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EL BALLET ES ARTE
El culto moderno por la bailarina no puede explicarse sin hablar de varios iconos franceses. La primera de todas fue Brigitte Bardot, que antes de ser actriz fue bailarina de danza clásica. En 1956 pidió a la casa Repetto (que hasta entonces había calzado en el ballet) una zapatilla tan cómoda que se pudiera llevar como calzado diario. Y así, Rose Repetto (que había inventado su primera zapatilla de ballet en 1947 para su hijo, Roland Petit, quien después se convertiría en un aclamado bailarín, coreógrafo, maestro de ballet y director de compañía francés) creó la bailarina “Cendrillon”, en un color rojo encendido. Bardot se la puso para dar vida a la bella Juliette en Y Dios Creó a la Mujer (de Roger Vadim). Hoy en día Repetto sigue siendo una de las firmas de zapatillas de danza más prestigiosas del mundo (sirve, por ejemplo, a la Ópera de París) pero también una de las que mejor ha explorado las posibilidades de este calzado en la calle, con colaboraciones con destacados diseñadores y marcas como Yohji Yamamoto, Comme de Garçons, Issey Miyake, Rodarte y Karl Lagerfeld, y todos los años lanza hasta seis colecciones diferentes de bailarinas.
En realidad fue Capezio (la firma creada por el italiano Salvatore Capezio, que comenzó reparando las zapatillas de los artistas de la Metropolitan Opera House de Nueva York en una pequeña tienda y que acabó montando un imperio como fabricante) quien permitió que las bailarinas dieran el salto de la danza a la moda. En la década de 1900, la diseñadora Claire McCardell quedó fascinada con los zapatos y le encargó a Capezio que adaptara una versión para fuera del escenario. Los zapatos aparecieron en su colección y ganaron gran popularidad. Pero fueron las icónicas pantuflas rojas que llevó Bardot en la película las que consiguieron un éxito instantáneo, y desde entonces el zapato plano se ha convertido en sinónimo de la elegante simplicidad que da placer ver.
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