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EL SONIDO EN LA PANDEMIA. ¿Qué cambió? por Miguel Hernández (CL) 

por Miguel Hernández / Músico, Artista sonoro, Gestor y Documentalista de archivo

Hay un recuerdo que se me viene a la cabeza al comenzar a escribir este texto y tiene relación con lo que Murray Schafer exponía en sus escritos, donde planteaba la idea de analizar las sociedades por medio del sonido que estas producen. Hoy nos encontramos en medio de la pandemia del Covid-1 9, situación que ha llevado al mundo a un escenario poco grato y de mucha incertidumbre, a cruzar obligatoriamente por un periodo que nos mantiene en un constante ahora, el cual semana a semana varía, pero siempre anclado en el ahora.

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Desde que se inició el estado pandémico o al menos desde que comenzamos a experimentarlo en Chile a mediados de marzo, nuestras vidas o mejor dicho todo entro en una etapa de cambio. La manera de relacionarnos, de trabajar, de realizar nuestras actividades comunes, las hemos adaptado al contexto que nos toca. La forma en que sentimos, miramos y escuchamos también son parte de este cambio, entre muchas cosas más. Esto me lleva inevitablemente a reflexionar sobre ciertas preguntas que están ligadas a mi práctica artística: los sonidos han cambiado?, se han transformado?, que sucede con el afuera o la calle?.

Hoy, por la cuarentena, varias dinámicas se han trastocado, y poner atención a nuestro entorno, desde los sonidos que generamos y que escuchamos en el día a día, nos permite comprender mucho sobre nosotros y quienes nos rodean.

Por una parte, están aquellos sonidos que han reaparecido para nosotros y nosotras. El canto de las aves y el ladrido de los perros se han apropiado del escenario sonoro callejero, donde siempre estuvieron, pero que por alguna razón, no analizábamos su importancia como elementos del paisaje sonoro. También nos encontramos con los sonidos naturales, como el viento y la lluvia que hoy por hoy en nuestro invierno, nos dan la impresión de que han subido sus decibeles. El sonido del camión del gas percutiendo los cilindros en cualquier horario o el aseo por las mañanas con su imponente zumbido, nos hacen reflexionar sobre las personas que día a día están en la calle trabajando, aportando a que ciertos servicios básicos sigan operando.

Contrario a estos, están los sonidos que han parado, como el de las construcciones, las aglomeraciones de personas o hasta cierto punto el tráfico, que para muchos son sonidos indeseables que generan estrés y malestar.

Sin lugar a duda, los sonidos que han desaparecido del espacio público son aquellos que nos identifican como seres humanos, las risas, los gritos, las conversaciones, los golpes de los vasos de cerveza en el bar y la venta ambulante. Todos ellos ya no están. Cuando pensamos en esto, es inevitable no sentir nostalgia por los afectos y aprensiones que teníamos y del sonido que le precede a cada situación que experimentábamos como seres humanos.

Sin ir más lejos, a partir del 1 8 de octubre de 201 9, en Chile se generó la revuelta político-social más grande en lo que va el siglo XXI. El motivo fue la constante desigualdad y abuso que han vivido las personas debido al modelo neoliberal implementado durante la dictadura militar en el siglo pasado. En plena revuelta, los sonidos predominantes fueron las marchas, los canticos, las cacerolas y la esperanza por hacer caer un modelo de sociedad. También teníamos el sonido de la represión policial, los disparos y los gritos de los y las detenidas con violencia. Este gran paisaje sonoro que se encontraba en todo el país, era nuestra banda sonora pre pandemia. Es por eso que en redes sociales vemos cierta ansiedad por retomar el espacio público, por reanudar la manifestación y con ellos activar el sonido de la revuelta. Aunque estas reflexiones sean más personales, en lo que respecta a lo sonoro. Actualmente recordamos mucho el pasado, ya que por ahora es lo que nos queda junto al presente.

En la ciudad de Valparaíso, lugar donde paso el confinamiento actualmente, es interesante pensar y experimentar ciertas actitudes que ha tomado el sonido. La ciudad siempre ha tenido cualidades sonoras muy ricas, gracias a sus quebradas, cerros y callejones que nos invitan a perdernos en un concierto proporcionado naturalmente por el territorio. La acústica de este lugar ha permitido múltiples intervenciones y proyectos artísticos. El Mapa Sonoro de Valparaíso es uno de ellos, donde hoy en día nos presenta un interesante listado de archivos sonoros grabados en la ciudad antes y durante la crisis sanitaria del Covid-1 9, generado un contraste llamativo del paisaje sonoro en cuestión.

Hoy en un día “normal” podemos escuchar el puerto y sus grúas con una amplitud considerable. También escuchamos los gritos de cerro a cerro de las y los vecinos comunicándose, las cacerolas de la protesta por la mala gestión de la crisis, los televisores y la música de las casas aledañas o los helicópteros trasladando enfermos entre ciudades por las noches. Todo esto y más sucede hoy en la ciudad, que por el momento esta semi dormida, donde las fiestas de la bohemia porteña descansan en la incertidumbre de la pregunta, ¿cuándo terminará esto?.

Creo que es importante detenerse a reflexionar sobre qué es lo que se ha transformado o que ha generado estos cambios en el paisaje sonoro. Es cierto que muchas ciudades han variado su escenario acústico, hay menos maquinaria, poco transporte público y menos personas en las calles debido a la pandemia. Pero lo que realmente ha sucedido es que los seres humanos nos hemos callado y a la vez alterado nuestra forma de vivir, por consiguiente la mayoría de los sonidos que hoy escuchamos como nuevos o modificados, siempre han estado entre nosotros.

Entonces podríamos decir que, lo que escuchamos hoy en día en un contexto de crisis sanitaria mundial es nuestra propia transformación.

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