Cali, ciudad abierta. Arte y cinefilia en los años setenta.

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mártires, dos muertes tempranas que sucedieron en plena lucha armada de sus ideales: la de Camilo Torres (1929-1966), sacerdote, catedrático y cofundador de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, y la de Ernesto Che Guevara (1928-1967), ideólogo y comandante de la Revolución cubana. Ambos alcanzaron el estatus de héroes o íconos políticos al dar su vida por causas sociales, convencidos de que era posible una sociedad igualitaria. Era un tiempo marcado por los movimientos y acontecimientos alrededor del Mayo del 68 y de los Black Panthers en Estados Unidos; cuando predominaba el activismo de los jóvenes, una capa social emergente protagonista del movimiento estudiantil, y expresiones sociales y culturales como las comunas, los alucinógenos, el LSD, la revolución sexual —love is free—, la contracultura, la moda (se produjeron más pantalones que faldas); y el rock, que trajo consigo músicos y bandas emblemáticas como Janis Joplin, Bob Dylan, Jimi Hendrix, los Beatles, los Doors y los Rolling Stones. De esa autonomía cultural de los jóvenes se alimentó Ciudad Solar, que entre lo político y lo cultural, hallaba espacio para el uso recreativo de las drogas. «A partir de Mayo del 68, los jóvenes éramos dueños del mundo», dice Mayolo (2005) con el orgullo que debió representar ser joven en ese entonces. Los movimientos sociales del 68 contribuyeron a construir un sujeto juvenil crítico, con libertad de cuestionar abiertamente cualquier tipo de institucionalidad fundada en principios de autoridad. Los clamores juveniles pretendían poner en jaque las relaciones de poder aparentemente intocables de la familia, la escuela, la universidad, la policía o el gobierno. Los jóvenes se apropiaron de las calles; que devinieron su escenario político de protesta por excelencia, tal cual sucedió con aquellos manifestantes que se movilizaban por entonces en diferentes ciudades del mundo contra la guerra de Vietnam. Guerrero asevera que el gran error fue mezclar la convivencia con la creación en un ambiente tan politizado; además de lo que implicaba asumir la manutención, manejar los roles y la toma de decisiones. Con todo, es evidente que las actividades colectivas lograron influir a sus integrantes. Para Carlos Mayolo, que en ese entonces vivía en Bogotá, cada viaje a Cali representaba un reencuentro con los de Ciudad Solar: La cultura del barrio empezó a tener representatividad pictórica y fotográfica. Vivíamos del Cine Club. Comíamos chontaduro a veces, si las películas que escogía Andrés no daban plata. Ciudad Solar se volvió el parche conocido por todos los viajeros, prófugos, escapados de la casa y gente que pasaba por ahí solo a usar el inodoro. Utopía sin papel higiénico. (Mayolo 2002, 108)

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Primera plana del diario Occidente, 1 de junio de 1968, Cali. Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero.


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