Gisela Cano - Solo ida

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Escola d’Art La Industrial Comte d’Urgell, 187 08036 Barcelona

Papel espejo

A todas las personas que sufren depresión. No estáis solos…
Hoy es otro día aburrido.

Una mujer se retoca el maquillaje a la espera de su tren. Un hombre con maletín se arregla la corbata. Los adolescentes corren para no llegar tarde a sus clases. Algunos ancianos se les ve desorientados. Observo y la mayoría son miradas fijas en sus teléfonos móviles, chateando con otra gente, viendo las noticias o revisando sus redes sociales. Se oyen los bostezos de primera hora de la mañana y el mismo pitido de cierre de las puertas.

Hoy tampoco ha cambiado nada. Sigo viendo a la misma multitud viviendo sus vidas de la misma manera que ayer. ¡Cómo no se mueren de aburrimiento! La monotonía se respira en el ambiente y siento que me ahoga. Odio la rutina pero estoy atrapada en ella y no tengo fuerza para salir adelante. No puedo pensar en soluciones. Se está desatando una guerra en mi cabeza desde hace tiempo y parece no tener fin. Mis pensamientos alzan sus armas para destruirme lentamente.

Cada día que pasa es una batalla perdida. Cada día que pasa es un aliento desperdiciado. Cada día que pasa es…

Algo dentro de mí ha explotado. Es como si me hubieran apuñalado repetidas veces en el pecho. Me pesa el cuerpo. Estoy cansada. Me abruma incluso la música: ya no me emociona y aunque escuche una nueva canción siento que ya la he escuchado antes. No puedo hacer nada. Forma parte de la monotonía de mi vida.

Escucho el sonido del metro acercarse. Las ratas se esconden en huecos minúsculos. Ahora que lo pienso, se me parecen en lo huidizas y como ellas, me escondo en cualquier lugar lejos de la realidad. Escapar de lo que es vivir.

El ruido del metro se vuelve más nítido. Me acerco a las vías.

La muerte es un pensamiento recurrente que rodea mi mente. Desearía estar soñando. Despertar y ver que esta pesadilla no es real.

Vivir se ha vuelto una carga para mí, no tengo ningún motivo para seguir aquí. Soy un cuerpo que camina sin rumbo dentro de una jaula repleta de salvajes. Dentro de mí ocurren barbaridades. Me quedo paralizada.

Me quedo estática. Observo desde un rincón deseando que todo acabe.

Pero no parece tener fin.

Probé a utilizar la mentira en mi favor. Autoconvencerme de que esto mejoraría y dejaría de sentirme de esta manera. «Saya, eres una chica fuerte y vales mucho», me decía. Quisiera creer que alguien me echaría de menos si desapareciera, y que encontraría eso que llaman «felicidad».

La vida es maravillosa y disfruto mucho de estar viva.

Sentí el calor humano. Momentos divertidos donde nada más importaba.

Fuí una chica plena de alegría e inocencia. Supe qué significa querer a alguien.

No hice nada malo. Entonces, ¿por qué?

¿Por qué os habéis ido?

¿Por qué me habéis dejado sola?

El odio consumió todo el amor. Es aquel odio que necesito para encontrar la paz, aquel que jamás se desvanecerá.

Cortasteis las alas a una joven ave que solo ansiaba tocar el cielo. Sin motivo alguno, un adiós entrecortado.

Sed de venganza, cólera descontrolada.

Está bien, os lo habéis buscado. Observad cómo realizo grandes pecados. Rezad para que podáis pestañear.

«Y odiarás a tus progenitores hasta el final de tus días. Desearás admirar las entrañas esparcidas en el gélido suelo de tu hogar. Arderán en el infierno.

Mancharás cada rincón de tu piel con su tinte rojo. Negarás su existencia. Los matarás a todos.»

Hasta nunca, gracias por abandonarme.

Hoy he salido herida otra vez. Día tras día, burlas constantes. «Fea», «estúpida», «puta», «niñata», «bicho raro», «guarra», «falsa». Gritos, mentes podridas. Puros actos de malicia, envidia y rabia.

Me agarran por el pelo y me golpean contra la mesa. Me manosean mis partes más íntimas sin permiso. Me escriben para recordarme lo poco agraciada que soy. Me bajan los pantalones en medio de un pasillo para enseñar mi ropa interior. Soy el chiste del día. Me esconden la mochila, rompen y roban mis cosas. Me tiran sillas, me escupen a la cara y me empujan contra la pared.

Sí, están tan muertos por dentro que necesitan machacar al más débil para sentirse superiores. Y no puedo detenerlos. Pido ayuda a pecho abierto, a puño cerrado y a corazón magullado. Pero nadie acude en mi ayuda. Visualizo miradas frías de indiferencia al final del salón ignorandome. Cómplices. No cesa.

¿Mañana será otro día?

Todo da miedo.

He construido una muralla. Es de un material tosco y difícil de atravesar. Sin embargo, hay posibilidades de que la muralla se desmorone. Ojalá fuera indestructible y pudiera quedarme siempre aquí dentro. Por desgracia, no me puede proteger para siempre. He de salir al mundo.

Me da náuseas el simple hecho de pensar en ello. Miradas de lujuria. Asco. Descontento. Rechazo que se transmite en forma de temblores. Palabras afiladas como cuchillos. Acciones que no siempre son las acertadas.

Los seres más egocéntricos e impredecibles que existen son los humanos, los peores son los que siempre sonríen. La gente que se autodenomina perfecta. No puede ser real. Cuando no logro encontrar el fallo mi inseguridad crece. Más pavor provoca. La vida es incierta y por eso le temo. Temor a respirar, a hablar, a caminar, a ser asesinada por las voces de mi cabeza. A ahogarme, a morir y que a nadie le importe. Mentiras. Promesas rotas. Falsedad. Sonrisas de porcelana. Llanto interno. Lágrimas de cocodrilo.

Pero a lo que más le temo, es a mí misma.

Eres la única que me acompaña en esos días donde la luz no se asoma por mi ventana. Mi única compañía, haga sol o tormenta.

Has presenciado cada etapa de mi vida. Somos uña y carne, luz y sombra. Siempre estás presente, nunca fallas.

Respiro el ambiente y te conviertes en mi oxígeno. Me tienes atrapada entre tus manos.

Eres melancolía. Me produces desasosiego, pesadumbre. Tú no me has dejado, jamás desapareces. Te lo agradezco.

Para mi mejor amiga: la soledad.

Solo hay una cosa que quiero.

Que la sustancia de pétalos de rosa se mezcle conmigo. Ver cómo fluye a través de mi piel y sentir que poco a poco, se va deslizando por mi cuerpo. Obtener el placer que provoca el dolor.

Eso es lo único que deseo.

Olvidar lo que me envuelve y verlo todo de color rojo. Crear cicatrices que jamás serán eliminadas, las únicas que no me abandonarán durante toda mi existencia. Y no, no me importa mancillar mi persona. Es más, me lo merezco. Por todos los pecados y errores cometidos.

Lo único que me hace sentir viva.

Pensamientos enfermos pasan por mi cabeza. Una orgía de cuchillos, brazos, piernas, intestinos, órganos, sesos y toda clase de líquidos.

Susurros. Latidos. Pasos. Sombras bailando sobre mi cadáver. Se ríen de mi desdicha se burlan de mi misera, insignificante existencia. Bermellón, color solitario. Rojo, sangre entre todo el dolor.

No existe el pudor. Olor a muerte. Cuerpos sin vida, ojos desorbitados, bocas abiertas.

Personas caminan, seres extraños. Abuelas, abuelos, mujeres, hombres, niñas, niños.

Dentro de mí, nadie se salva. Mi odio me alimenta, lo sobrante perece y se convierte en polvo.

Corta el cuello, desgarra la garganta, apuñala seis veces en el pecho, arranca las uñas, vacía los ojos, parte los dientes.

Siembra tormento.

Cruje el cráneo.

Saca el intestino. Come el corazón.

Mal sabor de boca. Sudores descontrolados. El corazón pesa y palpita rápido. Cada segundo más veloz. Una sensación de fatiga en mis adentros. Inquietud. Nervios. Desazón.

Estalla en mil formas sin avisar. Viene y va. Parece que desaparece, pero no hay final. Un mero desarrollo infinito. Supervivencia. Ira. Agobio.

Hasta que atraviesa el pecho. No queda esperanza, solo desesperación. Una dosis para la ansiedad y otra para la depresión.

Un parche temporal. Mentiras. Vuelta a empezar. No se puede hacer nada, no quedan emociones. Simplemente, vives, muerto.

La oscuridad brilla con intensidad, envolviendo aquello que una vez fue luz. Negro azabache, ceguera constante.

La música se transforma en sonidos aleatorios.

Mi oído se ha olvidado de cómo escuchar, ya no puede bailar al son de la melodía.

Mi paladar sufre de indiferencia, ha olvidado el sabor de mi comida favorita.

No degusta, traga.

El tacto de las caricias, el ardor de rozar nuestra piel.

Lo siento, mi vigía, el fuego se ha apagado.

¿Quién soy?

Solo soy un alma, errante, esperando su último día. ¿A caso existo?

Mis emociones se desvanecen. No siento felicidad ni tristeza.

Soy incapaz de reír. Tampoco surgen lágrimas.

Nada me hace reír. Nada me hace llorar.

Mis piezas están revueltas, perdí una de ellas. Por mucho que busque, no logro encontrarla.

Parece que nunca haya existido para mí. Es una mala jugada del destino. Siento y no siento, incompleta estoy.

Veo mi vida pasar. Tiempo perdido, que jamás podré recuperar. Pero ya no me importa.

No veo nada. No sé nada.

No quiero nada. No siento nada.

No queda nada.

La vida es tomar decisiones. Siempre lo he comparado con el tren. Dentro has de elegir tu meta, donde quieres llegar. Cada estación es una posible decisión a tomar.

Te bajas en la próxima parada, pero quizá la anterior te habría ido mejor. O quizá si hubieras esperado un poco, habrías obtenido lo que querías. Es inevitable el error, te bajarás en paradas que no te convienen. Equivocarse forma parte de la naturaleza humana.

No sería igual que la primera vez, pero siempre puedes rectificar, esperar al próximo tren y corregir tu decisión. Enderezar tu cabeza y seguir persiguiendo tus objetivos.

Sin embargo, perdí el norte. No aguanto más trenes. Existir es un peso demasiado grande para mí. Yo elijo mi destino. He decidido pasar por las puertas de la muerte. La única parada que no tiene retorno.

Soy débil y cobarde. ¿Qué hubiera pasado si hubiese seguido luchando? ¿Habría cambiado algo? Todo eso ya no importa. Nunca sabré la respuesta porque habré dejado este mundo, esta parada. Sé que voy a malgastar mi último aliento huyendo en vez de solucionar mis problemas. Y no me importa.

Esta alma perdida se despide pues… Mi viaje es de solo ida.

Ilustraciones originales hechas en digital, excepto un fondo que ha sido realizado con acuarela.

Tipografía para títulos: Sercerez. Tipografía para el cuerpo de texto: Candara.

Se prevee, acabado el confinamiento por el COVID-19, la impresión digital y encuadernación del Proyecto Integrado en la Escola d’Art La Industrial de Barcelona.

Gisela Cano Sanchez Ejemplar único.

…y recordad: El suicidio es el único tren que no tiene vuelta atrás.

Quiero agradecer a mis tutores por guiarme en este largo proyecto.

A mis amigos y amigas de clase por ayudarme siempre que he tenido dudas, pero sobre todo a Dani, por aguantar mis malas rachas y estar ahí siempre para apoyarme.

Una mujer de aspecto desaliñado sufre de una depresión que lleva arrastrando durante muchos años. Cansada de vivir así, intenta encontrar una salida.

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