Canción del Lavatorio de Pies Ya sabía bien, Jesús, que habría de sufrir. Que, en lo alto de la cruz, él tenía que morir. Cuando ya estaban cenando, el Señor se levantó. Y sacándose su manto, a todos sorprendió.
Cuando a Pedro le tocaba, Se acercaba ya el Señor. Se enfadó y se negaba todo lleno de estupor.
De rodillas como esclavo, agachado el gran Señor. Con el agua de un jarro, les limpiaba con amor. Sus amigos le miraban, no podían entender. El maestro al que admiraban, les lavaba así los pies.
“No serás ya de los míos, si no me dejas hacer. No podrás llamarme amigo si no lavo hoy tus pies”.
Lavó sus pies. Lavó sus pies. El gran Señor lavó sus pies.
Lavó sus pies. Lavó sus pies. El gran Señor lavó sus pies.
“Aunque ahora no comprendes Más tarde si lo harás”. Pero Pedro no lo entiende:
“No me lavarás jamás”.
Cuando escucha con tristeza las palabras de Jesús. Dice: “Hasta la cabeza podrás limpiarme tú”.
Lavó mis pies. Lavó mis pies. El gran Señor lavó mis pies.