Vidas para leerlas Guillermo Cabrera Infante Toda biografía aspira siempre a la condición de historia
Preámbulo Fue Plutarco (46 d.C.120 d.C) quien acuñó el término de su obra como título, Vidas paralelas, y de paso dio lugar a un examen de la historia recurriendo al paralelismo histórico que inauguró. Plutarco era griego pero sabía tanto de las vidas (léase biografías) latinas que parece un historiador romano. Plutarco escribió lo que se cree que es la expansión de charlas que se dio en Roma y se le considera uno de los autores más atractivos de la antigüedad: uno que todos han leído y que todavía leen. Su escritura es ingeniosa, llena de encanto y tacto. Muchos lo han imitado pero pocos han conseguido igualarle. Mis Vidas para leerlas es, desde el título, una variación paródica de las Btot paralleloi, pero no es comparable al modelo plutarquiano —excepto en que Plutarco dio considerable importancia al chisme de salón y a los rumores de la corte. (Su maestro Heródoto fue llamado en Grecia no el padre de la historia sino el rey del chisme.) Las vidas contadas de nuevo por Plutarco no sólo han adquirido popularidad a través de los siglos sino que han servido más de una vez de modelo para Shakespeare en sus obras maestras Julio César y Antonio y Cleopatra. Es de agradecer que el griego haya escrito sobre romanos para engrandecer la poesía dramática inglesa. Nada querría yo más que mis modestas vidas sean para leerlas, para gozarlas y para evitar, en muchos casos, la aciaga suerte de muchos que vivieron, cortesanos renuentes, y murieron para, por la literatura. GUILLERMO CABRERA INFANTE
Londres, febrero de 1998