EL PRINCIPE N°4

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Gustavo Mariluz

y que uno de los caminos para amortiguarla se encuentra precisamente en los procesos democráticos. La democracia, como proceso político, permite que los conflictos sociales se expresen y encuentren cauces para su superación. Esta superación no evitará que surjan nuevos conflictos ya que estos son inherentes a la evolución social pero, cada paso superador de cada conflicto que surge, nos acerca más a una sociedad utópica. En este artículo, que forma parte de un trabajo más extenso aun sin publicar cuyo título es “Democracia: entre la utopía y la realidad”, me propongo analizar la relación entre la democracia y la tensión social y como esta ultima se manifestará, aunque no solamente, en posiciones antidemocráticas y en la suposición de que es factible implementar una democracia global o cosmopolitita. La advertencia al lector estriba en que este artículo esta escrito desde una perspectiva crítica principalmente al concepto de democracia á la liberal. Advertidos de este punto, pasemos ahora a la reflexión.

Política: antagónica vs. agónica. La postura que intento sostener en este lugar, si bien supone que hay potencialidades positivas en el ser humano al estilo roussoniano, no significa tener una mirada romántica ni inocente sobre él. Mi posición, si bien se ubica

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dentro del pensamiento del autor ginebrino, rescata también algo de Thomas Hobbes con aquello de que “hominis lupus hominis”. Quiero decir, si bien es mi idea de que el ser humano tiene todas las capacidades para la bondad esto no impide que puedan surgir en él instintos agresivos y egoístas y que fueran detectados ya por Sigmund Freud. No pretendo esbozar en este lugar una teoría sobre la personalidad humana y su devenir histórico como productora de violencia o de paz, pero si me parece pertinente mencionar en que baso mis argumentos en relación al surgimiento de la tensión social. Que quede claro entonces que mi apelación a las virtudes cívicas, tal como las vengo desarrollando a lo largo de este trabajo de reflexión, ni de cerca son románticas o inocentes sino todo lo contrario; mi perspectiva es materialista y se ancla en un análisis de la realidad social vivida cotidianamente. Vale la pena esta aclaración. La visión idealizada de la sociedad, como impulsada por la empatía y la reciprocidad3 ha calado hondo en el pensamiento moderno sobre todo en las visiones liberales como socialistas. La hostilidad y la violencia son vistas como resabios arcaicos que la civilización viene a remedar. La oposición a este pensamiento suele ubicarlo como antidemocrático y autoritario. Sin considerarme comprendido en ninguno de estos dos calificativos, coincido en que

El Príncipe

Edición: “Política, elecciones y Democracia”


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