


He nacido y vivido toda mi vida en un barrio obrero que está separado del centro por las vías del tren. Las vías y el muro son cosas que he naturalizado por completo, no me parece algo descabellado tener que rodear todo el muro hacia un lado o hacia otro para cruzar por uno de los dos túneles que hay para ir al centro. Nunca me ha importado mucho que haya un muro, supongo que es como las prisiones, desde que existo siempre han existido, y desde que existo siempre ha existido el muro, lo he normalizado. No me gustan las prisiones ni sus muros, pero el muro de mi barrio sí que me gusta un poco, estamos como recogiditos a este lado, hay una demarcación muy clara, cruzas el túnel y ya es mi barrio. No me imagino mi barrio sin el muro, aunque sí me imagino la sociedad sin prisiones. A veces cuando cruzo el túnel veo carteles pegados por las paredes de hormigón o por las paredes del muro de ladrillo no al muro, soterramiento ya, fin del aislamiento y me siento rara.

Algunas veces he sentido que tenía que estar en contra del muro porque los muros separan y a mí no me gustan los muros ni la segregación, y yo quiero la igualdad de clases
(bueno, más bien la desaparición de las clases), pero qué ingenuo pensar que soterrando el tren y derribando el muro van a desaparecer las diferencias sociales.


Cuando salgo de casa tengo que pensar a qué parte de la ciudad voy para, al salir del portal, girar a la izquierda o a la derecha.
De forma automática partes mentalmente para del muro queda la zona eso cojo un
divido la ciudad en dos ver a qué lado detrás donde voy a ir y en base a túnel u otro
A veces giro a la derecha y al rato pienso mierda si hubiera ido por el otro túnel tardaría cinco minutos menos, pero siempre suelo girar a la derecha, aunque tarde más, porque por ahí voy por mi túnel favorito. Mi túnel favorito es el túnel no-chungo, o el menos chungo, así lo llamo cuando voy a quedar con Guille y hemos quedado en encontrarnos a mitad de camino.

Y no es que mi túnel favorito sea agradable, de hecho creo que es más chungo que el otro túnel. Mi túnel favorito, el no-chungo, es mucho más largo, no se ve el final, tiene una ligera subida y unas luces tétricas alargadas que me recuerdan a las pelis de Saw.

Aunque las luces alargadas las cambiaron hace unos años a unas circulares para hacerlo más friendly supongo.

Pero las luces circulares siguen siendo un poco tétricas.

Y el blanco con colorines ahora es un blanco muy sucio lleno de grafitis grises.
Y pintaron todo el túnel. De azul oscuro pasó a blanco con muchos colorines, para hacerlo más friendly también.

El otro túnel, mi túnel no favorito, también llamado el de la estación o el chungo-chungo, en realidad no es tan chungo, se ve la salida nada más entrar y es mucho más corto, pero está menos transitado y la zona es menos luminosa, razón por la que es el chungo-chungo.



Volviendo a mi favorito, mi túnel favorito es como la gran vía de los túneles, por ahí cruza todo el barrio, de ahí que siempre haya pegados carteles de difusión política o de actividades de todo tipo. No hay fallo, si eres del barrio sí o sí tienes que atravesarlo. Y ahí están los carteles, esperándote, los ves aunque no quieras, cinco o seis carteles iguales seguidos, separados por quizás dos centímetros de distancia para llamar tú atención. Si solo hubiera un cartel, este pasaría desapercibido y probablemente solo me daría tiempo a leer una palabra, porque en el túnel, aunque sea mi favorito, no te puedes detener, y eso lo saben quienes ponen los carteles. Al haber seis carteles iguales pegados seguidos puedo ir leyendo lo que pone mientras camino, una palabra en cada cartel, y así completo el mensaje sin detenerme, porque el túnel es una zona de paso, no de espera, y eso también lo saben los carteles.
En mi túnel favorito además de carteles pegados sobre carteles antiguos, anuncios sobre gatos perdidos, pegatinas y grafitis, también suele haber un señor tocando la guitarra o el acordeón, ahora no sé qué instrumento toca, pero sé que uno de esos dos, a lo mejor va cambiando con los días. Llevo años viendo a este músico callejero en el túnel y no soy capaz de recordar su instrumento, supongo que está tan integrado en la arquitectura, como si fuera un cartel, una pegatina o un grafiti más, como si perteneciera al túnel, tan naturalizado que no he prestado la atención suficiente para distinguir si toca la guitarra o el acordeón. Además de preguntarme qué instrumento toca, me pregunto cuántas horas habrá pasado este músico en el túnel, en mi túnel favorito, en el túnel no-chungo. Yo nunca me paro, nunca estoy más de dos minutos en él, una persona quieta en un túnel es raro, yo solo estoy en mi túnel favorito el tiempo que tardo en cruzarlo o en leer un cartel, aunque como ya he dicho, trato de leerlos mientras camino.