La Voz de la Esfinge - número 04

Page 1


í

n

d

antecámara

Revista de Literatura NÚMERO 4 • Segunda Época Octubre-Diciembre de 2000 DIRECTORA Isabel Jazmín Ángeles EDITOR Antonio Marts CONSEJO EDITORIAL Luis Armenta Malpica Hilda Figueroa Carlos Maldonado León Plascencia Ñol Elizabeth Vivero Marketing Heinzy Arturo Cruz

Cercado del ciervo Wang Wei versión de Anne-Hélène Suárez y Ramon Dachs 4 Poemas mínimos Ramon Dachs versión de autor 6 LITERATURA IRAQUÍ Canción a un guerrillero Fawzi Karim versión de Mahmud Sobh 10

DISEÑO

La patrona canta Faik Husayn 13 REVISTA ELECTRÓNICA Antonio Marts CORRESPONDENCIA Y COLABORACIONES

Apartado Postal 39-37 C.P. 44171 Guadalajara, Jalisco, México. Teléfono 629 28 98 correo electrónico: antonio_marts@hotmail.com http://read.at/paraisoperdido

2

~ La Voz de la Esfinge

Espatiempo de asnos Adbek-Malek Nuri versión de María Jesús Viguera y Marcelino Villegas 14

i

c

Alejandría Sobre las nubes Guy de Maupassant versión de Hilda Figueroa 17 El segundo viaje del Horla Una crónica de Guy de Maupassant Jacques Bienvenu versión de Hilda Figueroa 22 De seis, horizontal con «el» al final Christian Arias 24

e cien puertas

XX

Salvador Novo: poemas y Never ever Ángel Ortuño 27

Doble Horizonte Deshojamiento el aire respirado Ricardo Yáñez 34 Tres poemas Jorge Souza 35 Algo para guardar Lucero Alanís de Gurrola 37

Heliópolis MIRADA EN EL CORAZÓN

Una mirada actual Francisco Magaña 38


Saint-Exupéry, el vuelo de un mito Jean-Claude Renart versión de Isabel Jazmín Ángeles 40 Telón de fondo Alejandra Tello 41 El canto del cuerpo violento Elizabeth Vivero 43 ADELANTO EDITORIAL

Alondra de ojos en las alas Gabriel Velasco 44

Ilustraciones João Rodríguez JOÃO RODRÍGUEZ Empalme, Sonora, 1974. Desde 1985 radica en Guadalajara. En 1995 ingresa al taller independiente de Toni Guerra, en 1997 inicia estudios de cerámica en el Taller Cocotzin en Tonalá, en 1998 cursa los Diplomados de fotografía I y II en el Centro de Arte Audivisual, en 1999 inicia estudios de grabado con Humberto Ortiz y en este mismo año funda como socio el Taller Experimental de Gráfica «Diagonal». Ha participado en más de 17 exposiciones colectivas en diferentes ciudades del país y de manera individual en la Alianza Francesa, en la galería Haus Der Kunst y en la Galería Ruiz Rojo en la ciudad de Guadalajara, en el Museo de Álamos, Álamos Sonora y tuvo una exposición itinerante por el Estado de Guanajuato. Obtuvo la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en 1999, recibió mención honorífica en la VIII Bienal Estatal de Pintura de Sonora y el segundo lugar y mención honorífica en el Premio de pintura «Atanasio Monroy» en este año.

La Voz de la Esfinge ~

3


Wei

Cercado del ciervo

a

n

t WANG WEI

WANG WEI 699-759. Poeta y pintor chino. Se le considera el fundador del estilo de pintura paisajístico puro y fue uno de los maestros del verso lírico de la dinastía Tang. Aunque no se conserva ninguna obra auténtica, sus poemas destacan por su gran sensibilidad hacia la naturaleza. Fue también un gran calígrafo.

4

~ La Voz de la Esfinge

e

c


Antecámara

á

m

a

r

Suárez, Dachs

a

Cercado del ciervo versión de Anne-Hélène Suárez y Ramón Dachs

En la montaña sola sólo resuena el eco. La luz penetra honda hasta alcanzar el musgo.

Poema tomado de 101 juejus de China Tang (València: Alfons el Magnánim, 1997), antología bilingüe de 101 «jueju» (cuartetos clásicos chinos)de la dinastía Tang (618-907) seleccionados, traducidos y anotados por Ramon Dachs en colaboración con la sinóloga Anne-Hélène Suárez. ANNE-HÉLÈNE SUÁREZ destacan por su gran sensibilidad hacia la naturaleza. Fue también un gran calígrafo.

La Voz de la Esfinge ~

5


Dachs

Poemas mínimos

Poemes mínims RAMON DACHS

(a l´amada) blava i nua nova i neta matinal esvelta i núbil claredat ‡‡ PARDAL de pedra en teula en branca vol ‡‡ ESTEL FUGAÇ galop astral amb la crinera incendiada

6

~ La Voz de la Esfinge


Antecámara

Dachs

Poemas mínimos versión de Ramón Dachs

(amada) desnuda y blanca nueva y limpia matinal esbelta y núbil claridad ‡‡ GORRIÓN de piedra a teja a rama vuelo ‡‡ ESTRELLA FUGAZ galope tendido de crines astrales prendidas en llamas

La Voz de la Esfinge ~

7


Ashbery

¿Qué es poesía?

‡‡ immensa nit la mort adesiara apaga minúscules lluernes ‡‡ l’oceà rosega continents indòmits prompte a deglutir-los absolut ‡‡ madona blanca de la nit crua sal nua flor de neu d’un hivern llarg... definitiu ‡‡ l’altra riba apunta verde i fresca verge

8

~ La Voz de la Esfinge


Antecámara

Marts

‡‡ la muerte, noche inmensa apaga alguna vez minúsculas luciérnagas ‡‡ el océano roe continentes indómitos pronto a deglutirlos absoluto ‡‡ princesa blanca de la noche dura sal flor desnuda nieve de un largo invierno... ‡‡ tierra al otro lado verde y fresca virgen

sin final

RAMON DACHS Barcelona, 1959. Licenciado en biblioteconomía y documentación. Ha publicado los títulos Obagues (1985), Fosca endins (1993), Vacant (1995), Cima branca (1995), Quadern rimbaldia o La intertextualitat generativa(1996), Blanc (1998), Libre d’amiga (1998) y Poemes mínims 1999).

La Voz de la Esfinge ~

9


Karim

Canción a un gerrillero

l i t e r a t u r a Canción a un guerrillero FAWZI KARIM versión de Mahmud Sobh

Entonces, tú fuiste quien me enseñó cómo lanzar mis versos a la faz del día. Cómo sacar del fondo de tus ojos mi rostro, el de aquella que dejóme por mi miedo, el rostro de mi amigo, al que los vientos del mar bendijeron. Entonces, tú fuiste quien a mí vino, cuando en el camino nuestros signos murieron. Teníamos una huella que se hundió. Las palabras del polvo que se iba amontonando en las ventanas, en las ramas y en los frutos, me fueron llevando de mi gente

10

~ La Voz de la Esfinge


Antecámara

Sobh

I R A Q U Í a mí mismo. Y al morir los niños se nos fueron muriendo las fábulas, entre mi gente y yo mismo. Entonces, tú eres mi verano, el verano de mis versos. Un dios que adora mi barro y el barro de quien dejóme por mi miedo. Entonces, tú fuiste, compañero, quien abrió a los amantes la ventana, quien regó las ramas y los frutos para limpiar el polvo de los años. Tú cantaste nuestro júbilo entre el relinchar de los caballos en la boda del alba de los campos. Y nos pusiste una estrella en el pecho, un pájaro en la frente cansada.

La Voz de la Esfinge ~

11


Karim

Canción a un gerrillero

Entonces, tú eres, compañero, amigo mío, quien vigila mi sueño y me borra las tinieblas. Ofreciendo en la noche tu voz a caminantes y jinetes, llevando la tierra, yegua dormida, hacia el triste naranjal. Allí, donde no llegó nadie. Ofreciendo tu voz a las canciones que sin esperanza se consumen.

Estos dos poemas fueron tomados del libro Literatura iraquí contemporánea cuya segunda edición fue publicada en Madrid España en 1972 por el Instituto Hispano-Árabe de cultura.. FAWZI KARIM Bagdad, 1945. Tiene publicado el libro Donde empiezan las cosas (Neyêf, 1969), ha colaborado en revistas como AlAdab y Sicr de Beirut..

12

~ La Voz de la Esfinge

Aquí hay un pie que se apoya en el silencio de la noche, arrojando sus pisadas y sus risas en la calma. Aquí hay una estrella roja, junto a las tiendas. Y un olivar. Y venas de una tierra luminosa. Entonces, tú eres, compañero, el que llega.


Antecámara

Husayn

La patrona canta FAIK HUSAYN

azul: Ramas de terciopelo brotan en mi cabeza Talo mi tiempo en el reloj tallado en astrakán suntuoso. Y los beduinos mudos rebañan mis intereses. Y en las profundidades de los mares busco los desperdicios de la amada. azulado: Existe una cabeza forrada de terciopelo y azafrán. El astrakán suntuoso se disemina en mis relojes. Mis intereses, mi mudez, honran a los beduinos. Bieldos avientan el cuerpo de la amada en las profundidades de los mares. azulino: Brotan las ramas de astrakán suntuoso. Acude el leñador de mis horas. Hay un desierto mudo. Hay beduinos amordazados. Y vientos llenan las profundidades. azulenco: Veo desplumarse las horas de astrakán suntuoso. Veo emigrar beduinos en las horas anfibias. Los desperdicios de la amada son mi herencia. Desperdicios, desperdicios, desperdicios... Azafrán, azafrán, azafrán... y vientos, vientos, vientos, vientos...

FAIK HUSAYN Al-Nasiriyya, 1944. Pintor y grabador. Vive en España desde 1969. Publicó el libro Las escamas del corazón (en español) en 1972. Ganó el premio bienal de Poesía Provincia de León en 1972.

La Voz de la Esfinge ~

13


Nuri

Espatiempo de asnos

Espatiempo de asnos

ABDEL-MALEK NURI versión de María Jesús Viguera y Marcelino Villegas

E

ABDEL-MALEK NURI Bagdad 1921. Uno de los ensayistas y narradores más importantes de Iraq. Tiene publicados los libros Mensajeros de la humanidad (Bagdad, 1946), El canto de la tierra (Bagdad, 1954), Nuestro pueblo se agita (Bagdad, 1954), entre otras y dos obras de teatro: La tragedia del arte y Madera y terciopelo.

14

~ La Voz de la Esfinge

l frío le estaba congelando hasta la médula en la parada del autobús. En la ancha acera sin cobijo había algunos más, dispersos, echando vapor por las narices. El sol se había empeñado en no desgarrar la cortina de nubes y acercarse a la parada... Quizá no llegará nunca el autobús. Mira que si han suprimido esta línea, se dijo. ¡Vete tú a saber! Todo es posible en este espatiempo de asnos.¿No nos han cambiado de plano la marcha de la existencia? ¿Qué les impide ahora modificar el trayecto del autobús 607? Incluso han podido suspender el servicio completamente. Y él allí, a pata firme, tiritando como los demás, venga a echar vapor y esperando algo... que tal vez ni exista: autobús 607. Nunca se le había ocurrido pensar en aquella mañana glacial, hundido hasta las orejas en su deslucido abrigo viejo... perdón, ¿desde cuando usan abrigo los borricos?, todo lo más, esto es que lleva es una rica tela de saco que alguien le echó por el lomo. Uno carraspeó para cascar acto seguido un gargajo blanco-verde que en seguida se aplastó contra el suelo. Podía conjeturarse que algún crío iba a pisarlo inadvertidamente al pasar, a resbalar y a romperse una pierna. ¡Quiá!, eso no ocurre, ni mucho menos. Una posibilidad entre mil, entre un millón, y, después de todo, ¿a él, qué? ¿ Qué se le da de los críos humanos y de los críos asnales? él hoy por hoy, es un asno y vale. A un asno no tienen por qué importarle los críos vamos, los críos del hombre, más concretamente. Él es muy sufrido. Lo soporta todo. Hasta carga con antropoides, moniacos y lacras así, que llevan eternidades minuto a minuto subidos encima de él y de los de esa clase.. pues, de no ser un burro, ¿de cuándo acá se le iba a montar encima un moniaco? sintió una irritación... El frío de los miembros le hizo estremecerse otra vez. Ya no sentía las patas de atrás, de heladas que las tenía. ¡Era una asnidad cristalizada! Casi se le escapa un rebuzno para decir en el lenguaje particular de los burros: Hiiiihaaa... hiiihaaa... hiiihaaa..., me meo en todos vosotros... Lo dijo bajito y ninguno de sus tiritantes compañeros se dio por aludido. Pero el rebuzno, de tan intenso, debía haber llegado hasta el séptimo cielo, donde sólo hay bruma o nebulosa ígnea, no Se lo iba a pasar en grande. Si se encontraba con el burro


Antecámara

mayor le diría: «Tú eres como yo, queridito». Oh, no blasfmes, no blasfemes ¡Qué sabrá un borrico de piedad o de fe! Esas son cuestiones que afectan a los humanos nada más y no hay por qué transigir lo que Dios dispuso al consumar la creación, según la cual nosotros somos asnos simplemente. ¡Bendito sea que no tenemos que preocuparnos por esos espinosos asuntos teológicos!... Y a todo esto: ¿viene o no viene el autobús? ¿Viene o no viene el autobús 607?... Me voy a morir de frío. Perdón, los asnos no pueden sentir frío como el hombre. Yo soy un asno, luego, no tengo frío. Bueno, sólo un poquitito... por mucho que vea salir el vaporcillo por los negros ollares y me tirite el lomo y no sienta las patas de atrás. Me estarán echando de menos en estos momentos. Me estarán echando en falta en el café... quiero decir en el establo. Plasmados en la cristalera de la fachada forman un cuadro de miseria y hastío, y yo participo en él, y soy uno más de sus motivos negros. Sin mí el cuadro estaría incompleto. Hago este descubrimiento con inmenso dolor. El autobús 607 tiene que venir Tiene que venir ya, Y si no... ¿qué?¿ Regresar a casa quiero decir a la cuadra y volver a cargar con una existencia que ni en sueños puedo aguantar? Soy una inutilidad. Mi vida es un fardo pesadísimo. Soy un asno. ¿Es que no me lo he repetido bastante? Asno, burro, asno, más que asno..., porque vivimos un espatiempo de asnos... Pero, ¿hasta donde debe aguantar un asno? Un asno que naturalmente no sabe por qué es un asno. Ni por qué el autobús 607 no llega, ni por qué no ha venido ya. Pero hay que aguantarse. Es la tremenda paciencia asnal.

Viguera, Villegas

Llegaron algunas borricas. Se apiñaron en la acera.¿Y el autobús aún no llega? Cedió, con ellas, el viento helador. Iban enfundadas en sus abrigos, es decir, en sus albardas de arpillera. Rebuznaron y en seguida se calaron. ¿El autobús aún nollega? El viento gemía. No se podía vislumbrar más que la redondez de los pechos y grupas de las hembras bajo las calientitas albardas de saco multicolor. ¡Qué cálido placer encontrarse en una cama con todas y cada una de ellas al mismo espatiempo! Pero,¿ cómo es posible? ¿Cómo es posible? Un asno no tiene más lecho que un montón de paja, y sólo puede levantar las patas delanteras y simplemente posarlas en el lomo de una hembra. Es, pues, imposible estar con todas a la vez, al mismo espatiempo, y mucho menos en un lecho de paja. Es triste, como un sueño que parece real y no lo es. La blanquilla de pelo y ojazos negros menuda fresca, seguro se le ha parado delante y poco más le roza. Intentó acogerse a su tibieza, pegarse del todo a ella para siempre. El vapor seguía escapándose por sus ollares, y por los ollares de todos. Ahora parecen verdaderos arquetipos asnales plantados en la acera. No se menean. Ni siquiera rebuznan. El Departamento de Pompas Fúnebres no se preocupa más que de los dividendos. Ganancias, aun a costa de amontonar los asnos en un autobús hasta extremos inconcebibles. El lucro, ante todo. Cada cuerpo es un billete. Nosotros los asnos pagamos sin rechistar. Se necesita paciencia. La paciencia es nuestra característica más característica. ¡Desde luego! Una agitación repentina sacude a la recua expectante. La grupa de la pécora se balancea pasando

La Voz de la Esfinge ~

15


Nuri

Espatiempo de asnos

el peso del cuerpo de pata a pata. Súbitamente, el autobús ha acaparado el horizonte del grupo que guarda cola y que ahora rompe a rebuznar y a estirar las agarrotadas extremidades. Los asnos, presurosos, corren hacia la puerta que se abre. «Media hora esperando», rebuznó uno de los componentes de la recua. «Nos hemos congelado», se atrevió a rebuznar otro. Ambos agacharon la triangular cabeza, avergonzados, o buscando quizá un poco de yerba verde que llvarse a la boca. El cobrador se deslizó como un hilo entre ellos, para llamar al inspector, pero el inspector, como de costumbre, no oyó. Y aún suponiendo que hubiese oído: ¡no comprendía el idioma! Se coló tras la fulana, intentando hacerse notar de algún modo. Deseaba quedarse sobre las patas de atrás y rozarle suavemente el lomo con una de las delanteras. Rebuznó, discreto, pero de modo suficientemente expresivo. Por desgracia, la masa le rodeaba por todas partes, empujándose unos a otros con los costillares y sacudiéndose con el rabo. En el interior del autobús, la tal quedó algo lejos. Meneaba el rabo y las ancas, como si le molestase el tener que ir de pie, o para calentarse, o bien por que aquello le resultase placentero. Venga a mover sus dos patas de atrás. De sobra sabe él lo que quiere dar a entender con eso: en cuanto una burra percibe por los alrededores a un macho vehemente, hace este ademán, así

16

~ La Voz de la Esfinge

se prende un horno que con su bálsamo se apagará. ¿Quién se atreve a disputársela?... cabezas triangulares, humilladas. Si alguno le planta cara, lo mata. Y sigue dándole a las patas de atrás, la muy cuca. La adivina jugosa bajo el saco. ¡Ay si encontrara al improbable rival! Pues nada... el asesinato no es costumbre entre los asnos, que se conforman con dar coces, rebuznar... mientras que en el hombre, asesinar y otras cosas peores lo es normal. Por eso le gustaba ser un asno, uno de tantos, en este espatiempo de asnos. Miró a su alrededor, no había en el autobús la dorada paja calientita que esperaba encontrar. Al Departamento de Pompas Fúnebres le importa un comino los asnos, es evidente. Blanquecinos escupitajos, gargajos asnales, cubren el suelo del autobús. En un cierto rincón amarillea un excremento reciente que aún despide cierto vaporcillo. No, no. Esto no hay quien lo aguante. Es más de lo que pude soportar incluso un asno. Ya basta. La prostituta ahí sigue, tratando de incitar al macho con los meneos de sus patas. Y él estalla... rebuzna... rebuzna con todas su fuerzas, con su voz potente y gruesa. Las cabezas triangulares se vuelven hacia él interrogantes, con la crónica estupidez asnal en los ojazos negros. Pero él continúa rebuznando ruidosamente, hasta que se le acerca el cobrador y tiene que callarse.


Alejandría

A

L

E

J

A

N

D

R

Í

Figueroa

A

Sobre las nubes GUY DE MAUPASSANT versión de Hilda Figueroa

C

uando entré en la fábrica de La Villete percibí, tendido sobre la hierba del patio, delante del ejército de las negras y monstruosas campanas para el gas, el enorme globo amarillo, casi inflado ya, semejante a una colosal calabaza, colocada entre los gasómetros del huerto de un cíclope. Un largo conducto de tela barnizada, parecido a esa pequeña cola torcida, por donde las calabazas de oro beben su vida de la tierra, llevaba en el Horla, el alma de los aerostatos. Palpitaba y se levantaba poco a poco, y una docena de hombres daban vuelta a su alrededor, desplazando, de segundo a segundo los sacos de lastre colgados en el dorso para permitirle engrosar. Un cielo bajo y gris, pesado techo de nubes, se extendía sobre nuestras cabezas. Eran las cuatro y media de la tarde, y la noche ya parecía próxima. Curiosos y amigos entraban en la fábrica. Veían asombrados la pequeñez de la navecilla, el papel engomado sobre las delgadas rasgaduras del globo, y todos los preparativos para este viaje en el espacio. Se cree todavía que las ascensiones exponen a los viajeros a grandes peligros, mientras que éstas, representan justamente igual o quizá menos riesgos que un simple paseo en el mar o incluso en coche. Cuando el material es bueno, y el aeronauta prudente y experimentado, como lo son Jovis y Mallet, se puede partir en excursión por el cielo, con una tranquilidad de alma mucho más completa que si se embarcara para América, lo cual no pasa por ser muy horrendo. Cuatro hombres vienen a buscar la navecilla, gran cesto cuadrado muy parecido a los nuevos baúles de viaje, de mimbre tejido. Sobre las dos caras de este vehículo volante, se lee, en letras de oro sobre una placa de madera: El

GUY DE MAUPASSANT (1850-1893), Durante su juventud fue miembro del grupo literario surgido en torno a Gustave Flaubert, que era íntimo amigo de la familia. La primera obra importante de Maupassant fue el cuento Bola de sebo (1880), incluido en el volumen Las veladas de Médan y considerado su obra maestra en ese género. Escribió más de doscientos relatos, entre los que destacan Mademoiselle Fifi (1882) y La Parure (1884). La obra de Maupassant se caracteriza por sus variaciones sobre el tema de la crueldad humana, su realismo y su estilo sencillo. Maupassant es también autor de tres colecciones de recuerdos de viajes y seis novelas. Esta crónica, inédita hasta hace apenas unos meses, fue tomada del número 790 de la revista francesa Le magazine littéraire debido a su pertinencia literaria

La Voz de la Esfinge ~

17


Maupassant

Sobre las nubes

Horla. Este cesto, se amarra por debajo al globo cautivo, el cual levanta el lastre y un racimo de hombres colgados en su filete. Luego se disponen dentro del canasto: las provisiones, el cesto de lo mínimo esencial y los instrumentos: dos barómetros ordinarios, un barómetro para registro, dos termómetros y unos binoculares marinos. Todo está listo. Los amigos hacen un círculo; y los viajantes, sirviéndose de una silla como estribo, escalan el borde de la nave, después, saltan al fondo. El Sr. Mallet, trepa en el círculo por encima de nuestras cabezas bajo el apéndice del globo, estrecha boca de tela por donde saldrá demasiado gas, si nos encontráramos con capas de aire más caliente. El aeronauta, el Sr. Jovis, calcula ahora la fuerza ascensional, a fin de hacer una bella salida. Se vacía un saco de lastre, y cuando las manos de los hombres, sujetas a los bordes de la navecita la sueltan un poco, sentimos elevarnos delicadamente, después, volvemos a estar atrapados por todos esos dedos prendidos de nuevo. Y luego somos abandonados, cuando se tira un saco más. Un teniente de navegación que pertenece a la escuela de aerostatismo militar de Meudon, vino a ver el ascenso y quiso ayudar a nuestra partida: conserva en sus manos, la cuerda que nos mantiene en tierra, hasta el grito de Jovis: «Suelte todo». De pronto, el gran círculo de los amigos que nos encierra y nos habla, los vestidos claros, los brazos tendidos, los sombreros negros, se des-

18

~ La Voz de la Esfinge

vanecen alrededor de nosotros y desaparecen, –sin nada más que aire– hemos despegado y partimos. Ya planeamos sobre una inmensa ciudad, sobre un plano desmesurado de París, idéntico a las maquetas de las exposiciones: con techos celestes, calles rectas o tortuosas, el río gris, los monumentos puntiagudos, el domo dorado de «Les Invalides», y más lejos, el campanario todavía inacabado de «Nuestra Dama de la Calderería», la Torre Eiffel. Inclinados al borde de la navecilla, todavía vemos en el patio de la fábrica a una multitud de hombrecitos y mujercitas que agitan sus brazos, sus sombreros, y sus pañuelos blancos. Mas ellos son tan pequeñitos, tan lejanos, tan insectos, que no comprendemos que apenas los hemos dejado hace un instante —hace ocho o diez segundos. —Miren, grita Jovis con entusiasmo, ¿No es hermoso esto, mis niños? Un inmenso rumor asciende hacia nosotros, un rumor hecho de mil ruidos, de toda la vida de las calles, del rodar de los coches sobre el pavimento, del relincho de los caballos, del castañeteo de los látigos, de las voces humanas, del rugir de los trenes. Dominándolo todo, cercanos o lejanos, subagudos o graves, los silbidos de las locomotoras parecen desgarrar el aire por lo vibrantes y claros que son. Ahora, aquí, la planicie alrededor de la ciudad, la verde planicie que cortan las rutas blancas, derechas, cruzadas en todos los sentidos. Incontables. Pero súbitamente, los detalles de la


Alejandría

tierra, antes netos, se enturbian un poco, como si se les hubiera borrado sutilmente, después, se nublan detrás de un humo casi imperceptible, luego se confunden completamente, mezclados, casi desaparecidos. Penetramos en las nubes. Enseguida un velo nos envuelve, ligero y transparente. Se espesa, deviene gris, opaco, se cierra sobre nosotros, nos aprisiona, nos encierra, nos abraza. Después, pronto, esa muralla de bruma húmeda y oscura, se aclara, se blanquea, se ilumina. En el presente, nos deslizamos a través de una guata vaporosa, a través de un humo lechoso, de un vaho de plata. Segundo a segundo, una luz misteriosa, deslumbrante, venida de lo alto, ilumina más y más las ondas blancas que atravesamos; de pronto, bruscamente, emer-gemos en un cielo azul resplandeciente de sol. Ninguna locura puede crear un sueño parecido a éste que hemos visto. En ascenso todavía, volamos sobre un caos ilimitado de nubes que tienen un aspecto de nieves. Se extienden hasta perderse de vista, fantásticas, inimaginables, sobrenaturales. Ellas se transforman, esas nieves de un destello insostenible en todos sentidos, bajo nosotros. Hay allí planicies, cúspides, picos, mínimos valles. Las formas de este nuevo universo, de este país mágico, no pueden ser vistas mas que en el cielo, son desconocidas en la tierra. Se perciben provincias de campaniles, de flechas, de torres de cristal, de océanos de olas rodantes, sublevadas, inmóviles y furiosas, cuya espuma reluciente ciega

Figueroa

los ojos, precipicios violetas, excavados por las nubes más abajo, y montañas inverosímiles, que elevan al espacio infinito sus cimas monstruosas de transparencia enloquecedora. Mas, de repente, cerca de nosotros —cerca o lejos, no sabría decirse justamente, no se tiene noción de las distancias— aparece en el aire límpido, una mancha transparente, enorme, redonda, que flota, que sube, un globo, otro globo, con su navecilla, su bandera, sus viajantes. Elevo un brazo, y observo a uno de los pasajeros de esta aparición, que eleva su brazo. Se distinguen las nubes, el ho-rizonte desme-surado a tra-vés de esta sombra fantástica, como si e-lla no exis-tiera; y, a su alrededor se dibuja un inmenso arco iris que la encierra completamente, dentro de una corona luminosa y multicolor. Más real que el navío fantasma de los navegantes, este globo fantasmal nos acompaña a través del espacio, sobre el desierto ilimitado de nubes; ceñido de una aureola relampagueante, parece mostrarnos, en

La Voz de la Esfinge ~

19


Maupassant

Sobre las nubes

medio del cielo inexplorado, la apoteosis de los viajantes del aire. Nombramos a este fenómeno bien conocido «la aureola de los aeronautas». La sombra proyectada por el globo sobre los nubarrones vecinos, explica esta aparición sorprendente; mas para explicar el arco iris que la rodea, se han producido muchas teorías. La más creíble es esta: La tela con la que está construido el aeróstato, a pesar de la calidad del tejido y del barniz, permanece todo el tiempo muy permeable al gas encerrado adentro. Entonces, tiene lugar una fuga constante a través de toda la envoltura, creándose alrededor del globo una ligera capa de humedad. El sol, atravesando este vaho, hace nacer ahí los colores del prisma, como en la fina lluvia de las cascadas, y los proyecta en corona, siguiendo la sombra del globo, sobre la nube más próxima. O, como subimos siempre, este espectro vaporoso cesa luego de seguirnos, y más pequeño cada vez, en la medida en que nos elevamos permanece bajo nosotros, flotando sobre el océano de nubarrones blancos. El sol oblicuo lo refleja lejos, allá abajo, abajo, donde sigue todos nuestros movimientos, como si fuera una pelota de niño, caída, que rueda, que vaga por el desierto tumultuoso de nubes. Entre más levantamos el vuelo, más fuerte parece el calor, y más, la reverberación de la luz sobre esta inmensidad cegadora, que deviene prodigiosa e inconstante. El termómetro marca 26 grados, mientras que teníamos solo 13 en la superficie de la tierra, y el globo, muy dilatado,

20

~ La Voz de la Esfinge

deja escapar por el apéndice una oleada de gas que se vierte en el aire como una humareda. Hemos pasado los dos mil metros, planeamos entonces a unos 1500 metros sobre las nubes, y no se observa ninguna otra cosa, más que estas olas de plata sin límites, sobre el azul ilimitado del cielo. De cuando en cuando, las cuevas violetas, los abismos en los que no se percibe el fondo. Vamos lentamente impulsados por una brisa que no se siente en absoluto, hacia una de esas rasgaduras. Se diría, de lejos, que un glaciar se desplomó en la inmensidad, dejando entre dos montañas, una desmesurada grieta. Tomo los binoculares para examinar el hueco azulino del precipicio y percibo en el fondo un extremo de la pradera, dos rutas, una gran aldea. Pronto estamos arriba. ¡Allí, las ovejas en un campo, las vacas, los coches! ¡Cómo se encuentra esto lejano, pequeño, insignificante! Mas los nubarrones que corren bajo nosotros, cierran bruscamente esta mirilla abierta en este techo de tormentas. El Sr. Mallet, ahora, de cuando en cuando repite: «El lastre, tiren el lastre». El globo desinflado por la dilatación del gas y enfriado de pronto por la cercanía de la tarde, cae como una piedra. Alrededor de nosotros, las hojas de papel para cigarros, arrojadas sin cesar con el fin de apreciar los ascensos y descensos, caracolean como mariposas blancas. Esa es la mejor forma de saber lo que hace un aeróstato. Cuando sube, los papelillos para cigarros parecen caer hacia la


Alejandría

tierra; cuando desciende, las hojitas en el viento vuelan al cielo. —El lastre. Tiren el lastre. Vaciamos puñado a puñado los sacos de arena, que se derraman bajo nosotros en una rubia llovizna dorada de sol. El Horla de todas maneras se desploma y vemos reaparecer todo cerca de nosotros, como si viniese a nuestro encuentro, sin haber podido seguirnos el globo fantasma dentro de su aureola. Ahora, rozamos el mar de nubes, de vez en cuando, nuestra navecilla parece remojarse en la espuma de las olas que se evapora alrededor de ella. Aquí de nuevo los huecos por donde percibimos la tierra, un castillo, una vieja iglesia, los caminos y los campos verdes. A fuerza de arrojar el lastre, hemos terminado por detener la caída; mas el globo, fláccido y muelle, semeja un harapo de tela amarilla, y se adelgaza visiblemente, recogido por el frío de las neblinas escarchadas que condensan al gas rápidamente. De nuevo entramos en las nubes, nos ahogamos entre esas oleadas de bruma. Los ruidos del mundo nos llegan muy distintos, aullidos de canes, llantos de niños, desplazamien-

Figueroa

to de coches, castañeteo de látigos. He aquí a la tierra, la inmensa carta geográfica que habíamos podido ver un medio minuto al partir. Estamos apenas a seiscientos metros encima de ella, distinguimos los mínimos detalles. Las gallinas, en un gran patio, vuelan pasmadas, tomándonos sin duda por un gavilán monstruoso que planea. ¿Cuál es entonces el animal extraño que corre en ese campo? ¿Es un pavo blanco, una oveja o un ganso? No. Es un chiquillo, vestido con pantalones y camisa, quien nos ha visto y el que, con la nariz al aire, se ha caído, eso me permitió reconocer un cuerpo humano. Con nuestro cuerno, arrojamos a la tierra llamados frecuentes. Los hombres responden por medio de gritos y nos acompañan corriendo a través de los campos, dejando sus casas y sus trabajos. Los carreteros abandonan los coches sobre las rutas, y vemos entre las cosechas verdes a un gentío que trota loco de alegría. El aeróstato sigue desplomándose. La primera cuerda arrastra sobre los árboles, la segunda va a tocar tierra cuando nos alcanza un riel de la vía, en la cual los hilos telegráficos van a detener nuestro paso.

La Voz de la Esfinge ~

21


Maupassant

Sobre las nubes

—Es necesario saltar el riel, grita Jovis, porque el telégrafo es la guillotina de los aeronautas. Arroja el último saco de lastre, casi de golpe, y el globo agonizante hace un último esfuerzo, parece dar un último aletazo, franquea el terraplén justo al momento en que un tren llega, y su maquinista nos saluda silbando. Nosotros aquí de nuevo a treinta metros del suelo. De un navajazo, Jovis corta la atadura del ancla, que cae sobre un trigal. Liberado de este peso, El Horla se eleva un poco, mas nosotros jalamos con toda nuestra fuerza la cuerda de la válvula de seguridad, y la navecilla viene a posarse en la tierra, sin una sacudida, en medio de un pueblo de campesinos quienes la asen y la sujetan. Saltamos afuera, desolados al ver acabarse este viaje corto y soberbio, este inimaginable vuelo a través del espacio, en un espectáculo mágico de blancas nubes, que ningún poeta puede soñar. Un muy gentil propietario de Thieux, donde habíamos caído, el señor Gilles, quien ha hecho también muchas ascensiones, vino a recibirnos a nuestro descenso para ofrecernos la hospitalidad de su casa y una magnífica cena.

22

~ La Voz de la Esfinge

El segundo viaje del Horla Una crónica de Guy de Maupassant JACQUES BIENVENU versión de Hilda Figueroa

E

l 8 de julio de 1887, Guy de Maupassant se eleva por los aires con el capitán Jovis, en un aeróstato que lleva el nombre de su última colección de cuentos El Horla. ¡Bella publicidad para un escritor, cuyo libro había aparecido poco menos de dos meses atrás! Maupasant contó este periplo aéreo en una crónica, a veces denominada «El viaje del Horla» pero cuyo verdadero título es De París a Heyst, publicada en el Figaro del 16 de julio de 1887. Este suceso hizo un cierto ruido en la prensa, quizá demasiado, si creemos a Maupassant quien se lamenta de que se haya hecho «un tambor de este globo». ¿Hizo Maupassant otras ascensiones en aeróstato? Louis Forestier prudentemente indica en su cronología de la Pléiade, que «el escritor, según Francoise Tassart, habría repetido al año siguiente sus proezas aerostáticas, pero con más discreción esta vez». En efecto, en sus recuerdos sobre Maupassant, Francoise Tassart el camarero del escritor, precisa que el siguiente año hubo un segundo viaje sobre el Horla y que el escritor habría despegado en el mismo sitio, en la fábrica de gas de La Villette, con el mismo aeronauta, el capitán Jovis. Este viaje, más corto que el precedente les habría llevado en medio de un campo, en los alrededores de Beauvais. Ahora bien, más recientemente, el doctor Pierre Atlan, a quien doy aquí mi profundo agradecimiento, tuvo la magnífica idea de informarme que en


Alejandría

una revista llamada La lecture, había encontrado un relato de Maupassant que le parecía interesante. Feliz descubrimiento puesto que se trata del relato del escritor normando, sobre el segundo viaje del Horla que acabamos de evocar. Indicamos de paso que La lecture, es una novedad en la bibliografía de Maupassant. La colección del Dr. Atlan comprende también otros textos del escritor normando, mas todos ellos ya conocidos. Convendría pues, explorar sistemáticamente esta publicación bimestral, que se presenta como revista literaria y se jacta de reunir en sus páginas, a los escritores contemporáneos más eminentes. Es precisamente en el número 26 de esta revista, del 25 de julio de 1888, en el que se puede leer esa crónica inédita intitulada Sobre las nubes. Maupassant no hace ahí ninguna alusión a su primer viaje, y aunque se trata del mismo globo El Horla, y del mismo capitán Jovis, es claro que evoca un viaje muy diferente del primero. En esta segunda ascensión, el cielo está cubierto de nubes, contrastando con la primera, de la que Maupassant escribía que hubo buen clima. En nuestro texto, el autor de El Horla, percibe la torre Eiffel, que no le gusta y que él por burlarse la llama: «Nuestra dama de la Calderería». En Julio de 1887, durante

el primer viaje, apenas comenzaba la construcción de la torre Eiffel, mientras que al año siguiente, ya había sido construido el segundo piso desde el mes de marzo. Maupassant no podría haberse referido a su «campanario», aún inconcluso, sino hasta 1888. En fin, el primer viaje, mucho más largo, se termina en Bélgica en las bocas del Escaut, mientras que éste, finalizó en Thieux, en el Oise, cerca de Beauvais, lo que confirma bien el relato de Francois Tassart. Para este segundo viaje, siempre según el relato del buen doméstico, habría estado a bordo una dama. Maupassant quizá pudo haber invitado a una de sus bellas amigas a un “bautismo de aire”. Sin embargo, Pierre Cogny quien anota en el texto de Tassart, precisa el nombre de las personas que subieron en globo: Maupassant, el Sr. y la Sra. Richard, el Sr. Bessan, la señora Jovis y Malet. ¿Dónde pudo encontrar esta información? ¿En una gacetilla que relataba el suceso? Pero el interés de este escrito inédito, está lejos de ser solamente de orden biográfico. Será palpable, en la gran calidad literaria de este relato, más riguroso que aquél del primer viaje, en la descripción de las nubes, vistas como un paisaje fantástico: es el mejor de Maupassant. Sin embargo, entre el yate Bel-Ami y el globo Horla, verdaderamente se tiene la impresión de que en este año de 1888, Maupassant se instala en su obra.

Figueroa

¿No es singular que el globo Horla encuentre en el espacio a un globo fantasma sobre el cual, si Maupassant levanta su brazo, observe a su doble, que también eleva su brazo? Solamente que, una obra no es habitable, y Philippe Bonnefis lo ha mostrado finamente en su soberbio prefacio en la colección del Horla. Todo eso, se sabe, terminará mal. Mas para entonces la locura aún no tiene su cita: se trata solamente de un sueño y «ninguna locura puede crear un sueño como ése» nos dice él. Para la anécdota, indiquemos que Maupassant, quien fue invitado a la llegada del globo a degustar una excelente comida, no habría podido comer, – a gran despecho de su fiel doméstico – la comida fría que éste había preparado y que se llamaba « filete de res de horla». JACQUES BIENVENU Especialista en Maupassant y fundador de la Asociación de amigos de Maupassant, quien acaba de publicar en el boletín de la asociación L’Angelus, (nombre de la última novela inacabada de Maupassant) un artículo muy interesante y sorprendente sobre el enigma del estilo de Maupassant, opuesto al de Flaubert. Prepara un volumen sobre el enigma, o los enigmas de Maupassant, que abunda tanto en su vida como en su obra.

La Voz de la Esfinge ~

23


Arias

De seis horizontal, con «EL» al final

De seis horizontal, con «EL» al final CHRISTIAN ARIAS

A Beto, si puede bajarse de la moto...

E CHRISTIAN ARIAS Colombia, 1962. Obtuvo mención especial en el concurso de Novela de la Universidad de Antioquia de este año. Ha sido ganador de varios premiso literarios, entre otros en el Concurso Internacional de Cuento Carlos Castro Saavedra, 1996, y el Concurso de cuento del Municipio de Caldas, 1995.

24

~ La Voz de la Esfinge

l primer disparo me pasa zumbando por el oído izquierdo, así sé que ella no está, sencillamente, jugando a los vaqueros. Quiere matarme en serio. Dejo de reír y ella me vuelve a apuntar cerrando el ojo izquierdo. Antes de que vuelva a hablarle, aprieta el gatillo. Aunque es imposible, en el afán de disfrutar mis últimos minisegundos, me parece ver venir la bala en cámara lenta, antes de enterrarse en la pared, sobre mi cabeza. Al bajar los ojos la encuentro contando las balas del tambor. Maldita la hora en que le acepté la invitación a su finca perdida —como ella— en la montaña. Maldito el momento de alcohol en que me dejé esposar a la cama como hacen los famosos en las películas. Ahora entiendo por qué lo hacen, porque son famosos y porque se trata de una película. «Vertical, de ocho, empieza con A. ¿Instrumento musical a manera de fuelle?» Me grita mientras gira el tambor. —No sé, quizás Armónica. ¿No será invertida? ‘Acordeón’, mequetrefe. Me regaña apuntándome de nuevo, cerrando el ojo de tres letras. Dispara y la pintura de Cifuentes cae y roza mi hombro. Otra: De siete, natural de Río de Janeiro. —¿Riveiro? Ah, no... Carioca. ¿Faltan muchas? Casi igual que balas. Sigamos, déjame ver... ¿Me puedes excusar mientras voy al baño? La miro asustado, deja el arma sobre la peinadora y se coloca las gafas. Escucho cuando entra al baño. Yo tengo ganas de orinar. Al rato, oigo la tormenta que se desata al bajar la llave, la escucho cantar algo muy dulce. Estoy desnudo sobre una colcha de cuadros blancos y negros. A veces me muevo hacia algún lado pero las esposas me recuerdan mi lugar en el mundo. «Ahora tienes cuatro esposas en lugar de una, como en la realidad», me dice al regresar,


Alejandría

mientras destapa una menta, la chupa un rato, se acerca, me besa y me la deja. Suelta las gafas y vuelve a tomar el arma y me pregunta sin esperar respuesta: ¿En qué habíamos quedado? Yo sigo ‘mudo’, de cuatro, chupando menta. Toma de nuevo el papel y lee: De siete, península de América Central. —¡Yucatán! Le grito antes de que vuelva a disparar. Me paso el pedazo de menta. «Muy bien», dice soltando el arma para escribir con su mano derecha. Esta Y de Yucatán nos tiene qué servir para hacer la vertical. Sí, acá está. De siete: Madre de Edipo. ¿Tiene alguna letra? Me apresuro a indagarle. Ninguna. Ah, sí. La B de bala. En eso dispara, volteo a mirar y hay un nuevo agujero a unos diez centímetros de mi axila derecha. Estás muy acelerada. Dame tiempo para pensar las respuestas. «¿O sea que necesitas tiempo para pensar? ¿Piensas? No lo hubiera sospechado». Sigue mirando, concentrada en el papel. Viéndola ahí, bella e inocente, haciendo cuentas de letras. Recuerdo cuando la abordé en el restaurante, con mi aplomo viril, que no se me pierde aún en estas embarazosas situaciones. En el improvisado almuerzo me contó que odiaba los crucigramas, que solamente una vez llenó uno, de aburrimiento en un aeropuerto. Una fácil: De tres, cinturón largo que usan los

Arias

japoneses. Después de ese almuerzo empezamos a salir y la encarreté con los crucigramas, tanto que llenaba todos los que encontraba y no contenta con eso, compraba diccionarios y revistas especializadas. Llegó a ser la reina del crucigrama. Terminó por hastiarme. Sólo hoy, después de un par de meses sin verla, le acepté su propuesta de llenar uno antes del amor. ¡Pppmmmm! Mi pensamiento es interrumpido por un leve quemonazo en el dedo índice de la mano izquierda. Tras el ardor, una ligera mancha de sangre empieza a flotar. «Ay, qué terrible, voy a buscar alcohol para curarte», dice llevando las manos a la cabeza. Abre cuanta gaveta tiene a su lado, escarba aquí y allá, encuentra una cosa, extraña otra. «No te vayas de ahí, ya voy con los primeros auxilios», exclama acelerada. Me unta de algo que no huele a nada pero que arde y me tranquiliza. Ella vuelve a su sitio y toma el arma. «Es muy fácil: obi. El cinturón de los japoneses». Sigue escribiendo y leyendo, después deja su silla en la peinadora y se recuesta a mi lado. «Nos hace falta una sola, si la resuelves eres hombre libre». Al decir esto mira las esposas. Yo observo las pequeñas llaves en un estuche de cristal. «¿Sí, ves mi amor, que con planeación

La Voz de la Esfinge ~

25


Arias

De seis horizontal, con «EL» al final

y organización, todo se puede en la vida?». Me acerca el frío cañón a la cara y me dice: «La última, horizontal, de seis letras: Desleal, que engaña a su pareja. Te ayudo, termina en el». Sé la respuesta pero algo en mi interior me obliga a callar, a evitarle el gusto a Erato, como le gusta llamarse a esta bruja. Te la repito, de seis letras: Desleal, que engaña a su pareja. Termina en el. En él, como todos los hombres, que van por ahí engañando a sus esposas... Yo callado, de siete. Escucho un criikk al ver que levanta el martillo del arma. «¿Cual es?», me interroga. Me agrega que es la última y es horizontal, con el mismo número de letras de ‘Muerto’. «¿Ya te acordaste?», me insiste.

26

~ La Voz de la Esfinge

De repente, escucho una fuerte explosión. Me invade una plácida sensación de descanso, ya no me pesan los brazos y Erato no se ve por ninguna parte. ¡Soy libre! Además, no le di el gusto de responderle, qué alegría! Ahora solamente me basta encontrar la salida de este túnel, hay demasiada luz y no siento el piso, sólo sé que son ladrillos blancos en los que ocasionalmente, aparece un cuadrado negro... Al final del túnel, veo a un señor, me parece conocido, le pregunto quién es y me responde que su nombre tiene cinco letras, con una p al comienzo.


Cien puertas

c i e n

Ortuño

p u e r t a s

Salvador Novo: XX poemas y Never ever ÁNGEL ORTUÑO

Este texto fue leído en la Alianza Francesa de Guadalajara el 27 de agosto de 2000, durante el ciclo de lecturas «Los contemporáneos»

Elegir, si no los poemas que traicionan el espíritu de la obra, sí los que, aisladamente, no tuvieran necesidad de recordarlo para sostener su vida propia. Jorge Cuesta

E

l epígrafe proviene de la Antología de la poesía mexicana moderna, publicada bajo el sello de «Contemporáneos» en 1928, prologada y firma-da por Jorge Cuesta. Este libro —que responde al exhorto de Cocteau «hay que tirar una bomba»— cuya publicación casi coincidiera con la aparición de la revista Contemporáneos (de hecho, como bien lo señala Guillermo Sheridan1, la antología es anterior a la revista) es uno de los puntos que concentra la atención de quienes se interesan en hacer una delimitación, que se antoja muy plana y si acaso didáctica, de los escritores que Xavier Villaurrutia asociara y disgregara a la vez nombrándolos «grupo sin grupo». 1 En adelante, todas las referencias a Guillermo Sheridan remitirán a: Sheridan, Guillermo. Los contemporáneos ayer. F.C.E. México, 1985.

ÁNGEL ORTUÑO Guadalajara, 1969. Cursó la licenciatura en letras por la Universidad de Guadalajara y tiene publicado el libro Las bodas químicas (colección Orígenes, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1994).

La Voz de la Esfinge ~

27


Ortuño

Salvador Novo: XX poemas y Never ever

Al margen de la singularidad estética de cada uno de los escritores que se asocian con la revista Contemporáneos por inercia de un equívoco que bastaría documentar para desvanecer —como ya lo ha hecho Guillermo Sheridan—, se sabe de afinidades y proyectos comunes que permiten constatar la existencia de dos núcleos: los relacionados con el Nuevo Ateneo de la Juventud (Torres Bodet, Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo) y la «generación bicápite» (Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, a quienes luego frecuentarían Jorge Cuesta y Gilberto Owen). Si al listado agregamos a José Gorostiza, siempre reacio a la pertenencia a grupos, tenemos completa la nómina de quienes son reconocidos por cualquier mínimo manual de literatura mexicana como «Los Contemporáneos». Creo que es sano decepcionar el reflejo condicionado de tratar a estos autores como matices de una voluntad homogénea —estoy convencido de que las afinidades no uniforman— y, luego del anterior y muy reducido tributo a la contex-tualización escolar, trato de responder a la amable invitación de los organizadores abrumando abu-sivamente a todos ustedes con algunas notas acerca de dos poemarios de Salvador Novo: XX poemas y Never ever.2

*** Publicado en 1925 —el autor tenía apenas poco más de 20 años— XX poemas es el primer libro de poesía propia que diera a conocer Salvador Novo (en 1924 había traducido y publicado una antología: La poesía norteamericana moderna) En la Antología de la poesía mexicana moderna figura una selección de estos XX poemas junto con la curiosa nota en la que se hace constar la prematura voluntad de su autor de ya no escribir «más versos»3 El conocimiento que tenía Novo —cabría decir: la precocidad— sobre la literatura norteamericana de la época, era extenso y, sin duda, resultado de su curiosidad e inquietudes dentro del panorama literario nacional, al que urgía —en el sentido de inevitable y manifiesto surgimiento— sacudir la modorra decimo-nónica, prolongada en un modernismo moralizante y estéticamente yerto que sólo toleraba, mediante la sanción del prestigio, la monótona repetición de su retórica (Tablada y López Velarde no tenían, ni remotamente, su actual presencia en nuestras letras). Los postulados de Ezra Pound y los llamados imaginistas norteamericanos, grupo,

2

Conforme a: Novo, Salvador. Poesía (XX poemas / Espejo /Nuevo amor y poesías no coleccionadas. f.c.e. (col. Letras Mexicanas) México, 1995 (reimpresión).

28

~ La Voz de la Esfinge

3 Cuesta Jorge. Antología de la poesía mexicana moderna. f.c.e. (colección Letras Mexicanas) México, 1985.


Cien puertas

como casi todos los vanguardistas, voluntario y previo a la denominación de la crítica e historia literarias, eran, básicamente tres: 1. Tratar la «cosa» directamente, ya fuese subjetiva u objetiva. 2. Prescindir de toda palabra que no contribuyera a la presentación. 3. En cuanto al ritmo: componer (escribir) siguiendo una secuencia análoga a la de la frase musical, y no en una secuencia de metrónomo.4 Estos principios son referencia importante para Novo, quien en XX poemas emprende su radical ruptura con el modo modernista. Monsiváis lo señala claramente: Los poemas de Novo contienen «una tesis implícita que no deja lugar a dudas: poesía es, también, lo no consagrado, aquello cuya legitimidad artística devendrá de la metamorfosis de las cosas comunes o de la convicción de lo insólito: sardinas, máquinas noisy Steinway, películas de Paramount, calamares en su tinta, un masajista en Nueva York, redes telegráficas para jugar tenis, ombligos para los filatelistas».5 La distancia que los XX poemas establecen respecto de la tiranía de «Lo poético» —dictada conforme a unas tablas de palabras y asuntos pres-

tigiosos, poéticos per se— es enorme. El ideal del modernismo morigerado que practicaron, sobre todo, Nervo y González Martínez —atinadamente nombrados por José Joaquín Blanco como «Las flores del bien»— esa poesía seráfica, al Novo de los XX poemas le importa un irreverente rábano: Yo he oído datos que no me conciernen y que, de aprender, me harían comprensivo, social, explícito y Doctor en Filosofía Tengo el cerebro o lo que sea lleno de polilla de cráneos (fragmento del poema «Noche»)

No me parece disparatado apuntar aquí barruntos de lo que varias décadas después será la antipoesía de Nicanor Parra y, por supuesto, anotar el vínculo cada vez mayor entre la obra de Novo y la tradición de la literatura satírica en lengua inglesa y española y, muy particularmente, en lengua venenosísima, inevitable lugar común sobre Novo. XX poemas es tan breve como su título, y eso le basta para cumplir un objetivo que Pound fijara en estos términos: La gran literatura es sencillamente idioma cargado de significado hasta el máximo de sus posiblilidades.6

4

Pound, Ezra. El arte de la poesía Joaquín Mortiz (serie del volador) México, 1983 (primera reimpresión de la segunda edición). 5 Citado por Guillermo Sheridan.

Ortuño

6

Pound, Ezra. Op. Cit.

La Voz de la Esfinge ~

29


Ortuño

Salvador Novo: XX poemas y Never ever

Ahora bien, si el significado había estado, en palabras de Heidegger, relacionado con «realidades previas, totalizantes», en los poemas de Novo el significado alude a «la realidad compleja y caótica de la conciencia»7 Realidad y conciencia a las que Novo, según asentó en alguna de sus desenfadadas e insolentes declaraciones, les dio un «empujoncito» mediante el frecuente consumo de cocaína. El novelista argentino César Aira ha hecho una formulación interesante: el arte siempre es realista, lo que cambia es nuestra noción de realidad. Seamos esquemáticos: para la poesía moderna — en el sentido que del término «tradición moderna» hace uso Octavio Paz en Los hijos del limo— la realidad es discontinua, interior, intransferible; la poesía moderna no vive ya en la misma realidad del siglo xix prolongada en la primera década del xx. Cargar al «máximo de sus posibilidades» al idioma ya no es encontrar el sentido de la existencia mediante nociones previas y rígidas: belleza, bondad, justicia, orden... sino incrementar, disparar delirantemente las dudas, la ironía —bien definida por Francis Scott Fitzgerald como «el Espíritu Santo de nuestros tiempos»— y, preponderantemente, el sentido del humor: Todo, poeta, todo —el libro, ese ataúd— ¡al cesto!

7

30

Citado por Guillermo Sheridan.

~ La Voz de la Esfinge

y las palabras, esas dictadoras. Tú sabes lo que no consignan la palabra ni el ataúd. La luna, la estrella, la flor ¡al cesto! Con dos dedos... ¡El corazón! Hoy todo el mundo lo tiene.. Y luego el espejo hiperbólico y los ojos, ¡todo, poeta! ¡al cesto! Mas ¿el cesto...?

Este poema de Novo lleva por título «La renovación imposible». Es una parodia de poética que se divierte con su aturdimiento, que juega hábilmente con las nociones y herramientas antaño veneradas. Digámoslo con una imagen que, tal vez, cause que el cardenal tapatío decrete mi lapidación: Novo juega a las barbies con la Virgen María y las once mil vírgenes.., y ¿quién no lo hizo de niño? se asoma por debajo de sus faldas. *** Algunos años, y varios libros después, en 1935, Novo da a la imprenta Never ever, un poema largo dividido en ocho secciones o cantos, mediante el empleo de números romanos.


Cien puertas

José Joaquín Blanco incluye a Never ever entre los libros «descastados» de Novo.8 En plena época de fervor oficial nacionalista, y en medio de la trifulca desatada por los escritores partidarios de la literatura viril —cualquier cosa que esto signifique—, Novo publica este largo poema en el que muchos versos están en inglés, la lengua del aborrecido gringo —en la concepción militante, muy rupestre, de la cultura oficial—, además de que emplea palabras, frases o párrafos completos en latín, francés y alemán. Es obvia la distancia que marca respecto a las posturas «nacionalistas», y no es menos la ironía (distancia, su original sentido en griego) de la que se vale Novo frente a la erudición políglota de algunos modernistas. Al contrario de los poetas que se creían llamados a educar a sus lectores, Novo no traduce ni aclara la pertinencia de estas incrus-taciones de otras lenguas. Incluso, va más allá de la postura del dandy que sólo cita en idioma original porque lo conoce, escribe y habla con soltura. La pauta para estas inclusiones no es la de figurar como clave de interpretación o evocación y homenaje a poéticas afines. Es un elemento más para aumentar la confusión del lector; confusión a la que no espera respuesta alguna, como sí sucedía en los juegos conceptistas y culteranos del barroco. El

Ortuño

poema no es una adivinanza y desentrañarlo sólo nos regresa a su superficie, a la evidencia de que existe como texto, como tejido, entramado de palabras. Acudo, nuevamente, al certero Jorge Cuesta: Ser «superficial» o «Inmoral» en arte equivale a «decepcionar» las inversiones que la moralidad del poder espera que se hagan a nombre de lo que el poder espera del arte.9 Así pues, estas irrupciones de lenguas extranjeras se burlan de la formación chapucera de estereotipos bajo la especie de «identidad nacional» (en Poemas proletarios, publicado el año anterior a Never ever, Novo ya había vaciado sus depósitos de vitriolo sobre la incipiente mitología e iconografía del nacionalismo revolucionario) pero también hacen escarnio del afán exquisito del parnaso en funciones: retro-traen al lector a un estadio remoto de la infancia, anterior a la alfabetización: la frase se compone de palabras, las palabras de letras, las letras son —si desconocemos el idioma— impenetrables dibujos. Quien descifre el francés ¿será tan hábil con el inglés, el alemán o el latín? El lector que se cree culto, se irrita con estos juegos. El lector culto los disfruta.

8

Blanco, José Joaquín. Crónica de la poesía mexicana. Editorial Posada. México, 1987 (5ª Edición)

9

Citado por Guillermo Sheridan.

La Voz de la Esfinge ~

31


Ortuño

Salvador Novo: XX poemas y Never ever

En español, el poema Never ever discurre de un modo no menos socarrón: pareciera avanzar sólo a partir de juegos paronomásticos y descomposiciones y recomposiciones de sonidos, a los que suma imágenes y metáforas elaboradamente abstractas, todo lo cual convive con frase coloquiales, truncas o ensambladas disparatadamente, como si uno tratara de leer el poema a bordo de un autobús o en medio de la alharaca de un mercado: I Never ever clever lever sever ah la rima imagina plombagina borra roba imposiblemente treinta no más hola papá hola mamá el divorcio extemporáneo muchísimamente duradero duradero duradero invernadero pudridero delantero esmero espero espuro espurio murió lejos nunca más lo vimos sólo un telegrama novena novenario lotería nada absolutamente estaba apenas en la cuna y no quería que nadie durmiera con él más que Abolta cli ahora estudia estudia como yo entonces las novias su mamá se enoja él se desespera uno dos uno dos alto respirando profundamente o tres pastillas tres mil calorías treinta años uno y trino que ya no escucha nadie

Al parecer, todos quedaríamos satisfechos aplicando categorías que, ahora, son moneda corriente entre nosotros: monólogo interior, flujo de conciencia, escritura automática... de todo esto hay en Never

32

~ La Voz de la Esfinge

ever, sin embargo el poema es un híbrido que nos reserva la sorpresa de abarcar incluso la retórica que cuestiona y distorsiona para terminar como un muy lírico poema de desamor. Si en secciones como la iii se festeja la imagen simultánea del cubismo... III la hormiga se abrazaba desesperadamente a su cruz y les daba vuelta regularizadamente a las tumbas llegaba hasta donde estaban aparentemente [sus hermanas ella lo conocía porque las demás traían piedras [en el hígado la casa ya tenía naturalmente tres entradas todas las hormigas hormigueaban en todas las entradas todas se pusieron a celebrar la llegada del cucurucho les quedaba naturalmente el recurso de fraccionarlo de comprarlo a perpetuidad de erigirle un monumento de llevarle flores y los mariachis misa de tres padres et cum spiritu tuum amante padre recuerdo de tu esposa familia Gómez ayer a las cinco se suplica se despide en sufragio

...y en el fragmento v se mezcla el discurso bíblico con el ingenio procaz del albur... y Abel y Caín seguirán matándose con una quijada [de asno pero Adán y Eva seguirán acostándose juntos todas [las noches


Cien puertas

y Moisés no podrá atribuírsele a la hija del Faraón porque la pobre no hizo sino encontrárselo en el baño y luego el pendejo le salió jurisprudente y legislador y le floreció la vara y abrió el Mar Rojo y su tribu llegó a la Tierra Prometida en que todo era claro como una clara de huevo perfectamente clara o como la poesía

...en el canto final encontramos imágenes que atestiguan la línea de continuidad entre el romanticismo y el surrealismo, como lo asentara Octavio Paz. Imágenes como éstas: VIII nacerán dos estrellas de tu vejez que el águila verá [fijamente a la orilla de los volcanes que te arrebataron al trópico a la orilla de la nieve de los caballos de los trenes tardíos de las cinco de la mañana que nos sorprendía muertos que alumbrará tu carne sin olor ni dureza que escuchará el grito desgarrado de mi pecho solo sin ti sin tus palabras estúpidas sin tu silencio sin tus dientes fríos serpiente sin tu lengua sin nada esperándote en las arrugas envejecidas con un cigarrillo en el olor vacío de tus lirios llenos de podredumbre cubiertos con polvo morado

¿Novo se contradice? Muchísimas veces en su desconcertante y cínica vida pública, otras más en su obra... pero en Never ever la contradicción es un recurso que departe en carnaval con muchos otros, simultáneo como el Novo provocador y el Novo probo.

Ortuño

Finalmente ¿por qué no apreciar la suprema y amarga humorada de un Salvador Novo brillante, erudito, rebelde, inconforme, marginal y cáustico, inmoral convertido en la caricatura de los patriarcas morales y guardianes de las buenas maneras de quienes con tanta saña se burlara? Muchas gracias por su paciencia.

SALVADOR NOVO (1904-1974), poeta, dramaturgo y cronista mexicano. Se distinguió por su ironía, acidez y apego a situaciones cotidianas. Sus primeros libros muestran influencia anglosajona y vanguardista. Más tarde su poesía se concentra en una visión al mismo tiempo desencantada y emotiva. Publicó xx poemas en 1925, Espejo en 1933, Nuevo amor ese mismo año, Poesías escogidas en 1938, Dueño mío: cuatro sonetos inéditos en 1944, Florido laude en 1945 y dos recopilaciones de su poesía, una en 1955 y otra en 1961. Con Xavier Villaurrutia formó el Teatro Ulises en 1928. Hizo traducciones de autores teatrales extranjeros, adaptaciones para niños y escribió, entre otras, La culta dama (1951), Yocasta o casi (1961), Ha vuelto Ulises (1962), El sofá (1964) y Diálogo de ilustres en la Rotonda (1966). Su poesía y teatro, las crónicas sobre la ciudad de México y sus libros de viaje muestran a un escritor que va de la descarnada visión del yo a una in-quisición continua y atenta sobre los otros y lo otro, con diferentes dosis de humor, pasión y despojamiento.

La Voz de la Esfinge ~

33


Yáñez

Deshojamiento el aire respirado

d o b l e

h o r i z o n t e

Deshojamiento el aire respirado RICARDO YÁÑEZ

RICARDO YÁÑEZ Guadalajara en 1948. Estudió letras en la U de G y la UNAM. Ha sido periodista, promotor cultural y docente en el ámbito escolar (de secundaria a maestría) y extraescolar, en diversos talleres, principalmente de poesía, escritura periodística y sensibilización a la creatividad. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Entre sus libros se cuentan Ni lo que digo, Dejar de ser, Antes del habla y Prosaísmos. El poema aquí incluido forma parte de Si la llama, por aparecer en coedición de Trilce y el Instituto Politécnico Nacional.

34

~ La Voz de la Esfinge

Deshojamiento el aire respirado lengua dolida luz el pensamiento y llave de ceniza el pedimento de que el fuego nos diga iluminado Rebalse de luciérnagas el vado vaharadas de ámbar y el aliento arborescencias habla soy y siento en murmurio aquel tiemblo abandonado Coruscación y asombro de la brisa que cuatrocientas voces cristaliza pajarillo sajado del instante noventa y nueve veces el diamante se dice sin decirse en claridades soplo de oro por vientos de verdades


Doble Horizonte

Souza

Tres poemas JORGE SOUZA

Uno Es posible escuchar, entre el ramaje metálico de la urbe, agitándose suavemente como un pescado tibio, el movimiento del tiempo que termina: mirar cómo sacude su agonía; sentir su alargamiento hacia lo negro, donde se cierra el orbe; y saber que su muerte viene a tocar el reino como un puñado de hojas sobre calles en ruina. Yo acecho ese goteo de sombra tras sus pasos; adivino la música de su vieja consola girando sobre el arco de los ojos. Todo tiempo es perdido, todo horizonte se reduce a ceniza, a una serie infinita de palabras, algunos rastros, unos cuantos símbolos, que a ciegas intentamos recobrar. No hay voluntad de luz en esto que se escapa, ni lugares o nombres que resistan el desgaste de las horas; una sábana cae sobre el fin de la historia y las naves antiguas comienzan a elevarse, como cuchillos de plata, sobre las luces citadinas. Yo miro, agobiado por la arcilla, cómo el mundo se vence, cómo el rompecabezas se deshace, y la línea del entendimiento se vuelve una serpiente que muerde su cola; el espejismo se transforma y el asma se levanta como una bocanada para oscurecer este huevo que flota en el silencio. Dos Es de mañana, cualquier hora. Sobre el zumbido de los autos, sobre la escoria que se desprende de quién sabe qué alturas, se pierde el silbido de un (último) pájaro. ¿Dije pájaro? Yo me levanto apenas. Saco el pie, absolutamente blanco, de la cama. Muevo el cuerpo (este costal de carne) aflojado por el golpe continuo e imperceptible de la muerte, por los pequeños males cotidianos, por el roce continuo de la noche. Luego vienen los túneles, las largas escaleras, el descenso; una perilla que abre la cochera, la puerta del viejo auto que una mano ajena, que no parece mía, maniobra con destreza. En el aire ya está el polvo de la araña, la respiración difícil, la imagen (las palabras) que habrá que defender durante el día. Luego las calles grises, los rostros denodados, los árboles cubiertos por el hongo. La oficina sin alas, el escritorio blanco, el teclado sin nombre, los laberintos de la cibernética, esperando. Y en el aire, decapitado, el cadáver del día, con una copa negra en cada mano, diciéndonos «amigo, hasta ahora estás vivo, esta función aún no ha terminado».

La Voz de la Esfinge ~

35


Souza

Tres poemas

Tres ¿Y el minuto en las manos, la densidad del cuerpo, el palpitar del corazón del hombre? ¿Y esta sangre que arde como un árbol? ¿Y la arena luminosa que cubre a los amantes? ¿Los bosques levantados en los sueños? ¿Y la raíz de la criatura humana? ¿No tienen un sentido? ¿Este discurso que atraviesa las eras, los milenios, no es fruto de ninguno? Y más acá el hombre devastado por la soledad, los punzones oscuros del dolor. La enfermedad anida entre la carne, la muerte se adormece en el costado, el ojo de la nada nos contempla mientras buscamos el posible escape. Y luego la distancia; lo que se queda atrás cada minuto: la luz que se desprende de los cuerpos y danza en los confines; las palabras perdidas, que arden más allá de los ojos, como luciérnagas. La distancia; lo que se queda atrás, tu mirada verde, tu cuerpo entre mi cuerpo, tu piel floreciendo en la noche como las orquídeas.

JORGE SOUZA Guadalajara, Jalisco. Estudió la maestría en filosofía en la Universidad de Guadalajara. Ha publicado, entre otros, los poemarios Luz que no vuelve (1995), Saliva de qué dioses (1998) y En las manos la niebla (Mantis editores,1999), con el que ganó los XXXII Juegos Florales Nacionales de Ciudad del Carmen, Campeche.

36

~ La Voz de la Esfinge


Doble Horizonte

Alanís

Algo para guardar Lucero Alanís de Gurrola

Dejamos una vida cada noche al borde de la cama En las ropas sacudimos con fuerza el polvo del fracaso No desnudos del todo en las cobijas prendemos un trozo de mañana para soñarlo muy dentro de ese par de zapatos

LUCERO ALANÍS DE GURROLA Durango. Desde 1973 radica en Guadalajara, Jalisco. Su trabajo narrativo aparece en la antología bilingüe Nombrario/Namery (PEN Club, 1997) y en Opus siglo xx (Secretaría de Cultura de Durango, 1998), su obra poética en Tarde en el tiempo (Mantis editores, 1999).

La Voz de la Esfinge ~

37


Magaña

Memoria en el corazón

h

e

l

Memoria en el corazón Francisco Magaña

Una mirada actual Strange phantoms rising as the [mists arise; Dreadful, as hermit´s dream in [haunted shades, Or bright, as visions of expiring [maids. Pope

G

eorge Steiner (París, 1929) es una de las figuras imprescindibles del pensamiento contemporáneo. Entre las obras principales de este autor hijo de judíos vieneses, destacan Tolstoi o Dostoievski (1959), La muerte de la tragedia (1961), Lenguaje y silencio (1967), Después de Babel (1975), Antígonas (1984), Presencias reales (1989) y Pasión intacta (1996). Hay que anotar, que dentro del extenso campo de sus investigaciones, están la gnosis, la literatura comparada, la

38

~ La Voz de la Esfinge

i

ó

p

o

música, la filosofía del lenguaje, la cábala, la filosofía, la historia de las ideas y la antropología. En todas sus preocupaciones vitales, despliega una larga y profunda reflexión matizada por años de estudio que son el resultado de prolongadas investigaciones, de análisis penetrantes marcados por un interés en busca de encontrar el máximo de las posibilidades de los temas en cuestión, que abarcan, desde el estudio de la tragedia hasta los factores inherentes a la traducción. La precisión de sus observaciones y el sentido esclarecedor de sus postulados, hacen de sus libros un verdadero hallazgo de claridad y contundencia. En 1997 publicó An Examined life, que con traducción de Catalina Martínez Muñoz, apareció al año siguiente bajo el sello de «Siruela» con el título Errata. El examen de una vida. Sin duda alguna, éste es el libro más íntimo de George Steiner. Constituye un repaso de su vida, sin que esto signifique unas “memorias” propiamente, o al menos

l

i

s

no en el sentido convencional del término, esto es, no como un registro múltiple de banalidades, de intrascendencias que no tienen otro mérito que el de llenar páginas y páginas sin otro propósito que el de exaltar vanidades, sino como un estudio detenido y reflexivo de sus pasiones, de su formación intelectual, de su pasión por Shakespeare, por la música de Wagner, por el gran quinteto (k 516) de Mozart, por las Vísperas de la Virgen de Monteverdi («No es únicamente la música barata, la cancioncilla facilona del cantante melódico, la melodía basura de la guitarra eléctrica, lo que nos rompe el corazón: es un lamento de Monteverdi, son los oboes en una cantata de Bach, es una balada de Chopin»). Uno de los pasajes significativos de este libro, y que es un total regocijo para todo lector, es cuando describe los primeros contactos, vía su padre, con los libros. Steiner narra un ejemplo que nos lleva a recordar esa maravillosa trilogía compuesta por La lengua absuelta, La antorcha al oído y El juego de ojos de Canetti, en la que presencia la de la madre adquiere un


Heliópolis

papel relevante al iniciar a sus hijos en la lectura de Shakesperare. Aunque la extensión de la cita puede ser desmesurada, creo que su lectura es una fiesta, una alegría en el corazón de estas líneas: «La confirmación llegó una noche de invierno, poco antes de mi sexto cumpleaños. Mi padre me había contado a grandes rasgos la historia de La Ilíada y había puesto el libro fuera de mi impaciente alcance. Ese día lo abrió ante nosotros en la traducción de Johann-Heinrich Voss, de 1793. Papá escogió el canto xxi», y en un verso que contaba el clímax de la acción, «mi padre se detuvo con aire de estudiada desesperación. ¿Qué ocurre a continuación, por el amor de Dios? Debí de estar temblando de pura frustración, temblando. ¡Ah! Exclamó papá; había una laguna en la traducción de Voss, como en todas las traducciones disponibles. A decir verdad, lo que estaba sobre la mesa era el texto original de Homero en griego, junto a un diccionario y una gramática elemental. ¿Y si intentábamos descifrar el candente pasaje nosotros mismos? El texto griego, añadió mi padre, no era difícil (…) Mi padre leyó el texto griego varias veces seguidas. Me hizo repetir sílabas con él. Abrió el diccionario

y la gramática. Como el dibujo de un mosaico de vivos colores oculto bajo la arena sobre el que se vierte agua, las palabras, las frases cobraron forma y significado para mí. Palabra tras palabra declamada, verso tras verso. Recuerdo nítidamente el asombro que en mi agitada y difícilmente madura conciencia infantil produjo la palabra amigo, en mitad de la frase mortal: `Por esa razón, amigo, vas a morir´. Y la monstruosidad, en la medida en que yo era capaz de calibrarla, de la pregunta: `¿Por qué te lamentas así?´. Muy despacio, prestándome su valiosa pluma Water-man, mi padre me permitió trazar algunos de los caracteres y los acentos griegos (…) ¿Quién iba a decirme, además, lo que encontraría sobre mi mesilla de noche al entrar a mi habitación? Salí disparado como

Magaña

una flecha. Y allí estaba mi primer Homero. Puede que el resto no haya sido más que una apostilla a aquel momento». La mayor parte del tiempo del padre se fincaban en las inversiones bancarias, pero sus preocupaciones apuntaban hacia otros caminos, por ello se negó rotundamente a que su hijo no conociera la diferencia entre un bono y una acción. Su padre (que al morir estaba estudiando ruso) aspiraba a que su hijo fuera «un profesor y un intelectual riguroso»). Errata es el apasionante peregrinar de un espíritu en busca de la reflexión, de ese aporte mínimo de luz que debe mostrar la capacidad de meditación de un crítico. Pero atendamos a Steiner: «Todas y cada una de las lecturas, en el sentido más amplio del término, todas y cada una de las cartografías hermenéu-ticas son provisionales, incompletas y, posiblemente, erróneas», pues «la interpretación y la crítica son, en su vertiente más honesta, discursos más o menos provisionales». Estas notas, no pretenden ser más que una invitación a la lectura de ese título a todas luces irónico. Pueblo Nuevo de San Isidro Labrador Año de Dios

La Voz de la Esfinge ~

39


Renart

Saint-Exupéry, el vuelo de un mito

Saint-Exupéry, el vuelo de un mito Jean-Claude Renart [VERSIÓN DE Isabel Jazmín Ángeles] abía una vez un niño francés que tenía una gran familia, educado dentro de una atmósfera femenina, maternal, que llegó a ser un hombre con un corazón principesco; siempre con un cigarrillo en la boca o entre los dedos, un laborioso matemático que registró 14 patentes de invención, agente de la aventura, del servicio y de la audacia, piloto a través del mundo, maravilloso loco volador, partidario de los vuelos temerarios del Servicio Postal, nómada que conservaba en el fondo el recuerdo de la casa de su infancia. Había otra vez un caballero romántico atravesando París como un aerolito, como una nostalgia soplando en los aires rimbaldianos, tocado por un sentimiento de melancolía tenaz, un oso absolutamente tratable, asustado en los bares distinguidos del barrio Vendôme y en los oscuros tugurios de Meknès,

H

40

~ La Voz de la Esfinge

audaz navegante tímido y narrador inagotable que hizo «de la aviación una especie de poesía», amante de las epopeyas, atraído por los aires y por el silencio del desierto, cultivando la amistad sencilla, saboreando la plenitud mientras bebe «un Pernod a la orilla del Saône, mordiendo una salchicha y un pan hecho en el campo» en compañía de León Werth, un «arcángel entre el cielo y la tierra», llevando por mucho tiempo dentro de su cabeza un personaje alado, y quien tuvo la falta de delicadeza de desaparecer en un vuelo, precisamente un 31 de julio de 1944. El oso desaparecido dejó trás de sí la imagen de un hombre igual a su leyenda, una obra humanista y un cierto Principito traducido a cien idiomas. Trágica falta de delicadeza, ciertamente; pero mientras así desaparecía, no ha muerto del todo. De un momento a otro regresará a visitar a sus lectores. Antoine de Saint-Exupéry tendría cien años el día de hoy. El año pasado la publicación (por la Biblioteca de la Pléiade, bajo la dirección de Michel Autrand

y Michel Quesnel) del segundo tomo de sus Obras completas parecía el comienzo de fuegos artificiales dentro del medio editorial. Durante este aniversario, las publicaciones consagradas al padre del Principito se multiplican. Entre homenajes (biográficos), estudios y relatos más o menos autobiográficos. Comenzando por el relato inacabado de Simone de Saint-Exupéry (1898-1978), mujer de letras bajo la sombra de su hermano menor Antoine, por el cual trabajó en la administración de su obra hasta el final de su vida. Acompañada de numerosas fotografías familiares (la mayoría inéditas), Cinco niños en un parque es la narración de algunos recuerdos de juventud entre la presencia de Antoine y una figura materna preponderante, fragmentos dispersos de un pasado lejano, con la atmósfera particular de los orígenes, aquellos de Lyon y de Saint-Maurice, recordados con frescura y espontaneidad. El segundo relato autobiográfico y no de los menores, es el de Consuelo de Saint-Exupéry, esposa del escritor y aviador. El manuscrito de Memorias de la rosa ha sido conservado durante mucho tiempo (celosamente) por sus herederos. Escritas directamente en francés,


Heliópolis

sus memorias describen la tormentosa pareja que formaba con Antoine. Libro de la espera de una mujer, entre falsas partidas y desapariciones verdaderas, es también la historia de un hombre que partió y huyó, regresando una vez más y buscándose, dando la imagen del escritor más arrebatado, más apasionado. Entre las biografías, al lado del texto de Alain Vircondelet que está ampliamente ilustrado (con fotografías, documentos y objetos provenientes de los fondos personales de la pareja Antoine-Consuelo), está el de Emmmanuel Chadeau que le da a Saint-Exupéry lo que es de Saint-Exupéry. Siguiendo sus huellas, es decir, lo gratuito de la audacia, literaria y aérea, más allá de las imágenes de Epinal, conduce al lector a través de los meandros de una complejidad psicológica al término de la cual el escritor declara que hubiera deseado ser jardinero. Más político y más comprometido es el estudio de François Gerber (autor de varios ensayos consagrados al universo judicial) que vuelve a trazar el recorrido de Saint-Exupéry, intelectual comprometido, actor y testigo ideológi-

co de la anteguerra, dividido entre los compañeros de ruta del partido comunista y los intelectuales de la extrema derecha. Del Cap Juby a los cocteles de la orilla derecha, del compromiso de una guerra singular al patriotismo sin gaullismo, Gerber redibuja el itinerario de la resistencia original y específica de este hombre, «hasta el summum del humanismo que profesa». Partiendo del humanismo profundo y entusiasta de su modelo, Eric Deschodt pinta a grandes rasgos el retrato espiritual de Saint-Exupéry, «buscando a Dios a tientas», examinando sin encontrarlo jamás, gobernado por la búsqueda de una fraternidad divina entre los hombres. Una filosofía de la vida no sin semejanza con León Werth. De veintitrés años su primogénito, él ha sido un fiel corresponsal del piloto, un lector atento, un amigo y sobretodo una presencia paterna. Para él escribió la Carta a un rehén. A él le dedicó El principito. Pacifista, fino letrado, Werth era casi un modelo. Según su expresión, Werth libertario era «su moral». Pero Saint-Exupéry no hizo de la libertad un ideal. La hizo su profesión.

Tello

Telón de fondo Alejandra Tello esde hace un par de años, los grupos de teatro en Guadalajara se han acostumbrado a estrenar sus montajes durante los últimos meses del año. Así, durante la última semana de octubre y la primera de noviembre, la cartelera teatral de Guadalajara vio aparecer como gotas de agua, una tras otra, obras que se sumaban a las que ya se incluían anteriormente. Don Juan Tenorio, con el grupo Camerata Teatral; El festival de la muerte, con Espelunca; Adictos Anónimos, con El Escorial; Cuando ella es la otra, con Detras del Telón; La noche de los asesinos, con Imágenes Teatrales y Vive como quieras, con Los 20 compañía de repertorio, fueron sólo algunas de las obras de grupos independientes que se estrenaron en ese entonces. Y así como los grupos decideron estrenar a fin de año, la Secretaría de Cultura también ha decidido desplazar la Muestra Estatal de Teatro, que anteriormente se celebraba en junio hasta noviembre. Además, como desde el año pasado, organiza en noviembre el Festival de Teatro Universitario, en coordinación con las siete universidades más impor-

D

La Voz de la Esfinge ~

41


Tello

Teatro

tantes de la zona metropolitana de Guadalajara, pues los estrenos están a la orden del día. Pero independientemente de la cantidad de montajes que se estrenaron y se estrenarán seguramente, la calidad de los mismos continúa siendo cuestionable. En octubre, de siete montajes en cartelera, sólo cinco valían la pena, no porque el tema que tocaban fuera en realidad trascendente, sino porque estaban bien cuidados. La balsa del deseo; Jennifer, una sombra en la oscuridad; El príncipe rana; Una mujer, dos hombres y un balazo y No hay burlas con el amor, son puestas en escena que, aunque con sus ligeros errores, no pasaron desapercibidas para los amantes del buen teatro. Por fortuna los montajes que se recuerdan como mal hechos y sin el mínimo de calidad, son los menos. Aunque la Secretaría del Cultura debería cuidar mas a quién le presta un espacio, pues si de por sí en esta ciudad la gente no acostumbra a ir al teatro, si en un mes le presentan algo bueno, como en el caso de El diario de un loco, que estaba programada en septiembre en el Teatro Alarife Martín Casillas y después algo como Matrimonio para Tres, pues lo único que logrará es alejarlo. En el mes de octubre, el Teatro Alarife Martín Casillas, alberga a los peores montajes de la

42

~ La Voz de la Esfinge

temporada, uno de ellos, el anteriormente mencionado y el otro, La sirenita. Un mes antes, la cartelera se había visto enriquecida con la reposición de San Juan de Dios, obra original de Hugo Salcedo, a cargo de El Tercer Grupo, y el estreno de El astrólogo fingido, montaje perteneciente al programa de Teatro Escolar del INBA, original de Pedro Calderón de la Barca, con el grupo La nave de los Locos. Solamente estas dos obras, al lado de El príncipe rana, que se estrenó en septiembre, Infieles y Un día nublado en la casa del sol, eran los montajes en cartelera dignos de brindarles atención. Como cada año habrá que estar pendientes de los montajes a estrenarse en El Venero, dentro de su Festival de Aniversario, pues tradicionalmente éste ha sido un espacio en donde se presentan montajes con calidad. Haciendo un balance de lo presentado, en teatro, en comparación con el año pasado, podemos decir que en este 2000 los creadores de la escena estuvieron menos inspirados que en 1999, pues hasta la fecha

se han estrenado alrededor de 50 obras mientras que al finalizar el año anterior se habían estrenado 80. Quizás haya influido el cierre de La Casa Suspendida, centro cultural que albergaba muchas puestas en escena, no sólo los fines de semana sino de lunes a viernes, así como a agrupaciones que se reunían a ensayar entre sus muros. Así también el hecho de que, en El Venero, ya pocos quieren presentarse debido a lo que consideran elevada renta que ese espacio les cobra, por función. La apertura del Foro de Arte y Cultura despuis de casi tres años de espera, sembró la ilusión en muchos y el desencanto en otros, al descubrir que si bien la tramoya y el equipo de sonido e iluminación mejoraron notablemente, la acústica, que de por sí era mala, empeoró. En Guadalajara, como seguramente sucede en muchas otras partes de la república, la oferta teatral continúa siendo heterogénea, esto, no en cuanto a temas y a tratamientos, pues si así fuera serma muy rica, sino en cuanto a calidad. Uno puede ir a un espacio de la Secretaría de Cultura (Teatro Alarife Martín Casillas, Foro de Arte y Cultura, salas del Ex convento del Carmen) un fin de semana y ver una obra aceptable, y al mes siguiente asistir al mismo foro y encontrarse con algo aberrante.


Heliópolis

La próxima administración tiene, sin duda, el gran reto de resolver este problema, que por desgracia continúa siendo determinante para que aumente la aficisn por el teatro. Eso, entre muchas otras cosas. a.tello@eudoramail.com

El canto del cuerpo violento

Narrativa YO LE CANTO AL CUERPO GÉLIDO Irving Ramírez Joaquín Mortiz México, 1999 Elizabeth Vivero a violencia, la infancia y la marginación, son algunos de los rasgos temáticos que conforman la novela del escritor veracruzano Irving Ramírez. Ganadora del Premio Juan Rulfo para primera novela 1997, la narración de Ramírez nos presenta un mundo de

L

pobreza poblado de seres extranjeros, en tanto que los personajes, en su mayoría, parecieran vivir en una suerte de frontera que frecuentemente atraviesan. La historia se sitúa en Perote, Veracruz, lugar que, según el narrador, se encuentra en los límites del estado de Veracruz con Puebla, ubicación que le confiere rango de población marginal; siendo esta condición la que sirve de pretexto a un estadounidense para cruzar la frontera con México, tras huir de la policía de su país de origen, y establecerse junto con sus tres hijos en el pequeño poblado. De esta manera, por esta huida, por este cruce territorial y por los sucesos que no son presentados a través de la memoria de un niño de Perote, nos adentramos en el juego de la crueldad infantil propiciada por los hijos del estadounidense. Como extranjeros, tanto el padre como los hijos son vistos con cierta desconfianza al principio, mas rápidamente unos como otros se acoplan y el pueblo, acostumbrado a escenas de violencia, es testigo de las fechorías de los tres hermanos, a quienes, jóvenes del lugar secundan y acompañan. De allí que, lo interesante de esta novela sea la situación extranjerizante y de frontera que caracteriza a los habitantes mismos del lugar. Ciertamente la familia de inmigran-

Vivero

tes es la que puntualiza esta situación, pero no es el único elemento dentro del texto que lo evidencia: en primer lugar, la ubicación del poblado, como señalé, hace alusión a una pequeña frontera dentro de México; en segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, los habitantes de Perote se sienten extranjeros en su propio lugar de nacimiento propiciando que, tarde o temprano, todos de alguna forma abandonen el pueblo para ya no regresar. Asimismo, la crueldad de los jóvenes es la frontera entre la violencia que desemboca en la muerte y el placer sádico que los pobladores conocen muy bien. A esto se añade también el cuerpo mismo, frontera entre el deseo y el autocontrol por medio de una suerte de faquirismo. Y por último, la mirada ejerce su papel de observadora distante que a la vez que atestigua el mundo exterior, rinde cuentas de los cambios internos siendo así la frontera que, parafraseando a Bajtín, separa al yo del otro. Yo le canto al cuerpo gélido es, pues, un testimonio de un mundo otro, de aquél que desde su marginación sigue siendo por y a pesar de la violencia de los cuerpos.

La Voz de la Esfinge ~

43


Velasco

Alondra de ojos en las alas

Adelanto editorial Alondra de ojos en las alas GABRIEL VELASCO I

Alondra de ojos en las alas fue la obra ganadora del III Premio Nacional «Jorge ibargüengoitia» para novela GABRIEL VELASCO Pánuco, Veracruz. Reside en Guadalajara, Jalisco desde 1981. Ha publicado cuento, poesía y relato en algunos periódicos y revistas nacionales. Autor de las novelas ...Y la muerte era una cuestión secundaria (editorial de la Universidad Veracruzana, 1990) y Mariposa Negra (Mantis editores-Literalia editores, 1997) y del libro de cuentos Memoria en la lluvia (Literalia editores, 1996).

44

~ La Voz de la Esfinge

M

e doy cuenta Joel, de que las circunstancias de nuestras relaciones impidieron que realmente me conocieras. Si pudiera revelarte mis memorias, tal vez llegarías a tener una buena idea; voy a contárselas al viento con la esperanza de que é1 te las lleve en dondequiera que estés. Debo empezar por el día en que conocí a El Negro Noé, allá en Tuxpan. Era el quince de julio de 1973, lo sé bien porque acababa de cumplir mis quince años (sin que ello a nadie le importara, casi ni a mí). Lo vi entrar a la fonda de Amelia, mi madre, y sentí miedo. Antes de que me descubriera, salí de la cocina para esconderme en el cuarto de al lado, donde dormíamos Amelia y yo. Quise espiarlo sin que él lo notara pero no pude: me temblaba todo. Los mulatos, Joel, tenemos una rara sensibilidad que nos permite presentir las desgracias. El Negro Noé representaba una, lo supimos mi piel erizada, el frío en la nuca y él desfallecimiento de mis piernas. En días anteriores había resuelto huir de Amelia, así que ¿por qué no hacerlo en ese instante?, así me libraría de ella y de ese hombre de aura oscura como su piel. No lo hice, pues ya había quedado atrapada en su influencia. Me imaginé mosca cansada de luchar contra la baba de la araña y me mantuve pasiva; acaso un poco interesada en presenciar mi propia muerte. El temor desapareció y fui ocupada por la apatía de lo irremediable. Ninguna sorpresa produjo que Amelia me llamara. Ven, quiere


Heliópolis

conocerte, es tu hermano. En cuestión de segundos pasaron por mi mente las diversas versiones que oí acerca de mi concepción (que quizás tú conozcas, Joel, pero que te contaré de todas maneras). Amelia era de Boca del Río, lo que significaba estar a expensas de los caprichos del padre de Noé (conocido como El Cambujo, por lo renegrido), amo y señor de Mandinga y sus alrededores. Ella no escapó a las tendencias del viejo y la cuestión no hubiera pasado de ahí, pero, al enamorarse, El Cambujo comenzó a realizar una serie de tonterías que no le gustaron al hijo (ya para entonces no se sabía quién dominaba a quien). El apasionamiento del anciano precipitó los acontecimientos y se conocieron los alcances de El Negro Noé. Pronto el temible Cambujo quedó bajo la sombra del heredero. El Negro mandó a la embarazada Amelia a Tuxpan, donde le puso una fonda para que se sostuviera, también enviaba suficiente dinero cada semana. En Boca del Río se admiraban del hecho: lo normal hubiera correspondido a la simple desaparición de la muchacha, con todo y feto. Cuentan que El Negro Noé dijo una vez que andaba borracho. No sé qué me ocurrió, su panza tuvo la culpa, como que me gritaba que la dejara vivir. Así que soy la responsable de que Amelia y yo, «la panza que grita», estemos en este mundo. Nunca antes había visto a mi medio hermano, pero conocía sus hazañas. Tú sabes, Joel, que tenía fama de ser tan asesino y dictatorial como su padre, pero los dos debemos reconocerle que, gracias a él, la zona progresaba como nunca. Ahora disponía de luz eléctrica, drenaje, escuelas, teléfono, caminos. La jerarquía de El Negro creció a partir de la realización de una idea: el restaurante que puso casi a la orilla de la laguna de Mandinga. Con ello creó una fuente

Velasco

de trabajo y también una especie de tradición. Hasta Tuxpan me llegaban las referencias al prestigio de El Restaurante Mandinga. Supe que se ofrecían ahí los platillos de la cocina regional y las actuaciones de intérpretes del canto y baile jarochos; también me dijeron que se hizo costumbre que los veracruzanos del puerto, de Xalapa, y aún de lugares apartados, formaran colas los sábados y domingos para entrar. Amelia me dijo que el restaurante era administrado oficialmente por un medio hermano (no sólo incondicional de El Negro, sino en dependencia absoluta a sus órdenes). Los informes incluyeron otros datos: la laguna fue insuficiente para proveer los mariscos requeridos y El Negro Noé organizó una compañía pesquera que explotaba otras áreas; mi hermano poseía más negocios, a cuyo frente —nominalmente— aparecían los medio hermanos restantes de su familia; en todas las empresas favorecía a trabajadores locales; las mujeres y los niños podían laborar en sus instalaciones, ya sea en los fri-goríficos, salas de preparación, cocina, o en las variedades; se formó un grupo folklórico infantil y otro de adultos que dio cabida a personas del lugar con aptitudes artísticas; y entre semana funcionaba una escuela para músicos, cantantes y bailadores. Las actividades del Negro Noé produjeron en los paisanos una mezcla a partes iguales de agradeci-

La Voz de la Esfinge ~

45


Velasco

Alondra de ojos en las alas

miento, admiración y temor. No olvidaban la falta de escrúpulos y la impunidad de que gozaba el cacique. Sus relaciones amistosas comprendían al propio gobernador, presidentes municipales; procuradores; jefes policiacos; altos empleados del gobierno estatal; líderes obreros; y personajes de la industria, el comercio y la agricultura. En su restaurante se realizaban fiestas a puertas cerradas que dejaban complacidos a quienes convenía. Te cuento esto, Joel (aunque tú de seguro conoces la historia), porque quiero mencionar lo que ella generaba en mi estado de anímo. Increíblemente, me producía una especie de orgullo, que siempre terminaba poniéndome de mal humor. No entendía que yo, la rechazada, me sintiera engreída con mi sangre. Debo tomar el hilo del recuerdo de mi primer encuentro con El Negro. Igual que si tuviera que cumplir la penitencia impuesta por un sacerdote, seguí a Amelia al comedor de la fonda. Por el camino, ella me confió al oído —extrañamente amable— que mi hermano le dijo que no nos mandaría un centavo más: El Cambujo había muerto. La noticia cambió un poco el espíritu y tuve la sensación de que me libraba de un cargo de conciencia. Muéstrate cariñosa, hijita, a lo mejor lo haces cambiar de opinión. «Hijita.» La palabra me sonó más falsa que una pretendida virginidad de Amelia. En el portón de entrada vi a dos hombres que resguardaban a El Negro, quien, de espaldas, fumaba un apestoso puro. Me impresionó su tamaño y fortaleza. Todavía joven, conservaba figura de atleta y aspecto agradable. Eso por detrás, porque, al darse vuelta, sus ojos me helaron. Él notó mi estado y quiso suavizar el impacto. ¿Por qué te espantas?, no voy a hacerte daño. Casi de inmediato sufrí otra transformación, esta vez a causa de la actitud de Amelia. Qué cosas dices, muchacho, es que María Belén tiene un carácter demasiado tímido... como está tan chiquia-

46

~ La Voz de la Esfinge

da... Hipócrita, en los dos minutos pasados pronunció más palabras gratas que en el tiempo que llevábamos de vivir juntas. Sentí una rabia que pronto rebotó en las chispas de El Negro Noé. Los dos sentimientos se neutralizaron mutuamente y pude atender la invitación a sentarme. Estaba al tanto de tu hermosura, pero la realidad es muy superior. Las palabras de El Negro me dejaron sabor a sentencia de muerte. Comprendo que te enojes con lo que dice la bruja. ¿O crees, Amelia, que desconozco la clase de vida que le das a esta criatura? La que tembló ahora fue Amelia. Yo estoy enterado de todo, conozco tus puterías y los intentos de vender a la hija de mi padre; no me importaron antes, hoy (que la he visto), sí. Mira, Amelia, voy a enviar más dinero del acostumbrado, pero a mi María Belén la tendrás como a una reina. Y mucho cuidado con tratar de engañarme, o de huir, no hay sitio en que estés a salvo de mí. Te quedarás a realizar lo que te dije; si no lo haces, servirás de comida a los tiburones. El Negro Noé desapareció por el portón antes de que yo comprendiera lo ocurrido. El silencio de Amelia me permitió escuchar en la memoria el vozarrón ... mi María Belén... mi María Belén... repetía. Qué de brincos daba mi corazón. Aún percibía la presencia de El Negro y, sin querer, dirigí los ojos a la silla donde estuvo sentado. La vista topó con un fajo de billetes. Lo recogí. El bulto tenía vida y voz. Dijo: mi María Belén... mi María Belén... Para olvidar el significado, busqué la figura de Amelia: casi reí al comprobar lo que intuía, ¡estaba petrificada! Descubrió que la observaba y quiso aparentar calma. Pues sí que apantallaste a tu hermano, ¿eh? Más bien debiera decir que fueron tus nalgas. Pero si te sientes protegida, estás equivocada, a mí ningún baboso me va a decir cómo debo tratar a mi escuincla... Las paredes oyen... ¿Qué... qué quieres decir?...


Heliópolis

y los tiburones tienen hambre... La palidez regresó al rostro de Amelia. ¿Me estás amenazando? Aparenté no oírla y, como si hablara conmigo, dije. El teléfono de El Restaurante Mandinga se encuentra en el directorio, ¿no? Amelia se dejó caer en una silla, la derrota la aplastaba contra el asiento. Su aspecto ridículo fue suficiente y no me ensañé. Aparte, la cabeza exigía atención: bullía con ideas. Comencé a expresarlas. Las cosas van a cambiar radicalmente. Por lo pronto, se cierra la fonda ¡no lavaré un plato más! volveré a la escuela, sin interrupciones a capricho tuyo... el dinero será administrado por mí, ¡por mí!... me compraré buena ropa ... te queda prohibido meter hombres a mi hogar ¿oíste? ¡mi hogar!... jamás habrá otra de tus juergas... si antes no lograste meterme en ellas, ahora, ¡menos!... ya no tendré que atrancarme en el excusado...

nos cambiaremos a una casa con una recámara para mí sola... y tú la vas a cuidar... sí, «mamacita», me vas a tener como a una reina. La carcajada debe haberse oído en Mandinga. Dejé de reír y me dispuse a gozar la figura encogida de Amelia. Volvieron las risotadas que sacaban lágrimas a los ojos. El placer duró tan sólo unos minutos, pronto se colgó frente a mí la mirada de El Negro Noé y las fuerzas empezaron a flaquear. Para que no lo advirtiera Amelia, fui, lo más derecha que pude, al único dormitorio de nuestra vivienda. Más tarde, Amelia entró. Su quijada fue a dar hasta la cintura: yo despedazaba los trapos que me servían de vestimenta. Modifiqué la intención. —¡Ah, no!, nada de eliminar mis garras. Ahora ¡las usarás tú!

Velasco


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.