Ánima Barda nº17 verano 2014

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CRIS MIGUEL

—¿Cómo? —Valeria ya estaba enfadada—. ¿Por qué? —No lo sabemos, no nos han explicado nada —contestó la joven, apoyándose en la pared—. Solo han dicho que saliera Drusilla a la arena y que no habría más combates por hoy. —Esto es intolerable —rugió la capitana, volviéndose hacia Terentia—. ¿Señora? —Sí, ve y entérate de qué está ocurriendo. Exige hablar con el editor Boatio y amenaza con retirarnos de los combates durante dos encuentros si es necesario. —No ganarían nada durante quince días, pero la perspectiva de unos combates sin la casa de Terentia no sería plato de buen gusto para Claudio Boatio. El público se lo comería vivo. Valeria salió al instante, seguida por la chica que les había informado. La confusión y la inquietud reinó entre las gladiatrices de Terentia, y esta tuvo que imponer la calma haciéndose oír por encima del bullicio. «Ahora lo que me preocupa es lo que ocurre en la arena». Abajo el combate estaba a punto de empezar. Drusilla, que llevaba una celada sin visera y una cota de malla hasta la cintura, por encima de la falda plisada, luchaba con dos picos de cuervo, uno con cabeza de hacha y otro contundente. Su oponente era de la casa de Sabatia. «Romilei. —Terentia la conoció a pesar de la distancia. Era una de las alumnas predilectas de su homóloga, con la que se habían cruzado en combate tres veces, con dos victorias para su casa y un empate—. Pero… ¿qué arma es esa?». Las de Sabatia eran conocidas por el uso del gancho y las cadenas, armas de manejo complejo pero con un resultado devastador cuando se sabían usar bien. Romilei luchaba con un largo espontón de doble hoja: en la punta superior, la consabida punta con forma de corazón, y en la base una cuchilla de media luna. Aquel cambio no era normal ni habitual, y por lo tanto no auspiciaba nada bueno. La lucha se inició, y Drusilla, a pesar del inesperado armamento, empezó a deslizarse por la arena como si nada hubiera cambiado. En este caso, Romilei llevaba las de ganar: la lanza de doble hoja, manejada con soltura y los adecuados molinetes, le serviría para mantener a raya los penetrantes picos de cuervo de Drusilla y herirla desde lejos. Ella lo sabía, así que trataría de acortar las distancias trabando el espontón y buscando partirlo con cualquiera de sus dos armas. Así llegó el primer golpe, varios ataques encadenados de Drusilla que Romilei detuvo y esquivó seguidos de una descarga contundente al centro de la lanza. La de Sabatia se movió con ligereza, evitando que la afilada hoja de la cabeza de hacha hendiera el asta. «Romilei no lleva más que cuero endurecido. Es más vulnerable a los golpes, pero más ligera de movimientos. Drusilla va más cargada, pero sin embargo tiene mucha resistencia, seguro que es capaz de aguantar igual de bien que la otra. Este combate puede durar mucho tiempo... —Las chicas se acometían sin cesar, en un baile de fintas, paradas y contraataques que estaba causando las delicias de los espectadores—. A mí no me está provocando ningún placer». La incertidumbre de qué había llevado a Claudio Boatio a cancelar el combate restante e imponer ese, junto con la permanente amenaza de las apuestas y los sabotajes, estaba desquiciando los nervios de la veterana ama, que deseaba que el día se acabara cuanto antes. Terentia dirigió la vista hacia la tribuna. La emperatriz asistía al combate impertérrita, con una leve sonrisa impresa en los labios. Los consejeros se esparcían a su alrededor, sentados o recostados, en la misma actitud que habían tenido durante toda Ánima Barda - Pulp Magazine


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