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La estaban siguiendo de nuevo. Libby lo hab237a sospechado solo unos minutos despu233s de cerrar la puerta de la casa de empe241os y subir a su coche. Ahora que lo pensaba, se dio cuenta de que era el mismo coche que hab237a estado en todos los sitios a los que hab237a ido en los 250ltimos tres d237as. Mientras miraba por el espejo retrovisor, el Buick color canela se manten237a a una distancia constante y uniforme de ella.Si hubiera sido la primera vez, podr237a haber entrado en p225nico, pregunt225ndose por qu233 la segu237an y qui233n lo hac237a. Pero no era la primera vez. De hecho, hab237a perdido la cuenta de las veces que sus pasos hab237an sido repetidos, sus movimientos seguidos, su vida observada. Ahora, despu233s de casi tres meses bajo vigilancia constante, estaba cansada del juego.171Ya basta187, murmur243, pisando el acelerador y maniobrando sin esfuerzo su coche deportivo para entrar y salir del tr225fico. Se hab237a vuelto bastante experta en despistar a los investigadores privados ineptos, y si este era tan ineficaz como los dos anteriores, no deber237a tener problemas para despistarlo en el tr225fico de la hora punta de la tarde.L243gicamente, sab237a que Bill le habr237a proporcionado al investigador la informaci243n necesaria: nombre, direcci243n, empleo y h225bitos habituales. Tambi233n sab237a que, con el tiempo, su perseguidor la alcanzar237a, pero le produc237a una perversa satisfacci243n acelerar, zigzagueando entre carriles y entre otros coches, imaginando el p225nico en el rostro de su perseguidor a medida que lo dejaba cada vez m225s atr225s.171Que se trague mi polvo187, murmur243 con una sonrisa, mientras observaba en su espejo c243mo el Buick desaparec237a en el denso flujo de tr225fico que ten237a detr225s.Tras varios minutos m225s de conducci243n evasiva, segura de que lo hab237a perdido, redujo la velocidad y respir243 hondo para tranquilizarse. Su estado de 225nimo juguet243n de unos momentos antes se hab237a transformado en un resentimiento ardiente y furioso.171Maldito sea187, espet243, golpeando el volante con la palma de la mano. No maldec237a al hombre del Buick. Era simplemente un empleado a sueldo. Su maldici243n iba dirigida al hombre que hab237a sido su marido durante tres largos a241os, el hombre que hab237a sido su exmarido durante los 250ltimos ocho meses. 191Por qu233 no pod237a Bill afrontar el hecho de que su matrimonio hab237a terminado, estaba muerto?Libby baj243 la ventanilla, disfrutando de la racheada brisa primaveral que le azotaba el pelo p225lido. Sus pensamientos se detuvieron en su exmarido. Pobre Bill: incluso en su ira, casi pod237a sentir simpat237a por el obrero de la construcci243n machista, sobreprotector y asfixiante con el que se hab237a casado y del que se hab237a divorciado por instinto de supervivencia.Hab237a intentado que el matrimonio funcionara. Durante tres largos a241os hab237a dejado de lado sus deseos y necesidades para