2012 - Verdades y mentiras sobre la escuela

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VERDADES Y MENTIRAS SOBRE LA ESCUELA

Así, aquellos jóvenes que todavía se hallaban en su minoridad, eran escriturados por sus padres a maestros artesanos, con el fin de que asumieran “el cuidado de su educación, de su vestido y alimentos” (Citado en Martínez Boom, 2011: 65). Las escrituraciones eran una de las tantas formas por las que vagos, mendigos y ociosos eran sometidos a diversos tipos de reclusión y decisiones policiales. Desde estas escrituras aparece la historia desprovista de solemnidad, de hombres invisibles, silentes y desnudos ante le poder, paradójicamente visibilizados por las mecanismos que pretendían silenciarlos y oscurecerlos emparentándolos con la maldad y la perversión. La visibilidad de la infamia se originó, entonces, al injertarse la autoridad política en lo más elemental del cuerpo social, en las relaciones familiares y afectivas, en los vecindarios y en los talleres. Pero principalmente, esas vidas grises y llanas se hacen luz al ser tocadas por el poder y sus mecanismos de control. La trasgresión de la norma, el incumplimiento del deber, las solicitudes de mercedes y dispensas, en fin, cualquier circunstancia que implicara el encuentro con el poder, ya fuera que su intervención se consumara en sentencias o no, es lo que permite que estos individuos surjan en medio de masas amorfas y sin gloria, manifestándose ya sea por la resistencia o por “su invencible empecinamiento en vagar sin cesar” (Foucault, 1996: 127). Un conjunto de figuras que hacen parte de la fascinación por lo exiguo e inicuo, descrita como el momento en que: “lo imposible y lo irrisorio dejaron de ser la condición necesaria para narrar lo ordinario. Nace un arte del lenguaje cuya tarea ya no consiste en cánticos a lo improbable, sino en hacer aflorar lo que permanecía oculto, lo que no podía o no debía salir a la luz, o, en otros términos, los grados más bajos y más persistentes de lo real (…) lo que no merece ninguna gloria, y por tanto lo infame (…) sus funciones ceremoniales se borrarán progresivamente; ya no tendrá por objeto manifestar de forma sensible el fulgor demasiado visible de la fuerza, de la gracia, del heroísmo, del poder, sino ir a buscar lo que es más difícil de captar, lo más oculto, o que cuesta más trabajo decir y mostrar, en último término lo más prohibido y lo más escandaloso” (Foucault, 1996: 136-137). En este cruce empiezan a dibujarse nociones que hoy nos son familiares, pero que en su momento no tenían la misma importancia, ni sentido, ni valor: la infancia, la pobreza, la escuela e incluso la población. El horror frente a los niños Las prerrogativas reclamadas por el Estado para cuantificar, multiplicar y cualificar a la población, y la necesidad de formar vasallos con cuerpos y espíritus dispuestos para la producción útil y la obediencia, fue lo que per-

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