Revista IES nº07

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Isotta Nogarola. Italia. Siglo XV Isotta Nogarola representa el prototipo de mujer inteligente que lejos de ser aplaudida por el mundo, fue rechazada por los círculos intelectuales masculinos y por los celos y envidias femeninas. Al contrario que su hermana Ginevra, quien abandonó sus estudios para contraer matrimonio, Isotta decidió vivir una existencia célibe para poderse dedicar plenamente al estudio y la euridición. Su profunda e inteligente labor intelectual empezó pronto a ser conocida pero provocó también el rechazo de los sabios de su tiempo. En su afán por apartar a Isotta de los círculos del saber, no tuvieron inconveniente en criticar e incluso difamar su persona llegando incluso a ser acusada de incesto con su propio hermano. mujeres decididas a sacrificarse por el conocimiento, pudieran dar rienda suelta a sus ansias de saber. A pesar de ser un saber limitado y controlado por el poder masculino, claro está, fue un halo de aire fresco en la oscura situación intelectual de las mujeres del pasado. ppp

El humanismo y posteriormente la ilustración, no solo fueron el renacer de la cultura y las ciencias tras los oscuros siglos medievales, abrieron también una brecha en el orden establecido para las mujeres. Cada vez fueron más las mujeres que se dieron cuenta de la necesidad de una educación formal. Antes, las mujeres que quisieron formar parte del renacimiento cultural e intelectual de los siglos XV y XVI, tuvie1

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ron que hacerlo renunciando a su naturaleza femenina. Sin llegar a entrar en un convento como en los siglos medievales, las mujeres del renacimiento que quisieron emular a los hombres, tuvieron que despojarse de su aspecto y vivir una vida alejada de su naturaleza maternal. Aun así, no siempre fueron aceptadas y sufrieron incluso el rechazo de aquellos que vieron amenazado su orgullo masculino. Aquella educación empezó a materializarse, por fin, a finales del siglo XIX cuando aparecieron los primeros centros de educación primaria en los que las niñas tenían sitio entre los niños. Parecía que el debate intelectual dirigido por mujeres luchadoras como Olimpia de Gouges, Mary Astell o Mary Wollstonecraft, empezaron a dar sus frutos. Por aquellos mismos años alcanzaron también el gran sueño de estudiar en la universidad; sería en la Universidad de Zurich, en 1865, donde se admitirían por primera vez a mujeres en sus aulas. Desde entonces, y hasta nuestros días, las estudiantes invadieron las facultades de todas las disciplinas llegando incluso a superar a los alumnos en algunas de ellas. Quizás por miedo, puede que por desprecio, o simplemente por comodidad, la sociedad aceptó el rol de la mujer dentro de la cueva-hogar, como algo necesario para llegar a convertirse en algo obligatorio y opresivo. Mientras el mundo evolucionaba, investigada, descubría e inspeccionaba, no se dejó a la mujer formar parte de esa revolución del saber. Considerada por grandes filósofos como Aristóteles como un mal necesario, las mujeres fueron relegadas a vivir entre ruecas y fogones, a hilar y cocinar, con el argumento de que sola-


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