FABIO RIVERA PAJOY

En el tiempo de antes, se decía que en realidad no se sabía quiénes eran campesinos o guerrilleros. Un día cualquiera vimos el cielo y pasó una avioneta, quién sabe de dónde vendría, de pronto lanzaron papeles donde se anunciaba que, aquellos que no tenían nada que ver con la guerra, podían marcharse tranquilos.

Mi madre se echó encima aquellos niños que no podían caminar, los otros ya nos valíamos por nosotros mismos y nos quedamos en la finca con mi papá, sobreviviendo de la mejor manera posible, en ese sentido la tierra siempre ha sido buena, porque no deja morir a sus hijos.

Me acuerdo que papá tenía un racimo de plátano colgado en un rincón de la casa, los días pasaban y el color de los plátanos cambiaba. Nuestra moral estaba en la frase de papá, quien decía que mamá volvería cuando los plátanos maduraran.

A mis 57 años la finca sigue estando tan lejos de Neiva como en aquel tiempo en que se necesitaban varios días por caminos de herradura hasta llegar a ella.

Una tarde inesperada llegó mucha gente, mi padre y todos nos pusimos alertas, resultó que era Januario Valero, un miembro de la guerrilla bandolera de aquella época, a quien llamaban el capitán Oscar Reyes, el único que usaba casco de bronce y cargaba terciado un fusil Grass de los antiguos.

Todavía está por ahí el caldero, más viejo que yo, donde esa gente cocinó. A nosotros las cosas antiguas nos gusta conservarlas.

Un día me fui con mi hermano a la quebrada con un caldero en busca de agua, para hacer el almuerzo, de pronto escuchamos un zumbido como de abejas, cada vez más fuerte, que opacaba el ruido de la quebrada, inmediatamente nos dimos cuenta que eran helicópteros, por lo que salimos corriendo y dejamos olvidado el caldero, la guerra había empezado.

Desde ese día todo cambio, aprendimos a hacer candela en los huecos al lado de la quebrada para desviar el humo, a amarrar los picos a los gallos para que no cantaran, y nos fuimos monte a dentro donde nos esperaban los zancudos.

Entrevista a: Fabio Rivera Pajoy Edad: 58 años. Nacido en Rovira

Fecha: 5 mayo de 2017

Lugar: Rovira Identidad: campesino – colono Entrevistador: Andrea Rojas Transcriptor: Marilym Bedoya Editor: Andrea Rojas Fabio Rivera Pajoy es un testimonio de vida de las diferentes situaciones de tristezas y alegrías que ha vivido la comunidad del Pato. Así mismo es ejemplo de resistencia y coraje al haber participado en momentos coyunturales Marcha de la Vida en 1980.

de resistencia como lo es la

¿Hace cuánto tiempo vive en la región?

Para qué vamos a mentir, si cuando la violencia nos sacó de aquí y duramos 10 años afuera, de aquí nos fuimos y a los 10 años de estar por allá, fueron dos veces que nos sacaron de aquí.

La primer ves les voy a contar, resulta que en el tiempo de antes por aquí decían que no sabían quién era guerrillero ni quien era campesino, mas sin embargo un día inesperado subía una avioneta tirando papeles de por allá arriba, yo no sé de dónde venía, en todo caso los papeles decían que todas las personas que no tuvieran que ver con nada que se fueran pa’ fuera y los que se quedaran que verían qué hacían. Bueno pues mi mamá echo por delante los más que pudo cargar, los que caminaban bien y el que se pudo cargar a la espalada se lo cargo y nosotros quedamos 3 con mi papá en la finca. Nosotros nos quedamos en la finca y mi papá iba a las demás partes y puahí conseguía ahuyamita pa’ la comida y pues supuestamente las tachas han sido buena comida, pero lo que pasaba era que cerquita de la casa no había, a mi papá siempre le daba temor dejar los 3 muchachotos por ahí solos. Un día él se vino pa’ la platanera a llevar un racimo de plátano que tenía trancado, que pa’ que cuando viniera mi mamá encontrara plátano maduro, entonces la moral de nosotros era ver el racimo de plátano todos los días allá colgado en un pino y nosotros decíamos que cuando el racimo amarillara llegaba mi mamá, esa era la moral y el racimo empezó a amarillar a ponerse blanco se puso toche se amarillo, y mi mamá no llego.

En esos tiempos ya había llegado la guerrilla, la guerrilla dentro cuando mi papá y mi mamá todavía vivíamos ahí en los pinos, estábamos todos una tarde inesperada como el cuento, al lado de los pinos mirando pa’ la casa de don Pacho Andrade, cuando un poconon de gente llego ahí, entonces mi papá le causo vaina y cogió su bordón y se fue a ver qué pasaba, cuando vio todo ese poconon de gente armada que iban paya, bueno resulta que ese era Oscar Reyes un comandante, pues en ese tiempo la guerrilla no se titulaba que camarada sino que se titulaban como en el ejército: mi cabo, mi no sé qué, mi sargento y ese señor era un capitán de la guerrilla, usaba un casco de esos de bronce pa’ que no le entrara la bala y era el único que cargaba un rifle grass de esos niquelados,

que los traían con un manubrio. Bueno esa gente resulta que llegaron y al ratico de ver llegado mi papá inicia a llegar gente ahí a los pinos, ahí todavía existe un caldero de donde hicieron comida esa gente, un Imusa que ese es más viejo que yo, tiene más de 58 años de estar por ahí y está dañado por la vaina de la guerra, si esto no hubiera pasado ahí estaban los otros calderos porque de todas maneras a nosotros las cosas antiguas nos gusta guardarlas, y duro mucho porque eso era dele pa’ dentro dele pa’ fuera, bueno resulta que eso paso así.

Mi papá tenía un caballo con el que traía mercadito desde los Cauchos, en el Huila porque antes le tocaba traerse el mercadito pa’ nosotros a la espalda, a veces ahí él le tallaba ya el carguero en la cabeza se ponía una cáscara de un palo que se llamaba verraco que se conseguía en los cañeros, y llegaba con eso a la casa cansadito con el mercadito a la espalda, ya a lo último se consiguió un caballito, y ya ese caballo estaba cuando la vaina de la violencia y ese caballo mi papá lo alquilaba pa’ que fueran a traer carne de por allá del Cacho a un pucho de guerrilla que había allí de Galicia pa’ riba ahí donde el finao Manuel Hijidio, ahí estaba la guerrilla y entonces mi papá alquilaba el caballo pa’ que fueran ahí por el pedacito de carne y ahí nos daban el bocao. Y desde ahí ha sido malo y hemos sufrido, ahora hay carretera, y yo pues con esta enfermedad del pie pues qué, pa’ ganarme un jornal pa’ comprar la carnita, pero bueno ahí vamos, más sin embargo una vez mi papá les había alquilado el caballo pa’ que fueran a traer la carne y que pagaron la carnita y pues como allá no había acueducto el agua nos tocaba traerla de arribita, mi hermano y yo, los dos más grandecitos nos mandaron a traer el agua pa’ poner a hacer el almuerzo, y nosotros nos poníamos era a jugar porque uno de muchacho no piensa más sino en el juego y resulta que en una y en otra nos pusimos a aparar el caldero ahí y cuando sentíamos un rumbido, yo le dije a mi hermano, pues ahí como el cuento él se las daba más de vivo que yo pero yo seguro era muy piloso y le dije salgámonos de puaqui que hay un abejorreo y nos pican y salimos cuando esa manada de helicópteros que hacían zumbar la tierra, y claro nosotros dejamos ahí el caldero aparando el agua en el chorrito y nos fuimos pa’ la casa y a mi papá ahí si le dio miedo porque él siempre decía que eso no pasaba nada, que eso no era sino visaje de la gente y así como a él no le daba miedo, pues a mí sí, que yo me acuerde desde muy guambe he sido temeroso de la guerra porque le decían a uno que si llegaba gente armada que a uno lo mataban, pues claro yo me acuerdo que llegábamos y cogíamos y matábamos las gallinas, las desplumábamos y no las comíamos. Resulta que eso pasaron ese poco de helicópteros cuando nosotros llegamos en 4 patas asustaditos y en ese tiempo uno no

andaba en botas, los zapatos los conocimos cuando empezamos a trabajar porque andábamos era descalzos, creo que por consecuencia de eso estoy sufriendo de ese mal ahorita, ya me hice operar gracias a Dios y ahí voy poco de mejor, bueno y ese día pues no almorzamos porque el caldero del agua se quedó aparando en el chorro y tampoco se podía prender candela ´porque donde vieran candela vieron salir humo.

Oscar Reyes ya estaba por allá quien sabe a dónde, ya hacía tiempo se había ido, puallá tenía un pucho de guerrilla pero eso quedaron aislados, ese día cogíamos nosotros los plátanos del racimo así zucos y los tirábamos en el rescoldo a asar tantico medio se ponían rucios y nosotros le soplábamos las cenizas y nos los comíamos, yo me acuerdo que los mordía y esos plátanos estaban coloraos por dentro. Se pasó la tarde, ya como las 4 cuando miramos ese poconon de ejercito por ese camino, esa cantidad de gente que venía, nosotros mirábamos esa cantidad de gente que no alcanzamos a conocer pero si toda la ropa de un solo color con morrales a la espalda, toda esa gente llego a Galicia, por la noche mi papá dijo toca irnos a quedar al monte y nos fuimos y eso yo me acuerdo que habían 2 gallos porque en ese tiempo nunca le daban a uno un huevo pa’ que se lo comiera uno solo, como decir que hoy en día un guambe le dan ganas de comerse un huevo frito o cocido y si no hay en la casa pues uno lo comprar, no en ese tiempo era las canastadas de huevos pa’ echar y habían hartísimas gallinas y dos gallos, y los gallos cantaban por allá en el monte, entonces mi papá con hilos de costal les hacía jáquimas y les amarraba el pico pa’ que no cantaran. Tendimos un cauchito y luego unos costalitos más encima y estaba lloviendo y nos arrebozamos con otro cauchito y nos echaos las cobijas, luego otro cauchito yo me acuerdo que las goteras hacían tas tas. Mi papá se vino ya de noche pa’ la casa y fue pualla al chorro y subió una calderada de agua, prendió candela, hizo caldo y puso a asar de esos maduros que habían allá y se fue gritando pa’ saber dónde estábamos nosotros, porque en lo oscuro y el temor de que de pronto prender uno vela y que viera el ejército, pues claro que la otra ves las armas no tenían tanto alcance como las que han hecho últimamente, la otra ves las armas eran como dice el dicho de mentiras, bueno pasamos esa noche al otro día de mañanita nos vinimos que pa’ la casa que a recoger la ropita y lo que más pudiéramos pa’ continuar otra ves pal monte, volvimos y llegamos a la casa, cuando estábamos en la casa apareció un guerro original atrincherado contra un gallinero que había hecho pa’ meter las gallinas porque la otra ves las gallinas se las chupaban los chimbilos y se morían desangradas, y llego y se

atrinchero y dijo eso es pura gente del gobierno y están armados hasta los dientes, dijo perdámonos don Carlitos, cojamos el monte porque no da pa’ más don Carlitos, cogió mi papá las bestias como pudo ahí pal lado de aquí donde no lo miraran puahí como pudo y las cargamos con los cherevejos y nos fuimos, había una planada, cada vez que paso por ahí les digo: aquí esta planada me trae un recuerdo que se me olvidara cuando me muera, ahí nos tocó amanecer y las bestias amarradas apenas zapateaban y esa zancudera que zumbaba por encima de nosotros picándole a los animalitos, esa noche en la cena mi papá cogió y aso un pedacito de carne de ese que habían traído y unos amarillos y sin conque bogar en seco pues el chorro de agua en la planada estaba lejos, ahí amanecimos, mi papá enjalmo las bestias cargamos y seguimos, esa vez llegamos a la quebrada de la Abeja, mejor dicho no hay ni comparación lo que eran los caminos a lo que es ahora porque no había la carretera, nosotros bajamos ahí a la quebrada de la Abeja y mi papá descargo las bestias y entonces dijo, y esa es una experiencia que yo tengo todavía y a cualquiera le enseño, que uno sino quiere que lo miren de lejos donde le toco prender candela, toca buscar un hueco al lado de una quebrada y el humo sino coge quebrada arriba coge quebrada abajo pero derecho no sale, nos hizo almuerzo, me acuerdo que hizo un caldo con una tortilla de huevo y nos dio con amarillos asados y comimos y nos fuimos a quedar a la en la finca del finado Timoteo Majín.

En ese tiempo las casas eran techos de pura astilla, una astilla especial de cedro negro y con cuyas especiales que venían así anchas, las rajaban con un mazo y con puntillas las pegaban y así hacían los techos pa´ vivir la gente, bueno allá fuimos nosotros y nos quedamos, de ahí nos fuimos a dar a la finca de los cuéllares, en ese tiempo la finca era de un viejito que llamaba Alberto Naranjo, era guerrero y le titulaban el cabo Naranjo, un viejito bajito, ahí había un trapiche, un hondo de cocinar la panela, estaba la hornilla armadita y le habían tirado una bomba, pero en ese tiempo las bombas que tiraban no eran explosivas era como tirar una piedra porque no estaba sino el roto de la cumbrera de la ramada, y allá un remolcadito abajo en el piso de la hornilla, eso se oía cuando bombardeaban pero no eran así tan bravas las bombas como ahora que la gente ya fue cogiendo capacidad y fueron cogiendo la teoría para destruirse unos con otros.

Si llegamos a esa finca de ese señor Alberto Naranjo y ahí fue donde yo conocí las toronjas. Estando nosotros ahí apareció doña Ramona Sunce con 2 hijas y con este viejito Silverio Correa, bueno ya nos juntamos varios ahí, duramos unos días y la comida ahí había una yucalera, yucas jechas y sabrosas con esos tomaticos que nosotros le

decimos turnaegato y hojas de cebolla picaba y le echaban salecita pa’ untar con yuca y no había más, y ahí duramos unos días y arrancaos pa’ Guayabal, ya en Guayabal estaba los papaces de Ramón Alarcón y hartísima gente y nosotros nos fuimos, pasamos el rio Oso que era enorme, la quebrada más grade que estaba enseñado a mirar era la de los Monos y me daba un miedo porque uno criado allá en ese filo era un problema hasta pa’ que lo bañaran. Pasamos ese rio, llegamos allá y pues claro ahí nos dieron de comer yuca cocida con frijoles pero no los frijoles como se los comen hoy en día sino pitaos en la olla y bien blanditos con pesuña de marrano y hogo bien aliñados, bien sabrosos, eso era cocido en una olla con agua y sal y algo cascajoso, esa era la comida. Ahí duramos como una semana y mi papá fue y se presentó allá arriba donde estaba el puesto del ejército y le dieron una carta mientras llegó una recomendación y nos salimos, pues como mi papá tenia niños menores de edad y el sí tenía la cedula entonces el no tuvo ningún problema por ese lado.

Nos devolvimos otra vez y vinimos aquí a dar a la casa y nos fuimos a presentarnos otra vez al puesto porque nos dijeron que había que irse a presentar en Galicia y ahí fue cuando yo llegue, vea que a mí me da tristeza recordarme sinceramente, hay cosas de esos antepasados que yo me pongo a acordarme y se me van las lágrimas.

Yo me acuerdo una vez que llegamos y mi papá antes de llegar donde esa gente dijo bueno allí hay un teniente que es el que nos va a saludar, usted se quita el sombrero y lo saluda de mano, pero yo no sabía que era saludar de mano, oiga llego yo y me quito el sombrero, pongo rodilla en tierra y saludo a ese señor, ese señor saco 5 pesos y me los dio, de ese tiempo a este tiempo equivalen a 5 millones más o menos porque con esos 5 pesos mi papá y mi mamá en Neiva le compro ropa a mi hermano, me compro ropa a mí y me quedo plata todavía pa’ comprar dulces porque cuando uno está niño es muy aficionado a los dulces y puaqui un dulce, un pan virgen santísima! Un pan eso era un bocado muy exquisito. Nos vinimos con mi papá, fuimos y nos presentamos y volvimos a los Pinos, ahí estaba don Marceliano Soto en Galicia, había venido a recoger unas bestias que le habían quedado por ahí y entonces él nos recomendó muy bien con el ejército, ahí la comida ya no eran frijoles con yuca si no frijoles cocidos y las cucharas eran cascaras de caña y eso le prestaban a uno un plato de esos que usaban los militares y uno aparaba ahí el poquito de frijoles con una cascara de caña, duramos 8 días, nos dieron la salida, yo esa ves dije no como más frijoles estoy aburrido de comer frijoles, iba contento porque me iba a ver a mi mamá y yo pensaba que era ahí nomás, de lo contento que me iba a ver

a mis hermanos y a mi mamá yo no quise comer frijoles si no que me tome media jarrada de agua panela. ¡Virgen santísima! Iba puallá llegando a la vuelta de la herradura por donde era la finca de Antonio Muñoz y me empieza un dolor de estómago ¡virgen santísima! Yo me le arrodillaba a mi papá y le decía déjeme puaqui que yo no puedo y mi papá lloraba, hasta que fuimos a dar más o menos derecho donde es el camino de herradura, mi papá no era creyente de religiones pero pues él tenía fe a algunas cosas, él le dijo a mi hermano mijito hágale 3 cruces con saliva a su hermano, úntele en el estómago a ver si de pronto se alienta porque que no lo vamos a dejar puaquí, mi papá llorando y así hizo oiga y créame que eso fue como descargar algo pesado, de una vez me alenté como cuando uno se toma un remedio demasiadamente bueno y propio pa’ eso. Ahí si nos fuimos y salimos a Balsillas, yo me acuerdo le teníamos miedo al ganado y esos lotes de ganado coima detrás de uno y se paraba toda esa chorrera a mirarlo a uno y uno los asustaba y salían corriendo otra vez, ahí llegamos a la Abisinia donde una señora que todavía existe, llegamos con unas camisas hasta la rodilla, mi papá mismo nos las hacía y sin pantalón y descalzos llegamos ahí y esa señora nos dio ropita, pantaloncitos, camisitas, esa señora se llama María de Jesús Monje.

Bueno nos fuimos nosotros al otro día, nos quedaos en la colonia, el otro hermano mío el mayorcito como era aficionado a tomar leche se quedó en la Colonia porque supuestamente ahí trabajaba una sobrina original de nosotros hija de Domingo Pajoy, entonces se quedó ahí pa’ ayudar a mi papá porque ella decía que mi papá ahí con ese poco de muchachitos con qué los iba a mantener. Yo si seguí porque la afición mía era ir a ver a mi mamá, nos fuimos de la Colonia y caminamos todo el santísimo día y llegamos allá a esa finca en el Vergel como a las 5 de la tarde, y eso nos encontrábamos caminadas de ejército y yo le decía a mi papá que si esos eran los carros de irnos pa’ Neiva porque a mí me hablaban de carros pero yo no sabía nada, mi papá decía que no que esos no eran los carros de nosotros andar que esos eran del ejército, con mi papá nos bajamos pa’ la Ceibas a bañarnos y cuando subía ese carro tan bonito dijo vea ese sí es el carro de irnos pa’ Neiva, y yo era con ese afán de que el carro pasara y nos dejara, mi afán era de ir a ver a mi mamá hasta que volvimos y nos subimos, ya nos cambiamos de ropita y pues de ahí nos fuimos en pantaloncitos que nos habían regalado en Balsillas, descalzos eso sí, las botas las conocimos fue ahora, y hoy en día mi cuñada hay veces que le consigo botas y me da una impaciencia mirarla puahí andando disque descalza porque a ella le gusta andar así, bueno puallá estuvimos un tiempo, llegamos a Neiva nos encontramos con mi mamá y estaba enferma, pues de todas maneras ya nosotros nos

consolamos mucho, unos vecinos me regalaron un par de botas de material y yo me sentía firme andando porque las piedras no me tallaban pero solamente yo porque pa’ los otros no hubo.

De allá nos trajeron pa’ Pueblo Nuevo, de ahí volvió otra vez y nos llevó pa’ Neiva y ahí si otra vez pa’ la finca, nosotros con esa moral de llegar a la finca, mi papá hizo 3 viajes pa’ podernos traer, primero se vino él solo con los 2 mayorcitos y después se vino conmigo y con el otro que sigue después de mí, y después si se fue con mi mamá, estuvimos un tiempo trabajando aquí, ya había otra platanera, arracacha y ya comenzaba a darse la yuca, la ahuyama, había buena comida y entonces cuando la orden de que bueno, alístense la gente pa’ fuera porque toca desocupar la región otra vez, tiene que irse todo mundo pa’ fuera que puaqui no quede nadie, se fue mi papá y Eliecer se lo encontró que venía que le dejara el caballo pa’ el sacar el trasteo y que cuando él sacara el trasteo le mandaba las bestias pa’ que nos sacara a nosotros, y así hizo, vino Eliecer y se llevó el caballo y se llevó el trasteo, los hijos y después mando las bestias con alguien pa’ que nosotros nos saliéramos también.

Tenía yo 6 años me acuerdo muy bien porque eso me lo dijo mi mamá, en que día nací, a qué hora y la fecha exacta, entonces mi papá vino y dijo hay que estar pendiente que si llegan a sacar el yegüerizo de Galicia, que habían traído de los Alpes el finado Marceliano Soto que era mayordomo allá, entonces que si venían a sacarlas era que tocaba que irnos, claro eso como al otro día vinieron y echaron ese yegüerizo por delante y nos tocó que trastearnos a nosotros de allá y nos quedamos allí donde don Pacho y al otro día nos fuimos, eso fue la segunda salida.

Ya cuando volví a entrar yo, no entro mi papá porque ya había muerto, ya habían pasado 10 años cuando volvimos a entrar, nos vinimos por la bandera porque era más cerquita que por donde venía la margen de la carretera, y aquí abajo era la primer platanera, miramos como 3 maticas de guineo pero de resto nada solo cañero, ya habían pasado 10 años abandonado, monte era lo único que había, lo único que si encontramos en ese tiempo fue las populares cachas y nos fuimos y cogimos pa’ hacer el guiso con arroz.

Por allá por esa loma nos vinimos la primera vez que entramos, nos vinimos cada uno con una arroba de mercado a la espalda fuera de la cobija y lo que traía uno de fiambre, estaba yo como de 16 años, entramos aquí por la Bandera y a las 3 de la mañana nos vinimos de allá y llegamos a las 4 de la tarde allí a los pinos, subimos aquí por donde vive

Gersey, eso era cañero, y de ahí de cierta parte pa’ arriba era montaña, por ahí subimos y llegamos allá pero cansados, que eso uno donde se sentaba no quisiera ni moverse de lo cansado y jodidos de hambre y allá el agua tocaba ir a sacarla del chorro ahí mismo y poner a llenar un caldero y durar ahí.

¿En ese momento empezó a llegar más gente con ustedes?

Después de esos 10 años ya empezó a entrar más gente, pero entonces la gente entraba y era con la zozobra de la violencia y la guerra, únicamente entrabamos y tapábamos frijol porque en ese tiempo no se hablaba de sembrar ni de tecnificar como hoy en día, tapábamos el frijolito y volvíamos y nos íbamos, volvíamos pa’ la cogida y volvíamos y nos íbamos, así duramos un tiempo cuando ya se llegó una vaina de que el gobierno prestaba una plata, rehabilitación de una plata que dona la Caja Agraria, de eso doña Gabrielina le prestaron también y ella compro unas bestiecitas me acuerdo el color, era una mulita como coloradita por encima y blancuzca por debajo y una mulita como tirando a amarilla como entre rusia, bueno y le prestaron la plata y mi mamá se vino y nos trasteamos, yo como que no me amañaba porque no había casi que comer, uno comía lo que traía porque no había más, que ni una caña pa’ chupar ni nada, se le acababa a uno la sal y tenía que irse pa’ donde el vecino y a veces se lo encontraba uno de camino que venía que le prestara y así, eso era grave, ya a la vuelta del tiempo nos fuimos radicando hasta el sol de hoy.

Cuando la salida en el 80 esta casa no estaba todavía, aquí había un ranchito de 10 tejitas de zinc, yo era el único que estaba por aquí de mis hermano porque éste estaba con mi mamá en Neiva, los otros estaban trabajando en Balsillas y el único que estaba era yo dándome cuneta de la finca, como en ese tiempo no vivíamos aquí si no ello en los Pinos. ¿Cómo les empezaron a decir que se tenían que salir?

Eso fue despuesito de unas tapas de frijol, estábamos tapando frijol, en ese tiempo tapaba uno en montaña y una vez nos llamaron a almorzar, estábamos con un vergajo por allá dándole hacha a un caucho y nos llamaron a almorzar cuando plum un totazo, puallá

abajo como 3 totazos de seguido, nosotros nos vinimos a almorzar y seguimos allá en el mismo oficio voleando hacha, se pasaron esos días cuando llego una orden que todo mundo se tiene que ir pa’ fuera que puaqui no queda nada, Me avisaron pero créanmelo que yo decía pero cómo se les va a ocurrir que nos vamos a ir todo mundo y las fincas puaqui, y que no que es una orden que viene y estaba yo en esas alegándole a un vergajo de esos cuando un helicóptero que paso y como puaqui en esos tiempos un helicóptero que uno viera era de guerra, mas sin embargo ahí si me dio como sustico y si cuando inicia a llegar gente a Rovira, cantidades de gente y la orden era que el que tenía bestias tenía que ayudar a sacar gente, yo me fui por Pueblitos dije que allá yo había dejado un caballo y tenía que irme, me toco fue mentirles, uno enveses dice que las mentiras nos son buenas, no han gustado las mentiras pero cuando hay necesidad pa’ defensa o defensa pa’ sacar algún amigo de la cárcel le toque a uno que mentir. Bueno esa vez me toco mentir que yo tenía la carga por allá arriba pero yo la moral era de rem independiente porque me daba como pereza como miedo como no sé, me fui por allá hijuepuchica lo que es la pendejada y me iba yo bien campante pa’ la Abisinia donde los hermanos míos, cuando ahí en la entrada de la Abisinia un retén del ejército y hacían soltar las bestias, ahí tenían a Eladio detenido y entonces él con la mano me hacía señas que me devolviera pero yo no le entendí y fui y me metieron allá y pues que de dónde viene no de allí de Pueblitos, que suelte esas bestias y hágase ahí donde esta ese otro hijue…no sé quemas, el ejército es harto atarbán, nos trataban mal, que guerrilleros eso hacia cerrajear esos fierros y a uno siempre le daba miedo pero a la hora de la verdad uno de lo mismo que le da como miedo le da es como rabia de ver como lo humillan a uno y uno sin armas ni nada.

Cuando forman esa chillazón ese gentío que iban, pues ya la tupia llego y salieron ahí a caes, en ese tiempo su abuela Ramona vivía por acá donde había un pino pa’ casito ahí en balsillas, ahí era la estación hasta ahí llegaba el mixto, entonces la tupia llego hasta allá lo que era caes donde vive ahora Martin, se forman cauchos por toda parte y la gente a arrumarse ahí y esa vez pues que a mí me hicieron soltar las bestias allá pal potrero, yo llevaba las cobijitas y todo y me toco que devolverme yo con una ruanita que cargaba y con un cauchito porque supuestamente estaba lloviendo, solté las bestias, las aparejé en el potrero, me acuerdo de eso y me da rabia también, soltar los animales por allá aparejados en el potrero y con las cobijas de uno, no me dejaron bajar nada ni nada, nos

volvimos con Eladio, yo lloraba de considerar que eso había llovido y eso en el plan pues se encharca una carpa tendida.

Ahí como se fuera amanecimos temblando, al otro día pues nos fuimos con el finao Merardo Joven a ordeñar y eso yo aquí me conseguí dos lasos y maniamos dos vacas y sacamos leche pa’ tomar, cocinamos leche y tomamos cuando al ratico llego mi hermano que era el ordeñador de ese lote de ganado y nos hacia señas que fuéramos y nos fuimos un poco y tome leche y como eso la orden era que la leche no la llevaban pa’ venderla sino que la daban a la gente. Ya pa’ la otra noche si hubo cobijita, entonces nos cambuchamos mejor y nos organizamos, yo me junte con mi familia, duramos todo ese día ahí y al otro día planearon que pa’ venir a llevar una marrana aquí a Rovira y unas vasijas pa’ llevar comida y conseguimos 3 bestias y ninguno quiso, esas bestias descalzas, nos bajamos sin embargo, llegamos a Rovira, habían como unos 15 a 20 perros, no hacían si no aullar daba tristeza oírlos, habían hartísimas gallinas que habían dejado por ahí, entonces que se fueron a traer una marrana y me dejaron ahí rebúsquese una gallina y mire qué puede hacer de almuerzo, nosotros nos habíamos venido con el desayuno de allí de Balsillas y era pa’ volvernos a ir el mismo día, yo uso cauchera desde los 13 años y voy a cumplir 58 años y desde que yo quiera matar un pájaro lo mato, no me gusta tirarle casi a los pájaros pero cauchera si uso, saque la cauchera y le di puaqui y quedo dando volantines la gallina, ahí y la cogí y la pele, la traje, la arregle y la eche a cocinar, por ahí medio la desprese y le eche salecita y arranqué yucas y plátanos y pelé y le aventé a la olla y a espera que llegaran, cuando al momentico llegaron esos otros y que bueno que nos vamos, pero no ve que el sancocho está hirviendo ahí, y sacamos esas presas de gallina así más o menos sancochada pero la parte de los huesos vertía algo de sangrecita, nosotros dijimos el tigre come crudo y vive gordo y arrastra de pa’ riba, fuimos y nos quedaos allá donde Antonio, yo me acuerdo que esa vez yo lloraba tendido en un costal papero y un costalito donde viene sal pa’ meterse uno los pies de resto crúcese de brazos y échese el cauchito.

El oficio que yo iba haciendo era con la marrana por delante y llevaba 4 días sin comer y se caía, en ese tiempo yo estaba alentado y podía fuerciar, la cogía le metía la mano y la levantaba y la paraba y así hasta que llegamos a las 6 y media de la mañana y eso ya había un poconón de gente alistándose pa’ venirse a buscarnos. Pues bueno que nos vamos a bañar porque mañana nos vamos pa’ Neiva y yo decía virgen santísima irnos pa’

Neiva y a pie, estaban pelando una vaca que habían traído de la Blanca y a cada uno le daban un pedazo pa’ que fuera y lo calentara donde pudiera, a mí me dieron un pedazo de carne como un kilo revuelta con hueso, en ese tiempo el que pelaba era Bartolo Eduardo Cadena, y fuimos y nos bañamos y al otro día a las 7 de la mañana era la salida.

Llevaban un orden la gente con un laso, de la punta alguien llevaba la bandera de la paz, la bandera del Pato, el himno del Pato y la bandera de Colombia, y de ahí de ese laso pa’ lante nadie se pasaba, entonces yo me fui más bien en los de la punta de adelante y créamelo que como de ahí del rio Balsillas del caserío que hay ahora, yo miraba esa caravana de gente y lloraba incansablemente, pero esto es un sueño una película lo que estoy viendo que será lo que nos está pasando, sin saber que será lo que nos ira a pasar más adelante yo pensaba.

Mas sin embargo nos fuimos, ahí adelante estaba el ejército armado con bombas granadas en la mano no sé qué tendrían, todo caso unas pelotas negras en la mano, pasamos, cuando íbamos llegando a Motilón yo planeé con otros conocido que es Alcidiades Murcia un hermano de Roso Murcia, ole vámonos aquí y nos quedamos en Motilón y nos vamos pa’ la Soledad porque yo ya estoy muy cansado, me duelen los pies de caminar, tengo los pies envejigados, yo iba con unas botas viejas todas llenas de parches y en ese tiempo no usaba medias todavía, medias aprendí a usar fue ya hora último, nos quedábamos por ahí haciéndonos los locos, en ese tiempo estaban poniendo el acueducto pal retiro y tenían esos rollos de manguera grandísimo, yo dije eso no es si no hacernos detrás de esos rollos y la gente pasa y se van, nos fuimos pa’ la soledad pa’ la finca de esta viejita que nos regaló ropa en Balsillas doña María. Al otro día después de estar en la soledad me puse a pensar si yo no me voy con la gente que yo venía quien cuenta historias después y tengo que contarlas yo mismo, dije pues yo me voy y me rogaron que no me viniera pero yo dije yo me voy, pague 200 pesos que eso en ese tiempo era un platanon, de ahí de Motilón a Santa Helena, allá había ido a dar la gente en una jornada de Balsillas, de una vez los sobrinos el almuerzo, era sancocho con buena presa de carne y que camine vamos a bañar porque la salida es a las 7 de aquí, salimos de ahí pa’ las Nieves 12 de la noche, unos llegaron a las 3 o 4 de la mañana, escasamente descansar pal otro día irnos pa’ el puente del Guayabo, pusimos candela por ahí encima de unas piedras, conseguimos leña, estuvimos ese día y hacíamos de comer, bajaba gente de puallá de Vegalarga con mercadito, carne, plátano, yuca y nos llevaban, empezaron a llegar carros daban la vuelta y se iban acomodando ahí al lado de

la vía, como a las 9 o 10 de la noche cuando bajo el ejército y una reunión, que bueno que quiénes son los conductores de los vehículos, alcen la mano de una vez, me hacen el favor y cada uno prenden esos vehículos y se van, no hay ordenes de carros pa’ nadie, se nos bajó la moral al seco porque ya todo contentos a no seguir a pie si no que nos íbamos en carro, nos dio tristeza y rabia a la vez pero qué podíamos hacer, eso fue un sábado por la noche cuando el domingo supuestamente en la misa de 7 de la mañana que era del obispo Rafael Sarmiento Peralta, que como iba a creer que las fuerzas militares arremetían con la gente, que no dejarles pasar vehículos, entonces pues claro yo oía en las noticias, en la radio pues ya íbamos de camino.

Ya en una hacienda nos metimos con esa sed tan tremenda en una alberca, llegamos y estaba el mixto ahí cuadrado, niños que iban se subieron ahí y señoras, los hombres seguían a pie, bueno pues que más adelante en la vuelta de Careperro habían otros 2 mixtos, yo llegue y me subí en uno y me metí en un rincón y dije de aquí me sacaran muerto, estaba cansado lo que se entiende cansado, dijo uno de los manda más de la gallada que no, que los carros son solamente pa’ las mujeres y los niños entonces el chofer dijo no el carro son pa’ todos, carros vienen hartísimos cuando eso era una chorrera como unos 40 carros, taxis de servicio público, camiones, camionetas, buses.

Entonces los que llevaban la bandera esos no se quisieron subir esa era la orden, se fueron a pie teniendo el laso y las banderas hasta allá más abajito donde las pesebreras, hasta por ahí nos fuimos y ahí si nos bajamos y eso salía gente de las Palmas con burros cargaos con agua con avena con fresco royal y ese gentío cuando empezaban a pasar y preguntar mientras que uno se tomaba el agua hace cuánto que viene caminando, ya les decía hace 15 días, hace 1 mes, 20 días.

Empezamos a entrar en donde estaban los colegios, esa cantidad de niñitos y niñitas uniformadas de un solo color, de una vez a gritar y aplaudir y eso yo lloraba lagrima tendida escuchando todo eso, mire que uno se siente como usted de pronto ir a una parte donde nadie lo conoce, usted no sabe con quién hablar ni que decir, entonces empezaban a gritar “EL PUEBLO UNIDO JAMAS SERA VENCIDO” que eso a mí no se me olvida nunca “COLONOS AMIGOS EL PUEBLO ESTA CONTIGO”, y yo a ratos me sentía entonado a ratos me sentía achantao pero buen, llegamos y eso estaban las calles desocupadas.

La capilla central estaba cercando pa’ que no nos fuéramos a dentrar y la gobernación si estaba desocupada, llegamos de una vez a la gobernación, inician a llegar estudiantes pero cantidades de estudiantes con parlantes, comienzan a gritar “FUERA LA BOTA MILITAR DEL PATO Y GUAYABERO”, lo cierto es que yo ahí de lo cansado que estaba me metí en un rincón, me arrecosté, tendí un cauchito y lo puse de cabecera y ahí me quede dormido cuando al buen rato me desperté y una viejita preguntado le alcance a conocer la voz y dije juepuchica esa es mi mamá, por eso yo le digo a cualquiera que no hay cosa más linda que tener la mamá viva, la viejita preguntando por el hijo ella sabía que era el único hijo que iba en esa cantidad de gente. Me pregunto mijito dónde está julano dónde está sutano, me consiguió un pastel, tamal y avena me parece, me considero ver sido buen hijo con mi mamá si ella estuviera viva daría testimonio quien fui yo con ella.

En la gobernación estuvimos ese día que no nos dejaron pasar comida, ese día mi mamá también se dio las mañas, lloraba de ver como se asomaba la viejita allá detrás hasta que un muchacho de la Cruz Roja apareció por ahí y le dijo haga el favor y me le lleva una canequita a ese muchacho que está allá con ese sombrerito, era avena y medio taco de galletas saltinas, pero ya a esas horas eran como las diez de la mañana sin desayuno, y eso yo lo compartí con otro amigo, nos comimos eso y se pasó ese día y como a la una de la tarde dejaron pasar a la Cruz Roja con una olla a llevarnos el almuerzo, era caldo de pollo pero nos daban en vasitos desechables, media vasadita de gaseosa, usted cree que uno bien matado de hambre a esas horas vaya a quedar lleno con eso, pero no había más que hacer, por la tarde bueno que nos vamos y yo no sabía pa’ dónde y eso se alboroto un olor a zurra al lado de esas parrillas, se taparon esa sifones y pues eso iban y venían esos aseadores públicos y se ponían y le echaban agua, entonces que sí que nos vamos y como la policía toda la vida han sido atarbanes no dejaban salir la gene de ahí, alcanzamos a salir unos y los otros los dejaron allá que pa’ cogerlos a garrote ¡virgen santísima! y se devuelve toda esa gente, el que menos cargaba un machete, llegaron y cercaron y se revela esa tupias de gente y eso le daban machetazos a esas tejas y salen esos policías a la carrera de una vez y ahí nos tocó amanecer, cuando al otro día a las seis de la mañana que pal estadio Urdaneta Arbeláez.

Desde entonces la fuerza pública le cogió miedo a un combate con los de la región del Pato, desde ese día los del smad dicen que metérseles a los del Pato es muy duro porque ellos a los demás les pegan pero a los patunos no.

Si una persona que no es de la región quiere conocer El Pato ¿qué lugares le recomendaría visitar?

Por lo menos la cascada de allí del hueco de los monos que es bonita, pero yo nunca he podido ir allá, allá de la teta de Yolanda es donde mira uno la cascada, yo digo que tiene por ahí unos 500 metros o más.

Qué cosas lo hacen sentir a usted parte de la región (comidas, música, bailes, tradiciones, costumbres)

Yo por ejemplo a pesar de tanto sufrimiento que he tenido y que hemos tenido aquí me siento entonao, porque yo tengo experiencia de muchas cosas, lo que pasa es que la gente aquí no lo aprecia a uno, a toda hora lo menosprecia, nosotros somos gente antigua que ha sufrido demasiado pa’ poder estar aquí en ésta región, aquí cualquiera de un tiempo pa’ca entra y sale como nada, acá miran al que habla bien y al que baila bonito pero un viejo que verdearme ha sufrido las consecuencias pa’ poder contar con estas tierras no.

Esta tierra yo la quiero mucho, la adoro y aquí me consigo la comida, lo más aburridor pa’ mi es vivir solo.