El tesoro de Punta Herminia y otros textos sumergidos

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trucciones, levanta aquí su cabeza expectante, y arrastra su cola por los cuarteles del roto blasón. Nada resta del patín, montón informe de piedra y jaramago, donde silba la sierpe, y tose, al claro luna, el sapo filosofal. Algún torso de estatua derrumbada –¿Flora, Ceres?– nos dice, entre ortigas, entenas y zarzamoras, que aquí fue el jardín, y que en este foso cegado, donde crecen la umbela del hinojo, y el frágil diente de león, se miró en otro tiempo la torre de Goán y la serena gracia neoclásica de los cisnes. ¡Oh, Pazo de Leiróns, cómo te vas, cómo te derrumbas! Nadie ya, sino el viento marino, el largo viento del Oeste, circula tus estancias; y su queja es tu propia pesadumbre hecha voz. Es tu voz, que llora tu desastre final. Casa grande de Goán. alta torre de Leiróns; como o mar nos farallóns feríndote os tempos van. Quérote pola mañán que, polas noites noitiñas, tristeiras estadeíñas en ti saloucando están. Casa Grande de Goán!

La noche del veinticuatro de diciembre de 1826, se le apagó la pipa a mi venerable y des56


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