Revista AlFFyLer Nº 4

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AlFFyLer… Picando la sensibilidad

Directorio

Directores generales: Federico y Sergio Garcia Gerardo.

Redacción: Federico

Diseño y edición: Sergio Garcia Gerardo.

Ilustraciones: Lesslie Gabriela Gudiño López, Lu y Belem Torres - Noséquien@collages.blm y Sergio García Gerardo.

Portada: “Parábola” por. Federico. Corrección de estilo: G y Esteban Sánchez

Año: 2024 Julio - Septiembre Número. 4°

Lugar: Facultad de Filosofía y Letras, C.U.

Revista: https://issuu.com/al yler Facebook:https://www.facebook.com/revista

ElalFFyLer/ Instagram: https://www.instagram.com/revistaelal yler/ Mail: elal yler@gmail.com

Con los pedos que conlleva darle continuidad a proyectos autogestivos, hemos aguantado después de cinco años atravesados por una pandemia, que dejó marcas indelebles. Y con muchos esfuerzos traemos ante ustedes la CUARTA EDICIÓN de la revista “AlFFyLer”. Una revista cotorra, honesta y diversa, pensada por y para la comunidad de la Facultad de Filosofía y Letras.

Esta revista fue creada con la intención de ser un espacio artístico y literario, abierto al encuentro de generaciones, carreras y sectores, un lugar para compartir un poco de lo que sentimos, pensamos y hacemos, ya sea en imágenes y/o palabras.

En tiempos como estos no hay mayor certeza que nuestra conciencia re-crea-activa de los espacios que habitamos; virtualmente y físicamente. En este “ahora” tenemos que encontrarnos y reconocernos entre las diferencias.

No podemos negar que todxs encarnamos al capitalismo, pero, asimismo, nosotrxs podemos desarticular sus mecanismos y transformar nuestra realidad diariamente. Ya que no cabe admitir un fracaso anticipado, pues hay mucho por hacer y cada día es una oportunidad para alcanzar los ideales que van más allá de nuestra individualidad.

Tampoco hay que ver sólo para dentro, ya que el afuera también somos nosotrxs, somos Palestina, somos el Congo, somos Haití, somos Sudán.

Preguntémonos cómo se entrelazan esas realidades con la nuestra y reconozcamos la urgencia de reconstruirnos como una comunidad capaz de transformar sus espacios y de proyectar un desarrollo social universitario que corresponda a nuestros tiempos de crisis.

Sin más, agradecemos a todxs lxs colabroadorxs, por tenernos la con anza y formar parte de esta cuarta edición que esperemos sea de su agrado.

I

Rosa Palaciega| Hera21 | pág. 4

II.

Las fuentes de la agonía| Esteban Sanchéz | pág. 5

III

Colisión | Cárdenas | pág. 8

IV

Muerte en papel | Irene Castilla | pág.12

V

Días psicodélicos de la paz y espero amistad real, junto con sufrimiento y momentos eternamente anhelados | Edgar Villagme | pág.13

VI

Murri a, abrigo de lóbregas penumbras | Evlalia Savga | pág.14

VII

Jaguares en Éxtasis | J. Alejo Rómulo | pág.17

VIII

Paseo del río n.° 42 | Ruela Robles Edgar Emiliano | pág. 21 IX

Paraguay | Ángel Sebastián Cruz Maldonado | pág. 22 X

Laberinto en un Supermercado | Julio Levi Yañez Chacón | pág. 24

XI

La plaza de la soledad: documental de Maya Goded: Un vistazo de la prostitución en México | Ámbar Sofía Téllez Guzmán | pág. 29

XII

Un guía Rossi | Briz Machuca Jannette Montserrat | pág.33

XIII

Vagones- | Xenia Heliana Robles López | pág. 35

ROSA PALACIEGA

Adorable y gentil cultor de ores

Por: Hera21

¿qué ocasión te asaltó de tantas dudas? Pues yo tengo incertidumbres agudas y te he manchado de duros reproches.

Tus ojos en lejanos horizontes siendo tú de la ciudad de las rosas. Yo, rosa de los palacios, mentiras tuve a cambio de mi amor, no verdades.

Te con é mis pétalos más preciados, con ellos me ofendes y los destrozas. Esta rosa se te va de las manos.

Quédate ahí, en tu ciudad de las rosas, que, en sus hierbajos vulgares y vanos, estos pétalos no verás jamás.

Fotografía anterior: -Sin título- (2015) De: Elías Martínez Castillo (†)

Las fuentes de la agonía

Recuerdo un sueño que ocurrió hace trece días. Fui a dormir a mi cama mal acomodada, pues había tenido un día lleno de estrés y ansiedad. Un profesor me había desahuciado de toda expectativa académica y estaba esperando a que mi cuerpo diera las últimas señales de vida antes de llevarme en ataúd fuera de la Facultad a donde, según él, yo pertenecía. Ese mismo día, luego de echarme debajo de esas cobijas y sin almohada, entré en un sueño profundo, relajante y reparador.

Mientras dormía, soñaba. Mis sueños eran muy reconfortantes, había una casa, más bien, una mansión. Era blanca y enorme, y fuera de ella había un jardín precioso. De sus techos colgaban plantas verdísimas, orquídeas moradas y blancas con dejos de un olor precioso a perfume de ores y olor a pasto fresco, el cual se expandía por todo el suelo hasta llegar a mis pies descalzos. Más allá, había una fuente, similar a la Fontana di Trevi, muy hermosa y blanca con

estatuas de mármol rosado. El agua que surgía de la fuente era cristalina y transparente, provocaba darle un sorbo y parecía que al tocar esa agua mis labios, quitaría toda la sed que pudiera tener en mi vida. Soñé con un paraíso sin preocupaciones, bellísimo, en el cual estaba yo solo. O eso creí hasta que lo vi. Una silueta masculina emerge de atrás de la fuente. Su cabello era ondulado y castaño, tenía una estatura promedio y su tez era un poco clara. Vestía solamente con una especie de ropaje blanco que lo cubría desde el pecho hasta los pies y hablaba con una voz muy melodiosa.

— Hola, bienvenido— me dijo el chico frente a mí.

Como era de esperarse, quedé cautivado por la belleza de ese individuo, el cual era muy hermoso. Había algo en él que me causaba asombro, pero a la vez, un poco de miedo. En ese momento no sabía describirlo, pero más tarde lo averiguaría.

—Hola —dije de manera seca y tímida.

—Veo que estás recorriendo las fuentes de la agonía. Debes ser un gran fanático de la arquitectura —dijo mientras yo me quedaba mirando su rostro.

—¿De la agonía?

—Sí, aquí los que más han sufrido se reconfortan viendo el hermoso paisaje, reposando en la mansión, oliendo los perfumados jardines y bebiendo de las fuentes de la agonía.

Me quedé asombrado de lo que había dicho y por un momento olvidé que mi cuerpo estaba tendido en mi cuarto, pero seguí hablando con el hermoso chico.

—¿Quién eres tú?

—Yo soy algo muy antiguo, algo que deseas. Después de reconfortarte bebiendo de estas aguas, ven conmigo.

Me quedé atónito ante su atrevida insinuación; sin embargo, era tentadora y después de beber, fui con él. Me condujo hacia la blanca mansión y estuve un rato con él. Pasó mucho tiempo y su compañía me fue su ciente. En los sueños, las horas pasan como si fueran segundos. Me habló y rompió con la ilusión placentera.

—Debes quedarte, quédate junto a mí, viviremos aquí, no tienes porqué regresar allá, no es necesario que sufras ahí, solo yace conmigo, aquí en este lugar, no existe otro.

El lugar, en efecto, era muy lindo; tenía todo lo que quería y anhelaba, estaba con una gran compañía; sin embargo, ¿qué queda después de la felicidad? Esa pregunta me hizo llegar a otras: ¿Es esto la felicidad? ¿Tengo que estar rodeado de placeres corporales? Supongo que sí. Después de todo, no la estaba pasando mal, así que me quedé con él.

Abrazado a él, contemplaba los hermosos jardines, bebía cada vez más de la fuente y comencé a dibujar y pintar las ores con acuarelas de pigmentos naturales. Sobre el lienzo, yo era un artista muy competente y diestro, y el chico me felicitaba una y otra vez.

—¡Bravo, excelente! —me decía mientras esbozaba una sonrisa.

Terminé la pintura y me dirigí a él con voz cansada.

—Durmamos, ya tengo mucho sueño.

—Aquí no se duerme, tienes que pagarme —cuando exclamó eso tuvo un cambio repentino en su tono de voz.

—¿Qué tengo que pagarte?

—Los servicios, el lugar, el diseño de la imaginación, los placeres y el éxtasis. Las aguas de las fuentes de la agonía tienen que ser repuestas, la agonía nutre este lugar, es el precio que tienes que dejar aquí, hay que sufrir como pago.

Entré en pánico y corrí, me alejé de él. Lentamente, las fuentes de la agonía se convirtieron en torres negras con agua negra,los jardines se secaron y las orquídeas se hicieron cardos y ortigas, a la vez que la mansión se volvió una choza de paja, pero ahí estaba él, impertérrito. Conservaba su forma hermosa, pero me veía con ojos violentos. Corrí y me persiguió, me cansé y me atrapó, estuve con él de manera forzada, desagradable y terrible.

—Ahora darás un sacri cio a las fuentes de la agonía. Dame tu sangre, viertela sobre la fuente. Las aguas negras se convertirán en cristalinas, acaba con tu sufrimiento.

Me dio un cuchillo de color obsidiana y me hice un pequeño corte en el brazo del cual salió sangre y la vacié sobre el agua que inmediatamente cambió. Todo el paisaje regresó tal y como lo había visto, era hermoso, pero ya no estaba el chico.

De lejos oí un murmullo.

—Ahora sabes cómo funciona.

La herida en mi brazo estaba completamente abierta, pero no me generaba dolor. De ella ya no escurría más sangre y estaba completamente liberada del dolor. Estaba en un estado de calma. Pero recordaba lo ocurrido, estaba escandalizado y me sentía sucio, quería irme, pero no sabía cómo. Recordé que mi cuerpo yacía en mi cuarto, así que me visualicé ahí e inmediatamente desperté.

—Nadie… Nadie… Nadie… Escapa…

Desperté empapado en sudor y asocié la pesadilla con la ansiedad. Regresé al día siguiente a estudiar. Me fue bien en el semestre. Acabó, pero cada día tenía más comezón en el brazo, una horrible cicatriz se veía en él. Al regresar a mi casa, me acosté y dormí. En mis sueños se dibujó un hermoso rostro que sonreía.

Colisión

Quisiera enterrar mis sentidos, mis regresivos cuestionamientos y el eco de mi recuerdo en un laberinto de encendidas orquídeas, más sólo me iría en paz de haberte regalado mi prenda.

Quisiera lanzarme a navegar en dirección al n del mundo, peligrar intrépido en aguas al revés de mis convicciones (así es como veo besarte una in nidad de veces más).

Quisiera que una estampida de ideas coadyuven al descorrer veleidoso y que apasionen al ujo en camino a la fuente del rejuvenecido sentimiento, para revivir la noche en que te dormiste abrazándome.

Música y memorias, acuchillen deliciosas, silenciosas chillen.

Raspen, raspen, raspen el incalculable quiebre contenido.

¿Habrás escuchado aquella canción que habla sobre abrazarte como a un bebé?, ¿lo habrías aceptado de mí?

Música para mis oídos mientras mi alegría solloza sumergida en la sangre que discurren las memorias.

¿Logrará el alcance abrasador de estas palabras trastocar tus huidizas fragilidades?

¿Les abrirás las puertas de tus misterios, en donde el amor les harías en secreto?

¿Te recordarán lo fuerte que eres cada que creas que esta vida no es para ti?

Por: Gael Cárdenas

¿Calmarán el bramido de tus miedos retorciendo tu interior en silencio?, ¿de qué te ha servido callar?; si te miraras como te miro lo entenderías todo.

Estas palabras se partieron contra el fronterizo entendimiento, intentaron ondear sus alas ya corrompidas, y en el único titilo que hubo por la alegría, asieron mis heridas y sombras; y con su irrepetible aliento, cayeron resignadas a conmemorar que yo sólo era una desgracia humana aprendiendo cómo amar.

Llegaste y te alejé de mí, ahora que te recuerdo me rompo al preguntarme si esto es lo más feliz que seré jamás.

El destino me estampa a risotadas el colmo de los chistes: no es que quiera morir, solo he pasado mucho tiempo aterrorizado por vivir, pero ¿qué carajos tenía que temer estando tú?

Bendición andante, fulgor perenne de hermosísimas peculiaridades que revierten en cabizbajas brevedades, inesperada muestra milagrosa,

Empaca tus luminosidades en gracia y hazlas crecer donde un valiente compita por cosecharlas.

Piérdete en el bosque onírico de tu grandeza y trae al mundo los sueños que ya tienes enfrente.

Dicen que no hay mal que por bien no venga, sin embargo, sigo sin explicarme el caos repercutiendo por el Edén, con la obligatoriedad contrastante en la melodía atronando cual guerra en mi mente, la división recortando por la viveza amarillenta de la arena y el inmedible mar aprehendiendo contiguo.

Quisiera sentir algo, pero me encuentro a mitad del revoltijo desatado. Atestiguo estragos, desconciertos, vicisitudes impacientándose en cada ángulo;

una riña eterna entre el ciclón de la incertidumbre y el hervoroso anhelo. Quede o no vencedor, la paz solo vendrá para cantar cómo mi alma fue consumida.

Contemplo a las edades madurar, a las novedades secuenciar laberínticas elecciones sin iluminar, a imposibilitadas versiones de mí mismo corriendo en una atemporal narrativa; en todos ellos se re eja un instante siempre inmortal: la razón del porqué lloraste.

Solo quisiera sentir algo. Solo quisiera sentirme amado sin nada qué temer.

Solo quisiera que aún pudieras sentir mi amor sin que te duela. ¿Me perdonarás algún día?

Enmudecen las ausencias grotescas de pronto, los aferrados detenimientos persiguen al cambio, se abaratan las cuentas resentidas en aterciopelada aceptación.

Creo que yo nunca me perdonaré, yo me ahogaré hasta el fondo de mi felicidad sin jamás volver a encontrarte, sin jamás poder compartirla contigo.

Nadie dijo que sería fácil y no estoy seguro de mucho, pero ¿debería?, si hay cosa que sé mejor es que confío en el trastoque aplomado de los más hermosos ojos que mi alma ha contemplado: grisácea conmoción ja en tu mirar, impacta audaz, ¿cómo no vacilar… ...ante ojos con tanta destreza?

Tal vez eso mismo constata que hubo magna revelación entretejida al choque de nuestros mundos, escondida tras la telaraña de traumas y atributos, del ferviente pensamiento de tener a alguien, describiendo revoltosa vibración por la monótona espera, como bólido inusitado pero acertado, partiendo el cielo colosal,

surcando las alturas de lo desconocido, manando vestigio de fugaz libertad; algo que perdonó nuestros espacios y tiempos cataclísmicos.

¿Fui quien cuyos sentimientos acentuó?

¿Tu aura todo habrá perjurado?

¿Lo habrás sentido también?, algo que chisporroteó de la acuciosa colisión de nuestras almas, algo que me enseñó que aún soy capaz de luchar contra no saber cómo vivir; no puedo estar más agradecido.

Dios mío ¿has sido tú el que todo este tiempo ha intercedido?

Sigo sin entender el impávido camino delineando un antes para el después, cenizas por el fuego, una razón para un deseo cumplido, melancolía por la nostalgia; en el desenlace se unieron con ansias, pero ahora sé que amor y dolor jamás han sido lo mismo.

Así pues, fulgor de un millar de estrellas, bendición con mirada re ectora de ininteligible convicción, densa nura cortando fervorosa al habla, mi cielo, mi todo; simplemente mi amor amado, arriésgate con el siguiente venturoso que agite tu mundo de reojo, y tú, a su universo, le turbes los pilares como hiciste con el mío.

No te obstruyas a la esperanza, y ten el coraje que yo no tuve.

Permítete sorprender y demoler a tus barreras;

desentraña, estrangula, tuerce, pulveriza o lo que quieras, pero elige ya a tus miedos vencer, que en tu interior yace una caravana de encantos que ofrecer; que mis huesos comienzan a romperse, que no imaginas cuán buenas pueden ser las personas, que las voces siempre se enderezan a parlotear, que alguien mejor ya lleva toda su vida esperándote, que estoy llorando mi propia sangre y mi alma ambiciona abandonarme; que a mí, por ti y para ti, sólo me sobra desear ser mejor a lo lejos.

Dios mío, ¿qué hacer con mi cordura quebradiza tambaleando al lo de la lucidez?

Vete ya, que es mi corazón desvencijado, maltrecho y agrietado el que te quiere tanto, tanto, tanto; un tanto más, todavía más, muchísimo más que nunca, como nunca antes lo había hecho, y lo sabes, ¿cierto?… ¿cierto?

Nuevamente cae la noche y sus susurros a enervarme con cavilaciones del vacío y a rajarme mi exaltación al suspirarles. Nuevamente aquel candor que achicharra sin estar, cual caluroso éxtasis coagulando al renacer de una imagen muy dura, cual inalcanzable sueño implotando en mi máxima interrogante: ¿Nos volveremos a ver?

Efímero fue el tiempo que con júbilo e ilusión tuvimos para compartir… para tanto qué sentir.

Muerte en papel

Me encuentro en el silencio de tu voz aguamarina,

una inmensidad que me as xia hasta perder la conciencia, la conciencia de mi propio cuerpo. La piel empieza a quemarme, a desgarrarse poco a poco en pequeñas partículas de papel cubiertas con tinta que cuentan mi historia, fragmentos que se queman hasta dispersarse en el aire, en forma de ceniza.

El hierro en mi sangre pesa, entume las venas, las hace explotar.

Y me desangro por dentro.

El sabor metálico llena mi boca, dejando una marca de fuego candente en la lengua.

La lengua que habla, se queja y ama.

La lengua que pronuncia su nombre. El esqueleto se ha destruido dentro de mi ser,

soy un minúsculo insecto invertebrado, luz que se refracta en mis ojos de caleidoscopio,

que mira con el olvido de una cámara sin rollo.

Soy la mosca que retumba en el cristal, luchando por romper la ventana, molestando con su zumbido a las criaturas dormidas.

Me he vuelto líquido sostenido únicamente por la tensión super cial, el mosquito en el lo del abismo, la oruga en el capullo de la metamorfosis. Soy el dedo que repasa el borde de la mesa, el lo de la hoja y del cuchillo.

La marca de que estuve aquí, en algún lugar de la espiral del tiempo, de la redondez de mi propio ombligo.

Mi piel es un lienzo blanco, el soporte de mi muerte.

Un lienzo amarillo, un lienzo azul que despide el tóxico olor de las almendras.

Días psicodélicos de paz y espero amistad

real, junto con sufrimiento y momentos eternamente anhelados 2023

Y la vida no es asombrosa para todos. Pues si crees lo contrario, entonces pregúntate; ¿Quién amaría ser una señora llamada Alicia?, con 80 años y sin dinero para su medicamento, mas esa no es la vida que yo estoy viviendo.

¿Quién no desearía viajar durante 7 horas, los 7 días en un autobús nocturno a Saturno?, sin darse cuenta de que, en realidad, has estado acostado en la acera de una ciudad que te mira con indiferencia, e infortunada la gente que vivió ese accidente, pero para mí no es así, que no se perturba mi mente.

E incoherente el que su pasión por crear arte se viera interrumpida por ser pobre, y para no sufrir de hambre ser obligada a trabajar en algo absolutamente opuesto a lo que sí se está dispuesto. Mas aunque ninguna de esas situaciones mía fue ni es, quizá sí lo será, con lo fácil que es que algo salga mal, pues pocos recuerdan a quienes orillaron implícitamente a la deriva social.

Pues ni un pendejo ciego tiene tan podridos los ojos como quien niega esta verdad.

Más un pequeño pastel comeré, engañaré a mi mente y mi visión, junto con mi sistema nervioso, mejoraré. Anestesiado para otar en un mar de mierda.

Por: Edgar Villagme

Pero entre medio, observo que al llegar a casa

mi soledad es la mejor compañía y cuando empiezo a sentirme mal; sufro de cobardía al no haberme querido suicidar, de lo tan normalizado que es vivir en tanta suciedad.

Pero esa es mi biología y no la puedo controlar, al menos no al 100% por eso me he de adaptar o matar, pero esa última opción la descarté cuando pude entender que es una estupidez estar vivo y muerto también.

Hablando de la vida, asombrosa, no es, al menos no para todos, pero pocos quieren entender, que más de un recién nacido en algunos años terminará con su vida, incluso aunque sus estúpidos padres creyeran que sería la excepción del lento sufrimiento, pero sólo fue otro error humano natural, que resalta cuántas imperfecciones y tan complejas tiene la naturaleza.

Igual moriré, no sin antes ver todo el conjunto de maravillas y asquerosidades que denominé: "Días psicodélicos de paz y espero amistad real, junto con sufrimiento y momentos eternamente anhelados 2023"

Murri abrigo de lóbregas penumbras

Con mis primeras molochas incendié al madero desprevenido. Ese azul estaba ardiendo en llamas cuando, de repente, la vi. Era una compa oblonga, pues era alta, muy alta y delgada en extremo. Entre sus ropas de penumbra asomaba una piel pálida, cuasi albina, cuasi diáfana. Aunque lo que más llamó mi atención fueron sus ojos. Despedían luz propia con gran intensidad. Brillaban, incluso, más que el fuego que propagabamos por la ciudad. Y su delineado enmarcaba aún más sus ojos llenos de esperanza. A partir de ese instante decidí acercármele. Mi intención era luchar con ella hombro a hombro. Sin embargo, era muy rápida para mí. Parecía estar en todo: en algunos momentos se detenía a hacer pintas en los muros, en otros corría al frente de la marcha. Pero hiciera lo que hiciese, estaba primordialmente preocupada por proteger a les compas. Procuraba no dejar sole a nadie y, además, nos compactaba al vernos muy disperses. Su proceder era inmejorable. Me parecía evidente que era toda una veterana. Admiré tanto su pasión, destreza, organización y sus ojos, que llegó un momento en que perdí mi cabeza por completo. Estaba alucinado por

nadie y, además, nos compactaba al vernos muy disperses. Su proceder era inmejorable. Me parecía evidente que era toda una veterana. Admiré tanto su pasión, destreza, organización y sus ojos, que llegó un momento en que perdí mi cabeza por completo. Estaba alucinado por esa compa. Tanto que, de repente, un azul me lanzó una granada que detonó antes de impactarme. Con la explosión surgió un humo blanco y muy denso. Cerré mis ojos y contuve la respiración lo más que pude. Cuando abrí los ojos noté que el gas estaba pronto a dispersarse por completo. Me aisló por unos segundos. Fui el único que inhaló un poco de ese humo. Tan pronto recuperé el aliento, corrí hasta alcanzar a les compas. Antes de llegar, la vi otra vez. Nos miramos mutua y jamente. Comencé a sentirme enrarecido. Sus ojos denotaban preocupación y tristeza. Raudo, dejé de pensar en ello, pues la compa me extendió un arete. Era un arete en forma de A, era ligero y macizo. Nunca he visto oro frente a mí, pero el material del arete me hizo pensar en él; supuse que podría ser de oro. Así como la compa me lo dio, se fue y siguió acuerpando a les demás. La marcha continuó y me quedé hasta el nal. Intenté encontrarla, mas no la vi por ninguna parte.

Me desencapuché y fui a La gata negra; pulcata de unes compas. Debido a la temporada, tenían curado de cempasúchil, que, naturalmente, no dudé en probar. Bebía mi segundo tarro cuando lo vi entrar. Era un compa oblongo, pues era alto, muy alto y delgado en extremo.

Portaba un largo vestido negro, con tacones negros que lo hacían ver aún más alto. Me miró y quedé sorprendido cuando distinguí en sus ojos los ojos de la compa. No podía creerlo y, no obstante, era cierto. Aunque en la marcha su silueta pareciera femenina y ahora se viera masculina, eran los ojos de la misma persona. No había error porque, incluso, su cabello era largo de un lado y corto del otro. Del lado rapado, podía notarse un arete en forma de A colgando de su oreja. Y podía alcanzar a ver que, del otro lado, le hacía falta un arete. Entonces decidí acercarme para conversar con… A. largo de un lado y corto del otro. Del lado rapado, podía notarse un arete en forma de A colgando de su oreja. Y podía alcanzar a ver que, del otro lado, le hacía falta un arete. Entonces decidí acercarme para conversar con… A.

Le abordé con el asunto de su arete. Me respondió con una sonrisa que re ejaba tristeza. Me dijo que los regalos no se regresan y que no era necesario devolvérselo. A pesar de ello, aceptó el arete de vuelta. Le invité un pulque de cempasúchil. Tuvimos una extensa charla en donde le confesé mi admiración por su apasionado compañerismo. Por su parte, ella me habló sobre su amor por la acracia. Me dijo que amaba la palabra y que le habría gustado llamarse así, pero su nombre era Murria. Seguimos bebiendo pulque y platicando hasta que empezó a sonar mi canción favorita. Ella me dijo que también era su canción predilecta. Yo le mencioné que era mi tema favorito porque casi nadie sabe a ciencia cierta quién es la intérprete, pero yo sí lo sabía. Me interrumpió diciendo que ella tampoco lo sabía y prefería seguir así, dejando en el anonimato la identidad de la cantante. Respeté su decisión mientras ella les pedía a les compas que repitieran la canción para que la bailásemos. Me encontraba más ebrio que nervioso, por lo que accedí sin chistar. Bailábamos y cantábamos al ritmo de:

Pero el obrero con decisión

Va preparando la revolución

Y a cada infamia gubernamental

Surge un caserío, un hartal.

¡Venga pronto la anarquía!

¡Venga ya la libertad!

Que cuando llegue ese día

Será la vida felicidad.

¡Qué cuando llegue ese día!

¡Será la vida felicidad!

¡Ay, maldita burguesía!

¡Cuántos pesares haces sufrir!

Mientras exista tu raza

Será imposible vivir.

Y antes de que sonaran las últimas tres notas del piano de la canción, ella, mirándome con sus ojos llorosos, me besó. Me besó y de pronto ya no había más nada…

Y antes de que sonaran las últimas tres notas del piano de la canción, yo, mirándolo con mis ojos llorosos, lo besé. Lo besé y de pronto ya no había más nada… para él.

Luego tomé su cuerpo inmóvil y lo senté en una silla de la pulcata. Recargé su cabeza en el respaldo y cerré sus ojos. Me dolió mucho llevármelo. No preví el peligro. Parecía una granada de gas común y corriente. No logré protegerlo. Por eso sigo triste. Por eso conservo mi nombre. Soy Murria y no otra, porque murria siempre estoy. Partidas como la del compa son las que más me hieren. Partidas involuntarias. Pues, por alguna razón, desde tiempos inmemoriales, quienes queremos vivir morimos y quienes quieren morir viven. De algún modo, todes estamos condenades a ser ilotas del ciclo vida-muerte. Por ello admiro tanto a quienes se rebelan y luchan. Por ello me rebelo y lucho. Por ello les cuido y acompaño siempre que me es posible.

Jaguares en Éxtasis

Hemos llegado al punto del encuentro. Es hora de violar las máscaras que nos cubren, apartarlas de su lugar sagrado mientras la oscuridad avanza invitando al exceso y al despojo. animal vestido de noche muestra tu libro de revelaciones eyacula negro en las hojas evoca el sabor de la inconciencia inocencia descubre la cueva de la nada donde mana sangre de tus pechos

da de beber al sediento

Un golpe tras otro, tu codo en mi cara, su espalda en tu pecho. Dolor, sudor, sexo... materia revolcada en su esplendor que es su negritud. Algunos gimen, otros lloran, pero esto es seguro: cada cual de los reunidos en este templo ha decidido caminar en cuatro patas, derramar ingentes cantidades de leche en la boca y ultrajar a la hermana.

en un orgasmo de ores marchitas pisan al ritmo del tiempo muerto

Este instante, desde el primer día de la primera semana, fue destinado para aguardar lo que debe ser guardado. Su único n siempre será siempre completar la dialéctica del Sol.

en un orgasmo de ores marchitas locos de amor en unión animal invocan fantasmas con grilletes

Aquí revivimos las viejas historias: amas un cuerpo, después, todos los cuerpos, después... todo... todo eso que no eres tú y que ya no más.

locos de amor en unión animal

Bailar... sí. Bailar entero el recorrido del jaguar hasta caer y encontrar en su mitad la luz, ahí donde no hay tú ni yo, ahí donde acontece el acontecer.

descubre la cueva de la nada donde mana sangre de tus pechos.

De entre las doncellas que brincan al compás del sin sentido, es la princesa oaxaqueña la que abre sus pétalos, junta sus manos y te da de beber su elixir...

Y surge una grieta en la existencia, una paradoja que regresa al sin n.

liberados por el aullido de lucifer

Psytrance en la puerta del cielo: Motores retorcidos me acorralan:

Imágenes color turbina repetidas en imágenes repetidas. El tiempo juega a destiempo.

Perdido en por el silencio... Nada pasa.

Una nube me eleva y muestra: «¡Mira!»

Ojos in nitos parpadean, esconden sus alas y se vuelven ala, alas de ojos, cúpula mística

coronada por un centro esfera de plata que ilumina de rosa cuando habla con voz de lira.

Soy vulnerable en un abrazo materno.

Soy vulnerable en un abrazo paterno.

Soy vulnerable en un abrazo total.

en un silencio

Entras en la realidad para llegar a lo que la conforma y, en un viraje, a lo que la conforma, aquello que no es la realidad, eso que no se puede nombrar... la nada solo es un pequeño ori cio oscuro, una puerta en el fondo que te advierte.

¡El misterio se reveló! Continuemos danzando e imploremos que la lluvia conduzca toda la mierda hacia la or.

Solo un momento de derroche en el que los espíritus de los árboles me toman de las manos y, en una secuencia in nitamente circular, coronan cada una de las caídas presentes en el camino de la cruz.

Paseo del río n.º 42

Soy cazador de lugares extraviados en el tiempo, dueño de cosas vulgares vagantes pasatiempos.

Leo cuentos olvidados bajo la cotidianidad, personajes enterrados junto con falsa vanidad.

Es más que un rompecabezas lleno de cosas que perdí, pistas pequeñas e inmensas de poemas que nunca leí.

Es una especie de portal lo que yace entre sus letras. Son sentimientos de un mortal y sus ciudades perpetuas.

Lugares que son extraños, lugares más conocidos, separados por los años y en los años son perdidos.

Ya sólo quedan vestigios de alguna época dorada, siempre buscando el fastigio de la que fue musa amada.

Paraguay

El Mariscal de los ejércitos había sufrido cruentas derrotas desde hacía tiempo atrás. Día con día la guerra parecía menos fácil, pues los recursos se limitaban empezando con los hombres disponibles. Las enfermedades, las heridas de combate y la escasez de alimentos para las tropas agudizaban la situación desde que el presidente tuvo que abandonar la capital. De eso ya hacía más de un año. Ya fuera por verdadera voluntad patriótica de su pueblo o por las represivas medidas que el gobierno imponía a sus ciudadanos, la movilización popular masculina aún era llamativa y todo hombre se presentaba a defender su patria. O al menos así se ha romantizado la historia que enaltece al “máximo héroe” y lo exculpa de toda responsabilidad histórica.

El Mariscal de los ejércitos había sufrido cruentas derrotas desde hacía tiempo atrás. Día con día la guerra parecía menos fácil, pues los recursos se limitaban empezando con los hombres disponibles. Las enfermedades, las heridas de combate y la escasez de alimentos para las tropas agudizaban la situación desde que el presidente tuvo que abandonar la capital. De eso ya hacía más de un año. Ya fuera por verdadera voluntad patriótica de su pueblo o por las represivas medidas que el gobierno imponía a sus ciudadanos, la movilización popular masculina aún era llamativa y todo hombre se presentaba a defender su patria. O al menos así se ha romantizado la historia que enaltece al “máximo héroe” y lo exculpa de toda responsabilidad histórica.

Todo había comenzado casi cuatro años atrás. Cuatro países vecinos, en una alianza criticada por periódicos e intelectuales a ambos lados del océano, planeaban invadir la patria del Mariscal, para con ello detener el protagonismo que esta comenzaba a jugar en la región.

Hasta los inversionistas europeos consideraban a esta tierra como interesante y estable para exportar sus negocios a buenos precios. El equilibrio político había sido delicado por al menos diez años, pero una vez que el Mariscal asumió el poder de su país como presidente de la República, heredado de su padre, sus ambiciones militares eran un secreto a voces. Ante un éxito acelerado en las primeras etapas de la guerra, no fue posible para el presidente dar el golpe que signi cara la victoria. Los países enemigos también estaban armados, mejor armados de hecho, y lograron estabilizar el frente e hicieron retroceder a las tropas del Mariscal hacia su propio territorio.

Después de una tregua tras una batalla sangrienta (que el Mariscal no aprovechó para contraatacar y vencer), los enemigos se recuperaron y empezaron a remontar la guerra. Que capturaran la capital del país invadido fue un golpe moral muy grande: barcos con muebles nos, joyas y productos valiosos fueron robados y con scados, mientras el Mariscal se vio obligado a huir hacia el interior. Este comenzó a dudar de la lealtad de sus o ciales, y en crudos juicios militares que distaban mucho de la legalidad, o ciales, sacerdotes y hasta parientes del presidente fueron pasados por las armas. ¿El Mariscal se volvió un tirano sediento de la sangre de su pueblo para ganar la guerra? Así lo juzgaron muchos, y hasta la fecha su gura contrasta, entre el máximo héroe y mártir de su patria, y como el más desafortunado y sanguinario de sus gobernantes.

Mientras escaseaban los hombres soldados, ¿a quién acudir, además de los hijos jóvenes del presidente? A niños soldados. En escenas patéticas, se veían contingentes de cuatro mil niños mal uniformados, mal vestidos y mal disfrazados de adultos, con barbas y bigotes postizos que no fueron capaces de disimular su corta estatura y el mal manejo de las escasas armas. Aún contra el ejército enemigo de veinte mil adultos se les presentó batalla. El resultado fue En términos modernos se habla incluso de un genocidio, de un crimen, usar a infantes a perder una guerra; existen incluso cuadros que, por fortuna, no re ejan visualmente lo que pasó de manera realista, al no estar el pintor presente en las muertes masivas de niños que buscaban rendirse. Mejor así. Razón no falta para que allí sea el 16 de agosto y no el 30 de abril el día de la infancia, alentado desde el nacionalismo, pero que conmueve a cualquiera sin duda.

¿Pero quién es más culpable, el que masacra niños en batalla con tal de vencerles o el que los recluta y manda al matadero con tal de no rendirse? Incluso el mariscal Francisco Solano López tuvo un nal menos infame (pero igual de romántico) meses después al morir con su patria, como dice que él heroicamente habría dicho. *

* Batalla de Acosta Ñu, también llamada Batalla de Campo Grande, o Batalla de los Niños. 16 de agosto de 1869. Actual pueblo de Eusebio Ayala, departamento de Cordillera, Paraguay.

Laberinto en un Supermercado

El supermercado, el único lugar donde los niños podían pasar una parte del día sin permanecer sentados en una aburrida y mullida silla, propiedad de un familiar a quien no le tenían mucho cariño. Por ello Camden y Marianne, dos jóvenes provenientes de una familia de clase media, añoraron mucho el día de ir de compras a un supermercado, pues por extraño que parezca, esto representaba para ellos una válvula de escape hacia un lugar donde no tuvieran que soportar los gritos de sus exaltados padres que peleaban por cualquier tontería. Esto los molestaba demasiado, tanto que ver a sus papás insultarse mutuamente los obligaba a ocultarse debajo de la

papás insultarse mutuamente los obligaba a ocultarse debajo de la cama en el cuarto de Camden, este último le compartía con su hermana un audífono a través del cual los dos escuchaban la música preferida de Camden mientras leían las historietas que ella misma coleccionó durante toda su infancia y guardó en un cajón profundo y olvidado.

Ellos se entretenían y se distraían plácidamente con la música alegre inundando sus oídos y sus ojos deleitándose con las miles de historias que tenían los diversos autores por contar a través de las viñetas, los globos de diálogo y las onomatopeyas. Tanto Marianne como su hermano disfrutaban enormemente los momentos donde leían felices cuando un ambiente de tensión y cólera desmesurada era librado por sus padres. El asunto llegó a tal grado que cada vez que una riña familiar surgía entre ellos, Marianne, de apenas nueve años, corría ansiosamente esperando acompañar a Camden para leer y desconectarse de la realidad esperando encontrar algo de felicidad. Un día el padre, con semblante abatido, envió a los niños al supermercado a que hicieran las compras del día dándoles el dinero necesario. Inmediatamente al salir de la casa, los dos niños se sintieron muy felices de poder salir a un lugar donde no se les privara del derecho a gozar una niñez alegre.

El cielo despejado y parcialmente soleado les transmitieron, un aire de felicidad que los animó a caminar rápido sin descuidar su devenir juntos. Los dos tenían en el rostro dibujada una sonrisa de mejilla a mejilla y unas ganas de correr inigualables, tanto que sintieron el impulso de correr felizmente, como si se tratara de iniciar una carrera, así en el camino, los dos

midieron sus habilidades como buenos competidores y tras una larga pero emocionante carrera entre hermanos, arribaron al tan esperado supermercado.

–Sería simplemente vergonzoso desmayarnos así nada más de entrar, los encargados nos verían y tendrían que llamar a nuestros padres para que vengan a recogernos ¡y ciertamente no queremos eso!– Camden tomó la palabra luego de imaginar la escena que los dos armarían dentro del supermercado, ambos sin recuperarse de su cansancio.

–Además, nos darían una buena regañada exigiendo una explicación a todo este alboroto.–

Comentó Marianne con la garganta casi congelada y el cabello empapado hasta la raíz debido al sudor excesivo. –Ellos harían las compras, pero de muy mal humor. –Los dos miraron a su derecha y se dirigieron hacia un rincón de concreto donde la sombra podía protegerlos del sol y hacerlos entrar en calma para cumplir con una obligación que no debía ser enteramente de ellos.

Una vez atravesaron las puertas de la gran tienda, sus sentidos se avivaron de inmediato. Una llameante ráfaga de colores inundó hasta lo más profundo de su ser dejando una sensación de asombro y serenidad como ellos no habían tenido idea desde la última vez que leyeron el comic de las Crónicas en el Páramo. Por un instante, vislumbraron lo que pareciera ser una trama de plantas silvestres creciendo por las paredes del lugar, acompañado por luces extrañamente llamativas y multicolor viniendo de

las ventanas, el cristal se fue tornando multicolor como si fuesen los vitrales de una iglesia cuando son traspasadas por los rayos de sol. La luz penetrando en los de por sí aburridos pasillos del mercado, le dieron al sitio un aire de encanto y misticismo que solo podría verse en un fragmento de la más arcaica novela de Franz Kafka o sacada de algún poema épico de hace siglos.

No sabían si lo que estaban viendo era verdad o si su imaginación los llevó a crear una versión totalmente diferente de lo que era su entorno, pero una cosa era segura: el solo situarse en un lugar diferente al que podían llegar indicaría que, desde ese día, las cosas ya no iban a ser como antes. Por un momento creyeron momento creyeron que se trataba de un nuevo tipo de decoración utilizada a causa de lo cercana que estaba la navidad, pues, en ningún lado se vería un

fenómeno visual cuyo esplendor dejaría cautivado tanto a niños como a personas de mayor edad.

–¿Qué es esto?– Preguntó Camden con una expresión de estupefacción tan notoria que el borde de su mandíbula inferior se hallaba casi tocando la garganta.

-No lo sé hermano- respondió Marianne volteando a ver hacia todas direcciones como buscando la salida de aquel laberinto de pasillos cicatrizados por lianas y adornados por vitrales resplandecientes. –¿Tú también ves lo que yo?–

–Qué extraño.– Dijo Camden. –Recién entramos y ahora nos encontramos en esto que parece ser una sección del mercado, pero adornada de manera que…– Estuvo a punto de terminar cuando miró de reojo hacia atrás suyo viendo si alguien se encontraba cerca.

–Ya sé, regresemos a la salida a ver si no hemos tomado otro camino que no debimos.– Ordenó Camden, pero al dirigirse a donde creyeron que se encontraba la puerta principal, gran confusión se veía en sus caras al solo ver otro revoltijo de pasillos pequeños, plantas retorcidas creciendo en las paredes y cristaleras iluminando con su luz la no muy espaciosa red de senderos. Decidieron girar a su derecha para ver si la amigable luz de la salida los podía guiar al nal de ese maravilloso pero estrambótico sitio, pero no la hallaron.

–Según yo, la salida debería estar justo ahí.– Señaló Candem con su dedo índice al nuevo sendero.

–No creo que esto sea algún truco o que se trate de una nueva decoración que han puesto por la cercanía de las fechas navideñas.––Yo tampoco, hermano.– Dijo Marianne. –Pero sigamos buscando.–La voz de su hermana menor lo motivó a poner buena cara al mal tiempo y guiarla a donde él creía se hallaba el nal esa extraña red de pintorescos túneles. El tiempo transcurrió y no hubo ningún indicio de amigable luz al nal del sendero, solo más caminos, todos conectados y dirigiéndose a otro punto desconocido, cuya ubicación parecía no llevar a ningún lado. Esto los desconcertó bastante y pensaron en quedarse inmóviles en un punto de los miles de senderos y esperar a que alguien viniese para poder preguntarle a un improbable intransigente si conocía el nal de la cueva con diferentes rutas.

Esperaron sentados por un largo tiempo, pero no escucharon pisadas algunas que los hicieran sonreír y borrar de sus caras toda preocupación. El inquietante silencio que inundaba el entorno no iba a ser su ciente para calmar el creciente miedo en los dos niños.

Desolación, misterio y posible peligro eran lo que ahora el laberinto de vitrales y roca inspiraban.

Tras un largo tiempo merodeando por los interminables pasillos de aquella extraña parada, nalmente el par de jovencitos logró hallar una salida de aquel extenso, confuso, bello y atrapante laberinto; una abertura a la que solo se podía llegar subiendo unas piedras rectangulares escalonadas una encima de otra. Una vez que llegaron al nal de las piedras, vieron algo como una estrecha y corta habitación sin techo, bañada por la blanca luz de un cielo nublado. Algo desorientados, los dos muchachos se preguntaron por la existencia de un lugar tan cautivadoramente extraño, tan falto de sentido y abruptamente provisto de una tranquilizante vista hacia el horizonte cubierto por planicies arboladas y pasto corto.

–Candem, hermano, de nitivamente hemos entrado a un lugar del que nada sabíamos y ahora no sé cómo saldremos, ¿por qué crees tú que esto nos pase?– Preguntó Marianne. Tras mucho tiempo intentando consolar a su hermana, Candem rompió el silencio y llegó a una que no fue la mejor de sus respuestas, pero bastó para calmar a la chiquilla.

–Quizás… …quizás el día de vivir una aventura ha llegado. Tal vez, la existencia de este abrumador sitio no signi que otra cosa que un portal a otra parte del mundo, creo yo, o tal vez a otra época. De lo que sí podemos y debemos estar seguros, Marianne, ¡es que esto marcará la escritura de un nuevo capítulo en nuestras vidas! Por mucho tiempo me has preguntado cómo sería el día a día si de repente nos encontrásemos en lugares que no conociéramos y la oportunidad tuviésemos de recorrerlos solo para sentir algo que en nuestro hogar nunca podremos recibir…. Hablo muy pronto para cosas que aún no pasan, solo digo que el haber llegado a un mercado que nos condujo a un puñado de túneles, que después nos llevó a este rarísimo cuarto; la verdad es toda una peripecia, ¿no lo crees?–

–En verdad que lo creo Candem, todo esto es tan nuevo para mí que… … que no tengo palabras para describir la inesperada belleza de este nuevo paradero.–

La plaza de la soledad: documental de Maya Goded: Un vistazo de la prostitución en México

Actualmente en México, la prostitución es legal si es por voluntad propia, si quien la ejerce es mayor de edad y no hay un tercer bene ciado.

Aproximadamente son alrededor de 70,000 mujeres en la Ciudad de México quienes son “trabajadoras sexuales”, de las cuales más de la mitad son mujeres mayores de cuarenta años que han dedicado toda su vida a ello.

Se sabe que al menos en 49 países del mundo es legal la prostitución y según estudios, se ha revelado que gracias a la crisis económica derivada por la pandemia muchas mujeres han ejercido la prostitución para sobrevivir.

“Plaza de la soledad” es un documental que retrata la realidad de miles de mujeres en México, abrazando la crudeza de lo que es la prostitución y mostrándola tal cual.

Maya Goded fotógrafa y cineasta mexicana, quien basa gran parte de su trabajo en la sexualidad femenina, la violencia de género, la prostitución, las mujeres sanadoras, entre otras, aparte de ser autora de libros de fotografía reconocidos como lo son “Guerrero negro”, “Plaza de la soledad” y “Good girls”, fue la mente detrás de este proyecto que nos lleva de la mano por las calles de La Merced, Ciudad de México y Centro, corazón de uno de los puntos más comunes de la Cciudad en donde se pueden encontrar este tipo de servicio, conocido como la “profesión” más antigua.

A lo largo de su carrera, después de trabajar en varios proyectos de fotografía y montaje fotogra ando a personas trabajadoras de La Merced, decidió poner en marcha este proyecto que captura aquellas voces de las mujeres de La Plaza de la Soledad.

De una manera íintima, la reconocida cineasta mexicana nos muestra una perspectiva que muy rara vez podemos ver en la gran pantalla una cara de la prostitución en México, reconociendo lo difícil, y todo lo que conlleva.

Ilustración anterior: Al fondo de Eros

De: GUs

Uno de los aspectos que hace destacar este largometraje, más allá del hecho de meterse por las calles más marginadas de la Ciudad de México en busca de retratar una realidad que se lleva romantizando en el cine por años (hasta la fecha), es que nuestras protagonistas, quienes nos dejan entrar mediante sus anécdotas a sus vidas, son mujeres que pasan de los cincuenta años, compartiéndonos sus historias a lo largo de su profesión, la cual, todavía ejercen.

Cada testimonio y cada escena de este documental rompen con “la imagen”, con “el papel”, con “el personaje” que la sociedad y el mundo del entretenimiento ha creado de la prostituta.

Cada testimonio y cada escena de este documental rompen con “la imagen”, con “el papel”, con “el personaje” que la sociedad y el mundo del entretenimiento ha creado de la prostituta. Por mucho tiempo, y hasta en la actualidad, se cree que la prostitución es un medio para ganar dinero “fácil”, cuando es un sistema que se aprovecha, oprime, explota, cosi ca y violenta a miles de mujeres en México diariamente.

Cuando hablamos de la imagen de la mujer en el cine, podemos encontrarnos distintos aspectos a analizar, pero si nos centramos en la imagen de la prostituta, hay bastante que decir. Los estereotipos que se relacionan, y la personi cación de la explotación sexual como todo lo que es la complacencia y el deseo más grande del patriarcado puesto en escena como una “representación” de cómo ven, o creen que es la realidad para muchas mujeres, jugando con la explotación. Es impresionantemente denigrante y ofensivo, que, para colmo de los males, lo normaliza y romantiza.

Es una problemática que la pobreza, la violencia, la falta de educación sexual y los estereotipos alimenten la explotación sexual. Es una problemática que las personas crean que la prostitución “resuelve” otros problemas. Es una problemática que se considere la prostitución un trabajo y que sea legal la explotación sexual antes de asumirlo como una consecuencia de la violencia, la misoginia y el machismo en una sociedad que ve a la mujer como un objeto de consumo, porque si no hay clientes, no hay prostitución.

Y todo esto lo podemos ver re ejado en el documental de Maya Goded.

Cada una de las mujeres que se nos presentan a lo largo de la hora y veinticinco minutos que tiene como duración este documental, es el hecho de que cada una de ellas posee una historia completamente distinta, pero con un punto en común, y es que gracias, o a la pobreza o a la violencia de género que han vivido a lo largo de sus vidas llegaron a Lla plaza de la soledad.

Uno de los puntos clave en el documental, es lo interesante del orden de cómo nos presenta y cómo conocemos a las cuatro mujeres que protagonizan en su máximo esplendor este material. Conocemos sus amores, ex amores, sueños, aspiraciones, rutinas, lo que hacen y lo que quieren. No solo nos muestran lo fuerte que es la realidad para las mujeres que ejercen la prostitución y la violencia a la que están expuestas día con día, sino que también comparte todo aquello que les da fuerza. Conocemos la situación sobre lo que hacen, pero también las conocemos a ellas, nos dejan entrar a

todo lo que son. Pues a muchas personas se les olvida que son seres humanos y no objetos.

Estas mujeres nos dejan entrar a sus vidas de una manera totalmente distinta, haciendo que el espectador se quede mudo.

Durante el documental, se exponen los factores que alimentan la explotación sexual de las mujeres y como es la misma violencia que se ejerce contra ellas y el papel de la pobreza. Muchas de las mujeres que ejercen la prostitución en México son mujeres que no conocieron otra opción, mujeres que fueron violentadas desde niñas, que esta fue la única solución para ellas.

Nos sumergimos entre historias de abusos, violencia doméstica, falta de educación sexual, abuso infantil, historias sobre la virginidad y su valor en una sociedad actual en México, sobre la pobreza y la necesidad. Y podemos ver cómo estos son factores que alimentan y orillan a las mujeres en situaciones de vulnerabilidad a la “profesión más antigua”.

“Todavía tengo vida, aquí estoy, y haré otra vida cuando yo encuentre lo mío, buscar un hombre que sea de mi rodada, no joven, joven no, uno de mi rodada, para hacer otra vida, a ver que hay, hay que tentar corazones”.

Este documental es un material que hace conciencia, que rompe con la imagen que tenemos de la prostitución, que nos muestra la realidad de las calles de nuestro país, nos muestra el papel de la pobreza en la prostitución y como la alimenta. Nos muestra mujeres reales en situaciones, tristemente reales, buscando hacer conciencia en el respeto que se les da a las mujeres que se dedican a ello, y de alguna manera indagando en el por qué de eso, mostrándonos al nal lo duro que es la prostitución.

Este largometraje es una ola de emociones, porque es inevitable no encariñarse con las mujeres que nos abren las puertas a una realidad, pero el mismo hecho de entrar por esta puerta es duro y abrumador, dejándonos ver que la prostitución no es una elección, no es solo un trabajo más, es explotación, es violencia.

Un guía Rossi

“Y deben saber de antemano que en este libro no hallarán aventuras terribles, ni persecuciones extraordinarias, ni hallazgos, ni peligros; no hallarán sino el antojo de un andar lento, al paso de un camello balanceándose en la in nita placidez de un desierto rosa.”

Loti, El desierto

Este ensayo no está planeado para empezar de una forma fría e impersonal dando datos biográ cos casi a detalle de quién fue Alejandro Rossi, sino que me sentaré en una cafetería imaginaría a hablar de unos breves ensayos con un viejo amigo, uno que está dispuesto a pasar horas escuchándote por el mero placer de la compañía.

Aunque en este caso Rossi, más a fuerza que de ganas, tendrá que leerme/escucharme desde dónde, aquello en lo que usted crea, lo llamó desde hace 14 años.

Al más puro estilo de Alejandro he escrito una advertencia, para que nadie busque en este ensayo algo emocionante, una profunda re exión o descubrimiento existencial, sólo un trozo de ideas que, para mí, hacen sentido.

Si bien no busco copiar su estructura o escritura, encuentro en él una forma de explotar mi propia voz, además de sentir que, hasta cierto punto, escribimos “sin planes, sin pretensiones cósmicas, con el amor al detalle” .

En Puros Huesos re eja justo lo que para mí signi ca la religión, o los recintos donde se practica: curiosidad. No devoción, no disgusto, no. Curiosidad. Al igual que Rossi, entró a las iglesias para observar los detalles: las inscripciones en las pinturas, los materiales utilizados, las composiciones.

Mi vena fotográ ca busca estos lugares donde se re eja cierta aura de frialdad; santos de los que he escuchado hablar una sola vez en la vida; techos altos que te hacen sentir insigni cante; rostros de sufrimiento, de dolor, no sólo en las pinturas, también en los asistentes; voces con eco, huecas, que suenan a regaño en cada una de las etapas de la vida y

1 Rossi, Alejandro. Advertencia. En Obras Reunidas. Pp. 2

Ilustración de esta página: “Ensoñaciones” realizada por: Lu 1

Fotografía anterior: -Sin título- (2014)

De: Elías Martínez Castillo (†)

y nunca se sienten cercanas o vivas; una pulcritud que recuerda a un hospital y una quietud que es abrumadora. Representa, además, un vínculo histórico: las viejas colonias todavía guardan dentro de ellas algunas enseñanzas españolas, aún después de tanto tiempo nos metemos en estos santuarios llenos de lujo y reverenciamos a un Dios que nunca hubiéramos imaginado. Ni Rossi ni yo desdeñamos las muestras de las personas que dentro disfrutan de algo que yo aún no logro comprender, ni las imágenes que ahí se exhiben, sólo las tenemos presentes, con mucha curiosidad y confusión.

Nunca podemos lograr La página perfecta, no digamos ya un ensayo completo. Alejandro expone muy bien cómo llegamos a sentirnos al escribir de alguien más, como yo en este momento: tenemos miedo de que aquello que escribimos ha sido escrito mejor por alguien

más, que nuestro escrito resulte tedioso, aburrido o cansado, que nuestra reserva cultural no pueda superar la de otros y eso nos cierre el camino al momento de volcar nuestras ideas en una página. El miedo a tener “una prosa enorme para no decir nada” .

Si bien es un miedo infundado, todos lo hemos padecido, pero tal cual lo dice Alejandro, nunca sabemos cuándo podremos estar “escribiendo las páginas que ejempli carán -pálidamente- los rasgos de un escritor futuro. [Ser] el representante de una escuela cuyo mani esto desconozco”. Lo que más me hace sentir cercana a Rossi es, precisamente, como fantasea con un futuro que ahora es una especie de paradoja, una extraña conexión a través del tiempo donde yo con rmo que tal cuál lo ha escrito se ha cumplido. También la incitación, la persuasión, aunque sea de una manera tenue, a escribir; con razón, sin razón, ensayos o relatos, a hacer obras literarias o no literarias o ambas, a ver el caleidoscopio de la escritura y, aunque sea con incertidumbre, crear cosas nuevas, nuevos géneros, a no temer a volcarnos en una hoja en blanco, a leernos a nosotros mismos, a ser autocríticos.

Algo que sin duda Alejandro Rossi, o sus escritos, han dejado en mí es ese deseo de seguir escribiendo, a no temer a construir mi propia voz, a no temer a la frustración de no saber escribir las cosas ya que, eventualmente, estas saldrán.

También he descubierto el placer de vagar por el río de las ideas, no tener una idea concreta, a dejar que las palabras uyan, que se sientan desenfadadas, inintencionadas, libres. He descubierto el placer que puede ser tener una charla en forma de ensayo, un pequeño espacio de cción en la realidad o de realidad en la cción.

2 Ensayo de Alejandro Rossi.

3 Rossi, Alejandro. La página perfecta. En Obras Reunidas. Pp. 20

Iustración de esta página: “Noséquien” por: Belém Torres

VAGONES

Por: Xenia Heliana Robles López

Alumna de Lengua y Literatura Hispánica SUAYED

Aquel día llevaba mucha prisa. Había salido tarde de mi casa y ya me habían hecho la advertencia de que me despedirían de mi trabajo si volvía a tener un retraso. Abordé el tren, sin darme cuenta de mucho de lo que ocurría. Pasaron dos estaciones y me di cuenta de que el vagón estaba casi vacío, lo cual me confundió mucho, ya que parecía que todo había pasado en un abrir y cerrar de ojos, de estar a reventar el lugar, ¡ahora no había nadie!

Traté de quitar ese pensamiento de mi mente; seguramente me había quedado dormida de pie, ya que no había descansado muy bien desde hace semanas. Me senté en una de las sillas y enseguida me quedé medio dormida. Sentí que avanzamos dos estaciones. Y digo que sentí porque llevaba los ojos cerrados pero escuchaba cuando se abrían las puertas del vagón. En la tercera estación abrí los ojos para veri car dónde iba, tal vez había pasado tiempo de más dormida.

Era imposible, seguía en la misma estación ¿Cómo era posible? Yo subí en esa, y se desocupó, me senté, por lo que mínimo debió pasar una estación, pero era como si todo hubiera pasado en el mismo sitio. Busqué a alguien cercano a mí que llevara un celular para ver la hora ya que yo no llevaba el mío (con las prisas lo había olvidado), aunque al parecer todos habían olvidado el suyo, y con esto es que realmente comencé a sentirme incomoda. Jamás había visto que en estos tiempos alguien no estuviera por lo menos escuchando música en dicho aparato. Así fue como comencé a observar a mi alrededor: nadie traía celular, pero para compensarlo todos traían reloj de pulso y, aunque al principio le atribuí la vestimenta tan formal como normal a la zona y horario, ya que era el momento de entrada a las o cinas, ahora me daba cuenta de que la moda que llevaban era anticuada. Todos parecían sacados de una revista de los ochentas.

Cuando los abrí, las cosas volvieron a cambiar y no precisamente hacia la normalidad, sino que ahora ya ni siquiera estaba en el metro. Esto debía de ser una pesadilla. En esos momentos estaba en mi cama, dormida aún, porque de otra forma era imposible que estuviera ocurriendo todo esto; estaba en una calle, estaba segura de que era la que estaba sobre el metro pero las cosas parecían viejas pero nuevas, no como si el tiempo las hubiera alcanzado sino como si solo estuvieran detenidas en el tiempo, como contemplar una pintura o

fotografía de los años veinte: las personas llevaban gorros pegados, faldas debajo de las rodillas y sus ropa estaban demasiado sueltas. No se puede ir al pasado, debía estar alucinando.

Cerré los ojos.

De nuevo estaba en el metro, todo estaba demasiado lleno, tanto que estábamos completamente aplastados. Volvió a sonar la campana. Habíamos avanzado ocho estaciones durante mi delirio. La puerta se abrió pero nadie salió, solo entraron más, dejándome completamente aplastada, casi sin poder respirar. Y cuando volteé a mi derecha, me di cuenta de que la mujer contra la que había quedado pegada era idéntica a mí… Todos los rasgos eran iguales, incluso la forma de maquillarse, lo cual me pareció curioso; incluso la ropa que llevaba puesta era idéntica, tal vez un poco más oscura, aunque podía ser la luz. Qué curioso, ella también lleva un gafete con sus datos.

Jamás me había sentido tan horrorizada. Ella tiene mi nombre… tiene mi ropa… tiene mi cara. Entramos a un túnel y en lo más oscuro, el tren tuvo un apagón y quedamos estacionados y hundidos en la completa oscuridad. Eso no era importante para mí, estaba demasiado asustada, quería alejarme de mi otro yo. De nitivamente estaba dormida o alucinando.

El vagón se encendió, pero ya no estaba en el tren, de nuevo estaba afuera, y lo que vi era demasiado extraño, la ropa parecía sacada de una época lejana como si estuviéramos en la revolución, la gente parecía tensa y demasiado ocupada, pero al mismo tiempo pareciera que no le importaba mucho que yo estuviera ahí, como si no estuvieran viéndome, pero a la vez sabía que si lo hacían porque intentaban no tropezar conmigo… ellos sabían que estaba ahí, pero no les importaba que mi ropa fuera diferente, que mi peinado y maquillaje tuvieran formas fuera de esa moda.

Debía tranquilizarme. Intente respirar. Debía encontrar la lógica ya que no podía despertar, tal vez cuando lo hiciera podría volver a mi realidad, en la que solo tenía que llegar tarde a mi trabajo, y no lidiar con todas aquellas cosas que me estaban pasando.

Eran miles de personas interactuando al mismo tiempo. Pero no todo era lineal en el tiempo, estaba segura que en aquel escenario de la revolución había visto pasar a un hippie, y después a la lejos a un punk, me pareció que… ¿Ese hombre va vestido como en la época de Tenochtitlan? Tengo aún más miedo.

Volteé hacia el lugar donde estaba cuando llegué a aquel México extraño, y ahí en medio de una calle estaba un asiento del metro, solo, como si me esperara. Me senté, tal vez así volvería a casa. Abrí los ojos, pero ahora con pocas personas en el vagón, no pude evitar ir a donde estaba la ventana y observar. El tren estaba detenido y del otro lado no había nada, solo gente esperando que llegara el transporte que iba al lado contrario y, justo en ese momento vi como una jovencita con una bata azul se arrojaba en el momento justo en que entraba la unidad del otro lado. Vi como su pequeño cuerpo salió volando y como la sangre salpicaba las ventanas. Retrocedí a mi asiento y hundí mi cara entre mis dedos mientras lloraba por aquella pobre alma.

Quería bajarme, pero no sabía ni en qué estación estaba y no me atrevía a acercarme de nuevo ni a las ventanas ni a las puertas, tampoco quería quedarme, porque aparecería en lugares extraños. ¡Solo quiero despertar! ¡Solo deseo llegar a mi trabajo!

Alguien tocó mi hombro y me susurro que el viaje terminó. Tenía miedo de levantar la vista y verme en otro lugar que no entendiera, que me diera miedo. El metro se detuvo. Era la última estación según se escuchó en el anuncio: “nadie debe permanecer en los vagones” dijo la voz. Mi bajada se había quedado atrás, así que armándome de valor me enderecé. De nuevo estaba en el vagón al que originalmente me había subido, pero volví a sentir un miedo impresionante.

Me vi tirada en el suelo, un paramédico tomaba mis signos vitales, por lo que me acerqué a mí misma y alcancé a escuchar al hombre: “…debemos llevarla a la morgue… solo Dios sabe que la mató… tal vez un infarto o la aplastaron tanto que se as xió… allá lo dirán…”. Me sacaron del vagón y no alcancé a escuchar si llamarían o no a mi familia, o simplemente quedaría como un anónimo.

Después de unos segundos de quedar paralizada, fui detrás de lo que quedó de mí, pero justo en el momento en que iba a salir del vagón, sentí una mano jalándome con fuerza, era la chica que se había suicidado, después un chico con un aspecto como sacado de Vaselina me jaló hacia uno de los asientos y después muchas manos más que aún no se de quienes eran, porque el tren en ese momento arrancó y nos llevaron a todos al área de los talleres donde dejaron por el resto del día el vagón. “Disfruta el viaje familiar” dijo una niña que se alejó jugando con una pelota por aquel lugar.

Las horas pasaron, la noche llegó, pero el miedo no se fue, aquí se quedó; el frío es eterno y cada tanto tiempo alguien más sube al vagón.

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