El Joya: mito, delincuencia y vida cotidiana

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Memoria Urbana de Bogotá

Sin embargo, su posición estratégica depende de su capacidad única e individual de crear, de mantener y multiplicar las relaciones sociales susceptibles de manipulación. Así mismo, dicha capacidad, precisamente por ser personal, hace imposible su transmisión a otros. De modo pues, que la exigencia de aumentar, de acuerdo con el éxito, las redes sociales, mengua las posibilidades de crear estructuras organizativas estables. En efecto, se acentúa el carácter fluido de la organización, luego así que esa flexibilidad de la organización tiene como consecuencia la imposibilidad de institucionalizar las actividades delincuenciales en la forma como se estructuran las empresas económicas formales: burocratizándose.

EL OFICIO DEL ASESINATO El uso de la violencia ha sido el instrumento al que se ha recurrido con mayor frecuencia (o por lo menos la amenaza a emplearla, lo que se traduce en terror), por los actores sociales en emergencia, quienes están convencidos de que no hay otra salida distinta a la opción violenta121. La distribución muy desigual de la riqueza parece ser el detonante de la acción violenta en la resolución de los conflictos intensos que crea la competencia en la consecución de recursos. La falta absoluta de derechos igualitarios para todos ha conllevado a una excesiva tendencia a buscar soluciones de tipo privado a tales conflictos. Esto último ha puesto de relieve de manera significativa el predominio de la potencia individual. Por lo que toda violencia, ya sea en sus manifestaciones más sutiles, hace suponer una concepción y un ejercicio del poder que no acepta de manera alguna la creación de los espacios públicos para la resolución de los conflictos. Prácticamente, toda actividad social es tomada por el carácter exclusivamente personal de las relaciones sociales. Lo que implica que los límites entre lo público y lo privado se hacen muy difusos. Acudir a formas de justicia privada, organizar una guerrilla o grupos paramilitares, arrogarse el derecho a decidir la muerte de los llamados “desechables”, es asumir una “función pública” desde una posición privada. La práctica de los procedimientos violentos, como procedimientos triunfantes, a manera de protección, cuanto más funciona, más dificultades le presenta a la autoridad legítima para imponerse como tal. Ya desde las épocas de la Gran Violencia de mediados de siglo, emerge la figura del oculto asesino especialista. El Pájaro, ya fuera bajo motivaciones políticas por las que realizara la macabra tarea creyendo proteger los intereses de partido, es la expresión de una mentalidad que en su encierro no admite la existencia del otro. Como quiera que haya sido, su accionar se propagó a otras esferas sociales encubriendo otros intereses. Así, la violencia no sea la misma de su tiempo, la nuestra, es su continuidad. Aunque sus caminos ya no sean las montañas, su escenario son las calles de nuestras ciudades, de nuestros barrios122.

Fernán González. “Tradición y modernidad en la política colombiana” En: Violencia en la Región Andina. El caso Colombiano. Cinep - Apep Bogotá. 1993. 122 Alonso Salazar. No nacimos pa’ semilla. Bogotá. Cinep. 1990. 121

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