Ánima Barda Nº3 Abril 2012

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Ánima Barda -

Pulp Magazine

Benkei se puso manos a la obra examinando a los heridos y dando instrucciones para la preparación de cocimientos y emplastos adecuados. Michiko y los perros reforzaron la seguridad de la familia del daimio. Yoko sonreía viendo como Aiko y Saburo jugaban con los canes, ahora se sentía más segura, ellos percibirían la proximidad de cualquier peligro. Los animales habían sido entrenados para defender a la familia del daimio, y su entrenamiento empezó cuando eran cachorros, desde entonces no se habían separado de la familia hasta este viaje. Atsuo se acercó al corral, improvisado con cuerdas, en donde estaban trabados los caballos. Buscó debajo de su silla de montar, pero no encontró nada. Esperaba que Shinzo Kaito le hubiese dejado alguna nota informándole de sus avances en Edo, y de los posibles peligros que podían encontrar en el trayecto del día siguiente. Miró a su alrededor y observó en la distancia cómo el perro de Yoko, Chinatsu, estiraba las orejas y miraba en su dirección. Sonrió.”Ya está Kaito por los alrededores”,pensó, “¿cómo podrá evitar el ninja que el perro lo descubra? Será digno de verse”. Se desplazó en silencio, alejándose de la luz de los fuegos, procurando no alarmar a los caballos. Estudió con atención la orografía de los alrededores. Había varios árboles de menor tamaño cerca, un par de piedras grandes y el ribazo del sendero en donde empezaba la espesura. Miró de nuevo hacía el perro, estaba con la cabeza apoyada entre las patas delanteras pero con las orejas tiesas en su dirección. Decidió que el lugar que él escogería para esconderse sería en la base de las piedras, y hacía allí se

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dirigió procurando no mover las hojas del suelo al desplazarse. A pesar de esperarlo, el susurro le sobresaltó. - ¡Muy bien Atsuo-san! –dijo Kaito–. Si espero un poco más, me pisa y me descubre. El ninja estaba cubierto por una red espesa del color de la piedra, y colocado en un lateral de la roca donde no llegaba la escasa luz de la luna. - Hola Kaito, me alegro de oírle. ¡Vaya! Es un buen escondite –dijo Atsuo sorprendido-. Dígame, estoy seguro que el perro le ha oído, ¿cómo es que no le ha delatado? - Katsuro me pidió que conviviera con ellos estos días para ganarme su confianza –contestó Kaito sin levantar la voz–, no quiere que me descubran cuando me acerque. Ustedes han tenido un día movido ¿no? Espero que sus bajas no sean muchas. - Hemos tenido ocho bajas –Atsuo, se apoyó en el tronco de un árbol cercano mirando hacía el campamento–. Después del combate me acerqué hasta el lugar en donde nos habían estado esperando. Allí encontré una de sus flechas clavada en el cuerpo de un mercenario, me deshice de ella. - Se lo agradezco –dijo Kaito–, la llegada de sus exploradores nos sorprendió a todos, tuvimos que atacar al grupo para que no los eliminaran. Casi no tuvimos tiempo para borrar nuestro rastro de la zona. - Eso pensé. - Pero un poco más tarde sé que hubo otra escaramuza –dijo Kaito-, ¿sabe algo se eso? - Sí –contestó Atsuo-, cuando regresé al lugar del combate vi que nos habían robado un bulto nada más. Seguí


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