El libro de Manuel

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En alguna ocasión Andrés coincidiría en que todo lo que había precedido y seguido a la entrada de las hormigas en el chalet era de una confusión total, no tanto por el magma intrínseco de esas situaciones, sino porque a él, observador mal calificado para la tarea, le tocaba ahora para colmo manejar los materiales del que te dije, eso que el susodicho llamaba fichas pero que eran cualquier cosa desde fósforos quemados hasta plagios de la Ilíada y enfrentamientos confusos a la luz de un roñoso cabito de vela, de manera que anda a sacarle punta a la madeja. Gentes como Gómez o Heredía, por ejemplo, hubieran pisado en firme en ese terreno como lo probaba el hecho de que se estaban mirando con un aire jodón y satisfecho, allí donde estuvieran porque eso ni Andrés ni Lonstein tenían la menor idea y no les importaba demasiado, se miraban y Heredia le pasaba su cigarrillo a Gómez que chupaba con ganas y se lo devolvía, tendidos boca arriba en un piso de cemento y compartiendo el mismo y único cigarrillo, al pie de una ventanilla mugrienta por donde crecía el alba y la forma de una cruz de hierro llena de telarañas, al final se la dimos por el caño'e la verdura, dijo Gómez entre dos pitadas, y Heredia se dobló un poco como si algo le doliera y le rozó un hombro con los dedos, claro que se la dimos, fue la gran Joda, viejo. Pensar que querían matarlo ellos mismos, dijo Gómez divertido, ahí sí que nos fregaban. La imagen exterior, dijo Heredia, anda a explicar en Guatemala o en la Argentina que no éramos nosotros, que habíamos cumplido la palabra. Y en alguna otra parte no faltarían los que se acordaban de la cara del Vip saliendo del water y precipitándose en los brazos del Hormigón, gracias, mi hermano, gracias, mientras el comisario Pillaudin los miraba con un aire de cachondeo disimulado, no faltaría más, don Gualberto, si no les entramos con todo antes fue porque queríamos protegerlo, fíjese que estos desalmados eran capaces de matarlo a sangre fría, palmadas y abrazos y el Hormigón mirando por encima del-hombro del Vip para asegurarse de que el hormiga-cho había dejado caer la pistola de Marcos, no fuera cosa de que el Vip se avivara, pero qué, tan emocionado mientras Pillaudin recogía la pistola con lo cual las posibles huellas digitales, y a la vez la sonrisa sobradora de Pillaudin, todo se ordenaba de la mejor manera y en todo caso, pensó el Hormigón que era un tipo realista, no pudimos cumplir la orden pero lo mismo allá se quedarán contentos, esto es lo que se llama desmantelarles el nido a estos cabrones, don Gualberto, ya no van a volver a joder por estos pagos. Y eso también lo sabían Gómez y Heredia pero seguían fumando callados, viendo subir el día,'imaginándose las noticias latinoamericanas, fue la gran Joda, viejo, y es lo que cuenta, lo único que cuenta hasta la próxima. Seguro, dijo Heredia, Marcos hubiera pensado lo mismo, no te parece.


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