Anhedonia Psicozine I

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VOMITANDO LETRAS, ESCRIBIENDO ANFETAS Me cago en Dios, menuda puta resaca que tengo. Una vez más amanezco desparramado en el suelo de mi habitación (con la habitual estupidez que acarrea la constante masacre de neuronas en la que me encuentro sumido últimamente) rodeado de txustas, botellas y restos varios de sangre, semen y pota. Joder, no tengo remedio, soy incorregible. Da igual si son las 08:00 de un martes o las 21:00 de un domingo cualquiera. Siempre estoy chupando ese precioso néctar extraído de los bellos senos de adorables Diosas escocesas, que me embriagan con su maravilloso aroma y me llenan el cuerpo con un calor indescriptible. Pues sí, amo el whixky, ¿pasa algo? Tengo alma de poeta bohemio alcohólico, valga la redundancia, y por eso me dedico a beber hasta morir y a follar con gente fea y deforme. No puedo ver una luz que no esté calentado el contenido tóxico de una cuchara o prendiendo miembros amputados de una deliciosa planta envuelta en un canuto. Escribo cuando estoy tan desfasado que no soy capaz ni de hablar, dejando a mi degeneración coger las riendas de la pluma y crear la obra abominable que le apetezca, mientras yo me debato entre la felicidad yonki y la muerte etílica. La magia de esta literatura aberrante aumenta mientras mi salud mental disminuye, hasta casi desaparecer, haciendo que escriba mis mayores obras de arte, esas que te revientan el cerebro, justo cuando estoy a punto de convertirme en carroña. Demasiado tarde para cambiar de rumbo, no puedo parar ahora. Mi obra me necesita medio muerto para poder ser realmente excepcional, para llegar a ser algo fuera de lo común, algo inigualable. No puedo fallarle y menos llegados a este punto, cuando solo me falta una sobredosis para la gloria. Solo eso…


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