Colaboración Mens Health Noviembre 2015

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¿Vives para comer o comes para vivir? ¿Dedicas varias horas del día a gestionar tu dieta? ¿Te obsesionas con la alimentación saludable? Pues ojo: a lo mejor eres ortoréxico y todavía no lo sabes Por Samuel Valiente / Fotografía de Jobe Lawrenson 92 Menshealth.es | Noviembre 2015


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Fot ograf Ă­a de G e t t y I m ag es


un nuevo problema

Comer bien se está convirtiendo en la nueva religión global. Nos encanta informarnos sobre nuevos superalimentos, descubrir restaurantes eco… y compartirlo todo en Instagram. ¿Cómo podría ser esto malo? Pues sí, puede: cuando la obsesión por una dieta sana consume otros aspectos de tu vida, deja de ser sana y pasa a ser un trastorno: la ortorexia

Carlos no se llama Carlos, pero eso poco importa. Lo conocí en el instituto, hace ya dema-

siados años, y desde entonces mantuvimos una relación más o menos cercana, con las típicas noches de cervezas, pizzas entre amigos y, bueno, lo que suelen hacer dos colegas en sus veintitantos. Para ser francos, al principio Carlos no era un individuo especialmente en forma: la barriga cervecera y su nulo cuidado por la alimentación –era el tipo de persona que usa el término carnaca para referirse a una buena parrillada– eran algunos de sus rasgos más característicos. Aun así, no era un desastre: el amigo sabía gestionar su dinero, su vida social y emocional y la mayoría de los aspectos de su vida con una entereza admirable. Estaba claro que era un tío con autocontrol, capaz de abordar sin problemas el tema de la alimentación, sólo que… no le importaba. Y así siguió, sin importarle, hasta hará cosa de tres años. Fue entonces cuando decidió, de pronto, comenzar a cuidarse. Las tres cervezas de cada noche se quedaron en dos por semana, la pizza con extra de picante se convirtió en una ensalada César y sus cigarrillos pasaron de ocasionales a inexistentes. Además, sustituyó sus jornadas maratonianas de PlayStation y FIFA por deporte de verdad. ¿Qué podíamos decir? Chapeau, amigo: estamos gratamente sorprendidos. Claro que aquello fue sólo el principio. Porque aquella alimentación cuidada pronto se reveló como una rémora: no podía comer grasas, ni gluten, ni beber una gota de alcohol. No cabía excepción alguna. Es más, si se veía obligado a tomar algo que él no considerara “sano”, lo veías cariacontecido, callado y cargado de remordimientos durante toda la noche. Pronto empezó a faltar a las cenas. No importaba que en aquel restaurante hubiera ensalada: él ya sólo comía ecológico y no se fiaba un pelo si no hacía él la compra. ¿Barbacoa el domingo? Sí, venía, pero aparecía con sus hortalizas de proximidad, sus bayas de goji y su sal rosa del Himalaya, y se sentaba en una esquina a comerse lo suyo mientras observaba cómo devorábamos costillas, con esos ojos acusadores que parecían decir: “Pero, ¿cómo os podéis comer eso?”. Al cabo de un tiempo, casi sin darme cuenta, dejé de saber de él. Si hoy me preguntan por Carlos, sólo puedo decir una cosa: antes vigilaba su dieta… y ahora es su dieta quien le vigila a él.

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“ B u e n o ” e s r e l at i v o 1

¿Se puede tener una obsesión malsana por comer sano? Parece una contradicción evidente, pero si uno lo piensa, en realidad no lo es: una obsesión siempre es una obsesión, aunque persiga una finalidad supuestamente positiva. Es más, tal vez resulte aún más peligrosa, pues la amenaza se oculta entre un montón de buenos propósitos, es aceptada socialmente y, por qué negarlo, ofrece unos resultados a priori más que satisfactorios. Así que, de inocuo nada: podríamos estar ante un fenómeno con un potencial expansivo imparable. Ortorexia. Ésa es la palabra. Viene de orthos, que en griego significa “correcto”, y orexis, “apetito” en la lengua de Aristóteles. Sin embargo, no es ni mucho menos un término de los tiempos del filósofo: fue acuñado en 1997 por el doctor Steven Bratman, quien colocó la ortorexia al mismo nivel que enfermedades por todos conocidas como la anorexia o la bulimia. ¿Y lo está? No, en realidad. Al menos no oficialmente, según nos explica Antoni Grau, jefe de Investigación y Conocimiento del Instituto de Trastornos Alimentarios de Cataluña (ITA). “La ortorexia no está tipificada como trastorno según la American Psychiatric Association, por lo que no podemos decir que sea una enfermedad”, asegura Grau, que prefiere hablar de ella como un “trastorno evitativo-restrictivo”. Entonces, ¿de qué va la ortorexia? ¿Si no me gusta comer kebab-extra-de-carne cada viernes noche ya lo soy? Obviamente, no es así. Ni falta hace recordar que comer bien no tiene nada de malo (¡somos la revista Men’s Health por algo!). El problema viene cuando ello interfiere en otros aspectos de tu vida, como puede ser tu bienestar emocional, tu vida social o, paradójicamente, tu


salud. Piénsalo: ¿es saludable andar todo el día preocupado por aquella galleta con chocolate que te comiste por la mañana? ¿Es recomendable dejar de ir a una cena por miedo a que el bufé no incluya una opción ecológica? ¿Y dedicar varias horas al día a planear tu dieta? La respuesta es evidente: no, no lo es.

un mal bien visto 2

Quizá lo que hace más peligrosa a la ortorexia es que no parezca peligrosa. Al contrario: las personas que la padecen a veces son admiradas, incluso envidiadas, por su buen aspecto y por su fuerza de voluntad. Antoni Grau trata a diario con personas afectadas por trastornos alimenticios, desde anoréxicos y bulímicos hasta ortoréxicos, y asegura que, aunque todas ellas responden a patrones similares (baja autoestima, personalidad rígida y obsesiva, necesidad de control), la actitud de estos últimos es muy particular. “Los ortoréxicos defienden a capa y espada que lo que hacen está bien; se sienten superiores al resto, presumen de su condición”, asegura Grau. De ahí que mi amigo Carlos nos mirara con repulsión mientras zampábamos carne y nos preguntara cómo éramos capaces de comer aquello. Este hecho hace que la ortorexia sea un trastorno difícil de tratar: quienes lo sufren no suelen reconocer que tienen un problema. ¿Cómo vas a hacerlo si el mundo entero parece estar dándoles constantemente la razón? Uno sólo tiene que darse un paseo por Instagram para corroborarlo: hashtags como #eatclean o #fitfood son hoy en día el paradigma de lo cool, auténticas fábricas de “me gustas”. Y en las ciudades también es visible: los restaurantes de comida ecológica surgen como setas, cuando hace pocos años eran algo del todo minoritarios, incluso visto con recelo por el grueso de la sociedad. ¿Y el veganismo? Sólo hay que comprobar los datos: según el Vegetarian Resource Group, el número de veganos en Estados Unidos se cuadriplicó entre 2009 y 2012 (no existe registro en España). Así que si hay algo evidente es que la población mundial está cada vez más preocupada por su salud. Y sí, ése es un dato a celebrar… siempre que esta preocupación no se convierta en una obsesión que nos impida vivir en paz.

#

Instagram está lleno de hashtags que, tal vez sin saberlo, hacen apología de la ortorexia: etiquetas como #eatclean o #fitfood son actualmente el paradigma de lo cool.

podría pasarte a ti 3

Es hora de separar el grano de la paja. A estas alturas, lector de Men’s Health, te estarás preguntando: Dios mío, ¿soy ortoréxico? Pues bien, vamos a comprobarlo. Hemos hablado con Mª José Moreno, psicóloga de la Clínica Alimmenta de Barcelona, quien tiene bien claro cómo diferenciar la ortorexia de la simple y llana buena alimentación. Y todo se podría reducir a una cuestión muy concreta: “Quien cuida su dieta sabe que, si un día se la salta, no pasa nada, mientras que el ortoréxico tendría un sentimiento de culpa tan fuerte que prefiere evitar exponerse a ese tipo de situaciones”. La culpa es clave, pero también lo es la dedicación enfermiza a la alimentación: pasar varias horas al día maquinando la dieta, comprar comida sin cesar, cocinar, mirarse compulsivamente al espejo… En definitiva, hacer de la alimentación y la salud el centro de toda la vida, dejando de lado otras cuestiones igualmente importantes como pueden ser lo afectivo y social. “Los ortoréxicos pueden renunciar a planes muy placenteros, como son encuentros con amigos, excursiones o incluso viajes a otros países por miedo a no poder seguir con su dieta estricta”, explica Moreno.

La ortorexia es un trastorno alimenticio atípico si lo comparamos con otros más conocidos, como son la anorexia o la bulimia. A diferencia de éstas, la ortorexia afecta sobre todo a personas de un nivel sociocultural medio-alto, usualmente dotados de estudios universitarios, aficionados al deporte y con una media de edad que oscila entre los 25-35 años. Además, se encuentra por igual en ambos sexos, mientras que las otras dos afectan sobre todo a chicas adolescentes. ¿Significa esto que ortorexia y anorexia/bulimia son muy diferentes? En realidad, no tanto; según el doctor Antoni Grau, un caso de ortorexia puede desembocar en algo más grave, como anorexia, en determinados estadios. “Las personas afectadas tienen aspectos muy similares: inseguridad, obsesión, necesidad de control y pensamientos intrusivos que acaban colonizando su vida mental”, explica. Además, ambos trastornos tienen en gran parte un origen social: la extrema presión hacia la delgadez, que podría estar mutando hoy en cierta obligación por cuidarse. “Hoy en día es cool comer alimentos exclusivos y caros”, explica Grau, que considera este tipo de dietas muy “limitadas” y que generalmente acaban dejando al individuo por debajo de su peso ideal. Noviembre 2015 | Menshealth.es 95


¿Eres ortoréxico?

¿Pasas tres horas al día o más pensando en tu dieta? ¿Planeas tus comidas con varios días de antelación? ¿Te importa más el valor nutricional de tu comida que lo que disfrutas comiéndola? ¿Ha decrecido la calidad de tu vida diaria conforme ha ido creciendo la de tu dieta? ¿Últimamente te has vuelto muy estricto contigo mismo? ¿Crece tu autoestima cuando comes de forma saludable? ¿Has dejado de tomar alimentos que solías disfrutar para comer los que debes tomar? ¿Es tu dieta un problema a la hora de comer fuera, distanciándote de tu familia y amigos? ¿Te sientes culpable cuando te saltas tu dieta? ¿Te sientes en paz contigo mismo cuando comes bien?

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El negacionista

yo no Para sí mismo, un ortoréxico no tiene un problema

Aunque dedique varias horas al día a gestionar su dieta, otras tantas a comprar en supermercados especiales y alguna que otra a cocinar. Aunque sienta una tremenda ansiedad cuando ve que se va a saltar su dieta. Aunque se esté distanciando de familia y amigos por algo tan banal como su conducta alimentaria. Pese a todo ello, no: el ortoréxico no reconocerá el problema. Lo negará. La psicóloga Mª José Moreno nos habla de una “percepción interesada de la realidad” por parte de muchos ortoréxicos. Igual que una persona anoréxica se ve gorda en el espejo por muy delgada que esté, el ortoréxico ve amenazas a la salud por todas partes, dando por buena cualquier nueva teoría sobre alimentación saludable, por mucho que esté sin contrastar. Así, si un día lee en un blog que el atún contiene altos niveles de mercurio, relacionará este pescado con enfermedades como el cáncer y lo eliminará fulminantemente de su dieta. “Prestan atención a lo que hay en su entorno y lo usan para reafirmarse”, explica Moreno. Gracias a esa percepción interesada resulta más fácil aquello de: “No tengo ningún problema… el problema lo tenéis los demás”.

El autoflagelador

‘mea culpa’ El sentimiento de culpa no es para nada agradable

Estaremos todos de acuerdo en que el sentimiento de culpa no es plato de buen gusto. Pues bien: imagínate sentirlo cada vez que te saltas tu dieta. Piénsalo: ¿en cuántas ocasiones comes algo que no tenías planeado? Aquella bolsa de patatas en el campus, el plato de lentejas en casa de tu suegra, un bocadillo urgente porque te morías de hambre… Nuestro día a día está lleno de imprevistos y el de los ortoréxicos, aunque les pese, también. Es por ello que la culpa está presente en sus vidas casi todo el tiempo. “Si dudan de lo que han comido, pasan todo el día agobiados”, explica Mª José Moreno, que apunta a la culpa como uno de los mayores tormentos de quienes padecen este trastorno. Sentimiento de culpa y castigo: ¿te suena de algo? Exacto, otra vez similitudes con la anorexia y la bulimia, enfermedades que llevan al extremo la obsesión, pero que coinciden con la ortorexia en las emociones que esconden detrás. Es más, el psicólogo del ITA Antoni Grau llega a considerar la ortorexia como la antesala de la anorexia si no se ataja a tiempo.

El marginado

solo Uno de los peores aspectos de la ortorexia es el aislamiento

No cabe ninguna duda de que un comportamiento caracterizado por la necesidad de control permanente es incompatible con la improvisación. Por tanto, el riesgo de salir ahí fuera y dejarse llevar por los amigos o la familia es, para ellos, inasumible. Es lo que le pasó a mi amigo Carlos: su dieta era tan estricta que no podía aventurarse a salir a cenar con nosotros, salvo que eligiera él el restaurante. Siempre había discusiones al respecto, pues ir a un local vegetariano de vez en cuando está bien, pero no podía olvidar que el vegano era él y no nosotros. Al final, su nula capacidad de adaptación, sumada a su mal humor cuando nos veía comer mal y su conversación limitada a temas de dieta acabaron por separarlo del grupo. Entonces, ¿un ortoréxico acaba solo, rodeado de hojas de kale y montañas de tofu? Por supuesto que no. Lo que suele suceder es que se separa de su entorno habitual para acabar juntándose sólo con personas muy vinculadas a temas nutricionales. Y así entra en un círculo vicioso por el cual toda su vida gira en torno a su alimentación.


contraproducente 4

Una de las preguntas clave que me rondaba la cabeza al pensar en la ortorexia era: de acuerdo, quizá sea enfermizo, tal vez sea psicológicamente dañino, pero… ¿qué importa, si realmente hace bien a la salud? ¿Cuál es el problema, si funciona? Pues bien: no, no funciona. Según Juana Mª González Prada, nutricionista y directora técnica de la clínica Alimmenta, una dieta obsesivamente sana también puede acabar siendo peligrosa para la salud. Si, por ejemplo, decides acabar con las grasas en tu dieta, no te quedará otra que eliminar cualquier alimento que contenga grasa. El problema es que esos alimentos también contienen otros nutrientes que sí necesitas para mantener una dieta equilibrada pero que, debido a tus restricciones, acabas por perder. Y esto, claro, lleva a una alimentación pobre, llena de carencias y, en consecuencia, poco saludable. El ejemplo de las grasas se puede extrapolar a muchísimas más: tomar exclusivamente comida ecológica, eliminar todo alimento procesado, no tomar carne porque tiene hormonas, evitar el pescado porque puede contener metales pesados… en definitiva, dejar de comer todo lo que uno no considere sano. Y esa palabra es clave: “considerar”, pues el ortoréxico acostumbra a diferenciar de forma categórica –y muchas veces poco contrastada– entre alimentos buenos y malos. Como dice la doctora Moreno, “ellos ven ciertos alimentos como muy beneficiosos (casi milagrosos) y otros los creen malísimos, pero de una forma exagerada”. De ahí vienen las dietas estrictas a base de unos pocos alimentos, las mismas que han demostrado ser poco equilibradas e incluso peligrosas para la salud.

y ahora qué 5

La ortorexia es un mal cada vez más común pero todavía muy poco diagnosticado. Nadie acude a la consulta de Mª José Moreno o de Antoni Grau quejándose porque tiene ortorexia, pues, como hemos comentado, quienes la padecen difícilmente reconocen que tienen un problema, al contrario: llevan su dieta por bandera. Generalmente, el trastorno lo detecta algún nutricionista o dietista, y es éste quien lo deriva al psicólogo, quien, en realidad, tiene un papel complicado: ¿cómo decirle a alguien orgulloso de algo que ese algo es un problema? Pues haciéndole ver, poco a poco, cómo el control excesivo de su dieta está afectando negativamente a otros aspectos de su vida. ¿Te das cuenta de que ya apenas ves a tus amigos? ¿Sabes todo lo que podrías hacer en el tiempo que dedicas a planear tu dieta? ¿Cuánto hace que no te das un capricho goloso? De este modo se consigue que el paciente vea la realidad más allá de sus delirios obsesivos y, a partir de entonces, se puede abordar el problema que ha originado el trastorno, que suele venir dado por una personalidad excesivamente rígida y controladora o por cuestiones de baja autoestima, aunque también por experiencias personales, como una educación muy estricta o un trauma causado por un problema de salud en el pasado. Venga de donde venga, la ortorexia es ya un fenómeno real, pese a seguir oculto tras una cortina de salud, éxito y modernidad. Por eso debe quedar claro que en esto de cuidarse no todo vale, pues podemos llegar a un punto en que el remedio sea peor que la enfermedad… y que la enfermedad ni siquiera sea real.

¡ten cuidado!

Preocuparse por la dieta está bien, hasta que la fijación por la comida sana empieza a consumir tu vida. No dejes que esto ocurra: sé flexible y acepta excepciones

La vida de un ortoréxico gira en torno a su alimentación, pasando por encima de otros aspectos. Si la comida te está separando de los tuyos, es hora de afrontar el problema.

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