Espiga 25

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Espiga de Papel

“¡Qué Padre…. Y a toda Madre ¡”

No. 25

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ESPIGA DE PAPEL No. 25

Coordinadora de Homeeduca: María Patricia Guadalupe González Paz Coordinación Editorial: Ma. Justina Santana Tejeda

Consejo Editorial: Rita Camarena Ramos Ana Paola López Santana Hugo Salvador Bautista Campos Portada: ―Verdadero amor‖ Autor: Karen Fernández Vázquez

espigadepapel@yahoo.com.mx

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Presentación Cantar a la madre siempre ha sido una tarea sencilla, no así al padre. Reunir a ambos, sus cantos, en un mismo ejemplar es el reto de los espigos. Buena elección en la temática hicieron nuestros coordinadores. Padre y madre. Madre y padre. La presencia del tema en la literatura, según mi apreciación, más que novedosa, es necesaria, bajo la perspectiva de la condición humana. Los escritores también tenemos madre… y padre. Es obligado cantarle y adularle o increparle y exigirle a ambos. Su aparición se da más en la literatura popular, los encontramos sin problema en un ―declamador universal‖ de cajón, en donde regularmente se le adora hasta la lágrima, yo lo he hecho de la mano de Gagliardi (Héctor) o en la bohemia con Aguirre y Fierro. Es más complejo reconocerlos en los clásicos del escritorio experto; pero los encontramos

(pregunten por un tal Pedro Páramo o la madre de Yáñez omnipresente en su Flor de juegos…). Madre y padre ausentes: entrañables o ignorados; madre y padre presentes: odiados o amados. Padres que castran y constriñen; padres que se idolatran en el calor

cercano o que se aman en la espera y la distancia. De lejos se vislumbra una tarea sencilla, mas no lo es. Ahora mismo esta presentación se dificulta a pesar de las copiosas fuentes. Más la intención era hacer leve la tarea, bajo la premisa de pasarla ―A toda madre‖ o ―Bien padre‖, encontraremos odas y

elegías, pensamientos con ojos de niños, sentimientos recogidos cuando se mira al hijo. Descubriremos el amor más callado, el del padre, por la opacidad obligada ante su contra y pareja: la madre. Los espigos cantamos con libertad, con cariño meloso o con coraje digno ―a toda

madre‖. Abramos pues, esta espiga que se adivina con respetos y reclamos, con citas graves que no pierden lo sincero. Disfrutemos entonces de este número ―argentino‖ (25), cuyo adelanto y sin ninguna duda, encontrarán ―Bien Padre‖. Feliz Espiga No. 25. Felices madres y padres en la voz de su estirpe (hijos, nietos y

adoptados) y de la suya propia. 3

Isidro Delgado Guerrero


Índice

Imágenes derretidas (fragmento)

Gloria Patricia Aceves Ramos………………………………………………………….……..06 Papá y mamá en estos tiempos J. Moisés Aguayo A…………………………………………………………………….………08 Mi mejor amiga Edmi Saraí Bañuelos Gallardo…………………………………………………………….….09 Día de gracia

Raúl Bañuelos…………………………………………………………………………..………10 Y entonces nacieron Hugo Salvador Bautista………………………………………………………………….…….11 No es mi viejo Manuel Brambila……………………………………………………………………….……….12 Eres fuerte, comprensiva, cariñosa Lulú Carbajal Ibarra………………………………………………………………….…………13 Entre la vida y la muerte

Cynthia Castillón………………………………………………………………………….…….14 A mi madre Bertha Castro S………………………………………………………………………………..15 Mujer Angélica Damián……………………………………………………………………….……….16 Más allá del amor Rocío Dávalos……………………………………………………………………….………….17 Cuando madre Isidro Delgado Guerrero……………………………………………………………….………18

Madre tierra Angélica Domínguez…………………………………………………………………….……..20 Coincidir Austre García Suárez………………………………………………………………………….21 Madre Epifanio Huerta…………………………………………………………………………………22 4


Girasol Ramón López Morales…………………………………………………………………………..23 Mi ángel

Ana Paola López Santana………………………………………………………………………24 A mi padre. Jesús Luna Marcelo……………………………………………………………………………………….25

Adiós madre mía José Antonio Luna Marcelo……………………………………………………………………..26

Legado Daniel Lupercio Figueroa……………………………………………………………………….27 Una mirada del cielo Javier Macías……………………………………………………………………………………..28 Vuestro hijo José A. Maynat Diaz……………………………………………………………………………..29 Réquiem para Papá Annaid Mondragón……………………………………………………………………………….30 Olvido

Nuria Metzli Montoya…………………………………………………………………………….31 La Niña Larga Michelle Páez……………………………………………………………………………….…….32 Cómo nos conocimos madre

Carlos Parada Orozco…………………………………………………………………………...33 El sol y la luna Carmen Parada…………………………………………………………………………………..34 A mi padre Mónica Ramírez………………………………………………………………………….……….35 Melodía Apasionante Cecymark Reyes DiRobles………………………………………………………………..…….36 Mi padre, mi madre Guty Santana……………………………………………………………………………………..37 ¿Me dejas?

Sofía Villanueva Silva……………………………………………………………………………38 5


Fragmento del Cuento Mamá

Libro: Imágenes Derretidas.

― Maestra Paty, hola, soy Juanito, el niñito que se sienta a medias del salón, junto a Pedrito; soy al que usted una vez regañó por entrar corriendo al salón después del recreo, es que yo estaba contento porque por fin les pude meter un gol a los del salón de 6to. ― A‖. Bueno, quiero a visarle que ya no podré asistir más a la escuela. Me sentía mal un día, entonces me llevaron al hospital y los doctores no sabían qué tenía, y después de muchas visitas, le dijeron a mi mamá que yo tenía cáncer, que por eso me cansaba tanto, y me dolía la cabeza y por eso mismo se me habían quitado las ganas de jugar. Y también le dijeron que yo voy a morir, que ya no pueden hacer nada por mí. De todas formas, mi mamá me empezó a llevar a un lugar en donde me conectaban a una máquina que hace un ruido muy fuerte. Y después de estar ahí, yo me sentía mal, vomitaba a cada rato, y se me quitaban las ganas de ir a la escuela y de ver a mis compañeros. Mi mamá dice que me veo chistoso, porque se me cayó el cabello. Pero yo así no quiero ir a clases porque me van a poner apodos por cómo me veo ahora. Al principio me dio miedo saber que me iba a morir, pensé que me dolería mucho. Pero lo que más me asustó fue separarme de mi mamá, la iba a dejar solita, pobrecita y seguramente iba a llorar todo el tiempo, o al menos hasta que se olvidara de mí. Pero ahora ya no tengo miedo, pues mamá me prometió que moriríamos juntos Ella va a estar conmigo, me acompañará, ahora sé qué las personas que nos conocen, irán a despedirse de los dos antes que nos incineren, cómo lo hicieron con mi abuelita.

La verdad no sé cómo le hará mi mamá para morir al mismo tiempo que yo, pero creo que será por tristeza, una vez oí que así se puede morir la gente. Creo que ya tiene esa enfermedad, sus ojos se ven lisos, su voz se ha vuelto queda y camina cuidándose de no hacer ruido. Creo que estará lista para el mismo momento que yo sienta que mi cuerpo explotará.

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Le pido maestra que aunque sabe que ya no voy a asistir más a la escuela, no me borre de la

lista de asistencia, hasta que sepa que me fui por siempre. Por favor despídame de Carlitos, y dígale que aún tengo el dibujo que me regaló, el del guerrero ninja. También quiero que le diga a Edgar, que le regalo mis tazos con los que jugábamos en el patio durante el recreo. Y dígale a Tita, que la voy a extrañar y que no me voy a olvidar de la risa graciosa que hacía cuando le contaba mis chistes inventados. Lo último que quiero pedirle maestra Paty, es que se lleve un puñito de mis cenizas ahí, a la escuela y las deje en el estante en el que tiene las carpetas, hojas blancas y colores, y claro, los gises y borradores, que a veces yo y Carlitos agarrábamos a escondidas para hacer dibujos en el pizarrón y borrarlos rápido antes de que usted entrara. Y ahí me quede yo con usted, muy quietecito oyendo las voces de sus alumnos. Hasta que usted esté viejita y se tenga que ir de la escuela. Entonces, lléveme a su casa, y colóqueme en un rinconcito, y quédese con una parte de mi, para siempre, para que no me olvide, para que cada día recuerde mi cara, mis desórdenes y las veces que me llamó la atención, como cuando no hacía las tareas y me escribía un cinco rojo en mi cuaderno.

Esto le pido maestra porque

mi mamá me dijo que a mi cuerpo y al de ella, cuando

muriéramos ambos, nos iban a dejar en un solo botecito, así yo estaré con mamá siempre, pero creo que también seré niño siempre y los niños deben de estar en la escuela. Yo la quiero y le pido perdón por todo lo que la hice batallar conmigo. Con cariño: Juan José.‖

Por Gloria Patricia Aceves Ramos

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Papá y mamá en estos tiempos A mis doce años es momento de decirles, papá y mamá, que aprecio sus confidencias, sus complicidades que de verdad intento entregarles mis horas creativas mis horas de juegos mis horas de travesuras quisiera fueran más, pero las fuerzas no me alcanzan

Papá: te veo tan saturado te hace más daño que bien todo eso que cargas temo que un día termines asfixiado en medio del tráfico Me das miedo cuando dices ignorar si estás cuerdo o loco A veces me conmueves Cuando te doy los buenos días ya estás despierto comienzas antes del alba a recargarte por la noche, te noto casi exhausto pero nunca te detienes dices que para eso te inventaron para buscar y rebuscar cómo mantenerme bien pendiente Como tú dices: así es la vida en estos tiempos Mamá, no sabes cuánto me inquietas cuando me cuentas de tus achaques de lo mucho que te apena que te falle la memoria que te sientes vieja, obsoleta a veces pienso que te exijo demasiado sobre todo cuando te quedas trabada de tanto por hacer pero no es culpa de nadie es nuestro tiempo el que te mueve las ganas de un arreglito por aquí un agregado por allá Así es la vida en estos tiempos, Papá Internet, mamá computadora Gracias por llenar toda mi vida J. Moisés Aguayo A. 8


“Mi mejor amiga”

Ya mi amiga no anda en paso ha decidido hoy dormir este día mejor se ha recostado un poco cansada, sin mucho que decir. Mi mejor amiga no ha comido hoy, ni la ventana quiso abrir y una pierna de ella ha decidido que un paso más, no podrá seguir Quise estar al lado de mi amiga como en los años aquellos cuando yo era feliz hoy vine a tomarle la mano como ella lo hacía en mi ir y venir Le voy a contar un cuento como ella lo hacía al verme dormir y entre cuentos y rezos diré que la amo ¡la amo a morir! Ya sus ojos cansados divagan y su mirada aún desprende amor ya su voz es quebrantada y aún sus palabras, sabias son. Quiero abrazar a mi mejor amiga acostarme en su seno, cantarle una canción quiero decirle: ¡No te me vayas amiga! Que hoy igual te necesito como cuando en tu vientre, latía mi corazón.

Edmi Saraí Bañuelos Gallardo 9


Día de gracia A María Teresa Salcedo, mi madre (1933-2002) El día no se detiene en la orilla de la ventana. Las voces del gentío enmarcan los silencios de quienes reposan en la cárcel sus huesos contra el catre duro de las rejas y los enfermos agonizan en el hospital de los dolores más mundiales. Escriba lo que escriba, no voy a escribir ni el centésimo comienzo de cada dolor donde mi madre no dejaba la existencia. El resto de la vida viene por añadidura. Al ciento por uno va repartiendo —la vida que viene— sus semillas multiplicadas en su hermosura terrible. El niño de mi abuelo se hizo padre y abuelo con el tiempo. El tiempo: padre y abuelo de los días de todos. Mi madre tuvo madre: por sus faldas crió fatigas o alegrías. Yo le veo la risa en una foto donde sigue a su hijo con otro en su entrañable vientre. Enamorada de su amor como diosa de su mundo dentro: tiene en sus manos las fibras del acontecimiento familiar: por el universo del barrio a una calle situada en la otra orilla del asfalto. Al Espíritu Santo le tuvo un montículo de arena construido por sus hormigas. La hormiga era el espíritu. Su espíritu movía sus hormigas sobre la superficie de la piel de las tierras. La tierra no tenía límites en su cielo. Su cielo era terrestre para comenzar el otro cielo. Desquiciada por esa idea, su pensamiento centró todas sus orillas en el afán absoluto de darse locamente al beneficio de quien ella sabía que necesitaba todas sus monedas o sus apariciones. Centrada en su ganancia de ser divina todo lo demás lo daba por perdido. Nunca entendimos su renuncia a las etiquetas. Fuera de este mundo andaba por su andar. Ciudadana de otra historia. Ya iba lejos. Y llevó su principio hasta el fin: poseída la plena eternidad. Raúl Bañuelos

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Y entonces nacieron.

Sin conocerse. Y aprendieron todo lo que después habrían de enseñarme, sin conocerme, sin certeza de saber lo que haría yo con todo eso.

Un poco de cielo cada día han sido sus palabras, sus acciones. Con ellas tengo confianza

en que el bien existe y se puede vivir con él.

Una fortuna

sus manos que sin torpeza ayudan, su mirada que quiero tener un día: sin una sola muerte que deber sin haber germinado un daño.

Hugo Salvador Bautista

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No es mi viejo

No es mi viejo. No, yo no lo llamo mi viejo. Yo le digo oiga, usted, cualquier forma que establezca una barrera entre el padre y el hijo. Y los oigas y los ustedes, sin embargo, son un ansia por acercarme al que ya no es un joven, al que ya tiene más de ochenta años de dudas y de miedos. No es mi viejo. No. Él es tan joven, como yo lo necesito en mi vejez del tiempo, en mi niñez retenida. Ahora que se acorta la distancia de hace casi setenta vueltas de la tierra, de fríos y de calores, de lluvias y de sequías, ahora se me convierte en un muchacho de veintidós años enamorado de una muchacha de diecinueve calendarios. Ahora que se derriban las barreras de las dudas y de los miedos, ahora que podemos acercarnos y vernos cara a cara y contemplar

nuestros surcos faciales, ya podemos provocarnos pucheros y sonrisas, ya podemos platicarnos las correrías juveniles, ya podemos compartir nuestros éxitos y nuestros fracasos. No es mi viejo. No. Yo lo llamo apá o papá con una voz forzada, temerosa. Con temores lo nombro, imaginando que me será impedido el arrebato de cariño. Con miedo a que me diga que

no tengo derecho de nombrarlo, yo lo llamo papá o apá y me lo apropio por casi setenta años de filialidad perdida o de paternidad negada. Mi joven de casi noventa años me ha abrazado con un impulso temeroso... pero me ha abrazado. Mi joven octogenario me ha dicho con un susurro acariciante: Hijo. No es mi viejo porque apenas

me ha nacido, porque cuando alguien llega por primera vez a cualquier sitio, siempre es el nuevo. Por lo tanto, él no es mi viejo, él es mi joven de casi noventa años. Él recuerda conmigo su fuerza juvenil, su juventud.

Manuel Brambila

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Eres fuerte, comprensiva, cariñosa

Eres fuerte, como aquel volcán a punto de estallar y deteniendo todas tus fuerzas para no lastimar. Calmada como el mar en luna clara, pasiva sin actividad alguna mientras que en el profundo azul de esa inmensidad la calma total. Como si fuera ese volcán dormido, con gran colorido, vivo, tranquilo, paciente por ser visto con tanto calor en las venas…. Falto de todo, careciendo de nada el agua cayendo amoheciendo ese rostro cual si fuese…un cristal roto. Lulú

Carbajal Ibarra 13


Entre la vida y la muerte, Diez de mayo. No sabía si odiar la fecha o no. Aún recordaba este mes años pasados y no era nada agradable. Mi madre todo el tiempo ha estado enferma: cáncer, para ser más exactos, y desde que se enteró de ello, jamás le gustó que yo le diese algo en ese día. Decía algo parecido a: ―¿De verdad flores? ¿Para qué? Sabemos que morirán como yo, incluso ellas antes, y ni siquiera tendrán la dicha de verme

bajo la tierra". Me hice la idea de no darle nada para ya no escuchar esos comentarios desgarradores. Noche tras noche, día con día la cuidaba, también tenía problemas respiratorios y yo siempre le colocaba su oxígeno y, sobre todo, trataba que no pasaran cosas feas. Yo ya estoy muy cansado y los médicos dicen que no queda nada por hacer, que todo está perdido y es inútil; ni siquiera los mejores medicamentos la salvarían. Lo daban por hecho con tanto cinismo, como si estar entre la vida y la muerte no fuera preocupante. A la mañana siguiente, como todos los domingos, fui a jugar fútbol con mis

amigos, pero sólo medio tiempo, tenía que volver. Llegué y me encontré con demasiada gente en mi casa, murmuraban, lloraban y, mi madre al centro de todos, acostada en una caja cerrada. ―¡Déjenla, que no entienden que no le gustan las flores!‖ (Las tiré del ataúd) Pasó un largo tiempo y fui a visitarla, estoy justo aquí frente a su tumba. Le traje un ramo de rosas rojas, descubrí que le encantaban, pues se llevó consigo una marchita en su mano.

Cynthia Castillón

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A mi madre

Palabras sencillas, emblemáticas y grandiosas que el Ser supremo utilizó para condecorarla.

Nos modeló en su vientre colocando nuestras partes con amor y dedicación, como si fuéramos de porcelana, día a día, para llegar al momento de lanzarnos como palomas al vuelo.

Así cruzar los horizontes unos espinosos y pedregosos …

pero superables con su amor y calor para seguir adelante, ¡llamándonos siempre sus grandes tesoros!

Por eso te decimos: ¡Mamita querida! ¡Mamita adorada!. Te has ganado ante el mundo la tiara del amor, porque eres la Reyna de nuestro corazón.

Bertha Castro S.

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Mujer

Mirada baja, creo saber las circunstancias… Perdona tu pasado que aún te atormenta, deja en paz esos recuerdos de mentira y dale paso a un maravilloso

presente, el que tú siempre has querido.

Ya no existe el pasado, tu futuro lo irás creando y el presente será como hemos acordado. ¡Madre, levanta la mirada! Ya no existen razones para llorar.

Angélica Damián

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Más allá del amor

No existe el acomodo de palabras, que pueda expresar la magnitud del afecto con que pudiera usarlas, intentando reflejar mi gratitud. Son mis ángeles guardianes, el ejemplo de un amor grandioso, tan intenso como dos volcanes, de mi vida son lo más hermoso. La existencia ustedes me obsequiaron, guía y un hogar más que entrañable, jamás ante la tormenta claudicaron, mis maestros de labor titánica y loable. Son mi oasis cuando el mundo me lastima, son sus brazos mi refugio y mi abrigo, a mi edad puedo decir que mi mamá me mima, y que mi padre es mi mejor amigo. Hoy quiero decirles cuánto los admiro, que nunca podré agradecer demasiado, que los amo y siempre los bendigo, que son lo mejor, mi más grande regalo.

Rocío Dávalos 13/mayo/14

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Mi padre

A mi padre lo guardo en un desvelo aparte

Lo he mirado partir más a menudo que llegar y ninguna partida ha merecido despedida seria

De sorpresa llegaba La sorpresa con él siempre era la llegada Venía de prisa para la hora de comer y luego se perdía

Sin embargo en aquella obligada lejanía

jamás faltó No es que no hiciera falta jamás nos hizo falta nada

Nunca me persignó para dormir

ni me llevó a la escuela jamás me vio marcar un gol ni imaginó siquiera que yo era el líder del equipo Mas era –otra sorpresa mía– omnipresente en el plato en la mesa en la firma de calificaciones en la voz de mi madre en el techo resguardando mis sueños

Papá con su trabajo a cuestas Papá con su descanso vespertino y su sueño y su sonoro ronquido frente al televisor

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Papá con su salida a tiempo con su tarea cumplida ¡Ni Superman hubiera podido con los once que creció mi papá! Y no necesitó de una esposa vigía que le contara todo del chico problemático de la hija en ayunas No puedo imaginar cómo ha hecho este viejo para ser tan cumplido con mi madre con sus hijos con sus días ¡Si a mí me cuesta despertar temprano! Papá no me heredó su vicio del tabaco ni su artificio para cuidar jardines ni ese despertador que lo mantiene a tiempo Tal vez un poco su retrato sí Mi esposa dice que soy su fiel retrato que me siento como él que mi seño se frunce como el suyo y yo imagino que tengo su destreza A mí me gusta ser como él Parecérmele un poquito siquiera me permite recordar que más acá de mi superhéroe favorito siempre ha estado mi padre. Yo quiero que me herede más allá de tres pesos sólo su fortaleza –pido mucho– y el desvelo que guardo para dormir la siesta frente al televisor Una última cosa: Mi padre nunca ha sido cursi como yo.

por Isidro Delgado Guerrero

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Madre tierra, alimentas de tu savia al hombre, y en tu vientre guardas vida inagotable. Lloras ríos de anhelos y enciendes fuego de pasión. Padre Dios, en alianza con la tierra diste forma a un hijo para otorgarle sentido al universo. Y este prodigio se repite en cada vientre de mujer fecundado, en cada milagro naciente, en cada ser humano. Luz de luna, al cubrir la tierra, despliegas poesía y emanas belleza. Extiende tus rayos hasta mi cuerpo y aleja mis miedos, enciende mi razón, integra la vida en mi interior. Permite a mis brazos acunar un hijo, y a mi voz entonar canciones de cuna y poemas de amor.

Angélica Domínguez

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Coincidir

Todo lo que tuvo que suceder para que un hombre y una mujer

se pudieran conocer. Sin plan estar en el momento justo en el tiempo exacto y con una sonrisa empezar todo. Por eso hoy propongo festejar el coincidir, ya que gracias a eso estamos aquí. en esa constante

sintonía de instantes que nos da el vivir, llenando de sorpresas a cada ser, llorar, reír, acompañado de ese eterno…. coincidir.

Austre García Suárez.

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Madre

Para ti deseo lo mejor no quiero verte sufrir porque yo sufriría más. Quiero verte siempre alegre y activa, aconsejándome para realizar bien las cosas. Jamás podré pagar lo que hiciste por mí, todos esos momentos donde yo era tu felicidad siempre los llevo presentes, porque tú eres fuerza y con ella yo sigo viviendo. Eres la joya más linda y eres tan valiosa que sólo el amor te puede comprar, por eso eres mía. Doy gracias a Dios por haber escogido tu vientre para engendrarme. Madre eres el orgullo de la familia porque siempre nos diste todo tu amor, tu juventud, tus consejos. Nunca nos negaste como hijos a pesar de que algunos de nosotros nos avergonzamos de ti, alguna vez, por tu sencillez.

Epifanio Huerta

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Girasol

Qué hermosa eres así, tal cual; con tus noches de insomnio y tus días de locura. Sé que todo pareció un instante o tal vez una eternidad. Sé que tu sonrisa y tus lágrimas jamás las olvidaré, y me siento dichoso cada vez que a mi mente vienen tus imágenes. Te miro y comprendo que el mundo jamás será igual. Qué hermosa eres y qué agradecido estoy porque compartes conmigo tu alegría y felicidad.

Hoy dame un segundo y permíteme ser egoísta; déjame sentir un poco lo que es tu mundo y saber que soy parte de tu fortuna. Hoy te digo con entusiasmo, con la misma energía que emana la luz que guardan tus brazos: sí, hembra mía, yo te hice mamá.

Ramón López Morales

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Mi ángel

Cuando el ángel que me cuida tenga que partir:

Se romperá el corazón. Me dolerán los huesos la migraña regresará más intensa que nunca. El paladar no podrá detectar el sabor a sal. Caminar será una levitación sin rumbo.

Las palabras pronunciadas en los nueve días, serán confusas, sin significado. Caerá en pedazos el cristal de la razón. Tendré dificultad para respirar. Moriré despacio.

Ana Paola López Santana

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A mi padre.

Como un suspiro acariciado por la luna en una noche de un azul esplendoroso.

Como el ĂĄrbol que con el tiempo

se ha encorvado, porque su mano se soldaba en el arado, ya su tronco se sostiene con sus ramas, y sus hojas se han caĂ­do una por una.

Ya no tiene en sus ojos aquel brillo, y en sus manos se han notado las arrugas; ya sus sienes con un blanco plateado, como un suspiro por la luna acariciado.

JesĂşs Luna Marcelo

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Adiós madre mía Yo que escribo por gusto y alegría hoy no me resulta nada fácil encontrar palabras que digan lo que siento y cuando encuentro alguna en mi pensamiento me viene tu imagen de aquel momento. Dormida parecías, el doctor no sé qué me explicaba, yo quería que respondieras a mis súplicas, a mis rezos, a mi llanto, me consolaras como cuando niño así lo hacías. No estaba preparado para que aquel día te fueras de mi lado. Incrédulo te observaba: tu color de piel se desvanecía, ese cuerpo que me dio la vida tu alma abandonaba, a su nuevo espacio se marchaba. Pasaron por mi mente los recuerdos… recuerdos que no olvidaré toda mi vida: consejos, regaños, alegrías y risas, todo eso viví en tu compañía; a mi lado sufriste cuando enfermo o triste y derrotado me veías. Daría lo que tengo por saber que estarás esperándome en la entrada de la casa, y aunque no sabías si llegaría tú siempre me esperabas bajo ese árbol y mi padre con pláticas de viejos a tu lado te acompañaba. Pero sé que no es así y tengo que despedirte. Le di un beso a tu cuerpo sin aliento y entre llantos y tristezas te acompañamos a tu nueva morada. Todos los que quisiste y te queremos estamos llorando sin consuelo y rezando con el deseo que Dios te acoja a su lado. Te recordaré con alguna melodía, con tu comida preferida, y lloraré al recordar la imagen de aquel día que te fuiste para siempre, pero en mi mente y en mi corazón estarás presente madre mía. José Antonio Luna Marcelo 26


Legado

―Los que están mirando, los que cuentan. Los que vuelven ruidosamente las hojas de los códices. Los que tienen en su poder, la tinta negra y roja, y lo pintado. Ellos nos llevan, nos guían, nos dicen el camino‖ (Coloquio de los sabios nahuas)

Soy la imagen de sus propios anhelos, de sus sueños, de los ojos que brillan cuando la imaginación despliega generosa la silueta del niño que aún sigue en mí.

Son quienes hicieron realidad la historia, la columna que sostiene su propia creación, los arquitectos guiados y queridos del hacedor del infinito.

En sus manos se aprecia evidente, el don innato del amor oblativo que guía y corrige, vuela y deja volar: resguardando la caricia exacta.

Son ejemplo de entereza, entrega y sacrificio, fuego que se consume y arde por alumbrar, lluvia que sacia la sed más severa, los pies en la tierra, la lección y el orgullo.

En sus rostros está fundido el mío: carne de su carne, sangre de su sangre, en el ciclo vital, transmitiré la historia, para honrar a quienes me hicieron posible celebrando eternamente la coincidencia de su unión.

Soy la imagen viva de su propio ser, un quinto fragmento de los dos.

Daniel Lupercio Figueroa

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Una mirada del cielo

Y sí, aquí estamos otra vez

donde muchas veces fuiste la anfitriona y gozamos de tu hospitalidad no nos queda más que agradecerte una y otra vez

Te fuiste, pero dejaste una gran huella tu fuerza, tu valentía tu forma de enfrentarlo todo de hacernos sentir que la vida es bella

Y sí, aquí estamos otra vez

algunos de nosotros ya sentimos el cansancio por el pasar de los años mas a pesar de todo, aquí estamos

Convivir siempre juntos fue tu mayor anhelo seguiremos así hasta donde Dios nos lo permita sin embargo, tú nos acompañas y nos miras desde el cielo.

Javier Macías 28


Vuestro hijo

Cómo puede un hijo expresar a sus padres lo mucho que les puede admirar y querer. Esta existencia que me entregaron, esa educación y valores, con los que puedo recorrer orgulloso la vida. Lo egoísta que fui en mi infancia, adolescencia y madurez por encerrar mis sentimientos hacia ellos, pero con esto no pretendo decir que no los quiera. Y ahora que disfruto de mi hijo, me he dado cuenta de lo importante y gratificante que es recibir de la persona que más quieres un ―te quiero‖. A vosotros que siempre me acompañasteis en mis alegrías y mis desgracias, ahora quiero deciros lo mucho que significáis para mí y gritar estas palabras que siempre he tenido prisioneras en mi corazón: OS QUIERO, siempre os querré y os llevaré conmigo en mis pensamientos.

José A. Maynat Díaz (España)

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Réquiem para Papá

Antes de que me vaya ya me habré despedido, poco a poco iré borrando mi paso por el sendero, iré recogiendo los trozos de mi existencia y quedará todo limpio; no habrá recuerdos de mí, ni mi cara, ni mi voz, ni estos versos rotos.

Antes de que lo noten ya no estaré, habré difuminado mis huellas, habré lavado las sábanas con mi olor, y nadie podrá decir que me conoce; se habrán secado mis lágrimas en la almohada y borrado mi silueta del colchón.

Antes de que me vaya ya seré etéreo, no conocerán mi nombre, ni el calor de mi aliento; cuando me vaya estaré frió, lejos del candor de la juventud a medio día, lejos del teclear constante de mis dulces súplicas para invocar su presencia.

Cuando me vaya, ya habré resuelto mi adiós, cuando me vaya sabrán que nunca he existido, ni habrá recuerdos míos en aquellos a los que he herido. Cuando me vaya no habrá ningún centavo a mi nombre, ni tendré deudos, ni escucharé los rezos ni las lágrimas que por mí se esconden.

Cuando me haya ido no tendré descendencia, habré alejado con paciencia sus almas de la mía, habré labrado el camino a la soledad. Ni habrá fotografías, ni infantiles juegos, ni canciones que invoquen en navidad mi sonrisa. Cuando me vaya, me iré como he llegado:

solo y frío, sin recuerdos de mí en el mundo donde he vivido.

Annaid Mondragón

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Olvido Cuán humillado debe estar pues miré su foto sin llorar. ¿Tan lejos está que no siento su olor en el viento? Ha echado raíces, atravesando la tierra y en su nueva forma no reconoce la mía. Mares de ideas creó pensando en mí, lienzos de colores, la vida de mi país, manos agrietadas trabajando al sol, rostros calumniados que no tienen voz. Ahora ¿de qué manera te expresas? No entendemos nuestros lenguajes, no nos podemos ver y estoy a un paso tuyo, ¡no lo puedo creer! Los zapatos al tiempo le has robado, desmoronaste mi vida con tu partida, las palabras que hoy me dices no las pronuncias, tu voz el viento no la percibe. ¿Cuál habrá sido tu peor pasión: tus ansias inclementes de quererte despedir o ¡mirarme tus venas en mis manos a la hora de morir!?

Nuria Metzli Montoya (Italia)

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La Niña Larga

Era verano con mucho calor, mucha sed y mucha lluvia; a cada rato llovía, pero también se sentía mucho calor, como vaporcito. Tengo siete años, soy blanca y muy bonita, ese día estaba

en mi cuarto dibujando, cuando mi mamá me habló y me dijo: ―Hija, ven siéntate, te voy a revisar, he visto que te andas rasque y rasque, ¿no traerás mascotitas?‖ (refiriéndose a los piojos). Y dije: ―No, mami‖, con una sonrisa, pero de nada sirvió y me dijo: ―Ven por favor‖. Pensé: ―¡Noooo, voy a durar horasss!‖ Pero fui, me senté, empezó a peinarme. Parecía que nunca iba a acabar y pobre de mí que me moviera. Luego mi mamá decía: ―¡NO TE MUEVAS, porque si no me reborujo y tendré que volver a empezar!‖. Respondí: ―Sí mamá‖ (en el tono más lento que pude). Pero a los primeros jalones grité: ―¡Ay! ¡Ay! ¡Ay mamá! ¡Ya me cansé!‖ Mamá dijo: ―¡Hija aguántese!‖ Y mi mamá me peinaba una y otra vez, con un peine chiquitito y de muchos dientecitos por los

dos lados del peine, casi del tamaño de mi palma. Ya nada más veía que mi mamá lo agarraba y ¡yo quería salir corriendo! Mi mamá decía: ―¡Ay hija! ¡Mira nada más cómo traes la cabeza, parece un centro de diversión para los piojos; pasean por tu cabeza y las liendres, qué mondadas: tercas que no se te quitan, bien pegadas! Y como seguía el tiempo corriendo mi mamá decía por millonésima vez (así dice ella): ―Ahora probaremos el remedio del ajo: que tengo que hervir un ajo en un litro de agua, luego vinagre de manzana, andarás bien apestonchis pero no importa‖. Ya que la loción no funcionó, ante tal amenaza, le dije: ―Oye mamita…‖. Respondió ella: ―¿Si?‖ ―…Te quiero mucho, ¿no me podrás poner mejor la loción?‖. ―Yo también te quiero –dijo-, pero no hija, probaremos el remedio‖.

Para entonces habían pasado como mil horas. Cerré los ojos, y escucho a mamá: ―Hija, ¿pues qué te pasa?‖. Y nos dimos cuenta de que empezaba a volverme larga: mis brazos se estiraban, y mis piernas también, entonces estaban tan largas que podía rozar con mis pies la pared del otro cuarto, y mis brazos estaban tan largos que ¡podía abrir el barandal de la casa, sin salir! Con la sorpresa pensamos qué hacer: podría ayudar a mamá a alcanzar las cosas altas de la

cocina, o ayudarle a colgar sus cuadros, ¡o ayudar a limpiar la azotea de la casa! Pero les contaré un secreto: lo que más me emocionó fue decirle que podría abrazarla con varias vueltas de lo largo de mis brazos y decirle: ―Te quiero mamita‖. Eso pensé mientras me hacía larga, larga… En eso escuché la voz de mi mamá: ―Hija, ¿ya te dormiste? Por fin terminé. Te quiero hijita‖. Y yo con un poquito de sueño le dije: ―Yo te quiero mamita, ¿podemos olvidar el ajo?‖

Michelle Páez

2014 (Cd. Juárez)

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Cómo nos conocimos madre

Un día, 6 de Mayo, pero de 1939, una soleada mañana de sábado, a las 8 horas, se rompió el silencio en la sala de partos, del Sanatorio de la Beata Margarita, en Guadalajara. Nacía un niño, cualquiera diría que el silencio lo rompió el tradicional

llanto, sin embargo, si

hubieran prestado atención, habrían oído decir: ―Ya estoy aquí, soy un bendecido de Dios y vengo a formar parte de una gran familia‖. Carmen, la Madre, se sobrepuso a sus dolores y

pidió pusieran al recién llegado entre sus brazos; ese primer contacto, marcaría una estrecha relación entre Ellos y por primera vez se deleitó con el sabor a miel de aquel mullido regazo. Después conoció los brazos amorosos de Doña Clotilde, la Abuela, en los cuales sintió otro tipo de amor, no menos fuerte, pero reconoció que ellos tenían ya experiencia y se acurrucó y disfrutó de los primeros indicios de lo que sería su vida, siempre colmada de amor. ¿Cuántos besos recibió? No lo recuerda (aún no sabía contar) pero fueron muchos. Luego conoció otros brazos, no tan suaves como los anteriores, pero no extrañó el afecto. Don Carlos, el Abuelo, lo meció de un lado al otro, mientras entonaba una dulce melodía. Muy pronto supo lo que duelen las separaciones: sin pedir su opinión, fue

llevado a los cuneros; en ese lugar, recibió muchas visitas, todas -como si se hubieran puesto de acuerdo- decían: ―Qué Lindo niño‖. Una de ellas, dijo: ―Mira, se llamará Carlos‖, nombre que ha venido escuchando a lo largo de su vida. La noche de ese día, fue la más feliz de mi vida, pues por primera vez dormí en brazos de mi Madre. Si bien es cierto, teníamos nueve meses de dormir juntos, pero los latidos de su

corazón no me permitían conciliar el sueño; recuerden que Yo los escuchaba desde adentro y sí: era una música bella, pero…24 horas de lo mismo. Lástima que duró tan poco: al despertar del día 7, ya era un viejo. Reconocí la amada voz, que ahora era seguida de un beso y las manos -que sólo sentía a través de la piel del vientre- me llenaron de caricias ahora en directo. Los años siguientes, debieron haber sido maravillosos, a juzgar por los resultados. Madre, te extraño.

Carlos Parada Orozco

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El sol y la luna

Ellos me dieron la vida, son únicos y verdaderos. Aun en los días nublados, si no se les podía ver, sabía que estaban ahí iluminando mi vida.

Diferentes como el día y la noche cada uno son bendición divina. Sembraron en tierra fértil,

donde logra germinar el amor más sublime y genuino, brotando su árbol de la vida, dando frutos de oro.

Trascienden a la eternidad, dejan huellas en su camino. Doy gracias a Dios por haber nacido en su regazo.

Carmen Parada /2014

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A mi padre Cuando era niña, no lo entendía, sólo lo veía cansado y malhumorado, lo veía y me escondía. Pasaron los años y fui conociendo al gran hombre que me había dado tanto; me enseñó qué era el honor, dignidad y amor propio. Me enseñó a no darme por vencida en mis sueños. Tenía los ojos tristes y cansados. Nunca se dio por vencido, nunca se rajó en su palabra. ―Yo soy tu sangre mi viejo‖, yo soy tu misma imagen, yo aprendí a crear gracias a ti. Yo provengo de hombre que sabía soñar grande, por él creaba molinos de viento. Galopaba con su escudo de orgullo y amor, cumpliendo cada sueño que provenía desde su interior. Me dio la esperanza de un mejor mañana. Me dio la vida y me dio la dicha de ser su hija. Me dio la dicha de enseñarme a defender. Me dio la dicha de ser su último retoño. Te fuiste dejando un hermoso recuerdo. Dejando una enseñanza que nunca se olvidará. Dejando una historia inmortal. Dejando tu DNA. Mónica Ramírez 35


Melodía Apasionante Sus manos, esas que crearon vidas, esa luz que irradiaban sus ojos. Alto, fuerte -contrastes-, niño, hombre. Sorteando sonrisas, mirando de frente. Transformación ante el sabor del éxito, ilusiones que desembocaban en aplausos, magia, capaz de borrar cualquier fracaso y desterrar en un instante los tormentos. Sorpresivamente la melodía apasionante, una obscura noche terminó. Sus ojos de luz, su sonrisa, sus manos, el destino le robó. Se apagaron las mañanas luminosas, al igual que su mirada; se cerraron las persianas, sin pronunciar un: adiós. Existen días que el olvido engaña, y le escucha tocando el piano. Corre veloz escaleras abajo, tan sólo encuentra la soledad callada. ¡Ay de ese amor que no se apaga! De ese que día a día soñaban. ¡Ay de ese amor que le espera! Pacientemente sentada en la escalera. Todos dirán lo que quieran, pero su rey, su amor, los recuerdos del corazón, la acompañarán hasta que vuelva.

Rey tiempo, nota del destino, que el día que él regrese, de margaritas alegres de sol se cubrirá el pasto divino. En memoria a Enrique Reyes, mi abuelo y padre.

Cecymark Reyes Di Robles. 36


Mi padre

de blanco con olor a milpa sembrando esperanzas. Tardes de ensueño que cortan al tiempo agüilotes, guamúchiles, pitayas, cauce de geranios sabinos y sauces.

Mi madre con el pelo suelto

despidiendo aromas de amoles y jaras. Coro de magnolias deshojadas: me ama…no me ama… Luces de luciérnagas… que no haya ventanas ni puertas ni lunas que borren mi infancia.

Guty Santana

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¿Me dejas? Miro ese par de ojos sordos queriendo tocar el cielo sonrisa caricia suave a mi corazón. luz que guía mi camino en ellos me veo en la jaula de la fatiga abro la puerta y cautelosa juego a quitarte la maleta que guarda tu espalda me tomas la mano, besas mi frente un susurro a mi oído de calma. El tiempo transcurre mi señora como la sabiduría que pinta tus cabellos Quiero que tomes asiento rodearte con mis brazos como aquel día de mi llegada refugio de una mirada tierna que se derrama suave caricia a mi rostro de alegre bienvenida.

Esclava soberana quiero secar el sudor de tu frente y aliviar el dolor de tu vientre. Flores avientas en desierto con tus regaños departiendo un sinfín de primicias al andar

Hoy es mi turno de desabrochar tus zapatos déjame quitarlos déjame arrullarte deja que sea yo esta vez la que seque tus lágrimas mamá.

Sofía Villanueva Silva

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Estos poemas podrán ser reproducidos y difundidos respetando los créditos y solicitando el consentimiento de los autores por escrito.

ESPIGA DE PAPEL No. 25 ―¡Qué Padre… y a toda Madre!‖ se terminó de imprimir en el mes de junio del 2014 en Guadalajara, Jalisco, México

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