19 minute read

El teatro en la escuela: una reflexión de 1942 al presente

José Luis Vargas

Posee un Bachillerato en Artes con concentraciones en Historia y Teatro de la Universidad de Puerto Rico, recintos de Mayagüez y Río Piedras, respectivamen te. Completó una Maestría en Administración y Supervisión de la Universidad de Phoenix, además de subconcentraciones graduadas en Historia y Teatro del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puer to Rico. En 2012 obtuvo su Doctorado en Educación con especialidad en Currículo y Enseñanza de la Facultad de Educación del Recinto de Río Piedras de la Universi dad de Puerto Rico. Durante más de veinte años se desempeñó como Maestro de Teatro en nuestro sistema público de en señanza. Actualmente ocupa la posición de Director Ejecutivo de la Asociación de Maestros de Puerto Rico. En 1942, Leopoldo Santiago Lavandero escribió el artículo El Arte Dramático en la Escuela, en la entonces Revista de la Asociación de Maestros de Puerto Rico. Un año antes había sido nombrado como el primer profesor de Arte Dra mático en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y había fundado el Teatro Universitario, hoy Departamento de Drama. Leopoldo Santiago Lavandero, además, creó el Programa de Teatro Escolar del Departamento de Instrucción Pública en 1961. Anterior a 1942, Santiago Lavandero se había destacado como uno de los principales actores y declamadores del país. Se puede afirmar que era para fina les de la década de 1930, el puertorriqueño de mayor preparación y experiencia en el ámbito teatral, tanto en la actuación y representación escénica, como en los aspectos técnicos de la producción. Entre 1936 y 1938 había realizado estu dios en New Theater School en Nueva York. Hagamos un acercamiento a su artículo de 1942 y analicemos desde su pers pectiva setenta años atrás la situación actual del Programa de Teatro Escolar. Es conveniente señalar que, en 1942, aún no se había establecido el Programa de Teatro Escolar, lo que sucederá casi veinte años después, en el año escolar 1961-62. Además, no existían en Puerto Rico maestros preparados en el campo del arte dramático, como existen en la actualidad. Santiago Lavandero inicia su artículo en 1942, indicando que “el arte dramático en nuestras escuelas padece actualmente una dolorosa decadencia”. Si sacamos esta cita de su contexto, muy bien podría pensarse que ha sido escrita en la actualidad. Sin embargo, cuando él señala “una dolorosa decadencia”, se refiere a la falta de las veladas dramáticas que los maestros preparaban para disfrute de la comunidad escolar “aún en los pueblos más pequeños”; ya que, como se ha señalado anteriormen te, aún no existía la enseñanza formal de teatro dentro del currículo o programa de estudios de los estudiantes. Lo que se hacía, se realizaba por el talento,

buena voluntad e interés de los maestros de otras materias académicas. Veamos algunas de las ideas principales del artícu lo de Leopoldo Santiago Lavandero de 1942: Identifica una decadencia en la actividad dramática en la escuela, la cual según él “no es culpa ni de los estudiantes, ni del público y en parte tampoco de los maestros”. Señala que en “cualquier escuela por pequeña que sea, se encuentra siempre un grupo de estudiantes que desean participar en una representación teatral y que tienen verdadero entusiasmo por el teatro”. Indica que, en muchas ocasiones, se ofrecen excu sas como: “en esta escuela no tenemos material, o no hay planta física adecuada” para hacer teatro. Reflexiona sobre un punto muy importante a con siderar hoy: “el interés de las autoridades”. Acto seguido, lanza las siguientes preguntas: “Los principales, los supervisores y el Departamento… ¿se dan cuenta de lo que significa para un pueblo no disfrutar del arte más sociable que existe?, ¿se dan cuenta de esta de ficiencia en nuestra cultura de la cual tanto se habla?”. También, hace referencia a que en muchos casos no se le brinda al maestro el tiempo adecuado para montar una representación teatral, a menos que de dique tiempo fuera del horario escolar. “Se le carga el programa a los maestros realmente interesados en di rigir teatros en las escuelas, trayendo por consiguiente el desaliento a aquellos que se preocupan por acre centar nuestra cultura, por darle al estudiante un entrenamiento instructivo, nuevas experiencias y ampliar su personalidad”. Advierte sobre algunos de los resultados del des cuido del arte dramático en las escuelas: n Falta de desarrollo de la imaginación: “Nada como el teatro para ejercitar la imaginación”. n “Falta de conocimiento sobre la literatura dramá tica”, los clásicos y sus autores. La literatura dramática ha sido escrita para ser representada, no únicamente para ser leída. Su estudio está siendo enfatizado de la misma forma que otro tipo de lite ratura, solamente mediante la lectura. n “Descuido de la expresión oral y la pronunciación”, es decir de la dicción en general. n “El desaliento y la falta de estímulo de nuestros autores dramáticos. El autor de teatro necesita ver

representaciones, participar en ellas, ver sus obras representadas”.

A diferencia de 1942, hoy el Teatro forma parte de los ofrecimientos electivos dentro del Programa de Bellas Artes, contando con maestros especialistas certificados en la enseñanza de esta materia, aunque no todos los que harían falta. Sin embargo, 70 años después del escrito de Leopoldo Santiago Lavandero, creo que no hay grandes diferencias con respecto a la situación del arte dramático en nuestras escuelas hoy día. En el año 1960, el profesor Santiago Lavandero le somete al Sr. Cándido Oliveras, entonces Secretario de Instrucción, El Plan de Cinco Años: la propuesta de planificación para la creación de un Programa de Teatro Escolar. En el año escolar 1961-62 dio inicio el programa. Se dice que el Programa de Teatro Escolar, tuvo su “época de oro” entre la segunda mitad de los años 60 y la década de los 70. Aunque no fueron sufi cientes los maestros de teatro durante esos años, tal vez este señalamiento se deba a que se crearon pro gramas de verdadera importancia educativa y cultural en el Departamento de Instrucción, como fueron: La Compañía Teatral de Maestros (1965-1971), la cual llevaba montajes teatrales a las escuelas secun darias del país, con un elenco compuesto de maestros. El Miniteatro Infantil Rural (1966-1973) llevaba el

Leopoldo Santiago Lavandero en sus años como Director del del Programa de Teatro.

teatro de títeres a las escuelas elementales del país. Los Festivales Nacionales de Bellas Artes (1971- 1973), mediante los cuales estudiantes de todos los niveles del sistema, participaron en muestras artísticas en teatro, recitación, canto, ejecución musical y artes plásticas. Estas muestras comenzaban a competir en los distritos escolares, luego en el nivel regional y final mente a nivel estatal. La Escuela de Técnica y Artesanía Escénica (ETAE), creada en 1973, una especie de escuela vocacional especializada en producción teatral. Cincuenta años han pasado desde el estableci miento del Programa de Teatro Escolar. Según información suministrada por el Centro de Cómputos del Departamento de Educación, existen hoy 293 maes tros de teatro. Existen, aproximadamente, sobre 1,400 escuelas. En 1990, eran 281 los maestros de tea tro (Morán, 2005, p. 307). O sea, que en más de 20 años solamente ha habido un aumento de 12 plazas de maestros y 50 años después de la fundación del programa, aproximadamente poco menos de un 20% de las escuelas del país cuentan con un maestro de teatro. En 1966, y luego de cinco años de creado el Pro grama de Teatro Escolar, Santiago Lavandero vuelve a escribir otro artículo: El Programa de Teatro Escolar: sus propósitos, actividades y planes, publicado en la Revista Educación. Muchos de los problemas identi ficados por Santiago Lavandero en la década del 40, y luego en su artículo en 1966, siguen vigentes y mu chas de sus ideas todavía esperan ser desarrolladas. Hoy, existen las bases teóricas de la enseñanza en teatro, un marco curricular, estándares y expectativas de aprendizaje. Sin embargo, no existe una comprensión clara de parte de quienes establecen la política educativa, so bre la importancia de esta materia en el currículo académico y sus posibilidades y beneficios en el desarrollo personal del estudiante y en el ambiente escolar. En su artículo en la revista Educación en 1966, San tiago Lavandero cita al Dr. Ángel M. Mergal quien se expresa en relación al Proyecto de Teatro Escolar: “Me parece muy importante destacar el carác ter novedoso de este proyecto. No se trata de una actividad extracurricular más, sino de in troducir una nueva metodología para integrar en una actividad la totalidad del aprendizaje… Esto, naturalmente, anticipa una necesidad de comprensión y por supuesto de estudio inte ligente; y una actitud de simpatía por parte de todos aquellos maestros y directores de la enseñanza que no han estado vinculados con una actividad, que hasta el momento actual ha sido periférica al Sistema…Sin embargo, las perspectivas, puntos de vista y posición peda gógica de este Proyecto, merecen cuidadoso estudio y seria consideración, pues a mi jui cio el mismo significa una seria posibilidad de enriquecimiento del Programa de Enseñanza para todo el alumnado de las escuelas públi cas” (p.72-73).

Desde este punto de vista, la enseñanza de teatro debía ser vista (y debe ser vista) no como una acti vidad extracurricular más; sino como un medio de integración del aprendizaje. Para esto se hacía y se hace necesario una actitud de comprensión y colabo ración hacia la enseñanza de teatro, por parte, tanto de maestros como de administradores del sistema educativo, de forma tal que pueda ser vista como una alternativa de enriquecimiento del currículo de estudio en nuestras escuelas. Santiago Lavandero proponía que el teatro que se trabajase en las escuelas fuera de valor educativo y proponía los clásicos antiguos y modernos, aunque reconocía que debían adaptarse sin perder su esencia y sentido. Durante los primeros años de Teatro Escolar se trabajaron en numerosas adaptaciones de libretos

de teatro clásico, haciéndolas más accesibles para los estudiantes, pero sin perder su esencia. Santiago La vandero era afirmativo en el rechazo de las representaciones teatrales chabacanas. Decía que “el entretener era función primordial del teatro, pero el gran teatro… es el que además de entretener e interesar al público, lo cautiva y lo estimula con sus ideas, le provoca el pensamiento” (Santiago Lavandero, L. 1966, p. 73-74). Estas son consideraciones que deben ser tomadas en cuenta para dar verdadero significado educativo al teatro hoy en día. Consideraba muy importante el hecho de “preparar a la audiencia estudiantil para que pueda apreciar me jor lo que va a ver” (Santiago Lavandero, L. 1966, p.74). Hoy día es preciso ver como en algunas funciones es colares no existe un respeto hacia la labor del actor y la disciplina de algunos estudiantes deja mucho que desear, cuando se interrumpen las funciones por rui dos y comentarios innecesarios. Existen unas normas que deben observarse en una sala de teatro, como el hacer silencio y no interrumpir durante la función para que todos puedan escuchar los parlamentos de los actores y estos a su vez puedan mantener su concen tración. Además, pareciera que en ocasiones los estudiantes asisten al teatro sin orientación previa y sin que se les haya ofrecido una información básica sobre lo

que van a ver. Es muy importante educar a los alumnos sobre el comportamiento que debe observarse en una sala de teatro, además de que esa experiencia, debe formar parte de un plan de enseñanza sobre la obra y su apreciación. Los estudiantes que asisten a una obra teatral deben hacerlo con un objetivo o plan de aprendizaje, conociendo detalles de la obra que van a ver. Si es posible, haber leído sobre ella y su autor con anterioridad y con una tarea previa sobre la cual deberán fijarse durante la función y trabajar luego de presenciada la misma. Otro aspecto que tomaba en consideración Santia go Lavandero era lo relacionado a los espacios escénicos y físicos apropiados a la enseñanza del teatro. Aunque no es indispensable un teatro como espacio escénico en una escuela, pues el teatro puede adap tarse a diversos espacios, éstos deben tener por lo menos las condiciones mínimas necesarias que per mitan el desarrollo de sus actividades. La mala ventilación, el calor y la falta del equipo mínimo adecuado eran asuntos sobre los cuales Santiago Lavandero lla maba la atención. Todavía hoy día muchos maestros de teatro enfrentan situaciones poco adecuadas de espacio y otros ni siquiera lo tienen. Los maestros de teatro, como los de las demás bellas artes, en muchos casos no tienen prioridad sobre los espacios físicos

asignados en las escuelas. Algunos tienen que brindar sus lecciones moviéndose a salones de otros compa ñeros de otras materias, que no entienden las dinámicas o estrategias de aprendizaje inherentes al teatro y las artes, y que llegan a cuestionar lo relacionado al “orden” y la “disciplina” en el salón de clase. Irónica mente, algunas escuelas cuentan con anfiteatros, pero no tienen maestros de teatro; en otras el maestro o la maestra de teatro han creado espacios espectaculares con el esfuerzo propio, de sus estudiantes y de la co munidad, para luego ser desplazados de sus escuelas por razones que no tienen justificación, si se habla de calidad de la educación. Santiago Lavandero proponía que los clubs dramá ticos de las escuelas secundarias debían ser recursos para llevar teatro a las escuelas elementales. Apunta ba a que esta experiencia era efectiva para los dos niveles. Decía: “el actor juvenil, admirado por un pú blico infantil, se siente más seguro y actúa con mayor destreza” (Santiago Lavandero, L. 1966, p.75). Esto también, bien coordinado, podría ser una alternativa que permitiera capitalizar los recursos económicos y humanos. Es decir, invertir los recursos económicos en el propio desarrollo del teatro escolar y ofrecerles a los maestros y estudiantes de teatro, mayores oportu nidades de laboratorio y experiencia en montajes. En ocasiones, los recursos se van en compañías comer ciales, cuyos proyectos artísticos, no necesariamente, están alineados con el currículo. También, señala lo que a su juicio eran las necesi dades del programa en 1966, cinco años después de su creación: n “Un maestro de teatro, al menos en cada escuela secundaria; n Un teatro en cada escuela; n Mantener siempre la visita al menos una vez al año, de una compañía profesional, de maestros o estu diantes a la escuela, para exponer a los estudiantes a la experiencia de ver teatro; n Un supervisor o coordinador de teatro escolar al menos en cada región educativa; n Un buen manual de arte escénico; n Una revista modesta de teatro escolar” (p.79).

Como ya hemos señalado, 70 años después del primer escrito de Santiago Lavandero y 50 de la crea ción del Programa de Teatro Escolar, se puede decir que las necesidades siguen siendo en términos gene rales, las mismas. No todas las escuelas secundarias tienen maestro de teatro y en algunas ni siquiera cuen tan con maestro de alguna de las bellas artes. Por el contrario, en ocasiones, estos maestros son los pri meros en ser desplazados ante consideraciones presupuestarias. No todas las escuelas tienen espacios apropiados para la actividad teatral. Muy pocas veces un grupo teatral visita a la escuela. Las experiencias para que los estudiantes vean teatro, dependen en la mayoría de los casos de compañías privadas y como se dijo anteriormente, es necesario velar porque exis ta un alineamiento de la experiencia teatral que ven los estudiantes, con el currículo. Actualmente, existen facilitadores docentes en Bellas Artes, pero no nece sariamente son de teatro, ni, tampoco, existen en todas las regiones o distritos. No existe un manual de arte escénico sobre el cual todos los componentes se hallan puesto de acuerdo y los trabajos que han sido producidos como guías o manuales, frecuentemente son cambiados dependiendo de los cambios político administrativos del Departamento de Educación. Santiago Lavandero, al justificar el Programa de Teatro Escolar, la enseñanza del teatro y la creación de clubes dramáticos, plantea en la revista Educación que estas experiencias educativas son enriquecedo ras para la vida. Para él, “cultivar la expresión oral, asociar las experiencias y enseñanzas de otras disci plinas, estimular la imaginación y el instinto creativo, estimular el trabajo colaborativo y de grupo, estimular la sensibilidad y el sentido de orden”, forman parte de los grandes méritos de esta experiencia educativa que produce el arte dramático (p.76). Estos son solamente algunos de los méritos de la enseñanza del teatro. Además, podemos añadir que, como disciplina educativa, además de enriquecer el programa de clases, contribuye al desarrollo personal y social del estudiante que participa de esas experien cias. Cuando el estudiante descubre sus habilidades, educa sus talentos y participa, su autoestima se forta lece y le ayuda al desarrollo de su personalidad y a la consecución de sus metas. Ya se ha planteado que las ideas y proyectos de Santiago Lavandero siguen teniendo vigencia hoy, aunque pudieran estar sujetas a modificaciones de

acuerdo al contexto actual. La educación en Puerto Rico hoy día enfrenta varios retos como son: la difi cultad en alcanzar los niveles de competencias requeridos en las pruebas estandarizadas, la deserción escolar, así como la crisis de valores, la violencia y los problemas sociales que se reflejan y tienen su impacto en el ambiente escolar. Muchos estudios han demos trado el valor de las artes, y particularmente del teatro, como recursos indispensables para contribuir al mejoramiento de las actitudes personales, del trabajo colaborativo y de la educación en general. También, como elementos necesarios para contribuir a hacer de la escuela un lugar más atractivo y atrayente al alumno y un lugar de mayor participación de la comunidad a la cual sirve. Sin embargo, bajo la excusa de razones presu puestarias y de baja matrícula las plazas de maestros de teatro, así como de las demás bellas artes son de las primeras en ser eliminadas. Por consiguiente es tos programas académicos son debilitados. Todavía nuestro sistema de educación no reconoce el valor de estas materias, como requisitos indispensables en el currículo de todos los niveles para contribuir a formar el “ser humano integral”, meta a la que aspira nuestra Constitución. Unas veces el Departamento de Educa ción ha requerido un crédito en Bellas Artes, otras veces medio crédito y otras, en algunos niveles, no han sido requeridos. Por lo tanto, la visión en cuanto a los ofrecimientos académicos en Teatro y en las demás Bellas Artes, depende de la visión que tenga la admi nistración de turno del Departamento de Educación. Nuestro sistema ha dado mayor relevancia al as pecto cuantitativo y estadístico de la rendición de cuentas (“accountability”), lo cual no deja de ser im portante. Sin embargo, se ha olvidado que más allá de los números, existen razones, consideraciones y explicaciones de índole cualitativo que tienen que ser atendidas. El desarrollo emocional, social, físico y cul tural del alumno no puede ser descuidado. Para esto, el Teatro y las demás manifestaciones artísticas son indispensables, porque son cultura, y como dice el ar tista plástico Antonio Martorell: “la cultura es crítica, es el ejercicio de la inteligencia”. La situación social que se vive en nuestro país, hace necesario hoy más que nunca, un ambiente escolar atractivo y llamativo para el estudiante, con oportunidades que enriquezcan su vida y le permitan el espacio para la creatividad y el trabajo solidario. El Teatro al igual que otras artes, deben verse como ma terias esenciales en el ofrecimiento curricular. De seguro, Santiago Lavandero estaba en acuerdo con las palabras del gran poeta y dramaturgo español Fede rico García Lorca, quien a través de sus Conferencias señaló que: “El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y

el barómetro que marca su grandeza o su descenso. Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achaba canar y adormecer a una nación entera”. “Un pueblo que no ayuda y no fomenta su tea tro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el lati do histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro”.

Finalmente, para quienes valoramos la enseñanza del Teatro como materia indispensable del currículo escolar, para quienes hemos experimentado su benefi cio en nuestro desarrollo personal, para quienes creemos que el Teatro es un medio de comunicación social efectivo y para quienes valoramos nuestra tradición e historia teatral como expresión artística y cultural de nuestro pueblo, existe un gran reto. Todavía hay un camino abierto a seguir y una tarea inconclusa sobre la cual continuar trabajando. Todavía, contra viento y marea, se hace necesario trabajar por la educación en Teatro y el reconocimiento a la importancia que éste, como las demás bellas artes deben tener en nuestro currículo y en la educación en general. Todavía tienen vigencia las palabras del maestro Leopoldo Santiago Lavandero: “hay que sembrar la semilla del teatro en la escuela. Los públicos del mañana hay que cultivarlos hoy”.

Referencias: Morán Martínez, M. A. (2005). The Development of Teatro Escolar, the Theatre Program of the Public Education System in Puerto Rico: From 1960 to 1990. Disertation for the Degree of Doctor of Philosophy in the Program of Edu cational Theatre in the The Steinhardt School of Education. New Yor University. Santiago Lavandero, L. (1942). “El arte dramático en la escuela”. Revista de la Asociación de Maestros de Puerto Rico. I (5), 6-7. Santiago Lavandero, L. (1966). “El Programa de Teatro Escolar: sus propósitos, actividades y planes”. Educación. (18), 72-80. Vargas Vargas, J. L. (2012). Leopoldo Santiago Lavandero: perso naje y acción en la escena de la educación teatral en Puerto Rico. Disertación doctoral inédita, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras.

Sei punto e enciale para la concepción del plan que crea el P rograma de Teatro E colar

A continuación se presentan los seis puntos esenciales identificados por Leopoldo Santiago Lavandero para justificar la creación del Programa de Teatro Escolar. Estos están con tenidos en la introducción del Plan de Cinco Años, documento o propuesta guía sometida en 1960 y que creó el programa en 1961. 1. El teatro debe ser una actividad escolar de primer orden; de tanta importancia, como lo es la cultura física y los depor tes. El teatro escolar, como actividad creadora extracurricular: n Ayuda eficazmente al desarrollo de la sensibilidad y per sonalidad del niño. n Depura y activa su expresión verbal. n Relaciona los estudios de su lengua, cultura y tradición con una recreación sana e interesante. n Acerca la comunidad a la escuela.

2.

3.

4.

5.

6. No ha existido nunca en el Departamento de Instrucción Pública una norma directriz, ni medios para encauzar dicha actividad escolar. Se hace hoy imperativo iniciar un pro grama de Teatro Escolar intensivo y urgente, para que en pocos años se establezca lo que no se pudo hacer en el pasado. No hay maestros preparados en esta disciplina artística que puedan utilizarse de pronto para llenar la urgencia de esta actividad. Existen muy pocas obras dramáticas en publicaciones ba ratas en español para uso de club dramáticos escolares. Puerto Rico carece hoy en día de un teatro profesional po pular con tradición y continuidad. Para que Puerto Rico pueda tener en el mañana un teatro floreciente, (importantísima fuente de cultura popular), hay que sembrar la semilla del teatro en la escuela. Los públi cos del mañana hay que cultivarlos hoy.

Tomado de: Santiago Lavandero , L. (1960). Plan de Cinco Años. Departamento de Instrucción Pública. Hato Rey, P. R.

This article is from: