Nuevos tiempos para la astronomía

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LAS NUESTRAS EXPERIENCIAS

Nuevos tiempos para la astronomía por Aniceto Porcel, Jesús Carmona y Miguel Sánchez Sociedad Astronómica Granadina

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MARZO-ABRIL 2020


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ue allá por el año 1984, cuando la astronomía amateur en España tuvo un boom sin precedentes. El responsable fue el cometa Halley, al que los medios de comunicación le dieron una cobertura exhaustiva. En aquel entonces no existía Internet, y si uno quería profundizar en la materia, se tendía a recurrir a bibliotecas, prensa escrita especializada y asociaciones de aficionados (y más a estos últimos si se quería observar el cometa u otros astros, ya que pondrían a disposición de los interesados salidas al campo y

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telescopios). En lo sucesivo las asociaciones se llenarían de nuevos socios, que con el entusiasmo adquirido por programas de divulgación como la serie “Cosmos” de Carl Sagan, y el impacto mediático del cometa, querían ser testigos directos y protagonistas del conocimiento astronómico. A la llegada de Internet, aun le quedaban diez años o poco más, y todo el panorama cambiaría con su aparición, proporcionando información más actualizada que las bibliotecas, foros con más aficionados (y por ende más res-

puestas a tus preguntas) que las asociaciones astronómicas de nuestras localidades, y encima ya no tenías que ir hasta el kiosko a comprar la revista para leer los últimos artículos y noticias, la tenías al alcance de un “click”. Las asociaciones en particular acusamos una merma sustancial de asistencia a sus reuniones, todo el mundo sería autosuficiente para encontrar la información requerida en la Red, y nos preguntamos si el tiempo de las entidades de astrónomos amateur habría llegado a su fin.

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Concretamente nosotros en la Sociedad Astronómica Granadina notamos un descenso notable de afluencia en la primera década del dos mil, atribuible probablemente en parte a los factores ya comentados. Pero la historia de esto estaba por hacer, solo habían cambiado las premisas, pero no la inquietud, y más que nunca se descubrió que compartir, trabajar en equipo (aunque fuera con un colega que se encontraba en el otro lado del mundo a través de la red) era una experiencia más rica que la simple lectura de contenidos en Internet. Descubrimos el lado humano de la observación astronómica, que siempre había estado ahí, solo que ampliamos su alcance a escala planetaria. No obstante, a partir de la segunda década del dos mil, comenzamos a recibir de

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nuevo bastante afluencia de personas interesadas… Y curiosamente, fue el mismo agente que redujo los

visitantes a nuestra asociación el que se convirtió en nuestro catalizador: internet. Esto quizás se debió a que los contenidos en internet evolucionaron y aumentaron de tal forma que más que ayudar, a veces pueden desbordar al neófito. Nos llega mucha gente con ganas de comprarse un nuevo telescopio, aprender a usar el que tienen, o progresar más en la afición tras en la una primera toma de contacto. Por ello, alguien que ya ha pasado por la mayor parte de la información disponible en las redes y te la sintetice un poco en función de tus necesidades puede ser una gran ayuda. Además, el aficionado a la astronomía que también desea salir de la ciudad a buscar cielos oscuros se topa con algunas dificultades para encontrar sitios óptimos en cuanto a oscuridad del cielo, distan-

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Medios de internet y redes sociales

cia y comodidad general para echar una noche lo más agradable posible (y si es en compañía afín, pues mejor que mejor). Es en estos momentos cuando mucha gente se pregunta, ¿dónde podría dar mis siguientes pasos? Y tras buscar un poco en internet, los buscadores les arrojan entre sus resultados asociaciones como la nuestra en su ciudad, que, de otro modo, quizá no hubiesen conocido. Luego en este sentido, se podría decir que con el tiempo internet sí nos ha beneficiado, ya que,

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aunque deje a más gente en casa, también llega a un mayor número de aficionados que quieren dar un paso más en la afición. Las sociedades astronómicas tradicionales tuvimos que adaptarnos (palabra a la que voy a recurrir varias veces en este artículo), y en lugar de pegar carteles en las universidades publicitando nuestros eventos, ahora creamos “posts” en los medios que nos ofrece la red. Pero las redes sociales, son también un arma de doble filo para esta afición.

La divulgación con la era de los medios ha puesto en jaque una serie de puntos muy sensibles. Las redes han demostrado la rápida y gran difusión con unos sencillos pasos y también han alcanzado audiencias de muy diferentes niveles de conocimiento. Por otro lado las publicaciones de Facebook, Twitter y otras redes surgen tanto de doctores en física, como de jóvenes en formación, como de personas sin ningún conocimiento en la materia. Aquellos que publican deben elegir a quién va dirigida su divulgación. La regulación de este nivel está sujeta a una dificultad, saber hacer llegar el fondo sin sacrificar la rigurosidad del contenido. En las publicaciones de las redes sociales priman un abordaje directo y rápido de la cuestión y la exhibición de un gancho que atraiga el “clic” o incluso el ansiado “like”. El acercamiento de conceptos que se salen de la escala humana nos lleva a tirar de comparaciones, éstas en muchas ocasiones más que ejemplificar la cuestión rebajan el nivel intelectual o subestiman la comprensión del público. Por otro lado el tener estos datos de escala astronómica como material de trabajo nos puede hacer caer en la tentación de una grandilocuencia que no es tal al poner en contexto el tema. Estas características son casi un estigma de la sociedad en que vivimos pero dan en contraprestación un alcance que no era ni soñado hace 30 años. Como con cualquier tema la exageración sobre estos puntos y especialmente en espacios virtualmente infinitos como internet pervierten en ocasiones el mensaje. El abordaje directo de a una información hace prescindir de un razonamiento, la exposición de un método científico

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o un contexto que distorsiona el mensaje. La persecución del “clic” a través de un gancho presenta aseveraciones hiperbólicas que distan mucho de la realidad en los titulares de presentación, y en el mejor de los casos son matizados y puesto en contexto en el desarrollo del artículo. Así, un asteroide del tamaño de x campos de fútbol amenaza o roza la Tierra cada cinco días... Este mensaje es el típico “gancho” en el que después comprendemos que “rozar” significa un paso, cercano sin duda para escalas interplanetarias, de varios millones de kilómetros, y que un asteroide como x campos de fútbol es más común de lo que suena por peligroso o no que se presente para la Tierra. El alcance que nos brindan las redes tiene también sus puntos negativos. Tanto del lado de los divulgadores como del lado de las audiencias se da pie a situaciones impensables anteriormente; hablamos de pseudo ciencias que pugnan por su cuota de atención y la figura del troll de las redes que emborrona la labor del divulgador poniéndola en entredi-

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cho de una forma dañina. Hay que tener cierta templanza y respeto para poder defender posturas desde el rigor científico. El “terraplanismo” o la astrología son claros ejemplos de la intromisión de las pseudo ciencias. Las redes dan

igual oportunidad en sus foros a publicaciones de observatorios astronómicos que a sociedades que siguen principios pseudo científicos. Estas segundas manejan en ocasiones muy bien los conceptos de abordaje directo, gancho y al carecer de respaldo científico el supuesto nivel rebajado para alcanzar al público no es tal, no tienen un nivel más alto. En definitiva la experiencia es un grado, las instituciones y asociaciones han de trabajar su prestigio en cada publicación para destacarse frente a pseudo ciencias, amarillismo y trolls, sopesando alcance, nivel, idea perseguida y respuesta. La divulgación nunca había sido tan am-

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plia, pero a su vez, nunca como ahora, había sido más complicada. Por todo esto, a muchos aficionados les sucede lo mismo que dijimos en párrafos anteriores: se ven desbordados e incapaces de encontrar información fiable y de calidad. Esto provoca que antes o después requiera de medios especializados cuando quiera saber más sobre la materia. Y si bien es cierto que desde la aparición de internet las publicaciones en papel impreso sobre astronomía cada vez son más difíciles de encontrar en los kioskos, no sucede lo mismo con las publicaciones “on-line”, que sí que han aumentado en los últimos años:

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revistas, artículos en webs especializadas e incluso blogs, que han desplazado un poco a dichas publicaciones impresas. En nuestro país, por ejemplo, se llegó a tener varias revistas de astronomía disponibles de las que ya sobrevive solamente una. Imagino que siempre habrá entre nosotros a quienes les guste la versión en papel, pero es un hecho, el mundo digital se ha impuesto y al igual que las asociaciones, a las publicaciones les toca adaptarse a los nuevos tiempos. Más que nada porque las nuevas generaciones que llegan lo hacen inmersos en un contexto digital nunca visto antes en nuestra época.

La era de la tecnología Aún recordamos el día que, tras una reunión de la Sociedad Astronómica Granadina en la facultad de ciencias, decidimos probar lo último en tecnología de observación planetaria, una webcam. En los jardines de dicha facultad colocamos un pequeño telescopio, al que acoplamos la cámara conectada a un portátil. El objeto celeste elegido fue Saturno que se encontraba alto. Tras centrar el objeto con cierta dificultad y enfocar, allí estaba. Todos quedamos boquiabiertos con lo que vimos, un disco planetario enorme (al menos para los estándares a los que estába-

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sus anillos, sino que comentaron que las imáeran muy genes deficientes comparadas con las que habían visto en libros y más que probablemente en Internet. Para nosotros, como astrónomos amateurs, aquello era un avance incuestionable, para los curiosos, acostumbrados a las ingentes cantidades de imágenes del cielo en Internet y las incipientes redes sociales de aquel tiempo, solo era un borrón en la pantalla del ordenador. Aquello nos hizo reflexionar, algo nuevo se avecinaba en la afición a los astros. Por un lado, la recién llegada tecnología observacional, a buen seguro iba a darnos recursos sorpren-

dentes, pero por otro, nuestro papel como divulgadores iba a enfrentarse a nuevos tiempos, nuevos retos. Quizá se tienda a pensar que por culpa de las nuevas tecnologías los jóvenes pueden estar perdiendo el interés por la astronomía. Y su parte de sentido tiene, ya que no solo cada vez cuesta más mirar al cielo y ver estrellas en él, sino que los jóvenes pasan más tiempo pegados a las pantallas de sus móviles que saliendo al balcón de su casa para deleitarse al mirar la luna con prismáticos como quizá hacíamos la mayoría de nosotros de pequeños. Dejando al margen el problema de contaminación lumínica (que ciertamente influye negativamente y debe de atajarse seriamente desde un punto de vista gubernamental con medidas eficaces para iluminar correctamente), la aparición de las nuevas tecnologías y la digitalización de los medios no debería ser un problema para que los jóvenes se alejen de la astronomía y la ciencia en general. Sencillamente creo que no hemos sabido canalizarlo, y

mos acostumbrados) rodeado de unos impresionantes anillos. Hasta entonces, Saturno solo había sido una pequeña bolita anillada en la imagen de un ocular. Quedamos asombrados por el nuevo recurso observacional, lo que veíamos era impensable hasta ese momento. A nuestro grupo se sumaron varios viandantes, probablemente estudiantes de ciencias, que se acercaron a curiosear. Para nuestra sorpresa, estos no solo no quedaron asombrados por la imagen del planeta y

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ahora debemos adaptarnos. ¿Pero cómo adaptarse, cuando les enseñas Marte por un telescopio y “solo ven un punto rojo”, y sin embargo con su móvil cualquier “app” les muestra muchos más detalles, efectos especiales y sonido? Muy sencillo, hay dos fórmulas que a nosotros nos funcionan muy bien en nuestras actividades. La primera es darles contexto a lo que ven: contarles leyendas mitológicas, curiosidades que sus “apps” nunca les dirán, y hacerles comprender realmente lo que están viendo, para que deje de ser “un simple punto rojo”. La segunda es, si no puedes con la tecnología, únete a ella. Estamos en un

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momento en el que nunca fue tan sencillo obtener fotografías de planetas o nebulosas en los que apreciemos muchos más detalles que a ojo descubierto. Con tanto material que circula por internet sobre astronomía (buscando la espectacularidad para conseguir sus “clicks”), es difícil impresionar a un adolescente cuando ve la galaxia de Andrómeda por un ocular, pero seguro que si en ese momento pones una réflex (como la que él pueda tener por casa) en el portaocular y le enseñas la instantánea, seguro que un “wow” se escucha. No tanto por la espectacularidad de la imagen, sino por lo aparentemente fácil e instan-

táneo de nuestra captura in-situ. Es evidente que estas medidas no podrán llevarlas a cabo muchos de los que ahora surgen con el tirón del astroturismo pretendiendo “embotellar la astronomía” (para hacer negocio de algo que nunca fue comercial con telescopios muy básicos, mostrando la luna y poco más) pero sí aquellos aficionados que la amamos, y que dominamos mejor estos factores, pudiendo en este caso transmitir realmente a las nuevas generaciones lo emocionante que puede ser esta afición, pero en esta ocasión podremos hacerlo aún mejor si lo hacemos subidos a la ola de la tecnología. n UNIVERSO


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