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ÓRBITAS TANDRELIANAS Odilius Vlak Ebooks Alfa Eridiani Nº 18

Edita: Asociación Alfa Eridiani. Comité de Redacción: José J. Ramos, Graciela I Lorenzo, Francisco J. López, Enrique Alamillo. Colaboradores: Íñigo Fernández, J.A. Menéndez, Adriana Alarco de Zadra, Sergio Bayona y J. Javier Arnau. Ilustrador de portada: Edison Montero. Conversión a epub y mobi: Luís Dawson. Infografía portada: Sergio Bayona.

ÍNDICE: PRÓLOGO ............................................ 4 EL DEMONIO DE LA VOZ ..................... 6 LAS MAZMORRAS DE LA GRAVEDAD . 26 CURRICULUM .................................... 45

Subido a la red el 1 de marzo de 2015. Aviso Legal Importante: Los contenidos del presente fichero, sea cual sea su naturaleza, conservan todos los derechos asociados al © de su autor. El autor, único propietario de su obra, cede únicamente el derecho a publicarla para su difusión Internet. No obstante, los derechos sobre el conjunto de este ebook y su logo son © de la Asociación Alfa Eridiani. Queda terminantemente prohibida la venta o manipulación de este número. No obstante se autoriza a copiar y redistribuir la revista siempre y cuando se haga de forma íntegra y sin alterar su contenido. Cualquier marca registrada comercialmente que se cite en la revista se hace en el contexto de la obra que la incluya sin pretender atentar contra los derechos de propiedad de su legítimo propietario.

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PRÓLOGO

U

no de los ejercicios imaginativos más fascinantes de la literatura especulativa es la concepción de planetas exóticos; portadores de una geoquímica y bioquímica tan alienígenas para el estándar terrestre como la fantasía lo es de la realidad. Lejos de ser una ociosa tentativa de escapismo, tal ejercicio, en tanto principio motor de toda literatura especulativa, es la expresión más pura del derecho que tiene el ser humano de imaginar y, a través de dicho proceso, plantear nuevas posibilidades, otros mundos, aunque estén dentro de éste sólo para parafrasear a Paul Éluard. A este largo desfile de mundos imaginarios se agrega el planeta Tandrel, facturado en las dos historias que se publican en este e-book pertenecientes al ciclo de Fantasía Oscura, «Órbitas tandrelianas», del escritor dominicano Odilius Vlak. Tandrel es una especie de gema celeste, culminación de un proceso de cristalización tanto en el plano geológico como biológico. Tal proceso fue puesto en marcha por unos microorganismos poseedores de una consciencia grupal instintiva denominados «Vrilnnikz», los cuales crearon a través de los eones una red de interacción electro-química que les permitió tomar las riendas tanto de la materia inorgánica como de la orgánica, lo mismo que el diseño del destino de la vida inteligente del planeta cuya máxima representación son los seres antropoides constituidos por un material de cristal orgánico o biogeológico. Este contexto físico lo completa el sistema planetario de Zerpx, del cual Tandrel es el onceavo planeta –el más alejado de la estrella anfitriona, Fergedril– y la constelación de Zerfix: cúmulo estelar con forma de cabeza de serpiente con un solo ojo, por lo que es conocida como la Constelación de la Serpiente Cíclope. Y dicho ojo es la gigante roja, Exfisor, base de lo que podríamos denominar como el contexto mágico-espiritual del ciclo. Ambas agrupaciones de cuerpos celestes son las únicas existentes en ese universo alternativo. El sistema mágico diseñado en «Órbitas tandrelianas» utiliza como materia prima las fuerzas físicas del universo. En el caso de las dos historias que lo esbozan, «El demonio de la voz» y «Las mazmorras de la gravedad», el electromagnetismo y la gravedad respectivamente. Es un recurso creativo del cual se vale el autor para inocular conceptos científicos –incluyendo geológicos y biológicos– dentro de un universo mayormente fantástico, por lo que el resultado final sería una especie de Fantaciencia Oscura: un híbrido no tan descabellado si tomamos en cuenta que la atmósfera y el toque de aventura de las historias son herederas de la Ficción Pulp de antes del inicio de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción en 1939. Es decir, en una época donde tales cocciones fantásticas eran comunes. También es tomada de la Era Pulp el tipo específico de worldbuilding que el autor utiliza: un ciclo de historias donde cada una va agregando, a manera de bloques informativos, nuevas características a la morfología temática del mundo imaginado. Aquí el autor reconoce su deuda directa con el ciclo Zothique The Last Continent, del escritor americano Clark Ashton Smith. Bueno, este es el contexto general. Para acceder a las particularidades contenidas en ambas Página 4


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historias, invitamos al lector a seguir leyendo –o viviendo– el resto de este e-book.

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EL DEMONIO DE LA VOZ Cada silencio es diferente. Esto es así porque cada silencio sueña con el sonido que alguna vez fue. Pero ¡ay!... Cuídate del despertar de un silencio que alguna vez fue el Demonio de una Voz. Himnos Sagrados de Axerkrönn

I El himno de salutación mágica ascendió poderoso, rebosando con su energía el espacio abovedado entre los gigantescos pilares que sostenían la ciudad de Urvonox; a la vez que delimitaban el templo sagrado donde se celebraba el Ritual de la Voz y el Ritual de Simbiosis de las Esencias de la estrella Exfisor y el planeta Tandrel: Io Zerfix... Serpiente cósmica que te arrastras desde la oscuridad que sostiene la luz... Revelando sólo un átomo del universo que contiene en su infinita matriz. Io Zerfix... Serpiente cíclope cuyo único ojo es el tercer ojo de la eternidad, magnetizando con su brillo escarlata nuestras almas extasiadas... Que peregrinan sonámbulas desde la temporalidad de nuestros cuerpos físicos hasta el lecho eterno de tu inmaculada pupila sideral. Io Zerfix... Serpiente estelar cuyas fauces abiertas bendice nuestra adoración con el aliento que desprendes en el vacío estelar. Nos embriagas con tu veneno de partículas cósmicas, derramado desde el abismo negro que bosteza en tu garganta. Io Zerfix... Serpiente madre de todos los seres de Tandrel... ¡Tu altar y madriguera en el universo físico! ¡Bienvenida sea tu mirada predadora; que paraliza con su magnetismo las presas que decidimos ser para ti! Desde la red de nervios metálicos de la ciudad de Urvonox, fluyó la energía magnética de la gigante roja, Exfisor; derramándose desde la cúpula del templo como si hubiese sido el mismo aliento escalofriante de la constelación de la serpiente cíclope, Zerfix, de la cual era su único ojo; llenando la gigantesca nave circular de su fuerza concentrada, que ya no era una noción abstracta e invisible para los oficiantes, sino que se manifestó visible como una sustancia de un intenso color púrpura, que provocó orgasmos en los cuerpos de las Sacerdotisas y trances visionarios en las mentes de los Sacerdotes Mayores que protagonizaban la liturgia estelar. En el centro del piso del templo, constituido por la primera capa del núcleo del planeta, se abría una extraña hendidura en forma de vagina, a través de la cual emanaban sus fuegos. Página 6


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El fuego de Tandrel ejerció una atracción gravitacional sobre la energía magnética de Exfisor y cuando ésta se fundió con él sus llamas se retorcieron de éxtasis y dolor, y de su crepitar se escaparon gemidos de placer. Las llamas adoptaron todos los matices concebibles del espectro y a medida que la cópula se intensificó, el fuego desprendió un espeso vapor de matices púrpuras, dorados y escarlatas. Cuando el vapor se extendió como un manto de un extremo a otro de la bóveda circular, un rocío comenzó a caer. Rocío que recibieron los cuerpos desnudos de sacerdotes y sacerdotisas; rocío que templó sus cuerpos, sus mentes y sus almas; un bautismo sagrado que le otorgó poderes mágicos y los unió en una especie de Hierogamia con la constelación de Zerfix. En ese momento dio inicio el Ritual de la Voz. Desde los tiempos míticos, la voz había sido un instrumento de creación y de dominación a todo lo largo y ancho del sistema planetario de Zerxp. Pero en Tandrel, ésta devino en el vehículo de una poderosa magia creativa que hacía tangible los tesoros del mundo invisible; una herramienta con la cual el sacerdote imprimía su voluntad sobre las almas de las masas amorfas de los seres de un nivel evolutivo inferior, en cuyo sonido se perdían su realidad y autonomía. Y también, desde tiempos inmemoriales, la voz había sido usada en el Ritual de la Simbiosis de las Esencias de los dos cuerpos celestes. Pues los sacerdotes habían individualizado el sonido de su voz, haciendo de esta una especie de Daemon de vida independiente que habitaba en ellos como una fuerza demoniaca, presta siempre a liberarse y poseer el Ser de aquél que la invocaba. Los magos sabían que ese demonio necesitaba alimentarse de algo más poderoso que la energía de sus propios pensamientos o de las víctimas que de vez en cuando le sacrificaban en el lúgubre Ritual de Canibalismo Sónico, que consistía en proyectar la voz del mago, bajo el vehículo de un poderoso mantra mental, sobre el cuerpo del elegido y luego mantener el sonido vivo con la fuerza de la imaginación hasta que devoraba el último átomo del cuerpo físico de la víctima. También consumía la energía emocional y la mental servidas por los miedos y visiones de horror que experimentaba la ofrenda, cuyo aporte energético era más intenso aún por el hecho de ser devorada viva. Pero esa reserva de poder era efectiva a corto plazo pues bastaban unas cuantas invocaciones para agotarla. De hecho, se consumía simplemente en despertar y controlar las Gárgolas Akradianas, el medio de transporte oficial de las élites de Tandrel. No, ellos necesitaban alimentar el demonio de su voz con una energía más absoluta y cósmica: la energía magnética de Exfisor. El espeso vapor se difuminó y con él también el rocío, dejando el dominio aéreo de la bóveda del templo despejado. Los fuegos del centro magnético de Tandrel continuaron ardiendo, pero con sus llamas estáticas, agotadas por la cópula estelar. La inseminación de su núcleo con la energía magnética de Exfisor se había efectuado. Con sus cuerpos aún vibrando por la ablución sagrada del rocío, los quince Sacerdotes Mayores –símbolo del número de órbitas que Tandrel completaba alrededor de su estrella anfitriona, Fergedril, entre cada conjunción vertical con Exfisor– formaron un círculo alrededor del núcleo vaginal del templo. Las ciento cuarenta y Página 7


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cuatro sacerdotisas lo hicieron siguiendo su circunferencia. Las Sacerdotisas iniciaron un cántico monótono, anclado en una octava hipnótica con una evolución circular que volvía a sí misma una y otra vez. Cuando ya todo pareció estar en manos de la eternidad, los quince Sacerdotes Mayores rompieron el cántico sagrado de las Sacerdotisas al entonar el suyo propio, uniéndolo nuevamente en una octava más alta, más profunda, desafiante y demoniaca. Sus cuerpos adoptaron una postura hierática y marcial, erectos como un pilar de hierro, con brazos y cabezas extendidos hacia arriba. El sonido de su cántico se elevó en ondas sonoras hambrientas, cargadas de una energía cinética tan poderosa que la sustancia púrpura de la energía magnética de Exfisor se estremeció bajo su embestida. Sometida por esa imantación abstracta, la energía magnética fluyó a través del sendero de ondas sonoras hacia el interior de los sacerdotes; hacia su plexo solar, que era la madriguera energética en la cual habitaba el demonio de la voz de cada uno de ellos. Los Sacerdotes Mayores, luego que despertaron la voz, la mantuvieron vibrando durante toda la noche con el mismo método del ritual de canibalismo sónico, es decir, con el poder de su imaginación. La voluntad de poder de la que estaban poseídos templó la hermosa materia biogeológica de sus cuerpos, que desde el círculo de Sacerdotisas parecían quince menhires; cada uno proyectando un sendero sonoro pavimentado de la luminiscencia púrpura de la energía magnética. Éstos se perdieron en la profunda oscuridad que lentamente se apoderó de la distante bóveda del templo. Los Sacerdotes Mayores sabían cuáles eran sus limitaciones. Sin importar cuan grande fuera su robo del fuego sagrado, nunca representaba más que unas cuantas chispas. Su veneración sagrada, y el miedo al poder ignoto de la constelación de Zerfix y la gigante roja, Exfisor, los prevenía de querer jugar con una mayor cantidad de ese fuego. La energía magnética podía quemar no sólo sus cuerpos, sino también sus almas y por extensión, todas las expresiones dimensionales de su Ser. Pero el miedo no era parte de las ambiciones siderales de Zorgal.

II Zorgal, Sacerdote Mayor en el culto sagrado de veneración de Zerfix, fue el amo de la voz más poderosa que jamás haya poseído sacerdote alguno en los anales de la incalculable historia del Ritual de la Voz. Ni antes ni después de él se escuchó una voz tan inmaculada, tan estremecedoramente espantosa y al mismo tiempo tan hermosa. —¿Qué dijiste, Zorgal?... ¡Qué tu voz y tu alma se han fundido, y que el demonio que antes encarnaba tu voz ahora encarna tu alma! Quien hablaba era Aldrex, Sacerdote Mayor, segundo en jerarquía de poder y confidente de Zorgal, pese a que nada en su enjuta contextura sugería la demoniaca Página 8


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energía que desataba verdaderas tormentas en su Ser. Pero su delgado cuerpo traslúcido era un arma letal en manos de su alma abismada. Y un detalle que no podía obviar ni siquiera Zorgal, era que Aldrex era el Ser más viejo de todo Tandrel. Un engendro de la noche de los tiempos que había sido testigo de eventos que se cantaban en las leyendas orales junto a los mitos primordiales. Y eso en un mundo donde la muerte no era una realidad por una decadencia de la estructura biogeológica de los tandrelianos, sino gracias a una especie de ofrenda programada por los Vrilnnikz: microorganismos inteligentes que constituían la base orgánica del planeta y sus habitantes. —Sí, Aldrex, mi bien amado maestro, has escuchado bien. Lo que me alegra, pues me alivia saber que el demonio de tu voz no ha ensordecido tus oídos. Zorgal era aficionado al sarcasmo en su discurso, sin que eso denotara ni falta de respeto a su interlocutor –sin importar que tan inferior fuera su rango– o una relajación en la solemnidad de su carácter. No. Pues se trataba de Zorgal, cuya presencia era la viva encarnación de una regia belleza que entumecía al punto la admiración que provocaba. Y eso por el alma que simbolizaba. Tal detalle era incrementado por su vestimenta litúrgica, que consistía en un traje negro de material sintético adherido a su cuerpo como una segunda piel desde el cuello hasta los pies. Por encima estaba colocada una túnica diseñada a manera de atuendo militar que también se ajustaba a su cuerpo hasta la cintura, sin cubrir los brazos; desde ahí se desprendía dividida en cuatro bandas, que a su vez, desde las rodillas hasta los tobillos, se ramificaban en innumerables filamentos. La túnica estaba hecha de la piel rojiza de la serpiente sagrada del planeta Tandrel: reptiles gigantes consagrados a Exfisor, pues se consideraba que su color de un rojo sangre fluorescente era otorgado por la luz de la gigante roja. Se sacrificaban en rituales menores por los ciudadanos de todo Tandrel; también se usaban para elaborar esa pieza especial en la vestimenta sagrada de los Sacerdotes Mayores. La piel de la túnica estaba tachonada con pequeños cráneos de serpientes, tallados con el mineral negro del desierto de Krowvux, que cubría todo el polo norte del planeta, representando un cuarto de su superficie, y en cuyo centro se encontraba Urvonox. Completaba el atuendo una banda colocada en el brazo izquierdo, hecha de la misma piel de la serpiente. Sobre el rojo brillante resaltaba el diseño de Zerfix, bordado con cabellos negros ofrendados por las Sacerdotisas. La vestimenta le confería a los Sacerdotes Mayores, y en especial a Zorgal, la presencia de un monje guerrero en la edad media de ese distante planeta en el tiempo y el espacio. Y sentado en el trono de tal presencia continuó: —Y además... ¿Por qué te sorprendes? Sabes mejor que yo, pues fuiste mi maestro, que una de las técnicas que se les enseña a los futuros sacerdotes desde su mismo noviciado, es la transmutación alquímica de todos los cuerpos dimensionales que estén al alcance de su voluntad. Nuestra voz, a pesar de haberle sido concedido el estatus de demonio de existencia independiente dentro de nuestro Ser... no deja de ser una parte de éste y, por lo tanto, sometida también a las leyes de la transmutación alquímica. Pero esa técnica, mi venerado Aldrex, al igual que todos los poderes y Página 9


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facultades creativas en nuestra posesión, puede ser evolucionada y llevada a límites inimaginables, con tal de que esté sustentada por los pilares de una gran ambición y una gran imaginación. Por ello decidí dar ese riesgoso paso: ejecutar una transmutación alquímica que fundiera mi alma y el Demonio de mi Voz. Ahora bien, te preguntarás... ¿Por qué? —Claro que quiero saber el porqué de tal decisión —respondió Aldrex—. Pues ya nuestros poderes literalmente nos elevan a la altura de estrellas de menor magnitud, sin mencionar que también lo hacen nuestras blasfemias. No olvides que el salto de nuestra voz de ser sólo una simple facultad con un fin litúrgico insignificante al estatus de demonio interno individualizado, se debió a nuestro deseo de adquirir más poder a través del Ritual de la Voz, y éste en sí es un robo. Ya que sólo estaba estipulado en los mandatos de los Himnos Sagrados de Axerkrönn, el ritual de simbiosis de la energía magnética de Exfisor con los fuegos del núcleo de Tandrel... No que nos apropiemos por poder personal de su energía. —¡Jajajajaja!... —rio Zorgal desafiante—. Tampoco estaba estipulado que el legendario mago de la transmutación de la materia, Akradio, utilizara su magia y su conocimiento de la estructura atómica y molecular de toda materia orgánica, y en especial de los Vrilnnikz, para soplarle el aliento de vida químico a las pétreas gárgolas que ahora adornan los chapiteles que coronan la gigantesca estructura fálica de Urvonox. Y desde hace más de veinte mil órbitas tandrelianas alrededor de Fergedril, nos hemos servido de las Gárgolas Akradianas. Y creo que ni siquiera tú, con una existencia que en sí misma es un mito y que fuiste testigo de ese acto divino, puedes jurar con el Demonio de tu Voz que alguna venganza divina recayó sobre Akradio por ese hecho, excepto el exilio, y éste es una de las posibilidades inherentes al destino de un Ser de poder. No, Aldrex, nuestra acumulación de la energía magnética de Exfisor no es un robo, sino una necesidad evolutiva; la ascensión a un nuevo estatus de poder, del cual ninguno de los Sacerdotes Mayores se ha quejado hasta ahora. Pero como has de imaginarte, mis motivos están muy lejos del simple deseo de aumentar mi fuerza viril. —¿Cuál es entonces tu verdadero objetivo? —preguntó el maestro inquisitivo. —Mi propósito —declaró Zorgal— es alcanzar un nivel de energía tan astronómico que pueda compararse con el de la misma Exfisor, si bien en relación a las dimensiones de mi inferior nivel evolutivo debido a mi condición de criatura biogeológica. El primer paso fue fundir el Demonio de mi Voz con mi alma. Ahora, necesito fundirlo con mi cuerpo; devenir en una única expresión energética de naturaleza sónica que sea todo mi Ser. Y eso lo haré en el próximo Ritual de la Voz, que está muy cerca por cierto, pues sólo falta una órbita para la conjunción vertical de Tandrel con Exfisor. —¡Debes estar delirando!... —exclamó Aldrex— ¿Por qué ambicionar un poder de tal magnitud a expensas de tu misma condición biogeológica? —Soy una realidad energética, y ésta puede manifestarse en cualquier forma material o intangible —explicó Zorgal impasible—: una criatura biogeológica inferior coPágina 10


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mo las Serpientes Sagradas; una criatura biogeológica superior como la que soy ahora; o una entidad cuya condición esté más allá de los mismos Vrilnnikz. Quiero acceder a ese nivel porque tengo dos ambiciones que forman parte de un mismo destino. La primera, es que deseo someter al sistema planetario de Zerxp. No sólo a sus diez planetas restantes, sino a la misma estrella Fergedril. Somos un sistema planetario aislado, como muchos otros en los suburbios espaciales que se extienden más allá de los límites de la constelación de Zerfix. Once planetas orbitando sin ningún propósito alrededor de nuestra estrella anfitriona. Aislados del resto del universo y aislados de sí mismos; pues desde hace eones no existe contacto alguno entre ninguna de las once civilizaciones planetarias. Deviniendo en una forma de energía con tal cúmulo de poder autoconsciente y con un firme propósito, me sumergiré en el útero preñado de plasma de Fergedril. Me convertiré en una energía parásita que poco a poco irá modificando la energía y la química de la misma estrella, y, con ello, su influencia en el sistema planetario... ¡Me convertiré en la conciencia de todo Zerxp! Ahora bien, una vez que lo logre... —¿Sí? —… Haré de Fergedril un satélite de la energía de Exfisor, convirtiendo los recalcitrantes habitantes de su sistema planetario en súbditos de la Constelación de la Serpiente Cíclope. —Es más fácil conquistar los once planetas e imponerles el culto de adoración a la Serpiente Cíclope —replicó Aldrex—. Ya sabes que contamos con la tecnología espacial y militar para hacerlo, si bien dormidas desde hace miles de órbitas tandrelianas y, sobre todo, con la magia más poderosa de todo Zerxp, debido al hecho de que habitamos el planeta más alejado de Fergedril y más cercano a la constelación de Zerfix. De todos los cuerpos celestes fuera de la constelación misma, es el que recibe de forma más directa la mirada mortal de Exfisor, por lo que su lúgubre radiación es la base de nuestra magia, de nuestro genio y, como resultado, de nuestra ciencia. —No —dijo Zorgal con firmeza—, pues quiero que su veneración sea voluntaria; no una imposición que no durará en el tiempo. Además, no te olvides del genio demoniaco de la estrella Fergedril, que no permitirá ninguna intromisión en sus dominios y el robo de una sola de sus joyas planetarias. Y menos aún de nuestra parte, que somos la legendaria esmeralda ennegrecida por haberle dado la espalda e inclinarnos ante el poder de Exfisor. Pero somos súbditos bastardos de ésta, al no ser parte de la constelación de Zerfix, por lo que no nos proporcionará ninguna ayuda en nuestra cruzada por la conquista de Zerxp. De hecho, debemos estar más que agradecidos por la bendición magnética que derrama sobre nosotros cada quince órbitas. Dime, mi bien amado maestro... ¿Cuento con tu aprobación? —Sí, cuenta con ella —juró Aldrex—. Ya la vibración de mis Vrilnnikz no es tan rápida como para destellar las poderosas radiaciones que antaño hicieron de mi cuerpo un esplendoroso diamante orgánico. Sólo asegúrate de que cualquier consecuencia que genere tu acción recaiga sobre ti mismo. Y debo agregar... ¿Sobre Aionys también? Página 11


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III El primer nivel colectivo de la ciudad de Urvonox, que se erigía justo encima del templo, y el más cercano al núcleo del planeta Tandrel de todos los dedicados a los usos civiles de los ciudadanos, estaba dividido a su vez en tres niveles. En el primero habitaban los Sacerdotes Mayores, dedicados exclusivamente a los rituales sagrados. En el segundo, en orden ascendente, habitaban los Sacerdotes Menores: una casta de sabios que formaba la estructura de una especie de tecnocracia de las ciencias y las artes; eran los científicos, técnicos y artesanos. Ellos a su vez se dividían en diferentes organizaciones llamadas Sectas de los Misterios: sectas de los misterios biológicos, químicos, físicos, metalúrgicos, del verbo creativo, de la música, la pintura, etc. En el tercer nivel habitaban las Sacerdotisas, cuyas funciones eran, por un lado, la de tomar parte en los rituales sagrados de Simbiosis de las Esencias y el de la Voz, y en cada uno de los rituales menores que se celebraban cíclicamente. Y por el otro, ser los recipientes del semen de los Sacerdotes Mayores y Menores. En Tandrel, las castas sacerdotales se perpetuaban gracias a la posesión de una estructura biogeológica superior, compuesta por los Vrilnnikz más poderosos. El diseño de ese primer nivel era magia pura. El cuerpo geológico de Urvonox, a partir del techo del gigantesco templo, dejaba atrás los diferentes detalles arquitectónicos que formaban éste: su colosal nave circular sustentada por gigantescos pilares; así como las áreas adyacentes a la bóveda central que se extendían sobre la primera capa del núcleo del planeta Tandrel hasta perderse en un borroso horizonte. Pero desde la base del primer nivel, el cuerpo geológico de Urvonox adquiría la forma de una ciclópea colmena de miles de hexágonos hechos de un cristal diamantino rojizo como la gigante roja Exfisor. Los ángulos de cada hexágono eran barras forjadas con un mineral de una negrura tan intensa como el grafito, pero de gran dureza, liso e intensamente luminiscente. Tales barras se convertían en un solo cuerpo cuando era necesario formar otro tipo de estructura con una funcionabilidad arquitectónica determinada: un pasillo, un salón… El espacio más maravilloso de ese primer nivel era el colosal hexágono central. Allí, la ramificación de las barras se unía para formar una monstruosa columna con una textura que la asemejaba al troco de un árbol que se elevaba desde el centro del piso. La columna se dividía en innumerables y finos ramajes que se abrían para darle paso a la formación de una gigantesca esfera de color escarlata compuesta de un material cristalino opaco, como una especie de perla, sobre cuya superficie, no obstante, se deslizaban destellos fugaces como si fueran miradas de soslayo. Se la conocía como: El Segundo Ojo de Zerfix. La columna se formaba nuevamente desde los negros ramajes que nacían de la parte superior de la esfera, y se elevaba más allá del hexágono, hundiendo nuevamente sus raíces de grafito en un techo que se alzaba muy por encima de todo el primer nivel; creando la ilusión de un espacio vacío. Un cielo nocturno que podía verse desde cada rincón. Página 12


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Allí se reunían todos los sacerdotes y sacerdotisas no sólo para contemplar el espectáculo visual de su nocturno cielo interior, o para conversar, sino también para ver las escenas que se proyectaban desde la esfera central. Esta concentraba la mayor cantidad de la energía magnética que derramaba Exfisor cada quince órbitas. En sí misma, no era más que una especie de bola de cristal, la cual al estar cargada de su esencia, estaba conectada a todas las formas de materia que eran alcanzadas por su luz. La sintonización con un punto espacial determinado se lograba con el poder de la imaginación de un séquito de Sacerdotes Menores dedicados exclusivamente a ese ritual. Los elegidos para ser miembros de la liturgia tenían que experimentar algunas modificaciones en su estructura física biogeológica, a través de las cuales todo el metabolismo generado por sus Vrilnnikz se retardaba. Eso los sumía en un estado de hibernación que literalmente hacía que el mineral orgánico de sus cuerpos se sumergiera en la quietud de una fase inorgánica que les permitía permanecer en estado de trance desde una conjugación vertical entre Tandrel y Zerfix hasta la otra, en la que eran relevados. Los Sacerdotes Menores dedicados a ese ritual eran quince. Se les veía formando un círculo de gemas humanoides desnudas alrededor de la base misma de la esfera; colocados en forma de posición fetal vertical dentro de una especie de nichos ovalados pero con sus cuerpos inclinados hacia afuera de manera que sus cráneos, totalmente calvos, quedaban suspendidos sobre el vacío. En la coronilla de sus cabezas, al igual que en la de todos los miembros de la casta sacerdotal, se encontraba la pequeña esfera de magnetita púrpura que era la expresión externa de la glándula pineal... El ojo de su intuición. Era un órgano natural, un símbolo distintivo formado por los mismos Vrilnnikz, que distinguía más que cualquier otra característica física a los miembros de la casta sacerdotal del planeta de sus ciudadanos comunes. Esa pequeña esfera poseía generalmente una apertura que variaba de forma entre los diferentes círculos de sacerdotes sólo por el tipo de ritual al que estaban consagrados. La de su glándula pineal tenía la forma de un pequeño hexágono en consonancia con el tipo de diseño geométrico dominante en el primer nivel. Era la conexión vital de las raíces de mineral orgánico que brotaban desde el interior de la misma esfera. El programa visual estaba siempre predeterminado. En ocasiones sólo se limitaba a explorar las demás ciudades de Tandrel, en especial Akraft y Dranveriz, los dos centros urbanos más importantes después de Urvonox. O sus espacios naturales. Otras veces, el poder unido de las imaginaciones de los sacerdotes sintonizaba la esfera con la luz de Exfisor que se proyectaba sobre cualquiera de los planetas del sistema de Zerxp. Sólo un terreno le estaba vedado a la imaginación de los sacerdotes: la constelación misma de Zerfix. La luz de Exfisor que se lanzaba hacia el interior de la cabeza de la serpiente, no era del dominio de su segundo ojo.

IV Unas fugaces ondulaciones cortaron la oscuridad que rebosaba el cuerpo hexaPágina 13


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gonal de cada uno de los seis pasillos que daban acceso al inmenso espacio del hexágono central. El fuego carmesí de las innumerables antorchas que normalmente lo iluminaban, dormía en esos momentos debido a las proyecciones del Segundo Ojo de Zerfix. Su naturaleza no estaba emparentada con los fuegos del núcleo del planeta. Era un fuego extraño. Cuando no estaba encendido adoptaba una textura material parecida a la de una piel arrugada por la vejez; esa condición era el estado sólido del fuego de Urvonox. Siendo su estado gaseoso la naturaleza misma de su esencia, es decir, cuando ardía. Se consideraba que el fuego era la expresión física de la combustión de cuerpos etéreos, ya que en Tandrel no existía el oxígeno, necesario en la combustión de cuerpos materiales. Apagado, se podían ver sus llamas colgando fláccidas y opacas desde el único ojo de las esculturas plateadas de la serpiente cíclope que fungían como sus braseros. El cuerpo metálico de las serpientes brotaba de las paredes de grafito endurecido de los pasillos con un movimiento de ataque, curvándose hacia abajo, como si su presa fueran los mismos sacerdotes que los transitaban. Las fugaces ondulaciones se hicieron más precisas, cortando definitivamente la oscuridad con el diseño de una hermosa cabellera de un plateado pálido, indecisa entre la composición mineral del mercurio y el de la nieve. Un hermoso gemido femenino atravesó la oscuridad, al tiempo que unas delicadas manos hundieron sus dedos en las profundidades de la cabellera plateada: las manos eran las de Aionys; la cabellera de Zorgal. —¿Quién soy para ti mi señor? —preguntó Aionys, deslizando sus dedos desmayados hasta la punta de la cabellera de Zorgal al tiempo que le daba un beso en la frente. —Eres la tierna canción del Demonio de mi Voz —respondió Zorgal inclinándose para besarle las manos—. La que canta cuando nadie lo puede escuchar... pues lo hace oculto en mi corazón. —Y el Demonio de tu Voz... ¿le gustaría cantarme algo al oído esta noche? — continuó Aionys. Alzándose ahora en todo el esplendor de su belleza iluminada por el intenso fuego de su misma mirada. —Por supuesto —se apresuró a contestar Zorgal—. Ya sabes que el Demonio de mi Voz obedece siempre al Ángel de la tuya. Mientras hablaba, Zorgal se adelantó y besó a Aionys. Un beso intenso, cargado de veneración espiritual, ternura emocional y deseo material. Ambos se encontraban a pocos metros de la salida de unos de los seis pasillos, por lo que la luz de la esfera destellaba sobre ellos de vez en cuando con diferentes colores, dependiendo de la escena que estuviera proyectando en ese instante. Aionys estaba vestida con un glamoroso vestido tachonado con las escamas pulidas de la serpiente sagrada que se derramaba como un aliento bermellón sobre su piel nacarada. Sus ojos negros parecían dos estrellas con su plasma congelado por la Energía Oscura; suspendidas a mitad de su órbita alrededor del pilar de su delicada nariz, cuya base era la perfección simétrica de los labios que en esos momentos se refugiaban en los de Zorgal. Éste se Página 14


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separó y: —Pero no hay prisa —dijo Zorgal desde el esplendor de su presencia sacerdotal—. Ya sabes que la noche es eterna en el primer nivel de Urvonox. Por lo tanto no hay temor de que envejezca. —Sí, eso me han dicho —bromeó Aionys—. Soy oriunda de Dranveriz, en el ecuador de Tandrel, muy lejos de la polar Urvonox. Allí el día que alumbra Fergedril odia la noche de Exfisor. Al fin y al cabo, no deja de ser nuestra estrella anfitriona. Quizás hay mucho del día de Fergedril en mi interior. —Pero no lo suficiente como para que amanezca sobre nuestra noche particular —secundó Zorgal con una sonrisa infantil y maligna a la vez—. Pero antes de sumergirnos en ella, quiero revelarte algo. »Le he hecho un peligroso voto a mi destino —continuó—. Uno preñado con las semillas de un riesgo nunca antes desatado en la historia del universo conocido, y cuyas consecuencias serán terribles para mí, pero no quiero que lo sean para ti. Y aún menos... para esa parte de mi Ser que crece en tu interior. La decimoquinta órbita tandreliana está a punto de señalar el inicio de los rituales de la Simbiosis de las Dos Esencias y el de la Voz... Pero te prohíbo participar en ellos. Un ligero temblor relampagueó sobre todo el cuerpo de Aionys, que fue siluetado por los destellos índigos que en ese mismo instante emanaron de la esfera. Si hubieran estado observándola, Zorgal y Aionys hubiesen contemplando el ilimitado desierto de nieves vaporosas de color índigo que cubría todo el polo sur del planeta Tandrel. Su nombre se derivaba de la peculiaridad de la nieve, de la cual emanaba una bruma algodonada de un índigo oscuro, que al ser atravesada por los oblicuos rayos de Fergedril en el Hemisferio Occidental, se contorsionaba como un animal herido. Formando con cada movimiento monstruos espantosos que habitaron, según la leyenda, en los antiguos ciclos olvidados del planeta; pero que han quedado registrados en la memoria de una geometría cristalina de la nieve. —¡Oh Zorgal, única inspiración en las canciones del Ángel de mi Voz! —rogó Aionys, estremecida por los temblores de una lóbrega intuición—. Te pido, en nombre del futuro mutuo que deviene en una hermosa gema de mineral orgánico en mi vientre, que me reveles la naturaleza del infierno que prometes. —No estoy prometiendo ningún infierno... No soy tan bondadoso —respondió con templada firmeza Zorgal; reflejando en el tono de su voz algo del poder de su naturaleza demoniaca y del magnetismo que ardía púrpura en sus ondas sonoras—. Lo único que necesitas saber es que ya hice todos los arreglos para que no participes de los rituales. Instruiré a Aldrex con el método de ponerte a salvo. Pues si algo sale mal... quiero que ya estés fuera de Urvonox, y posiblemente de Tandrel. Y quién sabe... Son muchos los universos. Reviste tu voluntad con el magnetismo de acero de Exfisor, por si tienes que hacerte ciudadana de uno de ellos. Aionys se aproximó y tocó con su mano derecha la banda de piel carmesí que

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adornaba el hombro izquierdo de Zorgal, sobre la cual estaba tejida la cabeza de la serpiente cíclope con sus propios cabellos. Un aura de matices rojizos, púrpuras, dorados y violetas destelló desde su mano, desvaneciéndose al instante en las fauces de la constelación. Un intenso y fugaz destello se desprendió del ópalo que fungía como el ojo de cíclope y de las escamas escarlatas de la piel de la Serpiente Sagrada. Esa era la forma ritual en que ella le daba su consentimiento y al mismo tiempo le comunicaba que había entendido intuitivamente el despertar de su Titán interior; la naturaleza del fuego divino que ya nadie ni nada le impedirá tomar por asalto. Esa hermosa ofrenda de su energía era escanciada desde la boca del Ángel de su Voz. Sin importar lo que pudiera suceder; sin importar los abismos de espacio y tiempo que pudieran separarlos... la energía de su interior estaría presente como una cálida melodía en la poderosa sinfonía del Demonio de la Voz de Zorgal. Sólo agregó un voto final: —Ya sabes que mi fidelidad hacia ti se forjó en la eternidad. Todo mi Ser no es más que un talismán cargado con la mágica energía del Demonio de tu Voz. La huella física de tu alma está estampada en mi vientre. Así que, descuida por ese lado... Pues la encontrarás impresa en cualquier camino del infinito... ¡Tus Vrilnnikz serán!

V Finalmente llegó el momento en que una nueva conjunción vertical exigía que el planeta Tandrel colocara su cabeza en las fauces de la constelación de Zerfix; subyugado por la mirada hipnótica de Exfisor. El desplazamiento del plano del ecuador del planeta unos grados más abajo del plano de la eclíptica no provocaba ninguna perturbación. Eso se debía sobre todo a la sólida uniformidad de su corteza geológica, la cual no se componía de capas tectónicas separadas, excepto en su núcleo, sino que al igual que el cuerpo geológico de la ciudad de Urvonox, era una totalidad cristalizada. En Urvonox cada uno de sus habitantes estaba obligado a practicar la vigilia de su propio silencio. Inmóviles, tenían que ejecutar ese acto de voluntad durante toda la noche: concentrarse de tal manera en el silencio particular y general para así mantenerlo en un estado en el cual no pudiera ser la memoria de ningún sonido. Aquel que fallaba en esa penitencia, y por debilidad recordaba algún sonido, recuerdo que inmediatamente era captado psíquicamente por los Sacerdotes Menores que fungían como Centinelas del Silencio, se convertía en una ofrenda segura en el Ritual de Canibalismo Sónico. Ese silencio sin ningún sonido en su pasado, permeaba todo el cuerpo geológico de la ciudad de Urvonox, excepto el templo. Pues allí reinaba el poderoso sonido del Demonio de la Voz de los Sacerdotes Mayores. Ya el imponente círculo de los quince Sacerdotes Mayores se había cerrado alrededor de la vagina pétrea. Sus túnicas destellaban llamaradas escarlatas. Estaban todos, excepto Aldrex, que fue sustituido por un Sacerdote Mayor reservado para caPágina 16


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sos especiales. En el círculo exterior otra sustituta ocupaba el puesto de Aionys. Las llamas del fuego del centro magnético del planeta ardían con movimientos pausados y un extraño matiz rojo anaranjado, como si en el horno del núcleo se estuviera fundiendo una gigantesca piedra cornalina, cuyo aliento de agonía derramara su esmalte sobre las llamas. Muy pronto el matiz se tiñó con los rubores púrpuras de la energía magnética de Exfisor, que descendía sin prisa desde los filamentos metálicos de la bóveda en su peregrinación sagrada hacia la matriz del núcleo planetario, dentro del cual se llevaba a cabo la verdadera simbiosis de las esencias de Exfisor y Tandrel. De repente, el fuego comenzó a olvidarse de sí mismo, dejando tras de sí sólo el recuerdo del espeso vapor púrpura moteado del rojo anaranjado. Mientras el vapor lamía el techo abovedado, los Sacerdotes Mayores y las Sacerdotisas se despojaron de sus vestimentas sagradas para recibir la ablución cósmica. Finalmente, el aliento húmedo se derramó sobre los cuerpos desnudos; generando como siempre con su impacto, una poderosa onda energética a nivel atómico. El vapor se extinguió; las llamas del fuego ardieron nuevamente estáticas y meditabundas... Y los sacerdotes despertaron del trance para dar inicio al Ritual de la Voz. El Ángel de la Voz de las Sacerdotisas fue el primero que alzó el vuelo con sus alas sonoras. Cuando se desplomó sobre el lecho del círculo formado por los quince Sacerdotes Mayores, irrumpió la siniestra octava del Demonio de la Voz. Su sendero sonoro relampagueó de energía púrpura con unos destellos que prometían uno de los mejores rituales de los últimos tiempos. Los Sacerdotes Mayores estaban a punto de invocar su imaginación, cuando sintieron el trueno de una de las voces perturbar el cielo de sus disciplinadas mentes... era el Demonio de la Voz de Zorgal.

VI Aldrex tembló al sentir el Demonio de su Voz penetrar nuevamente en la madriguera de su plexo solar. Con esto finalizó el ritual de la extracción del aliento de vida de las Gárgolas Akradianas que había utilizado para viajar junto con Aionys hasta el espacio más sobrecogedor de toda la geografía del planeta Tandrel. Un lugar ante cuya lúgubre atmósfera sagrada e imperial atavío de milenios, desfallecía la oscura majestad de su arquetipo mágico. Sintió el estremecimiento de la serpiente del Demonio de su Voz, cual bestezuela asustada. Y no era para menos, pues el lugar que arrojaba sobre ellos una sombra que parecía abrir un abismo a sus pies, era el Templo Sagrado del Espejo Cúbico. Aionys por su parte era una con el silencio, pasmada ante la regia arquitectura de ese templo del cual, incluso ella con su estatus de sacerdotisa, sólo había escuchado en los relatos de tiempos mitológicos registrados en los Himnos Sagrados de Axerkrönn; a pesar de que su ubicación se encontraba en el mismo desierto de Krowvux, pero en un punto tan distante y desolado, tan siniestro y maldito, que el Página 17


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tiempo presente parecía huir de él, temeroso de que las fauces de esfinges que constituían su entrada lo devoraran para enviarlo de regreso a las edades a las cuales él ya no pertenecía. El templo se alzaba en el extremo de un saliente que colgaba del Abismo de Irnanngroz: una garganta de profundidad inimaginable que rodeaba todo el desierto de Krowvux. Aldrex, en su fuero interno, maldijo su falta de voluntad para persuadir cuando pudo a Zorgal de que desistiera de esa demencial idea, pues estaba prohibido pisar los terrenos del Templo del Espejo Cúbico, siendo tal osadía una profanación. Pero para Zorgal, profanación era negarle un sacrificio a su voluntad de poder. Y así se lo hizo saber cuando se reunieron poco después de su conversación con Aionys. Su encuentro se llevó a cabo en el penúltimo nivel de Urvonox: una estructura de cubos fabricados de un hermoso y brillante cristal perlado con un armazón de ángulos de plata que se utilizaban como domicilios temporales para todos los tenían que pasar una temporada en el último nivel. Los cubos ascendían en espiral alrededor del hueco cilíndrico central que se abría paso hasta la cima desde su nacimiento sobre el techo del primer nivel del cuerpo geológico de Urvonox. El espacio estaba iluminado por la radiación lechosa y saludable que proyectaba el cristal perlado de los cubos. Una luz que iluminaba y refrescaba al mismo tiempo, ya que poseía una cualidad que en un planeta cubierto por una atmósfera con base de nitrógeno y oxígeno sería del dominio del aire. Los cuerpos biogeológicos la asimilaban con un proceso metabólico parecido al que utilizaban los organismos con química de base de carbono para asimilar el oxígeno. En lo alto, el cuerpo geológico de Urvonox se cerraba en un techo abovedado compuesto del mismo cristal de los cubos, agregándole con ello más luminosidad al penúltimo nivel de la ciudad. Aldrex cerró pensativamente sus ojos luego de ver la imponente presencia de Zorgal atravesar una de las burbujas antigravitacionales que ascendían y descendían por el interior del gigantesco cilindro. —¡Ah!, al fin llegas... Creí que te habías equivocado de nivel y continuaste ascendiendo a través de la espina dorsal de Urvonox —dijo al ver acercarse a Zorgal. En verdad, fuera de las dimensiones sagradas del nivel que habitaban, los sacerdotes solían usar un lenguaje más relajado con el fin, entre otras cosas, de impactar menos con su presencia al tandreliano común que les rodeaba en todos los demás niveles. El poder de la voz se despertaba con la naturaleza del tono y las palabras elegidas. Por ello, debían mantener una férrea vigilia sobre su ritmo energético interno. —No, mi querido Aldrex, no seré yo quién lo haga... —respondió Zorgal de manera enigmática— Serás tú y Aionys. Su destino, pues no he venido para andarme con rodeos, será el Templo del Espejo Cúbico. Ante la mención de ese nombre, que definía un lugar cubierto por las tinieblas de un silencio sagrado, la añeja biogeología del cuerpo del sacerdote se cubrió de la fina capa de una sustancia plateada y espesa, que inmediatamente se secó revistiendo su piel de un esmalte brillante que paradójicamente lo hizo lucir más poderoso. Eso fue gracias a la inmediata regulación metabólica de su organismo que Aldrex puso en marcha para no perder el control de su temperamento. Página 18


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—Las bromas de una naturaleza oscura hechas en un lugar luminoso son las que más me hacen reír —respondió Aldrex—. Pero ya sabes que cuando río, el Demonio de mi Voz se despierta enfadado. Y no quiero despertarlo, pues duerme en el nivel del sueño profundo luego del último ritual de canibalismo sónico. —Como quisiera que fuera una broma mi querido Aldrex, pero no lo es — continuó Zorgal—. Sabes muy bien cuál es mi propósito, y no blasfemaré contra tu imaginación subestimando su capacidad visionaria. Eso quiere decir que ya te has imaginado las posibles consecuencias de mi acto. Un desafío de tal magnitud, como el que sólo yo intuyo su intensidad, ya sea que tenga éxito o no, marcará para siempre con el signo de la maldición tanto de mi arquetipo tridimensional como los de Aionys y el arca conteniendo mis Vrilnnikz que lleva en su vientre... Mi hijo. Ese es el… —¡Zorgal!... Ya basta... Le ordeno al Demonio de tu Voz, pues él es el que ha tomado la palabra, que se coloque frente al Espejo del Silencio que obligatoriamente le presentará tu imaginación y se funda con el mutismo de su reflejo —le interrumpió Aldrex con solemnidad; manifestando en esas palabras todo el peso de su estatus como Supremo Sacerdote Mayor—. ¿Sabes de lo que estás hablando? ¿El Templo del Espejo Cúbico?... Yo mismo sólo he pisado su sagrado suelo una vez, y eso en un tiempo ubicado al otro lado de la frontera de mi memoria despierta. La visita al templo y el uso de su magia hiperdimensional están prohibidos; excepto para el cumplimiento de ciertas ordalías necesarias en la carrera iniciática de los Sacerdotes Mayores... pruebas que tú has superado. Si lo que quieres es salvaguardar a Aionys y el hijo de ambos en un lugar seguro, eso se puede hacer sin la necesidad de dar un paso tan temerario. Puedo utilizar el Demonio de mi Voz para abrir un túnel dimensional a través de nuestro espacio-tiempo particular y depositarla en Alkennez, el planeta gaseoso más cercano a la estrella Fergedril... Yo mismo la acompañaré para evitarte cualquier temor en cuanto a su seguridad en el ambiente hostil, lo reconozco, de ese planeta hacia todo lo tandreliano. —Maestro... —respondió Zorgal con un profundo respeto y con su voz reposando sobre un lecho de hielo—. Si mi propósito hubiese sido enviar a Aionys a uno de los planetas locales ya lo hubiese hecho yo mismo con una de las Gárgolas Akradianas para vuelos espaciales; utilizando los recursos materiales sin dilapidar absurdamente los del espíritu a través de la magia. Y eso, a pesar del riesgo que siempre presupone el vórtice de energía necrófaga que emana del quinto planeta, Tollkruux. Pero no quiero que Aionys se exilie en uno de los planetas de Zerpx, y ni siquiera en otra dimensión de nuestro espacio. En otras palabras... quiero que forme parte de un ciclo cósmico diferente, al cual no puedan acceder ni mi influencia ni la de Exfisor. —Pero ya sabes el riesgo que representa un cambio tan radical desde el punto de vista de la estructura hiperdimensional con relación a los primeros tres niveles arquetípicos del cuerpo total de cualquier Ser —explicó el maestro—. Además, hay que lidiar con los siete Drolkz, los míticos cuerpos celestes que habitan el templo, que no han utilizado el espejo cúbico desde los tiempos en que exiliaron a Akradio. Y ya saPágina 19


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bes, Akradio mismo era un cuerpo celeste de alta magnitud. —Descuida. Ya le he enviado un trozo de mi Ser a los siete Drolkz —comentó Zorgal despreocupadamente. —¡Blasfemo!... ¡Cómo te atreviste a iluminar sus sombras con la pálida mancha de tu Ser! —amonestó Aldrex. —No te inquietes... Sabes tan bien como yo que si hay algo que aprecian los siete Drolkz, es ver las locuras de un Ser menor que juega a ser un dios —lo tranquilizó Zorgal—. Ellos cumplen con su deber aplicando las leyes, como en el caso de Akradio; pero al fin y al cabo, se divierten un poco viéndonos intentar cubrir el universo con un solo soplo de aliento. —Entonces, dame a mi también un trozo de tu Ser y de esa manera me enteraré en detalle de lo que le comunicaste a los siete Drolkz y de su respuesta. Así, guardaremos con tiempo el rebaño de nuestras palabras; no vaya a ser que alguna frase ennegrecida se escape de él. Aldrex hubiese querido aferrarse al recuerdo de esa conversación y habitar resguardado por ella la dimensión de su imaginación, a la cual, como todos los Sacerdotes Mayores, tenía acceso. Instintivamente se llevó la mano a la diminuta esfera de magnetita púrpura que descubría la tonsura en la coronilla de su cabeza y paseó sus dedos por el anillo de plata en el cual estaba incrustada. En el Ritual de la Voz, cumplía la función de captar la energía magnética de Exfisor, pero en el Templo del Espejo Cúbico, su función era de una de naturaleza más física. Miró por última vez el desierto cristalino de Krowvux sobre cuya lustrosa negrura se reflejaba la constelación de Zerfix: con el fuego escarlata de Exfisor ardiendo directamente sobre Urvonox, en contraste con el fuego esmeralda que uniformemente proyectaban los demás astros que componían la cabeza de la serpiente, desparramados en un orden centrífugo sobre el resto de su superficie. Entonces, entonó el mantra que hacía la función de clave de acceso codificada, con la cual el portal del Templo del Espejo Cúbico abriría sus fauces. Las ondas sonoras del Demonio de su Voz se expandieron en una espiral oblicua, matizadas con una luminiscencia de un azul intenso. Como un rayo, la espiral impactó una esfera carmesí que se ubicaba a manera de ojo único en el mismo centro de la frente de la esfinge. El templo era una representación de la constelación de Zerfix, diseñado con ángulos rectos que se entrecruzaban para formar un cuerpo geométrico alucinante. La esfera comenzó a emitir un destello que fue aumentando gradualmente, hasta alcanzar una intensidad que se podría decir era otorgada por la oscuridad de una sabiduría terrible, indiferente y fría como el vacío del universo. Al instante, una serie de paneles comenzaron a separarse, con una secuencia que parecía ser la desconstrucción escama por escama de una serpiente geométrica infinita; un mecano de metal construido por el tiempo para no olvidarse de la senda que tomó para llegar a la tercera dimensión. Y que en ese momento lo descomponía para no perderse en su camino de regreso a la eternidad. Sólo que en ese viaje iría acompañado de Aldrex y Página 20


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Aionys. La sacerdotisa sólo tuvo tiempo de emitir el esbozo de un grito. Pero quedó paralizada por el hechizo que imprimió la ilusión en su imaginación al igual que en la de Aldrex. Sin embargo, el Supremo Sacerdote Mayor no se inmutó. Sabía que era inútil. La prestidigitación geométrica era la forma en que la esfinge abría sus fauces; y lo que se descomponía era simultáneamente su estructura y la estructura hiperdimensional de los cuerpos de Aldrex y Aionys. El portal les daba acceso al interior del templo a cada una de las dimensiones del espacio total de su cuerpo, las cuales aparecerían como una totalidad en el interior del templo; como si nada hubiese interrumpido su unidad. El último pensamiento que tuvo Aionys antes de difuminarse para siempre en el interior del templo, se ubicó en el futuro. En él, le pareció escuchar el Demonio de la Voz de Zorgal en el Ritual de la Voz. Ese futuro había llegado, si bien ninguno de los que participaban en el Ritual de la Voz estaba feliz por lo que escuchaba. VII Una segunda vez retumbó el trueno del Demonio de la Voz de Zorgal, pero en esa ocasión el impacto fue más profundo, tanto para el oído como para la vista. Pues cuando el resto de los Sacerdotes Mayores, así como las Sacerdotisas, miraron asombrados hacia el lugar donde debía estar parado Zorgal, sólo vieron una poderosa columna de luz esmeralda que emanaba del interior de su cuerpo. La luz se elevó hasta el techo del templo, esparciéndose por toda su superficie; dividida en miles de tentáculos que se adhirieron a sus filamentos plateados; absorbiendo de esa manera toda la energía magnética que circulaba a través de ellos. La columna palpitaba con vibraciones espasmódicas mientras vampirizaba la totalidad de la energía magnética que dispensaba Zerfix. El cuerpo de Zorgal se volvió transparente, como si su plexo solar estuviese expulsando llamaradas de rayos X, dejando al ojo desnudo el esqueleto y la esfera misma del plexo solar que ardía en su interior con un fuego esmeralda y giraba como una serpiente enloquecida, al tiempo que se elevaba en vórtices que, una vez fuera del cuerpo, formaban la base de la columna de luz. También se podían distinguir los Vrilnnikz. Ante los ojos espantados de los Sacerdotes Mayores y las Sacerdotisas, el cuerpo de Zorgal se fundió poco a poco con la columna luminosa del Demonio de su Voz hasta devenir en una sola entidad. La unión final fue acompañada del suspiro de un orgasmo cuyas ondas sonoras fueron tan poderosas, que al instante las ciento cuarenta y cuatro sacerdotisas se desintegraron como si hubiesen sido sacrificadas en un ritual de canibalismo sónico a la velocidad de la luz. Antes de que los Sacerdotes Mayores pudieran maravillarse con ese portento, el sonido de la Voz ascendió a una octava jamás imaginada por ninguno de ellos. El demoniaco sonido se percibió agudo en la imaginación y grave en los oídos físicos, generando un dolor intenso en ambos niveles del Ser. Los sacerdotes tuvieron suficiente fuerza de voluntad para olvidarse de su agonía una vez que notaron el inicio de una tragedia mayor. Las ondas sonoras Página 21


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del Demonio de la Voz de Zorgal también estaban afectando los Vrilnnikz que componían el cuerpo geológico de Urvonox. Los pilares que sostenían la bóveda del templo estaban experimentando las mismas fases que el cuerpo de Zorgal padeció antes de fundirse con su Voz. Inoculados con la luz esmeralda, que de cuando en cuando soplaba sus destellos de rayos X en su interior, se veía el bullir de los Vrilnnikz como chispas de un oscuro violeta fluorescente: origen del color del templo. Eso significaba que la ciudad corría el peligro de ser devorada por el Demonio de la Voz de Zorgal desde su misma estructura molecular, lo mismo que el resto del planeta. De manera que los catorce restantes decidieron trasladar la totalidad de su conciencia a la dimensión de su imaginación y desde allá poner en marcha el Supremo Ritual de la Voz Única: una técnica que se usó en la época anterior a la construcción del Templo del Espejo Cúbico, con la finalidad de abrir brechas en el espacio-tiempo. La cantidad de energía que se liberaba en la demencial fusión nuclear de la Voz Única era de un nivel sideral. Los sacerdotes lo sabían muy bien y, a pesar de ello, no se detuvieron a pensar en las consecuencias catastróficas que tendría para Urvonox el despliegue de un nivel tal de energía en su misma base. Eso era lo de menos: un rasguño que su capacidad de autosanación eliminaría reestructurando atómicamente su cristalización. Zorgal y el Demonio de su Voz era un solo Ser: el Demonio Sonoro de Zorgal. En el mismo instante en que los catorce Sacerdotes Mayores drenaron sus cuerpos de sus conciencias, éstos inmediatamente entraron en un proceso de hibernación mineral, puesto en marcha por sus Vrilnnikz con la secreción de una especie de esmalte en su estructura orgánica molecular. Al final, sólo catorce esculturas de transparencia ambarina, marciales y hermosas, quedaron en pie alrededor de la vagina del fuego sagrado del centro magnético. Y desde la nada que habitaba el círculo formado por las estatuas, otra columna de luz esmeralda surgió: el Demonio de la Voz Única. Ataviado de una poderosa octava ultra-sónica, hizo temblar al Demonio Sonoro de Zorgal, que vibró con una naturaleza líquida, como un estanque de esmeralda fundida al que le arrojaran la pequeña paja del ojo de una estrella de neutrones. Tembló pero no se separó de los filamentos nerviosos de Urvonox, cuyo cuerpo geológico literalmente se retorcía de dolor. Un dolor que ya estaban percibiendo los habitantes de los niveles superiores en sus propios cuerpos, por la conexión empática que tenían con su ciudad. Una vez asestado el primer golpe inesperado, el Demonio de la Voz Única se preparó para jugárselo todo en un ataque final y contundente. Su columna esmeraldina, más tenue que la del Demonio Sonoro de Zorgal, se sumergió a través de la vagina del centro magnético, ahogándose en su traslúcido y colorido coctel de gemas derretidas. Y allí permaneció por un tiempo al parecer eterno, en espera de que el núcleo de Tandrel le otorgara la bendición de su energía. El piso del templo se hinchó y se contrajo. Fue un movimiento tan rápido que pareció como si la luz hubiese inhalado y exhalado profundamente sin disminuir su velocidad en el proceso. La contracción liberó al Demonio de la Voz Única, que salió disparado como un aliento luminoso en forma de lanza de la cual se desprendían rePágina 22


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siduos de partículas fluorescentes de miríadas de colores. El Demonio de la Voz Única ya no era una entidad luminosa color esmeralda, sino la encarnación viva de todas las radiaciones de ondas tal y como la han decodificado los Vrilnnikz. La lanza de luz penetró por entero en la mancha informe del Demonio Sonoro de Zorgal. Lo hizo emitiendo el grito ordinario, pero poderoso, de una madre en el acto desesperado de atacar para proteger la vida de su prole: los instintos maternos de Tandrel esgrimidos para matar. En el instante en que la lanza del Demonio de la Voz Única se perdió dentro de la hinchada masa luminosa del Demonio Sonoro de Zorgal, éste se descompuso en una infinidad de partículas, que, al separarse, iban chillando cada una con un sonido propio que nada tenía que ver con la voz articulada y dueña de sí que alguna vez ostentó. Más bien eran los ecos de todos los gritos de agonía que cada una de las víctimas que le fueron sacrificadas al Demonio de su Voz profirieron mientras eran devoradas en el Ritual de Canibalismo Sónico. Y no sólo expresaron sus aullidos de dolor, sino también cada uno de los gestos que sus rostros adoptaron mientras eran devoradas vivas. En ese momento, el templo devino en el escenario de una diabólica mascarada: con miles de espectros ataviados con los disfraces de sus antiguos cuerpos biogeológicos agrietados. Hasta que finalmente los llantos cesaron, y los rostros agonizantes desaparecieron, engullidos por la oscuridad de los rincones más alejados del templo. Por un momento, reinó un silencio pesado sobre el que parecía sostenerse el Demonio de la Voz Única, mientras su lanza de luz multicolor flotaba en medio de la nave del templo. Un silencio que fue roto por la escalofriante octava de un silbido que en sí mismo era una carcajada: la carcajada de una serpiente antes de saltar sobre su víctima. Entonces, una forma escalofriante se manifestó: una gigantesca serpiente formada por miles de escamas de luz esmeralda, puntiagudas y erizadas. La serpiente de luz apareció como una totalidad enroscada sobre sí misma; con la punta de su cola en algún punto de la distante pared del templo y su cabeza elevada por encima de la lanza de luz del Demonio de la Voz Única. El Demonio Sonoro de Zorgal se hizo realidad a mitad del acto de atacar. El Demonio de la Voz Única no tuvo tiempo para la más mínima reacción, pues de las fauces abiertas de la serpiente emanó un sonido hipnótico y paralizante, portador de una realidad desconocida para los Sacerdotes Mayores: la muerte. No la muerte como una ley universal, pues eso ya lo sabían los Sacerdotes Mayores. Más bien fue como algo digno de temer, terrorífico e innatural; como una amenaza al arquetipo más profundo de su Ser, separada de la armoniosa connotación matemática que poseía en el proceso vital que Tandrel ponía en marcha al reciclar toda masa y energía. Eso paralizó al Demonio de la Voz Única. Emitió un chillido que estremeció toda la estructura del cuerpo geológico de Urvonox, al sentir como las fauces del Demonio Sonoro de Zorgal se cerraron sobre él. Sólo en ese instante las conciencias separadas de los catorce Sacerdotes Mayores percibieron la terrible fuerza cósmica en la que había devenido Zorgal. Y es que al contrario de ellos, que eran una multiplicidad de Página 23


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niveles autoconscientes, que si bien formaban parte de un todo, cada nivel era una realidad en sí mismo; Zorgal era un Ser único, con todas sus realidades concentradas, incluyendo la de su cuerpo físico en una sola. Pero esa fue la única comprensión que su desintegración les permitió tener, pues la realidad de su Ser, al menos en los niveles inferiores de sus estructuras hiperdimensionales, desapareció. Dejando sólo las huellas de sus cuerpos físicos, los cuales, una vez la última partícula de luz del Demonio de la Voz Única se perdió en la oscuridad que reinaba tras las fauces luminosas del Demonio Sonoro de Zorgal, se descompusieron en sus Vrilnnikz. Los pequeños dioses bulleron por un instante en el piso del templo como diminutas joyas multicolores, antes de integrarse nuevamente a la maquinaria orgánica del planeta. El Demonio Sonoro de Zorgal se dispuso a continuar con la absorción de la energía magnética de Exfisor, pero algo lo hizo detenerse en su ascenso hacia el techo del templo. Por un momento pensó que por alguna alucinación óptica –quizás producida por la embriaguez de poder que experimentaba, luego de que la energía misma del Demonio Único fuera absorbida por su Ser– los hilos de energía magnética que descendían de los filamentos metálicos de la bóveda se habían entrelazado para formar una gigantesca cabeza de serpiente de color púrpura; o quizás se habían plegado en una especie de lámina reflectora que a manera de espejo lo reflejara a él mismo pero con el color de su esencia. Pero no, no era su reflejo lo que veía, pues esa cabeza de serpiente diez veces más grande que la suya, sólo tenía un ojo. El Demonio Sonoro de Zorgal tenía ante sí una siniestra versión en miniatura de la constelación de Zerfix. Y lo más aterrador era la mirada de Exfisor. Si hubiese estado a orillas del abismo que se hundía en el centro del desierto de Krowvux, y dentro del cual se alzaba la ciudad de Urvonox desde el núcleo de Tandrel hasta su superficie, hubiera sido testigo de una maravilla destinada a quedar registrada en los manuscritos de los Himnos Sagrados de Axerkrönn. A través de la esfera púrpura central que hacía la función de glándula pineal de la ciudad, sostenida por las garras de cuatro gárgolas acuclilladas sobre el mismo número de chapiteles, penetraba una corriente de energía magnética que descendía desde la misma estrella Exfisor. El rumor de esa maravilla corrió por toda la ciudad, desde la cual brotaron habitantes de todos los niveles. En un ritual no programado dentro de la alineación de Exfisor y Tandrel, los urvonoxianos comenzaron a despertar las Gárgolas Akradianas adheridas a los chapiteles. Y así, en esa noche en la cual se jugó el destino tanto de la ciudad como del planeta completo, las gárgolas volaron en círculos alrededor del sendero de energía magnética de Exfisor. Una y otra vez giraron alrededor del fuego púrpura, como si estuvieran ejecutando una demencial danza sagrada. Las pequeñas esferas de magnetita púrpura de la glándula pineal de los sacerdotes y sacerdotisas que se encontraban allí, ardieron por el júbilo de una profunda revelación: por primera vez en la historia del Ritual de Fusión de las Esencias, la Constelación de la Serpiente Cíclope los reconocía de una manera directa. Sabían que eso significaba una aceptación oficial del planeta Tandrel como súbdito de Zerfix; una Página 24


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más de las negras joyas estelares de su rebaño interno; un voto de responsabilidad de parte de la constelación con respecto al planeta, que vio en ese ritual de iniciación el final del ciclo en el cual sólo era un adorador ataviado con los harapos de las radiaciones energéticas residuales de Zerfix. Todo sucedió a una velocidad tal que el Demonio Sonoro de Zorgal no sólo vio el tiempo detenerse, sino también envejecer; le pareció que había experimentado el primer sueño en su nuevo estado evolutivo de energía pura. La serpiente de energía magnética mantuvo sus fauces cerradas, pero su ojo de cíclope lo contempló fijamente: un espejo escarlata que sólo reflejaba sus mundos internos. Mundos fantásticos, poblados por seres de un siniestro esplendor; mundos que en sí mismos eran especies de estratos de la estructura geológica de la eternidad; formados por miríadas de capas de la evolución de las especies alienígenas más cercanas a la divinidad y de la ascensión y caída de poderosas civilizaciones. Todas esas visiones las experimentó el Demonio Sonoro de Zorgal a través de los destellos que proyectaba Exfisor sobre él. Lo atravesaban como láminas reflectoras, ¡miles de ellas al mismo tiempo! haciéndolo experimentar toda la experiencia visionaria a través de un calidoscopio de intuiciones internas. Despacio, El Demonio Sonoro de Zorgal peregrinó con la devoción de un sonámbulo hacia la oscuridad carmesí del ojo de cíclope de la serpiente magnética, sumergiéndose dentro de él para no regresar jamás al espacio-tiempo familiar. Desde ese momento, la entidad que fue conocida como Zorgal, el Sacerdote Mayor, se integró al séquito de energías súbditas que reptaban como incienso fluorescente por los salones del Palacio de Plasma en el núcleo de Exfisor... A los pies de su genio demoniaco.

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LAS MAZMORRAS DE LA GRAVEDAD Existen universos donde el tiempo es más que una dimensión del espacio. Donde puede hacer trucos tan inocentes como robarle sus acciones al vidente que lanza su mirada a través de él y visualiza en el futuro el resultado de ellas, simplemente porque el Tiempo ya las ha ejecutado en su lugar; o tan macabros, como hacer que tu energía tropiece y caiga dentro de su abismo. De «Los enigmas semivelados de los Drolkz»

I —Una fuerza poderosísima habita allí mi señor Kleastroll, en el bosque de Awvvix… No sé como explicarlo. Ninguno de los que participábamos de la búsqueda del cristal Noilk habíamos sentidos una sensación física semejante, que pronto reptó cual Serpiente Sagrada hacia el plano de la energía de nuestro Ser: manifestación divina de la música que tocan los Vrilnnikz que nos esculpen con su vibración electroquímica… ¡qué Zerfix la siga inspirando! »Avanzamos por el Sendero del Destello Fluvial, maravillados como siempre de su verdosa y pálida radiación lechosa que da la sensación de fluir con una propiedad líquida bajo el cristal traslúcido que lo cubre. Cabalgando hacia el Este a lomos de esas extrañas criaturas que el joven Akradio hizo transitar desde la fosilización en el mítico bosque austral de los primeros Violks, hasta la vitalidad de una biogeología activa. No pasó mucho tiempo desde que abandonamos el sendero real y nos adentramos hacia el Norte para penetrar por el lindero sur del bosque de Awvvix cuando percibimos una sensación extraña en nuestros cuerpos… ¿Cómo transmitirle lo que experimentamos? No fue algo que hizo vibrar nuestros Vrilnikz al ritmo de una memoria dormida en los eones atómicos que los forman; no, pues el desorden de matices de colores que se manifestó al instante en el espectro de su luz, a modo de primer síntoma, evidenciaba que alguna fuerza extraña y poderosa los había tomado por asalto. »Nuestros cuerpos empezaron a radiar de una manera alucinante, con colores intensos que en cuestión de un instante agotaban todas sus frecuencias vibratorias hasta marchitarse. Algunos de ellos nos hacían experimentar una sensación de horror a leyes desconocidas que en ese mismo momento revelaron su existencia sólo a nuestra intuición; algunos de ellos nos hacían experimentar estados dimensionales alterados que magnetizaban nuestros pensamientos hacia épocas primigenias del planeta, cual efecto de un narcótico más potente que el producido por el veneno de la Serpiente Sagrada. Aún así, continuamos avanzando en un trance con un destino propio; que no incluía los cristales Noilk, los cuales veíamos de soslayo formarse de la explosión de las burbujas que desprendían las flores al abrirse al hechizo de la luz Página 26


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de Felgedril. »El estado de distorsión temporal en el cual se llevaba a cabo la cristalización de los átomos dispersos de la burbuja, era la única realidad familiar que experimentamos, en contraste con la demencial cabalgata, cuya velocidad aprisionaba en un estado de no tiempo el despertar vital de los Vrilnikz y la vibración específica con la radiación electromagnética que le daría su color al cristal. Sólo una pregunta acosaba nuestras mentes: ¿acaso era el fenómeno fruto de alguna radiación nociva proveniente de la Constelación de Zerfix; de sus abismos interiores que se abren más allá de Exfisor? Pero cómo, nos decíamos, si la zona ecuatorial de Tandrel no está tan sometida a su influencia. »Al fin las criaturas se detuvieron en medio de un claro del bosque, justo en la parte más elevada de una colina desconocida para todos los que participábamos de la recolección. Era antigua, muy antigua, pues su estructura hablaba de los tiempos en que Tandrel aún no había devenido en un ser autoconsciente; cuando los Vrilnikz todavía no habían establecido la conexión electroquímica que hizo de ellos una inteligencia colectiva creadora de la perfecta organización atómica que caracteriza al planeta. Su textura geológica era rocosa; pero una roca fruto de una geoquímica de moléculas desaparecidas desde hacía eones. Su color azul estaba tan fosilizado como los Vrilnikz que alguna vez lo vibraron. Esos detalles no nos sorprendieron mucho ya que esas características eran propias de las zonas fósiles del planeta que no participaron de la evolución biogeológica, como en el bosque austral de los Violks, donde todas las manifestaciones geológicas fueron testigos de la formación de Tandrel, excepto por los ejemplos de vida orgánica. Lo que nos maravilló era que su diseño respondía a patrones simétricos, inexistentes en una época donde la distribución atómica era aún amorfa, sin la perfección tridimensional que alcanzó el planeta con su cristalización posterior. Mientras reflexionábamos sobre el diseño de su estructura, parecida a uno de esos vehículos espaciales que la fantasía de Akradio ha concebido, nos confesamos unos a otros nuestra ignorancia del lugar donde nos hallábamos: nadie había estado en esa parte del bosque antes. O quizás, esa parte del bosque no había existido anteriormente. »La confusión se apoderó de nuestros Vrilnikz y a través de ellos de nuestras mentes. El enigma del presentimiento alienígena se intensificó más cuando observamos el cinturón de vegetación biogeológica que cercaba el claro. Nuestros ojos no se posaron sobre las maravillosas formas vegetales de enormes árboles de cuyos troncos el cristal podía cortarse en trozos gelatinosos. Tampoco sobre los hongos ahuecados que distendían y contraían su fino tejido traslúcido de Vrilnikz en estado metaloide, cada vez que el interior del planeta exhalaba en su interior el gas que ardía furioso como el fuego antiguo del que hablan las crónicas. Lo que vimos fue un grupo de extrañas y gigantescas criaturas, ¿Biogeológicas Superiores? No, nos dijimos, sólo nosotros podíamos ostentar ese título en Tandrel. No obstante, ante nuestros ojos se presentaban esas criaturas. Brotaban del interior semisólido del tronco de los árboles; máculas de cuerpos verdosos y agrietados, aparentemente más rocoso que cristaPágina 27


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lino. Algunos del grupo sugirieron que podrían ser residuos atávicos biogeológicos de algunos de los monstruos que poblaron antiguamente a Tandrel, recreados por la nieve índigo del Polo Sur. O, posiblemente, del mismo bosque austral de los míticos Violks. La última teoría parecía probable… Acaso no emanaron antaño de él los siete… —Ahórranos la lección de historia, Noigur —interrumpió Kleastroll arrojando de sus ojos de cristal de ónix un destello furioso de múltiples colores acerados, cual espectros de espadas acabadas de bruñir—. No nos recuerde que esta posible calamidad ya tuvo un precedente. Dime ya como reaccionaron las criaturas que han invadido el Bosque de Awvvix. —Las criaturas, mi Señor… Ellas… ellas simplemente se quedaron estáticas al lado de los árboles de los cuales emanaron… mirándonos fijamente con sus… no sé como explicarlo… Pero esas criaturas poseen tres ojos, sólo que uno está ubicado sobre su cráneo, ocupando toda su enorme superficie, como si la adaptación evolutiva lo hubiese desarrollado para mirar las estrellas. Los otros dos, se ubican donde las leyes cósmicas que rigen la morfología antropoide lo estipulan: en la parte superior del su rostro. El ojo craneal brillaba con los mismos destellos rosados de los troncos de los árboles, pero los que emergieron del interior de otras especies emulaban el color propio de su cristal, incluyendo el intenso color anaranjado de las plantas tubulares que se elevan más allá del límite visual. Los ojos frontales eran opacos, al parecer formados de la misma biogeología rocosa del resto de su cuerpo. Por lo demás, no distinguimos otro órgano sensorial: ni nariz, ni boca u orejas a los lados de su cabeza. Su naturaleza concentró en un solo canal perceptivo su acceso a la realidad exterior. »El ojo craneal de cada uno de ellos giró varias veces sobre sí mismo mientras se elevaba. Por un momento pensamos que se desprendería como las burbujas de las flores de Noilk, pero solo emergió lo suficiente del interior del cráneo para enfocarse en nosotros. La sensación fue de un pavor que se confundía con un placer descubierto en el instante. Fue como si los ojos drenaran a nuestros Vrilniks de su energía. La delicada luminiscencia nacarada que distingue nuestros cuerpos fue oscureciéndose: toda la radiación de nuestro cristal orgánico, junto a sus colores, huyeron hacia las pupilas de esos enormes ojos, que al parecer la necesitaban para poder ver… Pero, ¿ver qué tipo de realidad? No hubo mucho tiempo para reflexionar sobre ello. En un supremo esfuerzo de voluntad, ordené a los hombres que aún no habían colapsado que nos pusiéramos fuera del alcance de esos ojos… Solos, pues las criaturas de Akradio estaban entre las bajas que se esparcían por el claro del bosque y sobre la extraña colina de aspecto artificial. Luego de un penoso viaje de regreso, lo que vez es lo que ha quedado de mí y los demás. Kleastroll miró a Noigur con una expresión de repulsión. No se había detenido a observar los detalles de su degeneración. Fue mejor así, de haberlo hecho desde el principio quizás no se hubiera molestado en escuchar su informe. Del anterior ejemplar de saludable biogeología, sólo quedaba un cuerpo opaco y estriado de grietas Página 28


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que trazaban un alocado patrón geométrico. Noigur era un cristal apagado, muerto… Podrido para el estándar biogeológico. El planeta no hallaría nada que reciclar en sus Vrilnikz. Kleastroll no quería pensar en apelar a los únicos seres en todo Tandrel capaces de lidiar con el enigma. Quizás podía enviar emisarios a Urvonox, pero ello le daría una oportunidad a su cúpula sacerdotal de inmiscuirse en el delicado asunto de las relaciones políticas entre Dranveriz y Akhraft: respectivas capitales de los reinos de los hemisferios occidental y oriental del planeta Tandrel. No, lo mejor sería convocar a Akradio y proponerle una idea que acababa de destellar en su mente.

II La luz de Fergedril descendía sobre la ciudad de Dranveriz como si una gran piedra de amatista estuviese mudando de piel, a manera de las Serpientes Sagradas: arrojando capa tras capa de su luz púrpura en la que asomaban matices rosados y anaranjados sobre los edificios lechosos y opacos como las perlas. Estos eran teñidos por la radiación de la estrella anfitriona en un ritual de inoculación vital que no conocía la intervención de la oscuridad, ya que Tandrel carecía de rotación, quedando su lado occidental perpetuamente hacia la estrella, mientras Ankraft, en el lejano oriente, sólo era iluminada por la radiación interna del planeta. Los Versos Científicos de los Manuscritos de Axerkrönn decían que los Vrilnikz, buscando la armonía en la estructura atómica de un planeta camino a una absoluta cristalización, eliminaron de la ecuación vital del mismo el movimiento de rotación y la fricción de las capas tectónicas. Sólo se conservó el movimiento orbital alrededor de Fergedril, esto porque dicho movimiento era parte de la jurisdicción exterior: dominio de las leyes físicas del sistema planetario de Zerxp. La luz, pese a ser constante, parecía moverse conscientemente sobre toda la zona ecuatorial que miraba hacia la estrella: sobre las dunas de polvo de oro cristalizado del Desierto Incandescente, que exhalaba sus destellos de llamas doradas al oeste de Dranveriz así como por los complicados laberintos de vegetación de fluorita que arrojaban sobre la ciudad su aliento de pálido violeta. Parecía saltar de un edificio a otro, deteniéndose en algunos de ellos como magnetizada por la presencia de algún ser de poder en su interior. Su intensidad era la de un crepúsculo agresivo. Para los dranverianoz era el espectro de la luz viva que nació del seno de Fergedril para iniciar el largo viaje hacia el planeta más lejano de los once que componían su rebaño. No podían evitar la comparación de su experiencia de vida con las de los ankraftianos, cubiertos eternamente por las sombras de colores de su noche que parecía estar atrapada entre las radiantes protuberancias de sus montañas, sus amplios pantanos en la que los Vrilnikz adoptaban la forma de un cristal gelatinoso verde y ennegrecido, diferente en su composición molecular al que formaba la vida vegetal, y bloques urbanos donde la luz parecía confundirse al fluir a través de sus complicados diseños geométricos, que nada tenían que ver con la simplicidad arquitectónica de los de Dranveriz. Página 29


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En esa ocasión, la luz de Felgedril pareció envolverse en los destellos que a manera de sombras proyectaban los edificios y escabullirse en lo profundo del Palacio Real. Levantó el velo que la cubría sólo para revelar dos figuras portentosas. Una de ellas veía su reflejo sobre la lustrosa superficie del enorme cuerpo de Rey Kleastroll: un trozo antropoide de una especie de cristal de roca de una blancura intensa y compacta, como el mármol; una expresión biogeológica que ya no se producía en el planeta. Sus ojos eran dos óvalos de ónix colocados verticalmente sobre su rostro. Giraban constantemente sobre sí mismos, dando una sensación de artificialidad al organismo del rey. Kleastroll era un mutante para el estándar tandreliano de los últimos ciclos. Por su tamaño gigantesco y su presencia bien podría ser un héroe semidivino de los tiempos mitológicos del planeta, cuando los Vrilnikz le daban rienda suelta a su fantasía. Akradio apartó la vista de su reflejo, pues el cuerpo desnudo de Kleastroll era perturbador, posiblemente más por aquello que no poseía, como órganos sexuales, que por sus atributos visibles, entre ellos su cabello, un conjunto de filamentos tan negros como sus ojos, diferente en su composición biogeológica al resto de los tandrelianos. Pero por eso era el rey: por el hecho de ser una manifestación anormal de la vida inteligente de Tandrel… Y una de las primeras. —Lo que me propones es interesante mi Señor —profanó Akradio el silencio que desde hacía un buen tiempo reinaba en la estancia, una vez finalizada la alocución del rey—. Pero en la misma medida es arriesgado… Incluso los Vrilnikz de mi cerebro buscan la seguridad del sueño inorgánico ante el atrevimiento de su idea. —Pero no imposible —respondió Kleastroll con determinación—. Al menos no para ti mi bello Akradio, que has hecho vibrar nuevamente con tus artes alquímicas los Vrilnikz de criaturas que habían olvidado su lejana realidad biogeológica. —Sí, pero recuerda que lo hice con el consentimiento de los Drolkz —respondió Akradio suplicando comprensión—. Ellos, que emanaron antiguamente del bosque austral de los Violks, sólo me han dado acceso a una pequeña parte del tesoro biogeológico de sus fósiles. Recuerde mi Señor que yo mismo nunca he estado en el bosque, las criaturas que mencionó fueron extraídas por ellos mismos del lugar para obsequiarlas tanto a usted como al rey Yüaalk con el propósito de crear lazos de amistad entre Dranveriz y Ankraft. —Has mencionado indirectamente el principal elemento del derecho que tenemos de explorar y averiguar sobre el fenómeno del Bosque de Awvvix —dijo Kleastroll avanzando hacia Akradio quien le daba la espalda—. Los Drolkz no tienen jurisdicción sobre esa zona, es… —Con todo respeto mi Señor… —interrumpió Akradio volviéndose para mirar de frente a Kleastroll—. Pero los Drolkz tienen potestad sobre todo Tandrel… Solo el planeta mismo está por encima de ellos. Por un momento ambas figuras se miraron en silencio. Los óvalos sensoriales de Kleastroll giraban enloquecidos mientras una mancha como de plasma ardía púrpuPágina 30


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ra aquí y allá sobre su cuerpo. No le gustaba que intentaran abortar con razones acciones que sabía ya habían sido bendecidas por sus Vrilnikz. Pero reconocía que Akradio estaba en lo cierto. El alquimista de su parte no se inmutó por las señales de descontrol metabólico que transmitía el cuerpo del rey. Él mismo era una figura imponente. De los pocos tandrelianos cuya biogeología adoptó una cristalización metálica tanto en su textura como su aspecto. Parecía haber sido modelado de silicio, con un matiz grisáceo oscuro y brillante; armonía que sólo rompían sus dos ojos: esmeraldas inmóviles, engastada en un rostro que aparentaba ser aún más artificial que el de su interlocutor. —Pero claro… —continuó Akradio—, mis Vrilnikz, al igual que los tuyos, tienen sus propias ambiciones... Ya tengo una idea que podría tornar esas criaturas en aliados, o al menos, en instrumentos bélicos aún en contra de su voluntad. —¿Sí…? Entonces soy todo oídos —respondió Kleastroll mostrando con una sonrisa sus afilados dientes de ónix, que solían arrojar sus crepusculares destellos más allá de sus labios marmóreos, en muy contadas ocasiones

III Drolkz ¿qué tipo de energía se condensó para formar su materia? Las leyendas hablaban de un cuerpo celeste que impactó a Tandrel después que este ya había sido definido por los Vrilnikz en toda su morfología biogeológica. Sombrías especulaciones afirmaban que el planeta asimiló la estructura molecular del cuerpo extraño integrándolo a la suya, como solía hacerlo en los tiempos en que aún uno que otro meteorito venido del interior del sistema planetario de Zerpx, impactaba su superficie. Pero las leyendas dudaban que el cuerpo celeste que cayó en el bosque austral de los Violks haya tenido un origen local, o incluyo haya sido escupido cual gota de veneno cristalizada por Zerfix, la Constelación de la Serpiente Cíclope que preside sobre el Polo Norte del planeta. No, susurros que se deslizaban espectrales a través del tiempo que corría por la estructura hipercristalizada de la memoria del planeta, apuntaban a otras dimensiones o universos paralelos. Lo cierto es que los siete Drolkz emanaron del bosque austral muchos eones después de su conformación; por lo que se dudaba que fueran criaturas creadas en los primeros ciclos vitales del planeta como aquellas que constituían la fantástica galería de biogeología fosilizada. En otras palabras, no eran originarios de Tandrel. Surgieron como sombras fulgurantes desde el Sur, recorrieron, guiados por la luz de Felgedril, las regiones occidentales del reino de Dranveriz y continuaron avanzando tiñendo la línea ecuatorial con su rastro de partículas luminosas hacia la noche que se calienta a la lumbre fluorescente de la ciudad de Ankraft. Se detuvieron allí, sólo el tiempo suficiente para asombrar a sus habitantes –como lo habían hecho con los dranverianoz– con sus enormes figuras cristalizadas que, contrario a la forma de vida biogeológica antropoide nativa, no ostentaban una morfología de curvas sino de Página 31


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líneas rectas; con complejos patrones de ángulos y caras que los hacían parecer verdaderos cristales vivientes. Otra de sus características causaba asombro: no poseían un color determinado como era natural en todo Tandrel, gracias a la vibración de sus Vrilnikz con las diferentes radiaciones el espectro electromagnético, sino que su biogeología incolora dejaba traslucir miríadas de diminutos universos bullendo en su interior; como versiones miniaturizadas de universos verdaderos ¿o lo eran en verdad? Lo extraño era que, al desplazarse, partículas de esos astros interiores se desprendía y, al atravesar el cuerpo, dejaban una estela de colores jamás vistos hasta ese momento en el planeta. Luego de hacer su presentación oficial en todo el planeta, se dirigieron, junto a un grupo de Sacerdotes Mayores de Urvonox, hacia el norte de Ankraft. Allí construyeron el Templo Sagrado de Axerkrönn, institución que desde ese lejano pasado se ha encargado de regular la liturgia espiritual de Tandrel, anteriormente sólo prerrogativa de la teopolis de Urvonox en tanto vicaria del planeta mismo y sus diminutos dioses atómicos: los Vrilnikz. Estos no rechazaron los cuerpos extraños, sino que lo asimilaron como prótesis biogeológicas que contribuirían a la evolución de todo el sistema planetario en tanto ser inteligente. Y no se equivocaron. DROLKZ: El Bosque de Awvvix tiene invitados a los cuales no debemos dar la bienvenida. DROLKZ: Lo sabrán antes de que marchemos al norte para construir el Templo Sagrado del Espejo Cúbico… Nuestra morada definitiva en este planeta y en esta dimensión. DROLKZ: Kleastroll y Akradio no les importa que lo Vrilnikz tengan oídos. El alquimista es temerario, su genio ha dado con un método que funcionará a la perfección de sus planes, pero no para los de Tandrel. Es nuestro deber salvaguardar la integridad del planeta sin que él mismo tenga que intervenir. DROLKZ: Las criaturas se formaron en su seno en los primeros eones. Tandrel las percibe como entidades alienígenas porque esa primera fase de su formación sucedió antes de que los Vrilnikz sincronizaran sus funciones electroquímicas para formar una unidad de conciencia definida. Esas criaturas son las unidades biogeológicas más viejas del planeta, formadas por Vrilnikz con una composición molecular que no fue heredada por los Vrilnikz de segunda generación. Ya eran entes autoconscientes mucho antes de que el mismo planeta lo fuera: un primer ensayo de orden en medio de ese caos primordial. La armonización del caos los sepultó en el núcleo del planeta, luego del cese de la inestabilidad geológica de los primeros ciclos. Pero aún en estado de licuefacción conservaron su personalidad biogeológica, reptando en lo profundo del planeta como máculas amorfas compuestas de átomos carentes de cualquier disciplina en su periodicidad. DROLKZ: Ahora lo amorfo se cristalizó en una unidad de átomos que son fanáticos Página 32


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los unos de los otros. Desequilibran la armonía de los Vrilnikz. Los suyos vibran en sintonía con una radiación electromagnética fantasmal. Una fuerza alienígena con la que Akradio quiere jugar. DROLKZ: El Espejo Cúbico continuará por un tiempo siendo sólo un cuadrado imaginario en nuestro cosmos mental. No importa, no es el arma para esta batalla. Los enfrentaremos con la magia ordinaria de una de las fuerzas físicas del universo. DROLKZ: Esperemos que Akradio confirme el poder de sus artes alquímicas… Es justo que le permitamos experimentar la embriaguez divina de la creación. Así los Graulluks entenderán que Tandrel ha engendrado otras amenazas aparte de ellos.

IV La distorsión vibratoria al parecer comenzó a manifestarse en los enjambres de Vrilnikz que periódicamente manchaban la noche de Ankraft; exhalaciones luminiscentes de forma esférica que avanzaban desde el Hemisferio Occidental al Hemisferio Oriental bajo el capricho de una energía aleatoria, hasta que se extinguían de una manera tan espectral como solían aparecer. Irradiaban intensos colores azules o naranjas, estriados con descargas de plasma de iguales matices, como si los Vrilnikz que los componían estuviesen constantemente haciendo la conversión de materia a energía, quizás debido –según el folklore tandreliano– a que dichos Vrilniks pululaban en el espacio exterior en estado de hibernación, recuperando sus funciones vitales cada vez que algún viento de plasma emanado de Felgedril los alcanzaba. De repente, su proceso de extinción dejó de ser gradual hasta devenir en una abrupta desaparición, al parecer fruto de una especie de combustión, acompañada de palpitaciones chillonas y enfurecidas de sus colores. A los ankraftianos que habían estado en Urvonox, les recordaba su fuego, único lugar del planeta donde existía esa misteriosa realidad física. Muy pronto la demencia vibratoria se propagó a las entidades biogeológicas de la zona. El primer síntoma fue la experimentación de sensaciones inéditas, imposibles de definir, fruto de un patrón metabólico extraño, que los hacía creer que la interacción electro-química de sus Vrilnikz no era la usual; que estos no les pertenecían. En otras palabras, que estaban poseídos por una radiación alienígena. A continuación, exhibieron chillonas palpitaciones que superaban incluso la intensidad fluorescente de los colores que traslucían sus cuerpos. Cuando eso sucedía, las víctimas se quedaban estáticas, esperando difuminarse con la misma combustión enfurecida de los enjambres de Vrilnikz errantes. Pero nada sucedía. La distorsión vibratoria producía otro efecto en ellos: los convertía en autómatas cuyas únicas interacciones electroquímicas entre sus Vrilnikz era la necesaria para general el movimiento de sus cuerpos. Mientras las que tenían lugar en su cerebro –órgano con la organización atómica Página 33


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más compacta hasta el punto de que sus Vrilnikz se fundían constantemente sin alterar la cristalización–, entraron en estado de suspensión. El rey Yüaalk marchó hacia el norte en peregrinación al Monasterio de Axerkrönn para entrevistarse con los Drolkz, convencido de que tal anomalía no era fruto de un fenómeno manejado por fuerzas propias del sistema planetario de Zerpx o apadrinadas por la Constelación de Zerfix. En el primer caso, hubiese afectado primero a los habitantes de Dranveriz, ya que los enjambres de Vrilnikz que al parecer estaban propagando la peste, se formaban en lo profundo de su desierto de polvo de oro cristalizado, luego de descender del espacio exterior envueltos en llamaradas de plasma felgedriano. En el segundo caso, la teópolis de Urvonox en el centro del polo norte, sería en ese momento la víctima de la epidemia que afectaba a los ankraftianos. Modificó su metabolismo para colocar sus Vrilnikz en fase profética; recurso regularmente prohibido por los Drolkz pero no en situaciones de emergencia. Los pequeños dioses atómicos empezaron a decodificar la información atesorada en la luz con la cual vibraban, reordenando la distribución atómica de su cerebro en una estructura tridimensional de diseño poliédrico. Funcionaba como un filtro que descomponía las partículas lumínicas. De esa manera, podían interpretar el rastro energético que quedaba adherido a la luz desprendido de las formas materiales que había iluminado. Esa especie de videncia podía hacerse tanto a nivel espacial como temporal. Pero la última era del uso exclusivo de los Drolkz: era su acceso al futuro. No obstante, Yüaalk sabía que su videncia espacio lumínica sería limitada a unos pocos esbozos borrosos, debido a la ausencia de una fuente de luz directa en el Hemisferio Oriental, especialmente de aquella que le interesaba: la de la estrella Felgedril. Estaba seguro que el mal fue concebido en el reino de Dranveriz. Hizo que literalmente todo su cuerpo deviniera en una especie de ojo que giró su dilatada pupila, cubierta de una lúgubre luminiscencia marrón oscuro, hacia el Hemisferio Occidental, en un intento de magnetizar los residuos luminosos que agonizaban en los linderos de su propio hemisferio. Los primeros destellos de su videncia espacio lumínica se organizaron en imágenes cargadas de vida biogeológica vegetal. «Un bosque murmuró Yüaalk ¿pero cuál?» Sus Vrilnikz traducían en formas confusas la escasa luz que podían captar, robándole con gran esfuerzo sus secretos. Entre las formas biogeológicas vegetales se percibían otras formas antropoides de naturaleza más orgánica; totalmente alinígenas para el estándar morfológico de las manifestaciones superiores de vida tandreliana. ¿Qué eran? Creyó distinguir los enjambres esféricos de Vrilnikz suspendidos sobre unos ojos gigantescos que miraban desde el cráneo de las criaturas; alineados con la radiación que emanaba de sus pupilas. El proceso no era natural sino dirigido por una inteligencia externa. Un tipo de magia superior se estaba ejecutando en el Hemisferio Occidental. Pero lo que más le intrigaba a Yüaalk era la identidad de las criaturas. Quería saber, pero por más que lo intentara, su estructura cerebral de poliedros tridimensionales resultaba insuficiente para decodificar más información visual del escaso material lumínico a su disposición. Página 34


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Al menos pudo confirmar sus sospechas: las manos de Kleastroll, y con seguridad las de Akradio, movían los hilos que controlaban los enjambres de Vrilnikz errantes. De alguna forma los habían domesticados para convertirlos en sus títeres… En herramientas bélicas en contra de Ankraft. Se sintonizó nuevamente con su estado metabólico normal y dio la orden de reanudar la marcha al séquito de guerreros que lo acompañaba. Aún tenían que salvar el obstáculo de una cadena de burdas colinas de material policristalizado para llegar a su destino. Desde su posición veían como los destellos del Monasterio de Axerkrönn aturdían la noche oriental: llamas de una blancura etérea del fuego inextinguible que ardía en su estructura; compuesta de un solo bloque del más puro diamante, engastado sobre un saliente de la orilla sur del Abismo de Irnanngroz.

V DROLKZ: Bienvenido una vez más al Monasterio de Axerkrönn, Yüaalk. Sabes que es como estar en tu palacio, pero sin la comodidad de la radiación propia de tus Vrilnikz. Yüaalk agradeció con una inclinación de cabeza el recibimiento de los Drolkz. Notaba maravillado como la radiación de un intenso marrón que proyectaban sus Vrilnikz –que hacía que su cuerpo pareciera un trozo de ámbar que aprisionara un crepúsculo– se desteñía poco a poco, hasta que su masa biogeológica irradió el mismo fuego etéreo que permeaba todo el recinto del monasterio. Sus Vrilnikz fueron compelidos a reflejar la luz propia del lugar. Era una especie de ritual de limpieza al que se tenían que someter todos los visitantes. La manera en que los Drolkz sintonizaban a todo ser tandreliano con la pureza de su estado. Lo más extraño era que los Drolkz mismos mantenían su naturaleza biogeológica: cristales de una geometría antropoide que traslucían el claroscuro de universos alienígenas; manchas negras moteadas de constelaciones. El único matiz diferente en todo el monasterio. Su diseño arquitectónico era alucinante incluso para el estándar ankraftiano. Todos sus espacios podían ser percibidos simultáneamente. A través de sus paredes diamantinas se distinguían los monjes del lugar, así como los estudiantes para los distintos niveles sacerdotales venidos de Urvonox: todos igualmente irradiando desde sus nacarados cuerpos biogeológicos el fuego etéreo. Espectros níveos que parecían flotar bajo sus pies, sobre su cabeza, a su espalda y frente a él; con una misma figura multiplicándose en otros puntos del recinto. Reflejos que a su vez se confundían con miríadas de otras proyecciones originadas por otras figuras que quizás ya ni siquiera se encontraban en el monasterio, dejando detrás sólo esa huella visual. En el centro mismo del fenómeno se encontraban los Drolkz, con sus gigantescas figuras erguidas en una perenne postura hierática. A sus pies Yüaalk acababa de erguirse también para encararlos. Eran colosales, tomando en cuenta que Yüaalk, al igual que Kleastroll y Akradio, eran titanes que doblaban la estatura tandreliana promedio.

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DROLKZ: Ya sabemos la causa de tu visita. Tu videncia espacio lumínica es verdadera: el mal que afecta a los habitantes de Ankraft se originó en el Hemisferio Occidental, específicamente en el Bosque de Awvvix. DROLKZ: La luz que decodificaste portaba suficiente residuo energético de materia dranveriana como para sugerirte los nombres de Akradio y Kleastroll. DROLKZ: Vamos a intervenir. Pero no sólo para ponerle fin a este mal que eventualmente afectará todo el planeta, sino para acabar de una vez y por todas con el conflicto generacional entre los reinos de Dranveriz y Ankraft. No nos marcharemos hacia la orilla norte del Abismo de Irnanngroz sin antes dejar ese problema solucionado en el mundo exterior. DROLKZ: Ahora visualiza la totalidad de la verdad. Quien habló se encontraba justo al frente de Yüaalk. Era el séptimo Drolkz, el vértice superior del triángulo que le rodeaba. De la coronilla de su cráneo, en permanente fusión nuclear, se desprendió una gota de plasma. Poco a poco tomó la forma de un rayo de luz que avanzó hasta su entrecejo. A Yüaalk le pareció que salvó una distancia espacial inimaginable. Sólo podía compararlo con la distancia hipotética recorrida por una radiación que alcanzara a Tandrel desde los abismos interiores de la Constelación de Zerfix. El rayo de luz atravesó el entrecejo y se dirigió al suyo; lo penetró y se distribuyó a través de la estructura poliédrica de su filtro cerebral, inundándolo con su visión. La escena que contempló estaba estática en el espacio, pero animada por el recorrido de un tiempo que abarcaba todos los episodios que componían su pasado. Vio el surgimiento de los Graulluks: las primeras formaciones biogeológicas de Vrilnikz en medio de un caos que pronto se cristalizaría en una joya celeste llamada Tandrel. El cataclismo que los sepultó en el núcleo del planeta; apéndices atávicos olvidados por los Vrilnikz posteriores pero no por la sobrevivencia. Su reorganización. Su ascenso en forma de gránulos cristalinos separados a través del hermetismo atómico de la corteza tandreliana. Su brote como retoños biogeológicos orgánicos que asumían un patrón de crecimiento vegetal. Un fenómeno impulsado por una energía, o propósito, que sólo recientemente había dejado de ser un misterio para los Drolkz. Los efectos de su radiación óptica sobre los cazadores dranverianos del cristal Noilk. Noigur y sus compañeros literalmente se pudrieron. Involucionaron en estructuras biogeológicas vidriosas de periodicidad atómica amorfa. Su último acto fue fragmentarse en mil pedazos cuyos Vrilnikz no fueron reciclados y reintegrados al metabolismo general del Tandrel: habían padecido la muerte de la descristalización. Por último, la tecnología que desarrolló Akradio para explotar a favor del Reino de Dranveriz el poder de los Graulluks… Sin terminar de asombrarse por esa revelación, Yüaalk sintió la resonancia de la voz de un Drolkz refractar las radiaciones de sus Vrilnikz. DROLKZ: Has de saber que hemos permitido que Akradio actuara para sondear el potencial de su genio. No nos ha defraudado. Su arte ha alcanzado niveles que se acercan mucho a los de un ser independiente, con recursos indiviPágina 36


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duales que rebasan las virtudes dispensadas colectivamente por el planeta Tandrel a sus unidades conscientes, y aquellas que le transmitimos nosotros durante nuestra estadía en Dranveriz. Recuerda que el propósito primordial de nuestras enseñanzas alquímicas, era que concluyera el proceso de cristalización evolutiva en las zonas fósiles del planeta, formadas por Vrilnikz primitivos de primera generación sumidos en un estado de hibernación. Y hay que reconocer que lo ha logrado, excepto en aquellos lugares en que se lo prohibimos, incluyendo algunos niveles de la ciudad de Urvonox o con ciertas criaturas fosilizadas del bosque austral de los Violks. Pero su ambición le ha mostrado caminos internos que conducen a zonas desconocidas de su propio Ser, como si sus Vrilnikz estuviesen vibrando con radiaciones emanadas del ojo único de la Constelación de la Serpiente Cíclope, la gigante roja Exfisor. Admitimos que su caso es fascinante. Por ahora abortaremos su acción, pero no su capacidad de accionar por sí mismo. Akradio nos reserva otras sorpresas. DROLKZ: No te preocupes por tus súbditos, simplemente sus Vrilnikz han disminuido a su mínima expresión la frecuencia de sus vibraciones, impelidos por la radiación alienígena de los Graulluks. El tiempo que traza su luz es lento y pesado. Ese conocimiento nos ha llevado a creer que quizá el encierro de los Graulluks en el núcleo del planeta no fue una mera casualidad. Es posible que haya sido un acto deliberado de la conciencia colectiva que Tandrel adquirió posteriormente. Una reacción de su instinto de conservación. DROLKZ: Aún no hemos podido penetrar del todo el misterio de los Graulluks. El nacimiento del tiempo en este universo está envuelto por velos brumosos difíciles de apartar. Esa es una de las razones por la cual crearemos el Templo del Espejo Cúbico. El tiempo de este universo no pude guardar secretos para nosotros, incluyendo la existencia de otros universos… ¡El universo sabe!

VI Las partículas de oro cristalizado del Desierto Incandescente, elevaban sus inusuales formas hexagonales cada vez que un nuevo enjambre de Vrilnikz descendía envuelto en llamaradas de plasma a pocos metros de su superficie, magnetizadas por la energía intrusa. Cubrían con un aura dorada de chispas incandescentes la esfera que tomaba forma al instante, gracias a la sincronización vibratoria de los Vrilnikz con la energía que resultaba de la fusión del plasma de la estrella Fergedril. Proceso que tenía lugar continuamente durante la existencia de los enjambres. Muy pronto el velo dorado era rasgado por los intensos destellos azules y anaranjados que emanaban metálicos de las esferas, despejando el camino hacia la ciudad de Dranveriz. El

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proceso se repetía cientos de veces, especialmente durante el perihelio de la órbita del planeta alrededor de Fergedril. El cromatismo incoloro, propio del vacío carente de atmósfera que constituía la frontera entre Tandrel y el espacio exterior, se veía de pronto teñido por la estela de colores que dejaban tras de sí los enjambres errantes en su vertiginosa marcha hacia el Hemisferio Oriental, donde se apagaban envueltos por las sombras de Ankraft. Su ruta seguía invariablemente la línea ecuatorial. Pero de pronto, los ciudadanos de Dranveriz se vieron privados del espectáculo. Desde hacía un tiempo, los enjambres de Vrilnikz tomaban un curso que pasaba muy al norte de la ciudad; trazando una línea diagonal que los llevaba desde las profundidades occidentales del Desierto Incandescente, hasta el Bosque de Awvvix. Desde su cuartel general, levantado en la frontera sur del Bosque de Awvvix y al noreste de Dranveriz, Akradio manipulaba el complicado mecanismo compuesto por una diversidad de cristales poco comunes. No eran parte de la geología vital de Tandrel, sino que fueron extraídos desde el bosque austral de los Violks. Sus Vrilnikz vibraban con una fuente interna de energía única en todo Tandrel. Una energía añeja y poderosa, que radió en los primeros eones de la formación del universo desde estrellas compuestas por moléculas ya desaparecidas en la versión última de aquel. Instalados sobre un gran disco, desde todas las facetas de su complicada geometría, emanaban finos filamentos que se elevaban varias millas para formar una gigantesca red cóncava a manera de parábola. Los filamentos eran el producto del cultivo artificial de los Vrilniks que componían el sistema nervioso de Urvonox. Su función era canalizar la energía de los cristales, cuya frecuencia era tan rápida que la hacia invisible a pesar de ser parte original del espectro del universo local. La corriente energética, una vez trasportada hacia la red, se concentraba en un campo magnético: única fuente de energía tandreliana capaz de contrarrestar la energía de los enjambres de Vrilnikz errantes, que en sí mismos eran pequeñas versiones del núcleo de Fergedril. Sólo la energía magnética que le dispensaba Exfisor a Urvonox –venida igualmente del espacio exterior– la superaba en intensidad. Pero esta sólo alcanzaba oblicuamente el ecuador en el afelio orbital entre Tandrel y Fergedril, sobre todo durante la misteriosa conjunción que tenía lugar cada quince órbitas entre aquel y Exfisor. Finalmente, la corriente era proyectada hacia una circunferencia de filamentos que rodeaba el área donde se encontraban los Graulluks, formando otra red que los cubría. Era esa segunda red que imantaba las esferas de Vrilnikz errantes, reteniéndolas lo suficiente para que sean cargadas con la energía de los Graulluks. Luego eran liberadas para que marcharan a cumplir su funesto destino. Muy pronto los Vrilnikz de los ankraftianos empezaron a bailar al son de la radiación alienígena; imitando los bruscos cambios de matices que padecían los colores de los Vrilnikz errantes. Era como si sus colores lanzaran gritos de agonía. El nivel lumínico de la biogeología ankraftiana poseía la intensa fosforescencia propia de la vida adaptada a la oscuridad. Pero la radiación alienígena aceleraba la vibración de sus Vrilnikz a niveles alucinantes. Sus colores se derramaban, cual fuego líquido, por Página 38


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su estructura atómica, desbordándose hacia el exterior con destellos crepitantes y grotescos, dando la sensación de que eran el reflejo de dicha radiación desde una materia burda y primitiva; de una organización atómica de un amorfismo para el cual no existía un nivel lo suficientemente inferior en su escala involutiva. Parecían haber devenido en organismos de carne. Igualmente errantes a través del laberinto de escaleras que conectaban cada nivel de la metrópolis, formados especialmente de amatista y una especie de plata cristalizada que conservaba su cualidad visual metálica. La ciudad era como un árbol gigante, cuyo tronco estaba constituido por un sistema exoesquelético de vigas que a su vez funcionaban como túneles de acceso entre cada uno de los cinco bloques urbanos que formaban un nivel determinado. Los bloques colgaban del exoesqueleto como enormes colmenas que adoptaban una expresión arquitectónica según la figura geométrica que le sirviera de base. Todo esto le daba a la ciudad de Ankraft un aspecto lúgubre, que despertaba una repugnancia instintiva tanto en los habitantes de Dranveriz como en los de Urvonox. Pues las colmenas parecían palpitar con vida propia, debido a la ilusión óptica que su radiación interna provocaba en la eterna oscuridad que la rodeaba. Bien podrían ser los huevos desovados por una forma de vida monstruosamente simétrica, ajena a la mecánica reproductiva del planeta. Algunas teorías explicaban el conflicto entre los reinos de Ankraft y Dranveriz como una forma externa de un enfrentamiento entre los principios opuestos de la Oscuridad y la Luz que animaban ambas ciudades, y no motivado por un intento dranveriano de romper con el monopolio ankraftiano en la explotación de ciertos recursos naturales, como la extracción del veneno alcaloide de las Serpientes Sagradas del Abismo de Irnanngroz. Ankraft era el centro industrial de Tandrel, origen de toda manufactura tecnológica consumida en el planeta, mientras que Dranveriz era una especie de centro recreativo renacentista, tanto por la belleza de su arquitectura, la de sus colores de una suavidad onírica sobre todo en sus habitantes, así como por la de sus paisajes. Incluso se decía que Akradio era en verdad oriundo de Ankraft. No había otra forma de explicarse su genio inventivo. Pero algo que no podían negar ni siquiera los mismos ankraftianos, en caso de que estuvieran conscientes para notarlo, era que con el deambular sin objeto de sus cuerpos a lo largo y ancho de todos los niveles de la gigantesca metrópolis, el aspecto de ésta adquirió un aura aún más luctuosa y siniestra. Akradio no necesitaba utilizar el recurso técnico de la visualización espaciolumínica para ver lo que sucedía o había sucedido en otros puntos del espacio. Le bastaban sus ojos esmeraldinos, potenciados por su propia ciencia con una aceleración de las partícula subatómicas de su Vrilnikz, que no sólo igualó la visualización tiempo lumínica de uso exclusivo de los Drolkz, sino que en un acto de genialidad blasfema, se acercó peligrosamente a la visualización tetradimensional que estos buscaban implementar con la creación del Templo del Espejo Cúbico. Es por ello que el asombro de lo que vio, se manifestó primero en los destellos de sus ojos facetados: sobre la elevación del claro del bosque donde se encontraban los Graulluks, estaban los siete Drolkz formando un círculo, con sus rostros estrellados mirando hacia la circunferencia boscosa que se había convertido en la guarida permanente de los primeros enPágina 39


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tes biogeológicos de Tandrel. No estaba seguro del momento en que los Drolkz penetraron en el Bosque de Awvvix. Rápidamente ejecutó el ritual de la visualización tiempo lumínica, tratando de extraer alguna información del pasado atesorado en la luz de Felgedril, pero no pudo ver nada. No podía explicarse esa ausencia dentro de sí mismo. Era como si el poder de los Drolkz hubiese borrado de la memoria de la luz el tiempo que había trazado al alumbrar esa parte del bosque. Él no recordaba haber notado la presencia de ellos anteriormente. También la desactivación de la radiación de los cristales y la red magnética parecía haber sido llevada a cabo en un lapso de tiempo fantasma. Ninguna esfera de Vrilnikz errantes estaba suspendida sobre el claro del bosque. De hecho, toda su actividad vital había entrado en un estado de quietud muy parecido a la hibernación. Ni los enjambres de Vrilnikz lo sobrevolaban, ni las flores Noilk exhalaban sus burbujas. Sólo existían dos fuentes de actividad vital en todo el Bosque de Awvvix: los universos interiores de los Drolkz parecían avanzar hacia el exterior de sus cuerpos traslúcidos; sus espirales se retorcían como si cada uno de los cuerpos celestes que las componían fueran Quasars. Por otro lado, el tercer ojo de los Graulluks ya no miraba hacia la zona aérea donde antes se encontraban varados los enjambres de Vrilnikz errantes, sino que observaban fijamente el bullir lumínico dentro de los cuerpos de los Drolkz. Sus pupilas ardían con los destellos azules y naranjas propios de la radiación que recientemente habían vampirizado de sus víctimas. Su avidez se renovaba al percibir el pintoresco espectro de radiaciones que recorrían el interior del cuerpo de los Drolkz. La voz de Kleastroll se escuchó a la espalda del alquimista. El rey visitaba regularmente las instalaciones para enterarse de cómo marchaba el suministro de Vrilnikz errantes hacia Ankraft, consciente de que era necesario mantener un bombardeo constante, de lo contrario, los Vrilnikz de los ankraftianos se sintonizarían nuevamente con las radiaciones usuales. Akradio le explicó como en estado de trance lo que sucedía, pero sin poder sustraerse de la escena en el Bosque de Awvvix. De repente, se dio cuenta de que en algún momento se había establecido una conexión vital entre él y los Drolkz, pero sin saber cómo o cuándo. La voz de su conciencia colectiva resonó en su interior: La energía de los Graulluks es de una naturaleza metamórfica, puede adoptar la esencia de cualquier otra radiación de nuestro espectro electromagnético. Esa energía se proyectó en los primeros eones de nuestro universo, al igual que la de los cristales del bosque de los Violks, pero por alguna razón desconocida, incluso para nosotros, despareció del espectro. Contrario a la energía de los cristales, que es local, es posible que se haya originado en un universo paralelo, lo cierto es que sólo existe como reserva en el interior de los Graulluks, o más bien, condensada en su misma materia corporal. Para sobrevivir en el exterior, sus Vrilnikz necesitan absorber la energía directamente de otras formas de vida y reajustar su frecuencia vibratoria a la suya. ¿Por qué no asimiPágina 40


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lan las radiaciones del espectro en su estado puro como hacen los demás Vrilnikz del planeta?... Eso también es un misterio. Al parecer la cualidad de la energía que ha sido condensada en materia cristalizada por los Vrilnikz de todo Tandrel y metabolizada en la química particular de cada elemento que lo forma, especialmente los más complejos, resulta más idónea para su mecánica de sobrevivencia. O más nutritiva, debido a que ha sido fortalecida por el proceso llamado vida. Akradio, ya has jugado lo suficiente con una fuerza cuyo potencial destructivo no comprendes. Te hemos permitido hacerlo hasta ahora porque entendemos que estás poseído por el genio del saber y del hacer; genio que en cierta forma alentamos en ti. Estamos conscientes de que el conflicto entre Dranveriz y Ankraft sólo fue una excusa para satisfacer tu curiosidad inventiva. Pero ya es momento de ponerle un fin a este juego macabro. Los Graulluks tienen el potencial de contaminar el planeta entero con su radiación. Su hambre instintiva sólo crece al ser alimentada. Son seres primitivos cuyos Vrilnikz no evolucionaron lo suficiente para diseñar la compleja cristalización que requiere el órgano de la inteligencia en las formas biogeológicas superiores. Los enjambres de Vrilnikz errantes no serán suficientes para satisfacer su hambruna. Así que no te engañes por su aparente poder. A partir de ahora, sólo serás un observador. Nuevamente Akradio presenció la escena en el Bosque de Awvvix, pero en esa ocasión era como si fuera parte de ella. Sus ojos ya no eran portales entre dos puntos del espacio, sino que devinieron en elementos del decorado boscoso. Él mismo en una pequeña partícula entre las gigantescas formas de los Drolkz y las no menos ciclópeas de los Graulluks. Entonces, fue testigo del inicio de un extraño ritual mágico. Al principio le pareció como si los universos interiores de los Drolkz hubiesen traspasado la frontera de sus cuerpos y, extendiéndose hacia el exterior en un uniforme patrón centrifugo, se hubieran mutado en una realidad extraña. Akradio no podía definir el fenómeno de otra forma. Lo cierto era que en un acto de prestidigitación perceptual –que incluyó su noción del tiempo, pues no fue consciente del preciso instante de la transformación–, los cuerpos celestes y nebulosas de los universos, que por un momento minaron el espacio entre el círculo de los Drolkz y la circunferencia trazada por el lindero de formas de vida vegetal donde estaban los Graulluks, desparecieron, o se fusionaron para formar un extraño patrón simétrico. ¿Qué era esa novedosa realidad física? Akradio no podía siquiera conjeturarlo. Era física en el sentido de que de alguna forma se fusionó con una manifestación de su misma naturaleza contenida en el universo local, pero al mismo tiempo abstracta, pues sabía que era una especie de proyección de los universos que se distinguían dentro del cuerpo de los Drolkz. Aceleró el movimiento de las partículas subatómicas de sus ojos intentando acercarse lo más posible a la velocidad de la luz. No era un recurso perfecto, lo sabía, pero al menos le abriría otras puertas. Página 41


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Entonces vio que el patrón simétrico era el resultado de una fusión entre el espacio y el tiempo, con miríadas de partículas, desconocidas para él, que se movían desde el plano de la energía pura al de la materia conectando, o más bien, pegando unas con otras las demás partículas subatómicas, átomos y moléculas que formaban un continuum entre ambas manifestaciones. Pudo ver la serie de condensaciones provocada por dichas partículas, desde las formas de vida conscientes más pequeñas de su propio universo, los Vrilnikz, hasta cada elemento constituido por ellos, incluyendo el planeta Tandrel y la materia biogeológica de la cual él mismo estaba hecho, así como toda clase de expresión de la materia en su universo. Las partículas jalaban, adherían, compactaban. Un espectro de influencia que iba desde los fotones que formaban la luz hasta las estrellas más gigantescas. ¡Esta alquimia de dioses!, como le pareció a Akradio, afectaba el espacio pero también el tiempo. ¿Pero cómo? No podía responderlo, ya que los conocimientos que los Drolkz le impartieron sobre la realidad del espacio-tiempo, la materia y la energía, no iban más allá de la simple y escueta revelación de la existencia de dichos fenómenos que, según ellos, ya era conocida por seres inteligentes que existieron en el ciclo anterior de su propio universo… Antes que se reciclara a sí mismo. Las partículas alcanzaron a los Graulluks, mucho antes de que el patrón simétrico del espacio-tiempo alienígena lo hiciera. Sintieron que la fuerza que los adhería al suelo del Bosque de Awvvix fue sustituida por un doble de sí misma, pero con un propósito predador. Los Graulluks comprendieron instintivamente que la materia de sus cuerpos estaba bajo la influencia de otra fuerza de gravedad, que actuaba desde los universos interiores de los Drolkz. Intentaron sustraerse a su influjo, pero ya era muy tarde. Akradio vio como las partículas invadieron la región subatómica de los átomos que componían sus Vrilnikz. Ya sólo eran siluetas que se distinguían sólo por la incandescencia azulada que adoptaron las partículas que los infestaron, sumergiéndolos poco a poco en el espacio-tiempo alienígena; cada vez más, como si tiraran de ellos para sepultarlos quizá en otro núcleo planetario, más hermético que el de Tandrel, del cual habían escapado tras un esfuerzo de eones. La reacción de sus Vrilnikz fue igualmente instintiva. Akradio se dio cuenta que los pequeños dioses repentinamente despertaron a una realidad que rebasaba tanto su comprensión como la suya propia: ¿por qué las partículas, la fuerza de gravedad alienígena, ejercía un efecto más poderoso en sus cuerpos que la fuerza de gravedad del universo local? Ese enigma fue respondido por otro enigma. Inmediatamente pensó en el extraño fenómeno de aletargamiento del metabolismo electroquímico que la radiación de los Graulluks provocó en los Vrilkniz que vibraban con su frecuencia, como en el caso de los ankraftianos, que literalmente se habían convertidos en seres autómatas bajo su influencia. Definitivamente —se dijo— hay una diferencia dimensional detrás de la desincronización. Un extraño fenómeno lo hizo enfocar su atención nuevamente hacia la realidad externa. Los Vrilnikz de los Graulluks estaban intentando inocular las emisiones energéticas de las partículas gravitacionales con su propia radiación, en un acto de Página 42


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autodefensa refleja. Pero contrario a lo que sucedió con los Vrilnikz locales, las partículas continuaron no sólo vibrando con la frecuencia energética de las radiaciones de su universo de origen, sino que estaban absorbiendo la de los Graulluks. Muy tarde se dieron cuenta que era más que una absorción: era la conversión de su materia en energía para ser instantáneamente vampirizada. Entonces, los Vrilnikz de los Graulluks pusieron en marcha un proceso que asombró a los mismos Drolkz: decidieron tomar en sus manos el proceso de conversión, abandonando la fase material de su realidad. Y así lo hicieron. Repentinamente, toda esa área del Bosque de Awvvix se estremeció ante el poder desatado por la fusión nuclear. La energía liberada de lo que fueron los cuerpos de los Graulluks, giraba con destellos azules y anaranjados alrededor del círculo de Drolkz, cada vez más rápido, liberándose de esa manera del jalón gravitacional de las partículas, y por ende, emergiendo de la prisión del espacio-tiempo alienígena. Los Drolkz sabían muy bien la intención de lo que ahora sólo podía calificarse como la Conciencia Energética de los Graulluks: en vez de intentar cubrirlos con su energía, como Akradio supuso al iniciarse las revoluciones, instintivamente buscaría el refugio del espacio exterior y, una vez allí, viajarían hacia el siguiente planeta del sistema de Zerpx, Aniännky; seguramente utilizando como vehículos los Vrilnikz que pululan en estado de hibernación en la frontera exterior de Tandrel, ya que como manifestación energética residual en ese universo, su mecanismo de sobrevivencia necesitaba una plataforma material desde la cual poner en marcha la técnica que le permitía absorber otras radiaciones, metabolizarlas y hacerlas vibrar con su frecuencia. Pero los Drolkz tenían otros planes. Su tejido espacio temporal se deshizo: el tiempo engulló a su gemelo espacial, y a continuación, empezó a devorar la Conciencia Energética de los Graulluks cuyo destello ya se había elevado lo suficiente como para soñar con futuras condensaciones materiales. Akradio tampoco podía dar cuenta de ese fenómeno, a no ser que asumiera el tiempo, al menos el tiempo de los Drolkz, como una forma de energía en sí mismo, más que una dimensión del espacio. Un monstruo cuya fuerza de gravedad tuviera el poder de aherrojar no sólo a la luz, sino incluso a partículas más veloces que ellas; partículas que en su universo podía viajar en el tiempo, pero sin quedar varadas en su prisión dimensional. Por otra parte, Akradio ya no veía las partículas gravitacionales. Sólo una gran oscuridad se distinguía alrededor de los Drolkz. La visión cuasi tetradimensional de Akradio no podía penetrarla. Y si no podía hacerlo, se dijo, entonces tal fenómeno no era el tiempo en fase dimensional, sino una forma de energía. Sí… ¿Pero de qué tipo? Casi podía jurar que era una forma negativa del tiempo natural, del tiempo conocido. Y la fuerza de gravedad del tiempo no sólo tiró hacia sí la Conciencia Energética de los Vrilnikz, sino que la desgarró en el proceso. Akradio nunca imaginó que podía ver la luz caer en picada como si fuera un objeto material. Y mientras descendía, la radiación de dividió en siete destellos que se estrellaron justo al frente de los siete Drolkz. Los destellos permanecieron inmovilizados, incapaces incluso de expandirse Página 43


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en la distancia cuántica que cubría un fotón. Por un momento, Akradio pensó que la energía –para entonces de un matiz tan diamantino como el de la luz del Monasterio de Axerkrönn– se convertiría nuevamente en materia. Pero no fue así. Sin asegurar si era una ilusión óptica, podría jurar que la energía se congeló. De alguna manera sus fotones aquietaron el bullir de su movimiento. Despacio, la fuerza de gravedad del tiempo alienígena se retrotrajo hacia el interior de los Drolkz, hacia sus universos internos. Allí dentro, el alquimista percibió como los destellos quedaron encapsulados dentro de formas energéticas del tiempo, pero no del tiempo que se manifestó en el exterior, sino del tiempo natural. Su visualización le regaló una última escena: en ella el tiempo fluía en un proceso que iba del estado de energía pura al estado de cuarta dimensión espacial, descendiendo hasta el estado material de la tercera dimensión. Todo ello, comprendió Akradio no sin un estremecimiento, utilizando como materia prima la energía que antes formó a los Graulluks. Y no era la única fuente. Sobre ella, a su alrededor y debajo de ella, se extendían miríadas de capsulas energéticas del tiempo encerrando billones de modalidades energéticas de todo tipo de frecuencias y matices; portando una identidad electromagnética tan diversa que evidenciaba una alucinante variedad de orígenes; una alucinante variedad de antiguas vidas. Ante tal revelación de poder divino, Akradio sólo atinó a preguntarse ¿por qué necesitarían los Drolkz la tecnología híperdimensional que planean desarrollar en el Templo del Espejo Cúbico si ya contienen todas las dimensiones y universos dentro de ellos? En ese momento, Akradio no se imaginaba que en un futuro lejano, él sería el primer tandreliano en ser testigo de la verdad que le respondería esa pregunta. Mientras tanto, y sintonizando nuevamente su conciencia con el exterior, vio las gigantescas figuras de los Drolkz formando un círculo a su alrededor. No sabía decir si rodeaban su cuerpo físico, o sólo su proyección en el Bosque de Awvvix; simplemente no estaba seguro de su verdadera ubicación espacial. Sus ojos recorrieron los rostros de los Drolkz. En ellos parecían traslucirse el tercer ojo de los Graulluks, como espectros que lo observaran desde el más allá, con la misma avidez instintiva que los caracterizó en vida. Involuntariamente, Akradio retrocedió, o algo en él lo hizo. Pero pronto sus ojos descendieron sobre el resto del cuerpo de los Drolkz. En vez de los universos pletóricos de estrellas, aún se mostraban las formas energéticas del tiempo, dentro de las cuales, para su alivio, se encontraba la Conciencia Energética de los Graulluks, prisionera en esas escalofriantes mazmorras de gravedad.

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CURRICULUM

O

dilius Vlak es el seudónimo de Juan Julio Ovando Pujols (Azua, República Dominicana). Escritor con una contínua formación autodidacta; periodista y traductor independiente. Como traductor se ha dedicado a traducir textos inéditos en español, ya sean ensayos, cuentos o poemas, relacionados con la literatura de género. Entre ellos una serie de las historias de ciencia ficción pulp de Clark Ashton Smith, publicadas en su momento en la revista Wonder Stories. Como escritor, tiene dos libros de poemas en prosa inéditos en imprenta pero cuyos textos, al igual que sus traducciones, están publicados en el Blogzine Zothique The Last Continent: «Tumbas sin fondo» y «Plexus lunaris». Dos historias de su ciclo de fanta-ciencia histórica, «Descarga de meteoritos en la Batalla del 19 de Marzo» y «Juegoedrox platónicos», fueron publicadas en formato e-book por esta misma editora en julio del 2014 con el título de «Crónicas Historiológicas I». Igualmente fueron publicadas en papel por la editora independiente puertorriqueña La Secta de los Perros, bajo el título de «Crónicas de Ouroboros». Su fantasía histórica, «Centauros en el Nuevo Mundo», será incluida en el próximo número [marzo 2015] de la revista «Ámbitos de Encuentros» de la Universidad del Este, Puerto Rico. Otra de sus historias, «Futuro post-mortem», se incluyó en el # 4 [enero-junio, 2015] de «Tiempos Oscuros»: dossier dedicado a la República Dominicana y Puerto Rico. Es un colaborador regular de la revista digital de microrelatos fantásticos, miNatura. También formó parte del jurado en el concurso de microficciones fantásticas 2014 de dicha revista. Representó a su país en el Primer Congreso de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción del Caribe Hispano, celebrado del 6 al 8 de octubre en el recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.

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