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8 3 DE DICIEMBRE DE 2009

Aquellos tiempos difíciles

Por: Benjamín López Feliciano Llegaba la época de picar la caña en los grandes cañaverales de las haciendas La Mercedes, Santa Catalina y San Isidro. Eso era en Carolina, Canóvanas y Loíza. La Central San Isidro era la más grande moledora de la caña del país y estaba en Canóvanas. Todos los colonos de esa región enviaban miles de toneladas de caña picada para moler en esta central. La central les pagaba y ellos pagaban a sus trabajadores. La mayor parte de los picadores de caña eran de Cidra, Cayey y Comerío. Un grupo de capacetes de esas haciendas de grandes cañaverales se movían por Cidra, Cayey y Comerío buscando sus trabajadores. En ese grupo de capacetes habían tres naturales de Cidra. Eran don Isidro Cotto, don Tano Aponte y don Juan López, hermano de mi padre. Ellos escogían la gente y se los llevaban porque allá ganaban cinco veces más por día que lo que ganaban en su pueblo. Se llamaba la zafra del corte de caña. Después que terminaba el corte de caña, muchos se quedaban trabajando en el cultivo pero ganaban menos por día. La mayoría regresaba a sus hogares porque no querían estar mucho tiempo lejos de su familia. Puerto Rico empezó a industrializarse y surgieron las fábricas, farmacéuticas, embotelladoras de refrescos, salones de belleza, estilistas, supermercados y los grandes centros comerciales. El trabajador agrícola empezó a moverse a la zona urbana y surgieron los residenciales, urbanizaciones, edificios con apartamentos y otros. La agricultura quedó abandonada sin su tabaco y sin su caña. El cultivo de la caña era un trabajo violento bajo fuertes rayos del sol con calor sofocante en esas costas con la pelusa y la plaga, mosquito dañino. Solamente un pitorro llamado “rabo de mono” que raspaba la garganta le daba fuerza al obrero para combatir las inclemencias. Ese pitorro se destilaba en la hacienda a orillas de la laguna. Los obreros menos fuertes regresaban a sus hogares, muchas veces enfermos. Los capataces tenían buenas casas y se dividían la clase trabajadora para darle desayuno, almuerzo y cena por algunos dólares semanales. El hermano de mi padre era uno de los capataces y trovador. Por eso ganaba un poco más porque organizaba las fiestas los sábados para entretener a la masa trabajadora. Don Juan López cantaba con las guitarras de Gerardo Báez y Bienvenido Latimer. No se bailaba. Solo bebida y comida. A veces se formaban reyertas pero Don Eladio, el mayordomo, los calmaba. Sesenta años después, las haciendas de caña desaparecieron. En su lugar se construyó un aeropuerto internacional, hoteles, apartamentos y áreas recreativas como Piñones, playas y otras. En la actualidad y desde Carolina hasta Fajardo el turismo fluye con entusiasmo. Recordaré mientras viva sus hoteles, sus playas, sus kioscos y su gente buena. Una mención especial para Guánica y Cabo Rojo por sus áreas recreativas y sus ciudadanos. Puerto Rico seguirá siendo para toda la vida “La Isla del Encanto” porque tiene muchas maravillas, entre ellas “El Yunque de Luquillo”

¿Necesita Puerto Rico un nuevo Pacto Social? Por: Lcdo. Orlando Maldonado Definir con precisión el concepto “Pacto Social” no es tarea fácil. El solo hecho de que sus raíces penetren la cultura política, económica, social y cultural de una sociedad, provoca que sus resultados varíen significativamente de un país a otro. Un pacto social supone la participación activa del gobierno, de los patronos y los trabajadores, así como de otras organizaciones civiles. El objetivo principal de todo pacto social es alcanzar un consenso que permita conciliar intereses diferentes para afrontar con éxito los problemas sociales y económicos de cualquier país. En tiempos recientes, se han logrado pactos sociales en Europa (cuando en la década del 1990, muchos paises miembros de la Unión Europea acordaron la introducción de la moneda única: el euro). También se han logrado pactos sociales de diversa naturaleza en Asia, Africa y Latinoamérica. Ante la terrible crisis económica y el evidente deterioro social que sufre la Isla del Encanto, no es de extrañar, que se hayan levantado voces reclamando cambios radicales en nuestras estructuras sociales que permitan un desarrollo integral, coherente y balanceado de Puerto Rico. Los cambios de los que se habla incluyen, entre otros, la prohibición del activismo político en el empleo público, la eliminación del control de los partidos en la Comisión Estatal de Elecciones para que candidatos(as) independientes tengan una oportunidad real de ser electos, la eliminación del inversionismo político, una legislatura más pequeña y ágil (si posible de una sola cámara como fue aprobado por el pueblo), la limitación de tiempo de los puestos electivos, la implantación del referendum revocatorio para el gobernador y los presidentes de las cámaras legislativas, la aprobación de una verdera reforma contributiva que haga justicia a los menos afortunados y ponga a pagar a los que más tienen, la reducción inmediata de la deuda pública, el uso efectivo de los fondos públicos en beneficio del país, el establecimiento de un programa de medicación de adictos a drogas, un trastoque a la filosofía de la ayuda pública para incentivar a las personas a buscar trabajo, la reducción del uso del automóvil, la implantación de una política dirigida a disminuir la dependencia del petróleo y a promover el reciclaje y empujar un mecanismo procesal que sea apropiado para resolver de manera definitiva nuestro estatus político. Como podrán notar amigas y amigos lectores, la agenda está llena. Ignorar nuestra realidad sería un grave error. Un nuevo pacto social para Puerto Rico replantea búsquedas diferentes para resolver nuestros problemas. Debe ser política pública un diálogo continuo entre todos los sectores de nuestra sociedad (empresarios, industriales, comerciantes, trabajadores, ambientalistas, académicos, etc.). Pero me refiero a un diálogo serio que estimule el desarrollo económico y social y que prevalezca sobre los vaivénes de la política partidista que todo lo daña. Ahora que estamos de cara a un nuevo año, ¿qué mejor resolución que proponernos ayudar para que Puerto Rico logre ese pacto lo antes posible? Nadie ha dicho que será fácil, pero es una responsabilidad de todos. Porque si viramos la cara para otro lado, el barco choca, nos hundimos y no se salva nadie.

Me rompió el corazón Por: Orlando “Oly” Ramos Muy triste un niño de padres ricos, sentado en una acera observaba las caras contentas de sus otros amiguitos jugando con sus juguetes y sus padres, su tristeza era notable, imagínense hasta me rompió el corazón y me hizo llorar. Me le acerqué al niño y le pregunté el por qué de su tristeza y él me contestó; “ves esas caras de esos niños, ves la felicidad con la que juegan con sus juguetes” a todo esto yo estaba perdido hello!, un niño rico con juguetes por doquier, una casa grandísima y un patio donde puede jugar todo el día el vecindario entero, (me río) sigo con el joven escuchando lo de su tristeza y le digo; “pero si tú tienes más juguetes que todo el vecindario, ¿de qué te quejas amiguito?, en esos momento el niño me mira con lágrimas brotando de sus ojos y me pregunta; “¿tú tienes hijos?” a lo que le contesto, sí, tengo 3 hermosos hijos de los cuales estoy orgulloso, los quiero, los amo y comparto con ellos el tiempo necesario, nuevamente al niño le brotan lágrimas de sus ojos y me pregunta; “¿quieres ser mi papá adoptivo?” En esos momentos vinieron muchos

pensamientos a mi mente, “el niño es maltratado” “el niño tiene grandes problemas en su hogar” etc. Le pregunto al niño con un taco en la garganta, ¿y por qué yo, si yo soy pobre y no puedo comprarte lo que tú me pidas? El niño me abrazó fuertemente y llorando me dijo; “yo daría todos mis juguetes a tus hijos si solo me cedieran el tiempo que tú le brindas a ellos en un día” empiezo a llorar, lo abrazo fuertemente. La moraleja de este pensamiento es la siguiente, a los niños por más regalos que les compren ellos necesitan de tu tiempo, nunca los compre con un juguete pues al fin y al cabo cuando sean grandes sabrán como fuiste con ellos. Dedícale el tiempo que tengas disponibles, si tienes una hora pues dedícasela, 30 minutos pues dedícaselos, el dedicarle tiempo a nuestros hijos vale más que el dinero. Un regalo no podrá engañar la inocencia de un niño, pero tu tiempo si podrá fortalecer el amor que tengas para ellos.


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