CUENTOS DOMINICANOS, 1

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111 No hay nada más Dios y Trujillo El tenía lo suyo, lo sabía y quién no? Ahí está Manita, “¡No lo dejen ir, cójanlo!”. Se sentó vestido de militar en la silla eléctrica, con sus charreteras y su quepis bien ceñido. Era el Capitán Orel, como quiera, una autoridad, dispuso que lo ataran con todos los correajes salvo el brazo izquierdo: “Suban la corriente a pulso – ordenó a sus ayudantes- y no se detengan hasta el final, hasta el tope de la aguja”. Fue lo último que oyeron cuando se estremeció violentamente en su asiento. Apenas le quedó la manita en alto, retadora, soberbia, rígida y aún reluciente en el puño su anillo universitario, ése hombre no es humano

ESO DICEN Y más la gente que iba al “22-22”, no había otro paso como él, se volvió ceniza ladrido alma de pez hembra de paso.

ESO DICEN Se salva quien puede, que nadie se confíe

Los muchachos del Menphis Polanco, el Ciguapo, primera base Estábamos jugando pelota frente al mar cuando de pronto vimos un barco entrando en tierra, enfilando hacia nosotros como un fantasma monumental y gris. Yo, que corro igual de espalda que de frente, me quedé con el madero al hombro, boquiabierto, sin sentir siquiera el pelotazo en la cabeza. El barco venía por encima de las aguas y casi lo vimos deslizarse hasta el campo de juego. Nadie corrió ni se movió de su posición. A lo lejos el mar estaba poblándose de náufragos, mientras nosotros permanecíamos con los guantes en las manos, buscando otro cielo donde jugar. CUENTISTAS DOMINICANOS 1 / AQUILES JULIÁN / BIBLIOTECA DIGITAL DE AQUILES JULIÁN 33


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