M. A. López Hurtado — E. E. Maquera Sánchez
GEOGLIFOS EN HUAYRAPUNKO, QUEBRADA COSOS, VALLE DE MAJES GEOGLYPHS IN HUAYRAPUNKO, COSOS CREEK, MAJES VALLEY Marko Alfredo López Hurtado Erik Edson Maquera Sánchez
RESUMEN Se presenta un estudio preliminar con datos empíricos de un sitio arqueológico con presencia de geoglifos localizado en la quebrada Cosos, el cual forma parte de la cuenca del valle y río de Majes. Aparentemente por su ubicación, se encuentra asociado a una ruta o camino que unía el valle de Majes con Chuquibamba y Yanaquihua. Por la diversidad de figuras que aparecen representadas en Huayrapunko, con escenas recurrentes de camélidos, se sugiere que podría estar vinculado al intenso intercambio de productos a largas distancias, desde el Periodo Intermedio Temprano hasta el Horizonte Medio (100 d.C. – 1000 d.C.). ABSTRACT This is a preliminary study with empirical evidence of an archaeological site with geoglyphs, located in Cosos Creek, which is part of the Majes river valley. Apparently, due to its location, it is associated to a route or path that linked the valley of Majes with Chuquibamba and Yanaquihua. For the diversity of figures represented in Huayrapunko, with recurrent scenes of camelids, we suggest that they might be related to the intense exchanged of products in long distances, from the Early Intermediate Period until the Middle Horizon (100 AD – 800 AD). I. INTRODUCCIÓN La presencia de geoglifos en el sur del Perú y norte de Chile es bien conocida, sobre todo en la zona de Nasca, donde los estudios han demostrado que su presencia data de épocas muy tempranas, asociadas en su mayoría a las culturas Paracas y Nasca. Los Nasca, cultura prehispánica cuyo ámbito de ocupación se encuentra básicamente en el departamento de Ica y ubicado temporalmente en la época de los Desarrollos Regionales o Periodo Intermedio Temprano (Siglos I – V d.C.), fueron los más conspicuos en la creación y elaboración de geoglifos. Las representaciones comprenden seres zoomorfos como orcas, arañas, aves, monos y camélidos; seres antropomorfos; representaciones fitomorfas como la flor de seis pétalos, la jiquima, y trazos y líneas de diversa forma entre las que destacan imágenes radiales, meandros o grecas, espirales, etc. Las interpretaciones sobre la función que habrían cumplido varían. Algunos investigadores piensan que sirvieron para propiciar y/o controlar por medios mágico religiosos el ciclo anual de las aguas (Makoswki 2004: 98), en tanto que Lumbreras expresa que “…las marcas de las pampas estaban ligadas a asentamientos
vecinos trazadas en torno a ellos y claramente dependientes de la población que allí vivía. Eran pues, recursos ceremoniales ligados a los pueblos, grandes o pequeños, que hacían y rehacían geoglifos, muchas veces en los mismos lugares, lo que hace que hayan figuras y líneas superpuestas; en los “trapecios” estaban los altares” (Lumbreras 2013: 184-185). En el norte chileno, sobre todo en la región de Tarapacá, se han identificado y estudiado varios geoglifos, asociados a rutas, pascanas, estructuras de corrales y entierros, “vinculados con tráfico caravanero de larga distancia… Entre estos despoblados se elaboraron durante las jornadas del tráfico de larga distancia estos íconos compartidos y comprendidos por todos los grupos caravaneros, dispuestos para augurar el buen desenlace de estas largas travesías transdesérticas. En este sentido, abras, rutas, pascanas, cerros sagrados, cargas y la recua en acción o pasiva (descanso y abrevaje) eran los únicos referentes de los caravaneros en el contexto de rituales y rogativas, en espacios donde la recua va inmersa en un inmenso despoblado, como una animación solitaria” (Briones et. al. 2005: 195 - 223). Las investigaciones arqueológicas en el valle de
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