REVISTA DEL CLUB DE FOTOGRAFÍA HACEDORES DE MEMORIA DE QUERÉTARO

REVISTA DEL CLUB DE FOTOGRAFÍA HACEDORES DE MEMORIA DE QUERÉTARO
Claro de Luna Ensayo fotográfico de Candelaria Magliano
Escribo con gusto nuevamente para la presentación de la tercera entrega de la revista Mnemósine, no lo digo por protocolo, sino porque para redactar unas líneas que inviten a los amables lectores a estas páginas, tengo el privilegio de leer cada una de las par cipaciones de los miembros del Club de Fotogra a Tejedores de recuerdos, el cual se ha conver do en un remanso de pensamiento, memorias y buenas y felices horas con las personas que lo conforman. Sabiendo que cada vez más nos vamos disponiendo todos juntos a las prác cas de la memoria. La buena pluma de los compañeros del Club me hace acompañarles en esta historia nuestra que hoy es Historia, cruzando miradas y diciendo alto y bajito “Hasta la victoria siempre”, hablándonos para no olvidar y con la invaluable experiencia del compar r entre generaciones.
La nación que hemos construido juntos, todo lo que ello significa y las anécdotas que atraviesan lo personal en cualquier “día normal” -como refiere Andrés- y que después sabemos que ha sido historia colec va, va moldeando y conformando los cambios que más adelante serán tangibles y con suerte y buena memoria, irreversibles. Siempre que hablo de esto digo que mi madre nació en un México en el cual las mujeres no tenían derecho al voto y hoy la reflexión nos ha llevado lejos… lejos, incluso más allá de lo que no veíamos cuando yo era joven y parecía normal, cuando no nos paralizábamos frente a la injus cia o nos avergonzaba alzar la voz. Hoy votamos, exigimos representa vidad e incluso vemos llegar a una mujer a la presidencia, una imagen que dignifica y se significa más allá de su persona. Los textos y experiencias de Marita, Candy y Martha son clara muestra del empuje generacional que hizo a las mujeres buscar con niños en brazos y en el corazón, el propio sustento y la realización profesional.
La imagen de los bisabuelos de Jorge y el interesante ejercicio descrip vo que realiza de esta, nos deja asomarnos a leer las historias que se entretejen en los pequeños gestos de “lo fotográfico”, en las costumbres y ropas, quehaceres y vidas; así también Alejandro nos habla de su abuela Aurora, como si todas nuestras abuelas fueran auroras y como portento de resiliencia, enfilándose en la historia de todas las vidas que como olas, nos
han traído al presente. César hace un recuento de sus muchas memorias en torno a la vida pública y cómo esta va hilándose en nuestros pesares y alegrías.
De nueva cuenta agradezco la intervención de Oscar Mauricio Medina Sánchez, para transitar por la historia de la fotogra a que se ha realizado en México, al cartón de Fraga en el cual Don Ramirito nos permite ver las dis ntas formas de “hacer fotogra a”, como en el Club, que el café nos congrega a la palabra; finalmente a mi es mada Candelaria Magliano quien nos regala texto e imágenes que parten del cambio interior, me atraviesan par cularmente por el propio espacio que me he regalado innumerables veces con mi hijo Aurelio y reconozco lo transformador que resulta.
Me permito como lo he hecho antes, hacer propia la memoria y recuerdo que una de las primeras veces que sen la necesidad y emoción del grito fue en la caravana que realizara el EZLN, cuando pasó por Querétaro y el entonces Gobernador hizo una declaración que ya entonces fue condenada. Con mis amigos de prepa, desde la escuela (que por cierto estaba allá donde daba vuelta el aire) vimos pasar a los autobuses y queríamos brincar la escueta reja para verlos y escuchar al Sub, cuando acabaron las clases fuimos en el camión al centro escuchando a Santa Sabina con sus canciones de vivos y de muertos en un discman que paraba de sonar a ratos con tanto brincoteo, ¡cuánto empo hace de eso! Hoy precisamente que escribo esto, pongo atención a la úl ma represión y abuso de los poderes para con una menor de edad y contra los pueblos indígenas. Siempre queremos que la vida se mueva, se transforme y cambie… ¿¡será que sólo a empujones!?
Parece que en estos textos no hablamos de fotogra a, sino del cambio de color en la pared que da cuenta de que una foto ha estado ahí colgada por varios años, viéndonos ir y venir, adaptándose a la temperatura de la casa, recibiendo los humores de quienes llegan y se van. La huella que resulta de todo ello y que aun cuando intentemos cubrir con pintura nueva, terminará por asomarse.
Larga vida a ustedes que hacen posible esta lectura, queridos amigos del Club Tejedores de recuerdos.
Rest. Analí Núñez López
Analí Núñez López, Cdmx, 1983. Restauradora especializada en patrimonio documental y fotográfico. Encargada del Centro Queretano de la Imagen, SECULT
MNEMÓSINE, En la mitología griega la personificación de la Memoria. CLUB DE FOTOGRAFÍA DE QUERÉTARO. Coordinador: César Holm
MIEMBROS DEL CLUB: Ruy F. Caballero, Noé Cruz, María Engracia De Ávila, Mary Gard, Paty Gu érrez Luarca + Sandra Luz Hernández, César Holm, Martha López, Andrés Monroy, Analí Núñez, Alejandro Pérez y Jorge Soto. Facebook: @Tejedoresderecuerdos
REVISTA MNEMÓSINE, Publicación Digital Trimestral del Club de Fotogra a de Querétaro.
Dirección: Andrés Monroy
Textos: Colec vo del Club y colaboradores. Diseño: Andrés Monroy, Revisión de textos: Alejandro Pérez. Foto de Portada: Andrés Monroy Año 1 Número 3 Octubre-Diciembre 2024 San ago de Querétaro
En el claro de la luna donde quiero ir a jugar, duerme la Reina Fortuna que tendrá que madrugar
Mi guardiana de la suerte, sueña cercada de flor que me salvas de la muerte con fortuna en el amor
Silvio Rodríguez
Por: Candelaria Magliano
Allí, donde se juntan la erra y el cielo, asoma un espacio su l, delgado, improbable Y, sin embargo, preciso: el horizonte. En principio se presenta a nuestra mirada como un espacio sin extensión sica concreta, escurridizo y fugaz… parecería una nada, una acción poé ca y ya. Y sin embargo su presencia es clara y contundente ya que nos marca espacios reales y simbólicos, de un lado la erra sólida y quieta y del otro ese manto etéreo que llamamos cielo.
Si trasladamos esta idea a otras dimensiones constatamos que por doquier estamos rodeados, de posibilidades y confines: claro/oscuro, blanco/negro, vida/muerte…y así podríamos seguir explorando binomios, cada uno con su cielo, su erra, su límite y su propio horizonte, es decir: con su zona -frontera que permite el tránsito de un espacio al otro.
La transformación del entorno y de nosotros mismos sólo es posible cuando aceptamos que los cambios simplemente suceden y son una parte natural y fundamental de nuestra existencia. Y permi mos que nos atraviesen
Por error, curiosidad o des no crucé el horizonte que marcan las horas, traspasé las fronteras claras del día con sus luces y certezas, movimientos, ruidos, y me encontré...
…Sola, solita y sola, todito a media luz y muy quieto. En el silencio pude ver el movimiento suave y constante de las estrellas, el sube y baja de las mareas, el agua besando suave la erra, velar dolores y ausencias. Explorar el lado oscuro de la luna y el revés de mi corazón.
Sueña, talismán querido, sueña mi abeja y su edad; sueña y si, lo he merecido, sueña mi felicidad.
Vuelvo al día conmovida, anhelante. Ya nada será igual.
Porque –indefec blemente- todo cambia y se enriquece cuando nos es dada la posibilidad de atravesar esos espacios-frontera que son nuestros propios horizontes.
Claro de luna es un ensayo fotográfico realizado en Córdoba (Argen na) durante los años 2013-2018. Empecé a hacer estas fotogra as cuando mi segundo hijo tenía meses…o sea en pleno puerperio, que es en sí mismo un período muy par cular que exige conjugar el cuidado y la crianza de la prole con las exigencias co dianas.
Recuerdo que durante el día todo era una especie de atropello de acciones, demandas y ac vidades casi sin descanso y por las noches… por las noches la vida se aquietaba y las horas ofrecían un respiro para poder procesar tantos cambios y tantas emociones. Así, me levantaba a las dos o tres de la mañana y me sentaba en el pa o a mirar la enredadera de la pared. Descubrí que ese rato a solas me resultaba reparador y me servía para pensar, entender. Y empecé a jugar… con las luces, linternas, las sombras, los empos largos de exposición. Todas las fotogra as son tomas directas. Usé de “escenogra a” espacios que para mí eran co dianos y/o familiares: el pa o mi casa, la casa de campo de mi mamá…
Cuando vino la curadora de la muestra a hacer una selección de la obra no podía creer que esas fotos algo surrealistas hubieran sido tomadas en un espacio tan “sin nada” como un pequeño pa o interior de un departamento en planta baja.
Estoy firmemente convencida, porque además lo he comprobado en mi experiencia, que la transfiguración del espacio diario en algo diferente se da no por un viaje interestelar a lugares exó cos sino por la conciencia de estar cambiando la mirada, las prioridades, aventurándose a nuevas formas de existencia.
La transformación del entorno y de nosotros mismos sólo es posible cuando aceptamos que los cambios simplemente suceden y son una parte natural y fundamental de nuestra existencia. Y permi mos que nos atraviesen.
Por: César Holm
De la vida, la única certeza es la muerte. Lo irónico de esto es vivir sin saber el momento en que se cumplirá esta certeza. Así nos toca vivir a la espera de la muerte o dejando que nos sorprenda. La locura de saber el qué, sin saber el cuándo.
A la fotogra a se le valora por la captura de luz, sin considerar el corte de empo. La fotogra a es más una máquina del empo, que una máquina de imágenes.
Hacemos fotogra as más en el temor del olvido que en la necesidad de ver. Cuando la palabra no basta, cuando no hay suficientes tes gos, cuando comprendemos que la memoria traiciona, entonces tenemos a la fotogra a. No es la réplica de lo visible. Es el conjuro contra el olvido. Por eso las paredes de nuestras casas, los álbumes familiares, los archivos nacionales están hechos de eventos, personajes y lugares importantes. La cámara fotográfica se hace presente para registrarlo todo, producir documentos, hacer la memoria. Y es por eso que los fotógrafos llegan a un momento de lucidez donde comprenden que lo más importante de la luz es el momento. Y que el único empo capaz de materializarse es el pasado. Los fotógrafos son entonces, individuos nostálgicos por naturaleza.
Hace un mes querida Paty, que te tomé esa fotogra a. En aquella sesión de prác ca sobre retrato en la que amablemente posaste para mí con esa sonrisa. El fotógrafo lo sabe perfectamente, y él mismo ene miedo […] de esa muerte en la cual su gesto va a embalsamarme.
Hace un mes apenas y en aquel entonces quién iba a ser capaz de sospechar de tu par da. Aquella mañana que me vi tentado a tomarles retratos en blanco y negro. Pero que decidí postergarlo porque faltaban algunos compañeros del grupo. Te hice aquellas fotos con celular. Tus compañeras me ayudaron a iluminarte, a acomodarte el cabello. Estabas tan radiante, tan dispuesta. Recuerdo que les enseñé una ruta de edición muy sencilla y me insis ste contenta que te compar era aquellas fotos. La úl ma foto. El fotógrafo debe luchar tremendamente para que la fotogra a no sea la muerte
Quien tuviera la fortuna de ver el futuro, renunciaría al momento en que se le adelantara la desgracia. Como yo no supe que sería la úl ma foto, y quizá, hoy así lo pienso, no querría saberlo. Hace una semana, aun hacíamos planes sobre tu regreso. Pero tu insistencia en mi pensamiento me puso a dudar. Llevé entonces mi viejo y rayado libro de Barthes. Necesitaba leerlo sin saber por qué, sin comprender qué buscaba en él. Aproveché el momento de nuestro club para compar rlo con los demás. “Pero el punctum es: va a morir. Yo leo al mismo empo: esto será y esto ha sido; observo horrorizado un futuro anterior en lo que se ven la es la muerte […] la fotogra a me muestra la muerte en futuro”.
Un par de días después dejarías este plano. La no cia me colocó frente a un abismo y tuve que aferrarme a una pregunta lógica que en ese momento me ayudara a volver de aquel vér go: ¿cuál fue el úl mo día que nos vimos? Lo que me trajo de vuelta fue el recuerdo de esa foto, la úl ma. Que como sentencia de mi oficio, como prueba de mi discurso, como un ejemplo muy estricto se comprobara en la sentencia que he venido repi endo a todos –de nosotros, solo quedarán las fotos-. Pero nadie quiere una lección con ese rigor, no a este costo. Lo cierto (y eso lo aprendí con mi madre), es que nunca sabemos cuándo será la úl ma foto. Por eso deben hacerse como si nos fuese la vida en ello. Porque ya lo dijo Barthes: En el fondo, a lo que endo en la foto que toman de mí (la “intención” con que la miro), es la muerte.
En memoria de nuestra querida compañera Patricia Gu érrez Luarca. Integrante y fundadora del Club de fotogra a Tejedores de Recuerdos, del Centro Queretano de la Imagen.
Nota: Paty falleció el 8 de octubre.
Este texto fue escrito una semana después
César Holm, Torreón, Coahuila. 1976, Fotógrafo autodidacta y educador especializado en teoría. Licenciado en Educación Ar s ca por la Universidad de las Artes de Yucatán.
Tercera y úl ma parte
Por: Óscar Mauricio Medina
Como puede observarse, la segunda mitad del siglo XIX en México presentó múl ples opciones de entradas y salidas fotográficas en el ámbito comercial y ar s co. Las diferentes representaciones fotográficas implicaron que algunos exploradores extranjeros se dieran a la tarea de documentar visualmente algunos de los más importantes si os arqueológicos de la región mesoamericana, para recrear en cierto sen do, parte del imaginario de la nación construido durante aquél periodo, según el cual los indígenas del pasado prehispánico habían alcanzado un cierto desarrollo civilizatorio y representaban el antecedente inmediato de la nación mexicana, mientras que contradictoriamente las dis ntas comunidades indígenas dispersas por todo el país cons tuían en el presente todavía un lastre para la nación, debido entre otras cosas a:
[...] su renuencia a incorporar conceptos tan importantes como la propiedad privada, su insistencia en permanecer con ritos y creencias religiosas paganas y su constante reivindicación de formas de gobierno autónomas, no compa bles con el universo jurídico liberal predominante de la época (Bazant, 1982, p. 63).
Para estos momentos México necesitaba encontrar una iden dad propia, es decir, describir, descubrir y dar a conocer “lo mexicano”, y para ello, la fotogra a fue el medio perfecto para transmi r este aspecto. Muchos fueron quienes, como Cruces y Campa, lograron detener el empo y capturar una realidad que hoy en día nos ayuda a comprender un fragmento de la historia nacional. Podría mencionar a muchos fotógrafos más que realizaron sus trabajos en provincia, como el tapa o Octaviano de la Mora, el poblano Becerril y Unida, entre otros, pero el interés en este caso no es dar detalles de sus par culares labores, sino entender que México, con el impacto de la fotogra a, asis ó a un periodo clave, en el que la cámara fotográfica fue el medio por el cual se desempeñó la comunicación visual y que ésta, a lo largo del empo, fue formando parte de los ámbitos ar s cos del momento y de la actualidad. En este sen do, las intenciones de mexicanos y extranjeros fueron diversas. Por un lado, sabemos que mostrar un país a través de imágenes no era una tarea fácil y, a sabiendas de que la fotogra a tomaría múl ples ver entes,
Familia, Retrato, Cruces y Campa, Fototeca Nacional.
hubo quienes se especializaron en el retrato, otros en los paisajes y otros más, como Désiré Charnay, Pál Ros , Alfred Percival Maudslay, Teobert Maler, Leopoldo Batres y Augustus Le-Plongeon, por citar a algunos, se especializaron en explorar, registrar y documentar por medio de la fotogra a, los si os arqueológicos de este país. Un hecho que reflejaría
consecuencias diversas en el rubro de la nuestra arqueología nacional.
Sobre algunos viajeros y exploradores que hicieron uso de la fotogra a en México durante el siglo XIX.
Como he mencionado, desde principos del siglo XIX exploradores de diversas nacionalidades se dieron cita en México para realizar inves gaciones históricas, geográficas, arqueológicas y de todo po, entre ellos el botánico Aimé Bonpland (1773-1851) y el flamenco Guillermo Dupaix. Bonpland entabló una estrecha relación con el reconocido explorador Alexander von Humboldt, quien lo convenció de acompañarlo en uno de sus viajes a Nueva España en 1803. Aimé Bonpland reveló numerosos y curiosos detalles sobre los usos y las propiedades medicinales de las plantas. Por su parte, Guillermo Dupaix, estuvo en México en 1806 encabezando una expedición organizada por España para explorar el país. Sus impresiones, dibujos y manuscritos fueron publicados en 1834 con los tulos de: An quités Mexicaines y Rela ons des trois expédi ons du capitaine Dupaix ordonées en 1805, 1806 et 1807. Su obra, así como la de Aimé Bonpland y la de Frédérick de Waldeck (1766-1875), quien escribiría el Voyage pi oresque et archéologique dans la province de Yucatan pendant les années 1834 et 1836, como la de muchos otros exploradores de principios de siglo, produjeron gran impresión en Europa. Las naciones europeas, después de aquellas exploraciones, se interesaron más por este país casi desconocido, que acababa de proclamar su independencia (1810), que abría sus puertas y llamaba a los capitales y a los
emigrantes de todos los países. Para la segunda mitad del siglo XIX (1850-1890), la asistencia de exploradores extranjeros en México fue mucho más intensa debido al efecto que habían logrado las obras de aquellos primeros aventureros. En 1861 por ejemplo, se publicó Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatan del americano John Loyd Stephens y del inglés Catherwood, relato que detonó en la presencia de muchos más exploradores interesados en el pasado prehispánico. Catherwood y Stephens, así como un poco más tarde Désiré Charnay, inauguran un género específico de la fotogra a mexicana, en la línea que se abre por el gusto de lo román co a finales del siglo XVIII.
Las ruinas americanas -par cularmente las del área maya de di cil acceso, escondidas por las espesas selvas, invadidas, prác camente devoradas por la naturaleza- inspiran a estas almas román cas que encuentran en los restos materiales una explicación. Los exploradores que vinieron a México posteriormente, estuvieron mo vados por los relatos de viaje y aventura, y llegaron con el ánimo de encontrarse con un pasado material exó co, para ello, entre otras cosas, trajeron consigo, el más reciente
invento de la época que marcaría el devenir de la tradición arqueológica en México: el daguerro po.
Hacia 1840, la travesía entre Europa y México se prolongaba hasta 60 días, según la ruta de navegación y los temporales. La expansión y adopción del daguerro po por parte de los exploradores estuvo ciertamente determinada por dis ntos síntomas. En ese momento el comercio entre los puertos mexicanos y el Viejo Mundo era abundante, lo que facilitaba la rápida llegada de viajeros con este novedoso aparato que ofrecía sorprendentes pruebas de exac tud. Las condiciones que tuvieron que enfrentar los exploradores fotógrafos en México fueron muy adversas, había una escasa seguridad en los caminos, el puerto de Veracruz, donde atracaban la mayoría de los buques procedentes de Europa, se encontraba lleno de plagas y enfermedades que arrasaban con poblaciones enteras; Mathieu de Fossey, colono francés, lo consideraba como “uno de los puntos más enfermizos del orbe para las personas no aclimatadas todavía” (Fossey, 1994, p. 86). Esas y otras fueron las condiciones que enfrentaron los aventureros que llegaron a probar fortuna como daguerro pistas i nerantes que provenían de Francia, Alemania, Inglaterra o Estados Unidos, para darle una diferente aplicación al invento de Nicèphore Niepce y Louis-Jacques Daguerre.
En esos primeros años surgieron tres pos de experimentadores del daguerro po, en primer lugar estaban los comerciantes, que como improvisados retra stas recurrieron a este aparato como medio para conocer el mundo y hacerse de dinero pese a los empos de zozobra que se vivían en la época, por otro lado, los ar stas o cien ficos, que comenzaron a u lizar el daguerro po como herramienta para obtener imágenes fidedignas que dieran tes monio de lejanos territorios, y por úl mo, los viajeros, quienes recurrieron muy pronto al daguerro po, lo mismo para instalar estudios de retrato que para documentar las an guas civilizaciones de México. De estos tres pos de fotógrafos, los viajeros, rubro que abordo en este ar culo, encontraron en los ves gios an guos la materia prima para llevar a cabo una extensa obra fotográfica, documental e interpreta va de gran parte de lo que hoy llamamos Mesoamérica.
Varios de los exploradores que hicieron uso de la fotogra a en México durante la segunda mitad del siglo XIX, realizaron innumerables paisajes fotográficos del país, vistas de edificios coloniales, plazas, si os arqueológicos, escenas de la vida co diana, en fin, pasaron por su lente todo lo que les interesaba mostrar
en Europa. Su intención era doble, en primera instancia era para darse a conocer como los primeros viajerosfotógrafos y mostrar, de paso, lo que sus ojos y su lente habían capturado como realidad. Fue así como esta difusión visual del México decimonónico tomó una forma monumental y donde la fotogra a se convir ó, junto con el fotógrafo, viajero y explorador, en protagonistas de esta gran aventura.
Uno de los primeros viajeros aficionados a la documentaciòn visual en llegar a México con este afán de documentación fotográfica fue el barón Emanuel Fridrichsschal, amigo muy cercano del diplomá co John Lloyd Sthephens y primer secretario de la Legión Austriaca en México, fue el barón quien, hasta donde se sabe,
[...] Instaló en Mérida, hacia 1841, el primer estudio de daguerro po que hubo en el país. Sería él mismo quien, antes que John Lloyd Sthephens y Frederik Catherwood, registrara por primera vez las ruinas de Yucatán a través del daguerro po: un trabajo que le valdría recibir en Europa los honores de la Académie Royale des Inscrip ons et Belles Le res, de París. (Rodríguez, 2001, p. 59).
El barón Fridrichsschal llegó a México trayendo consigo un daguerro po, con el cual logró formar una colección muy interesante de las vistas que ofrecían en la época las más célebres ruinas de la península de Yucatán, de este modo, se abrió el camino que sería ampliamente recorrido por cientos de viajeros-exploradores que arribaban a estas calurosas erras. Otro de los pioneros en la foto fue el húngaro Pál Ros , quien llegó a México en 1859. Nacido
Estela de Friedrichsthal Museum für Völkerkunde de Viena, , procedencia Chontales, Nicaragua, 186 cm de alto x 31 cm de ancho.
en Pest (ahora Budapest), la capital del estado húngaro some do al Imperio de los Habsburgo, a los dieciocho años par cipó en la fallida revolución independen sta de 1848 y tuvo que emigrar a Alemania, donde estudió fotogra a mientras terminaba la carrera de geología. Al acabar sus estudios Ros viajó a América, visitó los Estados Unidos, Cuba, Venezuela y México respec vamente. A su regreso a Hungría, a finales de ese mismo año, reunió su material fotográfico en un álbum que presentó a la Academia de Ciencias de Budapest. Sus imágenes de la arquitectura colonial del país aún en buen estado de conservación y de algunos si os relevantes de la ciudad de México fueron difundidas en todo Europa, por ejemplo algunas tomas de la fuente barroca conocida como el salto del Agua, la entrada de la Alameda y la iglesia de San Fernando en la Ciudad de México. Ros es muy atrevido en sus tomas: sube a las azoteas, busca ángulos que, aunque no permiten apreciar el detalle, presentan mejor los edificios en su entorno. Así por ejemplo, en su fotogra a del Palacio Nacional (Debroise, 2005, p. 123) se observa cómo la tomó desde las torres de la Catedral, esta perspec va le permite, además, revelar el Congreso de la Unión, instalado desde 1830 al fondo del pa o principal del edificio. Este húngaro fotografió casas, fábricas, catedrales e hizo las primeras vistas de Xochicalco.
Podríamos citar a muchos otros viajeros, exploradores y fotógrafos, sin embargo, el sen do de este ar culo es, sobre todo, darle la importancia que merece la llegada de la fotogra a a México y el impacto que tuvo durante el siglo XIX, además de,
¿por qué no? situarla en los ámbitos del arte en tanto que se trata de un medio que comunica, que busca una realidad, que representa, se crea y se difunde con un es lo propio, el cual radica en el fotógrafo, en otras palabras, en el ar sta visual. La fotogra a y los exploradores, como hemos visto, pusieron a disposición el mundo entero y las imágenes se convir eron al mismo empo en un objeto de valoración, como cualquier obra ar s ca. La documentación y el registro visual durante el siglo XIX fueron capaces de congelar el empo en muchos ámbitos de la cultura mexicana, de guardar experiencias y recuerdos en una imagen que convierte al hecho en inmortal. Se trata de imágenes que hoy en día ar culan nuestra percepción de lo que pasó, pero también son el resultado de diversos intereses, tales como el retrato, el paisajismo, la arquitectura, los si os arqueológicos, la vida co diana, etcétera. El trabajo de estos viajeros y exploradores muestra, a través de sus fotogra as, una pasión que si bien parece dedicada al presente, está vinculada a una percepción del pasado que construye diversas interpretaciones. El aporte de la fotogra a en el mundo y en México ha sido invaluable, ha sido adoptada y transformada por muchas generaciones y hoy en día es protagonista en nuestras vidas co dianas. No cabe duda que esta aventura fotográfica es interminable, porque pareciera que todo existe para culminar en una fotogra a, en un pedazo de realidad capturada que puede insertarse también, y ¿por qué no?, en las artes.
Óscar Mauricio Medina Sánchez nació en 1976 en la Ciudad de México, estudió la licenciatura en Lengua y literatura modernas francesas en la Facultad de Filoso a y Letras de la UNAM, a la par de sus estudios en letras, inició y concluyó la licenciatura en Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Realizó la maestria en Estudios Mesoamericanos en la UNAM y obtuvo el grado de Doctor en Historia del Arte por parte del Ins tuto de Inves gaciones Esté cas de la misma universidad. Ha publicado en las revistas Textos Arkeopá cos, Alquimia (Sinafo) y El Jolgorio Cultural, entre otras.
Por: Andrés Monroy
México, D.F., a 18 de junio de 1971
Querido diario:
Ya es viernes.
Creo que no hubo nada nuevo.
En la escuela ensayamos el vals que vamos a bailar el día de la graduación de sexto año.
Desde temprano, en la formación, el profesor Zenón avisó que luego del recreo los alumnos del sexto A nos agruparíamos en el pa o para darnos diversos avisos. El lunes pasado el maestro insis ó en que cantáramos nuevamente el himno nacional con todas sus estrofas. Comple to. Ahí se nos fue la mayor parte de la mañana. Ese día nos dijo que la patria espera mucho de nosotros. Ese día también fue el cas go público para Ernesto Mena, por su mal comportamiento. No se me olvida aún. Lo tuvo hincado y con los brazos extendidos al frente con varios libros en las manos, mientras todos jugaban o comían. Hoy lo volvieron a cas gar
Fue un día normal. Igual a los otros, sólo que ahora hicimos el primer ensayo del vals.
En la mañana, como era muy temprano, decidí cortar camino por el cerro de la estrella. Me gusta porque no hay ruido y no tengo que fijarme mucho en los coches al pasar la calzada Tulyehualco. Cuando me voy por el cerro nadie me ve si hablo solo y hasta puedo cantar o recitar. Y no me encuentro a nadie, es lo mejor. Llegué muy temprano y no habían abierto la puerta todavía. Eso me molesta porque tengo que soportar ver a todos pla cando de puras tonterías. A veces cuando escucho la algarabía he pensado que a lo mejor a todos ellos se les van a gastar muy pronto las cuerdas vocales mientras que a mí me van a durar más años.
Cuando veía a todos, estaba pensando en la angus a que se vivió en mi casa la semana pasada. Mis dos hermanos mayores que están en la vocacional fueron a una manifestación allá por la normal de maestros y no llegaron hasta el día siguiente. Dicen que una señora los
protegió en su casa cuando comenzaron los balazos. Mi mamá lloraba y se acordaba de lo de Tlatelolco, cuando Mario, el mayor de mis hermanos no regresó en varios días. Yo estaba en cuarto año y todavía me acuerdo. Mi papá llegaba con todos periódicos y se ponía a buscar el nombre de mi hermano en unas listas muy largas que se publicaban. Eran los estudiantes que aparecían en los separos de varias delegaciones. Durante la mañana iban a buscarlo a todos los lugares posibles.
Dice mi mamá que un policía le dijo: -¡Uuy señora, había de buscarlo entre los muer tos! Lo de la semana pasada sólo fue una noche de preocupación pero sen a muy feo ver a mi mamá con esa angus a que le palidece el rostro. En eso estaba pensando cuando abrieron la puerta de la escuela y todos en bola entramos al pa o. El suéter rojo que traía no sé de qué tela será pero me picaba mucho y me dio comezón toda la mañana. Son de los que le vende la vecina de enfrente a mi mamá. Creo que hoy fue un día en que no pasó nada nuevo. Sólo la ensayada.
Durante la mañana, luego de cantar el himno se revisó la tarea y cuando estaba en el escritorio del profesor, los de las filas de atrás comenzaron a hacer mucho ruido. El maestro apenas alcanzó a hojear mi libro de ejercicios cuando repen namente con la mano derecha aventó el gis con tanto no que le dio a Alberto García en la mera cabeza gritándole -¡te callas! Santo remedio.
Luego me acuerdo que el maestro nos explicó lo del frasquito con algodón y un frijolito que debemos hacer en la casa y llevar la próxima semana. Fue la tarea de ciencias naturales.
Me urgía ir al baño pero vi al profe con una cara que preferí mejor esperarme para el recreo. El suéter me molestaba mucho la piel y me lo quité.
Ya en el pa o le encargué mi torta de nata a Mario Torres, para ir al baño. De las bocinas del techo salían los acordes de La Marcha de Zacatecas. Cuando salí lo encontré en el pa o de atrás cargando su descomunal bolsa de palomitas que vendía a todos durante el descanso. Deambulamos pla cando y comiendo mientras se nos acercaban otros para comprar sus palomitas.
Antes de terminar el recreo nos paseamos frente al salón, en el pa o central. Ahí estaba Ernesto de nuevo casi llorando doblando los codos por el peso de los libros. Me acuerdo que frente a él, en la banque ta junto a
la pared de la dirección estaban dos maestras sentadas comiendo sendas tortas con dos refrescos posados en el suelo. Atrás de ellas se veían las ventanas de fibra de vidrio con las imágenes de los padres de la patria.
Entramos de nuevo al salón. No supe para qué porque luego luego salimos a lo del ensayo. Con la música de El Danubio Azul la maestra Rita nos enseñaba los pasos del vals. Con esa música en realidad no bailamos, sólo nos mecemos de izquierda a derecha con una mano en la espalda esperando el turno para pasar al frente. No sé por qué a mí se me ocurrió hacer la ve de la victoria con los dedos de la mano que iba atrás. Mientras no se dé cuenta la maestra lo voy a seguir haciendo hasta el mero día de la graduación.
Me gustaría que pasaran cosas muy diferentes para tener algo interesante qué escribir pero hoy fue uno de esos días en que casi no sucede nada.
A la salida me fui con Aldana. Como siempre, pasamos a la enda que está a dos cuadras y me disparó una dona y un refresco. A esa hora el señor de la enda siempre está escuchando a Tres Pa nes y la Tremenda Corte en el radio. Luego nos fuimos caminando de San Simón a Culhuacán y de ahí a Los Reyes. Él dio vuelta cerca de la tor llería y yo me me entre la milpa de doña Antonia para llegar a la casa. Hasta ahí me acordé que había olvidado el
molesto suéter en la banca del salón. No dije nada a mi mamá. De seguro mañana se va acordar antes de irme a la escuela.
Luego de comer me dormí un rato.
Mi papá llegó y me invitó a acompañarlo a trabajar toda la tarde. Ya tenía mucho empo que no iba con él. Pasamos primero a la Arrow por las camisas que vende a sus amigos. Luego de ahí nos fuimos con su compadre de El Progreso no sé para qué. Más tarde fuimos a la imprenta de la Portales donde les vende camisas en abonos a varios trabajadores. Y de ahí a la librería Zaplana a cobrarles lo que le deben y pla car con sus amigos. Cómo disfruto esos momentos. Repasé varios libros de técnicas de dibujo a lápiz y me dio nervios ver los dibujos de desnudos porque pensé que todos me estarían observando. Cuando salimos de la Zaplana yo estaba muy sonriente porque me compraron otro libro de las historias de Rompetacones de Antoniorrobles.
Ya había oscurecido pero la avenida San Juan de Letrán siempre está muy iluminada. Nos tomaron una foto. Y antes de irnos a la casa pasamos al Super Leche a tomarnos un café y un pan de dulce. Mis meros moles. Estábamos algo cansados pero muy contentos. Ya luego nos acercamos a Bellas Artes y nos subimos al metro. Nos bajamos en Taxqueña y de ahí en el camión a Culhuacán.
Fue muy bonita esta tarde con mi papá.
Fuera de eso no se me ocurre que me haya pasado algo fuera de lo común.
Fue un día normal.
Andrés Monroy Pérez, Ciudad de México 1959
Licenciado en Letras Españolas, ha sido diseñador gráfico, fotógrafo, letrista de historieta, periodista, editor, profesor universitario e impresor
Por: María Engracia de Ávila
¿Qué son sesenta o setenta años en comparación con el empo en que se formó nuestra nación? Un periodo muy corto pero casi la recta final para los que somos ahora de la tercera edad. Hacer una pausa para observar el presente y voltear al pasado de nuestra niñez, me provoca admiración darme cuenta que somos tes gos vivientes, no sólo de dos siglos, sino de la transición entre dos milenios.
Hablaré de la pequeña porción que me ha tocado.
Con una instrucción básica en escuelas privadas, que en aquel entonces casi todas eran religiosas y en donde separaban a las poblaciones escolares por sexo, de tal manera que las niñas sólo teníamos, con suerte, aprendizajes de las experiencias con hermanos, pero casi siempre de edades diferentes y no como pares, lo que conver a en un gran reto la interacción con los jóvenes a la edad que por biología es esperada, ahora las niñas conviven de manera natural con niños desde la infancia.
Recuerdo que en el bachillerato, aún en colegio de monjas, el maestro de química, entonces catedrá co de esa facultad, nos miraba tumbado en su silla -yo lo aborrecía- y nos decía: “¿Qué hacen aquí, qué van a estudiar?, La mayoría MMC, mientras me caso -se respondía-, mejor aprendan bien a lavar trastes”; y nos preguntaba a cada una en qué área intentaríamos entrar en la universidad, nos oía moviendo la cabeza, con una risa burlona que enfa zó con las dos que expresamos el deseo de entrar a la facultad de medicina. Tal vez debo agradecerle pues fue un aliciente más para esforzarme.
En el área médica entonces, cons tuíamos las mujeres máximo un tercio del grupo y eran muy escasas las maestras, algunas en medicina preven va, laboratorio, estadís ca, pero muy pocas en el área clínica y ninguna en quirúrgica; hoy en día la medicina parece estarse volviendo una profesión femenina y hay especialistas excelentes en áreas quirúrgicas que casi se consideraban priva vas de los hombres como endoscopia, urología, proctología, neurocirugía y ortopedia.
Cuando yo cursé pediatría, las féminas éramos ya poco más de un tercio de la generación; actualmente parece que se
ha inver do la proporción, y varias de mis compañeras han desempeñado puestos de dirección en grandes hospitales.
Me da la impresión que las de esta generación, a la que pertenezco, requeríamos esforzarnos mucho más que los compañeros para que se nos reconociese el mismo logro y quizá la mayoría tuvimos alguna experiencia desagradable de abuso de poder de algunos maestros o jefes, aunque también muchas contamos con la solidaridad de nuestros compañeros hombres, acompañándonos cuando éramos citadas o teníamos la necesidad de acudir fuera del horario de clase con alguno de esos que eran conocidos entre los estudiantes como mañosos.
Al ver ahora que una mujer es la tular del poder ejecu vo de la Nación, que ya las fuerzas armadas le han reiterado su lealtad y la alegría que se manifiesta en entrevistas a población masculina, expresando aceptación y esperanza de que una mujer formada en el área de las ciencias, con un historial par cipa vo en el humanismo, y que sea quien dirija a nuestro país -que ene un historial de machismo- es una prueba más de la evolución que hemos vivido. Me da un gran gozo constatar estos cambios, impensables tal vez, hace apenas veinte años.
Como dice mi maestra de yoga: “lo único constante es el cambio”.
Por: Sandra Luz Hernández
Hablar de misma puede hacerte sen r vulnerable, frágil y expuesta, pero también revela una profunda sensibilidad. Te obligas a ser sincera porque no te puedes men r a misma. Comenzaré aquí cuando tenía once años. Acababa de salir de la primaria, menciono esto porque para mí fue el primer cambio radical; salí de la ciudad de México para ir a vivir a Guadalajara, nos fuimos casi toda la familia, llevábamos en la maleta un cúmulo de sueños por realizar, el obje vo era tomar lo mejor de la ciudad para iniciar vidas nuevas, éramos cinco hermanas (la casada se quedó en la capital), yo la de en medio, perdí un año de escuela por circunstancias de acoplamiento, no sabíamos nada de esa ciudad, con el empo fuimos adaptándonos, fueron maravillosos esos años, juegos, escuela, trabajo y responsabilidades familiares que llenaban mi empo. Estudié en una secundaria pública, era exclusivamente para niñas, al fin provincia. Intercambiaba suéter y libros con mi hermana, así se ahorraba un poco de dinero la familia, yo iba en la mañana y ella en la tarde en la misma escuela, borrábamos lo contestado en el libro de trabajo para que al día siguiente estuviera listo y lo ocupara la otra hermana. Así transcurrieron tres años.
Cuando cumplí quince años tenía bien claro qué hacer con mi vida: estudiar para maestra, así que decidí hacer otro viraje en mi vida, ahora sí este cambio era mío, me fui de nuevo a la capital del país a emprender una aventura nueva, vivir casi sola, bueno ya sin la familia, mi hermano me dio alojamiento, entré a la Benemérita Escuela Nacional de Maestros, con 133 años de historia, reconocida
Con mi padre y mis hermanas. Yo al centro. (Fotos de archivo de la autora)
por su calidad educa va, la mejor, por eso quería estudiar ahí. En esa etapa me independicé muchísimo, iba y venía con mucha libertad, cumpliendo deberes escolares, me absorbía todo mi empo la escuela, una que otra salida con las amigas; logré obtener una beca académica, dinero que u licé para mi sustento personal y para compar r con mi mamá, contribución que ayudó a aliviar los gastos de la familia en Guadalajara, increíble pero cierto, ¡hasta pude abrir una cuenta de
ahorros para lo que se ofreciera! ¡Qué recuerdos!
LA ADULTEZ
Llegó el amor y con ello el matrimonio, ¡¡¡sí¡¡¡, me casé, solo estuve tres años en la Normal, cursé hasta tercer año de Normal, la carrera es de cuatro años, a los 18 años me re ré de la escuela, intenté con nuar, pero se me hizo complicado, tuve a mi hijo a los 19, así pasaron dos años, criando a un bebé con responsabilidad, pero a la vez con muchos temores. Vienen nuevos planes y nos vamos a Sal llo, yo con 22 años y mi hijo de dos, chiqui to la criatura. Llegando allá, me replanteo mi vida y decido retomar mis estudios, intento ingresar a la Normal de Coahuila, no me permi eron, me negaron el ingreso por ser casada, pregunté la razón y la respuesta fue sorprendente: que sus estatutos no permi an personas casadas, le pregunto qué de qué año son sus estatutos y me responde que de 1900, imaginarán mi cara de sorpresa y enojo a tamaña respuesta. Decido comenzar la preparatoria, la termino, descanso un año, era pesado llevar todos los días a mi hijito a la prepa.Cabe mencionar que el bachillerato lo hice en la noche ya que era para adultos, de 6:30 pm a 10:30 pm. Tenía mucho miedo que los profesores me llamaran la atención por mi imper nencia, llevar a un niño pequeño a un mundo de adultos, no era cosa fácil. Llegan los 26 años y con ello el ingreso a la Facultad de Filoso a y Letras de la UAdeC, cuatro años llevando y trayendo a mi hijo, él haciendo travesuras, inquiriendo a los profesores con preguntas de adulto y haciendo sus tareas. Me gradúo a los 30 años, termino en junio del 1990, nace mi hijita Andrea en noviembre del mismo año, dos años después inicio como docente en la misma preparatoria donde estudié, ¡qué cosas ene la vida! Ahí me sen como pez en el agua, tan bien recibida que me quedé trabajando durante 27 años, cumplí con el obje vo planeado desde los 15 años: ser profesora, no logré ser maestra de primaria, pero sí de
Vi pasar muchas generaciones de jóvenes, eran evidentes sus transformaciones, tan es así que recuerdo una ocasión que un alumno nos dijo en clase que él deseaba ser el mero mero jefe de los narcos; la moda dando de qué hablar, los hombres portando pantalones a media nalga, casi para caerse, bailando los corridos tumbados, escuchando narco corridos, la visibilización de las comunidades LGBT; la peculiar forma de expresarse, por ejemplo, la palabra “quedante” como sinónimo de pretendiente. Los padres de familia también se transformaron, pasaron de “regáñelo si es necesario” a “usted no sabe con quién se está me endo” Luego se fueron jubilando los mejores maestros, uno de ellos fue Sarita, una de mis mejores amigas, compar amos muchas cosas, no tuve el placer de disfrutar de su compañía después de pensionarse, murió como dos años después de re rarse, me dolió mucho esa pérdida.
JUBILACIÓN.
Pude quedarme más empo trabajando, pero después de la pandemia decidí no seguir, los muchachos ya eran otros, no me gustó lo que dejó la pandemia, preferí re rarme. La jubilación llegó en febrero del 2022 y para sep embre del mismo año ya estábamos viviendo en Querétaro, este fue un cambio radical, irse de la ciudad de Sal llo era dejar a los amigos, los compañeros del trabajo, a los vecinos, la ru na, la casa en la que viví treinta y dos años, ahí vi crecer a mis hijos,
a Andrés y Andrea, hermosos recuerdos y algunas tristezas. Este cambio estuvo lleno de desa os laborales, se concluye toda una vida laboral para Andrés, cierra para siempre las puertas de su negocio, deja atrás su mundo laboral, atrevida decisión por lo que implicaba en lo económico, ya no éramos aquellos jóvenes de 22 años que llegaron a Sal llo. Por otro lado, mi hija Andrea haciendo lo mismo, renunciar a su trabajo con una an güedad de 6 años, un empleo estable y por qué no, envidiable, trabajaba en la Biblioteca más importante de la ciudad de Sal llo. Retos y cambios, cambios con retos.
LA LLEGADA A QUERÉTARO. LA NUEVA PRESIDENTA.
Hace dos años llegué a Querétaro, con ello el comienzo de una nueva etapa en un México lleno de esperanzas. Hoy, a pocos días de octubre, presenciamos un momento histórico, por primera vez en la historia de nuestro país, una mujer asume la presidencia. Claudia Sheinbaum, quien luchó incansablemente toda su vida ahora nos representa, como ella mismo dijo en su discurso: “No llegué sola, llegamos todas”. Claudia no solo es una líder, es la madre que nunca se rindió, la revolucionaria que desa a las barreras, la compañera solidaria, y la esperanza de todas las niñas que sueñan con un futuro más justo. Estoy segura de que con ella llegarán más derechos, más igualdad y más jus cia social. Los cambios son inevitables; nada permanece igual, cada día luchamos por tomar las mejores decisiones, algunas resultan exitosas y otras no, pero ahí está el verdadero reto. ¿Acaso no es la vida una sorpresa constante? ¡Vivamos con pasión y propósito!
Por: Alejandro Pérez
De acuerdo con la Real Academia Española la palabra aurora significa: a) Luz sonrosada que precede inmediatamente a la salida del sol; b) Principio o primeros empos de algo; c) Hermosura del rostro, y, por extensión, el rostro sonrosado. Para mí esta definición también describe con precisión a mi abuela materna también llamada Aurora.
Para reflexionar en torno a la palabra Cambio, aprovecho la ocasión para referirme a mi abuela quien nació en 1911, murió en 2005 y en consecuencia le tocó vivir empos de constante cambio ocurridos en nuestro país.
Aurora nació en el poblado de San Francisco Zentlalpan, Estado de México, muy cerca del lugar donde vio la luz por primera vez la mujer más célebre de nuestro país, Sor Juana Inés de la Cruz; pero en esta ocasión no hablaré de la décima musa sino de la luz sonrosada que precede inmediatamente a la salida del sol, mi abuela Aurora.
En medio de la revolución mexicana y en un poblado netamente rural, Aurora vivió con dificultad sus primero años en medio de la revuelta revolucionaria, al grado que junto con sus hermanas les tocó esconderse en las cuevas de los cerros aledaños para evitar ser robadas por los revolucionarios.
Como consecuencia de la instauración de un capitalismo incipiente en nuestro país, Aurora y su familia tuvieron que emigrar al Distrito Federal para sumarse a la masa proletaria que requería la expansión capitalista en las grandes ciudades. Pasó de ser una niña del México rural a ser parte del ejército de reserva de la clase trabajadora.
La palabra aurora también significa hermosura del rostro y efec vamente mi abuela lo era y de ello se
valió para conquistar a mi abuelo. Aunque nunca fueron una pareja consolidada ya que nunca vivieron juntos, ese no fue impedimento para que tuvieran tres hijas y tres hijos, seis en total, los cuales tuvo que mantener y educar ella sin la ayuda de mi abuelo.
Con la ayuda de sus hermanas y la posibilidad de asalariarse como costurera en una fábrica de ropa pudo dar techo, comida y sustento a toda su descendencia, hasta que crecieron, se casaron y se fueron.
Yo tengo que agregar una caracterís ca más para referirme a mi abuela Aurora: resiliencia. Su adaptación a las situaciones adversas fue de tal calibre que merece un monumento. Le tocó despedir de este plano terrenal a dos de sus hijos, otro resultó ser un calavera que le dio algunos dolores de cabeza. A la edad madura mi abuela contrajo un herpes que la incomodó hasta el día de su muerte. Cuando ya contaba con una edad avanzada y la visitaba en su casa lo primero que me decía era que prendiera la luz para que no me tropezara ya que su ceguera le impedía ver que eran medio día y había una luz radiante. A pesar de todas estas calamidades siempre estaba de buen humor y con una mentalidad proposi va, nunca se dio por vencida.
No todo fue pesar en su vida, estoy seguro que fue feliz, se sin ó querida y respetada por su familia y al final de sus días siempre estuvo asis da por sus hijas, que la cuidaron y le brindaron una vejez tranquila.
Al paso de los años se acentúa en mi memoria un recuerdo que cada día cobra significado: con los retazos de tela que sobraban en la fábrica en donde trabajaba, los llevaba a su casa y por las noches se ponía a coserlos hasta formar cobijas con caracterís cas muy peculiares, estaban conformadas con pequeños cuadros de tela de diferente color y tamaño. Ahora hago una analogía de ese recuerdo porque pareciera que con cada cuadro de tela iba tejiendo el manto que ahora nos cobija. Su ejemplo sirvió para que nosotros, su descendencia, contribuyéramos con los cambios que están ocurriendo en nuestro país. El nombre de Aurora fue acertado para su forma de ser ya que a pesar de que en sus úl mos años ella se quedó en nieblas, nunca dejó de irradiarnos con la luz que nos dio cobijo. Como dice la definición, para mi es principio o primeros empos de algo.
Cuando nuestra presidenta menciona en sus discursos a las heroínas anónimas que contribuyeron para que llegara a la presidencia, yo no puedo evitar recordar a mi abuela y honrar su memoria con el escalofrío que recorre mi cuerpo. Fue una de tantas mujeres que se quedaron solas, que de la nada y con su ejemplo crearon ciudadanos dignos, respetables y con conciencia social, que consolidaron el autén co cambio que hoy estamos presenciando.
Por: César Holm
¡¿Quién dice que se olvida?! … escuché decir alguna vez a un poeta. Sus palabras han hecho eco desde entonces. La memoria, la historia y el olvido, lugares por donde mi tránsito se hace recurrente, en una suerte de inventarios de situaciones, datos y personas. La re-elaboración de los recuerdos sobre la mesa del comedor, los retazos de empo con el que se hace la cobija con la que nos tapamos del frío que se produce con el paso del empo. Será inevitable que con el paso de los años nos volvamos nostálgicos, será el paso natural hacer estudios exhaus vos de quienes llegamos a cierta edad donde nos damos cuenta que el sen do no está en el presente, a una edad en la que el futuro no es mucha opción que se diga; es probable que la respuesta de toda pregunta de actualidad no se encuentra aquí, que tampoco espera al mañana. ¿En qué momento nos hacemos conscientes que todo ene que ver con el origen? Todo parece indicar que los años invierten el po de apuestas con las que se comienza este juego llamado vida. En la infancia todo se juega en el ahora, en la juventud se pone todo al futuro, en la etapa adulta nos damos cuenta que las respuestas se produjeron antes de las preguntas.
El Huapango de Moncayo
Es el año de 1982, del que guardo referencias y el origen de una memoria polí ca, donde los responsables de tantas injus cias comenzaron a tener nombre y par do. Ese fue el año en que se me revelaron los causantes de mis prematuros desvelos. Ser el hijo de una madre soltera, sin estudios, sin oportunidades de trabajo ni vivienda, me hicieron ver desde temprana edad lo que era la desigualdad. Una memoria en ciernes de una generación a la que le enseñarían a odiar al Huapango de Moncayo, por ser la pieza musical por excelencia de todo evento polí co del par do tricolor que se abanderaba como hijo de la … revolución. Un periodo donde el par do oficial hizo del hurto una regla, ni a los niños respetaron al grado de robarnos la dicha de un día sin escuela, pues todos los canales de televisión, todas las estaciones de radio estarían a merced de el señor presidente el día de su informe de gobierno. Una memoria que creció en la amarga acumulación de pobreza, violencia y cinismo. De esa memoria surge después el resen miento y marginalidad que todavía hace estragos en algunos de aquella generación. Fue de esa polí ca de donde emanaría la resistencia, la necesidad de protestar, el ac vismo polí co que nos caracterizó como fuerzas básicas de una oposición que nos daba la estafeta y una serie de encargos y pendientes con el pasado, la historia y la amenaza del
olvido. Contrario a lo que el gobierno de ese entonces esperaba, fue esa memoria, consecuencia de tantos años de arbitrariedad y despojos, la que nos brindaría una iden dad.
¡2 de octubre no se olvida!
Mientras la memoria es el espacio donde residen los recuerdos, el pasado intangible, también existe la historia, la disciplina que estudia y que interpreta los documentos, el pasado material. Lo que no quiere decir que la memora no cuente con ves gios ni pruebas. Para este caso hablo de una memoria a la que le ha sido complicado pasar a la historia. Es el 2 de octubre del 68, uno de los eventos más trágicos de nuestro país, que ha permanecido en la memoria de los mexicanos y
que ha sido un periodo evadido por las instancias del poder oficial, por las implicaciones polí cas que marcan de rojo la historia reciente de nuestro país. Una deuda, el 68 y sus víc mas han sido una deuda que generación tras generación nos hemos endosado. El esclarecimiento del caso, la jus cia para sus víc mas, una explicación para sus deudos. Y cuentas que se hacen grandes, sumando desgracias como Aguas Blancas y Atenco, los 43 de Ayotzinapa, y en todos los casos apuntan a que fue el estado. Tiempos violentos y cuellos blancos. De fraudes y devaluaciones, de ventas del país y la llegada de transnacionales, de la explotación de los bienes naturales a las omisiones laborales como a los mineros de Pasta de Conchos.
Sindicatos blancos, sindicatos charros que les gusta bailar con la negra. Yo me atrevo a decir que todo esto ocurrió y fue posible después del 2 de octubre, tras el gesto violento de un estado que borró a toda una generación de mexicanos capaces de cambiar y arreglar el mundo, bueno al menos nuestro presente. Esta también es nuestra historia. Es por eso que seguimos gritando ¡2 de octubre no se olvida!
México ene una presidenta
El México actual ha sido forjado por caudillos, un país que ha sido saqueado hasta la ignominia, despojado de toda confianza, cues onado en sus mismos símbolos. Una sociedad que ha sido llevada por la sombra, a tal grado que por muchos años no creyó merecer el sol. Es por eso que la reconstrucción de esta nación tuvo que comenzarse con el trabajo de líderes morales. Hace 6 años, muchos de los que padecimos el Huapango de Moncayo, llegamos a la cúspide de nuestra vocación, quitar al par do oficial y a los conservadores del poder. Los vientos de cambio no surgieron ahí, ganaron aliento muchos movimientos de resistencia que desde ese momento recibirían el mensaje de que nada es para siempre, inclusive lo malo. Si para quienes nacimos en la oposición era di cil sobreponerse a ese cambio de posición, donde nuestro trabajo era estar enojados y tratar de hacer las cosas de otra manera, ahora pensar que llegaría el momento en que una mujer, y déjenme ampliar, una mujer de izquierda llegara hasta la presidencia con el favor del voto popular y el apoyo de todas las bases que hasta hace unos años, no amainaban en su labor por derrocar a un sistema que por tantos años nos reprimiera. México ene una presidenta, y eso dice más cosas de las que este espacio me da para compar r. Si alguien me preguntara la forma del cambio, yo hablaría de estas ul mas elecciones. La Dra. Claudia Sheinbaum Presidenta, representa en estos momentos a todos los mexicanos, pero la Presidenta representa aún más a todas las mujeres de la historia y la memoria. Las de ayer y las de hoy, las que fueron caídas en los arrebatos de un estado sin escrúpulos, las que se apagaron en medio de las injus cias laborales, las rechazadas, las vulneradas, las violentadas. Otro mo vo para no olvidar que el camino ha sido largo y que han sido muchos y muchas a las que se les ene una deuda. Es por ello que en este número, convergen la memoria, la historia y el olvido, como elementos de este presente en el que aun queda mucho por hacer y en el que hoy menos que ayer, debemos preservar todos los relatos que dieron origen a la nación que ahora todes conformamos. En este momento el olvido sería la amenaza más grande, el riesgo de que el retorno de las familias, los grupos y los mafiosos que durante generaciones secuestraron nuestros derechos y nuestra dignidad, tengan oportunidad de volver por lo que vidas costó en otros momentos.
Somos afortunados por no sólo ser tes gos del cambio, somos afortunados por ser parte de esto. Y en este numero quisimos enfa zar el rescate de anécdotas y análisis que los integrantes del club de Fotogra a Tejedores de Recuerdos, ha sido capaces de producir en estas ul mas sesiones y ac vidades del club, donde hemos reflexionado, recordado y compar do, como uno de los ejercicios mas necesarios para la comprensión de nuestro presente. Actores y redactores de una memoria individual y colec va que hoy se inscribe esta historia y sus cambios, a salvo de un olvido que nada puede con la dignidad que se nos ha sido devuelta.
Por Jorge Salvador Soto Velázquez
La década de los cincuentas en México es una referencia para quienes nacimos en ella, los cambios que siempre han estado presentes adquirieron mayor velocidad en muchos aspectos, en esta década ya se u lizaban las computadoras de la marca IBM que operaban con bulbos y debido a los avances en los descubrimientos y fabricación de los disposi vos de estado sólido inicialmente diodos, transistores, amplificadores operacionales, etc., hasta la aparición de los primeros microprocesadores que permi eron que una amplia gama de personas tuviéramos acceso a las computadoras -commodore 64, apple 128, entre otras - y posteriormente a las primeras computadoras estandarizadas PC -personal computer- que a la fecha es ampliamente u lizada, además de la proliferación de programas de aplicación para escribir, hacer operaciones aritmé cas o para dibujar y posteriormente la generalización y desarrollo del internet, así como, los cambios ver ginosos en las funcionalidades, tamaño y crecimiento de aplicaciones de los primeros teléfonos celulares portá les, hasta el uso masivo de los teléfonos que se convir eron en potentes computadoras portá les, es sólo un aspecto de los grandes cambios y transformaciones en los equipos, disposi vos, medios de comunicación, procesos de manufactura de manera tan ver ginosa que en muchas ocasiones no logramos percibir estos grandes cambios en periodos de empo pequeños.
Por: Martha López
Hay a quienes nos cuestan un poco menos los cambios, como en mi caso, ya que puedo decir que soy producto del mismo.
Teniendo tan solo un año de vida, mi madre y yo tuvimos que abandonar la erra natal (Pijijiapan, Chis.) para reunirnos con mi padre, que por mo vos de trabajo había salido meses antes y nos esperaba en Guadalajara, Jal., desde donde a par r de ahí y en un periodo de tres a cuatro años, tuvimos que mudarnos a pequeñas ciudades como: Yahualica, Arandas y Tala en Jalisco; a Nochistlán, Zacatecas, Zamora Michoacán, hasta llegar a Uruapan, en donde tuvimos unos años de gran remanso, pudiendo habitar este bello lugar durante ocho años maravillosos. Todo este peregrinar fue por el trabajo de mi padre que por sus intereses y en la búsqueda de una vida mejor para esposa e hijos, de repente fuimos arrancados de tajo, sacados de nuestro bienestar para establecernos en la CDMX, a donde llegamos en 1960, teniendo con este abrupto cambio que enfrentarnos a un ambiente extraño, ajeno a todo lo vivido en las pequeñas ciudades provincianas y que echando mano de las experiencias de adaptación ya aprendidas de nuestro pasado, no nos quedó de otra que ser lo mejor felices posibles y enfrentarnos a los retos ahora ahí en la gran ciudad .
Tuvimos la oportunidad de seguir estudiando y en 1967 me tulé como Enfermera ingresando en 1968 al medio laboral en el IMSS, permaneciendo ahí hasta 1995, año de mi jubilación sin resen r cambio alguno, sino júbilo por haberlo logrado.
Con el sismo de 1985 que impactó fuertemente la CDMX, resultó muy afectado el Centro Médico Nacional del IMSS, quedándonos por ese hecho todos los trabajadores que ahí laborábamos sin nuestro centro de trabajo. Las autoridades resolvieron rápidamente dándonos como opción, la reubicación que pudo ser, a nuestra elección, en clínicas u hospitales que no sufrieron daños ya fuera en la ciudad o en provincia.
Fui invitada a ser reubicados en la ciudad de Tampico-Madero lo cual acepté sin pensarlo mucho resultando haber sido un brutal cambio, fueron dos años muy di ciles en muchos sen dos, teniendo que sacar fuerza y valor para seguir sin claudicar. Pronto lo solucioné y ges oné mi cambio de residencia a la Cd. de Querétaro en 1988, en donde he permanecido hasta ahora por 38 años, afrontándolo todo y como la vida es un ir y venir de problemas, sigo resolviéndolos sin dejar de ser feliz, alcanzando sueños con esperanza y fe.
Martha López, Pijijiapan, Chis. enfermera jubilada.
Por: Jorge Soto
El visitar a mis primos, que revisaban el ropero de su madre después de su par da, (mi a que vivió en Salamanca, Guanajuato de la década de 1920 hasta el fin del siglo XX), me trajo sorpresas al conocer las imágenes en fotogra as de ancestros que no conocía pero que me eran mencionados en las plá cas entre mi madre y sus hermanas. Una fotogra a, que fue resguardada celosamente en su ropero, estaba dentro de un marco de cartón gris muy decorado, con una perforación donde colocaron un hilo para poderla colgarla en la pared. Las huellas que muestra la fotogra a denotan que estuvo mucho empo en el muro ates guando el día a día de la familia y seguramente los recuerdos de nuestros ancestros fueron muy apreciados integrándose en la vida familiar
En la foto está mi a Teresita de niña, de unos 5 años. Es impresionante cómo desde su niñez mostraba ac tudes de su lenguaje corporal que las mantuvo hasta su fallecimiento a los cien años de edad. Ella está con su abuelita (mi tatarabuela)
Dolores Rico, quien viste un rebozo rayado con una sonrisa y un gesto de cariño a su nieta, tocando su hombro. Junto a ella -sentado en una silla austriaca con asiento de bejuco- está su esposo Pablo Cardiel Moreno - mi tatarabuelo-. Sus manos que descansan en las piernas denotan su edad avanzada que contrasta mucho con su rostro que muestra a una persona aparentemente joven. En la familia hay muchos comeaños que lo heredaron del bisabuelo. Los rasgos de su cara son comunes en mi madre y hermanos, primos y os. Sentado en una banca larga, con su pantalón y camisa de manta blanca, abotonada al cuello, de manga larga, con las manos cruzadas en su regazo sosteniendo un bastón, pantalones de manta con un taparrabos. Esta ropa era usada por las personas que trabajaban la erra en las décadas finales del siglo XIX. Él es mi abuelo José Macedonio Amado Velázquez Pérez, nació el 12 de sep embre de 1858 en la Hacienda de Doña Rosa en Salamanca. Sus pies visten huaraches y están sobre un banquito de madera. Es muy probable que la fotogra a se haya tomado en la casa familiar del abuelo por todos los
accesorios que ahí aparecen. La imagen es posible que corresponda al año de 1910.
Es interesante ver cómo su suegro Pablo Cardiel luce en apariencia mucho más joven. De pie detrás de su esposo Amado está la bisabuela María Marina Vicente Cardiel Rico, ella nació en 1865 en la Hacienda de Doña Rosa en Salamanca, Gto. Su rostro es ovalado muy parecido a los otomíes que han vivido en los alrededores del Río Lerma. Su ves do es pico de las mujeres trabajadoras de finales del siglo XIX. Su nombre Marina es quizás el más an guo de la familia.
Junto al bisabuelo Amado está su hijo -mi abueloGuadalupe Velázquez Cardiel quien ene en sus brazos a su hijo -mi o Jesús-. Observamos que viste un saco abotonado de color claro, usa bigote pico de principios del siglo XX, él nació en 1885 tenía probablemente 25 años cuando se tomó la fotogra a. También es notable que no usa huaraches, probablemente porque su ocupación era de comerciante de ropa e instrumentos musicales y también vendía leña y huevo a revendedores de la Ciudad de México. Tocó varios instrumentos: violín, violonchelo, saxofón y dirigió la Banda de Obreros Católicos de Salamanca . El o Jesús fue el segundo hijo de Don Guadalupe y era costumbre que los niños vis eran un ropón. El o Jesús en su juventud fue secretario de la presidencia de Salamanca en la década de los cuarentas y líder de los camioneros en la ciudad de Salamanca. Llama mucho la atención la ausencia en la fotogra a de mi abuelita Pomposa Pérez Robles que no está. La abundancia de jaulas de pájaros en el piso y paredes de la casa y el gusto por las plantas nos hablan del gusto y cariño a los pajaritos de mis abuelos, que fue heredada por los hijos y nietos. Me ha gustado mucho todo lo que una imagen me ha mostrado de mis ancestros y que ha completado las imágenes que imaginaba cuando escuchaba las plá cas de mi madre con sus hermanas.