla Ian A. Oyola Torres (1er. lugar) La memoria del amor Fabián N. Martínez Santiago (2do. lugar) La espada... es la nueva tiara Sofía Encarnación Burgos (2do. lugar) Me perdono Daniela C. Cardona Cid (3er. lugar) Historia de una trabajadora Sofía Pacheco Carrasquillo (Mención honorífica) Sean fugaces Ariana P. Rivera Alejandro (Mención honorífica) La fuente sagrada Sebastián A. Rivera Santos (Mención honorífica) Categoría: 11mo. a 12mo.

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El sapito que miraba la luna María F. Páez Zayas, Brittany Del Valle González, Valentina Bohórquez y Paola A. Colón Rivera (1er. lugar) Lo inesperado en dirección correcta Adrianna K. Bradshaw, Delimarys Rivera Santiago y Diego Colón (2do. lugar) El pianista Nelmar Rodríguez (3er. lugar) La envidia Luis A. González Pérez (Mención honorífica) El impacto de las memorias Jaydelianie Cora Velázquez (Mención honorífica) Categoría: Maestros

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La travesía Norma Torres Rivas (Mención especial)

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Agradecimientos

La Asociación Puertorriqueña de Maestros de Español desea expresar su agradecimiento a todos los maestros, estudiantes y padres que apoyaron nuestro Tercer Certamen Literario de Cuentos: Abelardo Díaz Alfaro. El curso escolar 2020-2021 ha sido un año pandémico, pero esto no impidió que la creatividad de los estudiantes y maestros continuara floreciendo. Una vez más, queda demostrado el gran talento que tenemos en nuestras escuelas.

Gracias a los maestros mentores de las siguientes escuelas que animaron a sus estudiantes a participar: •

Academia del Perpetuo Socorro, Miramar

•

Academia María Reina, San Juan

•

Carvin School, Carolina

•

CeDIn, Interamericana Metro

•

CIMATEC, Caguas

•

Escuela Especializada Central de Artes Visuales, San Juan

•

Radians School, Cayey

•

St. Mary’s School, San Juan

¡Nos veremos en nuestro próximo certamen!

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Carta a mi yo pospandémico Autor: Alfonso Roqué Vega Categoría: 6to. a 8vo.

Escuela de procedencia: CeDIn, Interamericana Metro Grado: 8vo.

1er. lugar 13 de enero de 2021 Querido Yo: Ya han pasado nueve años desde que me diagnosticaron con diabetes tipo 1. Ahora mismo Ernesto está abajo, jugando con su teléfono, y Alejandro está jugando con el Xbox. Tu maestra de Español está leyendo esta carta, y espero que tú decidas leerla en algún momento futuro. Imagino que ya para cuando lo hagas, habrás terminado de ver la serie de Anime que tanto te gustaba.

El mundo entero está pasando por una pandemia, y no quiero que olvides ningún momento de esta porque siento que los dolores también te pueden ayudar a ser más fuerte. Espero que te acuerdes de todas las cosas malas que te han pasad, y también de todas las buenas. El yo de ahora ya ha pasado cosas terribles, pero logré aceptarlas y crecer.

Cuando se murió abuelo, estaba súper triste y no sabía que hacer. Me sentía perdido, pero gracias a mis amigos y mi familia, lo acepté. Ahora, cuando pienso en él pienso en la lección que me dio la vida. Espero que esta lección se quede contigo hasta la muerte y que puedas pasarla a tus hijos o hijas (lo puse en plural porque quiero que entiendas cómo se sienten mamá y papá teniendo que cuidar a tres hijos, especialmente en medio de una pandemia). Esta

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experiencia me enseñó que, si haces todo solo y te rindes, nunca vas a llegar lejos, que necesitas a tus amigos y familia a tu lado.

No quiero que te olvides de tus metas, así que te voy a contar algunas de mis metas para que se queden contigo. Mi electiva es Teatro, aunque no estoy seguro si quiero ser actor. Mamá y yo tuvimos una conversación sobre qué quería ser cuando crezca. Me preguntó que si tenía alguna idea. En ese momento, yo no tenía ninguna, pero creo que ahora me interesa ser psicólogo para ayudar a las personas que necesitan hablar con alguien, pero no saben con quién.

Espero que sigas la tradición de nuestra familia, y no les digas a tus hijos o hijas que Santa Claus es real. Diles que el niñito Jesús les deja los regalos. Así complaces a tus abuelos, Ma Myrta y Papa Toño (o don Toño, como le digo yo para chavarlo). A veces es bueno hacer alguna cosa solo por complacer a alguien querido. Estoy seguro de que ya para cuando leas esta carta vas a tener la misma manía que Ma Myrta tiene de limpiar todos los días, aunque no esté nada sucio.

Volviendo al tema, también quiero vencer a mi rival en tenis. Me regalaron unos zapatos nuevos, grip tape para la raqueta, y un bulto para cargarla; usaré eso para entrenar y poder vencer a mi rival. Otra de mis metas es quedarme con las amistades que he creado, hasta cuando sea adulto. También quiero poder aprender a tocar piano. Ahora mismo estoy utilizando una aplicación que me está enseñando lo básico. En fin, esas son las metas que quiero recordarte. Ojalá las hayas alcanzado cuando vuelvas a leer esta carta.

Me alegra que tu maestra nos haya dado esta tarea para que puedas recordar todo lo que has vivido durante la pandemia. También, quiero que no te

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olvides de cuando traté de tirarme por la cuesta cuando estaba lloviendo, pero terminó siendo bien decepcionante porque no resbalaba, y solo logré que se rompiera mi traje de baño. Ahora mamá está tratando de conseguirme uno nuevo, aunque no es tan seguro meterse hoy día en las tiendas. Espero que cuando estés leyendo esta carta te acuerdes de enseñársela a tus hijos o hijas porque pienso que deberían saber un poco de los errores que cometiste y de las cosas que has logrado.

Espero también que tu relación con tu familia sea invencible. Si para cuando estés leyendo esta carta todavía le dices don Toño o Papá Toño, ¿no crees que ya eres muy grande para hacer eso? Yo todavía soy joven, así que todavía lo puedo chavar con eso.

Te escribí mucho porque estoy seguro de que todavía no lees suficiente, así que piensa que te estoy ayudando, porque todo pasa por alguna razón.

Finalmente, no les pongas nombres raros a tus hijos o hijas, como Covid José o María Corona (porque yo sé que eres capaz de hacerlo).

Mil abrazos, El tú del pasado

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El mundo que me hará feliz Autora: Jilary Ortega Escuela de procedencia: Academia María Reina Grado: 8vo.

Categoría: 6to. a 8vo.

2do. lugar

¿Acaso no hay un mundo que me haga feliz? ¿Acaso no hay un mundo que me complazca por completo? ¿Acaso no hay un mundo perfecto?

Ayer antes de ir a dormir estaba muy molesta, porque debía obedecer todo lo que dicen mis padres. Al ir a la cama no pasaron ni cinco minutos antes de que me quedara dormida. Y luego desperté. Para mi sorpresa, no estaba en mi cuarto. No estaba ni siquiera en mi casa. No sabía en dónde estaba. Era de día, pero hacía mucho frío. Estaba al aire libre y parecía un mundo completamente diferente. Decidí ir a explorar y caminé por horas. Al atardecer estaba sola, no había absolutamente nadie. Lo primero que pensé es que ya no tendría que obedecer órdenes y que quizás estar en un mundo sola sería lo ideal, pero me molestaba que hiciera tanto frío. Así que busqué un lugar donde descansar y me dormí.

Al día siguiente ya no estaba en donde estuve el día anterior. Este lugar no era tan frío como el anterior, pero era grande y estaba vacío. “Quizás este sí sea el mejor mundo que pudiera encontrar”, pensé. Pero claramente estaba equivocada. No había nada para hacer. Estaba sola y no había nada. Solo veía dos colores: verde y azul, el pasto y el cielo. Era un lugar muy grande, pero a la misma vez muy pequeño. Se hizo tarde y claramente había sido el día más aburrido de toda mi vida. Me fui a dormir y en seguida no vi nada más.

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La mañana siguiente parecía normal. Este lugar era el más diferente de todos. Estaba oscuro, pero aun así sabía que era de mañana. Esperé algunas horas a que se aclarara la oscuridad, pero no sucedió nada. No me moví de donde estaba en todo el día, pero no me sentía aburrida como en el mundo anterior. No sentía nada, de hecho. Solo la oscuridad. Cerré los ojos y me dormí.

A la mañana siguiente estaba definitivamente en el mundo perfecto. No hacía calor, pero tampoco frío, no estaba oscuro, pero tampoco brillante. Solo algo seguía igual: estaba sola. Comenzaba a extrañar a mis padres, aunque me dieran tantas órdenes y no me dejaran hacer todo lo que quisiera. Extrañaba a mi hermano, aunque no me dejara tranquila y me molestara todo el día.

Extrañaba a mis amigas, aunque no me complacieran e hicieran lo que ellas quisieran. Pero no podía hacer nada para regresar. No sabía ni siquiera en dónde estaba.

De momento vi una luz que se encendía y escuché la voz de mi madre que me levantaba y me daba un beso de buenos días. Esta vez sí desperté de verdad. “¿Habrá sido todo un sueño?”, me pregunté. Pero no tuve tiempo de pensar en eso ya que mi madre me ajoraba para levantarme. Al verla me sentí agradecida y contenta...no estaba sola.

Esa tarde la maestra de Español nos asignó un trabajo de redacción.

Debíamos escribir sobre cómo sería un mundo perfecto. Al principio creí que era una coincidencia. Y me puse a pensar en lo que escribiría para el trabajo. Pero la respuesta era clara: no hay forma de encontrar un mundo perfecto. Y eso lo Tercera Antología por estudiantes y maestros

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aprendí anoche. Aprendí que no vamos a encontrar un mundo que nos haga completamente felices. La felicidad está dentro de nosotros. La felicidad es algo que debemos elegir muy en lo profundo de cada uno. Debemos encontrarla en las cosas más pequeñas, en las personas que nos rodean y en las bendiciones que tenemos. No hay un mundo perfecto. No podemos cambiar el mundo, pero sí nuestra mentalidad. En vez de enfocarnos en lo que nos molesta, poner nuestra mirada en lo que nos hace felices. Siempre encontraremos algo que no nos convenza porque somos humanos y somos inconformes, pero podemos decidir buscar nuestra felicidad, no en lo que deseamos, sino en lo que ya tenemos.

Estuve pensando por mucho tiempo cómo iniciaría mi trabajo de redacción. Y decidí comenzarlo así: “¿Acaso no hay un mundo que me haga feliz? ¿Acaso no hay un mundo que me complazca por completo? ¿Acaso no hay un mundo perfecto? La respuesta es muy clara: No... Y eso lo aprendí yo misma”.

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Silvia de Castilla Autor: Ian A. Oyola Torres Escuela de procedencia: Radians School Grado: 10mo.

Categoría: 9no. a 10mo.

1er. lugar

Había una vez, una familia que vivía en el reino de Castilla durante la Edad Media: Silvia de Castilla la hija menor, Armando de Castilla su hermano mayor, y María de Aragón, su madre. Meses antes que Silvia naciera, el padre se marchó de su hogar para unirse al ejército de España y nunca volvió. Ellos vivían en el campo, en una casa humilde con un gran patio que tenía un área para la cosecha y una porción donde Armando entrenaba. Él era un guerrero formidable que fue entrenado por su padre pues quería seguir sus pasos y, algún día, unirse al ejército de Castilla. Silvia ayudaba a su madre María en la cosecha, ya que Armando estaba siempre entrenando. Un día, la joven pasaba por el patio y mirando a su hermano entrenar, sintió algo que despertó dentro de ella, quería dedicar su vida para el bien de España sin dejar de servirle a Dios: esto era ser una mujer caballero. Silvia se acercó a Armando y le preguntó si la podía entrenar. Inicialmente se negó por ser ella una mujer. Inmediatamente, comenzó una discusión entre ambos hasta que Silvia lo convenció. De ese día en adelante, Armando entrenaba a Silvia en el arte guerrero usando las técnicas, estilo de combate y métodos que le enseñó su padre. Practicó por muchos años, y llegó a ser una guerrera, más poderosa que su hermano. En el año 1491, llegaron unos guerreros musulmanes a su casa mientras Armando y Silvia entrenaban, y comenzaron a invadir el patio después de un grito de guerra. Los hermanos defendieron el hogar con todo lo que podían, pero María fue asesinada y Tercera Antología por estudiantes y maestros

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Armando fue derrotado en batalla. Silvia después de matar a todos los invasores, enterró a sus familiares fallecidos y partió hacia el área urbana de Castilla donde ganó reputación rápidamente como una guerrera habilidosa y fue contratada por la reina para ser su guardián personal, a pesar de ser mujer.

En el 1492, los reyes católicos desean conquistar la ciudad de Granada, reinado por el sultán Boabdil, luego del ataque musulmán a varias zonas de Castilla. Los reyes planificaron este ataque por varios meses y decidieron que el reino de Castilla gobernado por la reina Isabel de Castilla liderará el ataque sobre Granada. Esta nombra a su caballero más leal y formidable, el señor Pedro de Castilla, como comandante del ejército. El señor Pedro de Castilla y sus vasallos, parten de la ciudad y marchan hacia la ciudad de Granada. Cuando llegan a las murallas del reino, se encuentran con una gran cantidad de guerreros musulmanes, comandados por el gran caballero Abdul-Qahhar y estalla la gran batalla por la ciudad de Granada entre los católicos y los musulmanes.

En el transcurso del encuentro bélico, Pedro y sus vasallos ganan mucho terreno esencial para la victoria, pero al enfrentarse a Abdul-Qahhar fue asesinado. Debido a su muerte, se ordena la retirada para agrupar todas las tropas restantes y reevaluar el plan de batalla. Mientras tanto, tras oír la muerte de Pedro, la reina Isabel de Castilla debe remplazarlo, pero solo hay una persona capaz de sustituirlo: Silvia de Castilla la primera mujer “caballero andante”.

Isabel nombra a Silvia como comandante del ejército católico en la batalla por Granada, pero no podrá remover su armadura para que sus vasallos no sepan, que es mujer. Desde ese momento, parte de Castilla rumbo al campo de batalla

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en Granada junto a sus vasallos. Al llegar se unen al ejército principal y comienzan a marchar hacia las tropas musulmanes dirigidas por el caballero Abdul-Qahhar y las murallas de Granada, donde observa el campo de batalla el sultán Boabdil. Ambos ejércitos se encuentran cara a cara esperando el grito de guerra de sus respectivos comandantes. Silvia y Abdul- Qahhar dan su grito de guerra y corren hacia sí. La batalla es feroz y los musulmanes son un oponente formidable. El combate es muy parejo, por consiguiente, Silvia decide enfrentar a Abdul Qahhar en un duelo. Ambos se encuentran y se enfrentan. Silvia sale victoriosa, pero es mortalmente herida por el caballero. La victoria es de los católicos, pero siguen matando guerreros musulmanes mientras Silvia se desangra. Lo sigue dando todo por su causa canalizando su odio por los musulmanes, usando un estilo de pelea similar al de Pedro de Castilla.

Eventualmente, Boabdil declara la derrota de su ejército y le cede las llaves de la ciudad a los reyes católicos. Luego, Silvia cae sobre el terreno lleno de cadáveres y muere con honor, demostrando su lealtad a Dios y a los reyes católicos. Sus vasallos encuentran su cuerpo y por curiosidad, le quitan el casco para ver su rostro por primera vez y descubren que es mujer. Ellos quedaron asombrados. La noticia de la victoria en Granada y la muerte de Silvia le llega a la reina Isabel quien ordena que se construya un monumento en su honor.

Varias semanas después, los ciudadanos no creían como una mujer era tan poderosa y comenzaron a investigar sobre el origen de Silvia de Castilla. Desde ese momento, la imagen de la mujer en España cambió totalmente y empezaron a tratar a la mujer con igualdad y respeto.

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La memoria del amor Autor: Fabián N. Martínez Santiago Escuela de procedencia: CIMATEC Grado: 10mo.

Categoría: 9no. a 10mo.

2do lugar

En una noche como otra cualquiera una pareja muy enamorada caminaba por las calles de Tokio de camino a su casa cuando de momento una luz se hizo sobre ellos era un carro y eso fue lo último que vieron esa noche ya que el conductor ebrio los atropelló. Días más tarde ya en el hospital el joven Ian Ling despertó de su coma muy ansioso por saber el estado de su esposa Lin para encontrarse con la triste sorpresa de que ella no se había despertado. “¿Qué he hecho para merecerme esto? ¿Por qué nos pasó esto a nosotros?” exclamó Ian con angustia en frente de la cama de su esposa y así los días siguieron pasando él inseparable del lado de su esposa, pero ella no respondía. Tres semanas más tarde mientras se encontraba acariciando su mano ella despertó muy confundida y aterrada. Trágicamente para Ian el golpe del carro había causado daños en la memoria de su esposa y ella lo había olvidado. Entre lágrimas Ian trató de explicarle a su esposa todo el amor que sentían el uno por el otro, pero ella no recordaba nada ni sentía nada por él. Rápidamente Ian fue donde el doctor a cargo de su esposa y buscó qué opciones tenía para que ella recuperara el amor que una vez sintió por él. “Tienen dos opciones: ella puede someterse a una cirugía riesgosa que no asegura que recupere la memoria o tomar unos suplementos que le vamos a dar y esperar que surtan efecto este método no es riesgoso, pero estos suplementos pueden tomar meses incluso años en hacer efecto. Seré franco contigo en estos momentos se necesita un milagro para que Tercera Antología por estudiantes y maestros

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ella te recuerde.” Dijo el doctor Hua con una mirada seria. “Optaremos por el tratamiento largo.” Dijo Ian al borde de desplomarse en llanto y se fue rápidamente al baño para esconder sus sentimientos. Ya recompuesto y dispuesto a darlo todo por amor se dirigió al cuarto de su esposa para encontrarse con otra sorpresa que empeoraría aún más su día que ya de por sí estaba siendo trágico, su esposa se encontraba en los brazos de su ex prometido Chen que llevaba tiempo rogándole que volvieran, pero en este encuentro por primera vez no fue el primero en llamar sino ella ya que no recordaba que se habían separado. Ahora Ian se encontraba en una encrucijada estaba luchando por un amor unilateral y la persona que él más amaba ni si quiera lo conocía y para acabar más con él ella le pidió el divorcio. Al enfrentarse a esta sorpresa se desmayó y al despertar supo hacer, era momento de recuperar a su amor perdido “Todavía no es tarde aún seguimos casados, pero con su afán de divorciarnos no debo tener más de una semana.” Pensó él. “Solamente tengo que recordarle nuestras mejores memorias. Solo tengo que enseñarle que nos amábamos mucho y eso la hará recordar.” Dijo en voz alta y con un tono esperanzado. Ahora le restaba convencer a su amor para que visitara esos lugares con él. Al día siguiente ya habían dado de alta a Lin y cuando estaba a punto de salir Ian la detuvo y le ofreció un trato él adelantaría el proceso de divorcio al aceptarlo, cosa que de otro modo podría tomar varios meses a cambio de que ella lo acompañase a cinco lugares y ella aceptó sin dudarlo puesto que sabía que el proceso de divorcio de otro modo sería largo y más costoso. Felizmente Ian tomó su mano y la llevo al cuarto piso del hospital “Aquí nos conocimos. Tú venías a un chequeo

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de rutina y yo soy médico en este hospital y desde ese día te quedaste en mi mente. ¿Aún no te acuerdas de mi amor?” Preguntó Ian y Lin respondió con un claro y fuerte “No.” Luego de ahí salieron a un restaurante ubicado en el área más cara de Tokio y fueron a la quinta mesa del segundo piso y ahí Ian sentó a Lin y le dijo “Aquí fue nuestra primera cita. Acércate un poco para decirte algo.”

Y cuando ella se acercó él la beso apasionadamente y ella respondió al beso como si fuera algo que hubiese hecho antes luego al separarse le explicó a Lin que allí también fue su primer beso y le hizo nuevamente la misma pregunta “¿Me recuerdas amor?” y nuevamente Lin respondió “No, pero vayamos al siguiente lugar para acabar con este circo de una vez.” Estas palabras hirieron mucho a Ian, pero continuó con su plan de hacerla recordar, él aún confiaba en su amor y lo poderoso que era este, un tiempo después llegaron al tercer lugar un barco ellos subieron y él procedió a explicar la historia de ese lugar “Este fue el barco donde te pedí que te casaras conmigo estaban todos nuestros amigos y familiares cercanos fue perfecto o al menos eso tu solías decir siempre.” “Que mal que no recuerde nada bueno siguiente lugar.” Dijo ella mientras chasqueaba los dedos.

“De acuerdo” Dijo Ian. Ya en el penúltimo lugar y por ende su penúltimo intento de recuperar los recuerdos de su esposa “Aquí fue donde nos casamos hace no tanto. Aquí nos juramos amarnos para siempre hasta que la muerte nos separase.” Dijo él con una sonrisa en la cara “Menos mal que no lo ha logrado.”

Dijo con un tono humorístico. “Bueno por lo menos sé que tuvimos buen gusto, pero sigo sin recordarte ya vayamos al último lugar no quiero perder más tiempo y recuerda que prometiste acceder al divorcio luego de esto.” Dijo ella quitándole

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la sonrisa de la cara. “No, no iremos hoy sino mañana debemos estar ahí a las cinco de la tarde y si después de visitar ese lugar no me recuerdas haré lo que quieres.” Dijo él ahora con un tono fuerte y seco. “Está bien. Espero poder confiar en tu palabra.” Luego de esto ella se dio media vuelta y se fue. Al día siguiente a las cinco se presentó en la ubicación que él le había mandado una hora antes, un bar, pero este estaba vacío y solo se escuchaba sonar una canción muy romántica desde afuera. “Llegué ahora que me vas a contar.” Dijo Lin mientras caminaba por la puerta para encontrarse con Ian esperándola en el centro de la pista de baile. “Acércate a mí y bailemos antes de contarte de este mi lugar favorito, mejor dicho, nuestro lugar favorito.” Dijo Ian y ella se acercó y comenzaron a bailar al ritmo de la música cosa sorprendente porque Lin no sabía bailar o por lo menos no recordaba cuando había aprendido. “Aquí culminamos nuestra luna de miel bailando esta canción me diste la noticia más feliz de mi vida. Me dijiste que sería padre.” Dijo mientras bailaba con una sonrisa amorosa pintada en su cara. “¿Qué...estoy embarazada como ningún doctor me lo dijo?”

Preguntó exaltada alejándose de él. “Gracias a Dios el bebé sobrevivió a pesar del accidente y para contestar a tu pregunta nadie te lo dijo porque yo lo pedí, recuerdas que te dije que yo trabajo en el hospital donde nos atendieron pues yo pedí que no te lo dijeran como favor personal. Lo único que te voy a pedir es que bailes esta canción nuevamente conmigo, pero esta vez trata de recordar, ábrete nuevamente a la posibilidad de amarme y si no me recuerdas podemos seguir con el divorcio y yo te prometo estar ahí para ti y el bebé.” Y sin contestar ella se le acercó y empezó a bailar nuevamente con él y mientras bailaban fue reviviendo

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las memorias de los lugares que había visitado el día anterior y en unas semanas ya lo había recordado todo incluso su amor incondicional.

“Fin. ¿Te gustó la historia Xia?” Dijo un Ian más entrado edad. “¿Sí, pero por qué los personajes en la historia se llamaban como tú y mamá?” Pregunto la joven Xia. “Bueno después de todo esa es parte de nuestra historia.” Dijo Ian sonriendo.

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La espada... es la nueva tiara Autora: Sofía Encarnación Burgos Escuela de procedencia: Radians School Grado: 10mo.

Categoría: 9no. a 10mo.

2do lugar

Era un día soleado en la gran provincia española de Valencia. Se suponía que la hija del rey; la princesa Ana, estuviera en las afueras del jardín del castillo platicando con su padre y saboreando un aromático té. Debería estar ansiosa por convertirse en reina de la gran provincia, pero no. Este era un caso muy particular: a ella nunca le gustó jugar a ‘princesitas’ ni usar ‘tiaras’. Tampoco le gustaba presumir por ser la hija de los reyes de Valencia. La joven prefería jugar con espadas y soñaba con que algún día pudiera acompañar a su padre a batallar.

El rey se sentía angustiado ya que Ana no llegaba al jardín, lugar donde ambos iban a estar discutiendo sobre los asuntos del reino. Molesto por su impuntualidad, fue a buscarla a su dormitorio pensando que se pudo haber quedado dormida. Al dirigirse al interior del castillo, la encontró en uno de los pasillos del palacio jugando a combatir con espadas junto a Fernando, un caballero andante, amigo de Ana. El rey sabía que su hija estaba interesada en ese tipo de deporte, pero nunca se imaginó que fuera capaz de sostener una espada en sus manos. Enfurecido, se dirige hacia ella, que apuntaba con el filo de su espada hacia el cuello de Fernando. Justo cuando grita: “¡Ja! Te gané”, su padre le arrebata la espada. Ana se había quedado paralizada, observando cómo el rostro de su padre se tornaba de rojo a casi violeta de lo enfurecido que estaba.

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Ella le explicó a su padre que verdaderamente le gustaba eso de ir a pelear y batallar contra los ‘herejes’ de su tierra y que prepararse para ser reina no era el propósito de su vida. Luego de que el rey escuchara a su hija decir todo lo que ella sentía, ordenó a uno de sus súbditos a que le avisaran a Fernando y Antonio para que se presentaran ante él. A la velocidad que viaja la luz, Fernando y Antonio, nerviosos de lo que el rey les iba a decir o hacer, ya que estos eran cómplices de Ana no demoraron en llegar. Para sorpresa de ambos, el rey se dirige a ellos muy sonriente y les dice: - “¡Buenos y fieles vasallos míos!, he decidido permitirle a la princesa Ana ir a luchar en el campo de batalla; les pido, de todo corazón, que cuiden a mi hija como si fuera la suya”Fernando y Antonio hacen un gesto afirmativo con sus cabezas y le responden al rey: - “Señor mío, cuidaremos a su hija como se cuida el botín de guerra, como algo muy valioso.” – dicen a la misma vez. Al enterarse de la decisión del rey, Ana, entusiasmada, comenzó a prepararse para convertirse en la ‘princesa caballero andante’ del reino de Valencia, con la ayuda de Fernando y Antonio.

Pasaron cuatro meses desde que Ana había recibido la afirmación de su padre para poder participar de las batallas, y también de que el rey Agrescio de la taifa de Granada, muy conocido por ser malvado y cruel, se enterara y desarrollara un plan en contra de Ana y su padre.

Uno de los guardias del rey de Valencia les avisó que Agrescio planeaba un ataque sorpresa contra ellos. Ana y los demás caballeros, se reunieron en

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una cena que la familia real ofreció en honor a todos los que iban a sacrificarse en la batalla por su pueblo. Durante la cena, Ana se expresó diciendo que estaba muy agradecida por el apoyo que todos le habían brindado en su preparación y que ahora ella estaba dispuesta a dar su vida por su reino. Su padre, le obsequió una armadura especialmente moldeada para su cuerpo, que tenía las letras de su nombre incrustadas en el pecho. Mientras tanto, Agrescio se preparaba dibujando un mapa que representaba el campo de batalla y le añadía cruces rojas en cada punto en el que el atacaría. Al día siguiente, cada caballero recibió un corcel con el que irían a pelear y luego de una solemne despedida de parte de sus familiares y amigos del pueblo de Valencia, partieron. Ana se había despedido de su padre la noche antes asegurándole que iría encomendada por Dios para poder salvar a su reino de los moros que venían desde Granada.

El grupo de caballeros que había partido de Valencia, cabalgaron por dos horas hasta llegar al lugar de encuentro con los moros, súbditos del rey Agrescio.

Luego de establecer sus campamentos en el área desierta, percibieron un sonido que parecía venir de un montículo de arena. Eran los moros que venían de Granada, corriendo hacia Ana y los caballeros. En ese instante, la princesa les da la señal a los demás caballeros que se pusieran listos, montándose en sus corceles, sosteniendo sus espadas firmemente, preparados para arrasar con los moros que venían a gran furor. Cuando estos se acercaron, Ana sostuvo las riendas de su corcel y con su espada enfrentó a los moros sin dudas, ni temor, liquidándolos y tumbándolos de sus caballos. Fernando y Antonio, fieles a la

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promesa del rey, batallaron contra los moros que se iban acercando hacia donde estaba la joven.

Ana se encuentra con el gran malvado rey de los moros, Agrescio, y sin dudar un segundo más, con su espada trata de cortar las riendas del corcel enemigo, pero este la esquiva. Estuvieron cinco minutos peleando intensamente, esquivándose uno al otro, pero ella estaba decidida a prevalecer. Con este pensamiento, recupera sus fuerzas y logra que Agrescio caiga al suelo y es ahora en donde Ana apuntaba el filo de su espada al cuello de Agrescio. Angustiado y casi vencido le dice: - “Tu momento ha llegado, he aquí en tus manos tu gran enemigo, vamos, liquídame ahora y así acabaremos con esto”. Ana, nerviosa del próximo paso que iba a tomar, decide no hacerlo. Con gran fuerza y valentía le responde: “No, no te mataré. Así que toma esto como un regalo de Dios, quien da la vida y la quita, pero algo debes tener seguro, es que desde hoy te arrepentirás de todo el daño que le has hecho a nuestro reino y nos dejarás en paz”. Aquella tarde, Ana y el grupo de caballeros regresaron a Valencia victoriosos, en donde la gente reconocía a Ana como reina de la provincia de Valencia, por ser fuerte, bondadosa y demostrar que no solo los hombres son los caballeros andantes.

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Me perdono Autora: Daniela C. Cardona Cid Escuela de procedencia: Radians School Grado: 10mo.

Categoría: 9no. a 10mo.

3er lugar

Alexia se encontraba en el cementerio una vez más, era un lugar que visitaba con frecuencia, caminaba hacia la tumba de su hijo. El 15 de octubre de 2015 había sido el mejor día de su vida, desafortunadamente también había sido el peor. Alexia visitaba el único hogar que había tenido su hijo, podía visitarlo en cualquier momento para simplemente escapar. El cementerio se convirtió en un santuario donde ella podía liberar el dolor que su pérdida le había causado.

Sus seres queridos le decían que no era saludable para ella ir a la tumba de su hijo y pretender que él la escuchaba, pero esta creencia le daba paz, evitaba la desolación de su alma e impedía que el dolor la consumiera. En muchas ocasiones ir a visitar a su hijo era la única razón que ella tenía para seguir viviendo, para sonreír y sobre todo para pretender que la vida misma aun tenía sentido. Algo que muchos no sabían de ella o que decidían ignorar es que desde que su hijo murió una parte de ella murió. Ella se enamoró de su príncipe en los escasos 5 meses en que se conocieron y esos 27 segundos en que ella lo tomó en sus brazos aún seguían siendo la primera razón en el día por la que ella se dejaba sonreír.

En esos momentos era en donde su mente y sus emociones la traicionaban. Su mente le decía que su única razón para sonreír no existía, y que por lo tanto ella no debería existir. Pelear contra esos pensamientos es más Tercera Antología por estudiantes y maestros

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difícil cuando te das cuenta de que estás de acuerdo con ellos. El escape que su mente creaba y repetía, se hacía más tentador con cada segundo que pasaba.

Pero cuando todo el mundo te ignora y pretende que todo está bien, piensas tú mismo que tal vez si consigues el escape que deseas no será algo que los que te rodean lamenten mucho.

Ya eran 5 años en que Alexia pensaba así, 5 años en que Alexia pretendía, 5 años perdidos, ya cansada con si misma, con la tortura, con el dolor y la pérdida que la vida le había designado. Cuando tu vida es una mentira en la cual pretendes ser feliz decides bloquear tus emociones. Alexia podía hacer esto fácilmente, pero su tristeza siempre ganaba y cada vez la vasija vacía que ella era se quebraba un poco más. Alexia sabía que no podría controlar sus emociones por mucho más tiempo y un día como cualquier otro decidió cambiar.

Cuando decides cambiar todos los aspectos de tu vida, esperas que el camino sea difícil. Eran pocas las ocasiones en las que Alexia estaba incorrecta.

En su caso, esto era algo que muchos que la conocían ya sabían de ella. Lo primero que las personas notaban en ella era la sabiduría que se podía ver en sus ojos. Tenías que ser inteligente para trabajar en un hospital. Esta inteligencia era algo que Alexia odiaba, ella culpaba a esa inteligencia y cómo la misma no le sirvió de nada en los momentos más importantes. Ella debió haber planeado mejor. Debió haber hecho un millón de preparativos en el caso de que su hijo naciera antes de tiempo. Pero en su estado de alegría y esperanza para el futuro no se le ocurrió que las cosas podrían salir mal.

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Por esta razón es que Alexia se encuentra en el cementerio hablando una última vez con el príncipe que ella perdió. “Hola mi príncipe, te he venido a visitar otra vez.” Cada vez que decía estas palabras Alexia ponía la sonrisa mas triste que cualquiera hubiese visto. “Lamento no poder haber crecido contigo, aún eres lo único que me da alegría. Por eso he decidido cambiar.” Alexia ya había hecho todos sus arreglos, habló con sus queridos, dejó sus bendiciones con los cuales las merecían y decidió donde ella iría para poder crecer y empezar a sanar el dolor que causó la despedida de su príncipe.

“Mi príncipe, yo lamento no haber estado contigo en estos cinco años, espero que me puedas perdonar.” Pero al fin decide terminar, acabar de pretender, de llorar y de bloquear sus sentimientos. “Estoy tan cansada mi amor, mis pensamientos estaban incorrectos, hay razón para continuar o al menos la voy a tratar de encontrar. No me voy a rendir, quiero levantarme todos los días sabiendo que hay esperanza.” Hace muchos años la idea de vivir asustaba a Alexia, ahora ella le daba la bienvenida a la vida y le ruega a su príncipe que la bendiga con su presencia.

Alexia se levantó del lugar que había ocupado por años frente a la tumba de su hijo y respiró. Por primera vez en cinco años respiró sin sentir que se ahogaba en su depresión. “Te extrañaré mi amor, pero por primera vez pienso que tengo el derecho a vivir como una persona y no una copia mecánica de quien era antes.”

Alexia abrió su bolso y sacó las flores que le daría a su hijo. En sus manos un ramo de narcisos, los narcisos estaban amarrados con una cinta de color

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verde. El significado de este ramo era uno de mucha importancia para Alexia, el nuevo comienzo por el que Alexia iba a luchar. “Algún día volveré a verte mi príncipe, pero hoy me despido de ti. Te quiero y quiero que sepas que voy a luchar por vivir nuevamente por ti. Para que cuando te vea otra vez pueda darte la bienvenida con una sonrisa verdadera, adiós”.

Dicho esto, Alexia se despidió del cementerio, esperando que cuando regrese volverá hecha una persona nueva y no la vasija rota en la que se había convertido. Las cicatrices siempre estarían, ella lo sabía, pero las heridas abiertas de su corazón sanarían, de eso ella estaba segura. Alexia sonrió, una sonrisa que decía mucho del dolor que había sufrido, pero por la primera vez en cinco años la sonrisa decía algo más. Su sonrisa demostraba que Alexia se estaba dejando sanar, crecer, soñar y perdonar. Perdonarse a sí misma.

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Historia de una trabajadora Autora: Sofía Pacheco Carrasquillo Escuela de procedencia: St. Mary’s School Grado: 10mo.

Categoría: 9no. a 10mo.

Mención honorífica

Rosalía, una joven extraordinaria, aspiraba a convertirse en la costurera más reconocida de su pueblo. Era una joven con la autoestima en alto y muy servicial; nunca antes había dudado de su capacidad para alcanzar sus metas.

Todos los días se levantaba muy temprano y hacía las tareas del hogar sin descontento alguno. Limpiaba los pisos, los platos, las superficies, el baño… en fin, todo lo que pudiera. Rosalía dividía su tiempo entre las tareas domésticas e ir a casa de su vecina, Marcela, quien le ofreció sus conocimientos en moda, pasión que tenía Rosalía desde pequeña. La abuelita de Rosalía fue gran parte de su inspiración; pero ya esta no podía ser su maestra, pues estaba muy enferma y débil. Rosalía no quería preocupar a su abuela, mucho menos exponerla a hacer movimientos innecesarios. Su abuela, doña María, era la persona que ella más amaba en el mundo; y, por eso, sin que nadie se lo ordenara, la ayudaba en la casa.

La mañana antes de que Rosalía cumpliera los 18 años, doña María colgó los guantes. Lamentablemente, Rosalía no tenía a nadie más. En ese momento, sintió como si le hubieran robado una parte de su corazón. Se aisló por 6 meses; el pueblo la veía solo cuando salía al mercado. Tan grande fue su depresión que dejó de visitar a Marcela.

Preocupada por la ausencia de Rosalía, Marcela fue a su casa. Tocó varias veces a la puerta, pero no hubo respuesta. El próximo día ocurrió lo mismo, pero Tercera Antología por estudiantes y maestros

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esta vez la puerta estaba abierta. Marcela entró a la casa y vio a Rosalía en el patio con la vestimenta de una empleada doméstica, el trajecito manchado con la servilleta amarrada a la cintura y el pelo sujetado hacia atrás. No acostumbrada a verla vestida de esa manera, Marcela preguntó —Rosi, ¿qué haces con esa vestimenta? Rosalía le respondió que había conseguido trabajo de empleada doméstica en la mansión de los Navarro, la familia más rica en el pueblo. Marcela sintió cierto alivio al verla seguir adelante y con un empleo.

Rosalía le contó que conoció en el mercado a otra empleada de los Navarro, y fue esta quien le dijo que estaban buscando empleadas.

—Yo le dije que les podía diseñar su ropa— dijo Rosalía. — Pero me asignaron a lavar los baños y limpiar la casa, porque no tengo suficiente experiencia en la industria como para coserles y diseñarles la ropa a personas de clase alta como ellos… —¡Qué pena, Rosi! —dijo Marcela. —Está bien, ya no me afecta; de todas formas, ahora entiendo que nunca lo lograría; solo soy una pobre huérfana…

La rutina de Rosalía cambio drásticamente cuando empezó a trabajar para la familia Navarro. Ya no se levantaba únicamente para limpiar su propia casa, sino que ahora limpiaba la de otro. Rosalía había trabajado para esta familia 10 meses cuando Louis, el hijo de los dueños, decidió encargarle una tarea a Rosalía fuera de su rutina normal de trabajo. —Rosalía, has trabajado aquí por 10 meses y nunca nos has decepcionado, por eso te voy a pedir un gran favor; pero no se lo puedes decir nadie, ni siquiera mi padre. —Aprecio su reconocimiento hacia mi esfuerzo, pero ¿cuál es el gran favor que me pide? —dijo Rosalía. —-Bueno,

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estoy seguro de que esto está fuera de tus tareas, pero necesito que excaves algo muy especial para mí en el patio trasero.

Rosalía quedó confundida, pero no se atrevió a decir no; así que se puso de acuerdo con Louis en cómo iba a proceder. Al día siguiente, Rosalía se sentía nerviosa por lo que le tocaba hacer, no quería decepcionar al joven Louis. Se tomó un té para calmar los nervios y meditó por unos minutos. A Rosalía no le gustaba salir de su zona segura, pero lo quería intentar por primera vez. Llegó a la residencia de los Navarro y, después de completar su limpieza mañanera, se vistió con la ropa apropiada para excavar un objeto a 11 pies bajo tierra, según dijo Louis. Rosalía estuvo dos días completos desenterrando con una pala muy pesada. Se le hizo complicado estar bajo el sol con mucho calor, pero estaba agradecida de que por lo menos tenía trabajo. Cuando por fin vio el artefacto cubierto en las partículas de tierra, se agachó para cogerlo. Lo sacudió y vio que era una caja, pero Louis la tomó rápidamente, de manera que Rosalía no pudo ver lo que estaba adentro. Se sintió muy triste, porque después de hacerle el favor y estar bajo el sol dos días, lo menos que Louis podía hacer era enseñarle lo que contenía la caja.

Rosalía no podía dejar de pensar en la caja y su contenido. ¿Sería dinero? ¿Prendas? ¿Un arma secreta? Estaba ansiosa por saber. Pensó en recorrer la casa para ver si, por casualidad, encontraba la caja. Buscó por las gavetas, la cocina, el sótano y hasta en el ático. Estaba segura de que Louis y su familia habían salido y se atrevió a buscar en el dormitorio del joven. Por un momento se sintió mal al verse invadiendo el espacio personal de ellos, pero su curiosidad

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pudo más que su vergüenza. De camino a echar un vistazo en uno de los armarios, vio a Louis sentado como si la estuviese esperando. Rosalía sintió como si le hubiesen robado el oxígeno y pidió disculpas rápidamente. Louis le dijo que no había nada que disculpar: todo esto había sido una enseñanza de su parte.

Rosalía no entendió lo que Louis acababa de decir. —Rosalía —comenzó Louis— eres una persona tenaz y determinada; entiendo que la muerte de tu abuelita te apartó de esas grandes características. Dejaste a un lado tu sueño de ser costurera solo porque mi padre te rechazó por no tener fama. Olvida a las personas como mi padre; no abandones tu sueño. Demuestra la misma persistencia que tuviste para buscar la caja.

Rosalía se quedó con esas palabras en su corazón y siguió el consejo. Paso a paso, fue aprendiendo con la vida y con su mentora Marcela. Si alguien se interponía entre su camino al éxito, ella recordaba las palabras de Louis, reconocía su inteligencia y capacidad y seguía adelante. Su sueño de ser una gran costurera se hacía cada día más real.

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Sean fugaces Autora: Ariana P. Rivera Alejandro Escuela de procedencia: CIMATEC Grado: 9no.

Categoría: 9no. a 10mo.

Mención honorífica

¿Alguna vez has mirado al cielo y viste una estrella fugaz? A lo mejor no muy a menudo, pero con una sola, rápidamente captura tu atención. Ese fue el caso de Estrellita, quería capturar la atención de todos con su trazo. Debido a su interés la aceptaron en la AEF (Academia Estrellas Fugaces) localizada cerca de la vía láctea. Con mucha emoción y entusiasmo empezó su primer día de entrenamiento. Como toda academia, esta se dividía en diferentes grupos y clases. A Estrellita le tocó en Fugaz Meteoro A1, un grupo que se centraba en puro entrenamiento para convertirte en estrella fugaz y en el estudio de sus trazos. Luego de haberse colocado en el grupo que le tocaba, Estrellita conoció a sus instructores: Sra. Luna y Sr. Sol. Un dúo inquebrantable y conocido en todo el sistema solar. Para Estrellita era una fantasía ser entrenada por tales celebridades. Sus primeras interacciones con el grupo fueron conocer a todos sus compañeros con una dinámica que el Sr. Sol había hecho con todos sus alumnos.

En ese momento Estrellita había hecho muchas amistades especialmente la de Estelita. Estelita era otra estrella que como Estrellita quería brillar por todo el cielo. Estrellita y ella tenían muchas cosas en común y compartían las mismas metas. Ambas atendían a los mismos entrenamientos y estudiaban juntas. Su aprecio era mutuo, pero a Estrellita se le hacía más complicado las prácticas. Su frustración se notaba en cada circuito hasta que la Sra. Luna se dio cuenta. A Tercera Antología por estudiantes y maestros

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Estrellita, ver que Estelita lo hacía todo bien y no cometía ningún error le hacía tener mala autoestima. En el segundo que la Sr. Luna vio como Estrellita se veía más apagada decidió hablar con el Sr. Sol sobre la situación. El Sr. Sol al escuchar y comprender la situación le contestó con estas sabias palabras a la Sra. Luna: ‘‘Creer en ella misma es la base para su éxito, pero dentro de sus errores tiene que aprender de ellos”.

Al mismo tiempo que el Sr. Sol le había dicho tales palabras, Estelita le había contado a la Sra. Luna lo que notaba en la autoestima de Estrellita. La Sra. Luna complacida con las palabras del Sr. Sol y la preocupación de Estelita le vino una sabia idea para ayudar a Estrellita. La Sra. Luna al comentárselo al Sr. Sol le pareció una excelente idea y una buena enseñanza para toda la clase.

En la próxima lección, Estrellita toda triste y decepcionada de sí misma se localiza en el área de entrenamiento.

Al entrar, se da cuenta que todos los estudiantes han formado un círculo.

Estrellita al ver el círculo se acomoda formando parte de él. La Sra. Luna empieza a explicar el tipo de dinámica que van a hacer en el día de hoy sabiendo que va a ayudar a Estrellita. El resto de los estudiantes conociendo las razones le siguen la corriente para poder ayudar a su compañera de clase. Uno de los compañeros empieza a narrar como pie forzado de esta dinámica su experiencia dentro de la academia y como ha podido seguir creciendo dentro de ella. La siguiente estrella empezó a hablar sobre el miedo que tenía de ser fugaz y como lo superó. Otra estrella, dijo sobre cómo se le hacía complicado estudiar los trazos y luego de pedir ayuda pudo sacar una excelente calificación. El resto de los compañeros

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siguieron comentando sus experiencias y como cada uno de ellos tuvo la misma dificultad para dominar el entrenamiento. Estrellita al escuchar como cada uno de sus compañeros tuvo una experiencia similar a ella y ahora son excelentes estudiantes empezó a brillar de la emoción. Su sonrisa apareció, sus ojos se iluminaban, su cuerpo empezó a brillar fuertemente ,su trazo se empezó a notar y felizmente frente a todos dice: "Siempre soñé con ser una estrella fugaz y jamás pensé que para hacer brillar mi trazo tenía que pasar por meteoritos para iluminarlo. Sus palabras han sido el fuego que enciendo mi fogata. No saben cuánto lo aprecio". De tanta emoción y regocijo, todos sus compañeros empezaron a abrazarla y reír de felicidad. Estelita y el Sr. Sol estaban tan felices de que la idea de la Sra. Luna fuera un éxito y que Estrellita haya podido notar que todos pasamos por dificultades pero que con esfuerzo las superamos. La Sra. Luna de la satisfacción de que la dinámica le hubiera resuelto a Estrellita, dijo: “Todos mis estudiantes, mis oyentes, mis alumnos, mis compañeros, mis amigos y mis soles, sean fugaces”.

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La fuente sagrada Autora: Sebastián A. Rivera Santos Escuela de procedencia: Radians School Grado: 10mo.

Categoría: 9no. a 10mo.

Mención honorífica

La noche era esplendorosa en las costas de Portugal donde, desde los barrancos, la luna llena brindaba de su bella luz a una pequeña carabela, la cual se acercaba más y más hacia el horizonte, donde se decía que se encontrarían riquezas completamente desconocidas por el mundo actual. Su capitán, Juan Eduardo, hombre alto, orgulloso y fuerte, y su tripulación, con sus esperanzas tan altas como sus voces, estaban deseoso de encontrar tan preciadas riquezas. “¡Prepárense, hombres!”, gritó fuertemente el capitán, con su aliento y su barba negra y grandiosa con olor fuerte a alcohol. “Gracias a esos reyes católicos, ¡tendremos el poder y la fama que nos merecemos!”, dijo con orgullo, ya que deseó embarcar hacia el nuevo mundo desde que se hicieron conocidos las aventuras de Cristóbal Colon y Juan Ponce de León. En particular, le interesaba la fuente de la juventud más que la propia aventura. De hecho, el interés que tenía por la fuente fue la única razón la cual quiso embarcar. De sólo pensarlo brillaban sus ojos con una felicidad inmensa, ya que, si fuera por el capitán, mantendría su juventud por siempre para que pueda volver a saludar a su padre cuando volviese del mercado y a su madre preparar un rico puré de cordero lo cual nunca faltaba en las cenas de su niñez. Aun así, si fuera a darles agua de la fuente a sus padres, sería lógico pensar que los tres terminarían siendo de la misma edad, pero el capitán, concentrado en sus propias fantasías nostálgicas, no internalizó esto. Al concluir la fiesta, con su tripulación, se acostó a dormir.

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El capitán tenía todo lo que podría necesitar su tripulación para sobrevivir unos cuantos meses en el mar, si se diese el caso. Fue muy buena decisión el reclutar solo el mínimo ya que así podía maximizar su tiempo de búsqueda. Aun así, Juan Eduardo jamás dejaba que su tripulación tomara descanso muy prolongados pues siempre había alguna tarea por realizar: pescar, limpiar, cocinar. Algunos se encontraban hacia el barril para vigilar el horizonte marítimo mientras otros se encargaban de las velas y la dirección del viento.

Eduardo era bien cauteloso, especialmente si se fijaba una meta, pero el trabajo constante agotó a la tripulación. Los marineros comenzaron trabajaban incansablemente para el beneficio del capitán, y esto los molestó mucho. Sin embargo, a Juan Eduardo poco le importaba lo que pensaran sus camaradas ya que su única meta era encontrar el agua de la juventud. Sin embargo, a tripulación tenía una admiración inmensa por el capitán, mayormente debido a lo arriesgado que era y la gran determinación y orgullo que siempre demostraba.

Su carisma era inmenso. Hasta los marineros más fatigados terminaban contagiándose con su vigor. Sus charlas eran muy elocuentes logrando convencer a todo el que lo escuchaba.

Finalmente, el capitán recuperó la confianza entre las tinieblas de la duda que rodeaba los miembros de su tripulación en el instante que, después de siete meses en el mar, el hombre en el barril gritó, con lágrimas hechas cascadas en su rostro: “¡Tierra, mis camaradas! ¡Hay bella tierra! ¡Gloria al señor!”.

Al sentir el rugido de la arena de la costa contra la carabela, soltaron el ancla y el capitán sin mediar palabra, desembarcó dejando a todos los

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tripulantes atrás. A pesar de que se molestaron, cansados y fatigados, desembarcan y lo siguen. Al caminar varios kilómetros bajo el sol ardiente se hizo visible la luna llena. La misma luna que brilló sobre la cubierta de la carabela durante siete meses. Con la luna y las millones de luces miniaturas que alumbraban el cielo junto a ella, el capitán decidió que era hora de descansar.

Los días de búsqueda sin cesar fueron pasando de días a semanas, de semanas a meses, de meses a años. La fuente de la juventud se convierte en una creencia falsa para la tripulación entera. Esto, excluye a Juan, que, aunque ya más viejo y cansado, permaneció determinado. Después de otro día largo de búsqueda, el capitán continuar con la exploración de la zona “Vamos, ¡camaradas!”, dijo el capitán, “¡Hoy será el día de nuestro triunfo!”.

Al ir por su propio camino, evaluaba sus acciones: su impaciencias, la falta de consideración hacia sus camaradas, siempre tan tolerantes, su meta e intenciones. Juan Eduardo se pregunta sobre el propósito del viaje concluyendo que al intentar recuperar la juventud no disfrutó su presente: el aquí y el ahora.

Ensimismado en sus pensamientos estaba el capitán cuando se encontró frente a una cascada encantadora. Su color azul turquesa la hacía parecer otro sol que provenía del suelo. Aun con ese gran esplendor, el capitán no mostró alegría por haber llegado, finalmente, al lugar tan buscado y anhelado. En ese momento se dio cuenta lo mucho que le importaba la tripulación, sus amigos, sus camaradas, y sus viajes. Las fiestas, las canciones, los días y las noches. Con lágrimas tan abundantes como el agua deslumbrante de la cascada, el capitán corrió y corrió

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hasta volver al atardecer hacia la fogata hecha por sus compañeros de viaje. “¿Lo ha encontrado, capitán? ¿Aun nada?”, le dijo uno de los marineros.

“Lamentablemente, nada”, respondió Juan Eduardo, “pero me alegra verlos aquí, sanos y salvos. Ya es hora de que regresemos a casa”.

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El sapito que miraba la luna Autores: María F. Páez Zayas, Brittany Del Valle González, Valentina Bohórquez y Paola A. Colón Rivera Escuela de procedencia: Colegio Radians Grado: 12mo.

Categoría: 11mo. a 12mo.

1er. lugar

He vivido toda mi vida en este pantano. Siendo solo un pequeño sapito que creció entre agua y nenúfares, no conozco mucho más allá de estas plantas. Mis amigos consisten de rocas, palitos y moscas que decido no comerme, por eso de tener algo de compañía. Sin embargo, hay algo que me despierta cada noche. Un algo que aún no logro entender, pero que me hace sentir como si existieran cosas más allá de aquí. Es un centelleo que lucha noche tras noche para velar por mi sueño, y por alguna razón, despierta algo en mí.

Una vez, quise intentar alcanzarlo. Logré trepar sobre la rama más elevada en todo el pantano y con un impulso increíble, di el salto más alto que mis piernitas permitían dar. Mientras intentaba superar mi brinco una y otra vez, un aleteo me distrajo. “¿Qué haces?”, me preguntó la mariposa. Al explicarle mi meta, la pequeña criatura me reconoció: “¡Ya recuerdo! Tú eres el pequeño sapito que se pasa las noches contemplando aquella gigante esfera repleta de hoyos. ¡Uy! No sé porqué lo haces...a mí me asustan las cosas lejanas. Me conformo con lo que conozco.” Me quedé un poco perplejo mirándola. No lograba entender qué aspecto de esa luz podría asustarla. Ni por qué no compartía esa necesidad de conocerla. A mí me causaba curiosidad más que nada. Y así, confundido por los sentimientos de aquella mariposa, la dejé y regresé a mi pantano.

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La noche siguiente, mientras miraba aquella extraña luz, escuché un susurro. “¿Qué haces sapito?” me cuestionó una víbora. Se detuvo al lado mío y notó hacia dónde miraba. “Ay... no me digas que eres de esos que se interesan por aquel pálido banano. Es inútil enfocarse en esas cosas inalcanzables.”

Escuché esto y decidí darme un chapuzón en el agua. Tal vez, sí parezca un banano, pero no comprendo por qué dice que no vale la pena. ¿Acaso no merece la pena admirar lo que nos rodea? Después de todo, si no aprecio esto que la serpiente denota como simple fruta, ¿qué admiro en mis noches? Ignoré sus comentarios hasta que la vi seguir su camino.

Recuerdo también la tercera noche. La recuerdo bien porque había una luz que no era la de siempre. Se movía de hoja a hoja y me miraba mientras se intensificaba. Cuando no lograba ver más que su reflejo, una vocecita comentó, “¿Eres tú el sapito que pasa todas las noches mirando la roca que invade el cielo?

Yo no miro esas cosas,” me dijo el cucubano mientras contemplaba su propia luz, “yo tengo la luz más hermosa del mundo. Todos me lo dicen. Si me comparas con eso que miras, su brillo es un chiste. Debes hacer como yo: enfocarte solo en ti mismo. Nada más importa.” Las palabras del cucubano retumbaron en mis oídos y me hicieron dudar. Tenía una expresión sarcástica, como si mi admiración por esa luz nocturna fuera algo tonto. Como si mis pensamientos fueran simples cosas de niños.

Preferí sentarme solo por un momento; tenía que organizar mis ideas. ¿Realmente es mejor conformarse con lo conocido, como clamó la mariposa? ¿Acaso no vale la pena soñar por cosas aunque parezcan inalcanzables, como

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me aseguró la víbora? ¿De verdad debería pensar solamente en mí y dejar mis admiraciones a un lado, como me dijo el cucubano? Un búho vecino debió haber escuchado mis pensamientos porque de un solo vuelo se me acercó. “¡Vaya cosas en las que envuelves tu cabecita! Veo que admiras mucho a la luna. Yo también la aprecio mucho; ¡Y mira...hoy está más hermosa que nunca! ¿Qué te sucede sapito?” Si les soy sincero, no escuché mucho después de aquella rara palabra. ¿Lana? ¿Lina? ¡Ah, cierto! ¡Luna! Me pellizqué y le contesté al búho. “¿Luna? ¿Qué es eso?” Entre carcajadas simpáticas me respondió: “¡Pues eso que miras tan atentamente cada noche!”

“Ah sí, bueno, ya no tengo muchas ganas de mirarla. Otros tres animalitos me aconsejaron que no perdiera mi tiempo en esas tonterías”, le respondí al búho.

“Déjame adivinar: te topaste con la mariposa, la víbora y el cucubano. El miedo, el desánimo y la soberbia.” “¿Qué?” No entendí nada de lo que me dijo.

“Escucha sapito, no dejes que estas cosas te impidan soñar. Solo siendo valientes, perseverantes y modestos lograremos tocar la luna.”

“Sí que sabes muchas palabras extrañas, señor búho.” Entonces, llevándome esas palabras sabias, regresé brincando a mi pantano. La luna: ¡qué palabra tan hermosa!

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Lo inesperado en dirección correcta Autor: Adrianna K. Bradshaw, Delimarys Rivera Santiago, Diego Colón Escuela de procedencia: Radians School Grado: 11mo.

Categoría: 11mo. a 12mo.

2do. lugar

“Jorge Ramírez Díaz, ya puede pasar a consultorio”. Esas fueron las palabras que me despabilaron del viaje mental al que permanecía. Luego de levantarme del asiento, me dirigí hacia el dispensario. Un profundo silencio sembró en mí, la desesperación único que podía pensar en ese momento, era cómo salir de esa Dr. González, quien me atendía desde pequeño, entró al consultorio agobio. “Trastorno de ansiedad generalizada”: esas fueron las palabras que cambiaron mi vida para siempre. De repente todo hacía sentido, ya entendía porqué me ahogaba en un profundo mar de tristezas. Recordé esas veces que mis padres me llamaban poco hombre y cobarde, por tan solo expresar mis sentimientos y llorar. En la escuela, a pesar de que estaba con todos mis amigos seguía sintiéndome solo. No sabía cómo actuar y a qué se debía esa desesperación que sentía. Perdí la noción del tiempo y no me percaté cuando llegué a casa. Aunque tenía que seguir arreglando las cosas para el viaje de mañana, era tanto el cansancio mental, que me quedé dormido.

A la mañana siguiente estaba listo para abordar el vuelo que me llevaría a un nuevo comienzo lejos de mi familia. Me despedí de todos, no voy a negar que estaba nervioso, pero la emoción que el cambio causaba en mí era más poderosa.

Una vez en el avión, mis palpitaciones se aceleraron. No podía respirar, como si un profundo vacío se apoderara de mí. En ese momento sentí una mano tocar

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mi hombro. Una mujer que aparentaba mi edad me preguntó si me encontraba incómodo, a lo que contesté que simplemente no me sentía bien. Su nombre era Camila. Me contó un poco sobre su vida, también me dijo que supo identificar mi situación porque la vivía con su abuelo. Por alguna extraña razón a su lado me sentía seguro, estuvimos conversando todo el vuelo. Resulta que asistiremos a la misma universidad, es como si el destino nos tuviese preparado una gran vida juntos.

Una vez en mi destino, me invitaron a una fiesta. Allí hice nuevas amistades, vi a Camila y decidí acercarme. Me reconoció al instante y volví a sentir esa sensación extraña, un sentimiento que con nadie más había sentido.

El mundo y mis problemas se vuelven nada con tan solo escuchar su voz. Siento que me enamoro, pero el miedo a que mi pasado se repita me lo impide. Solo puedo pensar en lo que puede salir mal. Camila se me acercó y colocó su mano junto a la mía. Me preguntó si todo estaba bien. En ese momento volví a la realidad y respondí que sí. Aproveché que nuestras manos estaban juntas y la invité a bailar. Estuvimos bailando toda la noche.

Por primera vez en mucho tiempo pude olvidar mi diagnóstico y vivir la vida como si nada pasara, pero como todo en la vida, lo bueno dura poco y la realidad es chocante. Cada día se me dificultan más los asuntos de la universidad, pero estoy consciente que deben ser mi prioridad. El profesor de finanzas, John Andrews, ha sido el responsable de hacerme la vida imposible durante el tiempo que llevo aquí. Debido a esto, sigo sufriendo varios ataques de ansiedad. Estos trajeron el vacío a mi vida nuevamente. Ya van seis meses desde

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aquellas palabras del doctor que cambiaron mi vida. Además, mis padres han sido comprensivos y me han ayudado durante todo este proceso. Camila se ha convertido en la persona más importante de mi vida y a la que más he amado.

Gracias a ella logré superar mi condición. Comprendí que la vida no se trata de quién eres, si no en quién te conviertes luego de las adversidades.

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El pianista Autora: Nelmar Rodríguez Escuela de procedencia: Radians School Grado: 12mo.

Categoría: 11mo. a 12mo.

3er. lugar

Cuando la conocí, todavía soñaba con ser pianista. Me había graduado de la universidad con un bachillerato en criminología y se supone que hubiera vuelto a vivir con mis padres. Pero vivir solo me trajo una libertad que nunca había sentido y todavía no quería abandonarla. Así terminé trabajando en este bar, tocando el piano. Sin embargo, ese día fue diferente. Era muy temprano y el local estaba vacío. Bueno, más vacío de lo usual. No estábamos acostumbrados a tener mucha clientela. Estaba sentando en el bar, solo, haciendo lo que toda persona hace en un bar. Fue entonces cuando escuché la puerta. Una mujer como de veinticinco años estaba parada debajo del umbral.

Su cara era color ébano y brillaba con las pocas luces del lugar. Su pelo rizo estaba atado en un moño apretado, lo que la hacía ver formal. Cargaba una cartera que la hacía ver pequeña. Cuando me vio, su cara se alivianó y caminó hacia mí.

- “Gracias a Dios. ¿Ustedes abren hoy?”

- “Sí,” le dije, caminado detrás de la barra para servirle. Se sentó frente a mí y puso su cartera en la silla de al lado.

- “¿Qué se le puede ofrecer?” le pregunté, aunque yo no era mesero. Pero bueno, era el único que estaba trabajando.

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- “Perdóneme, no vine a beber. Escuché sobre un hombre que tocaba el piano excepcionalmente y que trabaja aquí. Entonces, quería pedirle un favor.”

De todos los años que llevaba trabajando aquí, esa fue una primera vez.

Caminé hacia donde ella, “Bueno, aquí estoy. ¿Qué necesita?” Al principio quedo atónita, pero se recuperó rápido. “Ah, ¿así que eres tú? bueno, bueno. En ese caso, ¿podrías tocar la Macarena en el piano para mí?”. Yo he estado tocando el piano desde antes de que supiera caminar. He practicado con más de mil instructores, participado en recitales con composiciones de Bach, Tchaicovsky, y Mozart. Es lo único que todavía sé hacer y esta mujer quiere que yo le toque una canción de pop de los 90s. Mi mente se tarda en procesar lo que me dice.

Luego, comienzo a reírme. Me río hasta que no puedo respirar y me duele el estómago. Ella me mira como si me hubiera crecido otra cabeza. “¿Por qué se ríe? No le veo nada gracioso,” dijo, su cara un poco rosada de vergüenza.

“Perdón, perdón,” digo entre respiros para no volver a reírme. Espero a que me diga una canción diferente, cualquier canción. Pero se queda mirándome en silencio, esperando a que le diga algo.

- “¿Y? ¿Puede tocarla?”

- “¿Eh? ¿Es enserio?”

- “Claro que es enserio. Por eso le pregunté.”

Me sentía incómodo. ¿Cómo podía decirle que yo era demasiado orgulloso para tocar esa canción?

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- “Tú sabes que es la Macarena, ¿verdad?” dijo ella, parándose de su silla, “¿Con el baile?” (empieza a dar vueltas, tarareando la canción).

- “Sí, sí, sé lo que es,” le dije, exasperado.

Tal vez si hago esto me deje quieto por fin. Me siento al frente del piano viejo y oxidado. Toco las primeras notas y me lanzo en la canción. Aplaudió cuando terminé. “¡Eso estuvo increíble!” dijo ella con una gran sonrisa. Me sonrojé un poco. “Gracias,” le dije, sonriendo también. No podía parar, su sonrisa era contagiosa. Me dijo que su nombre era Catalina y que había venido a la ciudad para trabajar en el departamento de policía como investigadora. Desde ese día, se ha convertido en mi mejor amiga.

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La envidia Autor: Luis A. González Pérez Escuela de procedencia: Radians School Grado: 12mo.

Categoría: 11mo. a 12mo.

Mención honorífica

Un joven llamado Carlos vivía en una casa de paredes azules y techo blanco, en las afueras de la ciudad. La vivienda estaba rodeada de muchos jardines coloridos, fuentes, y un enorme huerto, el cual estaba repleto de verduras y hortalizas de excelente calidad, de las cuales disfrutaba durante todo el año. Él era un joven privilegiado, pero irónicamente se sentía frustrado por no haber podido cumplir uno de sus grandes sueños: llenar su propiedad de todo tipo de árboles, especialmente aquellos que dan fruto.

Durante meses Carlos intentaba cultivar distintas especies, empleando todas las técnicas posibles, pero por alguna razón extraña las semillas no germinaban, y si lo hacían, a las pocas semanas las plantas se secaban. Al pasar el tiempo, el hecho de no tener un simple árbol de limón o un árbol de manzanas lo hizo sentirse como un fracaso y se iba alejando aún más de su meta.

El huerto de Carlos estaba limitado por un muro de piedra, tras el cual vivía Manuel, su vecino y amigo desde que tiene memoria. Él también tenía una casa muy cuidada y con un terreno donde cultivaba una gran variedad de productos del campo. Se podría decir que ambas propiedades eran muy parecidas excepto por un detalle pequeño. Manuel tenía un hermosísimo Árbol de manzanas, el cual despertaba en Carlos unos sentimientos feos y malos de rabia, envidia y celos.

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– ¡ESTO ES INJUSTO! Manuel tiene el árbol de manzanas más impresionante que he visto en mi vida. ¡La calidad de nuestra tierra es igual!, ¡Regamos con agua del mismo pozo!, ¿por qué en mi huerto no prosperan las semillas y en el de Manuel sí?... ¡ES INJUSTO! Carlos tenía toda la razón, verdaderamente era muy impresionante. El árbol alcanzaba los quince metros de altura y era tan frondoso que sus hojas verdes ovaladas ofrecían una sombra espectacular en el verano. Lo más hermoso era verlo cubierto de flores en primavera y cargado de frutos todos los meses del verano. Si todas las manzanas de la frutera eran fantásticas, las de ese manzano están en su propia liga. Una vez maduras, eran tan grandes, tan amarillas, y tan dulces, que todo aquel que las probaba las consideraba un auténtico manjar de los dioses. Afortunadamente, Manuel era dueño de una obra de arte de la naturaleza. Pero su amigo Carlos, en vez de alegrarse por él, empezó a sentir celos y una profunda amargura dentro de su corazón. Esa emoción era tan fuerte y corrosiva, que, en un arrebato de envidia, decidió destruir el maravilloso árbol.

– ¡Hasta aquí he llegado! Contaminaré toda la tierra donde crece ese repudiable manzano. Sí, eso haré: echaré tanto veneno sobre las raíces para que se debilite lo más antes posible y se pudra el dichoso tronco. Así estaremos iguales. ¡Manuel es tan inocente que jamás sospechará que fui yo quien le enveneno su preciado árbol!

Una noche del verano en la que los grillos cantaban mientras todo el mundo dormía, Carlos se deslizó entre las sombras, trepó por el muro cargado

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con un saco lleno de veneno, avanzó sigilosamente hasta el árbol y vació todo el contenido en su base. Al cometer la trastada, regresó a su hogar y se metió en la cama sin sentir ningún tipo de remordimiento.

A partir de ese momento la vida de Carlos se centró en una sola cosa: derribar el hermoso árbol de su amigo. Su plan era siniestro, miserable a más no poder, pero él se lo tomó como algo que debía hacer a toda costa. Cada atardecer recogía veneno disimuladamente para que nadie sospechara. Al llegar la noche, como si fuera un ritual, saltaba el muro y repetía el proceso nuevamente.

– ¡Aquí tienes, todo esto es para ti!

Cada vez que regresaba a su hogar se acostaba con una sonrisa enorme en el rostro. En ocasiones los nervios le impedían dormir y permanecía despierto durante horas, pensando en el día en el que el árbol de su amigo callera de una vez y por todas.

– La muerte de ese detestable manzano está muy cerca. Será genial ver cómo se pudre y acaba devorado por las termitas ¡Je, je, je! ¡Qué equivocado estaba el envidioso y celoso Carlos! Al concebir su siniestro proyecto se le pasó por alto que no era veneno lo que le estaba echando al árbol, sino que del abono que utilizaba para su propio huerto. Esto llevo a que el árbol ni se pudriera ni se secara, al contrario. Aquel manzano creció todavía más sano, más fuerte y altivo. En pocas semanas alcanzó un tamaño nunca visto para un ejemplar de su especie, sus ramas se volvieron extremadamente robustas, y lo más increíble, empezó a dar manzanas gigantescas como sandías.

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Su dueño, consciente de que eran únicas en el mundo, pudo venderlas a precio de oro y desarrolló grandes fortunas.

Durante años y a pesar de la evidencia, Carlos siguió cometiendo la torpeza de echar veneno sobre las raíces del manzano. ¡Muy tonto seguía convencido de que algún día lo vería caer! Como te puedes imaginar nunca logró su propósito y su amigo Manuel vivió cada día más feliz que el anterior.

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El impacto de las memorias Autores: Jaydelianie Cora Velázquez Escuela de procedencia: Radians School Grado: 12mo.

Categoría: 11mo. a 12mo.

Mención honorífica

Era un jueves por la noche, y el llanto no paraba, pensaba demasiado en los problemas que la vida le ofrecía, su corazón estaba adolorido y las lágrimas caían de sus ojos verdes. La adolescente, al estar dando vueltas por su habitación encontró una foto. En la foto había una niña pequeña, la niña que deseaba que algún día tuviera la vida que siempre soñaba. Comenzó a llorar aún más porque había decepcionado a esa niña en la foto; se había ido, ahora estaba sin vida, sonriendo, pero ocultando su dolor detrás, riendo, pero entumecida por dentro. La adolescente quería revivir su infancia y encontrar la pasión que había dejado atrás. La niña tenía sueños, deseos y, sobre todo, esperanza. Soñaba con ser feliz, viajar por el mundo y compartir hermosos momentos con su familia.

Fue entonces cuando empezó a preguntarse cómo sería volver a revivir sus días de infancia. La adolescente deseaba tener un momento de volver atrás y tener esa inocencia de no saber qué es el mundo real. Te puedo asegurar que, si pudiera, lo haría en un santiamén, aunque fuera solo por un día. Esa noche, mientras trataba de caer en un profundo sueño, escuchó un ruido en su habitación que no pudo reconocer. Por curiosidad, miró debajo de su cama; la adolescente encontró una caja.

Ella decidió abrir la caja; una vez que lo hizo, una luz brillante envolvió su habitación, obligándola a cerrar los ojos. Se dio cuenta de que ya no estaba en su habitación cuando finalmente los abrió; notó que su entorno era muy familiar.

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Vio a una niña jugando con su familia y disfrutando de las pequeñas cosas que la vida tenía para ofrecer. Miró a la niña y en ese momento notó que la niña era una mera imagen de sí misma. Su vida se detuvo en ese momento; ella lloró. Los deseos y sueños que una vez vio en sus fantasías finalmente se hicieron realidad en la forma de mirar hacia atrás a los recuerdos de su infancia. Su vida pasó ante sus ojos; recordaba los hermosos momentos que había vivido en su juventud. La adolescente decidió cerrar los ojos, y en ese segundo, empezó a ver los recuerdos que había vivido durante sus años.

El primer recuerdo que brilló fue el de ella y su familia en su primer viaje.

La emoción llenó sus ojos; esa alegría de ir a un lugar nuevo y descubrir lo que el sitio tenía para ofrecer fue la sensación más increíble que pudo experimentar.

El segundo recuerdo la inundo aún más de emoción. Recordó la primera vez que fue a nadar al océano. La niña había sucumbido a su miedo. Sus padres le contaron que era una joven valiente que no debería alarmarse por lo desconocido del océano. Entró con su papá y recordó lo grande que había sido el sentimiento de liberación y superación. El tercer y último recuerdo voló ante ella; era su sexto cumpleaños, y toda su familia y amigos vinieron a celebrarlo con ella. Estaba tan feliz y llena de alegría que sus seres queridos se reunieron con ella para la ocasión especial. Los niños jugaban en los trampolines, las casas de brinco y se metían en la piscina. Pasó el tiempo y llegó el momento de soplar las velas; los echó a perder, y su único deseo era rodearse siempre de personas que la amaban y se preocupaban por ella. Al abrir y cerrar sus ojos nuevamente, se encendió una luz y finalmente regresó a su habitación; el tiempo se detuvo. La habitación

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se veía exactamente como la había dejado. El viaje por el carril de sus recuerdos se sintió como un sueño. Lloró de felicidad porque en medio de toda la ansiedad y todos los problemas que tenía, pudo volver a una época en la que sus preocupaciones no existían por una última vez.

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La travesía Autora: Norma Torres Rivas Escuela de procedencia: CIMATEC Mención especial

Categoría: Maestros

Este es el cuento de muchos cuentos. Resulta que existía un hombre llamado Cristóbal Colón. Sí, sí, el genovés al que se le adjudica la conquista de América. Cristóbal siempre había sido un aventurero. Su fallida aventura fue sostenerse casado con aquel amor de juventud... Filipa era una joven fuerte en pensamientos y convicciones. Se conocieron mientras asistían a una comparsa de pueblo. Fue ella la que hizo el primer acercamiento, algo atípico de la época.

Su amor comenzó a desarrollarse y sin pensarlo mucho, se lanzaron a la aventura de unir sus vidas para siempre. Como buena esposa, se dio a la tarea de apoyar las ideas de su recién marido, en aquel viaje que lo llevaría hasta las Indias, donde descartaría la creencia de monstruos marinos y en la mente de muchos, la planicie terráquea. Él dedicó muchos años a la cartografía en busca de respuestas. Su mujer se aseguraba de que él tuviese el tiempo necesario para poder dedicarse a sus proyectos; mientras ella se hacía cargo del hogar.

A medida que pasaban los años, Filipa se involucraba más y más en la gesta viajera de su esposo. Fue ella la que orquestó la idea de presentarse ante los reyes católicos de España en busca del apoyo económico necesario para tan singular hazaña. Todo iba funcionado “bien” hasta que un día de aquellos tantos, Filipa se le acerca a Cristóbal y le dice: “Vos te vestís de lana mientras mis míseros trapos apenas cubren mi cuerpo”. —¡Por todos los santos! Deja de quejarte mujer.

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—“No, no es quejarme, es hacerte consciente de todo lo que he tenido que aguantar para seguir tus pensamientos y ansias de descubrimiento. Al menos, llévame contigo. Dame las armaduras necesarias para lanzarme junto a ti y tu tripulación. Tengo a más de una que estaría dispuesta a acompañarlos”. —¿Será que perdiste la razón? ¿Acaso crees fácil poder cruzar los mares hasta llegar a los confines de la Tierra? Enfrentarme a los monstruos marinos, seres de largas garras y elevadas cabezas, sería más sencillo que lidiar con tus exigencias y reclamos.

—“Sin lugar a duda, sé que no es fácil, pero he sido parte de este proyecto.

Cuentas con el apoyo de los reyes gracias a mis gestiones. Permíteme llegar hasta Las Indias y convertirme en la reina soberana de Andamán. Junto a mis compañeras, labraríamos la tierra, llevaríamos nuestros exquisitos banquetes y reflejaríamos toda nuestra cultura en la otra parte del mundo”. —“Oh alocada mujer, muestra más respeto a la Corona. Mucho ha costado que tan siquiera me escuchen, los permisos aún están al pendiente y tú saltando en las cuerdas de tu imaginación. Algo te aseguro, quedarás borrada de la historia no importa tus proezas; ni el último invento de Guthenberg te salvará; nadie mencionará tu existir” …

Y así, quedó borrada, alejada y desilusionada de aquel hombre que, en algún tiempo, ganó su corazón. Hay quienes digan que Cristóbal Colón conquistó a América porque estaba soltero, mientras otros confirman que se tardó dos décadas en alcanzar sus planes porque Filipa ya no estaba a su lado.

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