Pastoral Siglo 21 - Septiembre

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Ahora, es común oír los comentarios de los niños y jóvenes sobre las discusiones, pleitos, separaciones y hasta divorcios de sus padres. Es “tan normal” que se hablen de estas cosas que hasta pareciera que el divorcio forma parte del matrimonio o ya hay que considerarlo dentro de las fronteras de la unión matrimonial. Una vez, para ponerle a Jesús una trampa, le preguntaron sobre el tema tan controversial del divorcio, a lo que Jesús contestó que éste se da por la dureza del corazón, pero Dios no lo ha pensado así. “Dios, en el principio los hizo hombre y mujer. Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola cosa. De modo que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. (Cfr. Mateo 19) Sin embargo, algo sucede dentro de muchas parejas que atrofian los latidos del corazón y no dejan que la fuerza del amor crezca y se desarrolle, frustrando ellas mismas esa gran capacidad que Dios les ha dado de amar. Es entonces cuando lo más hermoso que hay en la vida se oscurece por el odio, la mentira, el egoísmo y todo aquello que hace imposible la sana convivencia entre dos personas que comenzaron un camino que tenía como propósito estar unidos para siempre en el amor.

El matrimonio es una realidad que exige mucho de cada persona. En el camino de la vida matrimonial, el que no avanza, retrocede. No pueden descuidarse ni siquiera un instante porque después cada descuido les cobrará una factura y en ocasiones muy cara. El matrimonio exige EXCLUSIVIDAD: sólo serán el uno para el otro, por eso deberán ser fieles. El matrimonio exige AUTODONACIÓN; esto quiere decir que cada quien se entrega porque así lo ha decidido, sin esperar algo a cambio. La satisfacción de amar al cónyuge está precisamente en amarlo(a). El matrimonio exige RESPETO Y MADUREZ, por eso no deben gritarse, mucho menos llegar a los golpes o insultos. Habrá que buscar lo mejor para ambos y en un ambiente de paz, esforzarse por encontrar lo mejor para todos. El matrimonio exige SACRIFICIO, por eso habrá que privarse de algunas cosas por bien del amado o la amada. Como dice la bella canción de “Hombre”, de Napoleón: “Si haz de tener una rosa tienes que mirar la espina, si no sabes del dolor no sabrás de la alegría”. El matrimonio exige PACIENCIA; Dios ha creado con diferentes características al hombre y a la mujer: piensan y sienten distinto. Esto cada hombre y cada mujer deben entenderlo, potenciar lo que es afín a ambos y comprender lo que marca la diferencia, en ocasiones, cediendo con humildad y por amor al cónyuge, en ocasiones, llegando a acuerdos porque la verdad se impone sobre el deseo. Como sacerdote deseo lo mejor para cada pareja que se ha unido en el amor y con todo mi corazón invito a TODOS LOS MATRIMONIOS a que no echen por la borda lo que han construido y Dios ha bendecido. No están solos y decisiones tan importantes, deben ponderarlas delante de Dios. Busquen soluciones a tiempo y no dejen que los problemas sean más grandes que ustedes. Me encanta esta frase y la comparto: “No le digas a Dios cuán grandes son tus problemas. Dile a tus problemas cuán grande es tu Dios”. Cualquier cosa, atendida a tiempo, tiene solución, pero debes tener la humildad para reconocer que están pasando por una situación difícil y hay que tener el valor para buscar ayuda. Recuerda que “una familia que reza unida, permanece unida” Pbro. Roberto Figueroa Méndez Párroco en San Rafael Arcángel (Fomerrey No. 35)


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