Sagas Conserveras
María Dolores González-Chamadoira La saga conservera de los González Chamadoira, es extensa y muchos de sus miembros se dedicaron a las conservas de pescados y mariscos. La empresa de Ignacio González Montes, en Palmeira, es la única que funciona en la actualidad. En Aldán, Juan González Chamadoira. En Marín, Manuel González Chamadoira. En Cangas, Ignacio González Chamadoira. Hasta el Museo ANFACO se acercó una descendiente de Ignacio González Chamadoira, cuya fábrica se ubicaba entre la Avda. de Vigo, antigua carretera a Bueu y la prolongación de Monteros Ríos, en el lugar de Piedra Alta, en Cangas de Morrazo. A través de su relato nos adentramos en un tiempo ya pasado, salpicado de recuerdos y descripciones. De un modo de trabajo y de vida, donde ya sólo perdura la evocación de los olores, los sonidos irrepetibles, las personas que habitan en el corazón, y las fotos en blanco y negro, paralizando los paisajes de la memoria.
Mi familia comienza con la fabricación de conservas a finales de la década de los años 20. Sus inicios, como los de todos los conserveros de la época, fueron la salazón de pescados y secado de pulpo. En aquel momento, alternan su producción en dos pequeños fabriquines, uno en Bueu y otro en Cangas, donde se establecerá, definitivamente, la sede de la factoria conservera.
Mi padre, José González Montes, hijo de Ignacio y Maximina, abandonó los estudios en el colegio de los jesuitas de Vigo a los 15 años para hacer realidad su sueño: construir una fábrica de conservas de pescados y mariscos. Lo de mi padre fue verdadera vocación. Vivía con pasión la idea ser conservero algún día.
En el año 29, el crac de la bolsa de Nueva York, se hizo sentir en la economía mundial. El Banco de Vigo, por ejemplo, se vió arrastrado a la quiebra y con ella, se perdió el dinero que mis abuelos, Ignacio González Chamadoira y Maximina Montes Martínez, habian depositado allí.
De niño, estando en la escuela de lo que hoy llamaríamos primaria, su profesor, don José Monje, hizo una salida pedagógica con sus alumnos para que conocieran la fábrica de Massó de Bueu. El desplazamiento lo hicieron en una camioneta del reparto de gaseosas, de aquellas descubiertas que en ocasiones sustituían la carga por personal humano, en este caso, niños que se divertían mucho con aquella forma de viajar. Después, el maestro, les mandó hacer un ejercicio de redacción para que reflejaran sus impresiones sobre la novedosa factoria que habian visitado. La mejor, la de mi padre. Y él, que nunca alardeaba de nada, se sentía orgulloso de llevar tan marcada esa disposición a la fabricación de pescado desde tan niño.
Mi abuelo, Ignacio, era el dueño de la fábrica y su director. El llevaba todo lo relativo a los prétamos bancarios, hablaba con los representantes de las diferentes provincias, contactaba con otros empresarios, viajaba, etc. La marca comercial era “Maxi”, diminutivo del nombre de mi abuela . En aquellos tiempos, mi familia ya estaba vinculada a la conserva, desde las anteriores generaciones, siendo un hermano de mi abuela, José Montes Martínez de los primeros salazoneros de la ría de Vigo.Tambien los hermanos González Chamadoira, Ignacio, Juan y Manuel, tuvieron mucha relación con este sector, porque de jóvenes trabajaron en la fábrica que Curbera, tenía en Hío, en la que mi bisabuelo, José González Franco, era encargado general.
12 Industria Conservera
Así, años más tarde, desde el internado del colegio de los jesuitas de Vigo, viendo descargar un barco de pescado en Guixar, le entraron unas ansias enormes de hacer lo mismo, de manufacturar aquellas materias primas y comercializarlas. Sin pensarlo más y viendo clarísimo su porvenir, se escapó del colegio y volvió a Cangas. Al poco tiempo de ”la huida” ya estaba funcio-
www.anfaco.es