La Revolución de una brizna de paja.

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Los colores en la naturaleza, como en los capullos de la hortensia cambian con facilidad. El cuerpo de la naturaleza se encuentra en perpetua transformación. Por la misma razón que su movimiento se denomina perpetuo, podemos llamarle movimiento no-móvil. Si la razón se aplica a la selección de alimentos, el conocimiento que tenemos de la naturaleza queda fijado, y se ignoran las transformaciones de la naturaleza, como por ejemplo los cambios estacionales. El propósito de una dieta natural no es crear eruditos capaces de dar explicaciones convincentes y seleccionar hábilmente diversos alimentos, sino crear personas sin conocimientos que tomen sus alimentos sin hacer distinciones conscientes. Esto no va en contra del modo de hacer de la naturaleza. Practicando la no-mente, sin perderse en sutilezas de forma, aceptando el color de lo incoloro como color, es como se inicia una dieta correcta. Sabor La gente dice: “No conoces el sabor que tiene una comida hasta que la pruebas”. Pero incluso cuando se prueba, el sabor del alimento puede variar según el tiempo, circunstancias y disposición de la persona que lo esté probando. Si interrogamos a un científico sobre cuál es la sustancia del gusto, intentará definirla aislando los distintos componentes y determinando las proporciones de dulzura, acidez, amargor, saladura y aspereza. Pero el sabor no puede definirse por análisis, ni incluso mediante la punta de la lengua. Aunque los cinco sabores se perciben a través de la lengua las impresiones son recogidas e interpretadas por la mente. Una persona natural puede lograr una dieta correcta porque su instinto esté trabajando en un orden idóneo. Está satisfecho con la comida sencilla: es nutritiva, sabe bien y además es una útil medicina diaria. La alimentación y el espíritu humano están unidos. La gente actual ha perdido su instinto natural y por lo tanto se ha vuelto incapaz de reunir y de disfrutar de las siete hierbas de primavera. Van en busca de la variedad de sabores. Su dieta se torna desordenada aumenta la distancia entre

gustos y aversiones, y su instinto se descarría cada vez más. Llegado a este punto, la gente empieza a añadir fuertes condimentos a sus alimentos, a usar técnicas elaboradas de cocina, agravando aún más la confusión. La alimentación y el espíritu humano se han vuelto extraños el uno al otro. La mayoría de la gente hoy ya no conoce el sabor auténtico del arroz. El grano entero se procesa y refina dejando únicamente el almidón insípido. El arroz pulido carece de la fragancia y sabor únicos del arroz completo. Consecuentemente se necesitan condimentos y debe acompañarse con platos adicionales o cubrirse con salsas. La gente cree erróneamente que no importa que el valor alimenticio del arroz blanco sea bajo mientras que los nutrientes extraídos puedan suplirse con complementos vitaminados u otros alimentos como la carne o el pescado. Las comidas sabrosas no lo son por sí mismas. Los alimentos no son deliciosos a menos que uno lo crea así. Aunque la mayoría de la gente cree que las carnes de vaca y pollo son deliciosas, a una persona que por razones físicas o espirituales ha decidido que no le gustan, le parecerán repugnantes. Los niños son felices jugando o sin hacer nada. Un adulto discriminante, por el contrarío, decide qué le hará feliz y cuando se dan estas condiciones está satisfecho. Los alimentos le saben bien no porque tengan los sutiles sabores naturales y sean nutritivos para el cuerpo, sino porque su gusto ha sido condicionado a la idea de que éstos saben bien. Hay cuentos en que, engañados por un zorro, la gente ha comido estiércol de caballo. No es para reírse. En la actualidad la gente come con su mente, no con su cuerpo. A mucha gente no le importa si hay glutamato sódico en su comida pues saborean sólo con la punta de la lengua de modo que son engañados con facilidad. En un principio la gente comía porque estaba viva y porque la comida era sabrosa. Actualmente la gente cree que si no prepara los alimentos con condimentos elaborados la comida no tendrá sabor. Si uno no busca encontrar deliciosa la comida, encontrará que la naturaleza ya la hizo así. La primera consideración debería ser vivir de tal manera que la comida por sí misma supiese bien, pero

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