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Una deuda Juan Esteban Pérez Montes

UNA DEUDA

A Sara Yaneth Fernández Moreno Mujer valerosa

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El 2020 ha sido sin duda un año sui generis, hemos vivido momentos de incertidumbre, pérdidas de seres queridos, colegas y amigos. Por poco, en un país donde a pesar del confinamiento las amenazas y las muertes de líderes sociales incrementa, personas ajenas a la actividad gremial y académica, apagan la luz de Sara Fernández, no lo lograron. Y ahora, desde sus estudios fuera, ella sigue más activa que antes. A ella, nuestra gratitud y los mejores deseos.

El contenido de esta edición fue producto de reflexiones realizadas durante el año 2019, y es presentada por la actual Junta, la cual fue nombrada por la Asamblea General Ordinaria de Delegados de la Asociación, el 30 de septiembre de 2020. Los aportes de esta Revista se originan en un período de ejercicio gremial entre los años 2019-2020, tiempos en donde se demuestra que a pesar de la pandemia Asoprudea no ha cesado en ningún momento de realizar su trabajo gremial. En esta edición, hemos tomado como dossier, el foro realizado por Asoprudea, denominado “La directiva académica que la universidad pública requiere hoy”, el cual es muy pertinente en momentos en que nuestra Universidad se avecina la elección del cargo rectoral. La situación mundial de salud que vive la humanidad desde finales de 2019 y que nos confrontó con nuestra vulnerabilidad biológica y social, también nos obligó a cambiar las formas de vida que eran cotidianas hasta marzo de 2020, terminamos aislados y reducidos a comunicarnos por medio de redes sociales soportadas en internet, tratando de continuar las actividades a las que estábamos acostumbrados en momentos de libre movilización y contacto cercano. Coincidió el enclaustramiento preventivo con la actividad de muchos y diversos movimientos sociales en el mundo, movilizaciones a las que Colombia no era ajena, y en nuestro caso, en oposición a las propuestas y acciones regresivas del actual gobierno de Iván Duque, en especial aquellas relacionadas con los derechos humanos y la educación superior pública. Se inició el 2020 en nuestro país con un panorama de movilización social activa, en especial para la educación superior, debido a la necesidad de velar por el cumplimiento de los acuerdos logrados por el movimiento universitario de 2018 con el gobierno, y adicionalmente con la inquietud y el repudio por el asesinato continuo de líderes sociales. Como Asociación y como universitarios comprometidos con el arte, la cultura, el conocimiento y la paz, hemos rechazado todas las formas de violencia y consideramos que en este país y debido a sus compromisos misionales, las universidades, deben ser territorios de paz y diálogo inteligente y permanente.

En el fervor de marchas multitudinarias, en la que abundó el espíritu civil, en febrero ingresó el Esmad a nuestra Universidad, esta acción que puso en riesgo la integridad y la vida de universitarios, se justificó en la necesidad de recuperar el control sobre nuestro Campus, argumento que no se compadece con la realidad, nuestras universidades no son ni deben ser campos de lucha armada, son centros de discusión, debate y acuerdo. Consideramos que para erradicar la violencia no se justifica el uso desmedido de la fuerza ni el atropello y mucho menos la estigmatización de una comunidad académica, que sigue buscando como dialogar entre diferentes y en algunos casos entre los opuestos. Es imperativo proteger a nuestras universidades públicas y a sus integrantes. Posteriormente a comienzos de marzo, nuestra asociación de profesores, otras organizaciones y personas vinculadas al quehacer universitario, recibimos amenazas de muerte directas. A la intimidación se suma rápidamente un atentado que casi cobra la vida de nuestra compañera y Secretaria de la Junta Directiva de Asoprudea, quien milagrosamente sobrevive. Se causa un daño físico inmenso, se lesiona el espíritu universitario, pero la terca esperanza y la fortaleza de espíritu de Sara Yaneth Fernández Moreno, que han servido de ejemplo para quienes esperamos que en Colombia se puede vivir mejor, nos ayudan a soportar el choque. La universidad está en riesgo, nos lo recuerda en esta entrega Sara. Seguimos esperando justicia y protección real. Luego llega la pandemia, y con la inquietud provocada por las hechos universitarios, nacionales y mundiales de marzo, se inicia un periodo indefinible en el que nos vimos obligados a vivir en un severo distanciamiento humano y en algunos casos de aislamiento personal, con las unas particularidades que van desde el aislamiento y la soledad con hambre y abandono y sin asistencia médica posible, hasta las de las rutinas con hiperconectividad, exceso de trabajo y la pérdida de los referentes habituales, en todos los casos la angustia es común. Sin embargo, no es coherente hablar de una población en la igualdad ante los efectos que produce la pandemia, es evidente el riesgo general de salud, pero las brechas sociales ya existentes se incrementaron porque se desnudaron las grandes diferencias en las posibilidades de sobrevivir con dignidad y mantener las condiciones básicas de sustento vital. Las políticas sociales, económicas y educativas que se han implementado por décadas en nuestro país han demostrado su insuficiencia para responder a las necesidades de una población compuesta por un grueso de trabajadores informales o en condición de inseguridad laboral permanente, quienes por la física necesidad de subsistir deben asumir riesgos sanitarios graves y continuos. No contamos con un estado social que promueva la dignidad humana.

A los desafíos a la salud física, se suman la desazón, la incertidumbre y en ocasiones la ansiedad que son derivadas de la descorporalización somática y social, de las rupturas y los nuevos escenarios. La educación superior pública no ha sido ajena a estas angustias, ha sido una época difícil, para los estudiantes y los docentes asumir de forma repentina y sin preparación las actividades universitarias mediadas exclusivamente por internet, forzar el desarrollo de los cursos y de las actividades que fueron pensadas para el trabajo presencial y la interacción humana, sigue siendo un reto difícil. En algunos casos la falta de recursos físicos, equipos suficientes o idóneos, con la subsecuente presión económica adicional a los presupuestos familiares ya afectados, sumado lo anterior a la invasión

de los espacios domésticos en los que se entremezclan de forma tóxica el trabajo, el estudio y la cotidianidad del encierro, con carencias, aflicciones e incertidumbres, torna en quehacer universitario en una dura tarea.

A pesar del panorama, es nuestro deber como universitarios buscar soluciones, continuar en la lucha académica, presentar alternativas y promover la esperanza y la solidaridad en nuestras comunidades. Con base en lo anterior, nuestra Asociación ha permanecido trabajando constantemente, acomodándose a las circunstancias; es así como presentamos este número de Lectiva gracias al esfuerzo y compromiso de un selecto grupo de profesores a quienes debemos inmensa gratitud por su generosidad al compartir sus saberes, por su inteligencia y profundidad analítica, que nos ayudará a encontrar puntos comunes para la reflexión y la acción.

Juan Esteban Pérez Montes

Presidente

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