La guerra de los cuatro días

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La “Guerra de los cuatro días” y el papel cumplido por el Concejo de Quito Por: Hugo González La ‘Guerra de los cuatro días’, conocida con ese nombre por su tiempo de duración, es uno más de los episodios de la historia de nuestro país, marcada en buena parte por el enfrentamiento político y económico entre liberales y conservadores. En este hecho conocido también como la ‘Batalla de Quito’, el Concejo quiteño jugó un papel importante posteriormente a los hechos ocurridos el 29, 30, 31 de agosto y 1 de septiembre de 1932. En las elecciones presidenciales en el año de 1931, el candidato conservador Neptalí Bonifaz resulta ganador en las votaciones populares. En estas incluso ya podían sufragar las mujeres, pues dos años antes la constitución de 1929 había reconocido el voto femenino, siendo nuestro país el primero en América Latina en reconocerlo. Bonifaz en algunas ocasiones había aceptado ser ciudadano peruano, de esto se tomó el poder Legislativo para descalificarlo de la Presidencia en agosto de 1932. El desenlace fue el enfrentamiento de fuerzas militares, unas que apoyaban a Bonifaz y las otras que “defendían la Constitución”. Los enfrentamientos militares que vivió la capital Existen varias narraciones acerca de estos acontecimientos. Una de ellas es la del historiador Alfredo Pareja Diezcanseco, quien la describe como, “la guerra civil más cruenta desde 1912”.1 El escritor detalla los enfrentamientos entre unidades militares que respaldaban a Neptalí Bonifaz asentadas en diferentes partes de la capital, contra unidades que avanzaban a Quito desde diferentes puntos del país. Las primeras tenían respaldo de unos pocos oficiales de jerarquía inferior bajo la jefatura del coronel Carlos Salvador, a estos se sumaban civiles y simpatizantes del bonifacismo. Mientras que las fuerzas “constitucionalistas”, eran respaldadas por la alta jerarquía militar, el Ministro de Guerra y altas autoridades del Congreso. A estos últimos se sumaban militantes de las fuerzas de izquierda, estudiantes, profesionales y pobladores que rechazaban la pretendida “dictadura” de Bonifaz. Fueron cuatro días de duro combate, en donde, “Paisanos armados cooperaron con los soldados en la defensa de la Capital de los ataques que hacía el ejército liberal. La población quiteña sin embargo, dio prueba de su rechazo a los conservadores, pues, a

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Alfredo Pareja, Ecuador, la República de 1830 a nuestros días, Quito, Editorial Universitaria, 1979, p. 363.


poco de iniciados los combates, de balcones y azoteas se hizo fuego contra los bonifacistas”.2 Como en los avanzados tiempos modernos, las gestiones diplomáticas aparecieron para intentar dar una salida pacífica a la situación, pero en dos ocasiones los intentos de armisticio fallaron. Como lo recogen varios autores, tanto el cuerpo diplomático como la Cruz Roja, cumplieron un papel de medio de comunicación entre las fuerzas enfrentadas, (Norris, 1968, Salvador, 1936 y Troncoso, 1958). Sin embargo, se da una polémica respecto a la actuación de la Cruz Roja, como lo relatan diversos testimonios de soldados, “los autos ambulancia de la institución sirvieron no solo para la atención de heridos, sino también para el traslado de mensajes, mensajeros y pertrechos para las fuerzas atacantes”. 3 El personal de la Cruz Roja en su mayoría eran estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Central.

Fuente: Participantes y afectados en la “Guerra de los cuatro días”. Archivo Fotográfico de la Biblioteca del Ministerio de Cultura y Patrimonio Varios puntos de la ciudad fueron escenario de los enfrentamientos, principalmente el centro y sur de la capital. Desde San Bartolo, pasando por el Inalámbrico (hoy El Recreo), Chimbacalle, La Magdalena, La Colmena, el Panecillo, la calle Ambato, la lucha era encarnizada. Estos eran puntos estratégicos de “tiros a 2

Ibíd., p. 364. Patricio López, Ecos de revuelta: cambio social y violencia política en Quito, 1931-1932, Quito, FlacsoAbya-Yala, 2011, p. 140. 3


distancia” desde San Diego y San Juan por las tropas “defensoras de Quito”. En lado norte, en cambio, los bombardeos e intercambios de disparos se daban desde y en Santa Clara de San Millán, Guápulo, el Itchimbía, el colegio Mejía. Aquí se da un hecho curioso: “tiradores ubicados incluso en los altos del colegio Mejía, ambos bandos avivaron la Constitución, concluyeron la semejanza de su propósito, detuvieron el fuego y compartieron alimento y descanso. Horas después la creciente desconfianza entre ambas unidades volvió a separarlas”.4 Este último hecho muestra el desconcierto que había al interior de las unidades militares sobre el curso que iban tomando los acontecimientos, pues los muertos y heridos en las calles quiteñas iban aumentando y no se avizoraba un acuerdo en las altas esferas políticas y militares, que parasen la infructuosa y engañosa acción de civiles y tropas del ejército por “defender la Constitución”. “En las calles de Quito, fue grande la matanza. Los soldados, irritados por las bajas que sufrían, tiraban contra los transeúntes, contra todo hombre o mujer que veíase obligado a salir en busca de alimentos”.5

Fuente: Voluntarios participantes. Archivo Fotográfico del Ministerio de Cultura Las tropas enfrentadas, unas y otras, se sentían engañadas por sus superiores, es así como la lucha ‘simbólica del Quito libertario’, toma ribetes de un enfrentamiento extremo dentro de un ciclo de conflictividad. La ‘defensa de la patria o del orden constitucional’, fue tergiversada, esto puede interpretarse a partir de testimonios de sus protagonistas. Uno de ellos decía:

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Ibíd., p. 129. Pareja, Ecuador, la República…, p. 364.


“Si señor me llamo Munive y soy sastre. ¿Por qué está peleando usted?

Peleamos en defensa de la Constitución y porque suba a la presidencia el señor Bonifaz, pues el Congreso tendrá que rectificar la traición que le hizo (…) ¿Y este muchacho? Es mi hijo, señor. Es muy pegado a mí y no quiso quedarse en casa cuando nos llamaron a tomar las armas en la Bolívar. Y yo le traje para que se haga hombre y aprenda desde chiquito a defender la Patria” (Troncoso, 1958: 200-201)6

Luis Alfonso Ortiz (1903-1988), en su libro testimonio destaca también los hechos de los cuáles fue protagonista y que marcó los inicios de su vida política. Para Ortiz, hombre público e historiador, “los cuatro días para nosotros, no son simplemente la media semana que transcurrió entre dos meses más o menos incoloros (…) para nosotros, son el tétrico aullido de las granadas que desgarraban cada minuto el cielo azul y radiante de nuestra amadísima ciudad (…) Son los cuatro únicos días de nuestra vida en los que supimos qué era tener hambre y tener sed (…) porque el agua y los víveres, por previsión, estaban racionados en muchas casas”. 7 Continúa el historiador en su testimonio y nos relata que, personas entrañables perecieron por culpa de la contienda, y que nada tuvieron que ver en ella. Una de esas víctimas fue el

conocido músico Cristóbal Ojeda Dávila, autor del famoso pasillo “Alma Lojana”.8 El Concejo Municipal de Quito luego de los acontecimientos Una de las primeras acciones que tuvo la municipalidad fue, destinar de sus fondos “extraordinarios e imprevistos”, la suma de CINCO MIL SUCRES como ayuda para la Cruz Roja Ecuatoriana, en beneficio de los “huérfanos y viudas” de los caídos en los sangrientos combates acaecidos en la ciudad capital. 9 A esta ayuda solidaria también se sumaba la brindada por la municipalidad de Guayaquil, quien también desde sus fondos de “gastos imprevistos donaba la cantidad de MIL QUINIENTOS SUCRES”, como base para una suscripción del pueblo guayaquileño. Desde varias ciudades del país llegaban telegramas dirigidos al Concejo de Quito mostrando su solidaridad ante los hechos, es el caso del Concejo de Riobamba que decidía, “tomar de Fondos Extraordinarios la suma de QUINIENTOS SUCRES para auxiliar a los damnificados”.10 La respuesta de la municipalidad quiteña a uno y otro telegrama, rescataba la solidaridad que debe haber entre los municipios para el bien común y para atenuar los desastres nacionales desde estas muestras de unidad. Así también la publicación municipal resalta el papel cumplido por el ayuntamiento en la “Batalla de Quito”. La Cruz Roja Militar resaltaba la ayuda ofrecida 6

López, Ecos de revuelta…, p. 138. Luis Alfonso Ortiz, La historia que he vivido. De la “guerra de los cuatro días” a la dictadura de Páez, Quito, Corporación Editora Nacional, 1989, p. 47-48. 8 Ibíd., p. 48 9 Gaceta Municipal, Año XVII, Nº55, Septiembre 30 de 1932, pág. 387. 10 Ibíd., p. 389. 7


por el Concejo capitalino a la Sanidad Militar, a través del préstamo de autocamiones de la Dirección de Obras Públicas Municipales y personal municipal. En un comunicado que llegaba al Presidente del Concejo Municipal en el día posterior a los acontecimientos, la Dirección de Higiene Municipal daba a conocer que “estas oficinas se vieron obligadas a suspender el trabajo del personal de inspectores, en esos días, empeorando el estado higiénico sobre todo de las plazas de mercados, por la putrefacción que empezó a apoderarse de frutas, hortalizas y carnes”.11 Tanto el servicio de agua potable como de la luz eléctrica fueron suspendidos durante los cuatros días de enfrentamiento. Así mismo ningún periódico local circuló en esas fechas. En los días posteriores a los hechos, la Cruz Roja organizó una colecta económica para socorrer a las viudas, huérfanos y más damnificados, por tan “lamentables acontecimientos”. Diversas instituciones hacían llegar su rechazo y su correspondiente ayuda económica, y lo dejaban inscritos en diversos comunicados. Por ejemplo la Escuela de Artes y Oficios ‘Vicente Fierro’, extendía un amplio comunicado manifestando su solidaridad con las familias de las víctimas y, así mismo, “deplorar desde lo más íntimo del alma, por tan trágicos y dolorosos acontecimientos (…) remitir el insignificante óbolo de sesenta y cuatro sucres a la benemérita Cruz Roja a fin de acrecentar los fondos que se colecten”.12 En definitiva, el Concejo de Quito en ese entonces presidido por Miguel Ángel Alvarez, lamentó los acontecimientos conocidos como la “Batalla de Quito”, en donde una guerra civil sin sentido, cubrió de desolación y ruinas a la capital. Las disputas y ambiciones políticas de la época, los desengaños y la prepotencia de los monopolizadores del poder conservador, hicieron que Quito viva una de las páginas más tristes de su historia. El Concejo capitalino asumió como un deber institucional atender a la población víctima de las pasiones políticas y, no dudó en llamar y convocar a una solidaridad de los municipios del país, en respuesta a hechos que rompen con la unidad nacional. Su papel fue dar una respuesta concreta a las familias afectadas por la pérdida de vidas humanas y daños materiales de sus casas y de la urbe en general.

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Libro Comunicaciones dirigidas al Presidente del Concejo, setiembre de 1932, Tomo 5, folios 32-33 Libro Comunicaciones al Presidente del Concejo, setiembre de 1932, Tomo 5, folio 124


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