La salamandra del fuego

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CAPITULO VIGESIMO SEPTIMO

La tormenta no se aquietó durante toda la noche. La lluvia caía como si el cielo estuviera triste y expresara su aflicción a través de la furia de la lluvia pues la noche había sido obligada a entrar en los pozos obscuros de los preámbulos de la muerte. Las horas se habían deslizado lentamente hasta las doce del día y nada había sucedido, excepto el vuelo del helicóptero en medio de la tormenta a las doce de la noche exactamente doce horas atrás. Faltaban treinta segundos para las doce del día y todo estaba normal. El Duque Grenville California le indica a la serpiente negra Yuga Danda que inicie la batalla final. Lo primero que Yuga Danda hace es inmovilizar a todo Paris para que nadie advierta lo que va a suceder. Todo Paris ha caído en un sueño del que tardará horas en despertar. La Madre Celestial y Bondadosa estaba ya consciente de lo que iba a pasar e insta a Shakuntala Krishna que inicie la ceremonia de protección de toda la Île de la Cité y que ninguna piedra quede en peligro, pues la serpiente del mal, Yuga Danda, está en camino de transportarla con todo y sus cimientos a la séptima dimensión negativa. Yuga Danda ordena a las entidades superiores del mal ponerse a trabajar para cubrir, con árboles parecidos al metal, toda la catedral de Notre Dame. Los árboles de metal crecen con la rapidez demoníaca del mal y hacen desaparecer entre sus ramas y hojas toda la catedral. En ese exacto momento Grenville California ordena a todos atacar y Arturo Villatranca y sus dobles empiezan a disparar sobre la gente que se encuentra en la Place du Parvis Notre Dame (la plaza del atrio). El terror se despliega por todas partes y la gente cae herida o simplemente, presa del miedo y la desesperación, se deja caer para de alguna manera tratar de cubrirse de los disparos y poder salvar el pellejo. Mientras todo este fúnebre plan empieza a cobrar vida, la Madre Bienamada y Shakuntala Krishna dejan que la serpiente del mal, Yuga Danda, y el Duque Grenville California prosigan con sus planes y crean que éstos continuarán por su curso normal. Victor Cobos; es decir, Gardel, junto con Francisco Rodríguez, el indio aimará y Augusto Coto (Brincadeira) descienden por una cuerdas al piso de la nave central de la Catedral y empiezan a disparar contra todos y contra todo. Las granadas lanzadas hacen volar en pedazos parte del mobiliario y los tesoros y las reliquias sagradas siguen el mismo camino. Los sacerdotes caen, también, abatidos y la gente trata de escapar por donde encuentre una salida pero ésta no existe. Los siete Arturo Villatranca recibieron la orden de bajar del techo del Hôtel Dieu y cubrir todo un flanco de Notre Dame. La Île de la Cité se empieza a poner en marcha en su viaje hacia la séptima dimensión negativa, el 106


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