Transformando el Dolor de la Guerrra

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Transformando el Dolor de la Guerra en Esperanza, Reconciliación y Aprendizajes de Paz. Parte 2: Vaupés y Valle del Cauca.

Memoria Histórica de Policías y Militares Exsecuestrados, Desaparecidos, Asesinados en Rescates a Sangre y Fuego, Muertos en Cautiverio, y de Las Familias Asfamipaz.

ASFAMIPAZ

Asociación

Colombiana de Familiares de Miembros de La Fuerza Publica Retenidos y Liberados por Grupos Guerrilleros

EQUIPO DE TRABAJO

Coordinadora Marleny Orjuela Manjarrés

Asistentes de Coordinación

Jorge Andrés Salamanca Espitia (Mitú) Luz Amparo Rico (Cali)

Diseño, aplicación y transcripción de entrevistas Ángela Viviana Puentes Rodríguez

Investigación y escritura del documento Ángela Viviana Puentes Rodríguez

Registro audiovisual Juan Camilo Heredia Carvajal

Registro fotográfco

Ivonne Lorena Mancera Juan Camilo Heredia Carvajal Ángela Viviana Puentes Rodríguez

Asociación Colombiana de Familiares de Miembros de la Fuerza Pública Retenidos y Liberados por Grupos Guerrilleros - ASFAMIPAZ 2018 “

(…) Y creo que aquí lo primordial siempre ha sido la exigencia de nosotros al diálogo entre las partes en conficto llámese como se llame, pero tiene que lograrse una paz sostenible y duradera para Colombia.” (Orjuela Manjarrés, 2018)

“Sobre el secuestro aprendí que la guerra es difícil y más aún cuando uno la vive en carne propia, como la viví yo.” (Ochoa Vallejo, 2018)

“Muchísimas gracias por abrirnos todos esos recuerdos, sensaciones y emociones y esperamos que sirvan para que mucha más gente se responsabilice de la necesidad de terminar esta guerra y no seguirla reproduciendo, gracias.” (Jaramillo, 2018) “Pues a mí como víctima me duele que hay mucha gente todavía enemiga de la paz. Porque yo digo el que no quiere que haya paz es porque no recibió ni tan siquiera un toque de lo que fue ese conficto armado. Eso lo sabemos solamente los que vivimos es eso, entonces a mí me duele eso en la sociedad, el que haya gente empeñada en que la paz se acabe y que la paz no sea el camino para salir de esta.”

(Cendales Zúñiga, 2018)

“El secuestro no lo mata a uno pero tampoco lo deja vivir y nos envejecimos de tanto sufrir, esperar, de llorar y de sentirnos solos e impotentes.”(Perdomo Estrada, 2018)

Contenido

Los rostros y las voces que viven esta historia

Toma de El Billar, Caquetá.

Toma de Mirafores, Guaviare.

Toma de Mitú

Toma a la Asamblea del Valle del Cauca (Caso de los 12 diputados del Valle) ¿Por qué emprender una iniciativa de reconstrucción de memoria histórica del conficto desde ASFAMIPAZ? El estado actual de la narrativa del secuestro y de las tomas en la Memoria Histórica del país.

La construcción de paz y el aumento de la visibilidad del secuestro de los miembros de la Fuerza Pública como hecho de memoria histórica Retos y pendientes.

El cubrimiento institucional del secuestro de los miembros de la Fuerza Pública en clave de reconstrucción de memoria histórica para la paz. Un balance inicial. Memoria histórica independiente para la construcción de paz, perdón y reconciliación: una propuesta integradora.

I. El secuestro de la Fuerza Pública en contexto: La historia de los hechos antes del cautiverio.

Caquetá, Guaviare y Vaupés: la Amazonía colombiana entre bonanzas, colonizaciones, resistencias y violencias.

Violencia originaria compartida: el exterminio indígena y el inicio de la economía extractivista en los orígenes del conficto.

Victorias militares y victorias políticas: El afán de mostrar resultados militares. Ataque de El Billar, Caquetá.

La toma de Mirafores, Guaviare: entre la responsabilidad estatal y la economía de la coca.

Mitú: territorio y comunidad en el preludio de la toma.

El Valle del Cauca en medio de un conficto armado que escalaba a grandes velocidades, y para el que el Gobierno no buscaba salidas.

La prolongación del cautiverio y la ausencia de intercambio humanitario.

El secuestro de los Diputados del Valle

El desenlace fatal: paranoia, indolencia y crueldad de las Farc-Ep y el Estado Colombiano; inmovilidad de la sociedad civil.

Sobrevivir al cautiverio en soledad

Los sobrevivientes en el tránsito del dolor hacia la lucha por la construcción de paz. II. Vivir en cautiverio

El recorrido hacia la selva

La amenaza permanente a la vida en las jaulas de secuestro.

Quienes murieron fuera de la selva: Pérdidas familiares durante el cautiverio.

Las relaciones entre guerrilleros y miembros de las fuerzas policiales y militares.

Lazos de hermandad y amistad más allá de la selva: Las relaciones de convivencia entre compañeros de cautiverio.

Formas de afrontar y resistir al cautiverio III. ASFAMIPAZ: familias juntas y en lucha por la paz ante las angustiosas noticias de la guerra.

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La historia de ASFAMIPAZ en Vaupés y el Valle del Cauca.

La lucha libertaria de ASFAMIPAZ durante el secuestro: entre la construcción interna de afectos y redes de apoyo, la interlocución con la guerrilla y la mediación entre los grupos guerrilleros y el Estado.

Los impactos afectivos y familiares del secuestro

Los impactos en la salud física y emocional

Los impactos económicos

Los logros del accionar público y privado de ASFAMIPAZ

Uno de los logros más signifcativos: la entrada a las jaulas de secuestro.

Las mejoras de las condiciones de vida en los campamentos

IV. Los diversos desenlaces del secuestro

Intercambio humanitario y liberaciones unilaterales (2001)

Liberaciones unilaterales (2009, 2011 y 2012)

La desaparición

El caso de Luis Hernando Peña Bonilla

La muerte en cautiverio

El caso de Julián Ernesto Guevara

El asesinato

V. La liberación: el fnal del cautiverio y el comienzo de otras luchas.

El recibimiento institucional: la omisión estatal después del secuestro.

El recibimiento comunitario: entre la alegría, la solidaridad y el descubrimiento de las crudas secuelas del secuestro.

La readaptación de los liberados y de sus redes familiares y sociales de apoyo.

Las precarias respuestas institucionales

VI. El papel de ASFAMIPAZ ante las precarias actuaciones institucionales. Entre 1998 y 2018: 20 años de lucha por la libertad con dignidad y en un país en paz.

Las luchas actuales de ASFAMIPAZ

VII. Aprendizajes de paz: Memoria Histórica como herramienta para la refexión sobre el presente y la construcción de metas para el futuro.

1. Memoria histórica para la paz: De la ausencia y la falta de presencia estatal a la responsabilidad o la omisión institucional y del Estado como causa y catalizador del conficto armado colombiano.

2. Hacia la construcción de una ciudadanía informada y activa, comprometida con su papel en la construcción de paz.

3. Rediseños y replanteamientos de las instituciones, especialmente las policiales y militares, para la construcción de paz y la no reproducción de discursos ni actos que promuevan la guerra.

4. La sociedad colombiana aún tiene la necesidad de construir una concepción y una práctica de paz, que responda a las demandas históricas de los pueblos indígenas y los pobladores ancestrales de los territorios.

5. Pensar la paz con inclusión y perspectiva intergeneracional.

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LOS ROSTROS Y LAS VOCES QUE VIVEN Y CUENTAN ESTA HISTORIA

Toma de El Billar, Caquetá.

Orlando Jaramillo Gutiérrez

Duró tres años y tres meses en cautiverio.

Orlando Ochoa Vallejo

Duró tres años y cuatro meses en cautiverio.

Toma de Mirafores, Guaviare.

Pablo Alberto Romero Rico

Duró tres años en cautiverio.

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Jean Paul Saldarriaga Rico

Hermano de Pablo Alberto Romero Rico (ex secuestrado).

Luz Amparo Rico

Madre de Pablo Alberto Romero Rico (ex secuestrado).

Ana María Aristizábal

Madre de Darío Aponte Aristizábal (Secuestrado tras la toma de Mirafores).

Natividad Hernández Díaz

Madre de Leider Alfredo Hernández (ex secuestrado).

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Memoria Histórica de Policías y Militares Exsecuestrados, Desaparecidos, Asesinados en Rescates a Sangre y Fuego, Muertos en Cautiverio, y de Las Familias Asfamipaz.

Juan Carlos Jaramillo

Duró tres años en cautiverio.

Marleny Orjuela Manjarrés

Prima de Alexander Zambrano Manjarrés, secuestrado en la toma de Mirafores. (Guaviare).

Toma de Mitú, Vaupés.

Luz Janeth Buitrago

Docente. Esposa de Jairo Emilio Flórez, quien fue secuestrado en la toma de Mitú y duró dos años y ocho meses en cautiverio.

Jairo Emilio Flórez Castro

Duró dos años y ocho meses en cautiverio.

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Miembros de las comunidades indígenas del Vaupés (pueblo Cubeo) y habitantes de Mitú. Sobrevivientes a la toma de 1998.

Payé (sabedor indígena) del pueblo Cubeo y servidor público en Mitú. Sobreviviente a la toma de 1998.

Miembro de las comunidades indígenas del Vaupés (Pueblo Bará), habitante de Mitú, miembro activo de la Mesa Municipal de Víctimas y secuestrado tras la toma de Mitú, la cual ocurrió mientras se desempeñaba como auxiliar bachiller. Duró dos años y ocho meses en cautiverio.

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Memoria Histórica de Policías y Militares Exsecuestrados, Desaparecidos, Asesinados en Rescates a Sangre y Fuego, Muertos en Cautiverio, y de Las Familias Asfamipaz. Mianiki Hipoeteino Makuana (Luis Enrique Llanos)

Habitante de Mitú y nacido allí mismo. Secuestrado tras la toma de Mitú, la cual ocurrió mientras se desempeñaba como auxiliar bachiller. Duró dos años y ocho meses en cautiverio.

Gladys Rojas Triana

Abogada y habitante de Mitú desde 1997. Sobreviviente a la toma de 1998.

Ingeniero, habitante de Mitú. Secuestrado tras la toma de Mitú, la cual ocurrió mientras se desempeñaba como auxiliar bachiller. Duró dos años y ocho meses en cautiverio.

Miembro de las comunidades indígenas del Vaupés (Pueblo Makuna). Docente en la comunidad indígena Ceima Cachivera. Sobreviviente a la toma de Mitú.

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Samuel Valencia

Julio Alberto Quevedo

Habitante de Mitú nacido en Carurú, Vaupés. Sobreviviente a la toma de 1998.

Luis Felipe Acosta

Sacerdote misionero en la parroquia de la Inmaculada de Mitú.

Luis Rodríguez

Miembro de las comunidades indígenas del Vaupés (Pueblo Cubeo) y habitante de Mitú. Secuestrado tras la toma de 1998 mientras se desempeñaba como auxiliar bachiller. Duró dos años y ocho meses en cautiverio.

Mabel Zamudio

Habitante de Mitú y servidora pública. Sobreviviente a la toma de 1998.

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Memoria Histórica de Policías y Militares Exsecuestrados, Desaparecidos, Asesinados en Rescates a Sangre y Fuego, Muertos en Cautiverio, y de Las Familias Asfamipaz.

Toma a la Asamblea del Valle del Cauca (Caso de los 12 diputados del Valle)

Luz Marina Cendales Zúñiga

Ama de casa y autora del libro “Un sueño para morir”. Hermana de Carlos Alberto Cendales Zúñiga, subintendente de la Policía asesinado el 11 de abril de 2002, durante la operación de secuestro de los 12 diputados de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca.

Sigifredo López Tobón

Abogado, Defensor de DDHH. Exdiputado, exsecuestrado y víctima de montaje judicial por parte del Estado Colombiano.

Comunicadora, Defensora de DDHH. Viuda de Juan Carlos Narváez, uno de los 11 diputados del Valle del Cauca asesinados en cautiverio.

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Es posible afrmar que la gran mayoría de personas colombianas, especialmente las generaciones nacidas con anterioridad a la primera década del siglo XXI, saben del secuestro como manifestación de la guerra y el conficto armado en el país. La memoria de las y los colombianos guarda un sinnúmero de imágenes del cautiverio emitidas a diferentes horas a través de los noticieros nacio nales, o difundidas en los principales diarios del país; los recuerdos sobre la atrocidad del secuestro también se componen de memorias auditivas que evocan los días en los que la radio nacional nos despertaba a todos con las voces de los familiares de quienes permanecían privados de su libertad en las selvas de Colombia, o con los mensajes que las y los secuestrados enviaban como pruebas de supervivencia.

Paradójicamente y de manera contradictoria, la visibilidad del secuestro en el país se ha acompaña do de una superfcialidad generalizada sobre el mismo; superfcialidad que ha afectado y sigue afec tando negativamente a quienes vivieron de manera más directa la privación de su libertad, la pausa forzada de su vida por largos periodos de tiempo y el dolor que se ha extendido hasta la actualidad. Dicha superfcialidad también nos ha limitado como individuos, instituciones y sociedad civil, puesto que nos ha impedido comprender las reales dimensiones del secuestro, al tiempo que nos ha alejado de la posibilidad de desarrollar relaciones basadas en la empatía, el compromiso y el reconocimiento de nuestra humanidad e historia de dolor compartida para la superación del conficto armado y la guerra en Colombia.

La Asociación Colombiana de Familiares de Miembros de la Fuerza Pública Retenidos y Liberados por Grupos Guerrilleros- ASFAMIPAZ, considera que es necesario construir nuevas versiones de lo que signifcó el secuestro como hecho de guerra para el país; versiones mucho más críticas, integradoras y que posibiliten espacios de encuentro común entre los diferentes actores implicados en la construcción de paz para Colombia.

Este primer apartado, busca explorar las formas en las que el secuestro ha sido narrado y difundido por distintos actores, así como las maneras en que dichos discursos han sido apropiados y replicados o reproducidos por buena parte de la sociedad colombiana. A partir de ello, se busca propiciar una refexión acerca de las necesidades y retos para la construcción y reconstrucción de la memoria histórica del conficto en clave de construcción de paz y de contribución a la superación de las condiciones de polarización, odio y exclusión, las cuales no sólo han prolongado el uso de la violencia armada, sino que han truncado la posibilidad de que las víctimas puedan vivir experiencias de reparación integral, sanación, elaboración del duelo y reconstrucción de su vida en un entorno esperanzador, en el que la no repetición y la verdad, sean los elementos estructurantes para restablecer el tejido individual, comunitario, emocional, productivo y social que ha sido impactado por la guerra.

Así mismo se busca evidenciar que, pese al aumento de la producción documental y escrita sobre el secuestro de los miembros de la Fuerza Pública por parte de las instituciones estatales, éstas conti núan reproduciendo narrativas excluyentes o parcializadas, además de omitir elementos cruciales que impulsen la comprensión del secuestro como producto de las condiciones estructurales de desigual dad y antidemocracia.

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Memoria Histórica de Policías y Militares Exsecuestrados, Desaparecidos, Asesinados en Rescates a Sangre y Fuego, Muertos en Cautiverio, y de Las Familias Asfamipaz.
¿POR QUÉ EMPRENDER UNA INICIATIVA DE RECONSTRUCCIÓN DE MEMORIA HISTÓRICA DEL CONFLICTO DESDE ASFAMIPAZ?
EL ESTADO ACTUAL DE LA NARRATIVA DEL SECUESTRO Y DE LAS TOMAS EN LA MEMORIA HISTÓRICA DEL PAÍS.

Retos y pendientes.

Como ya se ha sugerido y como se demostrará a lo largo de las páginas siguientes, el secuestro como hecho histórico icónico de la violencia en Colombia es un fenómeno complejo cuyos orígenes, causas y consecuencias abarcan un amplísimo espectro de factores históricos, políticos, económicos y culturales, además de atravesar y marcar las diferentes esferas de la vida individual, familiar, comu nitaria y social. Las secuelas e impactos del secuestro se han extendido hasta hoy, evidenciando así fallos estructurales y sociales en términos de la reparación a las víctimas y grandes debilidades en cuanto se refere a la capacidad de superar los confictos.

Aunque es apresurado sacar una conclusión única sobre el comportamiento del conjunto de los medios de comunicación en relación con el sostenimiento de la guerra y la construcción de paz, es necesario decir que la manera dominante en que el secuestro fue cubierto y representado en los medios, no logró captar las complejidades del mismo, y tampoco logró posicionar una visión que comprometiera a la sociedad colombiana en la lucha por la salida democrática al conficto armado, o propiciara el surgimiento de solidaridad y empatía real para con las víctimas de la privación de la libertad o sus familias. Como se podrá observar en los futuros apartados, las propias víctimas del secuestro han resultado seriamente afectadas por las visiones sesgadas y unilaterales del conficto que se fueron posicionando poco a poco en la opinión pública1, motivadas por la ausencia de un cubri miento equilibrado, riguroso y ecuánime del conficto armado en general y al secuestro de miembros de la Fuerza pública en particular.

Desde que el país volvió a hablar de la posibilidad de avanzar hacia la superación del conficto armado por medio de la realización de diálogos y acuerdos de paz,2 se ha abierto un espacio para la reconstrucción de los hechos violentos del conficto desde una perspectiva refexiva, que ofrece la oportunidad de obtener aprendizajes de paz a partir de la retrospección y la investigación histórica. Otro de los objetivos de la Memoria Histórica es rescatar, visibilizar y honrar las memorias de las víctimas del conficto, poniendo de presente los altos costos e impactos de la guerra en la vida social, económica, individual y comunitaria.

Poco a poco y no sin demora, el secuestro de los miembros de la Fuerza Pública ha empezado a dejar de ser un fenómeno anclado a las ideas e imaginarios difundidos por los bloques de poder y los medios de comunicación, para convertirse en un hecho que es objeto de refexión social e in vestigación histórica, del que es posible sacar lecciones y aprendizajes en materia de no repetición, reparación y construcción de paz.

Desde el auge de la memoria histórica como estrategia para aportar a la construcción de paz (De creto 4803/11, 2011; Ley 1448/11, 2011), se ha observado el aumento de la producción bibliográfca sobre el secuestro más allá de los medios de comunicación. Los últimos tres años (2016, 2017 y 2018), han sido sustancialmente signifcativos a este respecto.

Actualmente, hay 5 obras principales o de referencia sobre el secuestro en perspectiva de memoria histórica. A continuación se citarán y se señalarán sus principales vacíos, retos y pendientes

1 Las afectaciones se produjeron en diferentes momentos del secuestro: desde el momento mismo de la captura y la difusión de la noticia, pasando por difíciles momentos de la permanencia en la selva en los que se puso en riesgo la vida de los secuestrados, hasta llegar a la vuelta a la libertad y la reconstrucción del proyecto de vida. En las próximas secciones del documento se explicará más detalladamente en qué consisten esas afectaciones y su relación con los imaginarios posicionados y difundidos por la mayoría de medios de comunica ción del país.

2 Se hace referencia a los ya concluidos Diálogos de Paz de La Habana y a los intentos de instalar mesas de negociación con otras agrupa ciones guerrilleras como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación.

Transformando el Dolor de la Guerra en Esperanza, Reconciliación y Aprendizajes de Paz. Parte 2: Vaupés y Valle del Cauca
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La construcción de paz y el aumento de la visibilidad del secuestro de los miembros de la Fuerza Pública como hecho de memoria histórica.

desde la perspectiva de ASFAMIPAZ, para luego pasar a esbozar la propuesta que ha permitido el surgimiento del presente documento.

El cubrimiento institucional del secuestro de los miembros de la Fuerza Pública en clave de reconstrucción de memoria histórica para la paz. Un balance inicial.

Obras de referencia para comprender el secuestro de los miembros de la Fuerza Pública en perspectiva de memoria histórica y construcción de paz:

No. Año

Título

1. 2013 Una sociedad secuestrada

2. 2013 Una verdad secuestrada. Cuarenta años de estadístcas de secuestro, 1970-2010.

3. 2016 Tomas y ataques guerrilleros, 1965-2013.

4. 2017 Mitú, las Cenizas de la Memoria. Construcción de Memoria Histórica de la Fuerza Pública. Serie “Cuadernillos para la elaboración de Memoria Histórica Militar”.

5. 2018 Recuerdos de selva ¿Es posible superar las marcas del secuestro? (Cartlla y video)

Autor

Centro Nacional de Memoria Histórica

Centro Nacional de Memoria Histórica

Centro Nacional de Memoria Histórica

Escuela Superior de Guerra - Centro de Investgación sobre el Conficto y la Memoria Histórica Militar (CICMHM).

Centro Nacional de Memoria Histórica

Los dos primeros: “Una sociedad secuestrada” y “Una verdad secuestrada” se comple mentan y buscan hacer un recorrido transversal por el secuestro como fenómeno que impactó a diversos sectores de la sociedad colombiana, resultando afectados empleados de los servicios sociales y de salud, miembros de organizaciones políticas, trabajadores de los medios de comuni cación, transportadores, empleados del sector servicios, comerciantes, productores agropecuarios, empleados de la administración pública y personal del sector defensa (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013).

Si bien los dos informes, especialmente el cuantitativo, reconocen que fueron los miembros de la Fuerza Pública quienes más padecieron el fagelo del secuestro, no contiene elementos que permitan evidenciar las responsabilidades de los múltiples actores involucrados en los orígenes y la excesiva prolongación del secuestro, especialmente del Estado Colombiano y las instituciones policiales, además de la evidente responsabilidad que tienen los grupos guerrilleros como autores materiales e intelectuales del secuestro.

Adicionalmente, su “aproximación territorial a la dinámica del secuestro” permite identifcar los departamentos y municipios más afectados por el secuestro en términos cuantitativos y porcen tuales, pero carece de una visión que abarque las dinámicas territoriales, sociales y políticas que condujeron a que el desenlace de las tomas, ataques o incursiones guerrilleras fuera el secuestro.

Como logro del documento, se destacan dos elementos: 1) el reconocimiento de que las víctimas del secuestro no son solamente a quienes se les priva de la libertad, sino que su círculo más cercano de parientes y familiares, también resulta siendo víctima. 2) el aporte crítico del último apartado “V. Fallos y Fallas del Estado”, que aunque con un enfoque militarista y basado en la confrontación y no en la prevención del secuestro o la negociación de los confictos, señala las insufciencias en materia de política pública y accionar institucional del Estado Colombiano para evitar lo que en aquel momento fuera un temor generalizado en la sociedad colombiana, o para procurarle desenlaces rápidos y seguros a las numerosas situaciones de privación de la libertad que estaban ocurriendo.

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Memoria Histórica de Policías y Militares Exsecuestrados, Desaparecidos, Asesinados en Rescates a Sangre y Fuego, Muertos en Cautiverio, y de Las Familias Asfamipaz.

El segundo material, “Tomas y ataques guerrilleros, 1965-2013”, abarca un universo muy am plio de acontecimientos, dentro del cual se desdibujan las tomas que desembocan en el secuestro de los miembros de la Fuerza Pública. Aunque el trabajo aporta una perspectiva sustancial que busca alejarse de los imaginarios e ideas difundidas por los medios de comunicación, preocupan, al menos, dos elementos:

1. La falta de alusión a la omisión del Estado colombiano en las tomas y ataques guerrilleras de Patascoy, El Billar, Mirafores, Mitú, Puerto Rico, Curillo y la toma de la Asamblea departamental en el Valle del Cauca. Casos en los que todos los testimonios recopilados por ASFAMIPAZ re saltan la multiplicidad de veces en que le notifcaron al Estado sobre la inminencia de las tomas guerrilleras, y coinciden en señalar que el Estado no dispuso de sus medios para evitar por ningún medio los ataques, incursiones o tomas. La justicia colombiana ha coincidido en señalar la responsabilidad del Estado Colombiano por su omisión en varias tomas guerrilleras. Véase (Acción de reparación directa - Soldado regular y conscripto. Preservación de derechos constitucionales. Servicio militar obligatorio - Preservación de derechos constitucionales, 2014; Consejo de Estado, 2015; Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, 2015; Sentencia No. 047 de segunda instancia de reparación directa, 2016).

2. Al referirse a la toma de Mitú, el informe cita como un logro “la contención militar” oportuna que, según ellos, habría realizado el Ejército Nacional por medio de aeronaves (Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), 2016, pág. 104). Sin embargo, todos los testimonios de las vícti mas civiles, habitantes de Mitú y miembros de la Fuerza Pública entrevistados por ASFAMIPAZ coinciden en señalar que la respuesta militar fue absolutamente insufciente, dado que, por un lado, tuvieron que esperar tres días a que se lograra retomar el control de la zona y, por el otro, la actuación de la contención aérea tuvo errores graves, llegando a poner en riesgo la vida de los entonces secuestrados y de las personas que por entonces habitaban la capital del Vaupés3 Incluso varios artículos periodísticos de la época señalan que varias misiones humanitarias e incluso vuelos comerciales lograron aprovechar la pista de aterrizaje, contradiciendo la versión ofcial del ejército. Véase “Fue imposible contar tantos muertos” e “Incierta situación en Mitú” (El Tiempo, 1998).

En cuanto a “Mitú, las Cenizas de la Memoria. Construcción de Memoria Histórica de la Fuerza Pública”, se repite la narración unilateral del conficto y los hechos de la toma, pues no hay una perspectiva refexiva que busque reconocer la omisión estatal frente a las reiteradas comunicaciones que le fueron enviadas tanto al nivel central de la Policía Nacional como al Gobierno Nacional, por el contrario, el texto está caracterizado por un ensalzamiento acrítico de las actuaciones institucionales. Otra de las debilidades del documento es que pasa por alto la particularidad territorial y cultural de Mitú, en tanto ésta es una ciudad indígena cuya población es 95% indígena inserta en el departamento del Vaupés, en la Amazonía Colombiana; además de que obvia el componente étnico diferencial, tampoco reconoce los fallos estatales y sociales que hacen de la Amazonía y del Vaupés, uno de los territorios nacionales con mayores problemáticas estructurales irresueltas a lo largo de la historia.

Aunque el documento busca entender la toma de Mitú como la continuidad de la confrontación armada en alza desde la década de los 80(Escuela Superior de Guerra - Centro de Investigación sobre el Conficto y la Memoria Histórica Militar (CICMHM), 2017), omite elementos de responsabilidad estatal y militar en la prolongación de dicha confrontación, por ejemplo, el incumplimiento a

3 Ver el apartado del presente documento titulado “Sangre en la toma, sangre en la retoma”.

Transformando el Dolor de la Guerra en Esperanza, Reconciliación y Aprendizajes de Paz. Parte 2: Vaupés y Valle del Cauca
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los acuerdos de paz a mediados de los años 80; el abandono de ciertas zonas del país en lo que res pecta a los derechos económicos, sociales y culturales, o la falta de poner más empeño a las salidas pacífcas y negociadas. En general, se caracteriza por una lectura militarista del conficto que ignora elementos sociales, económicos, institucionales y de exclusión política que han estado en la base de la existencia y la prolongación del mismo.

Adicionalmente, este documento hace eco de la versión de la destrucción de la pista de aterrizaje que, como ya se ha dicho, es muy cuestionable tanto en términos de la veracidad de la Institucio nalidad Estatal, como de la transparencia de los medios de comunicación y su responsabilidad en el conficto armado colombiano.

Es importante destacar que este es uno de los primeros documentos que recoge y difunde apartados originales de los testimonios directos de los policías y militares ex secuestrados, lo que constituye un avance, sin embargo, también es preciso mencionar que solamente se basa en declaraciones de personas con algún grado de reconocimiento dentro de la institución (genera les, intendentes y subintendentes). Aunque todas las experiencias de victimización merecen ser escuchadas y representadas, se deja de lado la experiencia de los policías con menores rangos e incluso de los auxiliares bachilleres que, siendo menores de edad fueron secuestrados por las FARC y mvvvpermanecieron en cautiverio por más de dos años debido a la falta de gestión y de voluntad de negociación por parte del Estado colombiano.

“Recuerdos de selva ¿Es posible superar las marcas del secuestro?”, es el material más recien te acerca del secuestro de los miembros de la Fuerza Pública. Es el primero de los materiales que reconoce explícitamente las afectaciones del secuestro en miembros de la Fuerza Pública.

Reconoce que la mayoría de los ex secuestrados de la Fuerza Pública ha caído en el olvido ins titucional y social, e insinúa que después de haber sido liberados han tenido que trabajar solos y sin apoyo de ninguna índole para superar las secuelas del secuestro, que todavía se hacen presentes en sus vidas. Es uno de los pocos materiales que relaciona las tomas, ataques o incursiones guerrilleras con el tiempo en cautiverio y también cita, aunque brevemente, las reivindicaciones de acuerdo humanitario que abanderaron los familiares en la lucha por la libertad de sus seres queridos.

Insinúa que hubo habilidades de resistencia, creatividad y actividad que tuvieron que llevar a la práctica los ex secuestrados para poder sobrellevar el cautiverio y sus vicisitudes, sobre todo la difícil relación con una realidad externa en la que ocurren cambios drásticos y signifcativos, de los que sólo es posible enterarse por azar y a través de la radio o las escazas revistas.

Pese a su perspectiva humanizadora y sensibilizadora, carece de elementos que cuestionen el sentido común y las ideas dominantes y generalizadas sobre el secuestro: no problematiza las con diciones institucionales, políticas o territoriales en las que tuvo lugar el secuestro de los policías, auxiliares y militares. Tampoco hace referencia a las acciones pendientes de reparación que aquejan a la mayoría de miembros de la Fuerza Pública y a sus familias. En la medida en que no problematiza las condiciones institucionales ni territoriales, tampoco extrae lecciones que permitan proyectar po sibilidades de no repetición y de superación de los confictos.

Memoria histórica independiente para la construcción de paz, perdón y reconciliación: una propuesta integradora.

Desde 2017, ASFAMIPAZ ha emprendido la tarea de reconstruir la memoria histórica de su proce so organizativo como aporte a la paz del país. Se trata de rearmar y recomponer el relato de cientos de familias ubicadas a lo largo y ancho del país, que se han visto en la necesidad de continuar trabajando juntas años y décadas después de las liberaciones, ante las crudas secuelas y cicatrices del secuestro y la falta de opciones de reparación material y simbólica dignas.

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Memoria Histórica de Policías y Militares Exsecuestrados, Desaparecidos, Asesinados en Rescates a Sangre y Fuego, Muertos en Cautiverio, y de Las Familias Asfamipaz.

Así, la propuesta de reconstrucción de memoria histórica de ASFAMIPAZ comprende 20 años de lucha cotidiana por la libertad con dignidad. Sin subvalorar ni menospreciar el aporte de los trabajos de memoria histórica ya citados, la larga experiencia de la organización ha posibilitado comprender que el secuestro no puede entenderse como un fenómeno aislado de las condiciones estructurales del país y de los desencadenantes de las manifestaciones violentas del conficto. Así mismo, busca ser memoria del pasado que se proyecta hacia el presente de lucha por la paz, por la reparación integral y por la no repetición. Igualmente, y en la medida en que entiende que los impactos del secuestro se extienden más allá de la selva y de los directos secuestrados, se plantea alternativas de futuro para enmendar los impactos que el secuestro y la guerra ha dejado en las nuevas generaciones.

Lejos de cualquier interés institucional o partidista, invita a todos los colombianos y colombianas a dejar de lado los odios, divisiones y polarizaciones, para comprender que las responsabilidades de la guerra y el conficto violento son compartidas, que todos los actores armados han hecho daño y causado dolor, y por ende, todos deben replantearse y comprometerse con la paz. Pone de presente que los principales afectados con la continuidad de la confrontación violenta son los sectores menos favorecidos y las víctimas, por lo cual es necesario transitar cuanto antes a la justicia, la reparación, el perdón y la reconciliación.

La presente propuesta de reconstrucción de memoria histórica incluye:

- Testimonios de personas de la sociedad civil sobrevivientes a los ataques y tomas guerrilleras, junto a las historias de vida y resistencia de los ex secuestrados y sus familiares. Esta multi plicidad de actores, da lugar al diálogo de múltiples puntos de vista, que logran hacer ver las diferentes caras de los hechos violentos y del cautiverio.

La confuencia de testimonios de exsecuestrados que han ocupado diferentes rangos y posi ciones al interior de las instituciones policial y militar. La confuencia de las diferentes posturas al interior de las instituciones, equilibra la visibilidad y el reconocimiento de las múltiples experiencias y trayectorias de vida antes, durante y después del secuestro.

Una perspectiva comparada entre la situación anterior al secuestro y los impactos posteriores que permite identifcar los principales impactos y secuelas de la guerra en los planos personalemocional, familiar, económico, territorial, étnico-cultural, de salud, etc.

Un balance de las instituciones y los actores relacionados con el secuestro y la construcción de paz a partir de la experiencia de vida de las personas directamente implicadas (familiares, exsecuestrados, personas de la sociedad civil, etc.), lo que abre un panorama más allá de las versiones mediáticas u ofciales acerca de las dinámicas reales de atención a las víctimas, la responsabilidad de los distintos actores institucionales y sociales en el sostenimiento o superación del conficto y mejores formas de evitar repetir los errores cometidos o potenciar los aportes a la materialización del país.

-

El diálogo entre las versiones vivenciales de las tomas y el secuestro, y las versiones periodísticas o mediáticas. Lo que permite construir una visión crítica y más completa, que consulta la voz de las víctimas para reconstruir la historia y tomar una posición informada.

- La consideración del factor histórico, étnico y territorial especialmente en lo que se refere a la toma de Mitú, puesto que la gran cantidad de noticias existentes invisibilizan la existencia de pueblos indígenas afectados por el ataque, no dan espacio a su voz y sus refexiones, ni tam poco a la visión de la guerra y la paz que tienen por compartir las comunidades que habitan la región amazónica, altamente relevantes para la construcción de paz.

La compilación de las luchas que libraron las y los familiares de los secuestrados y sus logros en la construcción de paz para el país. Además de los mensajes radiales y de hacer presencia en los actos de liberación de sus seres queridos, las familias ASFAMIPAZ llevaron a cabo innume

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rables acciones de movilización, protesta, interlocución con los grupos guerrilleros y el Estado colombiano y mediación entre ambos bandos. El amplio repertorio de lucha y de consignas de la organización de familiares ha logrado incidir signifcativamente en la lucha por la paz que libra el país desde hace décadas.

- Los aprendizajes de paz, perdón y reconciliación que han venido elaborando las víctimas directas del conficto armado, así como los aprendizajes personales que extrajeron de la experiencia del secuestro. Con el fn de poner a disposición de quienes se acerquen a este documento la perspectiva real de las víctimas frente a la guerra y la paz, sin que medien discursos de odio o intereses políticos ajenos.

La evaluación de los impactos de la guerra a escala intergeneracional, pues como se ha evidenciado en la experiencia de las familias ASFAMIPAZ y lo han reafrmado diferentes investigaciones y estudios, los impactos de la guerra afectan hasta a dos generaciones siguientes. Es necesario pensar en formas de reparar los daños y prevenir que el ciclo de victimizaciones y no reparaciones siga reproduciéndose.

Las formas de afrontar y resistir el cautiverio, tanto de parte de los ex secuestrados, como de parte de sus familias, para conmemorar y honrar la fuerza y la capacidad humana que descu brieron en una situación tan adversa.

Las consecuencias y el desarrollo del secuestro más allá de la liberación, puesto que los intereses mediáticos e institucionales en el secuestro no lograron mantenerse en las etapas posteriores a la vuelta a la libertad; etapas en las que se manifestan las peores secuelas e impactos (a nivel psicológico, familiar, económico, afectivo, etc.).

Las luchas actuales de las familias ASFAMIPAZ. En consonancia con lo anterior, se explican las razones por las cuales ASFAMIPAZ sigue existiendo como organización que lucha por la paz de Colombia y continúa reclamando libertad con dignidad para las familias asociadas.

Las historias de quienes no lograron experimentar el fn del cautiverio, las personas desapare cidas, muertas en cautiverio o asesinadas en los rescates a sangre y fuego.

Los testimonios de re victimización de varios miembros de la familia ASFAMIPAZ, que demues tran que es necesario detener la guerra para evitar la prolongación del sufrimiento y el dolor. - Los mensajes, peticiones y aprendizajes de paz de los miembros de ASFAMIPAZ para los actores relevantes en la construcción de paz del país, tales como la iglesia, los medios de comunicación, la sociedad civil, las instituciones, el Estado, entre otros. Con el fn de com prender, desde la experiencia de las víctimas, cuáles son los obstáculos que nos impiden acercarnos a un país en paz; ser conscientes de la necesidad de transformarlos y compro meternos activamente a caminar el camino de la construcción de paz para el país.

La Asociación Colombiana de Familiares de Miembros de la Fuerza Pública Retenidos y Liberados por Grupos Guerrilleros, espera que el testimonio y la experiencia de la organización y sus aportes a la lucha por la paz del país, constituyan un cambio cualitativo en las transformaciones sociales del discurso de la violencia y la paz, además de motivar la formación de nuevas subjetividades y ciudada nías más críticas, comprometidas y para la superación del conficto armado. Para empezar a valorar la urgencia de la construcción de paz, es necesario ampliar las maneras como la sociedad civil ha concebido el conficto armado y su responsabilidad en el mismo.

En las siguientes páginas, se encuentran las refexiones sobre cuatro acontecimientos:

1. La toma de El Billar, Caquetá, ocurrida el 1 de marzo de 1998.

2. La toma de Mirafores, Guaviare, acontecida el 3 de agosto de 1998.

3. La toma de Mitú, Vaupés, sucedida el 1 de noviembre de 1998.

4. El secuestro de los 12 diputados de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca, llevado a cabo el 11 de abril de 2002.

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Memoria Histórica de Policías y Militares Exsecuestrados, Desaparecidos, Asesinados en Rescates a Sangre y Fuego, Muertos en Cautiverio, y de Las Familias Asfamipaz.

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I. EL SECUESTRO DE LA FUERZA PÚBLICA EN CONTEXTO: LA HISTORIA DE LOS HECHOS ANTES DEL CAUTIVERIO.

Caquetá, Guaviare y Vaupés: la Amazonía colombiana entre bonanzas, colonizaciones, resistencias y violencias.

El viaje al departamento del Vaupés implica necesariamente el encuentro con los saberes indígenas ancestrales y con las personas que se han convertido en sus portadores y guardianes.

En Mitú, uno de los acercamientos más signifcativos a la cosmovisión y la concepción de me moria histórica de los pueblos indígenas, se produjo al preguntar “¿Cómo era la vida antes de la toma?”. Mientras las anteriores personas entrevistadas se habían referido a periodos de tiempo cortos(semanas, meses o años antes del ataque), el Payé4 Mianiki Hipoeteino Makuana, a quien en adelante llamaremos Enrique, nos contó una historia que comienza con las razones que llevaron a su pueblo, el pueblo Cubeo, a habitar las tierras del Vaupés siglos atrás.

Los demás testimonios y documentos recopilados sobre el conficto en los departamentos del Caquetá, Guaviare y Vaupés, reafrmaron que una respuesta completa no habría podido ser corta: La causa principal de las manifestaciones violentas del conficto armado que han sacudido esos departamentos, se encuentra en la historia de colonización y articulación de estos territorios al or denamiento territorial y la vida política y económica nacional.

Los territorios del sur del país tienen muchos elementos comunes. Su cercanía o pertenencia a la región amazónica los hace compartir condiciones geográfcas, climáticas y biológicas muy simi lares y típicamente selváticas. También tienen en común haber sido habitados originariamente por distintos pueblos indígenas y ubicarse lejos de los llamados “centros administrativos” del país. Esto último implicó que se vieran envueltos en pugnas, confictos y cuestiones fronterizas desde la con quista misma.

Violencia originaria compartida: el exterminio indígena y el inicio de la economía extractivista en los orígenes del conficto.

Los tres departamentos citados se han articulado a la vida nacional a través de dinámicas violentas desde la conquista. Las misiones conquistadoras, católicas y extranjeras establecieron sus enclaves de extracción y explotación de caucho5, en los que utilizaban mano de obra indígena bajo las modalidades de esclavización y endeudamiento.

“Un censo del año 1849 estimaba la población de “racionales” (como se designaba a los funcionarios, comerciantes y colonos) de la región del Putumayo y Caquetá en 242 personas. Los indios “civilizados”, es decir aquellos en alguna forma infuidos por las misiones católicas se estimaban

4 El Payé es un sabedor tradicional indígena, encargado de preservar, utilizar adecuadamente y enseñar los conocimientos que componen la cosmovisión indígena: saberes medicinales, rituales, lingüísticos, botánicos, culturales, dancísticos, orales, educativos, etc. En este caso, Enrique además de sabedor es ex capitán, fundador de una escuela ecológica y cultural, fundador del colegio Santo Tomás de Mandil, miembro del consejo regional indígena y presidente de la zona Vaupés medio.

Los territorios de lo que hoy se conoce como la Amazonía Colombiana y parte de la Orinoquía, fueron ocupados por misiones evangeli zadoras y productivas que establecieron la producción de caucho a grandes escalas. La Rubber Development Company y la Casa Arana son las compañías caucheras más recordadas y que más impacto económico y social tuvieron en la zona (Peña Márquez , 2011).

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en 16.549. La mayor parte del territorio estaba habitado por gentes que los censos describían de forma teocéntrica como “salvajes”, “antropófagos” e “irracionales”, grupos que vagaban por el bosque y cuyo número se desconocía. (…) La llamada Casa Arana, que estuvo presente en la región hasta 1929, sembró un régimen de terror y exterminó a más de 80.000 indígenas”. (Caquetá: conficto y memoria, 2013).

Enrique también recuerda el pasado cauchero que se vivió en el Vaupés:

“(…) llega el occidente y nos remata con eso, por querernos quitar el territorio matan a los mayores y se llevan a los menores. Entonces ellos dejan la guerra y los otros pueblos indígenas ya se han acabado… entonces estando en ese lapso de tiempo llega el trabajo del caucho, el trabajo de “balata” que se llama. Llega una compañía y comienzan a llevar personas a donde están los árboles. En este sector no hay plantaciones industriales, entonces comienzan a llevar personas para trabajar. En ese apogeo de llevar personas para el trabajo del caucho, llega también la cristianidad [sic] y comienza a preguntar “¿y ustedes quiénes son?”, y los indígenas les respondían “Que yo soy payé”, entonces ellos “¡Que payé ni que nada! traiga sus talegos y eso es lo que haremos hoy”. Las canoas de chicha las rompieron, las malocas las quemaron, entonces nosotros hemos sido golpeados desde mucho tiempo atrás (…)”. (Llanos, 2018).

Pese a su independencia administrativa, los departamentos de la región estaban fuertemente relacionados. En el siguiente pasaje de entrevista se pueden observar las relaciones entre Gua viare y Mitú, lo mismo que las cruentas formas de explotación de la mano de obra indígena en las plantaciones de caucho:

“Entonces pasan los tiempos y mis padres se me mueren rio arriba donde trabajaban, de aquí a Mirafores. Yo creí que era aquí cerca, a la vuelta y me voy tras de mis padres. Terminé mi quinto de primaria, yo ya sabía leer y escribir. Me metí a Mirafores y para mí un inferno. Allá me sometí diez años, aprendí muchas cosas, en los diez años: miré personas caídas, que lo quemaban con caucho, que lo colgaban, lo fueteaban, violaban a las mujeres delante de los maridos, de los papás, de los hermanos; al que reclamara lo mataban. Comencé a mirar todo eso, comencé a vivir vida sangrienta. Para nosotros era una tortura completa, así no lo amarraran a usted, yo me sentía amarrado mirando a mis compañeros amarrados, yo me sentía muerto mirando matarlos, la tortura, le sacaban los ojos, le quitaban las orejas, le quitaban los brazos, el que no trabajaba le quitaban las manos, yo viví esa vida.” (Llanos, 2018).

Una vez la demanda mundial de caucho disminuyó, los departamentos de Vaupés, Caquetá y Gua viare experimentaron una profunda crisis debido a que toda su economía dependía de un único producto y a que las ganancias no eran recibidas por los habitantes de los territorios, sino que eran apropiadas por los propietarios extranjeros (Peña Márquez, 2011). El departamento del Guaviare comparte el pasado cauchero y de exterminación indígena con Vaupés y Caquetá, sin embargo, por estar más cerca de las ciudades y los centros administrativos, se convirtió en uno de los principales receptores de población desplazada por las confrontaciones violentas y las guerras internas:

“La colonización del Guaviare, territorio originariamente habitado por sólo indígenas, se pude dividir en tres etapas fundamentales: la primera colonización (1920-1950), defnida también como colonización brava o ‘rapaz’, es la época de la explotación del caucho y del progresivo exterminio de la población indígena. La segunda etapa a partir de la década de 1950, coincide

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con la colonización agrícola por campesinos desplazados a causa de la violencia que llegaban a la región con el objetivo de comenzar una nueva vida. A esta, se suma la colonización armada, antecedente de la insurgencia que empezaba a insinuarse en el mismo período.” (Drago, 2012).

El Caquetá también fue un importante receptor de población desplazada por la violencia durante las décadas del 40 y 50, debido a su cercanía con los departamentos del Meta, el Huila y el Cauca. La dependencia ocasionada por la bonanza del caucho y la crisis posterior, ocasionaron múltiples debilidades sociales y económicas en los tres departamentos: 1) El Estado y los agentes privados perdieron interés en continuar invirtiendo y haciendo presencia en las zonas; 2) el aumento de los episodios violentos a lo largo y ancho del territorio nacional ocasionaron éxodos masivos de personas que, en muchas ocasiones, optaron por convertirse en colonas ante su escasez de recursos y ocupar diferentes lugares apartados de la geografía nacional; 3) las condiciones económicas de los nuevos colonos y las características agrestes del territorio impidieron que la producción agrícola ofreciera ganancias sufcientes para satisfacer las necesidades de los nuevos cultivadores. Rubén Godoy relata:

“(…) la violencia ocasionó desplazamientos masivos de población desde diferentes partes del país a través de una colonización a veces espontánea y otras dirigida. La población al asentarse en esta región se enfrentó a una serie de problemas tales como: el defciente o nulo conocimiento del medio, los suelos poco aptos para la producción agrícola y la débil presencia Institucional. Este proceso colonizador no fue respaldado por una acción efcaz del Estado, el cual limitó su presencia a ofrecer la titulación de algunos baldíos. (…) Además, de la casi nula protección de la seguridad y vida de los ciudadanos, la falta de infraestructura vial y de servicios y de canales de comercialización de los productos, arruinaron las pocas cosechas de los colonos y crearon una situación de descontento ante la crisis económica que azotaba la región.” (Godoy G, 2001).

Mitú, por estar más aislada geográfcamente, recibió menos población desplazada, logró produ cir caucho hasta fnales de los años 70 y experimentó una bonanza paralela aunque menor, basada también en la dinámica extractiva, esta vez de maderas nobles. Los sistemas de endeudamiento y explotación forzada de los pueblos indígenas también fueron utilizados por las empresas madereras.

La desaparición defnitiva de la explotación del caucho, abrió paso a la economía ilícita de la coca en los tres departamentos: las duras condiciones económicas resultado del extracti vismo, el aislamiento geográfco y la presencia estatal sólo con fnes extractivos o de control territorial, confguraron un panorama territorial atractivo para dos actores bélicos: por un lado, los grupos guerrilleros, que contaban con refugios selváticos difícilmente accesibles y con una base de población en condición de vulnerabilidad; por el otro, el narcotráfco, que se presentó como alternativa económica para la superación de la crisis y la dependencia que le sucedió a las bonanzas extractivas.

“La desaparición del sistema productivo del caucho sería suplantado por otra bonanza, la de la producción de hoja de coca con fnes ilícitos, es decir, para la producción de cocaína.

Las condiciones establecidas por este sistema de economía local [la explotación y el endeude] facilitaron el conficto, la discriminación social y cultural, y crearon las condiciones en la región para el boom de la coca de la década del 70”. (Peña Márquez, 2011).

La coca se expandió por los tres departamentos impulsada por dos razones:

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1. Servía como fuente de ingresos económicos ante la crisis que había dejado la dependencia extractivista.

2. A diferencia de la madera o el caucho, los promotores del negocio ilícito de la coca dejaron de utilizar el sistema de esclavización y endeude, lo que atrajo a cientos de personas, bien fueran mestizas o indígenas, a hacer parte de las dinámicas de producción y recolección.

Los fuertes impactos de la coca se extienden desde la modifcación de las costumbres, la dieta, la organización social y la vida cotidiana de las comunidades indígenas originarias, pasando por la pérdida de sus saberes, hasta propiciar la presencia guerrillera en el territorio.

Sobre las transformaciones en la cultura indígena:

“Los indígenas, sorprendidos ante el poder adquisitivo de las hojas de coca, pasaron a vender sus cosechas para contratarse como recolectores en siembras especializadas y ejecutores de los trabajos más rudos del procesamiento. El dinero, casi por primera vez en sus manos, les permitía adquirir lo que les había sido negado por la violencia de la explotación cauchera. El dinero no sólo les permitía abandonar su economía tradicional y obtener exóticos alimentos traídos del interior, sino que puso a su alcance motores, botes, armas, licor, bienes suntuarios que más tarde se convertirían en chatarra”. (Correa, 1996).

Acerca de la llegada del conficto armado a los departamentos de Guaviare y Caquetá:

“Las FARC incursionaron en regiones distantes y desprotegidas por el Estado, especialmente en el sur del país. En esta zona, que entonces estaba recién colonizada, las FARC se constituyeron como la única fuerza reguladora del orden social (…) Las FARC han actuado en estas regiones como intermediarias entre productores y comercializadores de narcóticos, alcanzando una de sus fuentes de fnanciación. Ante la ausencia de una infraestructura institucional que responda a las necesidades de los habitantes de la región, Las FARC han ejercido funciones de mediación en la población, controlando comportamientos y prácticas. Las FARC, recurriendo a la intimidación o a la convicción, lograron ejercer desde comienzos de la década del ochenta un control social en las zonas de cultivo, estableciendo la prohibición del uso del bazuco como forma de pago o artículo de consumo, determinaron los salarios para los raspadores e hicieron obligatorio cultivar otros productos diferentes a la coca para evitar los efectos infacionarios de la bonanza ile gal. Así mismo, ante las difcultades del sistema de justicia para reprimir el delito y mediaren la solución de todo tipo de confictos, la guerrilla se abroga sus funciones, conduciendo a que la población demande su presencia.” (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013, pág. 8).

En Vaupés ocurrió de una manera similar:

“La bonanza de la coca trajo también la primera presencia de la guerrilla en la región del Vaupés. Las características ilícitas de esta economía facilitaron el ejercicio de la violencia. La guerrilla de las FARC llegó proveniente del Guaviare; su fuerza sirvió como instrumento de control social en la relación entre patronos y trabajadores tanto en las plantaciones de cultivos ilícitos como en las pequeñas ciudades (…) Aunque a mediados de los 80 la bonanza de la coca disminuyó, su cultivo permaneció en menor escala. También permaneció la presencia guerrillera con el reclutamiento forzado de indígenas en sus frentes. Estos fenómenos marcaron al Vaupés como región roja del conficto armado (…)”. (Peña Márquez, 2011, págs. 89-90).

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El siguiente gráfco, tomado de un artículo académico escrito entre 1998 –año en que ocurrieron la mayoría de las tomas- y el 2000, deja ver las dimensiones del negocio de la coca, dentro del que los departamentos de Guaviare, Mitú y Caquetá se encontraban inmersos.

Tomado de Godoy G, 2001. Caquetá, Putumayo y Guaviare: Cultivos ilícitos y problemática socio-economica.

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Victorias militares y victorias políticas: El afán de mostrar resultados militares. Ataque de El Billar, Caquetá.

En medio de un contexto en el que abundaba la ilegalidad y la incapacidad estatal, llegó nueva mente el periodo electoral. La ciudadanía crecía en inconformismo frente a un Gobierno Nacional que, de un lado, parecía no hacer lo sufciente para lograr contener una nueva oleada de violencia guerrillera y paramilitar, y del otro, había resultado involucrado en gruesos y vergonzosos escándalos de corrupción que lo relacionaban económica y políticamente con el narcotráfco.

La mayoría de los actores visibles en el país, durante ese momento, estaban relacionados con la guerra o el uso de la violencia: grupos paramilitares, grupos guerrilleros, carteles del narcotráfco, por tanto, los candidatos electorales no podían permanecer al margen: todas las campañas tenían como tema central la guerra. Aunque con diferentes propuestas, programas y enfoques, todos los candidatos adoptaron como bandera de campaña su compromiso con el fn de la confrontación ar mada en el país.

La guerra no sólo era el principal eje de las elecciones: las votaciones, en tanto mecanismo para la elección de quienes ejercen el poder, fueron blanco de múltiples acciones bélicas.

A medida que la fecha de las elecciones se acercaba, se agudizaban los intereses políticos:

- Aumentaba el afán de los candidatos por ganar simpatizantes y consolidar sus votos.

El Estado Colombiano buscaba recuperar la legitimidad y recuperar al menos un poco de la confanza ciudadana para el desarrollo de los comicios electorales.

- Los grupos armados ilegales, incluidos guerrillas y paramilitares, buscaban mellar la fuerza electoral, la legitimidad política o la capacidad de acción de los actores políticos contrincantes a como diera lugar.

En esa disputa por el reconocimiento y la legitimidad, y en un contexto en que casi absolutamente todo estaba signado por el belicismo y la sensación de vulnerabilidad e indignación ciudadana, el Estado Colombiano en cabeza del Gobierno del momento consideró que lo más urgente era restablecer la percepción de seguridad en la ciudadanía. Con el belicismo como principal recurso, le exigió a la Fuerza Pública que mostrara resultados concretos en la denominada lucha contra el terrorismo y a fnales de 1997 creó el Batallón de Contraguerrilla No. 52, adscrito a la Brigada Móvil No. 3 (El Tiempo, 1997), el cual sería protagonista del lamentable episodio violento ocurrido entre el 2 y el 5 de marzo de 1998 en Cartagena del Chairá, Bajo Caguán, y que pasaría a ser recordado como “la toma de El Billar, Caquetá”.

El ataque (y las responsabilidades) en la Quebrada El Billar

153 miembros de la Fuerza Pública afrontaron el ataque de más de 600 guerrilleros de las FarcEp. Luis Arturo Arcia, quien perdería su libertad por más de una década a causa del hecho violento, recuerda la reacción rapidísima que tuvieron que tener él y sus compañeros, quienes desde el primer momento se vieron absolutamente rodeados y cercados por la guerrilla(Arcia, 2016).

La memoria de los sobrevivientes evoca los altísimos niveles de presión psicológica y temor por la vida a la que se vieron sometidos durante y después de la toma. La permanencia en una zona tan confictiva, en medio de un conficto altamente deshumanizado y degradado los hacía temer que su destino fuera una fosa común, como las que se suelen ver en el territorio (Arcia, 2016). Sus memorias también guardan la imagen de compañeros que combatieron junto a ellos en medio de la

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absoluta desventaja numérica, hasta terminar muriendo en sus brazos, y la de otros que permanecie ron defendiendo su vida hasta el fnal, pese a sus graves heridas de combate.

“Se combatió durante varios días. La primera noche hubieron cantidad de muertos, murieron muchos compañeros, compañeros con la cabeza prácticamente volada a tiros; mi Cabo Beltrán pasó aquella noche agonizando porqué se desangró. Un tiro le dio en la pierna y se la descolgó… duró toda la noche y murió desangrado. Varios compañeros murieron así. Se siguió combatiendo porque… en sí era un número indeterminado de guerrilla. Eran demasiados. Como te digo, ellos se daban el lujo de que combatían una hora, se relevaban y entraban otros y así. Nosotros íbamos de seguido y sin parar. Por la noche llegaba el avión fantasma, nos apoyaba un rato con las luces de bengala, un rafagazo y se iba, pero nosotros nos quedábamos otra vez a la deriva. Al otro día, a la madrugada, ya había varios compañeros muertos y sinceramente nos tenían copados, era mucha guerrilla… como te digo, era casi todo el Bloque Sur, fuerzas especiales, la Teóflo, el [Frente] 14, el [Frente] 17, eran casi todas las fuerzas especiales de las FARC comandadas por el Mono Jojoy”. (Jaramillo Gutiérrez, 2018).

El tiempo de confrontación se alargó hasta formar tres días. Las municiones y provisiones se agotaron sin que llegara ningún tipo de refuerzo acorde con las necesidades de la situación. Así, los sobrevivientes tuvieron que adoptar una táctica de combate mucho más defensiva, cubriéndose o resguardándose entre la maleza, con la idea de racionar al máximo su armamento. Entre la angustia de esa alarmante espera, varios de ellos fueron encontrados y capturados por las Farc-Ep.

Desde el principio, aunque sin renunciar a las amenazas, ni a los repertorios y tratos violentos, la guerrilla le explicó a los uniformados que perseguía un objetivo con su retención: presionar la reali zación de un “negocio” con el Estado de forma que éste liberara a varios guerrilleros presos en condición de enfermedad, a cambio de la libertad de los miembros de la Fuerza Pública (Arcia, 2016).

El ataque, que se extendió por tres días, terminó con 64 muertos, 19 heridos, 43 secuestrados de la Fuerza Pública y un aproximado de 30 muertos y 80 heridos de las Farc-Ep. El cautiverio de varios de los secuestrados de esta toma se extendió hasta por más de una década.

En enero de 2008, el Juez Segundo Especializado de Florencia condenó a 40 años de prisión a los miembros de la cúpula de las Farc-Eppor el ataque de El Billar (Caracol Radio, sección judicial, 2008). Sin embargo, los familiares de los secuestrados, y los propios miembros de la Fuerza Pública que sobrevivieron a la toma, tienen claro que, en este caso, además de la atrocidad y desproporcionalidad de las Farc-Ep, se trató de un acto apresurado, arriesgado e improvisado que ordenó la misma institución. El Estado Colombiano y los altos mandos militares insistieron en mostrar, a como diera lugar, resultados de la lucha contrainsurgente, llegando a poner en riesgo la integridad de los miembros de la Fuerza Pública. Luis Arturo Arcia, quien llegó a ser uno de los secuestrados más antiguos en poder de las Farc-Ep, relata:

“Al superior en ese momento, al que yo tenía, al Mayor Aguilar, que era el comandante del batallón… a él le exigían que debía tener resultados. Estábamos en una región que la guerrilla controlaba netamente, en una parte donde la guerrilla estaba, pero entonces a él le exigían que debía tener resultados. Entonces él tomó la decisión de meternos... La misma población civil le decía “Si quieren ir a buscar a la guerrilla, váyanse para el caño del Billar, allá no van a encontrar diez ni veinte, sino de a doscientos o trescientos guerrilleros”” (Arcia, 2016). “(…) pues resulta que había un bastión guerrillero en Billar Caquetá. A un señor ofcial del Ejército le llegó la idea de que tenía que atacarlos y acabarlos ahí. Reunió gente de todas partes, porque a Luis Alfonso lo llevaron desde Santander, y a él lo trasladaron para allá, él no sabía para qué iba: era para atacar ese bastión guerrillero. Resulta que el tiro les salió por la culata, porque ellos no pudieron acabar con ese bastión, sino

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que la guerrilla acabó con el batallón que entró a atacarlos. Ahí murieron 82 militares, hubo 47 heridos y el resto secuestrados, o retenidos (…)”. (Pérez, 2016).

Luis Arturo recuerda que antes del combate recibieron numerosas comunicaciones de los altos mandos militares, en las que se ordenaba la realización de numerosas misiones militares. Ante la escasez de personal, de armamento y de apoyo aéreo, la Brigada Móvil redactó y envió varias respues tas. En ellas manifestaba no contar con los recursos necesarios para ejecutar las misiones solicitadas. Los altos mandos militares no respondieron más que con más presión y nuevas misivas en las que le solicitaban a la recién creada unidad tareas cada vez más complicadas, sin reparar en ninguna de las peticiones de la Brigada.

El Mayor Aguilar, a cargo del Batallón de Contraguerrilla No. 52, presionado por la insistencia de sus superiores, convocó a los mandos de la Brigada Móvil a reunirse, con el fn de darles a conocer un precipitado plan para cumplir con los requerimientos:

” (…) y en una reunión que tuvimos los mandos antes de entrar a esa parte a donde fue el combate, le dijimos “no entremos allá mi Mayor, porque no entramos cuando habíamos 1 200 hombres y ahorita apenas habemos (sic) 150…”, entonces él se enojó y dijo “no, no, no. Entre más vacas menos leche”. O sea quiso decir que no era por el hecho... Y tomó la decisión… Regañó a más de uno de los Ofciales, de los Subofciales, y nos metimos, ahí sí como dijo el Mono Jojoy, en la boca del lobo” (Arcia, 2016).

Orlando Jaramillo Gutiérrez, quien también sobrevivió al ataque y estuvo en cautiverio, concuer da con Luis Arturo y da a conocer algunos detalles adicionales:

“Pues los comandantes cometieron el error porque la zona… sabíamos que prácticamente estábamos en la casa del Bloque Sur de las FARC. Ya le habíamos dicho a mi Mayor que era un gran número de guerrilleros el que nos estaban siguiendo. Nos llegó una orden de que nos tenían dar permiso a varios y a mi Mayor se le ocurrió la idea de decirle a los altos mandos que él no quería perder el control del área pero que también quería dar el permiso, entonces sacaron casi a todo el batallón de permiso y apenas dejaron a 150 hombres ahí. Y quedamos 150 hombres contra el Bloque Sur que eran casi 2500…” (Jaramillo Gutiérrez, 2018).

Aparte de la considerable disminución del personal del batallón, hubo un sinnúmero de condi ciones adversas que no fueron tenidas en cuenta por los altos mandos militares, y que jugaron en contra de la integridad de los uniformados que combatieron en primera línea.

En primer lugar, es necesario hacer referencias al contexto territorial: una zona altamente contro lada por el Bloque Sur de las Farc-Ep, en la que ya habían ocurrido anteriores y signifcativos ataques a la Fuerza Pública como las tomas de Las Delicias y Patascoy, y que contaba con grupos de guerrilleros con altos niveles de formación militar, entrenados para custodiar al Mono Jojoy (El Tiempo, 1998), quien en su momento fue uno de los principales líderes de la guerrilla de las Farc-Ep. Indagaciones posteriores evidenciaron que “los hombres enviados a combatir a la guerrilla no contaban con la experiencia sufciente para hacerlo en una zona que, en ese momento, era uno de sus santuarios” (Jiménez Herrera, 2014).

Siendo una Brigada Móvil, y teniendo a su cargo un batallón de contraguerrilla, se encontraba en condiciones de absoluta precariedad, sin tener a su disposición ni los implementos mínimos, ni los vehículos aéreos propios de una unidad móvil: se halló que además de la ausencia de apoyo aéreo, tampoco contaban con radios que posibilitaran comunicación con los niveles superiores del Ejército;

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y que, como ya se mencionó, las carencias de material de guerra, e incluso de alimentos, no fueron atendidas por las instancias correspondientes de la Institución Estatal (Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, 2015).

“(…) bastante lluvioso, martes tipo 4 de la tarde. El día anterior habíamos tenido un enfrentamiento y a uno de los compañeros le habían pegado un tiro aquí en la mano y a otro un tiro en la frente. El del tiro en la frente falleció, él era de Popayán. Ese día nos tocó quedarnos ahí en ese mismo sitio para abastecimiento de víveres, porque no teníamos casi víveres”. (Ochoa Vallejo, 2018).

Los exsecuestrados, también revelaron que durante su tiempo de servicio, permanecieron sin salir a licencia mucho más tiempo del debido. El deterioro de su estado físico y anímico se sumó a la serie de factores adversos con que le hicieron frente al ataque:

“Si, realmente llevábamos ya seis meses sin licencia y a pesar de todo en el Ejército son supuestamente cuatro meses y deben salir a 20 o 25 días de licencia, y entonces ya llevábamos seis meses sin salir. Fuera de eso esa zona era muy problemática, eso eran hostigamientos permanentes, 10, 15 guerrilleros hostigándonos día y noche. O sea, la gente se desespera y había muchachos que estaban desesperados ya en esa zona. Yo incluso era uno que ya estaba desesperado”. (Ochoa Vallejo, 2018).

Finalmente, se ha logrado comprobar que la operación militar en la que fueron secuestrados los uniformados, se realizó sin contar con información de inteligencia militar alguna avalada por los man dos militares. Por lo cual se desconocían los movimientos recientes de la insurgencia en la zona y el número de guerrilleros en armas que allí hacían presencia. De este modo, la planeación del operativo resultó ser completamente defciente, aumentando el riesgo sobre la vida y la inte gridad de los miembros de la Fuerza Pública a causa de la negligencia en todos los niveles de la cadena de mando militar (Consejo de Estado, 2015).

La toma de Mirafores, Guaviare: entre la responsabilidad estatal y la economía de la coca.

En los cinco meses posteriores a la toma de El billar Caquetá, en las vísperas de la posesión de Andrés Pastrana como presidente de Colombia, continuaron creciendo las manifestaciones violentas del conficto armado: entre marzo y julio de 1998, los grupos y organizaciones armadas ilegales (FarcEp, ELN y grupos paramilitares) cometieron un total de 19 masacres en todo el territorio nacional y ocurrió una nueva masacre en Mapiripán, Meta6 (Proyecto RutasDelConficto.com); se produjeron 3 asesinatos de defensores de Derechos Humanos, entre los que se encontraba Eduardo Umaña Mendoza, destacado abogado penalista (El Tiempo, 1998) y también hubo varios combates entre el Ejército y la guerrilla, con bajas y heridos de ambas partes7. A pesar de ello, ninguna de las acciones bélicas se había dirigido directamente a la infraestructura de la Fuerza Pública.

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El municipio de Mapiripán ha sido fuertemente golpeado por la violencia en varias ocasiones. Aunque la más recordada es la masacre de aproximadamente medio centenar de personas el 12 de julio de 1997, hubo otras dos matanzas: una en mayo de 1998, en la que 27 campesinos fueron asesinados en el corregimiento de Caño Jabón, y otra en octubre de 2002, con un saldo de seis personas muertas.

7 Ver htp://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-749183 : 22 muertos en combates en el meta; htp://www.eltiempo.com/ar chivo/documento/MAM-794743 : FARC paralizaron vía al llano; htp://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-761127 : Nueve muertos en atentados del ELN.

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Los ataques a bases y estaciones volvieron a comenzar en agosto:

El primero de agosto de 1998, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) atacó la Estación de Policía de Cocorná, Antioquia, iniciándose así una nueva oleada de ataques guerrille ros de este tipo(El Tiempo, 1998).

Entre el 3 y el 5 de agosto, fueron atacados puestos de la fuerza pública ubicados en 18 departamentos del país (El Tiempo, 1999). Uno de los más trágicos fue la toma a la Base Antinarcóticos de Mirafores, Guaviare, ocurrida cuatro días antes de que Andrés Pastrana se posesionara como presidente de Colombia.

Mirafores fue, tristemente, otra crónica de una toma anunciada. De acuerdo con los testimonios, los policías y militares de Mirafores emitieron numerosas comunicaciones y poligramas durante un año, notifcándoles reiteradamente a los niveles centrales del Ejército y la Policía sobre la amenaza que se alzaba sobre el municipio de Mirafores. Solicitaban que se tomaran medidas al respecto, mas su llamado no fue atendido.

“(…) y yo me daba cuenta de que [el Comandante] siempre mandaba poligramas o fax a los comandantes de por fuera, en Guaviare o en Bogotá, informándoles de la situación de orden público y de las amenazas de toma que habían. Él envió mucha información, prácticamente indicándoles la fecha en que nos iban a atacar, y pues el mando nunca optó por apoyarnos o por mandarnos refuerzos, sino que nos dejó prácticamente abandonados. Ya el día de la toma, exactamente el día 3 de agosto, ya sabíamos y habíamos dado la información que habían una cantidad de personas de las FARC, cerca de 1200 hombres que estaban acantonados o agrupados en la planta eléctrica, que es una planta que hay en Mirafores, Guaviare, estaban ahí reunidos ya prácticamente alistándose para atacarnos. Eso se informó a Bogotá, en ese tiempo era al Coronel Gallego, el comandante de antinarcóticos a nivel nacional y no se tomó ninguna acción respecto a eso”. (Jaramillo, 2018).

A medida que pasaba el tiempo, los rumores sobre la proximidad de la toma fueron intensifcándose hasta volverse certezas. Llegó agosto, y con él, un poligrama ofcial que confrmaba la realización de la toma, además de reportes de grandes cantidades de armamento no convencional cerca de la infraestructura militar y de numerosos contingentes de la guerrilla prestos a atacar.

“Como un mes antes llegó un poligrama donde nos informaban que sí se iba a efectuar la toma; que en un pueblo a una hora de distancia de donde estábamos nosotros estaban ellos ahí entrenando. A nosotros nos llegó información de eso, que iban a utilizar cilindros y que nos iban a secuestrar… toda la información la tenía la Policía. (…) Efectivamente fue así, metieron 1800 hombres como para 180 unidades que éramos nosotros, nos tocaba algo así como de a 10 guerrilleros por unidad militar. Pero el Gobierno estaba al tanto de todo, todo, todo…Después cuando estuve acá [en libertad] tuve acceso a los informes de inteligencia militar porque me los consiguieron y todo estaba cantado, todo lo sabían y no nos apoyaron ni antes ni durante, ni creo que después, porque vinieron a entrar como a los 5 días”. (Romero Rico, 2018).

Se ordenó la realización de dos recorridos de exploración y reconocimiento en las zonas que circundaban las tres bases de la Fuerza Pública ubicadas en Mirafores, a saber, la Base Antinarcóticos, la sede del Batallón de Selva No. 51, y la Unidad de Infantería de Marina. El primer recorrido salió el primero de agosto con el objetivo de examinar las proximidades selváticas; el segundo recorrido

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comenzó el 3 de agosto y su propósito era revisar los establecimientos comerciales.

Los 68 miembros del Ejército encargados del primer recorrido, duraron patrullando dos días hasta el comienzo de los primeros enfrentamientos, el 3 de agosto a las 7:30 p.m., hora en que se presen taron los primeros combates al toparse de frente con una parte de los combatientes de las Farc-Ep. Entretanto, el recorrido por las tiendas y negocios continuó hasta entrada la noche, cuando los guerrilleros empezaron a atacar la estación antinarcóticos y a sitiar la población. Igual que en las tomas de las que ya se ha hablado, había un número mayor de combatientes del lado de la guerrilla. Esta vez, aproximadamente 1300 jóvenes que se batían en guerra: 1000 de las Farc-Ep y 300 de la Fuerza Pública:

“Realmente lo que yo puedo decir: que nosotros éramos 300 y ellos eran como 1000, 1100 más o menos. Cuando terminó el combate fue que nos dimos cuenta de la intensidad del combate y de la cantidad de las personas que venían con ellos. Eran muchos ¡muchos! salían linternas de todos lados, salían como luciérnagas, salían de todo lado, ahí nos dimos cuenta la cantidad de ellos. Nos triplicaban”. (Roa Sierra, 2016).

Los miembros del Ejército que se encontraban haciendo el primer recorrido, estaban en medio de la guerrilla y de la base, por lo que no solamente eran impactados por las armas de la guerrilla, sino que también recibieron proyectiles y granadas que se disparaban desde la Base Antinarcóticos. A eso de las 2 de la madrugada, absolutamente menguados, se quedaron sin munición y fueron secuestrados por las Farc-Ep.

Ya éramos 25 en ese momento, el resto habían muerto o desaparecido, y otros se habían ido por aparte y escondido, de a uno, por partecitas. (…) Hay que sumarle que se puso a llover, que el apoyo aéreo no llegó, y que cuando llegó nos disparó a nosotros; lanzaban granadas desde la base y nos caían a nosotros, no se ubicaron en la posición que era…. de todo se prestó para eso. Nos llevaron y nos tenían en una trinchera, estábamos rodeados. Ahí llegaron dos lanchas llenas de cilindros, y nos dijeron “miren lo que era pa’ustedes, pero como ustedes ya no están en la base, tocó mandárselos a los otros”. (Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016).

Mientras tanto, otras escuadras de militares dispersas alrededor del municipio, continuaban aguantando el combate. Poco a poco, las municiones fueron acabándose, hasta que fnalmente cayeron en poder de las Farc-Ep. De fondo se escuchaba el intercambio de disparos, granadas, cilindros y morteros entre la guerrilla y los miembros de la Fuerza Pública ubicados en el Batallón y la Base Antinarcóticos.

“Nosotros éramos un grupito de 15. Ya no teníamos munición. (…) Lo que hicimos fue agruparnos y esperar el desenlace del combate. Nosotros callados ahí hasta cuando ya nos encontraron. Ellos nos dijeron que no nos iban a matar, que nos iban a respetar la vida, que tranquilos, que no iba a pasar nada grave, que confáramos en ellos, que pues había sido un combate duro y tremendo, que lo único que querían de nosotros era nuestro armamento, nuestra pechera y nuestras granadas. Ya luego ellos llegaron allí, le designaban como diez guerrilleros a un soldado para que lo requisaran, para que lo investigaran a uno: ‘¿Usted quién es? ¿De dónde es? ¿Qué es, soldado regular, profesional?’… preguntas que nos hacían. Ya cuando nos requisaron volvieron a reagruparnos otra vez. Ya nos tuvieron ahí por un tiempo, mientras en la Base habían quedado algunos policías y soldados. Allá se sentía que seguía el combate. Ahí fue cuando nos cogieron y ya alistaron para llevarnos”. (Roa Sierra, 2016).

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Quienes soportaron el combate hasta el fnal referen fuertes confrontaciones y arremetidas de la guerrilla, separadas por momentos de ‘descanso’ que duraban entre media hora y 45 minutos aproximadamente. Si bien en la Base y el Batallón las municiones duraron más, éstas empezaron a escasear. Los policías y soldados recordaron que había armas nuevas, y fueron a buscarlas, sin embargo sólo encontraron frustración y desespero: el armamento que les habían dado no funcionaba.

Yo estaba con ‘Tumaco’, vimos una [ametralladora] M-60, él la cogió, iba a disparar y eso estaba encascarado, no disparaba. Él la cogió y la destrozó contra el piso porque eso no servía. Y pues nos dieron algo parecido a una bazuca, pero tampoco, ¡y nuevas y eso no disparaba! Por ahí teníamos un arma de piso, íbamos a utilizarla y eso se cayó ahí todo dañado ¡teníamos un montón de armamento dañado! (Buitrago Burgos, 2016).

A la zozobra, la frustración, el afán de preservar sus vidas y los pensamientos sobre sus seres queri dos, se sumó la necesidad de defenderse de los aviones ofciales, cuyos proyectiles impactaron en repetidas ocasiones a los miembros de la Fuerza Pública:

«El apoyo por parte de las Fuerzas Militares no lo sentimos, llegó el avión fantasma como a las 3 de la mañana y después llegó un avión OB10 de antinarcóticos, pero nos disparaban a nosotros. No nos sentimos apoyados por las Fuerzas Militares ni por la Policía, entonces continuamos hasta que nos coparon, nos secuestraron». (López Solano, 2016).

«Yo en lo único en que pensé en ese momento era en mi madre, en mi familia, y “¡nos van a matar! ya lo que fue, fue” (…) Pensábamos en los compañeros y las familias (…) y sentir el susto, porque de todas maneras hubieron ratos que pasaba el avión y a uno le tocaba esconderse, ya sin fusil ni nada. Todo el mundo apuntándole». (Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016).

El combate se extendió por 24 horas, hasta cuando la munición de los policías y militares se acabó. Los diferentes lugares en que se resguardaban los sobrevivientes de la toma, fueron identifcados e inspeccionados por las Farc-Ep, quienes capturaron 129 policías y militares para quienes empezaba un largo tiempo en cautiverio.

Cinco meses después, en enero de 1999, nacería ASFAMIPAZ con 171 asociados. Dieciocho años después, por recomendación de la Procuraduría y para evitar que el Estado Colombiano tuviera que enfrentar a los Tribunales internacionales, el Consejo de Estado emitió un fallo en el que declaró responsable a la Nación de la toma de Mirafores.

Aunque la Sentencia reconoce la atrocidad de los hechos cometido por las Farc-Ep y dispone que la organización guerrillera debe, entre otros, pedir perdón a las víctimas, también ofrece un conjunto de argumentos que demuestran que las actuaciones y omisiones del Estado Colombiano, contribuye ron a confgurar la situación de grave violación de Derechos Humanos que tuvieron que padecer los miembros de la fuerza pública y varias personas civiles.

Entre las razones que fundamentan esta decisión, se encuentran las siguientes: 1) Se demostró que no se tomaron precauciones, pese a que existían informes de inteligencia que avisaban sobre la toma (W Radio, 2016); 2) gran cantidad del armamento del que disponían las Bases estaba dañado (Revista Semana, 2016), la W Radio reportó que “los fusiles no sirvieron y las granadas nunca estalla ron” (W Radio, 2016); 3) la mayoría de la tropa estaba recién incorporada al Ejército, por lo que no contaban con la preparación ni el entrenamiento adecuado, más aun tratándose de un contexto de alta intensidad del conficto (VerdadAbierta.com, 2016) 4) los refuerzos y el apoyo enviados no fueron efcaces (ElPaís.com.co, Colprensa, 2016).

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Los testimonios de quienes lograron sobrevivir a la toma, confrman la insufciencia de la respuesta estatal antes del ataque, durante y después del mismo: “Esa base era en un terreno de la misma alcaldía de Mirafores y la única seguridad que tenía era unos muros de costales de tierra que habíamos hecho nosotros mismos, las habitaciones si eran en material pero para evitar que entraran no había ninguna seguridad, solamente esos muros que habíamos hecho nosotros mismos con costales de tierra. Entonces a raíz de las bombas y los cilindros las paredes fueron colapsando y dejando huecos o troneras por los que posteriormente ingresaron ellos. (…) Lo otro que escuchábamos era que el tiempo estaba muy malo para un apoyo helicoportado. Entonces que por eso la Policía no nos apoyó ni el Ejército tampoco, sino que nos dejaron solos. A pesar de que el tiempo estuvo bueno, no estaba lluvioso, pero ellos decían que no hacía buen tiempo”. (Jaramillo, 2018).

Es necesario poner a dialogar los argumentos de corte jurídico del Consejo de Estado, con los argumentos derivados del contexto económico y territorial. Como se ha tratado de esbozar a lo lar go de las páginas, la economía de la coca es un hecho sintomático en términos de la capacidad real de la sociedad y del gobierno para materializar alternativas económicas rentables y sostenibles en el marco de la legalidad. Mirafores, Guaviare, era uno de los principales corredores del narcotráfco, en el que si bien debían ejecutarse acciones de vigilancia y control, también debía haber planes eco nómicos, sociales, de fomento a la producción de bienes agropecuarios legales y de construcción de infraestructura para el transporte, de manera que hubieran alternativas económicas y de vida reales que pudieran hacerle contrapeso al negocio de la coca. La respuesta exclusivamente militar y puni tiva frente a un fenómeno complejo con bases culturales, económicas y sociales, no sólo resulta ser insufciente, sino también arriesgada.

“A la guerrilla le interesaba que no hubiera presencia del gobierno ahí para ellos poder comercializar su cocaína, para tener plato libre en el narcotráfco, y porqué la base más que defensiva el gobierno la utilizaba como abastecimiento para poder realizar fumigación y aspersión aérea: ahí llegaban los helicópteros y aviones, se abastecían de combustible y podían seguir trabajando, por eso era muy importante”. (Jaramillo, 2018).

La marginalidad e invisibilidad social y política del Guaviare es otro de los elementos que, sumado al anterior, confgura un panorama proclive a albergar actores armados e ilegales, lo mismo que alternativas ilegales para satisfacer las necesidades que no pueden ser cubiertas por medios legales.

“(…) y ya se viene uno a tocar tierra y a mirar donde está parado, y resulta que estábamos en la casa del Mono, yo no sabía que el Mono tenía un pueblo baza de operaciones, y era donde estábamos nosotros metidos, era como el corazón cocalero del Guaviare, por donde entraba y salía droga, entraba guerrilla, salía guerrilla. Nosotros estábamos ahí como foto de pared, nosotros teníamos un mando pero solamente sobre establecimientos públicos, de resto éramos como una fotico en la pared, no servíamos para nada”. (Romero Rico, 2018).

Mitú: territorio y comunidad en el preludio de la toma.

Mitú es una ciudad amazónica compuesta por un centro poblado y una amplia área selvática. Aunque ambas tienen una población indígena mayoritaria, quienes habitan en el centro poblado han adoptado modos de vida mucho más afnes a los entornos y costumbres urbanas. Las áreas

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aledañas selváticas se organizan alrededor del río Vaupés, por medio de asentamientos indígenas mejor conocidos como “Las comunidades”. Jairo Emilio Flórez Castro, exsecuestrado en la toma de Mitú, recuerda:

“(…) cuando nosotros llegamos a Mitú fue muy duro, porque el avión para aterrizar tuvo que patinar. La pista aérea era arcilla, era arcilloso, entonces el avión se desubicó mucho. Cuando llegamos el avión nunca paró, ni apagó los motores sino que las maletas nos las tiraron. El Capitán que venía manejando dijo “tírense ustedes porque yo me tengo que ir ya; yo tengo que irme ya porque de pronto me dañan el avión”. Nosotros nos tiramos por ahí en un barrial. Como es un pueblo indígena, todos los indígenas salían a la pista aérea a mirar qué había llegado, pues porque siempre en los aviones llegaba la comida. Luego nos recogieron en el único carro que tenía la policía allá y, nos llevaron a la estación de policía. La estación de policía en el medio tenía una maloca - con el tiempo me di cuenta que eso se llamaba maloca-. Era una choza así grandísima y era donde se reunía todo el mundo a comer, a ver televisión y a hacer los rituales, como el lugar de descanso para todos”. (Flórez Castro, 2018).

El territorio mixto, compuesto de selva y urbe, estaba implicado y envuelto en las dinámicas que ya hemos descrito: llegada de la guerrilla a la zona, ausencia de una autoridad legal que fue sustitui da por las FARC, agrupación que asumió las labores de mediación social, resolución de confictos y regulación comunitaria y económica. En términos económicos, las dos principales fuentes de ingreso eran la coca y la madera (Peña Márquez , 2011).

A pesar de compartir un mismo contexto, los impactos de la presencia guerrillera fueron vividos de manera diferenciada por los indígenas de las comunidades y por los habitantes del centro po blado de Mitú: Mientras en la ciudad se mantenía la calma y había una estabilidad relativa(Buitrago, 2018 ), varias de las comunidades indígenas que habitaban las riberas del río y las profundidades de la selva, tenían que estar en contacto directo con la guerrilla. Según Jairo Emilio, la vida cotidiana en la zona urbana de Mitú se desarrollaba así:

“El pueblo era todo sin pavimentar. En el tiempo en que yo llegué podíamos ver el indígena con sus costumbres. Una de las actividades que hacíamos nosotros era que los domingos llegaban a hacer el trueque y venían indígenas con el pescado pescado moquiado, con el casabe, con la piña, con el plátano y lo llevaban a la maloca de ellos y allí hacían el trueque. Y ellos traían pescado y había gente que les daba arrocito, les daban sal, bueno, hacían cambios entre ellos; pero el programa de la policía con la Gobernación era de que, habían algunos que llegaban así, sin ropa, entonces la Gobernación tenía una ropita para que se las dieran a ellos para que se la colocaran mientras estaban en el pueblo y luego cuando iban para su comunidad la botaban o se la llevaban. Entonces esos eran cómo los programas que se hacían antes de la Toma de Mitú”. (Flórez Castro, 2018).

“Bueno, años antes de la toma era un departamento muy sano, se vivía aquí muy tranquilamente, los habitantes podíamos salir a la calle a cualquier hora de la noche y prácticamente éramos como familia, todo el mundo conocido”. (Zamudio, 2018).

Los indígenas que habitaban cerca del casco urbano, recuerdan una vida tranquila y sin com plicaciones:

“Realmente, mi vida en comunidad transcurría normal, de un joven indígena con su cultura y con sus costumbres. Desde muy pequeño yo ingresé aquí a un colegio pedagógico que forma

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personas docentes, tanto del magisterio como profesores, siempre estudié ahí y me gradué en el 97, y entonces al otro año llegó que me tocaba prestar el servicio militar obligatorio, entonces pues uno como indígena le da a pensar que como sería eso de prestar servicio, uno no conoce, está en blanco en ese sentido. Cuando me fui a presentar, que los papeles, los documentos y ya, apto para el régimen militar”. (Rodríguez, 2018).

A diferencia de los testimonios anteriores, indígenas Cubeo de la zona, recuerdan:

“Mucho antes de la toma prácticamente esto era dominado por la guerrilla. Ellos en los alrededores de aquí del centro del pueblo estaba a la orden de ellos, el control, todo lo hacían ellos y la policía prácticamente estaba como guardadita, y todo lo que era Karurú, Taraira, todo el departamento prácticamente estaba bajo el dominio de ellos, más que todo Karurú”. (Ortiz & Predreros Gómez, 2018).

“(…) escuché que salieron en Yuruparí unos señores uniformados y armados y nosotros de una vez nos dispersamos, nos fuimos al monte con todos los perritos y pollos, pensando que por una hora, dos horas, tres horas, a lo mucho un día íbamos a estar ahí, y volvimos de nuevo a los 4 días y preciso salimos ahí con ellos. Yo nunca había mirado, yo nunca, nunca, nunca en mi vida, un uniforme, un camufado, nada nunca. Entonces, nos desmayábamos mirando las armas, recordando ese pasado, mire como para nosotros nos siembra esa guerra antepasada volvió otra vez, eso fue lo que dijimos nosotros, va a terminar con el pueblo indígena”. (Llanos, 2018).

“La infuencia de los grupos armados… pues ellos por la coca o por algún interés económico ellos iban; eso era lo que les movía a ellos, a la guerrilla. Pasaban por las comunidades indígenas por donde tenían que pasar y se quedaban ahí acampando una semana o un mes, también cerca de los colegios. Por ejemplo estoy hablando de aquí en Caripara, Taraira es una línea en donde ha sido un corredor de la guerrilla. La guerrilla les ha insinuado a algunos jóvenes que se metan a trabajar con ellos, les dicen que ellos viven una situación buena, que la plata se maneja por cantidades. Por eso la gente, el ser, losjóvenes y las jóvenes iban y se quedaban con ellos. Eso ha afectado bastante socialmente, culturalmente en las comunidades indígenas, a todos…” (López Arbes, 2018).

En medio de las conminaciones e invitaciones a la guerra, hubo muchas personas y pueblos indígenas que resistieron activamente por mantenerse dentro de sus tradiciones, creencias y concepcio nes de mundo:

“Eran las guerrillas, desde que entró la Coordinadora Simón Bolívar allá con nosotros. Un mes duraron… dizque para que nos acostumbráramos… ¡qué nos íbamos a acostumbrar si nosotros somos indígenas! Yo les dije: “nosotros no manejamos el signo pesos como lo manejan ustedes, no sembramos lo que siembran ustedes, no sabemos manejar armas. Nosotros vivimos en la selva; la selva es la gran despensa de nosotros, allá teneos las frutas comestibles, el pez, la cacería, la carne… allá lo tenemos todo”. (Llanos, 2018).

En tanto se acercaba la toma, se observaban movimientos extraños y personas foráneas en Mitú. Se trataba de los movimientos logísticos y de inteligencia antes de la toma guerrillera, que, según los habitantes, duraron alrededor de un año y medio; algunas versiones sostienen que la planeación de la toma empezó en 1995, tres años antes. (Castañeda, 2018).

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“(…) antes de la toma se veía mucho movimiento extraño, personas que uno decía “ ¿qué pueden estar haciendo acá? Por ejemplo, en esa época costaba casi un millón de pesos la entrada y la salida a Mitú, y se empezaron a ver personas que no eran de aquí vendiendo eso que hacen en Bogotá: que cambian muñecos por cosas de oro, vendiendo cosas así, vendiendo espejitos, cosas de esas que venden por las calles de Bogotá, en algunos barrios de Bogotá, pero que no se ven acá. Entonces decíamos nosotros “pero es que ¿qué pueden ganar? ¡Ni siquiera para justifcar lo del pasaje! … y esa fue la entrada. Esas personas entraron a hacer algo acá…” (Rojas Triana, 2018).

“(…) pero una vez que ellos ya empezaron a infltrarse, a hacer la inteligencia de ellos, aquí llegaban muchos guerrilleros al pueblo, disfrazados de vendedores. Estaban haciendo inteligencia. Duraron como año y medio haciendo inteligencia”. (Ortiz & Predreros Gómez, 2018).

A nivel institucional, la policía de Mitú continuaba emitiendo alertas y solicitándole apoyo al nivel central. Los exsecuestrados que compartieron su testimonio y experiencia, rememoran: “Mitú siempre estuvo amenazada que (sic) se iba a meter la guerrilla. Durante los dos años que yo viví [allá], siempre hubo informaciones de que la guerrilla se iba a meter. Se reportaba todo a la Dirección General de Bogotá. (…) Pedimos refuerzos, nunca nos los enviaron. Esperar lo inevitable. Siempre mantenía uno prevenido, desconfando, no salía uno solo a la calle”. (Martínez Vanegas, 2016).

“(…) era una realidad latente porque Mitú es una zona donde la infuencia guerrillera era… o no sé, me imagino que aún continuará siendo altísima; entonces que hubiera una toma guerrillera… ¡eso iba a pasar en cualquier momento! independientemente de que nosotros estuviéramos prestando servicio militar o no. Eso era algo que [en Mitú] ya habíamos vivido en el 86’: la primera toma guerrillera ya la habíamos vivido en el 86’ y se venía otra en cualquier momento”. (Sánchez Braga, 2016).

La Iglesia se sumó a la voz de alerta de la policía, sin obtener ninguna respuesta:

“(…) De hecho hay testimonios del obispo anterior que ya murió, monseñor Gustavo, que él llamaba por teléfono a Bogotá, cuando estaban en la inminencia del ataque y todo eso, a decirle a Generales y al Gobierno Nacional “¿Entonces ustedes lo que quieren es que destruyan la capital del departamento del Vaupés sin hacer nada?”. (Acosta Marulanda, 2018).

Ante la pregunta de si la toma se habría podido evitar, John Jairo Pérez Astudillo respondió: “Si claro. Quizá ahí sí hubo un error de la policía, porque en repetidas ocasiones el Coronel Mendieta solicitó apoyo. (…) Entonces, por ejemplo, en este caso debieron prever esta situación. Quizá si se hubiera mandado un apoyo y hubiese sido permanente, quizá la guerrilla hubiera optado por no hacerlo, pero allá en Mitú habían 110 o 112 policías. Podríamos decir que olvidados porque estamos hablando de 100 y pico policías pero contando con auxiliares, que eran 30 auxiliares, que ellos no ejercían ningún tipo de actividad en cuanto a seguridad; entonces sí se pudo haber evitado”. (Pérez Astudillo, 2018).

Mientras tanto, en las áreas circundantes del centro poblado, las comunidades indígenas expe rimentaban una cotidianidad extraña y perturbada por los pasos de la guerra. Los miembros de las FARC se valieron inicialmente de engaños para poner a trabajar a los indígenas en la apertura de caminos para transportar combatientes y armamento; la organización guerrillera llegó a insinuarles a

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los indígenas que participaran de la toma de Mitú. Una vez la agrupación guerrillera tuvo abierta la vía, confnó a los indígenas en un espacio limitado de la selva para que esperaran mientras cesaba la toma. Así lo recuerda Enrique:

“Entonces, cuando pasaron los días bajé por acá, volví y subí, cuando el día menos pensado llega otro señor, el comandante, me dice:

- “¡ah, usted es Enrique!”

- “sí señor yo soy”

- “necesito hablar con usted”

- “Pues hábleme aquí ¿qué tienen que hablar conmigo?”

- “ah bueno, usted es el capitán pues reunámonos inmediatamente”. Me dice: “la guerrilla necesita 20 hombres inmediatamente. Vamos a romper una trocha desde aquí hasta la capital del país, y ustedes van a sembrar plátanos, van a criar pollos, ganadería… nuestros hombres van a formar una carretera y ustedes van a vender muchas cosas”. Claro, yo le creí porque no sabía de eso. Y él siguió: “Sí les vamos a pagar. Por ahora nosotros pensamos que el trabajo se demora 10 días” Yo le dije “[cuenten con] los que deseen trabajar, pero solamente 10 días, a los 10 días que me devuelve otra vez al personal.”. Solamente trabajaron 5 días, cuando sale una chorrera de gente del otro lado, que venía abriendo el camino desde el otro lado. Cuando yo vi eso, salió un comandante y me dice: - “Capi, venga, yo necesito hablar otra vez con usted. ¿Usted es Enrique, cierto?” - “Si señor” - “Eso fue lo que me dijo el otro comandante.”

Yo mantenía asustadísimo, cuando me dice: “¿sabe qué? Dígale a su gente que no salgan a las chagras, que no vayan a los caños a rebuscar ni a la selva. Porque somos mucha gente que estamos viniendo, venimos a realizar una festa en Mitú” y yo no sabía que esa palabra la usan para decirle a los tropeles y a las tomas… Dijo “vamos a realizar una festa en Mitú y si quiere nos acompaña a nosotros” .

Comenzamos nosotros a hacer que no salga nadie, y todos asustados…volvieron y me llamaron a mí y me dijeron ¿Enrique cuantos son?” Y “nosotros somos 250 hombres, familias 150” “bueno, bájese con nosotros y de allá se sube con un mecato que le vamos a dar, que nosotros no queremos que ustedes salgan por ningún lado.

” Yo me bajé, 4 toneladas me dieron de comida y decían “pero rápido que la gente ya van a bajar” Y nos daban bultos de arroz para que comiéramos y nosotros no estamos acostumbrados a comer eso, ¿enlatados? Menos. Entonces ese fue el sufrimiento más cruel que viví yo de carne propia. (Llanos, 2018).

La anunciada y a la vez inesperada hora cero: comienza la toma de Mitú.

Fueron entonces las comunidades indígenas las primeras en presenciar el comienzo de la Toma de Mitú.

“Contamos muchos guerrilleros bajando, miles, pasaban de día y de noche; duraron varios días pasando y habían mujeres, negros, jóvenes, personas del extranjero: venezolanos, brasileros. De todo tipo de personas mirábamos nosotros”. (Llanos, 2018).

Mientras los guerrilleros se desplazaban hacia el centro poblado, en Mitú transcurría el 31 de oc tubre, día en que se realizaron múltiples actividades cívicas por parte de las instituciones: la fnal de

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fútbol del torneo de la Policía en la Concha Acústica (Flórez Castro, 2018), recorridos territoriales (Rojas Triana, 2018 ) y actividades lúdicas de celebración para el día de los niños (Martínez, 2018 ).

Entrada la noche y luego de la fnalización de las actividades, varios funcionarios de Mitú y algu nos miembros de la Fuerza Pública les propusieron a sus compañeros realizar alguna actividad de esparcimiento y socialización en un bar o tienda de la ciudad (Martínez, 2018 ; Rojas Triana, 2018 ); las respuestas fueron negativas: los rumores de que al día siguiente sería la toma eran cada vez más fuertes.

Mitú fue amaneciendo como una ciudad que sonaba y se sentía distinto. La toma estaba por empezar:

“A las 4:30 de la mañana empezó todo el estruendo, el movimiento acelerado de la gente, el sonido de los motores en el río, el sonido de vehículos altamente revolucionados. Es muy diferente escuchar a alguien que todos los días maneja su moto o su carro a escuchar alguien que maneja con la adrenalina al 100%”. (Martínez, 2018).

Finalmente, la toma estalló en cilindrazos, ráfagas de disparos y combates, despertando a los habitantes de Mitú a vivir una terrible pesadilla. A continuación un testimonio sobre la crudeza de la guerra vivida directamente:

“A las 4:30 sonó el primer cilindrazo. Cuando llegué acá [a Mitú]yo normalmente colocaba toldillo; me despertaba y le daba gracias a dios porque no había pasado nada, pero ese día no alcancé porque me despertó el cilindrazo. Eso fue horrible. Eso uno siente como que si la cama y todo se levantara ¡Claro! yo me lancé al piso porque no me acordaba que tuviera el toldillo y me enredé en el toldillo y me caí, hasta que al fn me lo logre soltar. Bajé. En ese momento mientras me salía del toldillo ya habían sonado cilindrazos, ráfagas, era horrible. En ese momento se comprime el estómago… es una sensación que uno no sabe si se va a morir en ese momento… que del susto uno no sabe si le dan deseos de ir al baño o le dan deseos de trasbocar, es una sensación horrible”. (Rojas Triana, 2018).

La ocupación de Mitú fue casi instantánea. La Plaza y varios puntos del centro habían sido trans formados en plataformas de disparo y lanzamiento de explosivos, que pronto destruyeron casi por completo el centro poblado.

“Entonces para todas partes mandaban bala, cilindros. Esta esquina, ahí de la Asamblea… de ahí mandaban cilindros para allá, y de la Asamblea le disparaban a los aviones, a los bombarderos. Esos edifcios eran construidos en madera, no en material como están ahorita. O sea, la guerrilla se ubicó en todas partes: ahí donde queda la policía, donde era el Banco Agrario, que ahora no hay nada construido, ahí se apostó la guerrilla… ellos se apostaron ahí y disparaban al Comando, y de tanto cilindro y todo se incendió el Comando. Los que estaban respondiendo, que ya eran pocos, los mataron…”. (Quevedo, 2018).

Nelson y Wilson narran su experiencia desde otra posición: ellos se encontraban en la Estación de Policía de Mitú, haciendo turno de guardia nocturna. Desde los sitios de vigilancia, pudieron observar cómo durante la madrugada una cantidad importante de habitantes de Mitú salían de sus casas de madera llevando sus enseres y dirigiéndose a casas más resistentes (Zamudio, 2018 ) ; muchos de ellos les advirtieron que la toma se realizaría pronto, y que más valía que se fueran o resguardaran muy bien, pues la guerrilla disponía de una gran cantidad de armas y de personas

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dispuestas a atacarlos en cualquier momento (Martínez Vanegas, 2016). A las 4:30 empezaron a sen tir los primeros movimientos de los guerrilleros que empezaban a rodearlos, ocupando posiciones de ataque y disparando las primeras ráfagas y los primeros cilindros bomba, que se alzaron por los aires en dirección a la Estación. La capital del Vaupés estaba en poder de 1900 combatientes de las Farc-Ep.

Los 120 policías que se encontraban en la Estación, combatieron con los guerrilleros durante 24 horas, tiempo en el que lograron resistir en medio de condiciones completamente adversas: No contaron con el apoyo de refuerzos militares; no habían recibido entrenamiento militar acorde a las condiciones de confrontación que vivieron durante la toma, pues la Policía es un cuerpo civil, y Mitú, pese a ser para ese entonces un territorio con presencia de grupos armados ilegales, no contaba con presencia directa del Ejército Nacional; el armamento era insufciente, estaba viejo o dañado; la infraestructura de la estación era absolutamente frágil, pues estaba construida mayoritariamente en madera; la guerrilla relevaba sus combatientes, mientras que los policías se encontraban en condicio nes de inferioridad numérica que se lo impedían.

La intención de los policías de salvar sus vidas o de sobrevivir para sus familias se mantuvo, pero no ocurría lo mismo con las viejas y deterioradas armas, que terminaron por no servir; ni con las mu niciones que, siendo pocas desde el inicio, fueron acabándose. En esas condiciones y sin refuerzos ni apoyo, algunos policías optaron por refugiarse en el búnker, una de las pocas partes de la Estación que estaban construidas en concreto, o por salir de la Estación y albergarse en los escombros de las casas abandonadas o destruidas, donde fnalmente fueron hallados y secuestrados o asesinados.

Entre tanto, y mientras afanzaba su control sobre la población, la guerrilla se dirigió a cada una de las casas donde vivían los Auxiliares Bachilleres. Una de ellas fue la de Santiago Sánchez, quien se encontraba prestando el servicio militar junto a sus tres primos, también Auxiliares. Los cuatro fueron sacados de sus casas en lo que se suponía, iba a ser una “reunión corta”, y fueron llevados a donde se encontraban los demás secuestrados (Sánchez Braga, 2016). Hoy los Braga se esfuerzan por superar y asumir positivamente, con sus secuelas y enseñanzas, la experiencia de un cautiverio que duró casi tres años.

Otro de los entonces bachilleres relata:

“Llegaron a la casa, iban a ser como las dos de la tarde. Yo estaba haciendo el almuerzo y ¡venga, mijo pa’ acá! Llegó Luis Rodríguez con ellos. Él sí entró de una vez pa’ la pieza y sabía que había que empacar el camufado y el armamento, que para nosotros era un bastón de mando.

El guerrillero nos dijo que se llamaba Anderson: “El jefe los necesita pa’ dos horas de charla y ustedes salen libres”. Nos llevaron para la parte del Inayá8 a una casita de un profesor; ahí estaban mis compañeros, el resto. Había una señora que fusilaron. A las seis nos llevaron hasta la Escavera del Vaupés”. (Castañeda, 2018).

Julián Martínez, reafrma esta versión:

“Ya después llegó Jorge Andrés Salamanca. Él pasó casa por casa. No era necesario, pero el pasó por las casa de los más amigos de él… yo era uno de esos… todavía somos amigos. Él no habló, solamente llegó. Quien habló fue alias “Cadete”. Nos dijo que sólo era una reunión, que nos llevaban a una reunión y que nos soltaban… pero sí pidieron el uniforme, pidieron todo. También dijeron que a las familias no les iba a pasar nada... yo pensaba era en mi mamá”. (Martínez, 2018).

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8 Barrio de Mitú.

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Fuera de la Estación de Policía, las calles de Mitú habían pasado de refejar una situación de caos, desespero y reubicación, a quedar desiertas e inactivas, excepto por los sitios donde se escondían las personas y se atendía a los heridos civiles y de la guerrilla. Los testimonios de Mabel Zamudio y de Gladys Rojas son ilustrativos al respecto:

“(…)los niñitos habían hecho una actividad con disfraces el día anterior y como estaban cansados, muchos de ellos durmieron con su disfraz. Cuando ya empezó la toma, se veían las mamás tratando de esconderse con los niños; la gente desplazada se empezó a reubicar en casas de material cuando empezó la balacera. Para nosotros eso era algo bastante complicado, porque los habitantes del Vaupés nunca habíamos vivido una situación como la del primero de noviembre. Para nosotros fue una situación muy dura, muy triste. La orden era evacuar y muchos evacuamos. Salimos para un colegio. Allá había muchísima gente porque la gente se desplazó para allá. Vimos con mucha tristeza a la gente herida, habían hospitales a la orilla del rio de la gente herida de la guerrilla, que de todas formas también son seres humanos como nosotros. Había un hospital donde les hacían curaciones, les colocaban el suero a las personas heridas”. (Zamudio, 2018).

“Nos reunimos ahí las familias, nos reunimos y nos quedamos ahí quietos. Cada cinco minutos se oían detonaciones de pistola y después de eso un cilindrazo y cada cilindrazo de verdad que lo mandaba a uno contra las tablas, no daban deseos de comer ni nada. Después nos refugiamos en las casas de material y nos dividimos por grupos para intercalarnos: algunos que cocinaran y otros que hicieran otras cosas, porque es que no daban deseos de hacer nada, ni de comer. Yo todavía lo recuerdo y es como si lo estuviera viviendo”. (Rojas Triana, 2018).

Los pueblos indígenas escucharon la toma de lejos, algunos confnados dentro de la propia selva y rodeados por el movimiento de tropas guerrilleras. Pese a que se procuró mantenerlos lejos del escenario de combate, los miembros de las comunidades originarias no estuvieron exentos de la zozobra y la angustia de la toma, pues varios de sus familiares se encontraban en el área urbana de Mitú para ese momento:

“Sí, quedarnos encerrados en la parte de la selva que ellos nos dijeron. No salíamos por ningún lado. Todo estaba guardeado (sic), todo estaba lleno de guerrilleros… todos los caminos llenos. Mis hijos estaban estudiando allá, y yo lloraba porque mis hijos estaban estudiando en Mitú…

La toma duró tres días”. (Llanos, 2018).

Sangre en la toma, sangre en la retoma.

El fn de la toma se produjo 72 horas después, con la retoma de la ciudad por parte del Ejército, la cual fue tan o más cruel y sangrienta que la toma. En ese momento, entre las fuerzas ofciales y las Farc-Ep, quemaron una maloca ancestral, generando una pérdida cultural irreparable en un territorio mayoritariamente habitado por indígenas9 (Betancur, 2016).

La población civil y los pueblos indígenas quedaban en medio del fuego cruzado del Ejército, que

La maloca es una construcción sagrada indígena, que sirve como epicentro ritual y político de las comunidades. Su estructura está hecha de madera y su techo es de paja: “La maloca representa al mundo, con sus distintos niveles y reproduce la organización de los distintos seres que lo habitan. Además es el lugar de encuentro, de celebración de los grandes bailes en los que “se cura el mundo” -se previenen las enfermedades y los accidentes, se lo limpia de males que producen otros seres sobrenaturales o personas-, de manejar las relaciones sociales y mantener el control ecológico”. (Cardona Alzate, Jorge ; González Navarro, Catalina ; El Espectador, Colombia 2020, 2016).

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trataba de retomar en territorio, y de la guerrilla, que buscaba replegarse y huir con los secuestrados:

“Pregunta: ¿La Fuerza pública les bombardeó a ustedes por estar persiguiendo a los guerrilleros?

Respuesta: Sí, exactamente. Yo viví eso. Algunos corriendo se rompieron sus rodillas, se rompieron las piernas con troncos, se cayeron al agua, allá se hundieron los niños, tirotearon la escuela, hubo heridos, pero muertos no. Eso lo viví con mi niño, que ahora es un profesor y ahí tenía unos 8 años, con mi niño apretado, me escondí y rompieron todo… balaceras por toda la escuela. La guerrilla ya no estaba ahí, ya se había salido, dejaron el equipo de comunicación. Nosotros amanecimos y dos días, para mí fue como quien sabe cuántos años: corra, parece, grite, no llore, ríase… nos tenían así. Desmayaron los niños, nosotros no podíamos hacer nada. Nos decían que si miraban a un guerrillero, nos mataban a todos nosotros. Amaneció el día y cuando llevaron al comisario, el comisario era un mestizo que habló en lengua y nosotros le dijimos que la guerrilla no estaba, que los persigan que aquí no hay ninguna guerrilla. Cogieron a los profesores los amarraron, les fuetearon… y les decíamos “Pero si ellos no son guerrilleros ¡que son profesores! Son de afuera, pero son profesores”. (Llanos, 2018).

“Y no, sinceramente muy duro porque la verdad eso era bala… porque los aviones cuando se tomaron esto, eso era bala por el aire y bala también por acá, y las pipetas que no dejaban de sonar… o sea, muy duro. Psicológicamente aún nos sentimos afectados por esa situación”. (Zamudio, 2018).

Los propios secuestrados casi resultan impactados por el fuego aéreo del Ejército Nacional en la retoma:

“Ya era de noche nos amarraron a todos y nos llevaron por la orilla de la pista. Ya estaba el avión OB10 haciendo sus bajadas y también disparaba por todo lado, y [los guerrilleros] nos decían a nosotros: “ustedes por la mitad de la calle” y ellos iban a los costados, porque así se podían proteger mejor del fuego aéreo; éramos como carne de cañón… ¡pero el avión sí disparaba a lo que fuera! Entonces ellos si decían “pues si matan a alguien, que los maten a ustedes”. (Martínez, 2018).

El saldo de la toma de Mitú

Los tres días de confrontación dejan las siguientes cifras ofciales: 51 muertos (11 civiles, 16 policías y 24 militares), 47 uniformados heridos y 61 secuestrados; 16 de éstos últimos eran auxiliares bachilleres, uno de ellos menor de edad (Orjuela Manjarrés, 2018).

El grupo inicial de secuestrados disminuyó: Julián Ernesto Guevara murió por desatención médica en la selva, después de más de siete años de cautiverio; Luis Hernando Peña Bonilla desapareció estando en cautiverio y hasta la fecha no se ha vuelto a saber nada de él.

El número de guerrilleros muertos es desconocido, aunque tanto los pobladores de Mitú, como los policías que pudieron presenciarlo, coinciden en que las Farc-Ep dispuso varias volquetas para transportar a sus muertos (Betancur, 2016; Martínez Vanegas, 2016).

El secuestro de los 61 uniformados y primordialmente de los 17 auxiliares bachilleres, sembró temor entre las familias de Mitú por el destino de sus hijos más jóvenes, quienes eran más vulnerables ante cualquier acontecimiento de la guerra. Los días siguientes al fn de la toma, se produjo un éxodo

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importante de habitantes, mayoritariamente de jóvenes, desde Mitú hacia Bogotá y Villavicencio.

“Aquí muchas personas sacamos a nuestros hijos… como al día siguiente Satena10 logró entrar, sacamos a gente de acá… ¡por lo menos a nuestros hijos! Salieron porque aquí la situación era bastante crítica”. (Zamudio, 2018).

“(…) y ya fue tanto el deterioro de todo lo básico, que todo el mundo comenzó a salir de Mitú”. (Quevedo, 2018).

La desolación y la destrucción fueron el paisaje de Mitú durante varios años después de la toma. Huecos en las calles y la Plaza Central, destrucción de la casa cural, daños en casas de civiles y en locales comerciales, la infraestructura pública destruida. Aún existen edifcaciones que permanecen demolidas y abandonadas, a 20 años de la toma, sin ninguna restauración ni seña conmemorativa. Los impactos territoriales no solamente afectaron la parte urbana de Mitú, sino que también tuvieron terribles repercusiones en los pueblos indígenas y su cosmovisión. Primero, la confrontación bélica produjo daños en lugares naturales o construidos de carácter sagrado, por ejemplo, las malo cas; después, la intervención estatal buscó demostrar su presencia pavimentando las calles y varios sitios de la ciudad sin consultar con los pueblos indígenas. Ello resultó en el sepultamiento de sitios sagrados bajo el cemento.

“Después de eso [la toma] construyen esto. Donde eran sitios encantados, sagrados, lo pavimentan, pavimentan la calle encima de ellos. Aquí después de la toma llegó mucha gente que ha irrespetado los derechos nuestros: ha roto las pinturas rupestres, las piedras sagradas… y eso a nosotros nos hiere, porque se pierden nuestros saberes y se daña nuestro territorio; esas son las desgracias que han dejado todos estos hechos”. (Llanos, 2018).

Aunque la respuesta del Ejército Nacional era necesaria, también deja saldos negativos, como la mayoría de respuestas bélicas o armadas:

“(…) [Después de la toma] hubo pérdidas culturales, muchas… porque con la entrada del Ejército... empezaron las violaciones... cosas feas, cosas que en este pueblo no se veían. Una cantidad de niñas embarazadas, licor, prostitución... ya eso es traerles cosas malas que hacen que vayan perdiendo sus raíces y que nadie se preocupa por rescatar.”

Uno de los saldos más dolorosos es la cantidad de víctimas no reparadas y sin condiciones para reconstruir su proyecto de vida, incluidos los ex secuestrados de la Fuerza Pública. Finalmente, la toma de Mitú logro visibilizar la necesidad de llevar a cabo una profunda rees tructuración de la institucionalidad a sus diferentes niveles. Poco tiempo después de la toma, María Eugenia Jaramillo, quien fuera en su momento representante a la Cámara por el Vaupés, hizo varias declaraciones ante la prensa escrita que complementan los testimonios de quienes vivieran el cauti verio, y por medio de las cuales, ratifcó que las autoridades de la región estaban al tanto de que la guerrilla ejercía un fuerte control territorial, de lo que se deducían altas probabilidades de ocurrencia de la toma, y la posibilidad de prever un ataque numeroso por parte de las Farc-Ep (El Tiempo, 1998).

10 Satena: Única aerolínea colombiana que tiene vuelos desde y hacia Mitú.

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Los interrogantes de la toma.

La pista de aviación destruida y los fallos en la respuesta estatal.

Uno de los elementos que más genera dudas sobre la actuación estatal en el marco de la toma es la existencia de versiones contradictorias sobre el estado de la pista de aviación.

Las versiones ofciales han sostenido que los refuerzos se demoraron en llegar, debido a que uno de los primeros objetos de ataque de las Farc-Ep, fue precisamente el aeropuerto. Dado que Mitú es accesible solamente por vía aérea, atacar la pista le garantizaría a la guerrilla la ausencia de refuerzos militares que pudieran contraatacar.

Sin embargo, la revisión de prensa sobre el tema, deja ver inconsistencias en dicha versión. Vale la pena citar las notas de prensa sobre Teddy Tormbaum, entonces presidente de la Cruz Roja Colombiana seccional Meta, quien logró llegar a Mitú en avioneta durante el ataque guerrillero, contradiciendo el hecho de que la pista estuviera inservible. El Tiempo, reseñó así su visita a la ciudad sitiada:

“Tormbaum logró aterrizar el domingo en una avioneta en Mitú cuando todavía la guerrilla atacaba el puesto de Policía, con 132 uniformados. El funcionario de la Cruz Roja dijo que fue imposible contar tantos muertos pero que hoy aspiran a volver a Mitú para establecer el número de lasvíctimas de la incursión. (…) Tormbaum dijo que vio un avión quemado, pero no de manera intencional sino a causa de un cilindro de gas que se cayó accidentalmente. La pista no se encuentra averiada. Al atardecer de ayer11, la avioneta de la Cruz Roja pudo despegar de Mitú con los primeros civiles heridos, pues la pista no estaba bombardeada”. (El Tiempo, 1998).

En otro de los artículos aparecidos en la edición del 3 de noviembre de 1998 de El Tiempo, fgu ra información contradictoria y confusa sobre el sobrevuelo y aterrizaje de aeronaves en Mitú, que contraría las versiones ofciales y, nuevamente, abre interrogantes sobre las causas por las que la intervención estatal no fue oportuna. Por un lado, se mencionan sobrevuelos del Ejército, a través de los que pudieron darse cuenta de la situación; por otro, también se hace referencia a la llegada de Tormbaum en una avioneta, y para concluir, de forma muy incoherente, se dice que ninguna nave había podido aterrizar en la zona. Aquí las citas correspondientes:

“Tras el ataque, el puesto de Policía fue completamente destruido. De acuerdo con el coronel Sánchez Gutiérrez12, los pilotos que han intentado llegar hasta Mitú manifestaron que por lo que se alcanza a observar desde el aire, el puesto de la institución quedo completamente destruido.

(…)

Una avioneta de la Cruz Roja Colombiana, fue la única aeronave que pudo llegar hasta Mitú, el domingo en la tarde. La aeronave regresó ayer con cuatro heridos identifcados como: Darwin Ancízar Pérez, de 3 años; Yesid Vladimir Rodríguez, de 6 años, Dayana Londoño, de 7 años y Emilia Pérez Benjumea, de 20 años, quienes reciben atención en el hospital de Villavicencio.

(…)

Al cierre de esta de esta edición no había podido aterrizar allí ninguna aeronave y la guerrilla

11 “Ayer” corresponde al 2 de noviembre de 1998, un (1) día después de que empezaran las confrontaciones; las Fuerzas Militares se hicieron presentes 72 horas después. Subrayado nuestro.

12 Comandante del Batallón de Infantería No. 19 “General José Joaquín París”, de San José del Guaviare.

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todavía tenía dominado el pueblo, según lo dijo en San José del Guaviare, el comandante operativo de la Policía Nacional, general Rafael Pardo”. (El Tiempo, 1998).

Los testimonios de quienes sobrevivieron a la toma, siembran aún más dudas sobre la versión of cial, lo mismo que sobre la ética y responsabilidad periodística de algunos medios de comunicación que reprodujeron dicha información de manera masiva. Empecemos por citar las palabras de Mabel Zamudio, quien recuerda que al día siguiente de comenzada la toma, la aerolínea Satena logró aterri zar en el aeropuerto de Mitú e incluso transportar pasajeros fuera de la ciudad:

“Aquí muchas personas sacamos a nuestros hijos… como al día siguiente Satena13 logró entrar, sacamos a gente de acá…¡por lo menos a nuestros hijos! Salieron porque aquí a situación era bastante crítica”. (Zamudio, 2018 ).

Una de las testigos de la toma rememora el momento en que se dio cuenta de que la versión que estaban difundiendo los medios de comunicación sobre el estado de la pista de aviación era falsa: “

(…) Nosotros teníamos un radio al que le pusimos una esponja de antena y se escuchaba todo. Decían que el Ejército no podía entrar porque la pista estaba incendiada y dañada… alcanzamos a escuchar varias noticias de RCN donde decían que la pista y todas las casas alrededor de la pista estaba incendiadas. Al comienzo nos dio susto porque pensamos en que no podíamos salir, pero después nos asomamos a mirar y no había humo ni nada. Estaban mintiendo, oíamos que estaban mintiendo. La versión de los medios era muy diferente de lo que estaba pasando. Además que a los medios les interesa como el sensacionalismo de momento”. (Rojas Triana, 2018 ).

El Ejército logró retomar el control sobre la capital del Vaupés pasadas 72 horas desde el inicio del ataque.

En todos los documentos sobre la toma de Mitú aparece que la duración del ataque se pro longó por 3 días, y que su fnalización se dio gracias a la intervención del Ejército Nacional, que lo gró retomar el control sobre la capital del Vaupés.

Los pobladores de Mitú, por el contrario, afrman que después de la toma se intensifcaron los combates entre el Ejército Nacional y la Guerri lla, a los que han llamado “los hostigamientos”. También coinciden en denunciar que los efectos destructivos de estas confrontaciones fueron aún peores que los de la toma propiamente dicha. Así mismo, hay declaraciones generalizadas sobre la prolongación de los hostigamientos por dos años o más:

“(…) ya fue tanto el deterioro de todo lo bási co, que todo el mundo comenzó a salir de Mitú.

13 Satena: Única aerolínea colombiana que tiene vuelos desde y hacia Mitú.

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De ahí para acá comenzaron los hostigamientos cada rato. Ya la guerrilla no dormía ni dormía el ejército porque a cada rato era un hostigamiento. En el año 2000 que hubo una elección, la guerrilla no dejó hacer elecciones en muchas partes, el Ejército todavía no había retomado partes del departamento”. (Quevedo, 2018).

“(…) después de la toma… pero uno o dos años después de la toma, que ya hizo presencia aquí la Policía y el Ejército, porque después de la toma hubo hostigamientos, y esos hostigamientos creo que dañaron más el pueblo que la misa toma (…) hacia la época de los hostigamientos que fue entre 2000 y el 2002. Más o menos dos años duraron los hostigamientos.

(…)

Pregunta: ¿Cómo fueron esos hostigamientos?

Respuesta: En los hostigamientos ellos llevaban… por ejemplo, se iban al lado de allá del río y veían policías o Ejército y comenzaban a dispararles .En la noche lanzaban armamentos, lanzaban granadas o yo no sé qué… yo no le puedo decir qué lanzaban, pero sí se escuchaban explosiones. Sabíamos que [los guerrilleros] estaban intentando entrar cuando oíamos respuesta; si no oíamos respuesta era solamente hostigamiento. Varias veces en la noche, a diferentes horas lanzaban algo”. (Rojas Triana, 2018).

“Pues yo duré allá casi tres años secuestrado, pero mi familia me dice que vivió una zona de guerra muy brava. Incluso cuando yo llegué, en el 2001, había hostigamientos”. (Castañeda, 2018).

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Sin desconocer las condiciones de desigualdad, empobrecimiento, despojo y corrupción que han azotado histórica y constantemente a los departamentos de Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño, se puede decir que hasta comienzos de la década de 1990, la región Pacífca se había mantenido relativamente al margen de las dinámicas de confrontación armada que invadían al resto de regiones del país.

Refriéndose a ésta realidad, el trabajo de Carlos Efrén Agudelo plantea que “Algunos pobladores de la región nos decían que el Pacífco colombiano ha estado tan olvidado por el resto del país, que ni la violencia le había llegado y consideraban que esa era una de las únicas ventajas de la segregación de la región”. (Agudelo, 2001, pág. 10).

Las décadas fnales del siglo XX desde los 60, se presentan como de grandes cambios políticoadministrativos en la región Pacífca, que sirven como caldo de cultivo para las posteriores dinámicas violentas14:

Años 60: el Estado colombiano profere leyes que desconocen la ocupación territorial histórica de los pueblos afrodescendientes e indígenas, lo que abre las puertas a actores económicos externos a que establezcan economías madereras de corte extractivista.

Años 70: Se expanden los proyectos industriales en la región, especialmente la pesca a gran escala, la producción de madera y la explotación minera.

Años 80: El boom del narcotráfco empieza a verse en el Pacífco. Aparecen plantaciones de coca y los capitales producto del narcotráfco son invertidos en algunos proyectos industriales de los que ya se hablaba.

Años 90:

Las comunidades indígenas y afrodescendientes emprenden procesos de lucha para re cuperar las tierras ancestrales que están siendo ocupadas por los actores industriales externos. En medio de los procesos de lucha por la tierra se crean algunas tensiones entre los pueblos afro y los indígenas, lo mismo que entre pobladores ancestrales (afros e indígenas) y ocupantes externos (empresarios e industriales).

Hacen presencia las primeras agrupaciones guerrilleras en el Pacífco, sin embargo su accio nar está reducido al tránsito, al descanso de las tropas o al refugio temporal.

Los siguientes mapas demuestran la evolución histórica del conficto armado colombiano a través de un indicador: las incursiones violentas de la guerrilla. En ellos puede observarse cómo la región Pacífca y específcamente el departamento del Valle del Cauca, tuvieron una articulación tardía a las dinámicas armadas del conficto:

14 La periodización es tomada de Agudelo (El Pacífco colombiano: de “remanso de paz” a escenario estratégico del conficto armado. Las transformaciones de la región y algunas respuestas de sus poblaciones frente a la violencia., 2001) y corroborada por el informe del CNMH (Tomas y ataques guerrilleros (1965-2013), 2016).

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El Valle del Cauca en medio de un conficto armado que escalaba a grandes velocidades, y para el que el Gobierno no buscaba salidas.

Incursiones guerrilleras en cabeceras municipales y centros poblados, 1965 -1978.

Tomado de “Tomas y ataques guerrilleros (1965-2013)” (Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), 2016, pág. 87)

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Incursiones guerrilleras en cabeceras municipales y centros poblados, 1979 -1991.

Tomado de “Tomas y ataques guerrilleros (1965-2013)” (Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), 2016, pág. 91)

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Memoria Histórica de Policías y Militares Exsecuestrados, Desaparecidos, Asesinados en Rescates a Sangre y Fuego, Muertos en Cautiverio, y de Las Familias Asfamipaz.

Incursiones guerrilleras en cabeceras municipales y centros poblados, 1991 -2002.

Tomado de “Tomas y ataques guerrilleros (1965-2013)” (Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), 2016, pág. 99)

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La prolongación del cautiverio y la ausencia de intercambio humanitario

De manera simultánea al escalamiento regional del conficto armado en la costa Pacífca, au mentaba la tensión entre las Farc-Ep y el Gobierno Nacional. El tiempo de cautiverio de un grupo considerable de secuestrados se había prolongado signifcativamente sin ninguna señal que indi cara que pudiera haber una pronta solución. En 1999 el Mono Jojoy declara que “si no hay canje, habrá que traer políticos” (Revista Semana, 1999).

El secuestro de los Diputados del Valle

Las Farc-Ep pusieron en marcha su estrategia de secuestrar personalidades políticas para pre sionar la realización del Intercambio Humanitario. El presupuesto de la organización guerrillera era que la vida y la libertad de los políticos y las fguras públicas iban a suscitar mayor interés del Estado Colombiano, que había demostrado ser indiferente ante la situación de los policías y militares en cautiverio.

El 15 de julio de2001 se produjo el secuestro de Alan Jara Urzola, quien fue capturado por la Farc-Ep mientras regresaba de un acto público al que asistía en calidad de ex gobernador del Meta.

En septiembre del mismo año, la misma agrupación guerrillera secuestro a Consuelo González de Perdomo, quien para la época se desempeñaba como representante a la Cámara.

El 20febrero de 2002 fue plagiado el senador Jorge Eduardo Gechem Turbay. El operativo de las Farc-Ep incluyó el desvío del avión comercial de la aerolínea Aires en que se transportaba Gechem. El secuestro terminó por ocasionar la suspensión de los Diálogos de Paz que se estaban llevando a cabo entre las Farc-Ep y el Gobierno Nacional.

Tres días después, el 23 de febrero de 2002, Ingrid Betancourt fue secuestrada por la misma agru pación mientras se movilizaba por el Caquetá, entre Florencia, y San Vicente del Caguán, en el marco de sus actividades como candidata presidencial. Clara Rojas, miembro de su equipo de campaña

también fue privada de la libertad.

Dos meses más tarde, el 11 de abril de 2002, las Farc-Ep desarrollaron un operativo en la Asamblea Departamental del Valle15 que se co noció en la opinión pública como el Caso de los diputados del Valle.

“Había un tema que les preocupaba en esos días a los diputados, y precisamente un día antes del secuestro, el 10 de abril de 2002, Juan Carlos y los demás diputados estaban discutiendo todo el tema de seguridad del Valle del Cauca, por que por esos días el Mono Jojoy, que tenía en su poder a los policías y militares secuestrados, había hecho una amenaza al país, diciendo que

15 La Asamblea es el órgano que ayuda a coadministrar el departamento. Si bien es cierto, todo el tema administrativo está en cabeza de los gobernadores y su equipo de trabajo, el consejo hace un papel parecido al del congreso con el presidente o los concejos con los alcaldes. Ahí es donde se aprueban las ordenanzas, y esas ordenanzas están orientadas a temas relacionados con el desarrollo de las regiones, en este caso con el desarrollo del Valle del Cauca.”(Perdomo Estrada, 2018).

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como al país no le dolían los policías y militares, entonces se iba a ir por los políticos para ver si les dolía. Eso era una amenaza y eso generó que la dirigencia política en el país y en especial en el Valle, tuvieran una gran preocupación. Entonces se había convocado al Concejo de seguridad para afrontar todos estos temas, de qué información tenían, cómo se estaba manejando y qué medidas se iban a tomar para la clase política del departamento. Entonces ese era uno de los temas que estaba sobre la agenda en esos días previos”. (Perdomo Estrada, 2018).

El operativo consistió en entrar a la Asamblea Departamental haciéndose pasar por miembros del Ejército Nacional y dirigirse directamente a la sala de sesión de la Asamblea de Diputados. Una vez allí, los guerrilleros, vistiendo prendas similares a las del Ejército, alertarían a los diputados sobre una amenaza de bomba y los instruirían a empezar una falsa evacuación a través de una ruta que los conduciría a un vehículo en el que se los llevarían secuestrados.

Sigifredo López Tobón, el único sobreviviente de aquella acción bélica, recuerda cómo se desen volvió el operativo:

“Había unos señores vestidos de soldados. Yo pensé que eran militares, porque habíamos tenido una sesión donde estábamos haciéndole un análisis a la seguridad del departamento y habíamos invitado a coroneles y generales del Ejército y de la Policía, entonces me pareció normal, porque habíamos pedido seguridad para el edifcio, protección para todos nosotros. (…) Llegué allá y llevábamos como diez minutos esperando, habían llegado ya varios diputados, cuando un señor que estaba allí dijo: “¡Señores! hay una amenaza de bomba, hay que evacuar el edifcio.” Y nos hicieron salir de la sesión por la parte de atrás [de la Asamblea] y abordamos una buseta. Dos años atrás, recuerdo que había ocurrido algo similar en un debate fuerte y nos subieron a una tanqueta en ese entonces y el recorrido lo hicimos hacia la brigada. Entonces nos subimos varios diputados a la buseta, arrancamos y en la esquina venían tres diputados, que eran Charri, Barragán y Arismendi. Ellos se subieron en la esquina, dijeron “¡Uy! ¿Y estos pa’ dónde van?” y se subieron…pensaron “Nosotros también somos diputados…” y se subieron. El carro avanzó y cuando vimos que no avanzó por donde debía avanzar para la brigada, sino que pasamos por el Hotel Intercontinental, entonces preguntamos “¿Pa’ dónde vamos?” Y entonces un tipo se puso un brazalete de las FARC y dijo: “ustedes están secuestrados, somos de las FARC”. Nos quedamos estupefactos, fríos, nos mirábamos… Yo recuerdo que Barragán intentó comunicarse con el GAULA, hizo varias llamadas allí y no le correspondieron. Luego nos subieron por ahí a Peñas Blancas, la buseta se varó, pasamos un camión, el camión también llegó más allá y luego cuando llegamos más allá nos hicieron bajar y recuerdo también que ahí se bajaron secretarias, asistentes… yo hasta le dije a un muchacho nuevo, diputado, que estaba haciendo una licencia de quinde días, de un mes… le dije: “bájese y diga que usted es un asistente mío” y como nadie lo conocía dijo “ Yo soy asistente del doctor Sigifredo” y se bajó y era diputado y se bajó porque nadie lo conocía, se bajaron las secretarias y nos quedamos los doce diputados”. (López Tobón, 2018).

Fabiola Perdomo, viuda de Juan Carlos Narváez, quien fuera el presidente de la Asamblea para ese momento, relata:

“Entonces estábamos hablando de eso cuando [Juan Carlos] me dijo “Espera, espera, ya te llamo, porque acaba de entrar el Ejército, hay una amenaza de bomba. Pusieron un petardo y nos van a desalojar, ya te llamo”. En ese momento él me cuelga el teléfono. (…) [En la noche] Juan Carlos me llama al celular, me dice que hable con el gobernador, que hay un operativo muy duro

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y que los van a matar. Entonces eso hace que nos movilicemos, que llamemos a la cruz roja, a la Gobernación, a los medios de comunicación, Juan Carlos sale por un medio de comunicación esa noche, contando todo lo que les está pasando -lo dejan llamar- y esa fue la última llamada que hubo terminando la noche”. (Perdomo Estrada, 2018).

Así, los doce diputados del Valle fueron secuestrados y conducidos a la profundidad de la selva Pacífca:

“Nunca nos reunieron con otros secuestrados, nos tenían a nosotros, éramos doce diputados. Nos custodiaban 54 hombres del Frente 60, a mando de “El Grillo”. (…) A los policías y militares los tenían secuestrados en la parte oriental del territorio colombiano; a nosotros nos secuestraron en Cali y nos bajaron a los Farallones de Cali. Recorrieron el Pacífco de Buenaventura hacia abajo, selva inhóspita. Los primeros dos meses fueron meses de huida, huyendo… atravesando toda la cordillera hasta que llegamos a las selvas del rio López de Micay, en el municipio López de Micay, en Argelia, Cauca, Guapi… Allá transcurrieron cinco años más… Como a los cinco años ya la presión del Ejército era mucha y bajamos hacia las selvas de Nariño, pasamos del sur del Cauca al norte de Nariño y allá ocurrió el desenlace fatal, en territorio del municipio de Magüi-Payán, si no estoy mal”. (López Tobón, 2018).

El secuestro de los diputados del Valle dejó una víctima mortal perteneciente a la Fuerza Pú blica: el subintendente de la policía nacional Carlos Alberto Cendales Zúñiga, quien se percató de que lo que estaba ocurriendo en la Asamblea era un operativo para engañar y secuestrar a los diputados. Los guerrilleros llevaron al subintendente al baño y, luego de forcejear con él, le propiciaron dos disparos, golpes y varias puñaladas que acabaron con su vida (Cendales Zúñiga, Entrevista a Luz Marina Cendales Zúñiga. Reconstrucción de la memoria histórica de ASFAMIPAZ, 2018).

Durante el operativo también fallecieron el Camarógrafo Héctor Sandoval y el Conductor Wal ter López. Ambos empleados del canal RCN que hacían cubrimiento de los hechos y que fueron alcanzados por las balas del fuego cruzado entre la guerrilla y el Ejército luego de que se hubie ran llevado a los diputados (Cendales Zúñiga, VTS 01 1 mpeg2video “UN SUEÑO PARA MORIR (video), 2015).

El desenlace fatal: paranoia, indolencia y crueldad de las Farc-Ep y el Estado Colombiano; inmovilidad de la sociedad civil.

El 18 de junio de 2007, en el Charco, Nariño, guerrilleros pertenecientes al Frente 60 del Coman do Conjunto Occidental de las Farc-Ep asesinaron a 11 de los diputados de la Asamblea del Valle del Cauca. Solamente Sigifredo López Tobón sobrevivió a la masacre.

Los guerrilleros intentaron hacer ver la matanza como el resultado de una confrontación provo cada por un supuesto intento de rescate violento del Ejército Nacional. Sin embargo, de acuerdo al proyecto Rutas del Conficto “en las pruebas balísticas y el levantamiento de los cadáveres se de mostró que [los diputados] fueron asesinados con tiros a quema ropa.” (Proyecto RutasDelConficto. com, s.f.).

Según Sigifredo López, los momentos previos a la masacre estuvieron llenos de tensión y paranoia producidas por el discurso guerrerista del Gobierno Nacional:

“Todo el mundo estaba ya desgastado. Llevábamos cinco años y medio ya de secuestro y los secuestradores estaban paranoicos. En ese momento el gobierno de Uribe solo hablaba

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de rescates militares, había habido enfrentamientos en la zona, entonces estaban muy paranoicos, muy paranoicos... Yo creo que Dios me separó del grupo, porque cuatro días antes pasó una avioneta o un avión fantasma, yo que sé… y teníamos una ropa ahí secándose al sol, entonces ellos en su paranoia nos dijeron “¡granhijuetantas!¿Cuántas veces le he dicho, malparido, que no dejen la ropa ahí?¡Que no sé qué!¡Que esa hijueputa ropa!” Así a los gritos. La ropa era mía y en esos momentos importa más la dignidad que la vida, entonces le dije al que estaba gritando “¡Más hijuetantas será usted! me habla con respeto o no me habla, porque aquí no hay ningún hermano suyo. Coma mierda o lo que sea y haga lo que quiera, pero a mí me respeta”. Entonces el tipo, cuando ya la cosa se puso así de maluca, fue y llamó al jefe de él, alias “pocillo” y llegó pocillo con cuatro gorilas y a empujones me llevaron y me amarraron como a 70, 80 metros, donde tenían un calabozo en árboles de chonta y me amarraron al cuello una palma de chonta y ahí me tuvieron; eso fue el día 14 de junio a las cuatro y treinta de la tarde (jueves) y el día lunes 18 de Junio de 2007, a las once y treinta ocurrió la masacre. Entonces los momentos previos eran de mucha tensión, ellos estaban paranoicos”. (López Tobón, 2018 ).

Respecto a la masacre, Sigifredo rememora:

“Escuché de lejos, a 70, 80 metros, porque yo estaba en un calabozo…escuché disparos y disparos, ráfagas y ráfagas. Cuando yo escuché el primer tiro me tiré al piso “¡Dios mío, protégeme!¡Dios mío, protégeme!”. En medio de la masacre escuche decir “¡No los dejen ir, no los dejen ir!”, era la voz de Pocillo. Habían ocurrido muchos disparos. Tres años antes había pasado una piara de saimos, que son como unos cerdos de monte, y entonces los guerrilleros les disparan a los últimos, porque si les llegan a matar el líder, toda la manada se devuelve contra los que disparan y así la persona se suba a un árbol para defenderse, [los saimos] le dan y le dan al árbol hasta que cae y se comen la persona. En otra ocasión un cazador había disparado y no sé si mataron al cazador. Entonces yo me imaginé que había podido ser eso, porque yo no oí helicópteros, yo nunca me imaginé que fuera un rescate, porque si hubiera sido un rescate habría helicópteros. Entonces yo estaba en el piso, cuando después de las ráfagas sentí que se acercaban unas botas, pero se acercaban presurosas, rápido. Si hubiera sido el Ejército andaría con cautela porque no conocían el terreno. Yo me incorporé y me senté, cuando llegó un tipo y me dijo “¿quién ha pasado por aquí?”. Yo reconocí la voz, era el guardia mío, alias “Gimba”. Entonces le dije “Nadie, yo he estado muy atento”. Entonces el tipo llegó, se paró ahí, se quitó la cachucha, puso el fusil encima de la rodilla dándome la espalda y se pasaba las manos así [por la cabeza], como diciendo “¿qué hago?”. Entonces se paró al ratico y venía otro [guerrillero] y le dijo “Quédate aquí que yo voy a averiguar qué hacemos con este señor”. Se fue y al rato volvió y me dijo “Empaque que nos vamos”. Y entonces no me sacaron de frente, seguramente pa’ que no viera los cadáveres, sino que me sacaron por detrás, me subieron a un cerro, me tuvieron toda la tarde ahí. Ya por la noche me bajaron a otro sitio pa’ que no viera los cadáveres. Y ocho días después me entere, porque estaba escuchando la radio –uno prende la radio allá a las cinco de la mañana - a Fabiola Perdomo la escuché llorando, leyendo un comunicado de las FARC que decía, que en un enfrentamiento con un grupo armado desconocido habían muerto todos los diputados menos Sigifredo López.

¡Me enteré ocho días después! entonces entré en crisis y empecé a gritar y a llamar, a preguntar que qué pasaba, a decir que estaba escuchando eso. Llamé al guardia y el guardia fue y me habló y me dijo “Que le mandan a decir que todo lo que está escuchando es cierto”. No, pues eso fue terrible…Empecé a gritar “¡asesinos!”, a gritarles de todo”.

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Los familiares de los diputados recibían la noticia fuera de la selva. Fabiola Perdomo rememora los terribles momentos:

“Después de cinco años y dos meses de estar en cautiverio, un 28 de junio de 2007, a las once de la noche, recibí una llamada. Estaba durmiendo.…Porque algo que hicimos todas las familias fue que dormíamos con los teléfonos prendidos y con un radio al lado. Esa era nuestra vida, estar conectados y estar oyendo noticias porque en cualquier momento pasaba algo. Recibí la llamada, en ese momento de un periodista de CM&, el corresponsal local, me llamó y me dijo que cómo estaba, yo le dije que bien, que estaba durmiendo y me dice “¿Ya leíste el comunicado de ANCOL?”. ANNCOL era la agencia de donde recibíamos todas las comunicaciones de las FARC. Lo primero que le pregunté fue “¿llegaron pruebas de supervivencia?” Y él me dijo “No. Mataron a los diputados del Valle”. Así… No me dio tiempo de nada. Luego me dijo que quedó uno vivo. Yo le pregunté ¿Juan Carlos? Y me dijo “No, Sigifredo López”. Es todo lo que recuerdo de esa conversación. A partir de ahí me bloqueé, no sé qué más hicimos. Sólo recuerdo de nuevo cuando estoy en el baño llorando, encerrada en mi baño llorando, llamando porque dormía con mi hija y no quería que ella oyera. Ella tenía 7 años. Me meto al baño y empiezo a llamar a toda la familia, primero a mi familia y luego a las familias de los diputados. Hay algo que yo no recuerdo, pero mi hija me lo recuerda… cada vez que le preguntan y ella recuerda ese momento, ella dice que me recuerda hablar y llorar y que ella se sentó en la cama a ver qué pasaba y que yo solo decía “mataron a mi Juan” “mataron a mi Juan”, que era la frase que yo repetía cada vez que hablaba por teléfono”. (Perdomo Estrada, 2018).

Tanto Fabiola Perdomo como Sigifredo López coinciden en señalar la responsabilidad compartida entre Farc-Ep y Estado Colombiano frente a la masacre de los 11 diputados del Valle. La falta de voluntad política, la actuación y gestiones insufcientes y los discursos guerreristas, alejaron defniti vamente la posibilidad de que los diputados y sus familias pudieran reencontrarse en la libertad.

“El interlocutor siempre fue el Gobierno Nacional en cabeza del presidente, porquelas FARC siempre nos dijeron que con nosotros como familiares no hablaban ni negociaban porque este no era un secuestro económico sino un secuestro político… Por lo tanto nuestro negociador era el Gobierno, o sea el Presidente. En ese orden, nosotros buscábamos al Presidente de la República, a los ministros, al comisionado de paz, hasta a la primera dama;… con ella también hablamos y la verdad, yo nunca vi voluntad política para hacer un acuerdo humanitario. El Gobierno estaba empeñado solamente en una solución militar al drama de los secuestrados y no en una salida política, porque está demostrado que cuando hay voluntad política todo es posible, todos los obstáculos se derrumban y en este caso, cada propuesta que trabajábamos, cada iniciativa que iba avanzando, de un momento a otro se derrumbaba y se nos acababan las esperanzas. Todo porque no hubo voluntad política del Gobierno de ese entonces para hacer una acuerdo humanitario, que devolviera con vida a los secuestrados”. (Perdomo Estrada, 2018).

Sigifredo López Tobón señala los vacíos de actuación del Estado desde el momento mismo en que se enteró del rescate:

“Obvio que [la actuación del Estado] no fue sufciente: Fue completamente negligente. No hubo reacción. A nosotros nos secuestraron a las diez y media de la mañana y los primeros helicópteros aparecieron a las dos de la tarde. Esa gente se reía allá… ¡se reían por completo! Es que nos sacaron

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del centro de Cali y no hubo respuesta, llamaron al GAULA y no hubo respuesta y de igual manera no hubo respuesta… Hubo respuesta después del Gobierno Uribe, que se negó siempre al acuerdo humanitario y la respuesta fue militar y por eso ellos, paranoicos, pensaron que había llegado el Ejército y asesinaron a mis compañeros. Primero que todo, no hubo respuesta y cuando la hubo fue completamente inadecuada y por eso fue que se asesinó a mis compañeros. Tampoco hubo respuestas políticas: si hoy se pudo frmar la paz, que era lo más, ¿Por qué no se pudo frmar lo menos que era un acuerdo humanitario? que simplemente consistía en sacar los civiles que tenían en medio del conficto, que eso lo permiten los Protocolos de Ginebra, el intercambio de prisioneros. Salían algunos de las cárceles de ellos [la guerrilla], y sacaban a todos los policías y militares, quinientos, ¡casi más! Ya se habían entregado algunos militares, como 86, que formábamos parte del botín de guerra de las FARC en ese momento. Se había podido “lo menos” y seguir la confrontación. Los Protocolos de Ginebra contemplan el intercambio de prisioneros y al gobierno no le dio la gana de hacer eso, así de sencillo. Hoy la historia demuestra que si se pudo lo más, se hubiera podido lo menos. Fueron vidas sacrifcadas sin razón, sin justifcación política ni militar democrática, ninguna”. (López Tobón, 2018).

Aunque la causa de los diputados del Valle y de los demás secuestrados políticos civiles y de la Fuerza Pública logro aglutinar a varias personas en la movilización de respaldo al Acuerdo Huma nitario, la respuesta no fue la esperada y una mínima parte de la sociedad colombiana respondió solidariamente. Nuevamente Fabiola y Sigifredo comparten sus refexiones y llamados:

“Lo primero que yo sentí, es que no hubo solidaridad. Que hubo apatía de la sociedad civil frente a nuestro duelo. Eran muy pocos… sobretodo organizaciones de DDHH nos acompañaban. Algunos medios de comunicación fueron solidarios. Si bien es cierto que los medios de comunicación no hicieron pedagogía frente a lo que era un acuerdo humanitario o lo que permitiría el acuerdo humanitario, sí estuvieron siempre acompañándonos. Yo creo que el tema estuvo vivo gracias al trabajo de las familias, pero también al apoyo y cubrimiento permanente de los medios de comunicación. Mientras que la sociedad, los empresarios fueron apáticos. Estábamos en un momento de mucha confrontación, un presidente electo dos meses después del secuestro de los diputados… a ellos los secuestran en abril y un mes después, en mayo, con una bandera de la guerra, de la mano fuerte, de la confrontación se elige al nuevo presidente.

Teníamos una sociedad en ese momento pidiendo salidas violentas, mientras que nosotros estábamos con nuestro discurso de paz, de reconciliación, de libertad, de negociación… entonces no encajábamos en ese discurso de violencia por el que habían votado los colombianos en el 2002.

Entonces, mucha apatía y nos dejaron solos; como sociedad, nos dejaron solos. Y yo recuerdo mucho una frase de mi esposo Juan Carlos, que hace alusión precisamente a eso, que dice: “Yo no sé quiénes son más infames: si los que nos secuestran o los que nos olvidan” porque la gente se empezó a olvidar de ellos. Y ese era nuestro papel, era mantener la esperanza frme, pero también nos comprometía más a seguir trabajando, pero la verdad es que nos dejaron solos y fueron insolidarios, indolentes, muchos sectores de la sociedad colombiana”. (Perdomo Estrada, 2018).

“Porque en Colombia no ha habido construcción de ciudadanía. Aquí los gobiernos no han hecho esfuerzos económicos para construir cultura ciudadana, para formar ciudadanos pensantes e independientes, sino que los políticos se han esforzado en tener electores y los electores, para que sean feles, se requiere que sean muy necesitados económicamente, para que tengan que agradecer un puesto, un mercado, una oportunidad que debiera ser un derecho. Mantener la clientela es fundamental para los grupos políticos en la forma tradicional de hacer política como

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se hace en Colombia y eso es todo lo contrario a la concepción de una ciudadanía que sea consciente de sus derechos, que sea crítica, que sea muy racional a la hora de votar, de escoger sus mejores hombres para llevarlos al gobierno (…) Entonces hay una inversión de valores democráticos muy grande, que muestra la poca construcción de una ciudadanía fuerte, crítica, que permita un mejor sistema político. Esa es la razón por la cual democráticamente somos ignorantes y nos comportamos de una manera egoísta, buscando una compensación inmediata al derecho al voto y hemos caído en una dinámica de clientela, que es precisamente todo lo contrario para ejercer la libertad de consciencia. Entonces yo creo que la causa de eso es que no ha habido construcción de ciudadanía, ni fortalecimiento de valores democráticos”. (López Tobón, 2018).

Sobrevivir al cautiverio en soledad

Después del asesinato de los 11 diputados, Sigifredo López Tobón permaneció solo durante 19 meses y hasta el día de su liberación, el 5 de febrero de 2009. El impacto de la pérdida de sus compañeros de Asamblea y de cautiverio, tuvo profundas con secuencias emocionales y psicológicas, que llevaron a Sigifredo a un estado crítico que se prolongó durante tres meses:

“Esos tres meses que siguieron fueron los más difíciles de mi vida, porque yo entré en depresión, yo creo que estaba sufriendo algo que en psiquiatría llaman esquizofrenia, que es cuando la persona ve una realidad distinta a la real, yo veía a esos tipos con barbas y cachos como si fueran demonios, diablitos… y tal vez por mi formación cristiana yo decía “Dios mío, me estoy volviendo loco” “yo no quiero quedar loco”, porque yo había escuchado que un policía -Peña16- lo había tenido lo habían asesinado pa’ no entregarlo así, porque se enloqueció. Y yo decía “Diosito, yo no quiero perder la cordura”. Fue una semana muy dura, yo creo que perdí… porque yo no comía, no sabía, no recuerdo que hacía.

Luego ya empecé como a recuperarme. Oraba mucho pidiéndole a Dios fortaleza, empecé a escribir, lloraba mucho… Yo recuerdo que unos tres meses después… yo sentí que reaccioné tres meses después de estar muy mal. Eso fue como un 28 de septiembre, había unas eliminatorias y había un partido Colombia-Brasil, un partido de eliminatorias para el mundial de esa época, del 2007. Es decir, de abril vine a reaccionar hasta agosto o septiembre que hubo un partido de futbol, porque yo no recuerdo… Hay como cierto borrón en mi memoria de lo que pasó allí y creo que por esos días yo estuve muy mal, porque no recuerdo bien las cosas, o recuerdo cosas pero muy vagas. Yo recuerdo que yo escribía, que yo…pero creo que solo volví a tener cordura, a tener consciencia nuevamente, después de ese partido de Colombia-Brasil. Bueno. Tal vez antes recuerdo algunas cosas, tal vez hubo una prueba de sobrevivencia, bueno. Y así y todo duré año y medio más, hasta que me entregaron el 5 de febrero del año 2009”. (López Tobón, 2018).

Sobre el momento de su liberación y sobre la pérdida de sus compañeros, Sigifredo dice:

“Fue el momento más feliz de mi vida: poder volver a ver a los hijos, darles un abrazo hermoso, poder regresar a la vida, aunque con ese dolor enorme de haber perdido a mis compañeros. La ilusión era

16 Luis Hernando Peña Bonilla, secuestrado en la toma a Mitú, desaparecido y sobre el que se puede consultar más información en el apartado titulado “La Desaparición”.

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regresar siempre todos, poder regresar todos unidos y rehacer nuestra vida... Ese era el sueño por el que habíamos luchado. Ellos murieron luchando por sobrevivir y estos tipos de una manera miserable los asesinaron, les arrebataron la vida, simplemente por paranoicos y cobardes, eso fue un crimen de guerra…”. (López Tobón, 2018).

Los sobrevivientes en el tránsito del dolor hacia la lucha por la construcción de paz

A pesar del gran vacío, la desesperanza y las marcas que dejó el secuestro de los diputados del Valle, Fabiola, Sigifredo y Luz Marina han logrado convertir su experiencia de vida en una herramien ta a disposición del fn del conficto armado y la construcción de paz para el país.

Sigifredo sigue desempeñándose como abogado, defensor de los derechos humanos y luchador por la paz del país. Luego de su cautiverio, como el mismo lo cuenta, fue víctima de un montaje judicial por parte de la Fiscalía General de la Nación en el que se le acusaba de haber participado de su propio secuestro y de las operaciones que condijeron a la privación de la libertad de los 11 diputados del Valle. Luego de demostrar su inocencia creó la Fundación Defensa de Inocentes, cuyo objetivo es “Asumir la defensa judicial de las personas injustamente privadas de la libertad y llevar a cabo las denuncias de irregularidades cometidas por el sistema de justicia” (Fundación Defensa de Inocentes, s.f.). Describe su vuelta a la libertad a partir de su compromiso y trabajo por la paz de Colombia:

“Salí a trabajar por la paz del país a pesar de todo, a hablar de paz y reconciliación en un momento en el que todo el mundo hablaba de guerra, de odios… y el propio presidente Uribe incitaba a eso: al odio y a la venganza. Luego se produjo este proceso de este acuerdo y yo lo apoyé, esta gente [Las Farc-Ep] vino, nos pidió perdón… Yo siento que ese perdón pudo haber sido sincero, pero era más político que otra cosa, ellos lo necesitaban para mostrar que estaban cumpliendo con el acuerdo, pero el odio, como dicen, es basura en el corazón y uno no puede tener basura adentro porque ¿pa’ qué? ni siquiera puedes tenerla en la casa, menos en el interior… entonces por eso yo no tengo basura en mi corazón, por eso decidí perdonar para poder seguir adelante. Lo hice más por mí que por ellos. Entonces, así no me lo hubieran solicitado, yo le había entregado todo a Dios….y pa’ adelante. He trabajado por la paz de este país, he aportado mi grano de arena no solo en sufrimiento sino en convicción”. (López Tobón, 2018).

Fabiola Perdomo también continúa desempeñándose como defensora de los derechos huma nos y ha trabajado continuamente por los derechos de las víctimas, especialmente las del Valle del Cauca, en el marco de la materialización de los acuerdos de paz.

“(…) hasta hoy se mantiene el dolor, sólo que no es sufrimiento. El odio se transforma en perdón y el miedo se transforma en esperanza. Ahí es cuando nos empoderamos y queremos salir a seguir trabajando por un país mejor. Y creo que ese es el legado que me dejó Juan Carlos, el de trabajar por un país mejor. Que si él puso su sangre, su dolor y su sufrimiento al servicio de este país, lo mínimo que yo puedo hacer, es seguir trabajando, para que se siga construyendo una Colombia en paz. (…) Yo por convicción acompañé el proceso [de paz]. Yo no podía creer que si mientras mi esposo estaba secuestrado pedía una negociación, un diálogo, y una salida negociada, política negociada al tema del secuestro, entonces ahora nos íbamos a oponer a esa gran oportunidad de acabar el conficto con las Farc-Ep Eso me parecía incoherente, por eso asumí un compromiso con convicción de apoyar el proceso de paz. Creo que no sería capaz de soportar un nuevo dolor como el que llevamos.

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Entonces le aposté a la paz. Creo que lo más importante de este acuerdo, es salvar vidas y en dos años hemos salvado más de tres mil vidas en este país gracias al acuerdo de paz”.

Por su parte, Luz Marina Zúñiga Cendales escribió el libro “Un sueño para morir”, en el que describe su proceso de visibilizar a su hermano como víctima del conficto y de desterrar de su corazón los sentimientos de odio y venganza que le causaron tantos problemas de salud. Luz Marina tuvo la oportunidad de ir a la Mesa de Diálogos de La Habana junto a Sigifredo, Fabiola y otras víctimas del conficto. Allí pudo interlocutar con las Farc-Ep y darle cierre a una etapa de duelo y dolor que se abrió con el asesinato de su hermano. A continuación la narración de su experiencia de diálogo con la guerrilla y de perdón:

“Entonces llegamos allá y cuando llegó el día de la visita a ellos sentí un cúmulo de sentimientos: rabia, dolor… yo sentí que todo lo que sentía hacia unos años volvía a mí y pensé “no voy a ser capaz de perdonar”. Cuando ya nos hicieron reunir, Monseñor era el que nos daba el paso. Yo recuerdo que yo llevaba un chicle en la boca y ya cuando los tuve tan de frente ese chicle se me volvió agua ¡en serio! el plástico se perdió por completo y se volvió un líquido… yo no tuve más que tragarme eso. Yo en mi mente le pedía al señor, al santísimo Dios, que estuviera ahí. Le decía que yo sabía que él era el que había hecho que yo estuviera por allá, porque él sabía de mi necesidad de perdón. Le pedí que me ayudara a perdonar. Hubo muchas preguntas, mucho odio, mucha rabia. Hubo familias que le negaron el saludo y la mano a ellos, y yo de escuchar todo eso, pues como más que me atormentaba… pero hubo un momento en que yo levanté la mirada bañada en llanto, calladita y sola como estaba yo por allá, cuando yo veo que monseñor me estaba mirando, y como había tenido la oportunidad de hablar con él, entonces yo veo como él en la mirada que me decía que tranquila que yo podía. Él me dejó de última como yo le había pedido. Yo había mandado estampar una foto de Carlos Alberto en una camiseta blanca y cuando ya me llegó el turno yo me paré, me sequé las lágrimas, tomé agua y esa mirada de monseñor me llenó mucho, entonces yo les dije que no iba a hablar sentada sino parada porque quería que ellos conocieran quién era Carlos Alberto en esa foto. Les dije cómo fue la manera tan cruel y tan brutal en que lo asesinaron, les expliqué porqué yo y mi familia nos sentíamos víctimas de ellos, les pregunté por qué lo habían asesinado de una manera cruel, sabiendo que él estaba en estado de indefensión con un revólver y un radioteléfono y que él no estaba en combate… y bueno, les hice tantos reclamos, preguntas, hipótesis… (…) les dije que gracias a Dios y por su inteligencia mi hermano se había percatado de lo que estaban haciendo; también les dije que yo consideraba que mi hermano ese día había evitado muchas muertes en ese edifcio, había dado su vida y había evitado muchas otras. Entonces ellos asentían con la cabeza y con mucho respeto escucharon todo lo que se les decía, hasta insultos. Yo les decía que yo sentía que ese día mi hermano estaba ahí, que él era un hombre de paz, respetuoso de los demás, y que yo sabía que él estaba ahí conmigo y que por eso yo les perdonaba, y ahí fue donde yo le entrego a Pablo Catatumbo mi manuscrito, el libro, todavía sin terminar, él lo recibe y yo tomé la iniciativa de darle ese abrazo, porque ellos siempre son más bien como prudentes y avergonzados de todo. Cuando yo me acerqué y le entrego eso, yo puedo decir que mi perdón fue tan de acá dentro, tan sincero, que Dios me permitió conocer el lado humano de esas personas, porque ese día Pablo Catatumbo también me respondió con un abrazo, un abrazo muy muy sentido, sentí hasta los sollozos de él, él dijo que la muerte de mi hermano había sido innecesaria, que ojalá algún día los pudiéramos perdonar. Cuando yo lo abracé sentía: aquí le dejo está carga que yo he llevado por tantos años, todo esto se lo dejo porque esto le pertenece a ustedes, no a mí, yo me quedo con el recuerdo bonito de mi hermano. Entonces ese es el relato de esa experiencia”. (Cendales Zúñiga, 2018).

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II. VIVIR EN CAUTIVERIO

El recorrido hacia la selva

Una vez terminaron las tomas y los ataques guerrilleros, los policías y militares emprendieron un tortuoso viaje hacia los confnes de las selvas colombianas donde pasarían prolongados lapsos de privación de la libertad. Inicialmente, los policías y militares albergaban esperanzas de volver a la libertad rápidamente y confaban en que la institución y el Estado iban a emprender acciones rápidas y efcaces en pro de su liberación; poco a poco, entenderían que su cautiverio estaba ligado a un plan de las Farc-Ep para presionar al Gobierno Colombiano a la realización de un Acuerdo Humanitario. Su vida y su libertad dependían de dos terceros y su comportamiento y decisiones imprevisibles: la guerrilla de las Farc-Ep y el Estado Colombiano.

“Después de eso se vino el secuestro. Yo particularmente pensé que al día siguiente o dentro de dos días nos iban a liberar, porque la verdad no encontraba ningún motivo. Ya sabíamos que ya se habían hecho secuestros en otras tomas, pero pensábamos que de pronto la presión del Ejército, del gobierno iba a hacer que nos liberaran, más sin embargo no fue así y los guerrilleros nos informaron que por lo menos un mes nos iban a tener secuestrados. En el momento que nos dijeron eso nos queríamos morir, cuando nos hablaron de un mes, para nosotros era mucho tiempo estar un mes en esas condiciones en las que estábamos”. (Pérez Astudillo, 2018).

Las condiciones extremas de combate durante los ataques guerrilleros, imprimieron heridas y dolencias en los cuerpos de los policías y militares que permanecieron abiertas o sin sanar durante el tramo de desplazamiento a los campamentos de reclusión, e incluso durante el tiempo de cautiverio. Los impactos físicos de la guerra se combinaban con las emociones de temor permanente por la vida, tristeza, presión psicológica, incertidumbre sobre el futuro y, muchas veces, nuevas escenas de guerra y sentimientos mayores de vulnerabilidad:

“La toma me dejó dañado el oído izquierdo. Estaba herido del oído y de una pierna (…) al lado izquierdo mío cayó un cilindro que mató a tres compañeros y a mí me mandó para un lado. Yo perdí el conocimiento y me sacaron arrastrado de la zona de combate hasta otro punto. Algunos pensaban que me había muerto. Cuando yo volví en mí, como a la hora, todo me daba vueltas. Ya cuando nos cogieron nos fueron reuniendo como de a uno. Estábamos heridos, pero así nos fueron reuniendo y de ahí nos llevaron amarrados. Nos mantenían amarrados de pies y manos y nos llevaban caminando durante varios meses. El primer mes, los primeros 15 días, pues las heridas de nosotros ya tenían gusanos hasta que nos pudieron ayudar a lavarlas y todo”. (Jaramillo Gutiérrez, 2018).

“Ese fue el punto con el que empezamos, que ya sabíamos que estábamos en la mala, que de ahí ya no pasaba nada más. De ahí nos embarcaron rio arriba como seis días siete días. Yo iba herido de una pierna. Por cosas de la vida me tocó… se supone que yo no tenía que ir en ese combo, porque yo tenía una herida en el muslo, pero como había llovido tanto y había tanto barro, a mí la herida se me tapó, entonces en el momento en que ellos preguntan ¿Quién está herido? Yo contesté que yo y ellos me dijeron “¡muéstreme!”, pero miraron y solo vieron barro y que no me salía sangre, entonces me dijeron que a embarcar. Eso fue que me tocaba a mí…

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Salimos río arriba, sorteamos todas las difcultades porque estaba el [avión] fantasma detrás de nosotros; ya habían bombardeado varias lanchas en el río por el que nos movíamos, pero como nos llevaba un civil, que era un colaborador, entonces como que pasábamos desapercibidos, pero ya habían hundido varias lanchas ahí las vimos. Entonces íbamos sorteando difcultades ahí, nos fuimos por los caños, más o menos cuatros días, no había médico no había enfermera, a mí me daba miedo que me diera una gangrena. Me tocó pedirle gasolina al lanchero y quemarme la herida para poder cauterizar un poco porque no tenía como lavarme, yo no podía lavarme la herida con agua del río porque no sé qué era peor: si el barro que tenía o el agua del río, entonces decidí cauterizarme con gasolina y quemarme eso. (Romero Rico, 2018).

La incertidumbre de la mayoría de los secuestrados, al menos en lo que respectaba a su destino fnal en la selva, pudo sosegarse hasta semanas o meses después de la captura:

“Sí. Ahí ya nos movieron y como al mes o los dos meses ya entramos a esos lugares donde estaban con las cercas con el alambre, todo eso y pues lógicamente ya las situaciones que se conocen”. (Flórez Castro, 2018).

La llegada a tierra frme después de semanas o meses de travesía por los ríos y las selvas de Co lombia, signifcaba para los policías y militares una gran contradicción: Por un lado, había llegado el fn de los largos recorridos y de la vida pasando de lancha en lancha; había llegado también la esperanza de hacer sanar las heridas del cuerpo por fn en tierra fja. Del otro, el recibimiento de cualquiera de los comandantes de las Farc-Ep, por lo general el Mono Jojoy, los hacía dimensionar un poco mejor las difíciles implicaciones del secuestro, qué tan lejos estaban de su libertad, de sus familias, y cuáles iban a ser sus condiciones de vida durante los meses venideros. Se abrían ante los policías y militares el mundo del cautiverio, la deshumanización del conficto y la indolencia de la sociedad y del Estado: “Cuando ya llegamos a tierra nos reciben médicos. En el caso mío que iba herido pues nos separan en dos grupos y a los heridos nos llevan a un campamento donde está la parte de medicina y enfermería, allí hay cirujanos, hablé con ellos. Había uno graduado en una universidad de Rusia, otro en una universidad de Cuba, pero todos cirujanos. El man me atendió, fue el que me hizo una mini cirugía, para limpiar eso, porque tenía que quitar todo el tejido muerto. Ahí empecé el tratamiento médico, porque nos brindaron el tratamiento médico allá. Después de eso nos atiende el Mono y nos dice en qué problema estamos metidos, nos ubica, nos actualiza, nos dice qué va a pasar, cuál es la idea, dónde estamos y con quién estamos. (…) Nos dan un alimento y nos dejan bañar porque llevábamos muchos días con la misma ropa, nos dan dotación: una sudadera, un bóxer, una hamaca y un cepillo de dientes, esa es la dotación, y nos ubican en dos campamentos donde quedamos Ejército y Policía, a esperar los días hasta que llegue la cúpula de las FARC y nos dan información concreta de qué es lo que va a pasar y para dónde vamos. Ellos nos habían dicho algo pero no todo. Resulta que faltaba más información… ya después llega toda la cúpula, llega la gente de Méjico, llega el Mono y ahí si nos dicen realmente cuales son las intenciones de estar ahí, por qué se metieron en esto, lo que estaban esperando y que ya venían en negociaciones con Pastrana, porque eso fue el cuatro… el cuatro fue la toma y Pastrana se posesionaba el 7. Pero ellos venían en diálogos desde hacía mucho tiempo bajo cuerda, hubo uno que si fue público y el resto fueron bajo cuerda. Entonces que ya había terreno abonado y que supuestamente en diciembre estábamos en nuestras casas, entonces en cierto modo eso le da a uno como un poco de tranquilidad: 4 meses, 5 meses uno se los aguanta, ¡hagámosle! No sé si esto fue contentillo de ellos o si es que también fueron engañados, creería

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que la segunda más bien, porque ellos en los acercamientos que tuvieron con el gobierno ya habían hablado del canje. Y creo que Pastrana les había dado indicios de que efectivamente iba a haber como un canje, pero ellos no pensaron, no dimensionaron, el problema jurídico que eso representaba, ellos se pensaban que era cambiar arroz por panela y a la casa”. (Romero Rico, 2018).

“Ya después con el tiempo, pues me reunieron allá con el resto de soldados y ya como a los 8 o 15 días fue cuando distingo por primera vez al Mojo Jojoy. (…) nos dijo muy claro: “¿Se acuerdan ustedes de los soldados de la toma de Las Delicias? por ellos pedimos el despeje de Cartagena del Chairá. Por ustedes vamos a pedir otra cosa más” y pues a nosotros se nos vino el mundo encima, porque si se demoraron tanto para el despeje de Cartagena del Chairá17 y para entregar 70 soldados, ahora imagínese con nosotros… En ese tiempo, me acuerdo mucho, estaba Monseñor Castro en el Caquetá, el que hoy es el Presidente de la Conferencia Episcopal. A él le habían entregado a los soldados de Las Delicias, entonces él decía que iba por nosotros, el Presidente Samper también, pero no. Así fue pasando el tiempo…”. (Arcia, 2016).

La amenaza permanente a la vida en las jaulas de secuestro

La cotidianidad del cautiverio puede defnirse como el conficto constante entre tedio, deshumanización, y zozobra. Las rutinas marcadas, represivas, indignas y constantes se desarrollaban en un ambiente tenso, incómodo y hostil, siempre amenazante e inestable.

“(…) es muy doloroso, para mí todos los días fueron duros, no hubo un día fácil. Uno con un fusil apuntándole las 24 horas. Pensar que en cualquier momento lo fueran a matar”. (Díaz, 2016).

“(…) tocó cambiarse de lugar y de ahí para allá tuve 17 campamentos más… durante los 3 años que estuve yo, no sé el resto, tuve 17 campamentos más. Nos cambiaron, nos hicieron desplazamiento con lancha, terrestre, yo creo que faltó el aéreo nada más. Nos movieron en camiones, de todas las formas habidas y por haber por ahí por ese lado del Caquetá y del Meta y del Guaviare. Las condiciones, como para resumirte, eran pésimas, nos daban comida vencida, nos daban vidrios, nos daban basura, sin saber qué otras cosas echaban, pues eso iba cocinado, eso no era comida realmente, nos daban comida con gusanos, Marleny lo veía. Tortura psicológica, tortura física en cuestión de tenernos amarrados, había calabozos, humillación toda la que quieras, amenazas”. (Romero Rico, 2018).

Los peligros y amenazas contra la vida no solamente provenían de la guerrilla, sino que el entorno físico mismo y el contexto político nacional, se sumaban a los factores que podían acabar con la vida de los policías y militares en cualquier momento. Las enfermedades selváticas y tropicales, los alimen tos en descomposición o las condiciones agrestes y desconocidas de la selva podían desencadenar en cualquier momento una situación fatal.

17 El 30 de agosto de 1996, dos frentes de las Farc-Ep atacaron la Base del Batallón de Selva número 49 del Ejército, en la base militar “Las Delicias”, en Puerto Leguízamo, Putumayo. 60 militares fueron privados de la libertad, 28 fueron asesinados y 16 fueron heridos. Tiempo después, las Farc-Ep comunicaron que los retenidos eran “canjeables”, proponiendo un eventual intercambio entre éstos y guerrilleros enfermos, presos en las cárceles de Colombia. El 16 de enero de 1997, 10 uniformados fueron secuestrados en un ataque de las Farc-Ep a un grupo de infantes de Marina ubicados en Juradó, Chocó. Las Farc-Ep anunció que la lista de canjeables se ampliaba, incluyendo ésta decena.

El ejecutivo y las Farc-Ep desarrollaron un proceso de negociación que duró 289 días, al fnal del cual las partes acordaron la liberación del grupo de 70 uniformados a cambio del despeje de un área de 13.161 kilómetros cuadrados, incluyendo el municipio de Cartagena del Chairá. El despeje estuvo vigente entre el 23 de mayo y el 24 de junio. El 15 de junio se realizó el operativo de liberación. (Cardona Alzate, Jorge ; González Navarro, Catalina ; El Espectador, Colombia 2020, 2016).

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“(…) había gente entre ellos que hacía guardia y dormía con el dedo en el gatillo y son el fusil sin el seguro, por eso a veces habían disparos que llegaban directo al campamento y uno decía “ ¡Ay! ¿A quién le va a tocar?” pero gracias a Dios nunca le llegó a nadie…”. (Martínez, 2018).

Así mismo, estar secuestrados en medio de la agudización de la confrontación militar o bajo gobiernos de corte guerrerista y represivo, aumentaba las posibilidades de sufrir ataques aéreos que motivaran a los captores a asesinarlos. La constante presión psicológica era aún más difíciles de so brellevar en medio de los tratos inhumanos y denigrantes.

“Partamos de cosas que usted dice que no se vieron y que de pronto en el momento, como uno pertenecía a la institución o muchas cosas… uno no hablaba ni decía, por ejemplo: la comida. La comida era putrefacta(…) o uno encontraba vidrios, encontraba cosas que le echaban a la comida, entonces uno sabía que ellos siempre iban con esa intención, de hacer maldad en la comida. Otra cosa: las necesidades fsiológicas. De pronto, yo creo, que todos estamos acostumbrados que cuando tenemos que hacer unas necesidades fsiológicas, pues uno al baño va solo o de pronto las mujeres que dicen: “me acompaña” pero allá cierra la puerta. Aquí hay un círculo de guerrilleros que lo rodean para usted haga su necesidad fsiológica, entonces es demasiado incómodo, uno haciendo fuerza y otra persona mirándolo mientras hace fuerza. Entonces son situaciones muy muy muy malucas -que uno como ser humano- no se merece una situación de esas”. (Flórez Castro, 2018).

“No sé si te contaron lo del bombardeo… Ellos [los guerrilleros] nos vigilaban con velas para no prender linternas. En la selva el Gobierno tiene unos aviones muy silenciosos que son los encargados de vigilar, y el avión nos ubicó. Cuando ellos [los guerrilleros]se dieron cuenta de que nos tenían ubicados, ya era tarde y a los dos días nos llegó la Fuerza Aérea y acabó con el campamento completico. Yo les cuento y ustedes no alcanzan a imaginarse qué es que el mismo Estado le suelte a uno 9 bombas de 300 libras ¿Qué es una bomba de 300 libras? Pues una bomba de 300 libras es un vaina que sale en las películas de Vietnam y en todas las películas de guerra”. (Romero Rico, 2018).

“Ese día fue difícil porque pues era la misma gente del gobierno la que nos quería matar y lanzaron por ahí cerca de 10 bombas, posteriormente nos dimos cuenta de que eran de 500 libras, unas bombas grandísimas y el impacto de eso suena durísimo pero como nosotros alcanzamos a correr no nos hizo nada. El campamento donde estábamos durmiendo sí quedó destrozado pero nosotros ya nos habíamos salido de allí, había un soldado que llevaba un maletín en la espalda y cuando paramos de correr vimos que tenía una esquirla grandísima por ahí del tamaño de la mano que se había enredado en las cobijas que llevaba en el maletín en la espalda, dijo que la guardaría no sé si lo habrá hecho. Entonces yo traté de volarme pero no pude, la guerrilla nos reunió posterior a eso y volvimos al campamento

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que estaba todo destrozado, entonces esa noche nos tocó dormir en el suelo, cerca pero aparte. Eso es lo que recuerdo fuerte, había muchos compañeros bastante agitados por eso, nos escondíamos detrás de los árboles mientras ellos ametrallaban y lanzaban las bombas. Y pues posterior a eso fue un tiempo largo de 35 meses, casi 3 años, que duró nuestro cautiverio”. (Jaramillo, 2018).

“(…) a mí me dio paludismo varias veces, que sinceramente más de un compañero diráv de pronto yo me podría haber quedado allá. Cuando entraron las señoras Marleny y Amparo me encontraron bastante mal, inclusive yo orinaba sangre, ensuciaba sangre, llegué a pesar como 32 kilos, estuve varios meses estirado en una tabla ahí acostado, varios meses con mi Cabo Pérez que era el enfermero porque a él le daban el suero y él me lo colocaba para poder levantarme. Por esa cuestión yo fui liberado por el intercambio humanitario con mi Coronel Acosta, con los enfermos. Había veces que ellos pensaban que yo me iba a morir de lo mal que estaba. A veces nos desnudaban, nos sacaban un embudo, desnudos, y nos tenían ahí que para requisarnos y todo. Por la nocheque dormíamos pues nosotros hacíamos las necesidades en las botas de caucho, ahí orinábamos y ensuciábamos porque no nos dejaban salir, cuando podían nos llevaban a bañar o hay veces no”. (Jaramillo Gutiérrez, 2018 ).

Los policías y militares identifcan varios momentos de aumento exacerbado tanto de los meca nismos de control y represión aplicados por las Farc-Ep, como del deterioro de su salud y del riesgo sobre sus vidas por cuenta de la agudización del conficto:

El retorno a la confrontación entre el Estado y la guerrilla luego del cierre de la zona de despeje del Caguán.

La puesta en marcha de la política de Seguridad Democrática por parte del gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

- Los intentos de fuga de varios policías y militares, producto de la frustración y la desesperación que aumentaban a medida que pasaba el tiempo.

La poca acción del Gobierno Nacional por lograr la liberación de policías y militares, llevó a que las Farc-Ep se dieran cuenta de que no era estratégico mantener en cautiverio a los uniformados, pues éstos no servían para presionar al Estado, que se mostraba indiferente respecto de su condición. Así se conformó la lista de los “canjeables”: policías y militares pro fesionales de alto o mediano rango, personalidades políticas y extranjeros. Este grupo tuvo que sufrir los rigores de un secuestro altamente prolongado, en medio de la agudización del conficto. Especial atención merece el caso de los 12 diputados del Valle del Cauca:

“Pues un cautiverio largo –de siete años- es sumamente difícil, sobre todo cuando uno no tiene preparación militar. Nosotros [los diputados] éramos civiles, no teníamos ningún tipo de preparación militar para sobrevivir en selva o en situaciones de extrema difcultad y eso es difícil, incluso desde el punto de vista físico, pero más difícil es desde el punto de vista moral: el no poder ver la familia, el no poder ver los hijos, el no poder disfrutar de una caricia, de un beso, de una palabra amable, de estar todo el rato sometido a tratos de hijueputa pa’ arriba, a cosas y malos tratos que no estábamos acostumbrados; la presión, el saber que en cualquier momento te podés morir, y más si no tienes una pastilla o un tratamiento médico ¡nada! que todo es a la diabla y que simplemente estás a la de Dios. Pero sin duda, lo más difícil es la ausencia y es el dolor moral que causa la ausencia y es toda la carga moral del secuestro para el cual nadie está preparado para sobrellevarlo”. (López Tobón, 2018).

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“[Para el momento de la masacre] Llevábamos cinco años y medio ya de secuestro y los secuestradores estaban paranoicos. En ese momento el gobierno de Uribe solo hablaba de rescates militares, había habido enfrentamientos en la zona, entonces estaban muy paranoicos, muy paranoicos... (…) el día lunes 18 de Junio de 2007, a las once y treinta ocurrió la masacre. Entonces los momentos previos eran de mucha tensión, ellos estaban paranoicos”. (López Tobón, 2018 ).

Todas esas condiciones, repercutían negativamente sobre el ánimo de los entonces secuestrados, propiciándoles altos niveles de estrés, y llevando a algunos a tener comportamientos límites, como intentar fugarse. Igualmente, el auge de la confrontación y la pésima decisión de mantener a los policías y militares bajo su poder, hizo que las Farc-Ep agudizaran sus mecanismos represivos y de control, al tiempo que trataba de hacer frente a las nuevas tecnologías de combate. La in acción gubernamental para preservar las vidas y avanzar hacia la libertad de los secuestrados fue una señal inequívoca del poco valor que el Estado Colombiano le concedía a la vida de policías, militares y miembros de las corporaciones de gobierno. Su avasalladora quietud para buscar alter nativas dialogadas y seguras para la integridad de los secuestrados era absolutamente opuesta a su iniciativa y dinamismo guerrerista, especialmente durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Ello no sólo impactó la salud física de quienes se encontraban en cautiverio, soportando adver sidades y carencias de todo tipo, sino que también melló signifcativamente su emocionalidad y su autoestima, llevándolos a la desesperanza y la impotencia.

“[La guerrilla] nos decía “vea, muchachos. Ustedes para el Estado no valen nada. Ustedes son como nosotros. Nosotros somos los más pobres y lo mismo ustedes. Ustedes están buscando una libreta militar para su trabajo” y es verdad… Yo ingresé por mi libreta militar y allá estuve. Y ellos nos decían allá, el Mono Jojoy, Simón Trinidad: “Ustedes están aquí es por una necesidad. No es porque quieren estar acá... ustedes pueden morirse acá y ustedes al Estado no les importan nada; ustedes entran aquí y llegan 10 que los van a reemplazar”. Y es verdad…”. (Castañeda, 2018).

“La incertidumbre... Uno no sabía si iba a salir o si no iba a salir, si ellos no se levantaban de mal genio entonces nos iban a matar. Esa incertidumbre de que dependíamos de una decisión del Estado, donde por medio habían tantas situaciones que se escuchaban… nosotros sentíamos que para Estado no valíamos nada. Es más, en una ocasión nos llegaron a decir que nosotros valíamos más muertos que vivos, porque vivos les estábamos estorbando, como vivos estábamos ahí latentes pues mucha gente estaba pidiendo que nos liberaran, entonces le estábamos de una u otra manera fastidiando al Estado; entonces esa situación era muy incómoda… y que nosotros no sabíamos para dónde íbamos”. (Flórez Castro, 2018).

“En medio del cautiverio, viviéndolo, y escuchando la radio, llegué a una conclusión: 500, 3000, 400… el número de personas que quieras, secuestrados por cualquier movimiento guerrillero o terrorista son sólo cifras… son solo nombres o fotografías… Nosotros éramos sólo eso: cifras para el Estado Colombiano y fotos para los periodistas: Cifras reemplazables… Lo que he visto e interpretado es que al Gobierno le convenía que eliminaran a 400 personas… porque igual hay otras 2000 o 4000 personas nuevas que van a prestar el servicio militar, que necesitan esa libreta para estudiar, para trabajar, para lo que quieran...”. (Martínez, 2018).

En el contexto de agudización de conficto armado y de agitación de las salidas militares al se

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cuestro, la guerrilla implementó formas de control corporal sobre los secuestrados, utilizando cadenas con candados en sus cuellos, además de cuerdas y nudos para reducirles la movilidad. Evidentemente, además de las consecuencias físicas, ello tiene fuertes impactos emocionales, psi cológicos. Posteriormente construyó “las Jaulas”, varias de las cuales el país conoció por medio de fotografías en las que se veían imágenes semejantes a los campos de concentración.

“Con el tiempo ya ellos, digamos, al año o 6 o 9 meses nos tenían amarrados por unas hombreras, les decíamos, que era unos poliésteres en una especie de mariposa acá y al cuello y ahí ya después ya nos hicieron los campos de concentración. Más o menos al año, menos del año, nos hicieron los campos de concentración”. (Arcia, 2016).

Desde el momento de su secuestro, los mandos militares y policiales fueron tratados con mucha más precaución, represión y vigilancia que los demás uniformados18, lo mismo que los secuestrados políticos19 sin embargo, como producto de las condiciones anteriormente descritas, y específcamente de la conformación de la lista de canjeables, la guerrilla construyó jaulas como de “máxima seguridad”, a las que fueron enviados los secuestrados de más rango, junto a Alan Jara20. Las Farc-Ep consideraban que ambos eran fchas clave para lograr el Acuerdo Humanitario. En estas construcciones se vivían mayores condiciones de encierro, incomodidad, hacinamiento, falta de iluminación y ventilación, entre otras.

“De todas las cárceles que tuvo las Farc-Ep, el sitio donde yo estaba era el más seguro, porque era alambre de púas por el piso, por arriba, por todos los cuatro lados. Era demasiada la seguridad, era muy estricta por eso. O sea, habían otras jaulas, que aunque no eran grandes, si eran más amplias, y no tenían alambre de púas por encima: sí tenían en una parte pero no lo tenían en toda, mientras en el caso de nosotros todo era totalmente cubierto de alambre de púa más una malla (…) la jaula de nosotros era la más segura y a esa jaula llegaron el resto de Sub Ofciales después de que entregaron a los policías. Ahí trajeron a Alan Jara, trajeron a la congresista que se llama Consuelo González, a otro congresista que es Orlando Beltrán, trajeron a los mandos de la toma de Mirafores, la toma de Mitú, a todos los mandos. ¿Por qué? por ser ese sitio el de máxima seguridad”. (Arcia, 2016).

El suministro de agua era altamente defciente. Los cautivos contaban con una cantidad limitada de agua que debían hacer rendir para sus necesidades básicas de higiene (Baño corporal y uso del sanitario).

18

Luis Arturo Arcia, explica las razones del trato diferencial entre policías y militares de alto rango y bajo rango. Además de que el alto rango aparentemente otorga más importancia política, también implicaría un grado mayor de riesgo para la guerrilla. De acuerdo con él: “Un soldado regular está por una libreta militar, mientras que los soldados profesionales están por un sueldo. Nosotros estábamos devengando un sueldo. Soldados regulares son por ejemplo los auxiliares de Mitú, o los que estaban prestando servicio como en Mi rafores. Ellos tienen menos preparación a diferencia de nosotros que éramos soldados profesionales y además de eso teníamos un entrenamiento” (Arcia, 2016).

19 Según el testimonio de Sigifredo López, los 12 diputados del Valle estaban fuertemente custodiados por 54 hombres(López Tobón, 2018): una proporción de más de 4 hombres armados por diputado.

20

Alan Jara Urzola, ex gobernador del meta y ex secuestrado por las Farc-Ep, que lo mantuvieron privado de la libertad durante 7 años y medio.

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Si querían bombear agua… porque del río bombeaban esa agua turbia, la bombeaban a 3 canecas de 55 galones, las llenaban y con eso teníamos que bañarnos y tenía que sobrar agua para echarle al sanitario que tenían ahí. Pero eso es una vaina que ellos manejaban, tortura, yo llamo tortura a eso, eso es psicológico. (Ramírez Gualí, 2016).

En caso de que se presentara algún acontecimiento que las Farc-Ep consideraran merecedor de castigo, el suministro de agua era cortado por varios días. Josué Trinidad Amaya, hace memoria sobre la fuga de Edgar Bayron Murcia Canencio, uno de sus compañeros. Los uniformados del grupo de Murcia recibieron varios castigos, entre ellos bañarse cada tercer día y no poder lavar la ropa hasta nueva orden (Amaya Vela, 2016).

Las condiciones límites del secuestro no sólo vulneraron la vida de quienes permanecieron pri vados de la libertad: la salud, la emocionalidad y la existencia misma de los familiares se vieron intensamente trastocadas. Los vacíos afectivos que debieron afrontar los parientes cercanos de los secuestrados, sumados a los altísimos niveles de incertidumbre, angustia e impotencia, además de los cambios y transformaciones de la cotidianidad (difcultades económicas, cambio de proyectos de vida, abandono de empleos, etc.), produjeron impactos severos en la condición de bienestar de quienes esperaron a sus seres queridos y lucharon por su libertad hasta el último momento.

Las presiones y amenazas sobre la vida de los familiares, se sumaban a las constantes preocupaciones de quienes permanecían en cautiverio: ellos eran conscientes de que el tiempo prolongado de ausencia, la incertidumbre de la guerra, la falta de voluntad política de las partes (Estado Colombiano y la guerrilla de las Farc-Ep) y el panorama inhumano y desolador que transmitían las imágenes del secuestro que se conocieron a través de los medios de comunicación, podrían tener consecuencias graves en la salud, la vida y el bienestar de sus familiares. (Romero Rico, 2018).

“Pero sin embargo hubo cosas mientras uno está en el secuestro uno sabe que está bien en ese momento, pero no sabe de su familia ni ellos saben de uno, quizá ellos son los que llevan la parte más cruel de todo esto porque fnalmente nosotros de una u otra forma nos sentíamos fuertes y estábamos donde estábamos, ahí la vida dependía ya es de nosotros, pienso yo, quizá ni de ellos porque la guerrilla nos estaba antes cuidando a nosotros, ellos nos cuidaban y mal que bien nos daban la comida, en momentos no, habían momentos en que si había, pero de todas formas… pero las familias no sabían en qué condiciones estábamos nosotros, entonces como te digo lo más difícil creo que fue para ellos”. (Pérez Astudillo, 2018).

“Durante esos 32 meses que estuve uno allá, sufrí, pues... yo como indígena ya estaba acostumbrado a la selva ¿no?, pero también es muy duro si uno está acostumbrado a ver la familia.

Uno se pregunta “quién sabe si se murió mi papá…” Qué tal si un familiar se murió por ahí y uno por allá en la selva, así como le pasó a un compañero de apellido Mojica: Nos cogieron y la señora falleció de un injerto a los tres días, o como le pasó a un compañero que estando allá el papá falleció (…)”. (Castañeda, 2018).

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Quienes murieron fuera de la selva: Pérdidas familiares durante el cautiverio.

“(…) yo escuchando los mensajes de radio que me mandaba mi mamá, me daba cuenta de cómo crecían mis familiares… y yo nunca pensaba en mí sino decía “Ojalá estén bien”. Yo no podía hacer nada, ni darles nada ¡era un niño! (…) en alguna carta que envié con Marleny les escribí que fueran a la costa, que fueran a donde fueran, pero que se desconectaran un poco de esto, porque yo no sabía ni siquiera si iba a volver”. (Martínez, 2018).

La falta de gestión y de voluntad política de las partes por poner fn al secuestro, no sólo signifcó años o décadas perdidas para quienes experimentaron directamente el encierro, sino que, entre otros, costó vidas dentro y fuera de la selva.

Quienes debieron padecer la pérdida de un ser querido estando en cautiverio narran esta experiencia como la más dolorosa y difícil del secuestro, por encima de las condiciones adversas de vida propias del encierro en la selva y en medio del fuego cruzado. La carga y el dolor de la pérdida de un familiar, la imposibilidad de acompañarlo en sus últimos días o de acudir a las honras fúnebres, se sumaron así a toda la tragedia de la guerra y del secuestro. Para quienes perdieron familiares estando en cautiverio, la vuelta a la libertad dejó de signifcar esperanza, alegría y retorno a su raíz, y pasó a ser desconcierto, miedo por afrontar la pérdida, ansiedad por el vacío y la ausencia, búsqueda frenética por encontrar recursos y formas que les permitieran honrar y despedirse de sus seres amados, aunque fuera muy tardíamente.

Si bien más adelante, en el apartado titulado “Los impactos en la salud física y emocional”, se desarrollarán con mayor detalle los impactos en la salud que tuvo el cautiverio en un número im portante de los familiares de los exsecuestrados y víctimas de la guerra, a continuación se incluyen

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tres testimonios de pérdidas familiares en el cautiverio, que aunque no los únicos, cobran un valor importante para sensibilizar sobre los impactos del secuestro y de la guerra en la vida y la existencia de quienes han tenido la infortuna de tener que vivirla. Esperamos que las siguientes citas, sean el clamor más elocuente sobre la necesidad de construir un país donde ninguna otra persona deba atravesar situaciones tan dolorosas y difíciles, y una sociedad que desnaturalice la violencia y ponga fn a la guerra sin peros ni miramientos de ningún tipo.

“Mi mamá sufría de diabetes. Desde el momento en que me secuestraron ella estuvo un mes sin saber nada de mí. En el transcurso de ese año… Ella murió en el 99 cuando yo llevaba un año de haber sido secuestrado y yo no tuve razón de ella. Ella en cierta ocasión me envió una carta… ¡bueno en ese tiempo eran casetes! y Marleny precisamente me lo llevó. Tenía grabada la voz de mi mamá. ¡Eso fue un aliciente! saber que ella me decía “Mijo estoy bien, cuídese.”Eso fue lo último que supe de ella. Después no me llegaban más cartas de ella... [Un día] le pregunté a Marleny si podía hablar con mi familia a ver qué pasaba con mi mamá, entonces en la siguiente visita y la última, que creo que fue en septiembre del año 2000, fue donde me llevaron la noticia de que mi mamá hacia un año había muerto. Eso fue muy difícil porque yo esperaba llegar y encontrármela, porque pues ella era una mujer muy fuerte, muy trabajadora, muy luchadora… cuando tomé la decisión de entrar en la policía nunca me dijo que no. Por el contrario, me impulsó… Pero fue duro. Una pérdida bastante grande porque después de septiembre del año 2000fue todo ese tiempo de pensar y pensar… y ya dejé muchas cosas. Durante el secuestro yo me dedicaba en las mañanas a correr, a hacer ejercicio… ejercicio físico y ejercicio mental, porque teníamos un grupo de oración con el General Mendieta. Yo dejé todo eso y no sé… ya no le encontré sentido a salir [del cautiverio] y que ya no estuviera ella. Cuando nos dieron la noticia de que íbamos a salir liberados fue un sabor agridulce por saber que iba a ser liberado, pero que ella ya no iba a estar (…) yo no estuve el día del entierro de ella, ni del velorio, ni en el momento en que ella estuvo en el hospital en sus últimos días, porque me dijeron mis hermanos que fue bien difícil: Mi hermano tuvo que quedarse acá en Cali, se turnaban mis hermanos… entonces era duro… (…) Eso fue lo más doloroso del secuestro, no fueron ni las caminatas, ni las mojadas, ni las enfermadas, fue eso: la muerte de mi mamá”. (Pérez Astudillo, 2018).

“Sí, me vi muy mal, perdí a mi esposo…por el secuestro de mi hijo lo perdí, porque fue algo que él no lo pudo sobrellevar. Fue una persona que de pronto me decía “¿Mami, por qué lloras? ¿Por qué te desesperas? no llores, no te desesperes”, y resulta que yo llorando era más fuerte que él… porque él no lloraba pero lo llevaba por dentro. Cuando menos pensamos le dio una trombosis y ya andaba como un loco, con una carta [de nuestro hijo] en el bolsillo, porque Marleny y Amparo empezaron a entrar y entonces ellos empezaron a escribir y nosotros también les escribíamos. Él mandaba cartas desde allá y [mi esposo] cogía una carta de tantas que nos mandaba y se la metía en el bolsillo, salía a la calle y cuando pasaba alguien que no conocía él le decía “vea este es mi hijo que está secuestrado y me escribió”. Entonces a lo último ya empezó a botar lo que sentía por dentro, le dio una trombosis y se lo llevó”. (Quiñones Casanova, 2018).

“No, eso fue un golpe devastador en la familia. Mi mamá nunca se sobrepuso a eso, ella nunca lo asimiló… se dejó deteriorar, a ella le cambió por completo la vida, y para nosotros como hijos verla así fue muy duro. Ver como poco a poco se iba apagando la vida de ella. Verla en ese sufrimiento…Ella era como si todos los días lo esperara. Él vivía con ella, la señora de él y la niña… entonces ella se sentaba en un asientico que daba a la ventana de la calle y él iba todos los días

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y le pedía la bendición y le daba un beso, él tenía una motico y ella se quedaba allí viéndolo partir hasta que él se desaparecía. Vivían en la misma casa pero era como un apartamentico independiente, entonces en la tarde cuando él llegaba antes de ir a su casa pasaba por la de ella y la besaba, la abrazaba y le preguntaba cómo había pasado el día. Él era muy pendiente de ella, entonces ella se quedó en esa espera de alguien que nunca llega y eso la fue acabando a ella”. (Cendales Zúñiga, 2018).

Evidentemente, la mayoría de encuentros e interacciones entre la guerrilla de las Farc-Ep y los policías y militares, empezando por el secuestro, estuvieron basados en la naturalización e interiorización de los comportamientos violentos, y en la pérdida de valor de la dignidad y la vida humanas.

Las condiciones físicas y psicológicas a las que estuvieron sometidos policías y militares desde el momento mismo de su captura, hablan de la antipatía y la agresión permanente que marcaron las relaciones entre los dos actores durante el transcurso del cautiverio. Desde la planeación mis ma de las tomas, las Farc-Ep se aprovechó de la condición de abandono Estatal e indefensión en la que se encontraban los miembros de la Fuerza Pública para arremeter contra ellos y tomarlos secuestrados. Durante los años siguientes, la actuación sistemática de las Farc-Ep se centró en agudizar dicha condición, disminuyendo moral y físicamente a los que consideraba sus enemigos, reparando pocas veces en el trato digno y humanitario que merece toda persona, incluso en si tuaciones de guerra y conficto.

Aunque durante todo el cautiverio la lógica de disminuir moral, emocional y físicamente a los secuestrados se mantuvo, hubo algunas excepciones en las interacciones más cercanas entre las Farc-Ep y los secuestrados, es decir, las rutinas regulatorias y las condiciones de vida eran inhuma nas, sin embargo, hubo algunos intercambios productivos entre la guerrilla y los secuestrados; así mismo, y en medio de la situación de indignidad generalizada, algunos comandantes de la guerrilla se mostraban un poco más humanos y receptivos frente a las necesidades de los secuestrados.

Hubo un tiempo en que hablamos con un comandante. Se le preguntó al man si había posibilidad de que hiciera un campo, un campo ahí como de micro, para que nos dejaran jugar. Eso lo hicieron. Estuvimos en un lugar donde hicieron ahí como un campamento de micro y nos dejaron jugar micro ahí. Lógico seguíamos encerrados, pero nos dejaban jugar y eso era muy desestresante, para uno era muy bueno. (Martínez Vanegas, 2016).

Otro de los ejemplos está relacionado con la práctica degradante de añadir vidrios o piedras a la comida: al comienzo del cautiverio, los comandantes guerrilleros encargados de la custodia de los secuestrados, implementaron dicha práctica indiscriminadamente, sin embargo, con el transcurso del tiempo, las Farc-Ep asignaron a otros comandantes guerrilleros; algunos de ellos dejaron de incurrir en esa práctica, lo que los retenidos reconocieron como un acto de humanidad:

“(…) encontraba uno vidrios, piedras, babas, pelos en la comida (…). Ya después de un buen tiempo, también le cambiaban a uno el comandante de la guerrilla y ya a veces se da uno cuenta que había gente más humana”. (Martínez Vanegas, 2016).

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Las relaciones entre guerrilleros y miembros de las Fuerzas Policiales y Militares

Igualmente, y sobre todo al principio del cautiverio, se produjeron intercambios en que policías y militares conocieron otra cara de algunos de los miembros de las Farc-Ep: las razones que los habían motivado a enlistarse a la guerrilla eran diversas, y muchas de ellas, tenían que ver, precisamente con la degradación del conficto, y otras con la difícil condición económica y la falta de oportunida des que se vive en las zonas más apartadas de Colombia.

“La mayoría de ellos tenía una versión diferente. Uno decía “muchachos, uno en un pueblo aguantando hambre, viene una gente y le ofrece a uno un futuro, le ofrece a uno plata… pues uno dice ¡Aquí es! Se mete uno y cuando está adentro, se da cuenta que es mentira y ya pailas, ya perdí, ya me tocó; se va a querer uno salir y vea… ¡pailas, lo matan a uno!” Otros contaban “Uno en un pueblo es bobo: le muestran a uno una cámara y le dicen “si quiere se la regalo pero camine” y se iba uno así”. Le contaban a uno muchas historias que si yo me pusiera a contar aquí, nunca termino. Son historias reales. Hay unas historias muy tristes y otras historias que….por lo menos una de un paisa que me contó que era del Ejército y que llegaron a un pueblo. Yo no sé qué había pasado en ese pueblo, pero el comandante le había dado la orden al paisa de que cogiera una gente a patadas. El paisa respondió “¿y por qué los voy a coger a pata si no me están haciendo nada?” Y el superior le dice “¡Es que es una orden que le estoy dando, y si no me la cumple, lo levanto a pata yo a usted!”. Y sí, ¡lo levantó a pata el comandante! el paisa me dijo “yo de la rabia levanté mi fusil, le pegué un tiro y lo maté”. Y pues usted sabe que eso es de una vez consejo de guerra en el Ejército, pero dos compañeros lo ayudaron a volarse. [El paisa decía] “Y cogí de Puerto López pa’ abajo y pensé: en el primer grupo que pase me meto. Yo pensaba en otros grupos, pero cuando me metí, me di cuenta que no que eran ellos y aquí estoy hermano, y aquí me jodí porque donde me salga me coge el Gobierno y me encierra”. Historias así, muchas historias. Otro dizque “Porque me enamoré. La guerrillera era muy bonita, me vine detrás de ella y ¡vea!”, o también estaba la guerrillera que decía “me enamoré del tipo, me prometió esto y véame”. (Martínez Vanegas, 2016).

Así mismo, policías y militares tuvieron la oportunidad de compartir sus historias y sus motivaciones para hacerse miembros de la Fuerza Pública, al tiempo que cuestionaban el accionar de las Farc-Ep, incidiendo también en los jóvenes guerrilleros.

En varias oportunidades, más allá de las conversaciones individuales, la guerrilla organizó reunio nes en las que pretendían explicarle a policías y militares su doctrina. Estas reuniones terminaban de forma polémica, pues los uniformados en cautiverio afrmaban que ellos, aunque pertenecían a una institución militar, provenían de sectores sociales populares: “Si las Farc-Ep son el Ejército del Pueblo ¿Por qué nos someten a nosotros, qué también somos del pueblo? Nosotros no le importa mos a nadie sino a nuestras familias”. Luego de las contundentes respuestas de policías y militares, las Farc-Ep desistieron de continuar haciendo ese tipo de reuniones, y también le prohibieron a los secuestrados establecer cualquier tipo de conversación con los guerrilleros encargados de su custodia. De acuerdo con Luis Arturo Arcia, la prohibición también estuvo motivada por la fuga de varios guerrilleros.

Pese a la mencionada prohibición, en varias oportunidades los guerrilleros informaron a los policías y militares sobre las noticias del exterior, especialmente luego de que se les decomisaran los radios. Luis Mendieta, General retirado de la Policía Nacional, se enteró por palabras de un guerri llero que había sido ascendido (Mendieta, 2015). Varias noticias sobre las acciones de ASFAMIPAZ llegaron a oídos de los uniformados por boca de los guerrilleros que los custodiaban, igual que el contenido –una veces fdedigno, otras veces tergiversado- de los mensajes radiales que sus familia res transmitían a través de diferentes emisoras.

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“Sí, nosotros incluso por la misma boca de los guerrilleros, ellos nos contaban qué hacían, sobre la toma, las mamás, ellos nos comentaban básicamente, y nos permitían escuchar un radio, nos dieron un radio para escuchar noticias, todo lo que decían las mamás, el gobierno, diferentes personas… por ahí era que nos enterábamos qué hacía cada quien. (Este pedazo también da pa’ lo de las relaciones entre guerrilleros, policías y militares)”. (Roa Sierra, 2016).

La permanencia de los policías y guerrilleros en el mismo lugar a causa del secuestro, muestra imágenes que hablan de la dureza de la guerra: Personas muy jóvenes, que en otros contextos no serían percibidos como amenazas, eran vistos como sus potenciales asesinos por los secuestrados. Efectivamente, ellos eran los encargados de llevar a cabo los castigos crueles y arbitrarios contra los uniformados. De igual forma, muchos de los uniformados secuestrados eran jóvenes: auxiliares bachilleres, jóvenes con 18 años cumplidos, muchos de ellos sin haber terminado la secundaria, etc.

Los actos de comunicación y negociación entre ambos grupos (guerrilleros y miembros de las fuerzas policiales y militares), son las más grandes enseñanzas y testimonios de que es posible abrir brechas de convivencia y paz, aún en medio de feroces confictos. Sin embargo, para ser feles con el relato del secuestro, esos actos no fueron sufcientes, pues la guerra continuaba, y con ella, la concepción del enemigo al que hay que aniquilar, y las relaciones violentas y utilitaristas, basadas en la represión, el abuso, la prevención, la prohibición, la estigmatización y el miedo, todas ellas propias de un conficto armado degradado.

“Todos los días uno hablaba con personas asesinas, enemigos de nosotros que nos podían matar en cualquier momento, eran muchachos de catorce, quince años, con el fusil… Lo que más nos dolió a nosotros, fue cuando Murcia se escapó, él pintaba mucho… a él lo querían mucho por pintar. También cuando el Ejército mataba guerrilla: nos obligaban 15 o 20 días a no bañarnos. Nos daban una pasta de Jabón Rey para todo el mes, una crema dental, para todos. Las cosas que nos mandaba la familia, todo eso la guerrilla nos lo robó. Que dizque porque las cosas traían chips y podían rastrearlos. Se nos perdieron muchas cosas que las familias nos mandaban, medicamentos, radios, todo…”. (Díaz, 2016).

¿Posibilitará la paz que siga el intercambio de palabras y de aprendizajes que fue truncado? ¿Nos sumariamos nosotros a ese intercambio? ¿Se sumaría usted?

Lazos de hermandad y amistad más allá de la selva: Las relaciones de convivencia entre compañeros de cautiverio.

La experiencia vital compartida en medio de situaciones extremas y adversas en las que llegó a estar en riesgo la vida, sirvió como escenario para la construcción de relaciones de compañerismo, apoyo, confanza y solidaridad a prueba de todo. La convivencia en los campos de secuestro durante lapsos prolongados, el acompañamiento y soporte en los momentos más difíciles y la superación del secuestro, fue un entorno que posibilitó que los policías, militares y políticos secuestrados conocieran las diferentes facetas humanas de sus compañeros sin que mediara ningún interés o pretensión más que la de sobrevivir y sobrellevar el secuestro.

El cautiverio no sólo signifcó un tiempo prolongado de privaciones, presiones e incertidumbres, sino que la complejidad de la situación indujo profundas refexiones, replanteamientos, cambios y rupturas en quienes lo vivieron. Siendo los compañeros de cautiverio quienes estuvieron allí presen tes para acompañar la elaboración de la situación, se tejieron vínculos muy signifcativos e íntimos,

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sobre la base de una experiencia que es difícil mente asible y comprensible para quienes no la han experimentado. Así mismo durante el cau tiverio se presentaron rupturas con proyectos de vida, relaciones de pareja, pérdidas familiares, etc., todos ellos contenidos por quienes se encontraban viviendo el cautiverio y situaciones personales similares.

“(…)Si usted se enferma, yo lo cuido; si yo me enfermo usted me cuida. Si usted no puede comer y está enfermo, yo me lo como, ese es su premio ¿sí? era algo como eso: ver el uno por el otro cuando estaba imposibilitado. Que usted sabe con quién podía contar. Eso es lo más bonito de todo esto ¡Y no hablo de la tragedia! sino de la parte humana… Que hoy con cualquiera podemos hablar por teléfono, y así hayan pasado 20 años o 10 años, lo bonito es que uno habla con franqueza. No hay rarezas y uno quiere saber cómo está, que ha sido de su vida. No para pedirle nada: a uno no le interesa si usted está con mucho dinero ¡No! Yo quiero saber usted como está, usted, usted. Quiero tomarme un tinto con usted, y si no, vamos a tomarnos una cerveza, pero con alegría ¡nos estamos viendo!¡Hermano! ¿Cómo está? un abrazo fraterno…¡eso! Eso he vivido con muchos compañeros Entonces contesta llamadas y casualmente es algún compañero “¡Hombre, Juliancho!¿Cómo ha estado?¿Cuándo nos vemos?¿Cuándo viene por acá? Igual cuando estoy en Bogotá me encuentro con algunos. Pero no parece que el tiempo pasara, porque uno... en los ojos mismos uno se da cuenta de muchas cosas de esa persona y siente que es muy sincero. Hay como una especie de amor como fraterno, de un lazo fraterno allí que nos queda a nosotros que no fuimos hermanos de sangre, pero pareciera, así es con la mayoría cuando nos encontramos”. (Martínez, 2018 ).

A pesar de los lazos y vínculos que han trascendido el tiempo hasta llegar al presente, durante el cautiverio las relaciones de convivencia en el cautiverio tuvieron un doble matiz:

En ocasiones se tornaban tensas y confictivas debido a las condiciones mismas del cautiverio: escasez, represión, presión psicológica, tedio y circunstancias adversas generalizadas.

“Mientras duró el cautiverio los lazos de amistad se reforzaron bastante, éramos unidos, tratábamos de no pelear entre nosotros. Aunque había algunos que eran malgeniados y había mucha competencia por unas cosas: nosotros allá competíamos por un jabón, por una taza de café (…)

Porque los alimentos eran muy escasos, la guerrilla no nos daba sufciente comida o no nos daba sufcientes elementos de aseo, entonces obtenerlos era como una competencia porque éramos en cada campamento 40 o 50 personas y llegaba la guerrilla y nos dejaban 20 jabones o 10,

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o nos dejaban una olla de café pequeña, o nos llevaban poca comida, y estábamos con hambre o sed o lo que sea y teníamosque competir por eso, entonces por eso había mucha discordia entre nosotros”. (Jaramillo, 2018).

- También sirvieron como medio para resignifcar la experiencia del cautiverio, intercambiar puntos de vista acerca de la situación y proporcionar redes de apoyo emocional y distracción, que funcionaban de alguna manera como sustitutas de las redes familiares y de amigos que se habían perdido tras el cautiverio.

“Mucha tolerancia, mucha tolerancia. La relación… Yo pienso que allá es como una segunda familia, donde de pronto se convive más que con la misma familia, porque allá teníamos que aprender a llevar al compañero que estaba enfermo, a bañarle, a lavarle la ropa… Siempre había una cercanía más con unos que con otros. En el caso mío Ortiz Pérez, él es del norte, de Bucaramanga, de pronto… no, él fue el más allegado; Y Cañón, Contreras, siempre habían unos grupitos con los que nos reuníamos más, con los que compartíamos como las mismas costumbres. Lógico habían compañeros que eran de otros municipios, de otros departamentos, que sus culturas y costumbres son diferentes y cómo que uno no las comparte pero tampoco las criticaba. Allá se trataba de vivir en comunidad, se trataba de que lo que estaba sucediéndole a un compañero, pues tratar de mirar en las difcultades, en que se le podía colaborar. Eso era tal vez lo que más nos interesaba, tratar de vivir en armonía. Era muy difícil porque los estados de ánimo cambian constantemente. Hoy se levantó uno con ganas de morirse porque no veía un norte de las cosas, entonces son cosas que incomodaban mucho pero que uno trataba de hacerlas como normales y tratar de sobrellevarlas, así uno no estuviera de acuerdo tocaba tratar que esa persona… comprenderle muchas situaciones”. (Flórez Castro, 2018)

Las descripciones y testimonios que ofrecen policías y militares sobre las relaciones que establecieron ellos mismos estando en cautiverio, abarcan las dos caras: la de la difcultad anímica de formar vínculos estables en condiciones tan adversas, y la de la hermandad, cariño y apoyo incondi cional que terminaron por forjarse y que perduran hasta la actualidad.

“Pues a veces alguien se levantaba como malgeniado y no aguantaba de pronto chanzas de otro. De todas formas, encerrados y en grupo, siempre hay encontrones. Pero no, así graves no”. (Amaya Vela, 2016).

“La convivencia (…) porque el temperamento de todos no es el mismo. En el caso mío había paisas, había vallunos, había costeños, había rolos, había boyacenses. Difícil...”. (Trejos Mariño, 2016).

También hubo un esfuerzo consciente de policías y militares por superar de la mejor manera los confictos ya pasados y evitar que volviera a haber nuevas peleas o discusiones, pues comprendían que la falta de unión y camaradería entre ellos, podía hacer el cautiverio mucho más difícil de so brellevar.

“El genio de todos es muy diferente. Muchas veces uno se levanta de buen genio y el otro no, y el que se levanta de buen genio empieza a hacerle chanzas al otro que se levantó que no se aguanta nada y ahí está el problema. Había mucho conficto a veces, pero eso se superó. Se iba superando, se iba superando porque entre nosotros mismos les decíamos “la pelea no es entre nosotros”. (Martínez Vanegas, 2016).

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“(…) la convivencia de diferentes personas, con diferentes formas de pensar, mentalidades, carácter, siempre genera fricción y disgustos. Lo bueno era que nosotros discutíamos o había una pelea, pero eso ya pasaba y seguíamos como los niños, que pelean y al rato están jugan do otra vez, así éramos nosotros”. (Barrera Barrera, 2016).

“Si habían [problemas] eran insignifcantes, tratábamos de llevarnos lo mejor que pudiéramos, porque eso era lo que nos mantenía viva la esperanza”. (Roa Sierra, 2016).

La forma de llevar sus relaciones de convivencia, fue una de las principales maneras de sobrelle var el cautiverio, y de fortalecer los vínculos. Las condiciones de encierro, aislamiento, y exceso de tiempo disponible, posibilitaron que se pudiera interactuar y dialogar a profundidad con cada uno de los miembros del grupo, y también que se identifcaran claramente las afnidades y compatibili dades entre personas, formando diadas de amistad y apoyo incondicional.

“Al principio, de todos los que estábamos allá escogíamos a uno, y de pronto pasábamos un mes o dos hablando con él. Después hablábamos con otro”. (Torres Tunjacipa & Torres Tunjacipa, 2016).

“(…) al principio era el uno con el otro, intercambiando ideas, qué piensa usted de esto, qué piensa de lo otro, cómo es su familia, cómo es su mamá, cómo es su papá, con quién vive, con quién no vive, era como más de conocernos unos con otros. Luego como hermanos, habíamos parejas de hermanos, pero también buena relación entre todos”. (Roa Sierra, 2016).

Por lo general todos teníamos como una especie de parcero. El parcero mío, con el que más compartía era de Buenaventura, de donde soy yo, la íbamos más porque éramos paisanos. (Trejos Mariño, 2016).

Así, se construyeron vínculos de cercanía sobre la base de entender a los demás como víctimas de los mismos hechos.

“(…) a veces podía estar quieto todo el día, solo mirando pa’ arriba y no me daban ganas de comer ni de nada, ni de pararme, pero afortunadamente había un amigo, un compañero, el que estaba ahí al lado mío que se daba cuenta y entonces él iba hasta allá, se me sentaba al lado, el colchón mío era un plástico sobre unas tablas, ese era el colchón y hasta que no… se ponía a decir cualquier pendejada, cualquier bobada y hable y hable y hasta que no me sacaba de ese estado, no quedaba tranquilo. (Ramírez Gualí, 2016)”.

Siempre hubo hermandad, el que estuviera mal los otros lo cobijaban para que no estuviera tan desprotegido. Cuando alguien se enfermaba lo cuidábamos que se tomara las pastas, si es que habían, porque a veces no había medicamento. Actualmente, todavía uno siente la hermandad y una afnidad especial con los que estuvimos en esa situación así no seamos de la misma toma, siento una hermandad con los de Puerto Rico, Mirafores, porque uno sabe que las experiencias son parecidas. (Barrera Barrera, 2016).

Se forjaron lazos de fraternidad cercanos a los de una familia:

“Yo creo que se puede resumir en una frase que es muy común y dice que la unión hace la fuerza. Y cuando todos nos unimos, cuando todos le ponemos ganas a algo, lo sacamos adelante. Eso

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es fundamental: si queremos, podemos. Si queremos podemos lo que sea… lo que sea. Entonces en medio de esa situación, eso fue lo que hicimos, nos creamos un escudo, una coraza protectora entre nosotros, nos expresábamos cariño, ese mismo apoyo nos lo expresábamos allá. Cuando alguien estaba bajoneado, cuando alguien estaba triste, cuando llegaban malas noticias -porque también recibimos malas noticias- éramos una sola red, éramos uno solo. Con todo y que había diferencias allá adentro también. Somos humanos, somos humanos… pero sabíamos que incluso dentro de esas diferencias, cuando teníamos un solo objetivo éramos todos uno solo ¿por qué? Porque era el bien común, porque era un objetivo que nos iba a benefciar a todos. Entonces, por eso, eso lo tratamos de hacer y de hecho lo hicimos, y eso, pienso yo, que fue lo que a la postre logró que pudiéramos sobrevivir”. (Sánchez Braga, 2016).

“(…) creo que lo que nos salvó a nosotros como grupo fue que éramos 40, todos de la misma edad y nos refugiábamos unos con otros. Hacíamos como un campo imaginario donde la humillación… o sea, una cosa es que te humillen y otra cosa es que te llegue, entonces si a ti te humillan con la comida pues una cosa es que uno lo tome personal y otra cosa es que lo vuelva recocha y entre 40 es muy difícil tomar algo como personal. Sí le duelen a uno las cosas pero a los 5 minutos te estás riendo. Y la edad nos favoreció mucho, éramos pelados de 20, 21, 22, 25… creo que el mayor tenía 26,hombres, eso ayudaba mucho, éramos muy unidos, nos ayudábamos, ¿Qué no hay agua? Pues no nos bañamos. ¿Qué no hay comida? Pues aguantamos. ¿Cuál es el problema? Entonces, si alguien decaía el otro le ayudaba y eso a mi parecer nos favoreció mucho”. (Romero Rico, 2018).

Formas de afrontar y resistir al cautiverio

Uno de los principales obstáculos para la superación de paz es el no reconocimiento del lugar activo y propositivo de las víctimas: En la medida en que se les representa y se les entiende como sujetos pasivos que solamente padecieron hechos altamente dolorosos, se presupone que no tienen puntos de vista o cosas que decir respecto del conficto. Dar por sentada la pasividad de las víctimas termina por despertar sentimientos de lástima y condescendencia. Por el contrario, em pezar por reconocer que los y las sobrevivientes crearon y llevaron a cabo estrategias para resistir, comprender, elaborar, afrontar y superar los hechos victimizantes, abre una puerta más cercana a la empatía, lo que posibilita que se valore, se escuche, se respete y se atienda a las demandas, recla mos y exigencias de reparación y no repetición, bien sea desde las instituciones o desde la sociedad civil. Es necesario que, como individuos, colectividades y sociedad civil, nos abramos a escuchar, conocer y aprender de las experiencias de resiliencia de quienes han padecido en su propia piel el dolor del conficto armado.

Escuchar y conocer de primera mano los testimonios y posturas de las víctimas, posibilita iden tifcar y cuestionar los discursos y prácticas que reproducen la guerra o que instrumentalizan a las víctimas sin lograr avances reales para su reparación y la creación de un nuevo contexto tendiente a la no repetición.

Aprender de los recursos utilizados por las víctimas para afrontar y superar los episodios violen tos, es también acercarse a nuevos repertorios de acción que se separan de la imposición y que son más afnes a la solidaridad, el hermanamiento y la acción pacífca. La muestra de ello es el primero de los recursos para hacer frente al secuestro y a las tomas guerrilleras: el amor flial.

Uno de los más importantes alicientes para resistir, que apareció desde el momento mismo de las tomas, es el amor flial o amor por la familia. La principal motivación de policías y militares de prime ra línea, aun combatiendo, no cabe en los discursos guerreristas “patrióticos” o de aniquilamiento

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del enemigo, reproducidos por las élites militares y los medios masivos de comunicación. La principal fuente de tenacidad y resistencia, fue la motivación de sobrevivir, para de esa forma, continuar estando presentes para sus familias, evitarles sufrimiento, y seguir alimentando los lazos de afecto que los vinculan con sus esposas, hijos, padres, madres, hermanos, etc. Aferrarse al amor de la familia, era aferrarse a la vida, al futuro, y a la idea de que debían estar bien y tomar buenas decisiones que les permitieran llegar al encuentro de quienes los estaban esperando afuera, en la libertad.

“(…) hasta en ese tipo de circunstancias y de marchas yo decía: este paso va por mi mamá, este por mi papá, este por mi hermano y cada paso... y yo decía no me puedo dejar morir. No. No lo voy a hacer, no lo voy a hacer, entonces yo decía era, si algún día salimos...”. (Martínez, 2018).

“(…) Lo que si me ayudo y le ayudo a muchos fue tener esa Fe, esa esperanza, de que había un día, no sabíamos cuándo… pero que ese día iba a llegar y nuevamente compartir con la familia”. (Flórez Castro, 2018).

“(…) yo pensaba era en mi mamá. Mi mamá me intentó esconder. Estuvimos en el baño escondién donos, incluso. En un momento yo le dije “no, mamá: si llevan a alguien, que me lleven igual, porque yo necesito que ustedes estén íntegros”. (Martínez, 2018).

“Entonces muchas veces me decían a mí “¿Usted por qué tiene esa moral tan alta? (…) y yo les respondía“¿Yo qué hago aquí bien mal?”¡Juepucha! (…) Ahora ¿yo qué hago bien triste si mi familia no sé cómo estará? ¿Qué tal estén peor que yo? Bien enfermos, bien llevados. Estemos bien un mo mentico como pa’ que la familia esté contenta”. (Castañeda, 2018).

Otro de los recursos para afrontar y resistir el cautiverio fue esforzarse por mantener la comu nicación con el mundo exterior en dos sentidos fundamentales: el primero, estar enterados de las acciones que estaban realizando sus familias para luchar por su liberación, y el segundo, cultivar las relaciones afectivas con sus familiares por medio de cartas, dibujos y diferentes tipos de comunica ciones. Tener un punto de referencia fuera del cautiverio signifcaba sentir que existía un entorno amable, en el que eran queridos y bien recibidos, que los esperaba al fnal del cautiverio; otro de los benefcios, era que se esforzaban por hacer manualidades o escribir cartas bellas estéticamente para enviarles a sus seres queridos, lo que les posibilitaba poner en juego habilidades creativas y expresivas que ayudaban a sobrellevar el entorno altamente regulado y represivo del cautiverio.

“Mi hermano me hizo en ese tiempo un dibujo grande, que son como 6 u 8 hojas de bloc juntas, y con la portada de los cuadernos que llevaban, me hizo un solo dibujo, o sea sacaba el dibujo de cada cuaderno y se hacía una sola imagen con mi nombre y el mundo, creo que fueron 5 lápices y 7 lapiceros para las sombras que se gastó. Y ese igual lo tengo yo ya, lo mandé a enmarcar, está en mi cuarto. Él dice que no cree que vuelva ya a dibujar así”. (Saldarriaga Rico, 2018).

“Al mes o mes y medio de estar secuestrados, la Defensoría del Pueblo nos llevó unos radios que fueron en ese tiempo como el aliciente (…) por medio de ese radio nos dábamos cuenta. Hubo unos programas de radio, valga la redundancia, que dieron la posibilidad a nuestros familiares de enviarnos mensajes, conocimos el trabajo de Doña Marleny (…) uno se aferraba más a la vida porque es un día menos que voy a estar secuestrado y voy a tener la posibilidad de un día más para poder reencontrar me con ellos. Entonces uno siempre iba con esa moral y si “ya se acabó este día y es un día menos que voy a estar secuestrado”. (Flórez Castro, 2018).

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Como puede evidenciarse en el apartado “lazos de hermandad y amistad más allá de la selva”, la construcción de vínculos fuertes y solidarios entre compañeros de cautiverio, posibilitó que se pusiera en marcha un gran repertorio de mecanismos colectivos para resistir las adversidades del secuestro.

Se realizaron varios intercambios de saberes entre los secuestrados, que les permitieron elaborar múltiples manualidades. Hay varios ejemplos de ese intercambio de saberes: quie nes sabían tallar, pero no sabían dibujar, intercambiaban sus habilidades para lograr hacer cuadros de madera en relieve. Dado que Mitú es un municipio habitado mayoritariamente por indígenas, muchos de los policías secuestrados pertenecían a las etnias nativas. Los in dígenas enseñaron a sus demás compañeros a extraer hilo de las prendas de vestir, y a tejer manualidades como manillas, correas, bolsos, tapices en forma de animales, entre otros.

“Hay veces que en algún momento nos llevaron cartas de esas de naipes, o ajedrez, entonces jugábamos con esos elemento, o cuando había compañeros que sabían tejer, desarmábamos las medias viejas que ya no nos servían y con eso hacíamos tejidos para algún día si salíamos entregárselos a los familiares, o le pedíamos a los mismos guerrilleros que nos llevaran papel y lápiz para uno hacer cartas o dibujos. Había unos compañeros que sabían dibujar mejor que otros y entonces nos enseñaban, y esa era nuestra forma de pasar el tiempo”. (Jaramillo, 2018).

“Con nosotros se llevaron los 16 auxiliares bachilleres, entre esos a auxiliares bachilleres habían indígenas. Ellos sabían hacer mucha cosa artesanal, con hebritas de hilo, con esto, con aquello. Ellos rompían la camisa y sacaban hebras de hilo y con eso empezaba a hacer manillas, búhos, entonces ellos le enseñaban a uno, ellos nos enseñaban y uno se metía en ese cuento y se olvidaba uno de que estaba uno encerrado”. (Martínez Vanegas, 2016).

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Los secuestrados crearon una “escuelita” en medio de la selva. En ella se reunían los cau tivos a recibir clases de diferentes materias, entre ellas idioma ruso e inglés, prehistoria e historia, matemáticas, lectoescritura y juegos de concentración y agilidad mental (Orjuela Manjarrés, 2016) (Arcia, 2016) (Mendieta, 2015).

Policías y militares se unieron en torno a las navidades por medio de la elaboración artesanal del pesebre y el árbol de navidad, así como de la realización de la novena de aguinaldos.

Individualmente, también se pusieron en marcha diferentes mecanismos de resistencia, que se combinaban con las actividades colectivas ya mencionadas:

Varios de los secuestrados se concentraron en poner su mente bajo control, manteniéndola en el momento presente sin pensar en el futuro ni dar rienda suelta a la incertidumbre de cuánto tiempo iban a permanecer internados en la selva (Cárdenas López, 2016).

(…) yo creo que si uno no valora lo que tiene… y el presente, porque el pasado ya, el futuro no se sabe si mañana estemos vivos, valorar el presente, eso es lo más importante y el valor a la familia, a los amigos, a las personas que lo ayudan a uno, eso es la mayor importancia que me ha dejado”. (Pérez Astudillo, 2018).

Otros buscaron aprovechar los recursos disponibles al máximo. Ello no sólo les ayudó como individuos, sino que posibilitó que encontraran estrategias para comunicarse con el exterior como grupo.

“De un tiempo para acá había un compañero muy afebrado al futbol y el man se despertaba a las 4 de la mañana a escuchar Antena 2, que era de Cali y se cogía allá. Para esa época salían cartas y yo le dije a mi mamá, aquí se escucha Antena 2, llame, diga para qué es y me manda un mensaje. Por ahí empezó, en La Carrilera de las 5 de Antena 2 a mandar mensajes. Por esa pendejadita empezó… el problema para ellos es que se les cambió el formato de la emisora a un humanitario y se volvió muy importante”. (Romero Rico, 2018).

“Y desde el punto de vista grupal era estar ocupado: estudiando, conversando en positivo, alentándonos los unos a los otros, cultivando la esperanza. Esa era la estrategia, estar ocupados. “Secuestrados pero no desocupados” era nuestro lema. Había que estar produciendo mentalmente, escribiendo, jugábamos parqués, dominó, ajedrez… conversábamos, hacíamos recuentos, memorias, hacíamos añoranzas, planes, proyectos de vida. Siempre trabajando en el fortalecimiento de la esperanza y el deseo de vivir”. (López Tobón, 2018).

- Otros optaron por resignifcar la experiencia, tratando de concentrarse en las cosas buenas, bonitas y positivas que ocurrieron durante y después del secuestro; mantener los buenos recuerdos o apreciar los valores naturales del sonido de la lluvia, el agua, el canto de los pájaros, la pureza del aire, la ausencia de ruido, etc.

“Muchos momentos, momentos de alegría más que todo, momentos felices en medio de un momento feo, pero trato de sacar lo positivo en cada momento, entonces veo

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-

amistades, amigos, compañeros, recuerdos, imágenes, de compañeros de Bogotá (…)”. (Romero Rico, 2018).

« (…) uno trata de tener los recuerdos bonitos, porque feos hay muchos, pero uno trata de mantener lo bonito y de sacarle alguna enseñanza a todo eso». (Barrera Barrera, 2016).

Para algunos de los familiares de los ex secuestrados, el hecho de que exista una red de apoyo y de camaradería tan fuerte, y que ésta se mantenga hasta la actualidad, es una bella consecuencia del secuestro. (González Benavides & González Benavides, 2016). (Ramírez Páez, 2016).

Algunos uniformados, prefrieron aceptar la situación tal y como se les presentaba, tra tando de aprender de ella, sacar lecciones para su vida, y valorar lo poco y sencillo que tenían a su disposición. Este proceso de refexión llevaba a pensar en que había situaciones peores que el secuestro, que afortunadamente no estaban viviendo (Chilito Díaz, 2016) (Arcia, 2016).

“En ocasiones había compañeros que me decían “es que estamos secuestrados” y yo les decía “pues sí, estamos secuestrados pero estamos vivos, y si estamos vivos hay esperanza de salir en algún momento de acá.” Entonces por el simple hecho de que esté secuestrado no quiere decir que tenga que estar ahí sentado y matándome la cabeza en cosas que no sé si estarán pasando o van a pasar. (Pérez Astudillo, 2018). “(…) leía todo lo que se me cruzaba por las manos: revista, periódico, todo lo leía”. (Ochoa Vallejo, 2018)

Varios exsecuestrados fortalecieron su fe religiosa por medio de la oración y la devoción (Díaz, 2016; López Tobón, 2018 ; Flórez Castro, 2018).

Otros replantearon su proyecto de vida, y se mantuvieron soñando con su libertad y la posibilidad de materializar planes en el futuro.

La mayoría de policías y militares se valieron del ejercicio físico y el deporte para mantenerse activos y tranquilizar su mente.

Algunos policías encontraron fortaleza en las nociones de moral y resistencia asociadas al servicio cívico que pres taban mientras estuvieron articulados a la institución. (Jaramillo Gutiérrez, 2018; Castañeda, 2018).

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III. ASFAMIPAZ: FAMILIAS JUNTAS Y EN LUCHA POR LA PAZ ANTE LAS ANGUSTIOSAS NOTICIAS DE LA GUERRA.

Una de las principales conclusiones sobre el secuestro es que la familia y el círculo cercano tam bién experimentaron una especie de cautiverio: Cada parte de lo que ocurrió, tanto en las tomas como en el secuestro, tuvo su equivalente en las familias y los círculos cercanos de los policías, militares y políticos secuestrados. La impotencia y la conmoción inicial de saberse en medio del torbellino la guerra fueron también sufridas por madres, padres, hermanas, hijos. Así mismo ocurrió con la incertidumbre sobre lo que vendría después, el temor constante por la vida, el giro completo de la vida cotidiana, la violación de derechos, la desatención institucional y hasta las enfermedades y la muerte…

“Esto es lo peor que le pueden hacer a un ser humano… y que no solamente se lo hicieron a ellos, sino que a nosotros, aunque no teníamos cadenas, aunque no teníamos una jaula, tambiénestábamos secuestrados en el dolor, en la tristeza. Eso fue muy duro, fue muy dramático”. (Buitrago, 2018).

“Los impactos del secuestro son muchos. Desde lo familiar… la soledad que deja el espacio de Juan Carlos, que no ha sido ocupada hasta ahora; pasando porque yo tuve que asumir el rol de papá y de mamá… hasta la situación económica, que de una u otra forma también afectó a nuestra familia. Entonces, el secuestro nos tocó por todos los lados: desde lo emocional, lo familiar, lo económico, lo laboral… Yo tuve que abandonar la llegada al Congreso habiendo sido electa, teniéndome que dedicar a la libertad de Juan Carlos y por supuesto a criar a Daniela. Mi proyecto de vida fue afectado producto del secuestro de Juan Carlos en ese tiempo. El secuestro no lo mata a uno, pero tampoco lo deja vivir, y nos envejecimos de tanto sufrir, de esperar, de llorar y de sentirnos solos e impotentes”. (Perdomo Estrada, 2018).

También es necesario decir que dentro de la selva y fuera de ella hubo manifestaciones ejempla res de amor, tenacidad y solidaridad que lograron hacerle frente a la desidia institucional y social, e incluso incidieron en su transformación hacia realidades y desenlaces pacífcos y ejemplares. Los lazos entre los familiares de los secuestrados y los vínculos entre las familias a lo largo y ancho del país, se convirtieron en la única certeza y en la más grande fuerza para no desfallecer en la larga lucha por la libertad con dignidad.

“Conocimos el trabajo de ASFAMIPAZ y de todas las personas que nos ayudaban, que no nos dejaban olvidar. Nosotros estando allá y las familias… de pronto cuando uno sale [del cautiverio] cae en cuenta que aquí afuera se sufría más, que de pronto se sentaban a comer y veían la silla del hijo ahí y no sabían en qué situación nos encontrábamos... Y uno allá de pronto comía o no comía, pero uno se aferraba más a la vida porque pensaba “es un día menos que voy a estar secuestrado y voy a tener la posibilidad de un día más para poder reencontrarme con ellos”.

Entonces uno siempre iba con esa moral y sí: “ya se acabó este día y es un día menos que voy a estar secuestrado”. (Flórez Castro, 2018).

Los familiares de los entonces secuestrados decidieron convertir el amor de familia en organiza

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ción social y lucha por la libertad. Yendo más allá de los discursos guerreristas y polarizadores de odio, división y resentimiento, se propusieron dialogar con los altos dirigentes del Estado y con la guerrilla. Su objetivo era doble: conseguir la libertad de sus parientes y reclamar un país con justicia, dignidad y garantías de no repetición. Alzando las banderas del respeto, el diálogo, las acciones pacífcas de movilización y la dignidad humana, lograrían no solamente la libertad de los policías y militares, sino el fortalecimiento del movimiento social por la paz, y construir un discurso y una práctica de paz auténticos y sólidos, a partir de los que es posible demostrar con experiencias y argumentos que la guerra nos afecta a todos y que es posible, urgente y necesario transitar hacia un país con paz y dignidad.

Alejándose de la retórica de la guerra y haciendo uso de variados repertorios de acción y nego ciación, ASFAMIPAZ también logró incidir y cambiar varias de las dinámicas del cautiverio, logrando materializar iniciativas que mejoraron sustancialmente la calidad de vida dentro de las jaulas de secuestro, y que también tuvieron impactos positivos en las familias. La lucha de ASFAMIPAZ con sistió en debilitar, a toda costa y de manera pacífca, el cerco comunicativo, social e institucional que los separaba de sus familiares.

“Totalmente. Estoy convencida de que ASFAMIPAZ fue el camino para mostrarle a Colombia y hacer entender sobre todo a la población colombiana que era tan indiferente, que habían unas personas allá que estaban sufriendo y que sin el apoyo de ellos iba a ser imposible sacarlo. Entonces fue ese camino, fue esa herramienta, fue todo. ASFAMIPAZ fue como la vía que encontramos y si no hubiese sido por ASFAMIPAZ, habría sido imposible que nos escucharan, porque es que nos teníamos que organizar para que nos escucharan: uno solo no podía, entonces necesitábamos de la organización” (Buitrago, 2018 )

Otra de las características de ASFAMIPAZ es que ha logrado mantener su autonomía e indepen dencia política. Su posición autónoma le ha posibilitado ser un actor organizado de la sociedad civil que:

- Tiene capacidad de interpelación y cuestionamiento ecuánime a los diferentes causantes de la guerra: Los grupos guerrilleros, el Estado Colombiano y sus instituciones (incluida la Policía y el Ejército Nacional), los sucesivos Gobiernos Nacionales y las agrupaciones políticas (partidos y organizaciones). En la medida en que no asume más fliaciones más que con las víctimas y sobrevivientes que representa, es capaz de señalar cuáles han sido las responsabilidades de cada uno de los actores sin restricciones ni matices de ninguna clase.

En relación con lo anterior, se ha separado de las organizaciones gobiernistas o afnes a par tidos políticos que se han esforzado, por un lado, en ocultar las responsabilidades estatales e institucionales, y por el otro, en posicionar discursos unilaterales, sesgados, polarizadores y de odio, que poco contribuyen a la superación constructiva y humanitaria de los confictos arma dos y, por consiguiente a la materialización de opciones de paz para el país. A este respecto, es especialmente importante señalar que un sinnúmero de personalidades y colectividades políticas han instrumentalizado al secuestro y sus víctimas para sacar réditos particulares, es decir, aunque las víctimas, los ex secuestrados y sus familias aparecen recurrentemente en sus discursos públicos y proselitistas, ello no se acompaña de acciones reales para avanzar hacia la reparación integral, la no repetición y la fnalización de las manifestaciones armadas del confic to. De hecho, muchas de las colectividades e individuos que instrumentalizan a las víctimas del secuestro, realizan acciones que van en contra del resarcimiento efectivo hacia las víctimas.

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Ha logrado hermanarse con otras organizaciones de víctimas, de trayectorias diversas y sobre vivientes a otros hechos victimizantes; reconociendo que todos los actores armados, incluyendo las instituciones estatales, han hecho daño y deben asumir responsabilidades en la reparación integral, la reconstrucción de la verdad y la no repetición.

Las tomas de El Billar, Caquetá (1 de marzo de 1998) y la toma de Mirafores, Guaviare (3 de agosto de 1998), no solamente representarían dos de los tantos episodios dramáticos que tuvo que afrontar el país a fnales de la década de los 90 y comienzos de los 2000; también se sentarían las bases de lo que sería la movilización posterior por la paz del país. Así apareció el movimiento por el acuerdo humanitario y también surgió una multiplicidad de colectivos, agrupaciones y organizaciones que se posicionarían públicamente a favor del fn concertado, pacífco y negociado de la confrontación violenta en Colombia.

Las primeras familias, a partir de las que se consolidaría la base organizativa de ASFAMIPAZ, fueron las afectadas por la toma de El Billar y Mirafores. Entre marzo de 1998 y noviembre de 1998, se había construido una agrupación de familias que poco a poco habían logrado reconocimiento, tanto entre las víctimas del secuestro, como ante algunas entidades estatales, y que había empezado a hacer labores de exigencia de derechos e interlocución con el Gobierno Nacional acuñando el nombre de ASFAMIPAZ.

Debido al gran número de policías y militares secuestrados en Mirafores (129), y a que la mayoría de sus familias se encontraban ubicadas en Cali y Bogotá, se conformó un grupo numeroso de personas que tenían cercanía a las instituciones estatales, incluida la policial y la militar.

“(…) nos dedicamos al día siguiente [de la toma] a ir a lugares… a ir a la Cruz Roja Colombiana, a la Cruz Roja Internacional. Realmente era una desubicación total. [Fuimos] a la Policía Nacional… no nos daban razón de lo que había pasado, qué sabían, qué muertos, qué secuestrados, qué vivos, nada. Ahí empezamos a conocernos con las familias… aquí en Bogotá teníamos una ventaja y era

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La historia de ASFAMIPAZ en Vaupés y el Valle del Cauca

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que de [la toma de Mirafores] fueron 129 policías y militares que la guerrilla de las FARC secuestró, y acá la mayoría de lo que eran soldados que estaban por la libreta militar y algunos policías regulares, la mayoría de familias estaban en Bogotá, y otras en el Valle, en diferentes zonas del país. Aquí en Bogotá nos encontramos muchas familias y empezamos a ir a la Defensoría del Pueblo a penar en la posibilidad de [tener] un salón para hacer nuestras reuniones y empezamos a ver la necesidad de crear nuestra organización. En ese momento nos acompañaba una gran esperanza y era que iban a abrir el proceso de diálogo entre el presidente Andrés Pastrana y la Guerrilla de las FARC”. (Orjuela Manjarrés, 2016)

Lo incierto del panorama, la ausencia de respuestas estatales y a la necesidad de entablar un diá logo no sólo con el Estado Colombiano, sino con los actores armados, hicieron que los miembros de la naciente asociación contemplaran la posibilidad de formalizar la organización ante las entidades respectivas por medio de la creación de su personería jurídica.

“(…) y yo ya dije: “mi hijo está en ese combate”. Ya ahí empecé a llorar, a desesperarme y todo eso… y a buscar teléfonos. Llamé a Cali y me dijeron que no tenían ninguna información, que tenía que comunicarme con Bogotá, llamé a Bogotá y Bogotá tampoco pudo tener respuesta alguna.

Siguió el desespero, cuando al otro día me llamó Amparo [Rico]. Entonces Amparo me preguntó que si yo era la mamá de Carlos Alfredo. Le dije “Sí, yo soy la mamá de él”. Me dijo:“Vea, aquí está pasando esto y esto”. Es tan duro que yo no quiero ni recordar eso porque todavía me causa tristezas… Entonces, ya empezó el drama. Nos vimos todas en la casa de Amparo y ya empezamos a planear cosas, pero algo que no sabíamos era si estaban vivos o si estaban muertos. Ya después Amparo dijo que había una prima de un policía secuestrado en Mirafores que estaba en Bogotá, o sea Marleny. Ahí entonces ya nos comunicamos con ella, viajamos a Bogotá, ya fuimos llegando… llegaron del Valle, del Cauca, de todas partes. Nos fuimos reuniendo y ahí empezó ASFAMIPAZ.”

Amparo Rico, una de las madres afectadas por la toma de Mirafores recuerda que un número signifcativo de familias de los miembros de la fuerza pública secuestrados el 3 de agosto vivía en Cali. Así empezó a crearse ASFAMIPAZ en su regional Valle del Cauca, Pacífco y Sur:

“Bueno, nosotras [las madres de Cali] fuimos a Bogotá como a principios de Octubre y ahí conocí a Marleny. Ya habían hecho la toma de Patascoy, y habían hecho una organización de familiares de esa toma. Hablamos con Marleny, pensamos que era necesario articularnos porque estábamos muy dispersos, dijimos “nosotras estamos solas, rodando, volando”. Se vino la propuesta y ahí se formó ASFAMIPAZ y Marleny quedó como enlace de Bogotá, y yo quedé de representante del Valle del Cauca, Nariño y el Eje Cafetero”. (Rico, 2018).

Por lo general, después de las tomas guerrilleras, las familias tuvieron que esperar un largo tiempo para tener certezas sobre si sus seres queridos se encontraban secuestrados o habían sido asesinados. En ocasiones la espera y la incertidumbre se extendieron por semanas e incluso meses:

“¿Qué nos tocó esperar? Esperar a que la guerrilla se hiciera sentir, mandara decir los tengo o no los tengo, ahí viene una espera larguísima. Mientras tanto yo intercambio teléfonos con ellas, se estuvieron en mi casa hasta medianoche, se fueron yendo, una olla de agua aromática para todas, llorando… bueno fue mortal, pero ahí se inició una amistad y un grupo con mucha unión”. (Rico, 2018).

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Las instituciones estatales tampoco se preocuparon por ofrecer respuestas que sosegaran y tran quilizaran a las familias, e incluso llegaron a cuestionar las gestiones autónomas que las madres estaban llevando a cabo para lograr la libertad de sus hijos. Amparo Rico recuerda:

“Cuando llegamos a Bogotá[los policías] nos llamaron la atención, nos decían “Ustedes son de la institución de la policía ¿por qué están haciendo eso?”. Yo me paré y les dije que a mí me daba mucha pena, pero que yo quería que nos dieran una respuesta porque en Cali no nos habían dicho nada. El Coronel nos dijo: “Mire, sus hijos en este momento se consideran desaparecidos. Si dentro de dos años ellos no aparecen, ya la institución se digna a hacerles una pequeña reparación a ustedes”. ¡Por Dios!¡Esa no era la respuesta que nosotras esperábamos! Muchas mamá se desmayaron cuando escucharon eso, lloraron y nos sentíamos muy impotentes de seguir a la deriva. Regresamos a Cali a esperar, a ver… y hasta el 26 de septiembre la guerrilla mandó un comunicado con los nombres de los secuestrados y con lo que pide a cambio de su libertad. Pedían un canje: que [el Estado] entregara a sus guerrilleros y que ellos [la guerrilla] entregara los 342 que ellos tenían en su poder. Ahí ya hay una motivación, uno dice “están vivos”, pero uno nunca piensa que el cautiverio se va a tomar tres años. Uno piensa que es algo corto, que es momentáneo, que el Gobierno le va a parar bolas, y uno a veces… al fn y al cabo uno es mamá, uno dice “no, esto lo van a negociar fácil” y no es tan fácil, con una guerrilla de 50 años de guerra, que están ellos ahí metidos de insurgentes y entre más días con más fuerza, entonces la cuestión no era tan fácil”. (Rico, 2018).

Así, cuando ocurrió la toma de Mitú, las madres de los policías y auxiliares bachilleres que resul taron secuestrados acudieron inmediatamente a ASFAMIPAZ. Marleny Orjuela rememora:

“Cuando sucedió la toma de Mitú, Vaupés, me encontré con ellas [las madres], las conocimos. Digo “las” porque es que la mayoría eran mujeres, sin desconocer que también venían papás, padres de familia, tíos, hermanos, primos… (…) Con ellas tuvimos la lucha de mujeres aguerridas y enamoradas de toda nuestra lucha libertaria y de trabajar por la paz del país”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

El aislamiento de Mitú, implicó que las familias se valieran de dos estrategias principales:

1) Su traslado a Villavicencio como ciudad intermedia y más cercana a Bogotá con el fn de facilitar la comunicación con Bogotá y mantenerse enterados de los acontecimientos y planes, tanto del gobierno, como de las familias ASFAMIPAZ habitantes de la capital y numéricamente ma yoritarias (Orjuela Manjarrés, 2018).

“Algunas madres de la toma de Mitú estaban acá en Bogotá, a otras las trajeron desde Mitú; muchas tenían familia en Villavicencio o se desplazaron para allá, aunque fuera por temporadas… se afliaron a ASFAMIPAZ y empezamos la lucha. A pesar de la distancia ellas estuvieron muy activas y muy vinculadas con la lucha libertaria”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

2) Fortalecer su entorno comunitario en Mitú. Gladys Rojas Triana rememora los fuertes lazos de solidaridad y apoyo que fueron característicos de Mitú después de la toma y que compensa ron la falta de compromiso e involucramiento estatal:

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“Si, eso sí. Hubo mucha solidaridad, estábamos pendientes. Como Mitú es tan retirado y en esa época era más difícil, a veces se hicieron colectas para que las mamás pudieran viajar a los sitios donde se les daba información y ahí creo que fue donde hicieron contacto con Marleny y comenzaron a trabajar algunas madres desde ASFAMIPAZ. Hubo un vínculo, eso fue como una lucecita en el camino ¿cierto? como una lucecita el poder hacer contacto con ella y ella siempre, siempre estuvo pendiente, siempre se solidarizó, entonces cada vez que había que salir, ella les avisaba y salían, y sí, ahí estaba la comunidad pendiente. Incluso ya cuando los liberaron ellos vinieron acá y se les hizo un recibimiento a todos... todo el mundo quería compartir con ellos y estar con ellos, porque aquí como todo el mundo se conoce... y eran como niños que se habían ido y habían crecido y llegaron… cuando se los llevaron tenían como 16, 17 y duraron 3 años por allá…Ver el dolor de las mamás y sentir el dolor de las mamás... eso hacía que uno se uniera más en torno a ellas, que si había alguna actividad, estuviésemos junto a ellas, cuando se hacía aquí la conmemoración de lo de la toma, que se hacía como una misa al lado del comando entonces ahí era otro momento de encuentro y de integración (…) Ya las propias familias que vivieron más de cerca y que estuvimos más vinculados a ASFAMIPAZ. Institucionalmente no puedo decir que se haya dado solidaridad. De vez en cuando la policía que de vez en cuando hiciera algún vuelo interno y los llevara, pero de resto no más“. (Rojas Triana, 2018).

La regional Cali, Eje Cafetero y Nariño fue una de las más activas en términos de la construcción de relaciones, luchas y hermanamientos con otras organizaciones víctimas del conficto armado. El escalamiento y auge del conficto, les hizo ver la necesidad de estrechar sus lazos, incidir en espa cios de participación y darse apoyo y fuerza:

“(…) la lucha la dimos al lado de muchas otras personas que estuvieron secuestradas: civiles como las familias de la iglesia La María, como las del Fokker de Avianca, aquí en Cali encontré a Amparo Rico, que fue la compañera con la que andamos por muchos lugares de las selvas de Colombia, lloramos juntas, pasamos noches enteras sin dormir…Fue una experiencia muy importante pero muy dolorosa y solo ella y yo sabemos todo lo que… las difcultades que pasamos y las tristezas que vivimos y compartimos; lo difícil que fue llegar hasta donde ellos”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

En Cali, las familias de los diputados del valle conformaron la Asamblea por la Vida y la Libertad, organización que compartió espacios de lucha y exigencia de derechos con ASFAMIPAZ y con las demás organizaciones favorables al intercambio humanitario y a las salidas políticas y negociadas al conficto armado. Fabiola Perdomo Estrada, quien fuera miembro de la Asamblea por la Vida y la Libertad, recuerda:

“Eso hizo que nos organizáramos como familias y creamos a partir de ahí una fundación que se llamó “Asamblea por la Vida y por la Libertad” y a su vez nos sumamos a las demás organizaciones que venían trabajando por la libertad de políticos, policías y militares. Entonces empezamos a participar de las actividades que hacían, nosotros hacíamos las nuestras y los invitábamos y fuimos creando como una gran organización de familiares y víctimas del secuestro, básicamente de victimas del secuestro tanto de políticos, como de policías y militares, cada uno manteniendo como su independencia, entonces, la de los congresistas, la de los diputados, la de los policías, pero al fnal nos convertimos como en una familia, donde estábamos siempre allí. ¿Qué hicimos? De todo. Íbamos a las embajadas de los países amigos, a los medios de comunicación, a cuanto programa había, íbamos a la Cruz Roja, a las Naciones

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Unidas, reuniones en Colombia, en el exterior, dónde nos dijeran que deberíamos estar porque eso podría ayudar a la liberación de ellos; allí estábamos. Fue una movilización de muchos años, Hacíamos marchas, foros, encuentros, actos simbólicos, de todo. Yo creo que fue una época de mucho movimiento, de movilizaciones para lograr la libertad de todos los secuestrados que tenían las FARC en ese momento”. (Perdomo Estrada, 2018).

Los habitantes del Valle del Cauca y miembros de ASFAMIPAZ, también rememoran a la Asam blea por la Vida y la Libertad:

(…) Las familias de los diputados hicieron una ofcina aquí en la plaza de toros, allí atendían a la gente, nos reuníamos con ellos, se manejaron bien. (…) En esa ofcina iba la gente del común como a dar un apoyo, prácticamente era apoyo moral. La gente y la Asamblea por la Vida y la Libertad también tuvieron ayuda y apoyo para nosotras, las de ASFAMIPAZ. Las dos organizaciones trabajábamos muy juntas. De pronto pasaba que aquí [en ASFAMIPAZ] teníamos situaciones económicas muy complicadas, que pensábamos que nos iban a limitar el trabajo por la libertad de los muchachos, pero ellos se solidarizaban. Con ellos [de la Asamblea por la Vida y la Libertad) se hacían misas en la iglesia de la María, nos reuníamos, hacíamos las misas en otras iglesias, hacían festivales (…)”. (Quiñones Casanova, 2018).

Otro de los recuerdos sobre la organización de los familiares de los diputados del Valle, nos deja ver el proceso histórico de su secuestro: una vez más ni la sociedad colombiana ni el Gobierno Nacional lograron implementar medidas humanitarias y negociadas que lograran responder a una nueva alerta sobre el secuestro, esta vez en civiles vinculados con el ejercicio de la política y el gobierno local. Amparo Rico recuerda:

“Cuando pasó lo de los diputados, varios de los muchachos ya habían salido, pero resulta que en un viaje que nosotros ya habíamos hecho, [la guerrilla] ya había comentado que iba a secuestrar gente más pesada para que el Gobierno le parara bolas al problema del intercambio Humanitario y de la Fuerza Pública. La guerrilla pensaba que como ellos [los policías y militares] eran hijos de gente pobre, pues no les paraban bolas. También habían salido unas declaraciones del Mono Jojoy avisando eso en varios periódicos y medios … Nosotros nunca nos imaginábamos que se iban a meter directamente a la Asamblea. Cuando pasó eso, yo hacía 8 días había estado hablando con el esposo de Fabiola, el presidente de la Asamblea Departamental. Habíamos ido a pedirle una ayuda y él nos dio una tarjeta y nos dijo “vengan dentro de 15 días, yo les colaboro con eso”. Cuando pasó eso, yo oí la cuestión y pensé “¡Ay! yo había quedado en verme con él de aquí a 8 días”. Ahí nace el problema de ellos [los diputados y sus familias] y ellos se unieron mucho y al fn y al cabo tenían un más alto rango. Ahí fue que nació la organización de ellos, que de verdad que sonó mucho”. (Rico, 2018).

Otro de los hechos de guerra que suscitó la solidaridad de ASFAMIPAZ y de otras organizacio nes que se oponían a las acciones y salidas violentas, fue la masacre de Urrao, en la que el Estado Colombiano efectuó una operación militar de rescate en mayo de 2003, pese a que los familiares de las víctimas se habían opuesto tajantemente a ello y a que sabían que las Farc-Ep iba a asesinar a los secuestrados ante cualquier intento de rescate militar por parte del Gobierno.

“La masacre de Urrao fue en mayo de 2003. El ex presidente Álvaro Uribe Vélez, autorizo el rescate a sangre y fuego de ocho militares que llevaban pudriéndose en las selvas de Colombia más

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o menos cuatro años. Desafortunadamente también se encontraba con ellos el Gobernador Guillermo Gaviria, que había trabajado mucho con el tema de la no violencia, y el ex ministro de defensa Echeverry. Los mataron a todos. Quedaron 3 militares vivos. Fueron 7 asesinados y el mismo número de viudas, huérfanos, madres con su dolor, que nunca tienen una reparación porque yo creo que nunca hay una reparación de ninguna clase para una mamá que le maten su hijo. La única reparación era que le devolvieran a su hijo vivo”. (Orjuela Manjarrés, 2016).

“Bueno, desde ASFAMIPAZ siempre fuimos solidarios a lo que pasaba. Nosotros veníamos con secuestros desde el año 97, en mi caso desde el 98. Coincidimos y nos solidarizamos con las familias de los secuestrados de La María, con las familias del Fokker de Avianca, con las familias de los diputados del Valle, con las familias de los otros políticos: de Alan Jara, de Consuelo González, con la familia de Oscar Tulio Lizcano, de Jaimito Lozada… Jaimito Lozada fue un luchador con nosotros; tenía sus dos hijos y su esposa secuestrados. Finalmente a ellos los liberaron luego de que él pagara el rescate. A la esposa la dejaron más tiempo secuestrada y ya con los hijos liberados, mataron a Jaimito. La lucha contra el secuestro fue juntarnos sin diferencias políticas ni diferencias de clase social; nos juntamos porque era una misma causa, una misma lucha, un mismo objetivo: era buscar la libertad, traerlos vivos y libres”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

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El panorama de desatención y desinterés institucional del que se espera haber dado pistas en lo que lleva de este documento, sumado al tenso contexto de agudización del conficto armado colombiano, ocasionaron tremendos impactos en la vida de las familias a sus distintos niveles, desde lo individual hasta lo grupal, incluyendo las dimensiones afectivas, económicas, relacionales, de salud física y mental, entre otras.

Quienes conformaban ASFAMIPAZ se encontraban en una circunstancia doblemente desafan te: la guerra no solamente había golpeado duramente sus vidas familiares y personales, sino que solamente contaban con ellos mismos para superar el secuestro y sus impactos. Pese a lo difícil, lograrían atravesar los más profundos estados de tristeza, depresión y decepción, para luego con vertirlos en inteligencia, creatividad y tenacidad.

Los impactos afectivos y familiares del secuestro

Uno de los principales impactos de la guerra y el secuestro es la desvinculación afectiva que se produce. Bien sea por lo inesperado y lo brutal de los acontecimientos o por los desenlaces fatales de la guerra, resultaron trastocadas relaciones familiares e interpersonales, se destruyeron planes y proyectos de vida. Las personalidades y formas de sentir, querer y expresar dieron un giro radical, por lo general muy difícil de afrontar o gestionar.

“Ahora soy muy alejado de mi familia… con ellos muy poco… el apoyo mío es mi esposa, y mis hijos que siempre han estado ahí. (…) Después de salir del secuestro, yo todavía sigo en lo mismo: yo no soy muy sociable, tengo muy pocos amigos… unos dos o tres que tendré. Solo con mi esposa. No me gusta socializar ni hablar casi con nadie, me gusta más bien estar aislado”. (Jaramillo Gutiérrez, 2018).

“Respecto a eso mi hermano cambió mucho. Ahora mi hermano no duerme, es frío, un poco golpeado, pues mantiene como ese régimen estricto del policía y del secuestro. Es agresivo con mi mamá. O sea, comparado con como él era antes, cambió muchísimo. Al principio él era agresivo conmigo, pero ya con el tiempo hemos mejorado muchísimo, muchísimo la confanza. Ahora nos comunicamos muy bien”. (Saldarriaga Rico, 2018).

Los vacíos dejados por la ausencia de padres, hermanos e hijos, ya fueran permanentes o temporales, dejaron secuelas difícilmente reparables pese al paso del tiempo, que incluso se mantienen hasta hoy. Los vacíos familiares no sólo fueron dejados por los policías, militares y civiles recluidos en las selvas, sino por los y las familiares que tuvieron que dedicarse de lleno a la lucha por la libertad, apartándose momentáneamente de sus roles como madres, padres, parejas o hermanos.

Pregunta: ¿Él tenía planes? ¿Cuáles eran sus planes?

Respuesta: Pues como la hija, Luisa María, había nacido hacía apenas 2 años, él estaba feliz en su papel de padre. Él estaba con muchas proyecciones hacia la niña, pensando siempre en el futuro de ella; hacía planes aquí y allá con su niña”. (Cendales Zúñiga, 2018).

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La lucha libertaria de ASFAMIPAZ durante el secuestro: entre la construcción interna de afectos y redes de apoyo,la interlocución con la guerrilla y la mediación entre los grupos guerrilleros y el Estado.

“Yo veía que mi mamá tenía una vida muy agitada respecto a la lucha por la liberación de mi hermano. Yo veía que la visitaban muchas compañeras, madres de los compañeros de mi hermano, y respecto a eso llegaban muchas cartas, se reunían mucho, viajaban mucho…

A mí me tocaba irme al teatro con mi padre porqué mi mamá se iba de viaje muchos días, y me tocaba así...”. (Saldarriaga Rico, 2018).

“(…) un secuestro te marca para toda la vida. Eso no es de dos o tres meses: los hogares se acaban. A mí se me acabó el hogar, yo me separé ¿Por qué? Porque yo estoy casada con el padre de mi hijo menor, él no era el padre de mi hijo mayor, y él nunca entendió que yo tenía que apoyar a mi hijo cuando él regresara del secuestro. Entonces él no entendió eso y no encontré apoyo en ese sentido, me pasó a mí y le pasó a muchas parejas que no entendieron eso. Entonces no es fácil y yo pienso que cualquier reparación no es sufciente por haber pasado un secuestro”. (Rico, 2018).

“Imagínese… ¿un hogar cómo se recupera y como se reencuentra internamente, íntimamente, cuando un policía y militar ha estado secuestrado 8, 10, 14 años? Imagínese todo lo que hay que hacer para que [el exsecuestrado] pueda reencontrarse con su esposa, hijos familia y vivir bien… y para que vea a sus hijos como son: como sus hijos, y que no pase que mire distinto a los hijos que ya habían nacido cuando él estaba secuestrado, y que si la esposa vuelve y queda embarazada estando él en libertad, entonces a ese bebé le da más importancia que al que nació estando en cautiverio… también pasa que algunos se vuelven enemigos de sus propios hijos. Eso no lo han visto las instituciones ni el Estado. Yo lo he vivido y lo digo es porque lo conozco. No es que yo esté suponiendo ni que esté diciendo que es que estoy hablando mal de ninguna institución, no. Hay que ser sinceros y realistas, y por ser sincera y realista es que me dicen que soy guerrillera, y eso es falso, y vuelvo y digo que mienten.”

“(…) A donde dijeran que teníamos que ir, allá estábamos. Muchas personas trabajaban; yo no, pero tenía a mis hijos pequeños y me tocaba dejarlos en la casa para salir. Vivía en Jamundí, siempre he vivido en Jamundí”. (Aristizábal, 2018).

Las desvinculaciones y rupturas afectivas no son un problema menor y mucho menos individual: afecta a un número considerable de personas, generándoles malestares emocionales y algunas veces físicos, que muchas veces les impiden seguir adelante con sus proyectos de vida de manera óptima. En otros casos, aíslan a los ex secuestrados o a sus familiares, lo que difculta o impide que logren contar con un círculo de apoyo a quien acudir o pedir ayuda para afrontar las secuelas físicas, psicológicas, psiquiátricas o económicas del secuestro. Los impactos afectivos y familiares, están estrechamente relacionados con los impactos económicos, la capacidad de elaborar el duelo y la resiliencia necesaria para superar hechos violentos21:

“Antes de cada cosa que me tocaba salir a hacer por la libertad de mi hijo, yo siempre decía: “Dejo dos hijos solos por ir a buscar a otro” Entonces para mí fue difícil eso, porque estaba estu

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En el apartado titulado “La liberación: el fnal del cautiverio y el comienzo de otras luchas” se encuentra más información sobre varias secuelas del secuestro que se manifestaron con aspereza tras la liberación. Dichas secuelas terminaron en varios suicidios de los ex se cuestrados; también hubo algunos casos de habitancia de calle y de fuertes adicciones a las drogas. Tanto los suicidios como las demás secuelas deben ser entendidas integralmente y como una combinación de factores en la que confuye la falta de apoyo psicosocial, la insufciencia de los programas de reparación integral y el irresuelto debate sobre la aplicación de la categoría de víctimas. Sin embargo, es innegable que el componente afectivo y de salud mental, es una de las bases a partir de las que empezaron a desarrollarse y acrecen tarse éstos tristes destinos posteriores al cautiverio.

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diando uno, la otra ya estaba terminando, la dejé mucho sola y se retiró. Aunque ella se venía mucho conmigo a las reuniones, me remplazaba mientras yo estaba trabajando, pero es muy difícil dejar a dos para ir a buscar a uno. En las circunstancias fue muy difícil. A mí me dolió mucho y todavía yo siento las cosas”. (Hernández N., 2018).

Los impactos en la salud física y emocional

Existe una percepción generalizada sobre la salud y el secuestro, en la que las dolencias y problemas de salud le ocurren principalmente a quienes tienen que padecer la privación de la libertad. Son muy grandes y profundas las secuelas en la salud física y mental que deja el cautiverio en quienes lo sufren. De hecho, la primera parte de la reconstrucción de memoria histórica de ASFAMIPAZ contiene un apartado dedicado a ir más allá de las publicitados y difundidos chequeos médicos después de la liberación, para problematizar y enunciar muchas más consecuencias en la salud de los policías, militares y ex secuestrados en general que las que pudieron mostrarse en televisión (ASFAMIPAZ, 2017).

En esta oportunidad, y como continuación del trabajo de reconstrucción de memoria histórica ya comenzado, se abordará la cara invisible del secuestro en su afectación más física y a la salud: la de los familiares y allegados a los exsecuestrados.

En general, los testimonios sobre los impactos a la salud de los familiares tienen un eje central: la tensión, el dolor y la incertidumbre. Casi en todos quienes vivieron el cautiverio desde fuera pudo verse envejecimiento y desgaste producto del estrés y la impotencia permanente.

“Mi mamá estaba como más pequeñita, la vi con canas. A mi papá también lo vi más envejecido y con canas en el bigote. Hoy los miro y no son los mismos de aquel tiempo, parece que hubiesen rejuvenecido un poco después de que salimos [del secuestro], pero ese tiempo de impotencia los acabó muchísimo”. (Martínez, 2018). “El secuestro no lo mata a uno pero tampoco lo deja vivir y nos envejecimos de tanto sufrir, esperar, de llorar y de sentirnos solos e impotentes.” (Perdomo Estrada, 2018).

La tensión generalizada, en ocasiones tomó formas e intensidades mucho mayores, que desem bocaron en crisis nerviosas, problemas de tensión, caída del cabello, depresiones severas y estrés somatizado difícilmente superable, al punto que permanece hasta la actualidad:

“En mi trabajo se me alteraban los nervios cuando recibía noticias de mi hijo. Yo me alteraba. Cuando llovía yo sentía mucho frio, yo me arropaba y no se imagina el frío que sentía aquí. Me enfermé. Ahí empecé a sufrir de la tensión y también una amiga empezó a peinarme porque se me caía mucho el cabello. Me dio depresión… todavía hay veces que yo siento depresión… yo me acuerdo y me da depresión…”. (Hernández N., 2018).

“Mi mamá quedó con un estrés terrible en la espalda, unos nudos que nunca se le quitaron y no fueron por el trabajo. Hoy todavía los tiene. Pero como dije; muchas ayudas quedaron entredicho. Al fnal para mí eso no importa, lo que importa es que estamos aquí y hoy me puedes hacer las preguntas que me estás haciendo”. (Martínez, 2018 )

En otros casos, la perturbación emocional y del bienestar produjo o aceleró enfermedades gra ves: cánceres, enfermedades autoinmunes, diabetes, entre otras:

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“(…) el asesinato de mi hermano en la Asamblea del Valle me impactó muchísimo. Llegué a odiar tanto que me enfermé: Adquirí dos enfermedades autoinmunes que me incapacitan bastante y han deteriorado mi calidad de vida, pero con el favor de Dios espero que algún día sea sanándome de todo eso. Yo siento que desde que perdoné, mi salud ha mejorado mucho, por eso creo que lo que me enfermó fue el odio y la impotencia que sentía”. (Cendales Zúñiga, 2018).

“Por la preocupación, la tristeza y el ritmo de vida que llevaba, a mi mamá le salió un cáncer, por el estrés de tener a mi hermano allá. Nada de eso nos hubiese pasado si no hubiese sido por eso de las guerras”. (Saldarriaga Rico, 2018).

Los impactos económicos

La obstinación tanto del Estado colombiano como de la agrupación de las Farc-Ep, se sumaron a la pasividad social frente al secuestro. En medio de un panorama con tan pocos aliados y en el que las partes estaban reacias a llevar a cabo diálogos o negociaciones, las familias tuvieron que dedicarse casi de lleno a la lucha por la libertad de sus hijos: desarrollar acciones de visibilización y posicionamiento de sus exigencias, tratar de incursionar en escenarios de presión, ejercer actividades de mediación para lograr acercar a las partes, etc.

Ante un escenario absolutamente adverso para ellos y sus familiares privados de la libertad, la mayoría de familias no tuvieron otra opción que dedicarse de lleno a la lucha por la libertad de sus seres queridos. En la mayoría de los casos, ello implicó abandonar los empleos y las actividades económicas principales para volcarse a la elaboración de pancartas, camisetas, y consignas. La vida cotidiana cambió de escenario para transcurrir en medio de las plazas públicas y las calles del país en movilizaciones pacífcas, o de puerta en puerta de las instituciones nacionales.

Aunque el amor de familia y la incondicionalidad fueron los que condujeron a los familiares a asumir como prioridad la liberación de sus seres queridos y no hay lugar a cobros o cálculos, sí es importante poner de presente que los esfuerzos y decisiones económicas de las familias tienen su causa en una institucionalidad policial y militar casi completamente desentendida de la problemática de quienes se encontraban secuestrados, y de un estado indiferente que, lejos de mostrarse como un garante de los derechos de los miembros de la Fuerza Pública y los miembros de las corpora ciones políticas, produjo unas veces temor –con las amenazas de rescate a sangre y fuego- y otras veces desidia – con su falta de apoyo y gestiones para la pronta libertad de quienes se encontraban secuestrados-. En conclusión, el desentendimiento y falta de compromiso del Estado Colombiano, tuvo que ser asumido por las familias, tanto en términos económicos como en términos de trabajo, interlocución y visibilización. Otro de los impactos económicos fue la ausencia de miembros proveedores o aportantes económicos de las familias, la mayoría de ellos jóvenes, y quienes justamente ingresaron a la Fuerza Pública para buscar ingresos con los cuales satisfacer las necesidades de su grupo familiar.

Así, los impactos económicos deben ser tenidos en cuenta a la hora de pensar en la reparación a las víctimas, sobre todo tomando en cuenta la defciente actuación estatal en las diferentes fases del cautiverio: antes del mismo con la falta de prevención de tomas que estaban anunciadas con años de anterioridad; durante las tomas, en las que no respondió con efciencia; durante el cautiverio, permitiendo su prolongación excesiva, resistiéndose a buscar salidas humanitarias, y descargado su responsabilidad de interlocutar con la guerrilla en las familias afectadas. Las grandes deudas que se adquirieron durante la lucha, las pérdidas que también se produjeron, los estudios y proyectos que perdieron desde años hasta décadas y los ingresos que dejaron de percibirse, no solo hablan del desmejoramiento de la calidad de vida de las víctimas, sino que dan cuenta de las difcultades

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con las que han tenido que encontrarse al momento de reconstruir sus proyectos de vida, todo ello, como se ha dicho con anterioridad, sumado a los impactos efectivos y en la salud física y emocional/ mental.

“La vida de mi familia era una vida normal… como la de toda persona en un hogar. Los planes eran esos: que Carlos, mi hijo, al ver que la situación estaba como mal, pensaba pues, tener una libreta en sus manos y ponerse a trabajar y ayudarnos. Después de lo que pasó, del secuestro, ya era imposible llevar una vida normal. Ya estaba la zozobra por la posibilidad de la muerte de él, no sabíamos si lo entregaban o no lo entregaban; yo tenía que pensar en viajar, yo tenía que buscar la manera de conseguirme para el pasaje. A veces también me ayudaban los vecinos, que vea que le regalo 1000, la otra 2000, yo recogía también en la calle y con mis conocidos. Ya no era una vida normal. El papá de mi hijo se enfermó… fue una vida difícil porque ya tenía que buscar la vida de mis hijos que estaban pequeños, la vida de mi esposo que estaba enfermo, y la vida de mi otro hijo… buscar cuándo me lo entregaban y que podía hacer con él”. (Quiñones Casanova, 2018).

“Mi papá tenía una fábrica de calzado, pero a raíz de eso la fábrica se fue a pique… decayó y con el tiempo tuvimos que cerrarla porque mi papá ya se involucró de lleno en las actividades de ASFAMIPAZ y no podía estar al frente”. (Sánchez Rivas E., 2016).

“En ese largo caminar, con nosotros crecieron muchos niños, los que habían acabado de nacer o estaban por nacer cuando estaban secuestrados. Ellos no tuvieron una niñez normal, sino que ellos se la pasaron en plantones, en las marchas, en las misas, en las reuniones, en las tomas pacifcas in iglesias, en instituciones del estado con nosotros, las esposas tenían que llevarse a sus hijos porque no podían dejarlos a cargo de nadie. Todos ellos crecieron al lado de nosotros en esta lucha libertaria, trabajando por la vida, la libertad de sus padres y por la paz de Colombia, no tuvieron una niñez como cualquiera, sino trabajando por la vida y la libertad de sus padres, y desafortunadamente muchos de los niños que crecieron con nosotros en esta lucha no pudieron abrazar vivos y libres a sus papás sino ir al cementerio a sepultarlos”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

Por otro lado, es necesario denunciar la existencia de víctimas de primera y segunda catego ría, es decir, la visibilización mediática y el reconocimiento social de las víctimas que, debido a su origen social y su trayectoria académica y política, cuentan con más recursos económicos y más capital social22. Los impactos económicos empeoran en las familias de bajos ingresos y recursos, es decir, las que mayoritariamente se ven obligadas a enviar a sus hijos a la guerra; pese a ello, son las familias y las víctimas de más bajos recursos las que permanecen invisibilidades y son impactadas por un mayor número de violencias.

“(…) Claro, tuve que dejar de trabajar. Yo trabajaba en un casino de una empresa. Empecé a pedir permisos hasta que ya la jefa me dijo que no más. Yo ya me retiré y empezó la odisea de la situación económica, porque con el esposo enfermo, mis hijos estudiando y para viajar…Tuve que buscar ayuda en mis vecinos, ellos me cuidaban a mis hijos si yo les llevaba las cosas para que les dieran

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Se retoma el concepto de capital social propuesto por el sociólogo Pierre Bourdieu: Capital social es el conjunto de recursos actuales o potenciales que están ligados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de interconocimiento y de inter-reconocimiento; o, en otros términos, a la pertenencia a un grupo, como conjunto de agentes que no están solamente dotados de propiedades comunes (susceptibles de ser percibidas por el observador, por los otros o por ellos mismos) sino que están también unidos por lazos permanentes y útiles. (Bourdieu, 1980)

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de comer. Algunas mamás también me ayudaban, me regalaban cosas para la casa, y así.” (Quiñones Casanova, 2018).

No siempre la pérdida del empleo fue la única salida, pero es necesario mencionar que los casos de quienes lograron conservar sus trabajos mientras le aportaban al activismo de ASFAMIPAZ, xue absolutamente minoritario. Si bien conservar el empleo era una situación más xavorable económi camente hablando, implicaba axrontar un escenario extraordinario que exigió la realización de otras actividades adicionales a las del sostenimiento económico (marchas, viajes, reuniones). Ello signifcaba la realización de mayor trabajo físico y emocional que permitiera conservar el empleo, responder al ritmo de la movilización y cumplir los roles familiares en un contexto de crisis.

Los logros del accionar público y privado de ASFAMIPAZ

Pese a las difcultades, las familias ASFAMIPAZ pusieron en marcha diferentes estrategias para hacer frente a los diferentes impactos de la guerra, empezando por lograr recolectar el dinero requerido para su proceso de lucha por la libertad de sus seres amados.

“Aquí las de Buenaventura hacíamos rifas, en las iglesias nos colaboraban. Hacíamos actividades, hacíamos rifas o pedíamos (…) Claro, yo tuve que descuidar mucho el trabajo porque yo me la pasaba de reunión en reunión, yo no faltaba las reuniones… Lo poquito que recogía en el trabajo, lo dividía entre la casa y las actividades por la libertad de mi hijo; también hacíamos cosas con lo que recogíamos de las actividades que nos inventábamos”. (Hernández N., 2018).

“Y ya viene la odisea de nosotras: intentar viajar a Bogotá para que la institución nos diera una respuesta. No hubo forma. Nos fuimos al comando de la policía y nos dijeron que no habían buses, entonces yo les dije a las mamás “vamos a pedir en la calle”, y ellas “¿cómo así que vamos a pedir?”, les dije “vamos a pedir al centro, a los semáforos, al parque… como sea pero tenemos que averiguar, porque la institución es la responsable.” Y nos fuimos a pedir al parque Caicedo acá en Cali, yo creo que pedimos desde las 8 de la mañana hasta la 1, cuando a la 1 nos dijeron que nos teníamos que retirar”. (Rico, 2018).

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Los logros públicos y las acciones de protesta pacífca de ASFAMIPAZ hubieran sido imposibles sin que la red de apoyo y afecto que se iba tejiendo entre las familias, hubiera trabajado por cubrir los impactos anteriormente enunciados. La contracara de la capacidad de negociación y mediación era la capacidad de cohesión interna, paciencia, acompañamiento y amor incondicional que se ofre cieron los miembros de la organización.

Al igual que con la consecución de los recursos económicos, las familias ASFAMIPAZ crearon una serie de dinámicas de reunión y acompañamiento mutuo, que permanecen hasta la actualidad y que la mayoría de sus integrantes describen como de tipo familiar e incondicional.

“ (…) porque digo siempre que nosotros somos la familia del dolor, que fue lo que nos unió y lo que nunca nos separará a pesar de que no nos veamos, no nos encontremos, pero donde nos encontre mos siempre nos abrazamos”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

“Pues mira que ASFAMIPAZ fue algo inolvidable. En medio de la tristeza… del desespero, hicimos unas amistades, de pronto habían cosas que no compartíamos pero en sí se vivió una vida en que dentro del sufrimiento nos sobrellevábamos, cuando una estaba triste la otra estaba para apoyarla, para decirle “no, vamos a salir adelante, no se van a morir, ellos van a volver” así nos apoyábamos las unas a las otras. En el grupo que éramos había de todo: unas que hablaban más, otras que hablaban menos, una más espontanea, otra que no le gustaba que le preguntaran cosas, era respetable porque cada una tiene una manera de ser”. (Quiñones Casanova, 2018).

“Como una familia. Éramos muy unidas e incluso todavía seguimos… Todavía seguimos como invitándonos: la una cumple años, llama a la otra y nos reunimos. Nos apoyábamos, si alguna se azaraba iba a la casa y llorábamos juntas (…) Yo aprendí mucho a compartir, a ser amigable. Yo en el momento que me conecté con las de aquí del Valle, con las compañeras de Buenaventura, yo tomé un cambio de vida. Cuando nos encontramos en reuniones somos una sola familia. Aprendí a valorar más la amistad, porque todas sufrimos por un mismo objetivo. Aprendemos a valorar más las perso nas, a querer esas personas, por lo menos yo a Doña Amparo, a Doña Marlene, que lucharon mucho con nosotras, son personas que uno no las debe olvidar”. (Hernández N. , 2018).

“Mira que encontrarnos con los de ASFAMIPAZ era como un desahoga para nosotras: estar juntas era un desahogo… y uno hablaba de lo que pasaba periódicamente, nos contábamos las historias, todo lo que pasaba. Todas, todas éramos cercanas en mayor o menor medida. Como te digo, con ninguna tuvimos inconveniente… sino lo que pasa es que una no le cae tan bien a todo el mundo, pero todas nos soportábamos y nos acompañábamos”. (Aristizábal, 2018).

Al tiempo que se conformaba la fuerte red de afectos y apoyo al interior de la organización, AS FAMIPAZ desplegó un gran repertorio de acciones orientadas a la visibilización, la sensibilización y la incidencia política. Por medio de ellas construyó lazos de diálogo con otras víctimas del conficto y la sociedad civil. Así mismo, logró interpelar al Gobierno Nacional y a los grupos guerrilleros, es pecialmente las Farc-Ep.

Desde una posición absolutamente independiente, sin apoyo del Estado y con los escasos recur sos que las familias lograban gestionar por su propia cuenta, se realizaron innumerables acciones públicas incontables vigilias, ocupaciones pacífcas del Congreso de la República, de sitios emblemáticos e históricos, y de diferentes iglesias; audiencias públicas, marchas, plantones libertarios (todos los martes en la Plaza de Bolívar), misas, foros, conversatorios en diferentes colegios y uni versidades del país.

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La organización también participó en numerosas reuniones con la Comunidad Internacional: Pre sidentes, Cancilleres, Diputados y Congresistas de otros países; visitó diferentes países solicitando solidaridad y ofcios diplomáticos de mediación para la liberación de sus familiares, entre ellos Vene zuela, Costa Rica, Estados Unidos (Washington, Nueva York) y Suecia, todo ello para dar a conocer la situación de los secuestrados y de sus familias, y construir correlaciones y alianzas políticas que fortalezcan el fn ético superior de poner fn de la guerra en Colombia.

Todas esas formas de acción pública se alejaron de los discursos del resentimiento o el odio, y se centraron en sensibilizar a la sociedad colombiana sobre la atrocidad de la guerra como fenómeno en el que todos perdemos. También se hicieron reiterados llamados a que las partes se reconocieran mutuamente por medio del diálogo y el acuerdo, superando así el conficto. De igual modo, establecieron alianzas con otros sectores sociales y organizaciones de la sociedad civil, para trabajar en pro de la construcción de una Colombia en paz, más solidaria y gratifcante.

“(…) pero aprendimos mucho de las Madres de la Plaza de mayo de Argentina y dijimos “Vamos a hacer un plantón como ellas lo hacían”… y duramos 7 u 8 años haciendo el plantón libertario en la Plaza de Bolívar, todos los martes de 10:30 a 12 del día. Primero éramos 20 o 30 personas, después íbamos 7,8, 10, 15, pero lo hacíamos. Hacer tomas a las parroquias como en la parroquia del 20 de Julio del Divino Niño, ahí estuvimos 3 meses en una toma pacífca. Todas nuestras actividades y nuestros actos eran de carácter pacífco. En la iglesia, en la catedral de la Plaza de Bolívar, en la sede el Ministerio del Interior, en la Defensoría del Pueblo, en el Congreso… ¿porqué lo hacíamos? Por que lográbamos visibilizar la problemática de nuestros seres queridos que se pudrían en las selvas de Colombia”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

Entre las acciones públicas más destacadas de ASFAMIPAZ, se encuentran:

La ocupación pacífca de la Quinta de Bolívar, en Bogotá.

La ocupación pacífca de la Iglesia del 20 de julio, en Bogotá.

Plantones libertarios, todos los martes a medio día en la plaza de Bolívar de Bogotá. Marchas por la libertad y la paz de Colombia en ciudades y municipios como Pasto (Nariño), Ipiales (Nariño), Paujil (Caquetá), Cartagena del Chairá (Caquetá), san José del Guaviare (Gua viare), Pitalito (Huila), Villavicencio (Meta), Cabuyaro (Meta), Puerto Rico (meta), Sogamoso (Boyacá), Gigante (Huila). También se realizaron marchas y plantones en Tulcán, Ecuador. También construyó canales de interlocución con la iglesia Colombiana, logrando hacer varias misas por la libertad y la paz de Colombia a lo largo del país. Entre las ciudades y municipios donde se celebraron las misas, se encuentran: Villavicencio, Meta; Chiquinquirá, Boyacá; Pi talito, Huila, el santuario de Las Lajas, ubicado en Ipiales, Nariño; y la Catedral Primada de Colombia, ubicada en Bogotá.

“Desde hacer huelgas de hambre, encadenarnos a las rejas de la Casa de Nariño, hasta ir a enfrentar al grupo armado que los tenía en San Vicente del Caguán, fuimos hasta el Caquetá, y en esa época decíamos “Hasta donde nos toque ir, vamos por ellos”. Llegar a la iglesia, llegar a la Presidencia… fueron gestiones municipales, departamentales, nacionales… incluso llegamos a la comunidad internacional. Se hizo mucha gestión”. (Buitrago, 2018).

A nivel local, especialmente en la ciudad de Cali, se generaron importantes escenarios de re fexión e intercambio entre procesos organizativos, instituciones y personas individuales. Amparo

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Rico, la vocera delegada de la regional Valle del Cauca, Sur y Eje Cafetero, recuerda:

“Bueno, a raíz del secuestro de ellos, entonces a uno lo empiezan a invitar a contar la experiencia de lo que se está viviendo en las universidades… cómo está viviendo usted la cuestión del secuestro, cómo hace usted para conseguir una prueba de supervivencia. Yo no he sido muy amiga de irme para la universidad, porque yo he sido muy mala para hablarle a una cantidad de gente, pero a pesar de eso acepté ir a tres universidades porque tenía que hacerlo y porque ya todo el mundo me conocía porque yo era la representante de las mamás aquí en el Valle. A mí era a la que entrevistaban. Si llegaba una prueba de supervivencia siempre llegaban a la casa y uno las mostraba. A raíz de eso yo conocí muchas personas, estudiantes de universidades, víctimas del conficto y familiares de personas que estaban desaparecidas y de las que no daban ninguna razón. Muchas veces llegaban a mi casa “Vea que yo necesito hablar con doña Amparo, es que como ella ha ido por allá a la zona de distensión y yo quiero mostrarle una foto a ver si ha visto a mi hija o ha visto a mi hijo por allá, es que no sabemos nada de ella, ella se perdió bajándose de un bus, o ella salió de la universidad y nunca llegó a la casa, entonces queremos saber si ella la ha visto porque eso por allá hay mucha guerrilla”. Tuve la oportunidad de conocer muchas personas afectadas por la guerra… muchas, muchas. La gobernación también me invitó varias veces a que diera charlas y a que la gente hiciera preguntas. Yo creo que a raíz de la gente se fue como metiendo en la cuestión de que había secuestrados aquí en el Valle y había que hacer algo… porque en un principio la gente es como muy apática a eso, la gente piensa como que “a mí no me pasa, entonces yo paso con el problema como por encima del hombro”. Y resulta que cuando ya se dieron cuenta de que aquí había una cantidad de muchachos en la Fuerza Pública que habían sido secuestrados, ya la gente se fue solidarizando y ya las emisoras hacían comentarios. Me llamaban a mí a diario y me preguntaban cómo iba el proceso y cómo iba todo”. (Rico, 2018).

Desde el pacífco, las madres de Buenaventura emprendían largas marchas de ida y vuelta entre sus lugares de origen y Cali. El objetivo era llegar a las instituciones y los comandos del Ejército y la Policía para exigirles información sobre sus hijos y que agilizaran las gestiones. También se propo nían hacerse visibles para quienes habitaban en los territorios aledaños a su recorrido: interpelar su sensibilidad y hacerse a su solidaridad.

“Hacíamos caminatas. De aquí de Cali íbamos a Buenaventura y de Buenaventura íbamos a Cali. Se hacían marchas y nos uníamos las familias del Pacífco”. (Hernández N., 2018).

Los plantones libertarios y demás acciones, también tuvieron su correlato a nivel local. De acuerdo con la disponibilidad de recursos y la dinámica de interlocución con los actores, las familias di vidían sus agendas para participar tanto en las acciones de Bogotá como en las que se llevaban a cabo en su ciudad o departamento:

“Muchos plantones en Bogotá… a unos fuimos a otros no pudimos ir, muchos...Marchas… ¡Vea, aquí está la del 20 de julio! Muchos plantones. Unos se hacían aquí en Cali y otros en Bogotá, pero daban más resultado Bogotá porque tenían más gente. Yo en Cali tenía más poquitos compañeros, pero a pesar de eso, los plantones nunca se dejaban de hacer”. (Rico, 2018).

A partir de su conciencia de ser hermanos en la existencia de los demás sujetos involucrados en el conficto, articularon discursos de interpelación a la guerrilla y el Estado en el marco del respeto y la dignidad, hablando de humanidad a humanidad; igualmente, han interlocutado con la institucio-

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nalidad colombiana. Durante cada una de las acciones, buscaron posicionar consignas como:

“Acuerdo Sí, Guerra NO”

“¡Vivos se los llevaron, vivos los esperamos!”

“No al rescate a sangre y fuego”

“Por la vida, la paz y la dignidad”

“¡Acuerdo Humanitario YA!”

“Soldados y policías, nunca los dejaremos abandonados”

Las familias ASFAMIPAZ aprovecharon los espacios abiertos por los medios de comunicación, especialmente los radiales, para posicionar el tema del secuestro a nivel nacional, y enviar voces de aliento y persistencia a sus seres queridos en cautiverio.

Los miembros de ASFAMIPAZ, también llegaron a aparecer en los medios como “Los otros ne gociadores”:

«En medio de una negociación interrumpida varias veces por la desconfanza mutua entre el Gobierno y los grupos insurgentes, las líderes de Asfamipaz lograron moverse como peces en el agua tanto en los salones del Palacio de Nariño como en los campamentos de la zona de despeje. Dos años de reuniones con emisarios del Ejecutivo y las Fuerzas Armadas, de derechos de petición para obtener alguna respuesta del presidente Pastrana, y de viajes a San Vicente del Caguán y fuera del país le bastaron a esta asociación para alcanzar su meta: convertirse en un interlocutor válido de las partes en conficto y presionar el regreso de sus seres queridos.». (El Tiempo, 2002).

Todas estas acciones se realizaron a contracorriente de muchos factores. La guerra ha puesto muchas trampas en la vida pública y privada del país, que ASFAMIPAZ logró esquivar con mucho esfuerzo, dedicación, amor y persistencia. Veamos algunas de ellas: Estigmatización y amenazas: la gran polarización política del país y los discursos guerreristas que han imperado en la cultura política nacional, llevaron a que los integrantes de ASFAMIPAZ fueran fuertemente estigmatizados. Algunos miembros de las instituciones policiales y militares los tildaron de guerrilleros, lo mismo que muchas personas con inclinaciones políticas de derecha. Del otro lado, eran vistos con sospecha y prevención, y fueron considerados informantes del Ejército o de la Policía por varias personas adscritas a los sectores políticos que decían tener una posición liberal, progre sista o de izquierda. Dichos señalamiento completamente falsos, no solamente restaron legitimidad y apoyo a las luchas de los familiares, sino que ocasionaron amenazas reales contra su vida.

Indiferencia política y social frente a la situación de los secuestrados: la naturalización de la gue rra no sólo ha afectado a las partes en conficto. También ha golpeado fuertemente a la ciudadanía, que se mostró indolente frente a la presencia de los miembros de ASFAMIPAZ en las calles y plazas del país. La respuesta generalizada fue la intolerancia y la indiferencia, pero también hubo una gran cantidad de personas que los apoyaba o les expresó su solidaridad.

Difcultades económicas, emocionales y familiares producto de los impactos de la guerra: Sobre las que ya se hablaba en párrafos anteriores.

A pesar de tantas difcultades, ASFAMIPAZ alcanzó uno de sus más grandes logros e hizo un aporte invaluable a la historia política del país: facilitar y presionar la negociación entre el gobierno nacional y las guerrillas de las Farc-Epy el ELN, para la concreción de un Acuerdo Humanitario du rante el gobierno de Andrés Pastrana. Así mismo contribuyó a despejar el camino para que pudie ran empezar las negociaciones de paz de La Habana, pues medió en la liberación de los últimos 12 secuestrados de la Fuerza Pública.

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“Y bueno, logramos muchas liberaciones unilaterales. La última fue el 2 de abril del 2012: 10 policías y militares que llevaban pudriéndose en las selvas de Colombia entre 13 y 14 años. En esos momentos ya había empezado la fase secreta de los diálogos entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC. Recuerdo que Santos declaró por los medios de comunicación que si liberaban de manera unilateral estos últimos policías y militares se abría un diálogo, y justo después se iniciaron los diálogos en la Habana, que llevan al proceso de paz.

Además de los logros cruciales para la vida política del país, ASFAMIPAZ incidió decisivamente en la dinámica del secuestro y, pese a que esta es una situación absolutamente indeseable, la hizo mucho más llevadera tanto para los policías, militares y civiles secuestrados, como para sus familiares.

“(…) Tantas familias conocidas… de verdad que lo que mayor resultado nos dio fue con habernos unido como ASFAMIPAZ, porque si nosotras no nos hubiéramos unido, no hubiera habido nada. Pienso que hubiéramos quedado como volando y no habría habido nada, como más difícil la cuestión… ahí sí no habrían sido tres sino como cinco años. Las instituciones movieron algunas cosas porque nosotras como ASFAMIPAZ presionamos y nos dimos esa fuerza para ir adelante. Sí hicimos presión, porque si no hubiera habido organización no hubiera habido nada”. (Rico, 2018).

En principio, logró que las instituciones policial y militar proveyeran algunos transportes para desplazarse a Bogotá y a otros municipios del país para interlocutar con el Gobierno Nacional y con la guerrilla de las Farc-Ep. Aunque no fue un número signifcativo de trayectos en comparación con todos los viajes que las familias tuvieron que realizar, sí logró eximir a los familiares de tener que recaudar algunos fondos y de asumir el trabajo logístico para la coordinación de dichos viajes (Rico y Orjuela Manjarrés, 2018 ).

Una de las más elocuentes evidencias sobre el poco compromiso del Estado Colombiano para facilitar o apoyar el qué hacer de las organizaciones de víctimas del secuestro, fue el hecho de que fueron las Farc-Ep las que les ofrecieron aportar el dinero de los pasajes de vuelta a las familias.

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“Ha sido muy difícil. El apoyo económico de nosotros era nosotros mismos pagando nuestros propios pasajes… y yo siempre digo de cara al país y al mundo, y nunca hemos negado con Amparo, y muchas familias no tienen por qué negarlo: que muchas veces cuando íbamos a San Vicente del Caguán, los que nos daban para devolvernos, llegábamos sin plata pero nos daban para alimentación y nos daban para devolvernos, era la guerrilla…Y eso duele también, mucho, mucho duele, porque habla de la indolencia estatal y de la exclusión que existe en el país”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

Otro de sus logros cruciales fue el de establecer contacto con el grupo guerrillero de las FarcEp, mantenerlo y llevarlo progresivamente a niveles de interlocución, negociación y mediación.

En un primer momento, un importante número de asociados a ASFAMIPAZ hicieron presencia en la zona de distensión, más precisamente en San Vicente del Caguán. Los miembros de ASFA MIPAZ se armaron de “La camiseta, el corazón y la razón” (Orjuela Manjarrés, 2016) Y empezaron a planear el viaje a San Vicente del Caguán, con la idea de interpelar la humanidad de los comandantes de la guerrilla e interceder por la liberación de sus hijos, esposos, hermanos y padres.

Acordaron llevar tres peticiones a la Zona de Despeje: 1) Que se estableciera un canal directo con ASFAMIPAZ para el envío y recepción de la correspondencia, de forma que las pruebas de supervivencia y demás correos pudieran intercambiarse exitosamente, sin interferencias ni manoseos estatales o mediáticos; 2) que la guerrilla permitiera el ingreso de un grupo de familiares a los sitios de cautiverio de sus hijos para cerciorarse sobre su estado de salud, pues no contaban con información debido a las restricciones que las Farc-Ep le habían puesto a los Organismos Humanitarios para acercarse a los secuestrados, y a la escasez de pruebas de supervivencia; 3) que se hicieran todas las gestiones necesarias para lograr la libertad de todos los secuestrados lo más pronto posible.

También acordaron que el diálogo que sostendrían con las Farc-Ep tendría como principal ob jetivo tocar el corazón y la emocionalidad de la guerrilla, y que la interlocución estaría basada en el respeto, la dignidad, y el reconocimiento de la humanidad de los miembros de la organización armada.

“Nos vacunamos contra el paludismo y les dije “nos vamos con tres armas, la camiseta, la razón y el corazón, y nos vamos a ir a hablar de seres humanos a seres humanos, ante todo eso, y con mucho respeto y con mucha dignidad”; entonces las familias deciden que vamos a decirles a ellos toda la situación, y vamos a tocarles el corazón y el sentimiento, así que ese fue uno de los primeros propósitos… tocarle el corazón a la gente, a la guerrilla y a los comandantes de las Farc-Ep”. (Orjuela Manjarrés, 2016).

Los integrantes de ASFAMIPAZ viajaron apenas con los recursos para transportarse en bus; lo importante era llegar a la Zona de Despeje. Luego de veinte horas de trayecto se instalaron en la plaza principal de San Vicente con las pancartas de la organización y se pusieron las camisetas con los rostros de sus familiares estampados. La solidaridad de los habitantes de San Vicente del Caguán les proveyó el alimento y el hospedaje, para el que no tenían dinero. Mientras llegaba el momento de encontrarse con los jefes de las Farc-Ep, marcharon e hicieron plantones, clamando por la libertad de sus seres queridos.

La reunión con Manuel Marulanda y el Mono Jojoy, dos de los más importantes jefes de las FarcEp logró concretarse:

“Mandamos una carta en la que solicitábamos una cita para reunirnos Manuel Marulanda y con El Mono Jojoy…no tengo bien presente la fecha en que la enviamos, pero sí recuerdo el día en que

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a mí me llaman y me dicen “¿La señora Amparo?’” y yo “Pues sí”, y escucho “Que si se puede presentar en San Vicente el día 7 de Diciembre del año 99, que el camarada Marulanda las va a recibir”. Mire, vea… yo me quedé pensando“¿sí será cierto? cuando me llamó Marlene y me dijo “¿Te llamaron?” y yo “Sí”. Cuando También me llamó otra señora de Cali ¡y nos vamos! No teníamos plata… pero los guerrilleros en estas palabras nos dijeron: “busquen prestado que nosotros les devolvemos los viáticos”. Y así hicimos. Viajamos, nos encontramos allá en el parque y al día siguiente nos recibieron ya para empezar a tener un contacto más directo con los que tenían, desafortunadamente, secuestrados a nuestros hijos”. (Rico, 2018).

Durante un día entero, cuatro delegadas de ASFAMIPAZ se reunieron con Manuel Marulanda Vélez y el Mono Jojoy. Hablaron con el corazón de sus experiencias y dolores. Querían saber qué querían las Farc-Ep a cambio de la libertad de sus parientes, y estaban dispuestos a todo por con seguirlo. Pensaron en la posibilidad de realizar una gran colecta nacional en carreteras y lugares diversos del país, para reunir la suma de dinero que tal vez pudiera regresar a sus hijos, esposos y hermanos a la libertad (Orjuela Manjarrés, 2016).

«Lloramos mucho, les contamos las situaciones que vivíamos en los hogares. Cómo estaban las madres, las esposas, los hijos, las que estaban embarazadas e iban a tener a sus hijos… Les contamos todo eso. (…) Les dijimos que nosotros les pagábamos ¡Así nos tocara recoger plata en las carreteras! que les pagábamos pero que nos entregaran a nuestros hijos. Ellos nos dijeron “No, el secuestro no es económico, es político”». (Orjuela Manjarrés, 2016).

Ante las propuestas de los familiares, las Farc-Ep reiteraron que el secuestro de los militares y policías no obedecía a motivaciones económicas, sino que buscaba un fn político: la realización del Acuerdo Humanitario. En ese sentido, no había monto de dinero capaz de devolver a los policías y militares a sus casas, sino que dependía de la voluntad del Estado Colombiano de intercambiar la libertad de los uniformados por la libertad de los guerrilleros enfermos y presos, recluidos en las cárceles del país.

La respuesta que ASFAMIPAZ dio a los jefes de las Farc-Ep resultó ser profética:

“Aquí pueden pasar muchos años, porque los nuestros son gente pobre, son gente humilde, son gente campesina y ellos no le interesan para nada al Estado, al Gobierno Colombiano”. (Orjuela Manjarrés, 2016).

Las Farc-Ep aceptaron la primera petición, y aprovechando la coyuntura de la Zona de Despeje, se logró agilizar el intercambio de correspondencia entre los secuestrados y las familias. A continuación, los relatos detallados sobre cómo se desenvolvió la reunión entre las familias ASFAMIPAZ y la guerrilla:

“Bueno, cuando nos citaron, que fue el 7 de diciembre del año 1999 -nunca olvidaremos esa fecha- nos recogieron a las 4 de la mañana. Íbamos Judit, María Teresa, Marlene y yo. El tipo Marulanda nos había citado a las 11 de la mañana y desafortunadamente llegamos a las 11:10 de ese día. Marulanda ya no estaba, se había ido y nos había dejado una nota pegada en un árbol de guayaba, que decía que nos íbamos a ver hasta una nueva fecha. Vea ¡a mí me dio una ira! Entonces apareció Raúl Reyes y él nos dijo que nos iba a llevar a un sitio donde íbamos a descansar. Nos llevaron a La Macarena, a una casa donde nos dieron el almuerzo. Llegamos y nos fuimos a dar una vuelta porque estábamos muy aburridas porque el tipo no había aparecido.

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A todas nos dio depresión: 7 de diciembre, sin la familia. Lloramos y gritamos durísimo por allá en medio de ese monte. A las 4 de la mañana del otro día ya venían por nosotras y muy a las 9 de la mañana llegamos al sitio donde nos estaban esperando ellos. Llegamos a campamento grande, muy lleno de guerrilla, como era un día sábado ellos estaban lavando, estaban las mujeres lavando, tenían sus buenos lavaderos bien hechos, tanques bien confeccionados hechos de madera con puro plástico. Nos atendió un guerrillero muy formal, le dijimos que lo que necesitábamos era que nos atendieran, y nos llevó y nos dijo “sigan adelante que ya las están esperando”. Nosotras llegamos pero no nos imaginábamos que nos íbamos a encontrar Manuel Marulanda, Jorge Briceño, Raúl Reyes y Romaña. Estaban los cuatro. Yo volteó a mirar a Marleny y le digo “¡increíble, increíble! todo el mundo buscándolos y nosotros tenemos la oportunidad de verlos aquí a estos”. Ellos tenían 4 sillas, nos atendieron. A raíz de esa reunión se hizo el acuerdo por el que nos dan pruebas de supervivencia cada dos meses”. (Rico, 2018).

“(…) Entonces cuando ya nos dijeron… vamos para San Vicente que allá van a entregar unas pruebas de supervivencia… claro que se demoraron bastante para llegar pruebas de supervivencia, como eso lo hicieron las FARC eligieron cuatro personas que eran Marleny, Judith, María Teresa y Amparo, y de las cuatro no dejaron si no a Amparo y a Marlene entrar allá. Ya después ellas lograron acordar con las Farc que cada dos meses se enviaran pruebas de supervivencia y se dejara entrar correspondencia de las familias”. (Aristizábal, 2018).

Marleny Orjuela Manjarrés23 y Amparo Rico24 fueron las encargadas de transportar correspon dencia, y de enviar utensilios de aseo y detalles de las familias como camisetas de los equipos de fút bol que más le gustaban a los policías y militares. Gracias a ello, muchas familias e incluso la sociedad colombiana conocieron muchas de las pruebas de supervivencia de las personas secuestradas. Yamile Hernández, esposa de uno de los secuestrados en la toma de Curillo (Caquetá), recuerda:

«Por ASFAMIPAZ empezaron a llegar las primeras pruebas de supervivencia, los videos. Por medio de ASFAMIPAZ y doña Marleny yo conocí esos videos». (Hernández Y., 2016).

Esta tarea aunque aparentemente sencilla, requirió grandes esfuerzos económicos y de des plazamiento por parte de ASFAMIPAZ. Fue uno de los más importantes alimentos para el ánimo y la voluntad de persistir luchando por la paz libertad, dentro y fuera de las selvas.

“Eso fue una moral y una fuerza inmensa que nos daban cuando nos llevaban esas cartas, o cuando sacaban pruebas de nosotros para las familias. Nosotros sabíamos que eso para ellos era… ¡Que a mi mamá le llegara una carta mía o algo mío! Eso la mantenía viva a ella. Mis hermanas en las cartas me decían “hermanito, por favor cuídese, cuídese. No vaya a cometer locuras, no se vaya a hacer matar que si usted se muere, se nos muere mi mamá y ¿qué vamos a hacer nosotros?”.Para nosotros fue la mejor ayuda que tuvimos nosotros en ese encierro, en ese cautiverio. (Martínez Vanegas, 2016).

El fujo abundante de correspondencia se terminó durante el mandato de Álvaro Uribe Vélez, tal y como se relata en el apartado de “Vivir en cautiverio”, en el subtítulo “La amenaza permanente

23 Marleny Orjuela Manjarrés. Prima de Hernán Alexander Zambrano Manjarrés, secuestrado en la toma de Mirafores. Actualmente se desempeña como representante legal de ASFAMIPAZ.

24 Amparo Rico. Madre de Pablo Alberto Gamero Rico, soldado secuestrado en la toma de Mirafores.

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de la vida en las jaulas de secuestro”.

Uno de los logros más signifcativos: la entrada a las jaulas de secuestro.

En la reunión con los jefes de las Farc-Ep, las familias también plantearon la posibilidad de que varias madres entraran a visitar a los policías y militares en los lugares del secuestro. Las Farc-Ep respondieron que era una propuesta complicad, pero que iban a examinarla. Luego de la primera reunión, se llevaron a cabo otros encuentros entre las Farc-Ep y ASFAMIPAZ. Las familias insistían en la necesidad de que liberaran a sus seres queridos y se aferraban a la idea de poder visitarlos. Por su parte, las Farc-Ep aprovechaban para entrevistar a las madres y tantear las posibilidades de llevar a cabo el encuentro. Aunque ASFAMIPAZ había propuesto inicialmente un número importante de madres para que entraran a las jaulas, este fue disminuyendo en el proceso de negociación. Ante la demora de las Farc-Ep en dar respuesta, ASFAMIPAZ optó por proponerles que dejaran entrar solamente a dos familiares, un número pequeño de personas, cuya evaluación no tardaría mucho tiempo y que ampliaba las posibilidades de que les permitieran entrar a las jaulas de secuestro:

“Se hizo la propuesta de que entraran solamente dos personas y el Mono Jojoy duró como meses sin darnos respuesta. Dio la respuesta para agosto del año 2000, nos mandó llamarnos dijo que íbamos a entrar, pero que no podíamos saber cuándo... Entramos, tenga presente la fecha, el 26 de septiembre de 2001”. (Rico, 2018).

Finalmente en uno de los encuentros con Amparo Rico y Marleny Orjuela, les comunicaron que ellas serían las autorizadas para entrar a los campamentos, y les pidieron que, en adelante, cada vez que se acercaran a llevar y traer correspondencia, fueran preparadas para emprender el viaje. El día menos esperado empezó la emocionante y dolorosa travesía.

« (…) íbamos y nada, íbamos y nada... ¡Bueno! al fn un día nos dijeron “van para adentro” Caminamos, fuimos en carro, pasamos ríos en lanchas, en canoas y caminamos mucho. Fueron ocho días largos de caminatas para llegar, noches de desvelo pensando en cómo los íbamos a encontrar cuando llegáramos y lloramos mucho en esas noches con Amparo. Íbamos llegando y nos angustiábamos más. Yo me los imaginaba a todos enfermos, tendidos y acostados… enfermos. Y bueno, ya nos dijeron “estamos a quince minutos de llegar al lugar”». (Orjuela Manjarrés, 2016).

Antes del viaje, las delegadas de ASFAMIPAZ y el Mono Jojoy negociaron y dejaron en claro los términos de la visita:

Cualquier información sobre la ubicación de los secuestrados que pudiera llegar a fltrarse, no era responsabilidad de ASFAMIPAZ.

Amparo y Marleny tomarían registro audiovisual y fotográfco de la visita y lo difundirían pú blicamente sin ninguna restricción.

- Las mujeres dormirían una noche en un campamento guerrillero cercano. Al día siguiente partirían temprano al área donde se encontraban los secuestrados. Allí desayunarían y al morzarían con sus familiares, Alexander Zambrano Manjarrés y Pablo Alberto Romero Rico. Posteriormente visitarían a los demás militares y policías. La meta era encontrarse con todos los uniformados secuestrados.

Tal y como estaba planeado, en las horas de la mañana se encontraron con sus familiares cercanos. La incredulidad y la emoción las embargaban.

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Primero se dio el encuentro con sus familiares más cercanos: Marleny Orjuela volvió a abrazar a su primo Alexander Zambrano Manjarrés y Luz Amparo Rico también abrazó de nuevo a su hijo Pablo Alberto Romero Rico.

« (…) yo me retiré de ahí y vi el encuentro de ellos… ¡el reencuentro! Lloraban, se cogían y se abrazaban; él la alzaba. Pablo Alberto empezó a tocarla y a preguntarle que si era verdad que estaba ahí, que era increíble, que parecía que fuera mentira. Ella le decía “sí, aquí estoy, aquí estoy, soy tu mamá”. Ya después me acerqué, nos abrazamos los tres. De pronto vi a Alex y de tanto que lloraba al verlo venir yo lo veía pequeñito. Yo sentía que me daba miedo de que lo devolvieran ¡hasta que llegó! Nos abrazamos y también lloramos; hizo lo mismo que Pablo: me tocaba para ver si era cierto que yo estaba allá». (Orjuela Manjarrés, 2016).

La experiencia de tener la presencia de Marleny y Amparo parecía irreal. Tanto ellas como sus familiares estaban contrariadas y tenían sentimientos encontrados: Al fn se daba el anhelado reencuentro y podían abrazar con certeza la idea de que estaban vivos, sin embargo, también se daban cuenta de las condiciones inhumanas del cautiverio, los crueles tratos a los que eran sometidos, la lejanía en kilómetros y en probabilidad de que el Estado colombiano y las Farc-Ep llegaran a un acuerdo.

Los sentimientos mezclados y la ambigüedad de sensaciones, también eran experimentados por quienes permanecían en las selvas.

“Bueno, de esa visita, verme con él. Fue muy emocionante. Mi hijo me dio tres vueltas, me miró la cabeza y me dijo “te creía cabeciblanca madre” y yo “no, todavía no”. Me miró y me dijo “¿Quién falta de la casa madre?” y le dije “Nadie”. Y ya… el regreso fue duro”. (Rico, 2018).

La entrada de Marleny y Amparo representaba un nuevo aire para el tedio cotidiano del encierro y el aislamiento, pero también que ellas se encontraran con la precaria e indigna situa ción del cautiverio y que los vieran enfermos; las visitas de las dos integrantes de ASFAMIPAZ también signifcaba el encuentro sincero con la realidad externa con sus buenas y sus malas noticias.

“Nosotras [Marleny y yo] los abrazamos. Se ponían a llorar y ahí ya empezaban “¿y usted que sabe de mi mamá?” y ya uno empieza a dar la información… Luchar con las madres fue algo muy maravilloso porque ya era tanto tiempo de andar juntas, que nos conocíamos mucho. Yo ya sabía de la vida de cada una: las enfermedades, cómo estaban lo que tenían, y ya tenía cosas que ir a decirles a ellos. Lo primero que ellos preguntaban era “¿Quién ha faltado de mi familia?”. Hubo un muchacho de la toma de Mitú al que sí se le murió la mamá y fuimos Marleny y yo a darle la noticia”. (Rico, 2018).

“Alegría y tristeza. Son sentimientos encontrados. De todos los que estábamos secuestrados yo fui el único que recibió a la mamá, porque Zambrano era primo, entonces yo era el único que tenía la dicha de ver a la mamá estando secuestrado, pero yo no lo veía así, sino que mi mamá era la única que tenía la desdicha de ver a su hijo secuestrado. El resto de madres lo veían en las noticias y no alcanzaban a ver la magnitud de lo que es el cautiverio…Entonces eran sentimientos encontrados, porque uno siempre busca que la mamá esté tranquila, que no se esté preocupando por uno; yo creo que a todos los hijos nos pasa ¡pero entra mi mamá y ve semejantes condiciones! y ve el problema en el que estamos metidos ¡porque eso era un problemón que tenía pies pero no tenía cabeza! No

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tenía salida: El gobierno quería y no quería, todo el mundo se oponía… entonces el problema era muy muy complejo y ver a mi mamá ahí metida, verla tragando saliva, que yo conozco a mi mamá y sé que ella delante mío no va a llorar pero va a llegar a la casa y va a ser un mar de lágrimas ¡Lógico! eso para uno de un hijo es muy duro. Yo sentía la alegría de verla, porque fui el único que tuve la fortuna de ver a su madre, eso fue una fortuna, las cosas que ella me traía, no cosas materiales si no las noticias de mi familia, me actualizaba, tener un abrazo de ella y compartir un arroz con huevo, yo no sé si Marlene se acuerda, que era el manjar (…)”. (Romero Rico, 2018).

Alex y Pablo les pidieron que fueran a visitar también a sus compañeros, y ellas, a manera de respuesta, les mostraron la cantidad de cartas y cosas que les habían enviado las familias. Así, se dispusieron a hacer el recorrido por las seis jaulas en la que se encontraban distribuidos 276 policías y militares.

« (…) llevamos nuestras cosas, llevábamos muchísimas, demasiadas cosas de las familias para ellos. Hacía un invierno terrible, entonces íbamos absolutamente embarradas con botas de caucho, pantaneras. Llevábamos una pancarta que decía “Policías y soldados: nunca los dejaremos abandonados”. Ellos estaban sorprendidísimos de vernos allá, sus ojos se abrían mucho». (Orjuela Manjarrés, 2016).

Marleny y Amparo recorrieron cada una de las jaulas y compartieron con los policías y militares secuestrados. En algunas de ellas sirvieron el almuerzo, en otras rezaron la novena frente al pesebre. Cada paso del recorrido las llenaba de razones para seguir luchando por el fn del secuestro. Pu dieron ver directamente el deteriorado estado de salud en que se encontraban sus parientes, y las pésimas condiciones de vida a la que estaban sometidos; también pudieron ver el espíritu y empeño de los policías y militares por resistir a la penosa situación del cautiverio.

A continuación se incluye un recuento de las impresiones y sensaciones que surgieron al evocar la experiencia del secuestro en cada una de las jaulas:

El Campamento de los secuestrados tras la Toma de Mitú:

“Yo de Mitú me acuerdo por varias razones: una porque eran los más jóvenes…me acuerdo de las miradas de alegría y las miradas especiales de agradecimiento que con sus ojos hablaban. También me acuerdo mucho que ellos vistieron el pesebre e hicieron novenas; nosotras hicimos unas novenas con ellos y eso nos llamó mucho la atención a nosotras. Eso a mí me dejó como una marca, una huella ahí en mi corazón: en medio de ese dolor y esa tristeza ellos hicieron un pesebre ¿Por qué digo esto? Porque es que ellos allá en esas situaciones hicieron el pesebre y cantaban la novena mientras que sus familias acá no quisieron ni vestir arbolitos, ni hacer el pesebre, ni cantar las novenas de la tristeza tan grande, entonces era una contradicción; los que están allá con tanto dolor y sufrimiento tratando de sobreponerse, también”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

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“El campamento de la toma de Mitú tenía en los alrededores muchos huecos, canales hondos llenos de agua; más o menos a dos cuadras habían muchos guerrilleros. Uno los veía jugando cartas, armados; como que si se escapan no pasen el hueco de agua, y si saltan… pues el militar es militar, ¿pero saltar hasta allá? yo decía “¡Aquí no se pueden volar!”. También veía que ellos [los policías y militares] estaban muy unidos. Por lo menos el día que nosotras llegamos ellos hicieron un baile, se presentaron, los indígenas nos hicieron una presentación… Le quedan a uno todos esos recuerdos. Cuando ya uno se va a venir le da mucha nostalgia porque uno mira todo lo que sucedió, cuantos se murieron y uno no tuvo la oportunidad de volver a hablar con ellos. Entonces eso tengo yo como maluco del campamento de ellos, y entre ellos había como muchas peleas, ahí había varios comandantes (…) ellos allá como que tenían problemas (…) pero era normal porque llevaban mucho tiempo encerrados”. (Rico, 2018).

“Esas visitas fueron la posibilidad que tuvimos de volver a saber de la familia de una manera sincera cuando doña Marleny y doña Amparo nos visitaron. Entonces ahí ya nos dimos cuenta de la reali dad de lo que vivía la familia, cómo estaban, si estaban bien, de todo el esfuerzo que ellos estaban haciendo porque nosotros saliéramos… en medio de las difcultades fue un momento feliz, porque compartimos con alguien que era de nuestro mismo lado; porque siempre teníamos al lago guerri lleros y guerrilleros, pero esta vez era alguien que de verdad sufría por nosotros y que estaba vivien do una situación igual”. (Flórez Castro, 2018).

El Campamento de los secuestrados tras la Toma de El Billar:

“El sitio donde los tenían encerrados a ellos me deprimió mucho, ¿Por qué? Ellos habían sido encerrados porque para la guerrilla ellos eran mercenarios, entonces el campamento de ellos era totalmente cerrado en alambre de púas arriba y abajo. Donde tenían encerrados a los muchachos de nosotras era solamente a los lados, este de El Billar era arriba y estaba hacía mucho tiempo ahí porque tenía enredaderas, entonces hacía mucho tiempo que los tenían ahí. Los tenían muy lejos, que porque ellos eran los más peligrosos de todos los que tenían secuestrados. Eso me impactó a mi mucho. ¿Qué más me impactó? El día que fuimos nosotros la primera vez nos tocó pasar por un puente casi colgante, yo miraba ese puente y le pregunté al que nos llevaba con la camioneta, “este puente lo hizo las FARC”, me dijo. Era un puente muy bien hecho, prácticamente colgante, que yo decía donde este se reviente no queda nada de nosotros, y lo más cruel era que yo estaba por allá y el gobierno no sabía dónde estábamos nosotros, eran las familias las que sabían. Emocionante; entrar donde ellos, eran unos hombres muy duros, pero el abrazo de ellos para nosotros fue muy reconfortante y para ellos llevarles vida fue algo muy grande, fue como una esperanza de vida el haber entrado nosotros allá donde ellos”. (Rico, 2018).

El campamento de los secuestrados tras la toma de Mirafores:

“Hay muchos de los que secuestraron en esa toma que ya no están. De acá de Cali hay uno al que lo mataron al poquitico tiempo de la liberación. Lo que más les emocionaba a ellos era la llegada

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de la correspondencia con nosotras, para ellos era vida. Ellos también mandaban un pocotón de cosas y [los guerrilleros] nos ponían a nosotras a revisarlas, que dizque porque ellos mandaban decir donde estaban. Pero es que por lo menos los que eran ofciales sí sabían dónde estaban, como los de la toma de Puerto Rico: ellos sí sabían dónde estaban, en cambio los de Mirafores me decían “nosotros no sabemos dónde estamos. Otros me dijeron “a nosotros estamos cerquita del Yarí, esto es pura selva, a nosotros nos tienen por acá”. Pero la salida de por allá no era tan fácil, y fuera de eso ellos estaban con él alrededor muy lleno de guerrilla, estaban muy vigilados”. (Rico, 2018).

El campamento de los secuestrados tras la toma de Puerto Rico:

“De la toma de Puerto Rico lo primero que recuerdo yo es la cargada en hombros que ellos nos hicieron al entrarnos. Llegamos en medio de un aguacero tremendo. Ellos abrieron la puerta y ahí mismo nos cargaron en hombros ¡eso nos entraron cargadas! Pero también muchos se alejaron llorando; eso lo tengo muy presente: varios nos miraron y se voltearon. Yo creo que dijeron “¿por qué no fue mi mamá? o ¿por qué no un hermano?”Esa fue una de las anécdotas de allá. Muy organizados en la cuestión de la comida, las vasijas muy ordenadas en sus mesas, se rotaban para la lavada de la loza… al fn y al cabo estos tenían ya su rango, ya ahí no había auxiliares no había nada”. (Rico, 2018)

El campamento de los secuestrados tras la toma de La Arada, Tolima:

“Para llegar a ese campamento tuvimos que andar 18 horas en lancha, por el rio Guayabero arriba. Muy lindo ese río, muy bonito todo eso, pero en ese trayecto tuvimos la oportunidad de ver muchas cosas: uno se ponía a preguntar… a los niños yo les dije que qué querían estudiar y ellos respondían “Nosotros queremos un fusil de esos”. ¿Por qué pasa eso? Porque ellos estaban en un caserío a la orilla del río donde solamente la guerrilla les dejaba la comida, les dejaba el arroz, los granos, y ellos cultivaban el resto de cosas para poderse mantener. Entonces ahí es

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donde uno entiende muchas cosas ¿Por qué la gente coge para ese lado? porque el gobierno los tiene olvidados, el gobierno nunca se percata de que por ahí hay campesinos con hambre, mientras que las FARC pasan y les dejan su bultico de comida. Ya de ahí el otro día salimos temprano y llega mos sobre la tarde al campamento. Era un campamento muy oscuro, no le daba el sol, eran pálidos, muy pálidos, no alumbraban a esos muchachos. Tenían un chorrito de agua bonito, ellos como que iban a bañarse allá, pero muy pálidos ellos”. (Rico, 2018).

Las cartas recibidas en aquella visita y en los demás intercambios, fueron releídas una y otra vez. Eran fuentes de inspiración y fortaleza en medio del cautiverio. Los recuerdos de aquella visita per duran hasta la actualidad:

«Doña Marleny Orjuela nos iba a visitar allá con sus bultos de cartas y cuando ella llegaba nosotros ya teníamos las cartas nuestras. Entraba un bulto y salían como 3. ¡Imagínese! 3 meses uno escri biéndole que al hijo, que a la esposa, que a la mamá, que a los hermanos, que a los amigos. ¡Eso era una alegría inmensa!». (Ramírez Gualí, 2016).

«Eso nosotros llorábamos como unos niños pequeños cuando entró Marleny. En el campamento en que estábamos éramos puro policías, estábamos cerca varios campamentos. Ya cuando entró Mar leny y nos llevó las cartas y eso… ¡mucha emoción! Ella compartió con nosotros, nos sirvió el almuer zo, nunca se me va a olvidar eso. También me acuerdo que las alzamos a ellas… Éramos como unos niños pequeños». (Díaz, 2016).

«Eso fue una moral y una fuerza inmensa que nos daban cuando iban allá, cuando nos llevaban esas cartas, cuando sacaban pruebas de nosotros para las familias de nosotros. Si Doña Marleny y Doña Amparo entraban y nos veían a nosotros vivos, ellas les iban a decir personalmente a nuestras familias “Están bien”. ASFAMIPAZ fue la mejor ayuda que tuvimos nosotros en ese encierro, en ese cautiverio. Cuando llegaban era una felicidad la verraca y cuando se iban era un dolor tremendo». (Martínez Vanegas, 2016).

Las mejoras de las condiciones de vida en los campamentos

La entrada a las jaulas de secuestro hizo que ASFAMIPAZ lograra dimensionar el riesgo que corría la vida de quienes estaban en cautiverio, además de por las dinámicas de la guerra, por las terribles condiciones en que permanecían en la selva. Una vez terminaban los recorridos, Marleny y Amparo se dirigían a donde el Mono Jojoy o cualquier otro jefe que estuviera a cargo para hacerle saber sus demandas, preocupaciones y exigencias. Así a través del dialogo y de la interpelación a la condición humana de la guerrilla, lograron que cambiaran algunos elementos de la vida cotidiana en cautiverio, lo mismo que las Farc-Ep fexibilizara algunos de sus inamovibles respecto de lo que se podía entrar a la selva.

“La primera vez que fuimos, salimos y lloramos. Nos pusimos a llorar cuando estábamos hablando con el Mono Jojoy. Le reclamamos que estaban en muy malas condiciones: pálidos, enfermos, facos, decaídos. Le dijimos que si había que llevarles medicina, nosotras se la conseguíamos y se la llevábamos. El Mono Jojoy dijo que él sabía que eso no era un problema de medicina sino de alimentación, entonces le dije yo a él “¿Y si usted lo sabe, entonces por qué no les da buena alimentación?” Bueno, les dije muchas cosas, les dije mi lectura de las cosas: que ellos no estaban cumpliendo el Derecho Internacional Humanitario, que para mí ellos no eran prisioneros de guerra

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y no estaba de acuerdo con que se les llamara así; que para mí eran retenidos por razones del conficto (…)”. (Orjuela Manjarrés, 2016).

Las charlas posteriores a las visitas, resultaban en conversaciones y negociaciones sobre las con diciones del cautiverio. ASFAMIPAZ también aprovechaba esos espacios para expresar sus posturas, opiniones, críticas y exigencias a la organización guerrillera.

“Mi hijo me había mandado una carta en la que pedía unas gafas porque estaba perdiendo la vista. Como nos ponían a revisar las cartas antes de salir, el Mono Jojoy estaba ahí mientras yo leía la petición de mi hijo. ¡Claro! Cuando yo leí que estaba perdiendo la vista me puse a llorar, entonces el Mono Jojoy se me arrimó y me dijo “¿Qué pasó, madre?” y yo le dije “Lo que pasa es que mi hijo está perdiendo la vista. No justifco que ustedes los tengan secuestrados, pero además mi hijo se va a quedar ciego”. Seguí llorando; el Mono Jojoy se quedó mirándome, se rascó la cabeza, se puso la cachucha y se fue. Eso fue como a las 11 de la mañana… Cuando él volvió eran como las 4 de la tarde y ya habíamos revisado las cartas. El Mono Jojoy me dijo “Venga y le digo una cosa señora: No vuelva a llorar delante de mí. Usted me hizo recordar a mi madre”. Yo le dije: “Pero mire que es que mi hijo se está quedando ciego. Yo necesito que me digan qué puedo hacer para conseguirle unas gafas”. Él me respondió “Tráigale las gafas pero plásticas”. Y así fue. Mire, yo le mandé esas gafas a él y le sirvieron a todos. Yo le preguntaba al oftalmólogo porqué estaban quedando ciegos y me dijo “Lo verde en demasía acaba con la vista”. Yo no lo sabía, pero me dijo que ese era el motivo. Mi hijo recibió esas gafas y todos leían con ellas, sentían descanso”. (Rico, 2018).

Los campamentos cambiaron parcialmente sus características gracias a la intervención de ASFAMIPAZ:

“Una vez que nosotras fuimos, ellos estaban peleando mucho, entonces la guerrilla nos dijo: “Hay que ponerles cuidado porque se están dando golpes”. Nosotras les dijimos: “Háganles una cancha. Aquí hay espacio. Van a tumbar árboles, pero háganles una cancha para que ellos se desestresen, que jueguen”. A los dos meses volvimos y tenían una cancha inmensa, y les dieron zapatillas, les dieron sudaderas... porque nosotros le dijimos al Mono: “Oiga usted los tiene aquí presos, no los quiere entregar todavía, pues tiene que cuidarlos…” También le dijimos “Ellos quieren comer una comida diferente. Mi hijo me dijo que él se quería comer un huevo frito”¡A mí me salieron tantas lágrimas cuando él me dijo que se quería comer eso! Yo en mi casa fritaba un huevo y me acordaba de eso. Yo le decía al Mono Jojoy: “Cámbieles la comida. Deles un zancocho de vez en cuando, porque esos mu chachos no pueden seguir comiendo vidrios, cigarrillos y pelos” Sí se logró que les cambiaran un poco la comida. Se lograron cosas, aunque a veces les daban carne descompuesta (…)”. (Rico, 2018).

IV. LOS DIVERSOS DESENLACES DEL SECUESTRO

Intercambio humanitario y liberaciones unilaterales (2001)

ASFAMIPAZ tuvo un papel protagónico en los desenlaces negociados y pacífcos del cautiverio de cientos de policías, militares y civiles:

“Creo que la convicción y el tener un objetivo común nos llevó a lograr lo que nosotros logramos, el acuerdo humanitario del año 2001 cuando logramos 359 policías y militares que volvieron vivos y libres a sus hogares. Cuando eso fue el acuerdo humanitario con la guerrilla de las FARC

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y el presidente Pastrana, pero también logramos de manera unilateral en esos momentos que la guerrilla del ELN nos entregaran vivos y libres de manera unilateral los 52 policías y militares que ya llevaban 2 o 3 años pudriéndose en las selvas de Colombia en muchos lugares del país. Pudimos lograr también liberaciones unilaterales después de esa gran liberación, que quedaron 47 ofciales y subofciales en cautiverio, lograr liberaciones no solamente de militares y policías sino que nos juntamos, hicimos alianzas con las familias de políticos y logramos liberaciones unilaterales también de muchos políticos”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

La primera liberación de uniformados ocurrió en junio de 2001, en plena vigencia de la Zona de Despeje y unos meses antes de la ruptura de los diálogos de paz entre las Farc-Ep y el Gobierno de Andrés Pastrana. El acuerdo humanitario realizado entre las Farc-Ep y el Gobierno Nacional consistía en la liberación por parte de las Farc-Ep de 42 soldados y policías secuestrados en malas condiciones de salud, a cambio de la excarcelación de 15 guerrilleros por parte del Estado Colombiano. “Bueno. Yo salí en el primer grupo, en el grupo de policías y militares que éramos los que estábamos más enfermos. (…) Bueno, nos evaluaron.Yo tenía un problema de dermatitis crónica muy avanzada en la parte de la cabeza, de los codos, de los brazos, de las piernas.Yo tenía una capacidad torácica que me limitaba mucho y en ese momento que nos revisaron los médicos yo quedé entre los más críticos, entonces salí”. (Flórez Castro, 2018).

Además de los 42 policías y soldados incluidos en el intercambio humanitario, se logró que las Farc-Ep y el ELN liberaran unilateralmente más de 300 prisioneros, para un total de 360 liberaciones.

“Eso fue un domingo, me acuerdo tanto, un domingo a mitad de año, del 2001. Llega el comandante guerrillero y nos dice que estamos próximos a la salida, que en poco tiempo íbamos a salir, que ya se había acordado algo, pero los medios de comunicación todavía no habían dicho nada. Entonces dijo que necesitaban a los más enfermos, los que estuvieran más enfermos, ahí fue donde se dio un manejo de la situación de sacar a unos militares que estaban enfermos; ahí salió Jaramillo, salieron otros muchachos que fueron los primeros que salieron. Nosotros nos quedamos para el segundo grupo, que fue una espera larga, esos fueron los días más largos, saber que uno va para fuera eso es insoportable, mejor dicho nosotros manteníamos con los pelos de punta,que de pronto no se pueda dar. Cuando nos movieron hacia esa zona donde hicieron el intercambio ya, en la Macarena, yo duré cinco días sin poder dormir, dormía dos o tres horas”. (Ochoa Vallejo, 2018).

ASFAMIPAZ fue un actor central en el logro de la libertad de los cientos de uniformados, e incluso los medios de comunicación reconocieron públicamente la gran labor humanitaria y de mediación que había desempeñado la organización:

“Una sociedad de parientes de policías y militares retenidos por la guerrilla, sin sede ni presupuesto, fue protagonista de uno de los hechos nacionales más importantes del año que pasó: la liberación de 360 prisioneros de las Farc-Ep y el ELN.Lo que el país conoció como el intercambio humanitario fue el punto más alto del trabajo realizado durante los últimos tres años por ASFAMIPAZ, asociación que recibió una de las cuatro menciones de honor del Premio Nacional de Paz 2001”. (El Tiempo, 2002).

La Asociación Colombiana de Familiares de Policías y Militares Retenidos por razones del con ficto, también participó en calidad de mediadora en los procesos de liberación unilateral de otros policías y militares.

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« (…) nosotros hicimos muchas actividades pacífcas, siempre de cara al país y al mundo. Con nuestra lucha logramos un Acuerdo Humanitario entre la guerrilla de las Farc-Ep y Andrés Pastrana, el presidente de ese momento. Entregaron 55 policías y militares enfermos a cambio de 14 guerrilleros enfermos que sacaron de diferentes cárceles. De manera unilateral, la guerrilla de las Farc-Ep también liberó 304 policías y militares más, para un total de 359 seres queridos de nosotros, de familiares que lograron estar tranquilos de alguna manera, sin embargo no hubo tranquilidad hasta que no salieron los últimos liberados, y aun así después de los 14 años, tampoco fue una alegría completa, porque muchos nos los entregaron en bolsas negras o quedaron desaparecidos». (Orjuela Manjarrés, 2016).

Liberaciones unilaterales (2009, 2011 y 2012)

El 21 de diciembre de 2008, las Farc-Ep emitieron una comunicación en la que anunciaban que a comienzos de 2009 llevarían a cabo seis liberaciones unilaterales. El mes de febrero del año anunciado empezó con las liberaciones de 3 policías y un 1 soldado en misión humanitaria; el mismo mes, días después fue liberado Alan Jara y el 5 de febrero Sigifredo López Tobón recobró la libertad.

“Pues, cuando llegué acá fue el momento más feliz de mi vida, poder volver a los hijos, un abrazo hermoso, poder regresar a la vida con ese dolor enorme de haber perdido a mis compañeros, la ilusión era regresar siempre todos, poder regresar todos unidos y rehacer nuestra vida. Ese era el sueño por el que habíamos luchado… ellos murieron luchando por sobrevivir y estos tipos de una manera miserable los asesinaron, les arrebataron la vida, simplemente por paranoicos y cobardes, eso fue un crimen de guerra…”. (López Tobón, 2018).

Durante 2011, 4 secuestrados de la Fuerza Pública y 2 políticos volvieron a la libertad en un gesto unilateral de las Farc-Ep. En abril de 2012 fueron liberados los 10 últimos uniformados que permanecieron en poder de las Farc-Ep. Estas últimas liberaciones no sólo representaron un gran paso en términos humanitarios, sino que fueron el hito que permitió el comienzo de los diálogos de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc-Ep desarrollados en La Habana, Cuba.

La desaparición

Marleny Orjuela Manjarrés se refere a la desaparición de policías y militares en el marco del conficto armado como hecho que demuestra la vulneración de derechos sistemática a la que son expuestos muchos policías y militares colombianos en el marco de la guerra. La vulneración no aca ba con su desaparición: En la mayoría de los casos, las instituciones policiales o militares a las que pertenecen, no realizan gestiones para garantizar su ubicación ni los ritos póstumos que les permi tan cerrar duelos a sus familiares:

“Todos los civiles y políticos desaparecidos han tenido una voz y una organización dedicada a buscarlos, como es el caso de ASFADDES. En cambio nadie da razón de los policías y militares que han venido desapareciendo, y al que menos le interesa dar razón es al Estado. Por ejemplo, hoy deberíamos oír decir del Ministerio de Defensa cuántos policías y militares desaparecidos hay. Nosotros exigimos que nosdigan qué pasó con ellos y si seguramente los mataron porque no recibimos más pruebas de supervivencia. Si es así, que nos entreguen los restos óseos de Edgar Byron Murcia Canencio de la toma de puerto Rico meta, pero también los de Luis Fernando peña

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Bonilla de la toma de Mitú, Vaupés. Luis Hernando tenía problemas psiquiátricos, psicológicos… tenía problemas con sus compañeros y tenía difcultades. En una de esas peleas lo sacaron de esa jaula y nunca más lo regresaron. Yo la última vez que traje una prueba de supervivencia de él fue en el año 2001 cuando los visité por última vez y traje la prueba de supervivencia de él. Amparo Rico y yo somos testigos de que ellos estaban allá, en las jaulas, con muchos compañeros. Cuando fui a La Habana en septiembre de 2014, también le exigí a la guerrilla de las Farc-Ep, no solamente que nos entregara los restos óseos de ellos y nos diera razón de ellos dos, sino de todos los policías y militares que ellos hubieran hecho fosas comunes y hubieran sepultado. De igual manera tiene que darse la información de los guerrilleros que corrieron con la misma suerte, porque si se trata de un proceso de paz, hay un acuerdo entre las partes. Esaes una de las verdades que nosotros en la comisión de la verdad vamos a exigir como familias». (Orjuela Manjarrés, 2016).

El caso de Luis Hernando Peña Bonilla

Luis Hernando Peña Bonilla se encontraba de servicio en Mitú cuando fue secuestrado. La última prueba de supervivencia de Peña Bonilla fue recogida en 2001 por ASFAMIPAZ y desde entonces no se sabe nada de su paradero.

Reproducimos las palabras de sus compañeros y conocidos:

“Lo mismo pasó con el Cabo Peña. Él tenía problemas y necesidades médicas especiales; de pronto podía ser un problema mental o podía ser físico, pero por la situación que teníamos allá se le aceleró… yo no tendría la forma correcta de decirlo. Lo que yo pensaba era que el que podía determinar eso era un médico y decir qué situación era la que tenía”. (Flórez Castro, 2018).

Amparo Rico evoca los recuerdos de Peña Bonilla durante las visitas de ASFAMIPAZ a las jaulas de secuestro en medio de la selva:

“Cuando nosotros entrábamos allá él se partía de la alegría e inmediatamente arreglaba una maleta, como diciendo “que yo me voy a ir” y le daba vueltas a todo eso allá. Fue algo que a mí me dejó pensando. Yo decía: él ya tiene un problema, para mí él ya tenía un problema psicológico, porque el siempre arreglaba la maleta como diciendo “yo ya me voy”. Era muy callado, eso recuerdo yo de él… ya después se perdió, ya nunca nadie dio razón de él”. (Rico, 2018).

“Y recuerdo en especial a esta persona que es Luis Hernando, para mí era una persona muy especial, introvertida, dentro de su mundo, no sé él como vivió el secuestro, no sé porque yo pienso que él lo vivió diferente a todos los que estaban allá. Hablaba con él, intercambiábamos palabras, pero no sé hablar con él era como salirse del mundo del secuestro.

Pregunta: ¿Por qué?

Respuesta: Porque él pensaba muy diferente, inclusive a él algunos compañeros lo tildaron de loco, porque hacia cosas que de pronto hacen personas que están locas: hablar solo, y quizá cuando hablaba solo uno se le acercaba y él seguía hablando solo, quizá para ver si encontraba con quién hablar pero él seguía hablando solo. Quizá eso fue lo que le generó temor a la guerrilla e hizo

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lo que hizo. Una persona indefensa, si yo como guerrillero pensara que alguien me podría hacer daño, pensaría en cualquiera menos él, era una persona que a ninguno le iba a hacer daño entonces me dolió mucho cuando supe que estaba desaparecido”. (Pérez Astudillo, 2018).

“(…) hay dos personas que yo pude abrazar vivos y libres en las jaulas, pero que sus familias no volvieron a abrazar después del secuestro. Es el caso de Luís Hernando Peña Bonilla, que justamente tenía problemas psicológicos y psiquiátricos. No salió en la liberación del acuerdo humanitario que se hizo en el 2001 y tenía problemas psiquiátricos y psicológicos.Creo que lo que pasó con él es que tenía problemas con muchos compañeros y en una de esas lo sacaron de la jaula y nunca lo regresaron (…) ¿Qué fue lo que pasó con Luís Hernando Peña Bonilla? Yo tengo muchas preguntas. Yo la última prueba de supervivencia que traje de Luís Hernando Peña Bonilla fue justamente en Julio de 2001 y él no quiso mandar carta ni nada; yo le hice frmar una parte pequeña de un pedacito de papel, le hice frmar y le expliqué para qué era, que era para que su familia supiera que estaba vivo, y fuera de eso desde lejos le tomé unas fotos porque él no quería que le tomara fotos pero le tomé unas fotos, fue lo último que yo traje de Luís Hernando Peña Bonilla y nunca volvimos a saber de él, estamos reclamando la verdad. A la Comisión de la Verdad le decimos ¿dónde está Luís Hernando Bonilla, que pasó con él? queremos los restos óseos o saber qué pasó con él”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

“¡Ah! ¡Peña! ¡Caboloco! Sí, Caboloco era que le decían. ¡A él le decían Caboloco porque agarraba la moto y era a toda! y como no habían casi motos, ni nada, por eso le decían Caboloco (…) Sí, una familia extensa, así los recuerdo”. (Rojas Triana, 2018).

Hay varias versiones sobre el que posiblemente fue el destino de Luis Hernando. Al llegar, uno de los liberados de la Operación Jaque, declaró que el Mono Jojoy y Martín Sombra habían orde nado fusilarlo. Cuatro años después, estas afrmaciones fueron contradichas por el propio Martín Sombra en audiencia de Justicia y Paz. Según el exguerrillero, los problemas mentales de Peña Bo nilla suscitaban múltiples altercados entre sus custodiados, por lo que decidió informarle a Manuel Marulanda. El jefe de Farc-Ep le pidió a Martín Sombra que le notifcara al Mono Jojoy, y este último envió a una camioneta con cuatro hombres que se llevaron al agente Peña Bonilla. A partir de allí no se supo nada más del uniformado (VerdadAbierta.com, 2012).

La muerte en cautiverio

El caso de Julián Ernesto Guevara

Fue secuestrado durante la toma de Mitú. Según uno de sus compañeros de cautiverio la razón para que su salud se deteriorara tan notoriamente en el cautiverio era que había recibido varios impactos de bala que le habían dejado secuelas importantes. Sin la atención médica adecuada, ni ningún gesto humanitario que lo hubiera libera do pronto del cautiverio, Julián terminó por morir en la privación de la libertad luego de varios años de sufrir malestares y padecimientos.

“Hasta que yo estuve allá estuvieron todos con vida. Sí era evidente un problema médico que tenía en ese entonces mi Capitán Guevara, por una situación que él tuvo antes en el servicio, por unos tiros que le habían pegado. Si se percibía pues, el problema que él tenía y que lógicamente el necesitaba

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una medicación especial para el problema que él tenía y tratar de corregir esa situación; que nunca se la dieron y que nunca la tuvo y eso se veía venir con el tiempo.” (Flórez Castro, 2018)

La madre y la hija de Julián Ernesto participaron activamente de cada una de las actividades de ASFAMIPAZ con la esperanza de que éstas contribuyeran a la libertad de él y de sus compañeros, sin embargo no fue así.

«Lo más terrible fue no haberlo podido recibir como muchos, vivo. Nos tocó tristemente recibir sus restos. Créamelo: lo más terrible, traumatizante para mí ha sido eso, porque la muerte es muy terrible, yo he tenido oportunidad de acompañar a muchos parientes míos que se han muerto y yo sé que es un momento muy difícil. Seguramente le tocó solo. Eso es lo único que yo no he podido superar». (De Guevara, 2016).

«Es muy duro porque es perder la rutina. Estás acostumbrado a esperar a alguien, a hacer planes para cuando llegue, y tienes que saber que lo que hiciste durante diez años ya no va a ser, que no va a ser ni ahora ni nunca. Lo más difícil es eso, pensar “¿Ahora qué hago?”. Todos nos tenemos que morir, pero no haber podido desearle suerte en su dolor y no haberle podido decir que estábamos con él, es lo peor». (Guevara, 2016).

La señora emperatriz de Guevara, madre de Julián Ernesto y Ana María Guevara, su hija, son hoy unos íconos de la paz, el perdón y la reconciliación en Colombia. El dolor ocasionado por la muerte de su hijo y su padre, es la principal razón por la que le apuestan a la paz. Saben lo que es ser vícti mas del conficto y no quieren que otras personas sufran lo que sufrieron ellas.

«Yo creo que los toros se ven diferentes desde la barrera, entonces la gente dice que no, es porque a ellos no les importa, no entienden lo que es la guerra. Si intentas ponerte en los zapatos del otro, tratas de apoyar las iniciativas para cambiar lo que está mal; no es necesario que hayas vivido un momento de guerra, simplemente es ver todas las cosas horribles que pasan en medio de la guerra, y entender que la mayoría de gente es víctima de las circunstancias. Uno no puede acabar la guerra, pero sí hacer la paz y la paz empieza desde cada uno». (Guevara, 2016).

El asesinato

En la reconstrucción de la memoria histórica del secuestro de los diputados del Valle25, se hace referencia a uno de los episodios más cruentos y absurdos del conficto armado colombiano: el ase sinato de 11 diputados departamentales a causa de la paranoia de sus captores.

Además de los diputados del Valle, hubo otros cautiverios cuyo desenlace también fue el asesi nato, ésta vez causado por el uso de salidas violentas de parte del Estado Colombiano. Los rescates a sangre y fuego dejaron saldos igualmente trágicos, y muy pocas lecciones en términos de encon trar salidas constructivas a los confictos.

Para la organización de familiares era claro que, de cualquier manera, las operaciones de rescate a sangre y fuego ponían en riesgo la vida de los secuestrados: podían morir como resultado de los proyectiles o las bombas estatales, pero además las Farc-Ep habían sido claras con los familiares con los que habían tenido oportunidad de hablar. Les advirtieron que en caso de que el Gobierno Na

25 Ver en este mismo texto “El desenlace fatal: paranoia, indolencia y crueldad de las Farc-Ep y el Estado Colombiano; inmovilidad de la sociedad civil”.

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cional intentara hacer rescates por la vía militar, ellos fusilarían a los secuestrados, pues su retención era una medida de presión para sentar a negociar al Gobierno, y no iban a permitir que los retenidos salieran de la selva a menos que se lograra concretar el Acuerdo Humanitario.

La fatalidad de los rescates a Sangre y fuego ya tenía un precedente: La masacre de Urrao, Antioquia. El Estado Colombiano efectuó la operación militar pese a que los familiares de las víctimas se habían opuesto tajantemente a ello y a que sabían que las Farc-Ep iba a asesinar a los secuestrados ante cualquier intento de rescate militar por parte del Gobierno.

«La masacre de Urrao fue en mayo de 2003. El ex presidente Álvaro Uribe Vélez, autorizo el rescate a sangre y fuego de ocho militares que llevaban pudriéndose en las selvas de Colombia más o menos cuatro años. Desafortunadamente también se encontraba con ellos el Gobernador Guillermo Gaviria, que había trabajado mucho con el tema de la no violencia, y el ex ministro de defensa Echeverry. Los mataron a todos.Quedaron 3 militares vivos. Fueron 7 asesinados y el mismo número de viudas, huérfanos, madres con su dolor, que nunca tienen una reparación por que yo creo que nunca hay una reparación de ninguna clase para una mamá a la que le maten su hijo. La única reparación era que le devolvieran a su hijo vivo». (Orjuela Manjarrés, 2016).

Actuando a expensas de la anterior experiencia y pasando por encima del criterio de los familia res, quienes consideraron inadecuado intentar otro rescate militar, el Estado Colombiano efectuó otra operación de rescate a Sangre y fuego, en la que morirían el Sargento del Ejército Libio José Martínez, el Coronel de la Policía Édgar Yesid Duarte Valero, el Mayor de la Policía Elkin Hernández Rivas y el Subintendente de la Policía Álvaro Moreno.

“El presidente Santos autorizó ese rescate irresponsable también y los mataron después de estar viviendo 14 años de secuestro. Tristemente también los trajeron en bolsas negras». (Orjuela Manjarrés, 2016).

Al igual que con la masacre de Urrao y que con todos los asesinatos y hechos de victimización de la guerra, la muerte de cuatro hombres, signifca la multiplicación de dolores: madres, esposas y demás familiares resultan fuertemente golpeados.

«Hubo un rescate el 26 de noviembre de 2011, y aunque el gobierno al principio no quería aceptar que fue un rescate militar, después se comprobó que sí lo era. Allí murieron todos sus compañeros, excepto uno: Erazo, que volvió a la libertad, no sólo se fue Elkin, le agradezco mucho a la experiencia porque se fue la mejor etapa de mi vida con eso. Con la muerte de mi tío nos tocó replantear nuestra vida, nuestros hábitos y nuestro diario vivir. Para mi mamá, para mi tía, para todos en cierto grado y medida nos tocó replantearnos incluso qué era la vida y cuál era nuestro motor. En mi caso, mi motor y lo que me movía académicamente y para hacer mil cosas, era él, y cuando te quedas sin ese motor te toca, o conseguir otro motor, o convertirte tú misma en tu motor». (Sánchez Rivas L. M., 2016).

V. LA LIBERACIÓN: EL FINAL DEL CAUTIVERIO Y EL COMIENZO DE OTRAS LUCHAS.

El momento y la idea de la liberación era una de las principales motivaciones para resistir y so brellevar el cautiverio. El anhelo de reencontrarse con los seres queridos y retomar los proyectos suspendidos debido al secuestro, fue un potente móvil tanto para las familias como para quienes fueron privados de su libertad.

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La manera en la que las noticias del secuestro fueron difundidas y narradas, también hizo que la sociedad colombiana se formara una idea idílica de la liberación de los secuestrados. En general se pensaba e incluso hoy se piensa, que la liberación no solo es el punto culmen del secuestro, sino su cierre defnitivo y el recomienzo de la vida en libertad. También se tiene la idea de que ese recomen zar es un recomenzar siempre feliz.

Esta idea es parcialmente cierta: para los policías, militares y civiles, recibir la noticia de que iban a ser liberados fue obviamente muy emocionante, igual que lo fue para sus familias. Es innegable que la liberación sí representa un cambio drástico de condición: abandonar las selvas, salir de los escenarios de confrontación armada intensa, dejar atrás los tratos inhumanos y la tortura física y psicológica, regresar a las dinámicas de privacidad, vida y trato dignos de casa.

Sin embargo, como ni siquiera los que vivieron el secuestro lo imaginaron, la vuelta a la libertad signifcaría afrontar procesos y luchas arduas, sobre todo en un país con mucho trecho por recorrer en términos de la construcción de una sociedad incluyente, equitativa y en paz. Como se verá a lo largo del presente apartado, la liberación es sobre todo un periodo crítico en el que se manifestan y se revelan todas las secuelas e impactos del secuestro en quien lo vivió y en sus relaciones socia les, profesionales y familiares; también se evidencian más claramente los vacíos, vicios y problemas institucionales y sociales para atender y reparar a las víctimas, así como para ofrecer condiciones y garantías de no repetición.

Empecemos por narrar la compleja experiencia de la liberación en orden: desde la recepción de la noticia de la liberación en las selvas.

“Eso fue un domingo ¡me acuerdo tanto! Un domingo a mitad de año, del 2001. Llegó el comandante guerrillero y nos dijo que estábamos próximos a la salida, que en poco tiempo íbamos a salir, que ya se había acordado algo pero los medios de comunicación todavía no habían dicho nada. Dijo que primero iban a seleccionar a los más enfermos para que se fueran. Nosotros nos quedamos para el segundo grupo. Esofue una espera larga, los días más largos… saber que uno va para fuera ¡eso es insoportable! Nosotros manteníamos con los pelos de punta de pensar que de pronto no se pudiera dar. Antes de eso yo duré cinco días sin poder dormir, dormía dos o tres horas de la emoción”. (Ochoa Vallejo, 2018).

“Hasta que un día llegó Grannobles y dijo “bueno, muchachos. Se me van” Eso fue el 7 de junio de 2001. “Pero se me van primero los enfermos” y ahí creo que salieron 12, creo… Y después dijo “y ustedes después de 16 días se van de aquí, van a estar en la Macarena, que allá va a ser la liberación” y el 16 de junio a las 3 de la mañana nos dijeron“Vengan pa’ acá con sus equipos al hombro y a formar”. Por allá nos encontramos unos periodistas de Reuters… de a pocos fuimos caminando por entre la selva muchas horas y así nos fuimos unifcando…El 28 de junio nos juntaron a todos y nos sacaron desde La Macarena a Tolemaida; llegamos el 29 a Tolemaida”. (Castañeda, 2018).

La noticia de la liberación llegó con posterioridad y premura a las incrédulas y emocionadas familias:

“Ese día nos llamaron. Las de Buenaventura estábamos en Bogotá, pero la sorpresa la recibimos en Bogotá y nos fuimos para Tolemaida; allá pasamos esperando como dos o tres días”. (Hernández N., 2018).

“Fue un día de tantos. Yo estaba en la casa cuando salió Raúl Reyes en la televisión y dijo que iba a haber un intercambio humanitario. Yo vi eso y dije “Entre esos que van a liberar puede salir mi hijo”

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De una llamé a la policía de aquí y les dije “¿Qué vamos a hacer con la liberación de ellos?” y me contestaron “¿Cómo sabes que tu hijo viene en ese grupo?” Yo les dije “porque yo tengo fe que mi hijo va a salir en ese grupo”. Otro día, de un momento a otro, estaba yo hablando con una madre, la tía de uno de ellos, cuando me dice “¡Deisy prende el televisor!”, le dije yo “¿Qué pasó?”, y me dijo “No ¡préndelo!”, cuando yo lo prendí y preciso vi a mi hijo abrazado con otro compañero diciendo “¡vamos a la libertad!”. Me puse a gritar como una loca “¡mi hijo va a salir, mi hijo va a salir!”.

Una vez las familias fueron notifcadas, comenzaron los movimientos logísticos y los actos de recibimiento que los colombianos y colombianas pudimos ver a través de los medios de comunicación: “Fue muy emocionante porque a cada mamá le pusieron un policía para que estuviera pendiente de ella. A mí me pusieron uno todo grandote y yo le preguntaba “¿por qué mi Leider no llega?”

Hasta que vi por la pantalla queiban bajando de los aviones. Yo estaba toda desesperada y me decía el policía “tranquila, tranquila”. Entonces ya en el último avión llegó mi hijo.Fue el primero que bajó del avión. Yo ya me iba a pasar cuando el policía me tuvo. Estaba muy alegre, feliz de ver al hijo”. (Hernández N., 2018).

No es difícil traer a la memoria los extensos cubrimientos de los medios de comunicación tele visivos, radiales y escritos sobre la liberación de los secuestrados. A pesar de la memorabilidad y popularidad de aquellas escenas, hay un largo y profundo vacío de información sobre lo que vino después para las víctimas del secuestro en términos de retos, luchas y re victimizaciones. Debido al desinterés, que pudiera parecer selectivo, de los medios de comunicación y de las instituciones estatales por cubrir dicho vacío,grandes sectores de la ciudadanía y de la opinión pública tiene la creencia errónea de que el drama del cautiverio terminó con el júbilo de la liberación; con las exalta ciones y felicitaciones hechas a los policías y militares, y con las promesas de un futuro mejor hechas por la Presidencia y por las instituciones policial y militar.

De la creencia anterior,se desprende otra creencia igualmente errónea, pero mucho más proble mática y nociva para las víctimas del secuestro: Se piensa que no hay necesidades de reparación ni de apoyo posterior a la liberación.

En lo que ha transcurrido desde las tomas y ataques guerrilleros, así como desde las liberaciones de policías, militares y civiles, ha habido muy poca información disponible sobre la manera en que ha transcurrido, o mejor, en la que no se ha dado el proceso de reconocimiento y reparación de las víctimas del secuestro.

Lo más problemático de esta condición, no es la invisibilización de las necesidades de las víc timas, sino su visibilización instrumentalizada y conveniente por ciertos sectores políticos afnes a los discursos guerreristas. La fgura de “los secuestrados” en general y la de los secuestrados de la Fuerza Pública en particular, sigue apareciendo superfcialmente ycada tanto en los discursos y el debate público, casi siempre durante las épocas electorales y preelectorales, es decir, articulada a promesas de campañas electorales. Lo preocupante es que dichas promesas no están referidas a la reparación de las víctimas, sino a la promoción del odio y a la perpetuación del dolor y las dinámicas de la guerra. Esa manera de utilizar e instrumentalizar a las víctimassigue ocultando sus necesidades actuales, pero además incita a la repetición de las condiciones políticas, sociales, económicas y emocionales-culturales que causaron los hechos victimizantes y que constituyen un obstáculo es tructural que impide la reparación adecuada e integral de las víctimas incluso hoy, hasta 20 años después de los hechos.

Las siguientes páginas buscan entregar elementos a partir de los que se evidencia la falta de compromiso de los medios de comunicación por difundir y sensibilizar a la opinión pública acerca de

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la difícil situación en la que se encuentran las víctimas del secuestro, así como de la real indiferencia de los diferentes sectores políticos tradicionales y de Gobierno, en tanto no han tenido en cuenta a las víctimas del secuestro más que para fnes proselitistas, sin proponer alternativas para avanzar en la reparación integral. Finalmente, se espera que los y las ciudadanas que se acerquen a este ma terial logren dimensionar los largos impactos de la guerra en todas sus manifestaciones, a partir de un fenómeno como el secuestro, así como refexionar sobre la complejidad de las alternativas para lograr reparar a las víctimas, restaurar sus derechos y hacer que los actores responsables, incluida la sociedad civil, logren revaluar pautas de comportamiento y actuación que causaron en su momento, y que perpetúan en la actualidad, un escenario de sufrimiento inacabado y nuevas victimizaciones por cuenta de la incapacidad de cerrar y superar los círculos de violencias.

El recibimiento institucional: la omisión estatal después del secuestro.

El primer recibimiento de los ex secuestrados estuvo principalmente en manos de las institu ciones estatales y policiales-militares. Los rasgos predominantes fueron los actos en aeropuertos e instalaciones militares, la presencia de los altos mandos y la Presidencia de la República, la asistencia de varios de los y las familiares de quienes recobraban la libertad, y el cubrimiento abundante de un gran contingente de medios.

“Pues, cuando llegué acá fue el momento más feliz de mi vida, poder volver a los hijos, un abrazo hermoso, poder regresar a la vida con ese dolor enorme de haber perdido a mis compañeros, la ilusión era regresar siempre todos, poder regresar todos unidos y rehacer nuestra vida. Ese era el sueño por el que habíamos luchado… ellos murieron luchando por sobrevivir y estos tipos de una manera miserable los asesinaron, les arrebataron la vida, simplemente por paranoicos y cobardes, eso fue un crimen de guerra…”. (López Tobón, 2018).

En los medios de comunicación se hacían referencias cortas pero defnitivas a los chequeos mé dicos posteriores a los que eran sometidos los liberados. La conclusión sobre la salud de quienes regresaban de la selva casi siempre se publicitó ante la sociedad colombiana como favorable sin mayor explicación ni trasfondo. Los ex secuestrados recuerdan al respecto:

“Pues realmente el apoyo fue muy poco. Ahí nos tuvieron unos meses yendo donde el medico a que nos revisara. Yo venía físicamente bien, lo que sí tenía era problemas psicológicos… las secuelas. Por esas secuelas, nos dieron una licencia permanente por unos meses y no sabían qué hacer con nosotros, no tenían ni la más mínima idea en cómo atendernos. Después de un año o año larguito determinaron que ya no éramos aptos para la institución y nos hicieron una junta médica, sin tener siquiera la delicadeza de habernos ayudado psicológicamente… sabiendo que veníamos de una situación difícil, porque para todo ser humano es difícil. Nunca nos aceptaron eso, simplemente nos hizo una junta médica donde nos despidieron a todos, a la gran mayoría. Solamente dejaron a uno y eso era como por que pudieran decir que no nos habían sacado a todos. La junta médica la hicieron para despedirnos a todos…Ahí es donde uno tiene que entrar a pelear con el Estado, porque el Estado no debe hacer eso, debe simplemente de acoger al militar y darle algunos benefcios que él requiere, como la buena salud. Y ante una situación de esas, si determinan que él ya no es apto para la institución, pues deberían de hacerle un retiro honorable, con una pensión ¡pero no! lo tiran a la calle sabiendo que la persona está enferma de un estrés postraumático por la situación que llegó. Ellos simplemente se lavaron las manos”. (Ochoa Vallejo, 2018).

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“Yo llegué al aeropuerto, me hicieron un seguimiento y de ahí me mandaron al Batallón Pichincha y me tuvieron unos días en dispensario unos días allá. En pocas palabras, no me hicieron nada. Ahí me di cuenta de que vivimos en una sociedad en la que en el momento en que tus estas ahí, eres un héroe, pero cuando sales pasas al olvido…¡como muchos otros colombianos que también han pasado por eso!”. (Jaramillo Gutiérrez, 2018).

“Lo que yo percibí es que nosotros institucionalmente éramos un encarte, porque la Policía nunca había tenido policías secuestrados… y hablo de la Policía porque ese es mi caso. Entonces éramos como un conejillo de indias.Ellos pensaban ¿Qué hacemos con estos muchachos? Entonces nos ponían allá, nos sentaban y los psicólogos en medio de sus conocimientos tenían de pronto una teoría para tratarnos, pero los comportamientos no eran los adecuados a todos los pronósticos de ellos… era un encarte, era un encarte. Entonces institucionalmente nunca hubo un plan para hacer una resocialización, hacer unos estudios, mirar caso por caso…A nuestras familias nunca las acompañaron en el después… de pronto en el antes las llevaban a una misa, les decían “sus hijos están bien”, “estamos haciendo una cosa o la otra”. La cosa es que uno sabe que institucionalmente no hacían mucho porque la institución hace parte del Estado y entonces nunca se iban a tomar posiciones que fueran en contra del Estado”. (Flórez Castro, 2018)

Los ex secuestrados recuerdan la existencia de, al menos, dos discursos distintos y contradictorios al interior de las instituciones: por un lado, el discurso que prometía una reparación integral y exaltaba los compromisos del Estado y las instituciones en términos de lograr repararlos integral mente: oportunidades laborales, de vivienda y de estudio, premios y condecoraciones, entre otros, parecerían ser el comienzo del retorno a la libertad.

Por otro lado, se encontraron con el duro discurso de la estigmatización. Rumores que afrmaban que, estando en cautiverio, los ex secuestrados habrían establecido vínculos con la guerrilla volviéndose guerrilleros, o que haber experimentado el cautiverio había sido un acto de falta de valor y de moral, eran una parte de los comentarios despectivos y desinformados que escucharon fuera de las jaulas de secuestro. En sus propias palabras y experiencias, esta primera fase de la libertad fue, primordialmente, contradictoria y oscilante entre la alegría y el sosiego de volver a sus seres queridos, y la impotencia y el desconcierto de regresar a una institucionalidad que se excedió tanto en promesas incumplidas como en estigmatización y exclusión:

“La liberación fue ya algo lleno de dicha y a la misma vez con cierto temor. Nos sacaron de allá y nos llevaron a la base de Tolemaida y sentíamos como que nos juzgaban. Muchos de los mandos del Ejército decían que haber estado secuestrados era un acto de cobardía; querían que nosotros nos hubiéramos matado o hecho matar… Como dijo un Coronel aquí en el Pichincha: Que él en un caso de esos, sí habría sido valiente y se hubiera pegado un tiro. Ellos estaban juzgando una situación que ellos no vivieron. Y eso es algo que se siente entre amargo y dulce: primero, porque lo juzgan y ellos no lo han vivido, y también realmente, ellos como Ejército saben que fue el combate más fuerte que tuvieron las Fuerzas Armadas durante ese tiempo”. (Ochoa Vallejo, 2018).

“Qué más hay mucho que decir de eso; el tiempo no nos alcanza… pero lo que sí puedo decir es que llegué como un niño, con muchas ilusiones que tenía… no me las pudieron quitar. Luego viene el quitado de máscara de la sociedad y del Estado Colombiano”. (Martínez, 2018).

“La Policía nos dio la espalda. Había un grupo interdisciplinar con psicólogo, psiquiatra y trabajadora

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social que realmente no sirvieron para nada. Lo único que nos decían era que nosotros sufríamos el síndrome de Estocolmo y yo creo que eso no es el trato que uno merece. A parte de eso nos ofrecieron estudio… y pues, nosotros veníamos con expectativas altas ¡porque tenemos 3 años allá en la selva para planear cómo recuperar la vida! Y venimos con libreta en mano, haciendo planes: “yo voy a comerme esto, voy a ir a bailar, me voy a conseguir una novia y voy a estudiar esto”… Pero ignorábamos una realidad muy grande. Ahí empezaron los inconvenientes con la Policía y con el Gobierno.Aparte de eso, nos desvincularon de la policía y nos dejaron sin EPS y sin nada. De una vez nos dijeron“Vayan y busquen trabajo”…¡Eso fue al mes de habernos liberado! Obviamente nosotros estábamos completamente desubicados, entonces entender eso me costó mucho…”. (Romero Rico, 2018).

“A nosotros nos prometieron estudio, no nos dieron estudio; nos prometieron trabajo, no nos dieron trabajo… o sea, totalmente olvidados por parte del Estado. A pesar de lo que pasé yo me siento muy orgullosode haber sido militar, yo quiero mucho a mi institución que lastimosamente está mal manejada, como todo, por muchos corruptos”. (Ochoa Vallejo, 2018).

Las ciudades y municipios de donde eran oriundos los liberados, organizaron actos locales de recibimiento, posteriores a los actos centralizados. En ellos el cubrimiento mediático fue menor, a diferencia de la participación de las comunidades, quienes organizaron en su mayoría los homenajes y manifestaciones de solidaridad y alegría ante el fn del cautiverio.

“Recuerdo que la cuadra se enteró que iban a llegar los liberados de la toma de Mitú. La verdad no me acuerdo cómo, pero se enteraron… decidieron pintar la fachada de las casas de un color, por ese mismo detalle, por la liberación: sabían que ya iban a llegar. Se hizo una caravana de buses para ir a recibirlo. Cuando ya se bajó del avión y se subió al bus, sentí mucha alegría. Entonces mi hermano, que ya estaba libre, me empezaba a preguntar que cómo estaba, que cómo iba en el colegio; esas cosas… Nos subimos al bus y yo me fui con él. Antes de llegar a la casa yo le dije al señor del bus que si me dejaba pitar, él me dijo que sí y pité hasta que llegamos a la casa”. (Saldarriaga Rico, 2018).

Laurentino Castañeda recuerda:

“El 28 salimos de la Macarena hacia Tolemaida y duramos ahí pal examen médico. De ahí para Bo gotá, otro examen médico y nos mandaban pa’ la tierra de nosotros. Cuando llegamos a Mitú todo fue muy bonito ¡Uy! muy bonito,muy bonito. ¡No, no, no! No tengo palabras para decir de verdad.

Un recibimiento maravilloso: estaba todo Mitú. Todos los estudiantes hicieron calle de honor. Ya después nos recibió la Gobernación, la Alcaldía.Nos hicieron un agasajo…también estaba la Escuela Normal, la Asamblea, el Concejo… Cuando llegué a mi tierra nuevamente me pasó lo del ave fénix: yo volví otra vez a renacer”. (Castañeda, 2018).

La ambivalencia y contrariedad volvieron a hacerse manifestas en los recibimientos locales: los liberados experimentaban alegría y alivio de volver a estar con sus familias, sin embargo, tanto ellos como sus familiares comenzaron a darse cuenta del duro proceso de readaptación y sanación de las secuelas que estaba empezando:

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El recibimiento comunitario: entre la alegría, la solidaridad y el descubrimiento de las crudas secuelas del secuestro.

“Entramos con él y con la caravana de recibimiento en una calle que estaba llena de gente; había muchísima gente esperándolo. Pero él como que se sintió con mucha presión… como abrumado. Se fue para la casa y no quiso salir. Él no se decidía a salir… no salía, y le decía a mi mamá que porqué tanto alboroto, que porqué tanta gente. Mi mamá no sabía que decirle. Era la libera ción, era algo importante, pero él lo tomaba así. Era difícil para él, llegar y ver tanta gente y escuchar tanto ruido después de estar aislado en la selva. De la selva a la ciudad, todo distinto, Mucho cam bio. Yo creo que el sentía que el entorno era muy ruidoso y hostil. También parecía que tenerlo ahí no fuera real, poder almorzar con él era increíble… todo un cambio”. (Saldarriaga Rico, 2018).

“Uno piensa que la persona regresó y uno celebra, hace una festa, una comida y piensa que el problema terminó y resulta que es todo lo contrario: ahí es cuando empieza el problema, ¿por qué? Porque viene usted a reiniciar a esa persona como sociedad, volverle a dar las iniciativas de un abrazo, de que pronuncie un te quiero, de que se apegue a algo… y eso es muy complicado. Ahora, si la institución le da la espalda, pues peor… ¿Por qué? Porque es que cuando ellos se van a la institución no les permiten ni una muela picada y en cambio sí vienen después de haber ido a la guerra con una cantidad de traumas: malgeniados, explosivos, enfermos, sin ganas de vivir… Uno no les puede decir nada porque explotan, además la institución les da la espalda. Eso por un lado. Por el otro lado yo pienso que no hemos sido reparados como se debe, porque un secuestro te marca para toda la vida. Eso no es de dos o tres meses. Los hogares se acaban. A mí se me acabó el hogar, yo me separé ¿Por qué? Porque yo estoy casada con el padre de mi hijo menor, él no era el padre de mi hijo mayor, y él nunca entendió que yo tenía que apoyar a mi hijo cuando él regresara del secuestro. Entonces él no entendió eso y no encontré apoyo en ese sentido, me pasó a mí y le pasó a muchas parejas que no entendieron eso. Entonces no es fácil y yo pienso que cualquier reparación no es sufciente por haber pasado un secuestro.” (Rico, 2018)

La readaptación de los liberados y de sus redes familiares y sociales de apoyo.

El periodo crítico de la liberación, comprende al menos tres retos para el ex secuestrado y su familia:

1. Readaptarse a las dinámicas cotidianas de vida fuera de cautiverio, luego de estar expuesto un largo tiempo a ritmos, entornos y relaciones hostiles e inadecuadas, fuera de los cambios tecnológicos, físicos y geográfcos que ocurrían en sus casas, ciudades o municipios.

2. Descubrir y afrontar las fuertes secuelas emocionales, psicológicas o psiquiátricas del secues tro en conjunto con sus familias, dadas las repercusiones que éstas tienen en el círculo más cercano de la persona que las padece.

3. Elaborar el duelo o los duelos de las pérdidas que ocurrieron durante el secuestro, ya sean de compañeros uniformados que murieron durante los actos violentos, o de familiares o amigos que fallecieron durante el tiempo de cautiverio. En el caso del secuestro no sólo se hace nece sario elaborar las pérdidas, sino la presencia de nuevos miembros de la familia: hijos, sobrinos y demás parientes.

“A mí me cambió mucho la vida… A mí me quedaron cicatrices internas, psicológicas. Yo duré mucho tiempo queno podía dormir bien.Mantenía estresado y no sabía por qué y cualquier palabra, cualquier cosa me sobresaltaba. Entonces era difícil… realmente difícil.Hasta que vine a comprender que el cautiverio que nosotros habíamos sufrido durante esos 40 meses le deja a uno

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una enfermedad que es un estrés permanente, el cual uno tiene que aprender a vivir con él Pero sí salimos enfermos de allá”. (Ochoa Vallejo, 2018).

“Por ejemplo cuando yo salí, que llegamos al hotel de la policía, yo duré más o menos tres meses para volver a acomodarme a un colchón, porque nosotros en la selva dormíamos en unas tablas, ycuando no dormíamos en unas tablas, dormíamos en una hamaca, entonces la posición de la columna siempre vino diferente. Supe de compañeros que preferían dormir a veces en el piso recién llegaron”. (Flórez Castro, 2018).

“Al principio él era agresivo conmigo, pero ya con el tiempo hemos mejorado muchísimo la con fanza.Ahora nos comunicamos muy bien. Eso fue como una cosita del principio, de irse uno como acoplando. Lo que pasó es que cuando a él se lo llevaron yo era muy muy pequeño y no habíamos compartido nada. Ya a medida que fue pasando el tiempo uno se va acoplando, uno se va enten diendo, se va conociendo. Ya todo va cambiando”. (Saldarriaga Rico, 2018).

“Él cambió mucho… Él era como más alegre, aunque él es alegre,pero ahora es muy callado. Él no permite que yo le hable de esto”. (Hernández N., 2018).

En cuanto a las secuelas psicológicas, estas pueden expresarse o ser evidentes en varios senti dos. Estos son los que manifestaron las familias ASFAMIPAZ.

Difcultad para adaptarse a las nuevas situaciones.

- Predominancia de emociones y estados de ánimo relacionados con el estrés, la irritabilidad y la frustración.

Difcultad para recordar cosas o concentrarse.

- Trastornos de sueño: pesadillas recurrentes, insomnio, difcultad para conciliar el sueño, acortamiento signifcativo de las horas diarias de sueño.

Sensación de estar siendo vigilado o perseguido.

Incomodidad, ansiedad o pánico provocados por el ruido de vehículos terrestres o aéreos, por la presencia de grupos numerosos de personas, por salir a los espacios públicos o transi tar por la calle.

Sensación de estar en riesgo permanente de muerte o ser herido. Sensación de que su círculo cercano está en riesgo de morir o ser herido.

Sentimientos de rabia y dolor, que pueden llegar a motivar actitudes y comportamientos agresivos.

Ensimismamiento y negación.

Por lo general, los individuos que padecieron el cautiverio presentan simultáneamente varios elementos de la lista. La mayoría de los ex secuestrados han sido diagnosticados con estrés post traumático crónico, trastorno depresivo severo o trastorno de ansiedad generalizada, entre otros; todos los cuadros afectan de forma severa la calidad de vida. A partir de este estado psicológico y emocional deben hacer frente a cambios drásticos que ocurrieron en su ausencia y que demandaban un esfuerzo importante para adaptarse a ellos. También es importante señalar que sus tratamientos psicológicos o psiquiátricos han tenido que ser fnanciados por ellos mismos y complementados con los talleres de apoyo psicosocial ofrecidos por ASFAMIPAZ. Adicionalmente, la mayoría de los tratamientos se han prolongado desde el momento de la liberación hasta la actualidad, es decir, hay casos cuya duración sobrepasa los 11 años.

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“En mi hermano como tal, a él lo asustaba mucho cuando pasaban los helicópteros, pensaba que iba a pasar algo malo, violento. Él no dormía en la cama, decía que prefería dormir en el suelo. Había compañeros de mi hermano que se escondían cuando escuchaban los helicópteros y los aviones. Por ejemplo, mi hermano todavía no duerme bien.Él normalmente se acuesta a las 5 y se levanta a las 8 y ya, para él eso es dormir”. (Saldarriaga Rico, 2018).

“Sí, eso deja secuelas: Primero que todo le cambia a usted el temperamento. Se difculta dormir, por lo menos yo era uno de los que tenía pesadillas: soñaba y sentía que estaba en combate y que disparaba con el fusil y que las balas no iban lejos, mientras que los otros disparaban y sí me caían los impactos a mí. Actualmente yo todavía tengo pesadillas de eso. Tenía esa impresión de que me estaban siguiendo. Entonces siempre sufrimos ese estrés. Actualmente yo estoy medicado, yo consumo medicamentos para el estrés y voy a citas médicas con el psiquiatra. Eso no signifca que esté loco, signifca que yo llevo un control porque mantengo estresado, o se me sube el estrés”. (Ochoa Vallejo, 2018).

“Secuelas que tengo: estoy en tratamiento. Tomo medicamento para dormir, para estar tranquilo… ya de por vida.Cuando no lo tomo no duermo o duermo 3 o 4 horas no más. También estoy en control mensual desde que regresé del cautiverio hasta ahora. Nunca voy a ser el mismo. Yo te digo que mi corazón y mi mente están llenos de odio. No soy amoroso… a veces me da rabia de lo que pasa en el país pero a la vez uno se hace el loco”. (Jaramillo Gutiérrez, 2018).

La anterior cita ilustra la relación estrecha existente entre las condiciones externas del país y el estado de bienestar emocional de las víctimas y la posibilidad de que puedan avanzar en sus pro cesos de sanación individual. Un entorno altamente violento, manipulado y en que no circulan ideas refexivas que permitan elaborar el conficto desde perspectivas constructivas para superarlo, no sólo impide que avancen los procesos de sanación individual, sino que el regreso a la libertad sea el reen cuentro con nuevos hechos violentos y posibles re victimizaciones. Algunos terminaron involucrados en otros lamentables episodios de la guerra en Colombia y muertos por la irresponsabilidad estatal:

“¡Juepucha! Entonces yo después de mi secuestro viví otra guerra fuerte, que sentí sobre todo como una guerra psicológica, aunque amenazaba mi vida. Unos [grupos armados] pensaban que yo era guerrillero por haber estado secuestrado, y creían que yo le ayudaba a la guerrilla. Y la guerrilla creía que yo le estaba dando información al Estado por haber sido auxiliar bachiller del Comando. Entonces todos me amenazaban con que iban a matarme, mantenían preguntando por cada cosa que yo hacía, me mandaban llamar cada rato ¿entonces? ¿Qué hacía yo para superar esas vainas? No, pues estarme quieto. Si allá me hablaban, contestar, y si me hablaban acá, contestar. Duré (inentendible) y lo superé. Y mucha gente me pregunta pero ¿por qué hacían eso? y yo no sé… un día ya tuve que pararme. Me puse verraco y les dije que dejaran de molestarme, que yo no era de ninguno, que lo que estaba era perjudicado y que me daba susto que mi mamá se muriera, porque ella se angustiaba mucho cada vez que veía que me buscaba el uno o el otro”. (Castañeda, 2018).

“Pues sí…Este muchacho Novoa, no me acuerdo del nombre completo, él es oriundo de por allá de Córdoba, tengo entendido que salió del secuestro ya bastante afectado psicológicamente y el cayó por allá con esos falsos positivos. Se lo llevaron, lo mataron y quedó como guerrillero. Él sí tenía problemas psicológicos bastante graves. Ahí hubo varios ya fallecidos, que fallecieron en circuns tancias raras… por lo menos Álvaro Tiro, falleció en circunstancias raras en Santander de Quilichao, está desaparecido él también. Este también falleció que lo mataron en Cartagena en una situación también rara… el resto si están vivos”. (Ochoa Vallejo, 2018).

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Las precarias respuestas institucionales

Si se considera que, en este caso, las personas secuestradas le estaban prestando un servicio al Estado y se encontraban vinculadas a sus instituciones, se esperaría que existiera una respuesta Estatal adecuada para afrontar las diferentes secuelas y difcultades de las que ya se ha hablado. Los agravantes que prueban que el Estado tuvo responsabilidad en la ocurrencia de las tomas, pues sabía de ellas pero no hizo nada por evitarlas, se convierten en argumentos que refuerzan la idea de que debería haber propósitos explícitos de reparación y medidas efcaces para lograrla. Sin embargo, a su regreso los ex secuestrados se encontraron, nuevamente, con una institucionalidad incapaz de actuar, esta vez en pro de su reparación.

El rasgo característico del retorno a la libertad, ha sido la persistencia de las debilidades legales e Institucionales, que la mayoría de veces acentúan los efectos de la guerra, lejos de mitigarlos. En el caso de los policías y militares secuestrados y de sus familias, ha sido plenamente insufciente la existencia de un régimen especial, pues éste ha impedido que muchos de los policías y militares víctimas del conficto –especialmente del secuestro- sean incluidos en la ley de víctimas, y por tanto, se encuentren doblemente desprotegidos en el sentido de que además de sufrir la privación de la li bertad, durante su cautiverio la institucionalidad policial y militar ha incurrido en acciones y omisiones que han vulnerado su bienestar y el de sus familias, llegando incluso a ocasionar su muerte con los rescates a sangre y fuego. Adicionalmente, se registra una gran cantidad de casos de policías y mili tares que una vez puestos en libertad han carecido de todo apoyo psicosocial para su reintegración a la vida civil, y de respaldo profesional para garantizar la recuperación de su estabilidad económica –individual/familiar-, emocional, psicológica y profesional.

No se ofreció apoyo psicosocial capaz de tratar las secuelas psicológicas y emocionales del secuestro, ni a nivel individual ni a nivel familiar. Como resultado, muchos hogares se han desintegrado y otros han permanecido unidos, pero reproduciendo relaciones confictivas o distantes a su interior. A nivel individual, muchos de los ex secuestrados continúan padeciendo las secuelas psicológicas del secuestro, aun cuando han pasado quinquenios o décadas desde su liberación.

La persistencia de los padecimientos psicológicos y emocionales genera malestar e incapacidades en los ex secuestrados, además de sobrecargar a su círculo familiar cercano, que tampoco ha recibido ningún tipo de atención psicosocial por parte del Estado. Algunos niños y jóvenes también se ven afectados, pues su desarrollo se produce en hogares confictivos. El abandono y la falta de reconoci miento estatal, ha producido la prolongación de las secuelas emocionales del secuestro, llegando a afectar a las nuevas generaciones.

La desatención psicosocial, también ha difcultado que las emociones y los pensamientos de do lor, resentimiento y dolor sean superados. El estancamiento emocional, impide que puedan desarrollarse procesos de perdón y reconciliación favorables a la construcción de paz en los niveles públicos y privados de la vida social y nacional.

“Sí, esa parte del apoyo psicosocial fue supremamente débil, casi que no se dio. Un almuerzo, una misa, no es sufciente, no. Un diciembre que los inviten para un almuerzo no es sufciente. Tienen que remirar las instituciones de Fuerza Pública que secuelas y que problemáticas hay en todos los que han vivido la guerra, en todos los que han vivido el dolor de la guerra, los que han sufrido y que han sido de alguna manera despreciados después de haber caído en desgracia por alguna situación de la guerra. Yo siempre he dicho, y no solamente en víctimas de lo que ha vivido la Fuerza Pública sino también las víctimas civiles tienen mucha necesidad de apoyo psicosocial que no se ha dado, que si se ha dado ha sido mínimo y no ha sido sufciente”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

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Tampoco hubo actuaciones estatales que contribuyeran a estabilizar económicamente a las fami lias. La mayoría de veces las instituciones policiales y militares desvincularon a los ex secuestrados defnitivamente de la institución sin ofrecerles ninguna alternativa de trabajo. En los pocos casos en que hubo ofrecimientos laborales, éstos no tuvieron en cuenta la condición psicológica de los ex secuestrados, y terminaron por agravarla.

Las instituciones policiales y militares se negaron a pagar el valor justo de las indemnizaciones y pensiones por disminución de capacidad laboral. La mayoría de los ex secuestrados, han tenido que interponer recursos legales para que se les reconozca lo justo y se tomen las medidas necesarias que resarzan las pérdidas económicas y materiales producto de sus años en cautiverio. Varias demandas contra el Estado Colombiano se encuentran en curso.

“A nosotros no, a nosotros nos reconocieron fue una pensión donde escasamente se sobrevive con ese dinero. Actualmente lo único que yo gano es millón y algo, pero realmente ¿dónde se vive con un millón? Tiene uno que vivir en clase media. Igual yo no puedo trabajar, yo tengo un episodio de mi vida relacionado con estrés postraumático que es una incapacidad laboral, yo no puedo trabajar en ningún lado, tengo que sobrevivir justamente con eso” (Ochoa Vallejo, 2018 )

Dado que el Estado Colombiano no ha provisto el apoyo psicosocial, y las secuelas del secuestro tienen afectaciones tan graves, las familias se han visto en la obligación de pagar por sí mismos trata mientos psicológicos y psiquiátricos que se han extendido por no haber empezado oportunamente, generando gastos importantes a los núcleos familiares.

Muchos de los ex secuestrados fueron pensionados por montos bajos e injustos. Los ingresos re ducidos, han impedido que muchas de las familias le puedan brindar educación superior a sus hijos, limitando así las posibilidades de mejoramiento de calidad de vida y de ascenso social por medio de la educación.

Adicionalmente, y durante muchos años, el Estado Colombiano en cabeza de sus representantes, enarboló e impuso discursos y prácticas tendientes a la prolongación de la guerra y el desconocimien to de las víctimas, obstaculizando el cumplimiento de los derechos a la reparación y no repetición.

Las anteriores actuaciones estatales, hacen que los ex secuestrados y sus familias vivan constantemente situaciones de re victimización por cuenta de la acción u omisión estatal, sin que se hayan reparado o restablecido los derechos vulnerados en las tomas guerrilleras y el posterior cautiverio.

Las consecuencias de las actuaciones institucionales precarias o inexistentes, se cuenta nuevamente en números de vidas perdidas, injusticias, dolores y más difcultades económicas:

“Pienso que hubiesen hecho un acompañamiento completo, desde el inicio… hubiera sido mucho mejor. La readaptación es muy dura y más cuando uno está solo y a muchos compañeros les pasó; tengo compañeros que se suicidaron, tengo compañeros que terminaron locos, porque realmente no supieron cómo adaptarse y las personas que estaban a su alrededor menos sabían porque no tenían la profesión y no tienen la experiencia”. (Romero Rico, 2018).

“Sin embargo aquí no se vio nada: los olvidaron, los tiraron, deféndanse como puedan y hagan lo que ustedes quieran. Como los tiraron y “deféndanse como puedan” hubieron muertos: unos que perdieron la vida, unos que se metieron en cosas que no debían, hay otros que están presos o están muertos, ¿por qué? Porque no se ocuparon como debían ocuparse de ellos en lo psicológico ni en lo económico.El Gobierno debió pensar “bueno… salieron del secuestro, vamos a darles estudios, vamos a darles trabajo”…Como le decía yo al Gobierno y a la Policía:hay un dicho que dice “No me den el pescado enséñeme a pescar”. Entonces denles trabajo a ellos

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y que trabajen. Ellos salieron del secuestro y al principio en la Policía dijeron que estaban aptos, que eran unas personas que habían salido bien del secuestro, que no les había pasado absolutamente nada psicológicamente. Cuando ya ellos dijeron que querían seguir con la Policía, ahí la misma Policía volvió a decir que ya no eran aptos. No dejo de pensar eso: que no tuvieron el apoyo sufciente. Una casa digna, vamos a darles una casa a esos muchachos, que vivan con sus mamás o si se casan que tengan un hogar. Tampoco se dio eso, por ningún lado se vio eso, entonces vivieron como quisieron vivir y con el poco apoyo que pudieron tener sus padres por ellos. (Quiñones Casanova, 2018).

VI. EL PAPEL DE ASFAMIPAZ ANTE LAS PRECARIAS ACTUACIONES INSTITUCIONALES. ENTRE 1998 Y 2018: 20 AÑOS DE LUCHA POR LA LIBERTAD CON DIGNIDAD Y EN UN PAÍS EN PAZ.

“Entonces yo pienso que las secuelas, olvidarlas en un cien por ciento es difícil… que se trata más biende acomodarse en su vida nueva y tratar de darles un manejo nuevo a esas situaciones. Un manejo lógico, porque hay veces que uno puede tener sus problemas… Yo recaí unas tres o cuatro oportunidades, pero pues gracias al acompañamiento de la familia, que es lo más importante, se lograron superar… no acabar, pero si superar”. (Flórez Castro, 2018).

Después de cada una de las liberaciones, ASFAMIPAZ continuó involucrado en la lucha por la con creción de la paz para el país y además gestionó nuevos acercamientos entre el Gobierno y las Farc-Ep que se tradujeran, bien en nuevas liberaciones, bien en el mejoramiento de la calidad de vida de las familias o de los secuestrados. Ello le permitió ganar experiencia, cohesión y tejer una red de apoyo. Después de las liberaciones, el quehacer de ASFAMIPAZ se orientó en dos direcciones:

Una interna, con los propios miembros de la organización, mediante la cual se intentaría paliar los efectos de la desatención estatal en materia psicosocial y educativa. Aquí también se inclu ye el fortalecimiento organizativo para la incidencia política, que buscó que los miembros de ASFAMIPAZ fueran capaces de participar en iniciativas que los benefciaran, en perspectiva de la reparación y la construcción de paz. Una externa, que buscó incidir políticamente en el proceso que comenzó luego de la liberación de los últimos secuestrados y que desembocó en la Mesa de Diálogos de La Habana. El obje tivo era lograr la reparación para sus miembros, y aportar en la construcción de la construcción de una paz completa y sin exclusiones para el país; asimismo, se propuso visibilizar nacional e internacionalmente la vulneración de derechos a la que los ex secuestrados y sus familias con tinuaban sometidos, aún después del fn del cautiverio.

Pese al difícil panorama y a las nuevas contrariedad que traía la liberación, los miembros de ASFA MIPAZ siguieron siendo una potente red de apoyo, que se había ampliado a las nuevas generaciones, pues los hijos y sobrinos de los ex secuestrados sienten que cuentan con una segunda familia. Las familias continuaron reuniéndose y fortaleciendo los lazos afectivos y de hermandad. Esto contribuye a alivianar la carga emocional y material de los momentos posteriores a la liberación, todo a través de relaciones espontáneas de amistad y solidaridad.

La organización también gestionó recursos para desarrollar talleres de acompañamiento psico social que acompañaran los procesos de dolor, duelo y emocionalidad propios de las diferentes situaciones asociadas a la experiencia del secuestro. Aunque estos talleres no sustituyen los pro cesos sistemáticos de tratamiento psicológico o psiquiátrico, sí contribuyen a armonizar los estados

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emocionales individuales, familiares y colectivos, para que se facilite la generación de aprendizajes, el trabajo organizativo en favor de la paz, y las relaciones de apoyo mutuo entre los miembros de la organización.

Se han propiciado espacios de diálogo y construcción colectiva entre ASFAMIPAZ y las diferentes instituciones creadas en el marco del proceso de paz. En ellos se han identifcado las falencias estructurales de la legislación y la institucionalidad, que reproducen la exclusión de las víctimas, e impiden su reparación adecuada.

Se han desarrollado iniciativas de memoria histórica de la organización, que sirvan a la pluralización y democratización de los relatos de la guerra y de la construcción de paz.

Las luchas actuales de ASFAMIPAZ

Recientemente, fnalizó el proceso de diálogos de paz entre el gobierno nacional y la guerrilla de las Farc-Ep, principales responsables de la retención de los miembros de la fuerza pública. Como par te de la delegación de víctimas,ASFAMIPAZ participó en diversos encuentros, reuniones y jornadas de trabajo de la mesa de negociaciones, y planteó las defciencias y problemáticas que ha evidencia do el marco legal vigente y el tratamiento estatal al conficto y a los diferentes hechos altamente vic timizantes que se derivan del estado de confrontación armada interna, especialmente del secuestro.

Actualmente, el quehacer de ASFAMIPAZ se orienta a buscar espacios y mecanismos de inciden cia política que permitan señalar los vacíos de los esquemas y leyes de reparación de víctimas, así como ofrecer nuevos aportes y refexiones que permitan ir construyendo instrumentos efcaces para la reparación integral y la no repetición.

Otro de sus focos de atención es la recopilación de la memoria histórica del conficto armado desde la perspectiva de los miembros y ex miembros de la fuerza pública y sus familias, especialmen te de quienes habitan en lugares muy alejados de la geografía nacional, en los que el Estado hace presencia de manera parcial e insufciente, e incluso llega a incurrir en acciones que no atienden la vulneración de los derechos de la población. Así mismo busca ser un espacio para las experiencias de quienes siendo de la Fuerza Pública, no pertenecen a las esferas económicas o sociales infuyentes, quedando aislados de los relatos históricos ofciales y hegemónicos. Se busca asíque puedan plura lizarse las narrativas del conficto y que sean señaladas, con vocación de reconocimiento, diálogo y respeto, todas las responsabilidades de todos los actores que han tenido que ver en el conficto ar mado, incluidos todos los grupos armados, las entidades estatales, la sociedad civil y varios sectores económicos y sociales.

“También es importante tener en cuenta que cuando se hicieron las entrevistas en Mitú, la gente habló bastante justamente porque nunca han tenido la posibilidad de una reconstrucción de memoria histórica en su conjunto, ni han tenido una posibilidad de reparación integral para las víctimas. Los procesos de reparación, sanación y construcción de paz deben incluir a todas las víctimas. Todas ellas quieren contar su historia porque es una forma también de sanación. Reconstruir y recontar, aunque es doloroso, de alguna manera también sana, y esas posibilidades de un apoyo psicosocial también que sanen esas heridas y que sanen ese olvido en que estuvieron, no solamente mientras estuvieron en las jaulas secuestrados por la guerrilla, sino también ahora olvidados por el Estado. Creo que sí falta mucho, mucho trabajo, inclusive del Centro de Memoria Histórica Nacional no ha pasado, no ha pasado mucho por, tal vez haya traído gente acá pero reparación integral para las víctimas en Mitú al parecer no se ha dado”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

Ramiro López Arbes, miembro de la Mesa de Víctimas del Vaupés, hace la siguiente refexión en términos del funcionamiento de los esquemas de reparación:

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“También es necesario pensar en que los hechos victimizantes son diferentes y todo está inconcluso. El marco legal actual no contempla eso. Además la ley 1448 es una ley transitoria que se caduca ahora en 2021 y las víctimas que posiblemente puedan ser reparadas no están registradas todavía. Yo no sé cuántos millones de víctimas están registrados en la UV, pero es bastante preocupante eso. De mi parte pues estar aquí, en el Vaupés, porque son mis condiciones, mi vida, donde nací, pues estoy aquí sin ser reparado y, la verdad, esperar nada. En mis condiciones a veces uno hace un trabajito, un pequeño trabajo como para comprar algo de comida del día, pero pues trabajo como ofcial no tengo por el momento, algún día quiero tener, que pueda yo defender mis situaciones de ingresos, de toda esa cuestión fnanciera”. (López Arbes, 2018).

Sus dos prioridades actuales en términos de avanzar en la reparación de sus asociados son:

1. La búsqueda de recursos para llevar adelante proyectos productivos que permitan que se cor te el ciclo de desempleo y precarización laboral al que se han visto abocados la mayoría de sus miembros desde que fueron liberados, lo mismo que sus familiares, para quienes ha sido difícil reponerse de los esfuerzos económicos realizados durante el cautiverio y recuperar el tiempo perdido que ello implicó en términos de lograr estabilidad económica.

2. La gestión de becas de estudio para los hijos de los policías y militares que no han podido ingresar a hacer sus estudios superiores. La imposibilidad de cursar carreras técnicas, tecno lógicas o universitarias, es también la imposibilidad de que la familia mejore sus expectativas económicas, y que a futuro no haya ascenso ni movilidad social, reproduciéndose así los facto res de anti-democracia e inequidad que generan y prolongan el conficto armado colombiano.

“Seguimos aquí trabajando con nuestra organización ASFAMIPAZ por los derechos de los policías y militares que estuvieron secuestrados, buscando becas de estudio para sus hijos, posibilidades de un proyecto productivo para muchos de ellos que han sido retirados por el tiempo de prestación de servicio en cualquiera de los cuerpos de la Fuerza Pública o porque simplemente los retiraron (…) Y volver a ver a muchos de los que hacía años yo no veía que viven por el Valle del Cauca y por Armenia, por Buenaventura (…) pero me duele, me duele verlos desempleados. Verlos como todavía, digamos, muriendo en el pasado. Algunos como que el dolor todavía los tiene ahí, pero resistiendo y saliendo adelante a pesar de todas las situaciones”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

VII. APRENDIZAJES DE PAZ: MEMORIA HISTÓRICA COMO HERRAMIENTA PARA LA REFLEXIÓN SOBRE EL PRESENTE Y LA CONSTRUCCIÓN DE METAS PARA EL FUTURO

El presente año se conmemoran los 20 años de uno de los periodos más cruentos del conficto ar mado colombiano, durante el cual no solamente ocurrieron las tomas en las que fueron secuestrados más de seis centenares de policías, militares y civiles, sino que se acompañó de reacomodamientos tácticos y estratégicos de los victimarios de todos los bandos que han contribuido con su cuota de dolor y su aporte violento a la continuación del conficto armado colombiano.

ASFAMIPAZ considera que es necesario resignifcar los ejercicios de memoria histórica y dotarlos de un nuevo sentido que, aunque siga orientado por la reconstrucción de los hechos y la complemen tación de los relatos históricos, también logre trascenderlos y proyectarlos hacia el presente desde el cual visualizar y construir un futuro en paz.

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No basta con la complementación de los relatos, aunque sea necesaria, ni con el acopio y la orga nización de detalles. Se requiere además la problematización, la voluntad, la refexión y la elaboración de metas, compromisos y acuerdos para la prescripción de la violencia como método para relacionar nos, con la consiguiente adopción de formas y métodos pacífcos de dirimir los confictos.

Se espera que el presente apartado, logre proveer algunos aportes y apuntes para construir colectivamente una memoria histórica del pasado, teniendo la visión y la conciencia puesta en el futuro.

1. Memoria histórica para la paz: De la ausencia y la falta de presencia estatal a la responsabilidad o la omisión institucional y del Estado como causa y catalizador del conficto armado colombiano.

Durante décadas, se ha venido posicionando la idea de que las zonas más afectadas por el con ficto armado colombiano o los cruentos episodios de la guerra se deben a la “falta de presencia estatal”. Sin embargo, una lectura que vaya más allá del mero recuento de hechos, supere los dis cursos de la polarización y el odio y se preocupe por recoger los testimonios y las refexiones de las víctimas, debe tomar en cuenta y poner de presente que el Estado Colombiano y sus instituciones sí han estado presentes en los territorios de conficto, y destacar aún más, que dicha presencia ha sido insufciente o pasiva frente a los reclamos de las comunidades locales.

La revisión del devenir territorial de las regiones del Pacífco y la Amazonía son elocuentes al respecto: el Estado Colombiano ha estado presente en los territorios por medio de sus instituciones policiales y militares, e incluso, por medio de algunas de sus instituciones civiles. El problema es que ha descuidado los componentes participativos, educativos, de salud, empleo y bienestar de la población civil, además de que no ha logrado solucionar los descomunales problemas de corrupción y clientelismo a su interior.

El apartado No. 1 titulado “El secuestro de la Fuerza Pública en Contexto”, contiene elementos contextuales, históricos y territoriales que lo evidencian a nivel local y regional y en una perspectiva de mediana y larga duración.

La actuación estatal antes, durante y después de las tomas y los ataques, también lo demuestran: Los departamentos afectados por las acciones bélicas de las Farc-Ep que se narran en la presente publicación, lo mismo que por las de otras agrupaciones, continúan padeciendo las peores desigual dades y vulneración de los derechos. La respuesta estatal a las tomas estuvo lejos de implementar esquemas que ampliaran la participación comunitaria, lo mismo que de avanzar en la construcción de vías de conexión con el centro del país, o reforzar los servicios de educación, salud, empleo y derechos básicos de la población. En el lugar de la democracia, la inclusión social y los derechos, se llevaron a cabo respuestas ubicadas exclusivamente en el plano de la confrontación militar (instala ción de nuevas bases militares, compra de nuevo armamento, etc.).

“Como bien se decía, a Mitú no solamente hay que llevar Ejército y Policía. Hay que llegar con hospitales, con infraestructura de servicios de salud, con universidades, y no en cualquier esquina ni en cualquier lugar. El país tiene para construirle universidades a Mitú. El país tiene para construirle hospitales a Mitú. El país tiene el dinero para educar a Mitú y al pueblo de Colombia, dándole posibilidad de universidad o posibilidades tecnológicas también se vale, pero que haya posibilidades de estudio profesional, con calidad y bajo costo, o simplemente sin cobrar. Colombia tiene la necesidad de tener muchísimos profesionales, no necesariamente se está pidiendo que se lleven a la universidad de Harvard, ni a la Sorbona de París, sino se está pidiendo a la Universidad Nacional. Claman los pueblos de Amazonas, Putumayo, Nariño, Vaupés, Vichada, Arauca, Guajira,

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Chocó, Antioquia, Córdoba… todo el país debe tener una universidad nacional en cada departamento, una universidad distrital, una pedagógica, todas las universidades públicas deben estar en cada uno de los departamentos. Sí, eso sí es inclusión”. (Orjuela Manjarrés, 2018).

Así, es inadecuado plantear que es la falta de presencia estatal la que ha causado el conficto, pues son las decisiones estatales, las que han priorizado la inversión en recursos bélicos sobre la inversión en desarrollo local y comunitario o en garantía de derechos.

El cambio de esta perspectiva, permite que la ciudadanía y quienes están comprometidos con la reconstrucción de memoria histórica, puedan ejercer una ciudadanía mucho más activa, crítica y compro metida, demandándole al Estado que resarza sus errores históricos, se haga responsable de sus faltas u omisiones, y tome decisiones tendientes a la democratización de la vida política, económica y cultural.

“(…) Sí, claro. Uno le tiene amor a la institución cuando entra, pero ya en terreno empieza a saber cosas que hacen que uno después la vea con otros ojos. O sea, la realidad es la realidad y no la maquilla nadie: la Policía es muy linda, pero lo que pasa dentro de la Policía son otras cosas, otro mundo. La realidad del narcotráfco. La realidad de la subversión. La realidad de las Fuerzas Militares, de qué viven las Fuerzas Militares en sí, los que se esconde atrás de las Fuerzas Militares, la realidad del paramilitarismo. Son muchas cosas que uno escucha en las noticias, pero las escucha muy maquilladas. Entonces verse metido allá, en un hostigamiento de 4 o 5 horas, ver cómo te pasan las balas por encima de la cabeza y que de Bogotá no te apoyan y solamente te hablan por radio y “no, sigan combatiendo que aquí estamos y los vamos a apoyar”, y tres horas y como que el apoyo viene a pie… esas realidades como que a uno se le mueve el piso. Porque a uno en la ciudad les idealizan al Gobierno de una forma muy concreta, y el Gobierno esto y el Gobierno aquello, y cuando hay muertos siempre es culpa de la guerrilla o de los paramilitares, nunca del gobierno o de la misma institución que uno representa. Claro, se estrella uno contra ese muro de la realidad y es feo”. (Romero Rico, 2018).

Así, también se ponen de presente y pueden verse, nombrarse y transformarse los problemas que azotan a la institucionalidad de las diferentes regiones del país, las cuales se articulan a los engranajes de la ilegalidad y el conficto, y que redundan en la precariedad y escasez de alternativas económicas y a la imposibilidad de que los pobladores locales, especialmente los jóvenes, construyan proyectos de vida sostenibles y alejados de la guerra.

“Yo pienso que el abandono no es solamente por la parte militar, el abandono debe ser presencia del Estado en todo. Salud, educación, cuidado del ambiente, preservación de los saberes ancestrales¡vigilancia y control! Para mí la más grande corrupción está en los entes de control. Esos son los focos de corrupción, porque ellos llegan y llegan es a ver qué les dan, y el que más le dé...”. (Rojas Triana, 2018).

2. Hacia la construcción de una ciudadanía informada y activa, comprometida con su papel en la construcción de paz.

La experiencia límite del secuestro de sus seres queridos que tuvieron que vivir los miembros de ASFAMIPAZ, los llevó a adoptar la organización y la acción colectiva como forma de contribuir al pronto fn de la situación de dolor y tortura para sus familiares.

En la medida en que los miembros de ASFAMIPAZ son personas del común, miembros de los

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sectores sociales mayoritarios de la sociedad colombiana, constituyen un ejemplo para demostrar que con organización y compromiso, sí es posible interpelar e infuir sobre las decisiones tanto del Gobierno Nacional, como de los grupos armados.

Es necesario que cada uno de nosotros y nosotras, valore su condición de ciudadano y trascienda el lugar común de la ciudadanía que se considera ajena o impotente frente a los asuntos públicos y del país. A lo largo de las anteriores páginas, hay numerosos testimonios de cómo las víctimas del conficto esperaron una participación mucho más activa, solidaridad y compromiso por parte de la sociedad civil.

Uno de los mayores aprendizajes para la ciudadanía colombiana, es que ASFAMIPAZ no se quedó en las críticas al accionar estatal y de las guerrillas, ni dejó que su inconformidad se extinguiera en la resignación o la pasividad, sino que fueron sujetos claves para la transformación: Ante la falta de voluntad de diálogo de las dos partes, ASFAMIPAZ presionó a los dos actores a que se encontraran, e incluso se puso en el papel de mediadora; ante la inefciencia en la comunicación entre secuestra dos y sus familias, se apropió del transporte de la correspondencia, favoreciendo así el ánimo de sus asociados y de los policías y militares en cautiverio. En respuesta a la invisibilidad de las víctimas en los medios de comunicación y las políticas ofciales, se tomó las calles y acudió a la comunidad inter nacional para mostrar la justeza de su lucha y buscar aliados que le ayudaran a concretarla.

Otro de los aprendizajes de paz que nos deja la lucha libertaria de la organización, es que la polari zación política, el odio, y la división, no son medios efcaces para construir una sociedad en paz, y que esos discursos guerreristas han afectado principalmente a las víctimas. El caso de los secuestrados es elocuente al respecto: la prolongación de la guerra sólo extendió la duración del cautiverio de los policías y militares, y la implementación de iniciativas militares de rescate, dejó como resultado más muertos y asesinados que policías y militares liberados. Por el contrario, la concertación de las partes logró, en el 2001, la liberación de más de 300 policías y militares, y en 2012, la liberación de los se cuestrados cuyo cautiverio ya sobrepasaba los diez años. Podemos preguntarnos qué habría pasado con los policías y militares secuestrados si no se hubieran producido esos acercamientos.

ASFAMIPAZ, también demuestra que es posible y necesario construir discursos pacífcos, y méto dos pacífcos, cuestionando a todos los actores de la guerra y evitando todo tipo de acción violenta. Mientras la cultura política colombiana se basa en la polarización y la estigmatización del otro basada en prejuicios, ASFAMIPAZ abrió canales de diálogo y concertación fundamentados en el reconocimien to de la humanidad del otro, lo que le permitió, que sus propios argumentos y humanidad, fuera toma da en cuenta por los demás actores, logrando resultados que más que benefciar a cualquier partido u organización, benefciaron la dignidad humana y el cumplimiento de los derechos de la ciudadanía.

Los familiares de policías y militares que poca o ninguna responsabilidad han tenido en el origen del conficto armado ni en su prolongación durante más de cinco décadas, resultaron afectados por el mismo. Inevitablemente, la privación de la libertad de sus seres queridos, los impulsaron a movili zarse; lejos de lo que se podría pensar, sus formas de acción pública, se alejaron del resentimiento o el odio, y se centraron en sensibilizar a la sociedad colombiana sobre la atrocidad de la guerra como fenómeno en que todos pierden, además de hacer llamados a que las partes se reconocieran mu tuamente por medio del diálogo y el acuerdo, superando así el conficto. De igual modo, se lograron unir como colectividad y a su vez establecer alianzas con otros sectores sociales y organizaciones de víctimas y de la sociedad civil, para trabajar en pro de la construcción de una Colombia en paz.

Pese a la difcultad de elaborar adecuadamente las pérdidas y cambios, los miembros de ASFAMI PAZ, han propendido por superar los efectos de la guerra en sus vidas personales y familiares, transformando el dolor del pasado, en esperanza de perdón, memoria y reconciliación para el futuro. Los hijos y esposas de los ex secuestrados, han sabido trabajar para reponerse a los múltiples impactos de la guerra, lo mismo que quienes experimentaron directamente esta situación.

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La historia de ASFAMIPAZ, deja ver la estrecha relación existente entre las tendencias políticas del país, y las emociones que cultivamos a diario las colombianas y colombianos. Nos enseña que el conficto armado colombiano se ha prolongado a causa del accionar de los grupos armados ilegales, pero también, que la ciudadanía tiene una gran responsabilidad en ello, pues se ha acostumbrado a cultivar sentimientos de odio y resentimiento, que solo le permiten escuchar a los bandos violentos. Si se cultivaran emociones como el perdón, la reconciliación y la compasión, seguramente la sociedad colombiana sería sensible a las peticiones de las víctimas, quienes mayoritariamente han alzado su voz a favor del fn de la guerra y la construcción de la paz.

El hecho de que la ciudadanía sólo sea sensible a los discursos de guerra, ha permitido que se haga un uso inescrupuloso de las víctimas y su sufrimiento para perpetuar la guerra. Nuevamente, el caso de los secuestrados es un gran ejemplo: Si se hace una revisión juiciosa de las pruebas de su pervivencia de policías y militares secuestrados, se encontrará que en todas ellas, los uniformados le piden a los presidentes –especialmente al presidente Uribe- que se siente a negociar con las Farc-Ep y encuentren una salida concertada para el conficto armado. Sus argumentos no solamente se re feren a su propia situación: hablan de los millones de víctimas que ha producido el conficto, de que la guerra ya demostró ser un mecanismo inútil para solucionar los problemas, y del daño y el dolor que pudieran evitarse si el diálogo primara. Sin embargo, durante el proceso de implementación de los acuerdos de paz, los sectores que están a favor de la guerra han argumentado que no es posible negociar con quienes tuvieron secuestrados por tantos años a los policías y militares. La ciudadanía, pasa por alto el clamor de las víctimas directas, en este caso, los secuestrados, mientras que hace caso a los discursos guerreristas, que utilizan la imagen y el dolor de las víctimas, sin ser coherentes con su llamado al diálogo y la paz.

Así mismo, la sociedad civil debe adquirir una concepción ampliada de paz, que aunque incluya el cese de conficto entre dos actores armados, también tenga en cuenta las diferentes dimensiones de la vida social en las que pueden llegar a reproducirse condiciones que favorezcan la guerra, tales como la educación, la salud, la satisfacción de necesidades básicas, el derecho al trabajo y la vivienda, entre otros. Tener una concepción ampliada de paz, posibilitará que las elecciones políticas que se tomen, tengan una efcacia real, y contribuyan a desmontar los factores que causan el surgimiento de la guerra, o facilitan su prolongación.

La concepción ampliada de paz, debe expresarse en la esfera pública, como se mencionaba en el párrafo anterior, pero también debe tener asiento en la dimensión y la vida privada. Es necesario ejercitar y fortalecer el ejercicio del pensamiento crítico, al tiempo que se desarrollan sentimientos y emociones como el perdón, la compasión y la humanización. La sensibilidad política y emocional de la ciudadanía colombiana, debe dejar de servir a los intereses de los grupos violentos, y empezar a construir un discurso pacífco e independiente, que recoja las voces de las víctimas. Así mismo, debe propenderse por educar en prácticas de resolución de confictos basadas en el diálogo y en el respeto de los derechos del otro/a y la defensa de los propios.

La sociedad civil colombiana debe abandonar su papel de indiferencia y conformismo, y convertirse en un actor central que demande tanto a las instituciones, como a los grupos armados y los medios de comunicación, comportamientos y acciones consecuentes con las aspiraciones de paz de las víctimas.

Uno de los pasos más importantes es la revisión de las implicaciones de los discursos masivos con que se ha visibilizado a la Fuerza Pública ante el país entero. El discurso de los héroes de la patria,

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3. Rediseños y replanteamientos de las instituciones, especialmente las policiales y militares, para la construcción de paz y la no reproducción de discursos ni actos que promuevan la guerra.

ha terminado por deshumanizar la fgura de los policías y militares, y en el caso de los policías y mi litares víctimas del secuestro, transmite el mensaje a la sociedad de que, por ser héroes, no tienen necesidades de reparación ni han sido afectados por el conficto. Además de invisibilizar las penosas situaciones por las que han tenido que pasar debido a la guerra y su condición humana, el discurso de los héroes de la patria impide que los ciudadanos de a pie generen sentimientos auténticos de compasión y empatía con el sufrimiento o la lucha de los policías y militares; por el contrario, alienta los sentimientos e imaginarios guerreristas y de confrontación.

También debe trabajarse en el fomento de ejercicios de refexión histórica al interior de las instituciones estatales, especialmente dentro de las instituciones policiales y militares. Estos ejercicios deben poner en diálogo las distintas perspectivas del conficto, y permitir que las versiones ofciales sean cuestionadas y complementadas, construyendo nuevos relatos más incluyentes y realistas. Ello permitirá que las instituciones reconozcan concienzudamente sus responsabilidades en los hechos de victimización y prolongación del conficto, y se comprometan a llevar a cabo planes concretos para evitar la repetición de los hechos. Si la sociedad civil y los policías y militares victimizados ven disposición del Estado para dialogar y reconocer sus errores, puede producirse incluso, una ganancia de legitimidad de la institución, basada en la confanza.

La construcción de relatos más realistas, también contribuirá a desvanecer la lógica de bandos a través de la que funciona la cultura política nacional. En tanto múltiples relatos se pongan en juego, se observará que todas las partes del conficto tienen responsabilidad en su sostenimiento, y que seguramente, todas también han dado pasos que contribuyeron a salir del estado de guerra y confrontación.

Se requiere transformar las diferencias en fortalezas que impacten favorablemente la vida de grandes grupos poblacionales:

“Somos producto de una cultura que busca obsesivamente el acuerdo y el consenso, hasta un punto tal que vivimos desconociendo los confictos, las rupturas y las difcultades” (Elizalde, 1998). El reconocimiento de las diferencias, potencia el conocimiento de la realidad, lo que evidencia la necesidad del respeto por todas las formas de ser, estar e interactuar con el territorio, y hace del reconocimiento a la diferencia una herramienta para la comprensión colectiva. (Peña Márquez, 2011, pág. 190).

Los escenarios para la construcción de estos relatos, deben abarcar las distintas escalas territoriales, incluidos los municipios, ciudades, departamentos y regiones. El siguiente testimonio recalca la necesidad de poner en diálogo las distintas lecturas y perspectivas, incluidas las de las organizacio nes guerrilleras y las de las instituciones militares, al tiempo que señala la corrupción rampante del Estado, que impide que los recursos para la reparación integral, sean invertidos en su propósito real:

“En la mesa municipal esperamos que haya una jornada educativa con la guerrilla, un diálogo. Que algún día podamos conseguir recursos para realizar actividades de prácticas pedagógicas de paz, reconciliación, memoria histórica y que ellos mismos digan qué es lo que pensaban en ese momento, si ahora piensan distinto, qué ha cambiado; lo mismo nosotros y la Policía. Son posiciones distintas a partir de las que hay que hacer compromisos y acuerdos. Espero que algún miembro de las FARC llegue aquí para que yo frente a frente pueda dialogar con ellos, exponer mis ideales y hacer que ellos también expongan sus ideas, un foro abierto. Esperamos en este año que viene o el que va a terminar se pueda tener algún encuentro. Lo otro es que para nosotros es difícil hacer acciones para que se produzca ese encuentro, porque siempre la Gobernación dice “No, para las víctimas hay tantos millones” y el Gobierno municipal la contradice y dice “No, para las víctimas

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de Carurú, de Taraira y de Mitú eso no es así”. Y nos quedamos sin recursos o nos dan cositas muy pequeñas. Entonces pues en esa parte llegar a reconciliar con un grupo desmovilizado en la mesa departamental o municipal pues sería un adelanto, un adelanto de reintegrar nuevamente con ellos, una convivencia con ellos, pero yo creo que no va a ser tan fácil ni tampoco difícil”. (López Arbes, 2018).

Otras instituciones como la iglesia también deben reconocer su responsabilidad en la prolonga ción del conficto:

“Primero, no se puede pues como encasillar a toda la iglesia católica de Colombia y decir que haya tenido unas actitudes a favor de los generadores del conficto. Sin embargo sí las ha habido, tranquilamente hay que decirlo: muchos obispos o sacerdotes o personas, han optado y han tomado una decisión, por ejemplo,-yo lo digo claramente- de apoyar a lo que llamaríamos la derecha y contribuir a ese esquema de polarización que tanto daño nos hace y que termina por desconocer el sufrimiento de las víctimas. Al fnal termina negándolo, porque al negar el conficto interno negamos a las víctimas, las ocultamos.Ahí tenemos sin duda alguna que cambiar absolutamente ese discurso, hay que cambiarlo. Vea, yo lo decía ahora: para nosotros, y muchos lo entendemos así, tiene que ser una opción clara y total hacia las víctimas. A mí me gustó muchísimo ver al Papa Francisco en Villavicencio, verlo recibir a las víctimas, orar ante ese Cristo de Bojayá… hacer esa oración hermosa donde resume y trae el sufrimiento de las víctimas. Y el Papa nos dijo y le dijo al Arzobispo de Colombia, con claridad “lo primero son las víctimas, los pobres, los marginados, todos los que sufren las consecuencias de este terrible conficto”.Cualquier tipo de maridaje con derechas e izquierdas que nieguen el conficto y el sufrimiento de los pobres, nosotros ahí no podemos estar. Eso tenemos que tenerlo absolutamente claro”. (Acosta Marulanda, 2018).

4. La sociedad colombiana aún tiene la necesidad de construir una concepción y una práctica de paz que responda a las demandas históricas de los pueblos indígenas y los pobladores ancestrales de los territorios.

Durante los años recientes, con la apertura de los procesos de diálogo entre el Estado Colombia no y las agrupaciones guerrilleras, así como con la puesta en marcha de diferentes iniciativas de paz, se han logrado visibilizar tanto las afectaciones a los pueblos indígenas, como el atraso en materia de reparación integral. Los marcos jurídicos recientes, también incluyen apartados, secciones y artículos que consagran normas y programas para la restauración de derechos a las comunidades étnicas, y la mayoría de entidades de los órdenes nacional, regional o local cuentan con una dependencia en cargada de asuntos étnicos y reparación a hechos de victimización en el marco del conficto armado.

Pese a ello, la visita a los territorios habitados por poblaciones ancestrales, dejan ver que las herramientas existentes en el marco del quehacer estatal, requieren tener un complemento en la sociedad civil y los sectores económicos privados.

Los territorios indígenas y con poblaciones ancestrales y las exigencias de sus pobladores de mantener las tradiciones y los sitios sagrados, no han sido oídas ni atendidas. Al igual que ocurrió en su momento con las víctimas del secuestro, la sociedad civil no se ha tomado el tiempo para valorar la riqueza e importancia estratégica de los recursos y los saberes que se encuentran conservados en las comunidades y territorios indígenas. Mucho menos se ha solidarizado efectivamente con sus luchas y demandas.

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Se trata de un ejercicio de reconocimiento y diálogo intercultural, que haga que la mayoría de la sociedad civil colombiana, siendo mestiza y blanco-mestiza, comprenda que la paz para los pueblos ancestrales e indígenas solo será una paz completa si en sus territorios se mantienen sus usos, tra diciones, saberes, costumbres y formas de vivir: Respetuosas de la naturaleza, conocedoras de los ciclos de la tierra y de la selva, dueñas de su propio lenguaje; sembradoras de todos los alimentos que necesitan, y tejedoras de los techos y utensilios entre los que transcurren sus días.

Es necesario comprender que el respeto y la valoración de este conocimiento posibilitarán que los pueblos indígenas y ancestrales, no deban recurrir a alternativas bélicas o ilegales para sobrevivir, pues cuentan con todo lo que necesitan para vivir en sus territorios. Así mismo y en sentido contra rio, se trata de que la población civil aprenda de las maneras de convivir, entender y relacionarse de los pueblos ancestrales, para, a partir de dichos aprendizajes, prevenir y dirimir los confictos que se presenten de forma pacífca y consciente, más aún en un contexto en el que el cambio climático y la escasez de recursos ambientales, se constituyen en un gran factor de riesgo y posible desencadenan te de nuevos confictos armados.

También es necesario señala que ha habido exclusión y discriminación a la hora de atender a las víctimas del conficto con procedencias étnicas diversas. En adelante, tanto la sociedad civil como las instituciones estatales, deben dar el mismo estatus y la misma importancia a las diferentes víctimas, sin distingo de factores como la lejanía geográfca, el color de piel o la cosmovisión.

A continuación una selección de testimonios sobre los pueblos indígenas y su visión sobre la paz:

“Me motivó precisamente lo que comentábamos informalmente hace un momento y es la perdida de la memoria histórica. Pienso que por estar aquí en Mitú y ver cómo la guerra se ha llevado la cultura… porque aquí la mayoría de la población es indígena… Y es triste ver cómo ellos pierden sus raíces, pierden su esencia. Sencillamente por la el mal ejemplo que les traemos de afuera. Entonces una de esas cosas me motiva porque yo pienso que no se debe perder nunca la memoria histórica y menos la ancestral ¿cierto? desde esa perspectiva es que quiero dar esta entrevista”. (Rojas Triana, 2018).

“En medio de la guerra yo he aprendido muchas cosas. He aprendido qué es caer y levantar. Esto es como lo dicen ustedes: de tolerancia. Uno tiene que aguantar muchísimo, tiene que tener el corazón tan grande para poder mantener y organizar; yo creo que se tiene que tener es mucha paciencia para esto, porque si usted arranca corriendo, también de pronto se tropieza y se puede caer. A muchas organizaciones les ha pasado eso. Hay que organizar y construir, y sin la mente y sin el ser de las personas, eso es difícil. Yo creo que se podrían hacer talleres, socializaciones entre indígenas. Nosotros, las poblaciones indígenas, ahorita tendríamos que hacer que ayuden a los sabedores, y podríamos reunir a las personas y organizar talleres sobre estas preguntas ¿Qué es la selva para nosotros? Eso ayuda muchísimo, se trabaja en mesas y les dice uno “Bueno, escriban ustedes y ustedes hagan este trabajo”. Eso hace falta muchísimo. Yo estoy pensando esto y en estos momentos estamos nosotros, un grupito de personas, estamos tratando de crear una fundación que se llama “el despertar de las etnias del Vaupés”, ¿Por qué despertar? Precisamente estamos dormidos nosotros, no nos hemos dado cuenta de que todo esto se acabó y nosotros viéndolo no lo hemos podido levantar, pero un día lo haremos, para eso estamos, estamos vivos todavía y hablamos nuestra lengua”. (Llanos, 2018).

“Nosotros comenzamos a sentir la herida de la guerra desde la Conquista, desde un comienzo: la llegada de la cristianidad (sic), luego las caucheras, después las bonanzas y hasta hoy la guerra. Todo eso va acabando los territorios indígenas. Se acaban las historias. Se acaban las narraciones

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históricas, los vaivenes históricos, las ceremonias rituales, los conocimientos ancestrales, todas las maneras, todos los conocimientos que nosotros tenemos hasta aquí, se acaban. Si se acaban los saberes, se acaba la riqueza del departamento. No es como lo vienen pensando ellos que “vamos a hacer que sean libres y que tengan un sueldo”. Yo quiero que investiguen de donde nació esta pobreza de hoy en su historia. Eso hay que concientizarlo muy bien, porque esto el país no lo sabe, no lo conoce. Por encima mirarán e irán “¡tan grande y bonita la selva!” ¿Pero que quedó ahí? ¿Que dejaron ahí? Donde nosotros teníamos las cuevas encantadas, ahí le rompieron una bomba, quebraron todo eso y se murieron los ancestros. Uno de pronto recuerda muchas cosas, yo lo viví”. (Llanos, 2018).

“Las costumbres de los grupos indígenas no eran bélicas ni tan confictivas. Siempre hemos vivido de una forma sana y justa. Aquí los grupos armados vinieron e hicieron daños a las familias, enseñaron a manejar armas, matar gente, matar al enemigo, esas ideologías de violencia. El indígena empieza a conocerlas y después de todo eso ya se vuelve como una situación confictiva, pero no es tan tarde como para no volver a reivindicar todo lo que nosotros sabemos y así acabar con lo que a uno le ha hecho daño en el pasado”. (López Arbes, 2018).

“La infuencia de los grupos armados… pues ellos por la coca o por algún interés económico, por la situación minera también, de oro, y eso era lo que les movía a ellos, a la guerrilla. Por ejemplo estoy hablando de aquí en Caripará - Taraira que es una línea en donde ha sido un corredor de la guerrilla. Pues eso ha infuenciado a que algunos jóvenes se metan a trabajar con ellos.

Les dicen que en la guerrilla viven una situación económica buena, que la plata se maneja por cantidades, en fn…un sinnúmero de cosas que uno puede ser embaucado, embobado. Muchos jóvenes se fueron y el impacto social de los grupos, de las comunidades, pues era muy triste. Eso ha afectado bastante socialmente, culturalmente en las comunidades indígenas, a todos así ha pasado”. (López Arbes, 2018).

En este sentido, la iglesia desempeña un papel fundamental:

“Pienso que una de las cosas más bonitas que podemos tener ahora, gracias a Dios, es un cambio también de mentalidad de parte de la jerarquía de la iglesia católica hacia estas comunidades indígenas. Es un cambio total… y ese cambio simplemente se llama diálogo y respeto: Respeto profundo hacia las comunidades indígenas. Cualquiera de nosotros ¡yo mismo! …vuelvo a hablar de Arara: estuve hace poco visitando una comunidad que se llama Yapú. Nuestro lema de trabajo era “No se hace nada de trabajo sin la autoridad tradicional indígena ni sin el concejo de la comunidad”. Si ellos dicen “es por aquí”, es por ahí y punto. Porque de lo contrario nos devolvemos otra vez a imponer cosas, a creer que es que ellos no pueden, no saben… ¡No! pueden y saben en su cosmovisión, en su manera, en su tradición, en toda la riqueza que ellos tienen. Entonces, ahora partimos es absolutamente de una propuesta, hay comunidades donde tranquilamente le dicen a uno “no podemos” o “no queremos” y nosotros respondernos “Si no quieren, no tenemos por qué hacerlo”. Yo pienso que un valor esencial es el respeto, pero no un respeto de estar ahí agazapados esperando a ver a qué horas caemos, es un respeto que va de igual a igual, que es muy importante”. (Acosta Marulanda, 2018).

5. Pensar la paz con inclusión y perspectiva intergeneracional

Es necesario revisar y reformular participativa y ampliamente los marcos normativos de reparación para las víctimas, especialmente la ley 1448 de junio de 2011 o Ley de Víctimas, pues no reconoce las

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violaciones de los derechos humanos que han sufrido los policías y militares, ni sus familias. Igual que en el punto anterior, esta reformulación, debe tratar de integrar el mayor número de perspectivas posibles, de forma que la legislación resultante, logre abarcar las múltiples formas de victimización producidas en un conficto tan prolongado y degradado como el colombiano, incluyendo las de los policías y militares. Sobre el último particular, la normatividad debería integrar la jurisprudencia que el Consejo de Estado ha producido sobre la vulneración de los derechos de los uniformados y los civiles en las diferentes tomas guerrilleras y durante el cautiverio.

La revisión y reformulación participativa debe basarse en un enfoque intergeneracional, es decir, comprender que los impactos de la guerra se expresan hasta tres generaciones después de que se producen los hechos victimizantes. Esta perspectiva, permite acelerar los resultados concretos de la implementación de una política de paz, y reparar integralmente a las víctimas directas, en este caso, del secuestro, bajo el entendido de que el hecho victimizante, al afectar las fnanzas de la víctima directa, afecta el futuro de sus descendientes. Para el caso de los policías y militares, se propondría reparar directamente a los policías y militares (generación de los padres), y también a sus descen dientes (generación de los hijos) por medio de becas educativas, facilidad en acceso a oportunidades laborales con el Estado o el sector privado, y seguros de desempleo.

“La guerra tiene un impacto grande en las nuevas generaciones. Hoy puedo decir que es una generación que quiere ayudar a resolver la violencia de este país, que se opone a toda expresión de violencia. Esa generación es nuestra generación de la esperanza, la que piensa en el cambio climático, en cómo combatir el cambio climático, en cómo proteger a los animales, al medio ambiente, pero eso también es producto del rechazo a la violencia y a la guerra, porque es que la guerra también acabó con el medio ambiente, acabó con vidas y de una u otra forma se relaciona con la muerte y la vida, entonces la muerte del pasado con la reivindicación de la vida que hoy nuestras generaciones están empuñando esas banderas; creo que es una generación de la esperanza. Y en el caso personal, en el caso concreto de mi hija, ella es una mujer con una capacidad de perdón enorme, que quiere trabajar porque este país sea más incluyente, más equitativo, pero sobretodo un país donde se le devuelva el valor a la vida. Es una joven que lee mucho, con una gran estructura y una capacidad de análisis, de discusión, de debate, de confrontación con la palabra, pero no con la fuerza”. (Perdomo Estrada, 2018).

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Transformando el Dolor de la Guerra en Esperanza, Reconciliación y Aprendizajes de Paz. Parte 2: Vaupés y Valle del Cauca

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