Cali, ciudad abierta. Arte y cinefilia en los años setenta.

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la Universidad del Valle, y en plena represión, esta pieza gráfica le daba color político a la frase «Agúzate que te están velando». Años después el escritor reprodujo en ¡Que viva la música! (1977, 134), donde Rubén, personaje literario, era el encargado de imprimirlo cada diciembre y pegarlo en las calles (véase cartel a izquierda).

Ciudad Solar, un centro alternativo para las artes Estas historias de amigos marcaron el trabajo colaborativo que se daría en Ciudad Solar; esa coexistencia de ímpetus y de proyectos comunes dio lugar al nombre, los objetivos y materializó la idea de aquel espacio. El nombre Ciudad Solar respondió a la conjugación de dos experiencias: una fue la lectura de la carta astral en una de las reuniones habituales en el taller del pintor y publicista Fabio Lozano, más conocido como El indio Lozano, aficionado a la astrología oriental, con quien abrían las puertas de la percepción entre luces negras y mandalas. En ese entonces se anunciaba la llegada de la era de Acuario, una época de cambio marcada por el amor fraternal y altruista, representado por el yang, principio que significa la conciencia racional de la hermandad universal; lo que explica que Lozano propusiera el taijitu (forma del ying y el yang) como logo de la casa solar. La otra experiencia resultó de la lectura que hizo Guerrero del libro La ciudad del sol del filósofo italiano Tommaso Campanella, un proyecto de socialismo utópico escrito en 1602. El autor propone una ciudad comunitaria construida en una colina con siete círculos ascendentes de murallas y, en la cúspide, un templo al sol para el supremo sacerdote; en la ciudad los bienes son comunes, se trabaja por el bienestar común y se aprenden los conocimientos universales, consignados en sus propios muros, que previamente los pintores han convertido en textos visuales. La curiosidad de lo que está allí representado —plantea Campanella— desencadenaría una forma distinta de llevar a cabo el proceso educativo. Ciudad Solar se convirtió en una escuela de autoformación para el grupo de fotógrafos que congregó, gracias en buena medida a la disponibilidad de los equipos, que les permitió revelar ese mundo del blanco y negro, y aprender de la prueba y el error. El laboratorio de fotografía se organizó con los equipos y utensilios donados por Carlos Mayolo, y que utilizaban Eduardo La Rata Carvajal, Gertjan Bartelsman, Hernando Guerrero y los hermanos Juan Fernando y Pakiko Ordóñez, Diego y Fernando Vélez. Carvajal (Cali, 1949) captó con su lente, lo que él denominó, fotofijaciones

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Cartel de Andrés Caicedo cuyo texto apareció publicado en su novela ¡Qué viva la música!, ca. 1970. Foto: Katia González M., archivo de Luis Ospina.


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