Suplemento Al Faro #27

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FAR: la nota roja se viste de negro

Editores: Daniela Alfaro y Enrique Alfaro F. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas Viernes 23 de agosto de 2024 Primera época

FAR: la nota roja se viste de negro

La madrugada del pasado jueves, y cuando el reloj del taller del Es! Diario Popular marcaba la una de la mañana, de forma intempestiva y por demás extraña, se detuvieron las máquinas. Por más que los maestros buscaron una y otra vez el a veces predecible escondite del duende que alimenta la falla gandalla, no lograron dar con él. A esa bendita hora y a escasas 15 cuadras (en línea recta de la Primera Sur rumbo al poniente de la ciudad), Fernando Alegría Ramírez, mejor conocido

como FAR, decía adiós a este mundo y, de paso, le gastaba una última broma a la casa editorial que lo formó y a quien amó siempre, al grado de inhibir la aparición del diario al amanecer.

Habían pasado 76 largos años desde aquel 30 de mayo de 1934, en que el niño Fernandito había visto la luz en el barrio La Lomita, al poniente de un pueblo que más tarde creció a ciudad y que siempre fue, fueron suyos. Su inseparable Dios, la vida y un proverbial destino le habían provisto de 76 nada

despreciables años para que hiciera con ellos lo que se le viniera en gana. Así lo hizo. Luego de una infancia feliz (sugerida en sus últimas, tristes, nostálgicas entregas al Es!), inevitable, irreversiblemente, habría de crecer a adolescente y luego a joven inquieto.

Lejos ya de la mano de su madre, Fernando Alegría Ramírez había tomado a dos manos el axioma bíblico que sentencia: “Lo prohibido seduce”, y terminó por sucumbir ante la oscuridad de un rumbo que, más tarde, la realidad se encargaría

de enderezar al poner frente a él a un señor que, a la postre, habría de considerar como su padre: Gervasio Grajales. Sabedor de que aquel muchacho que le había contado una rica, pero al fin triste historia, llena de cosmogonías zoques y declaraciones de fe a las Virgencitas de Copoya, no era otro que el decidor de una cotidianidad, tan parecida a la de su Datcha el ziqueté (manera que nombró siempre Don Gervasio, mi padrino Gervasio, a esta su amada parcela), puso ante él un montón de hojas blancas y un

lápiz para que enriqueciera la magia platicada. De ahí, desde allí, partió hacia una eternidad que legitimó una singular, descarada complicidad para hacer nota roja de una manera francamente única.

Un llamado de conciencia —quizá a tiempo para algunos—, llevó al tan querido FAR a comparecer tras las anónimas cortinas de un grupo de ayuda. Infiero (no quisiera caer en subjetividades que me arrastren a la imprecisión) que, de ahí, de la separación que la dictadura de las deshoras les había obsequiado, surgió la frase por demás condenatoria del viejo Gervasio: “Al que deja de beber, se le amampa el alma”.

Aun así, aquella rebelde dupla, Gervasio-FAR, siguió cabalgando sobre las frías, duras costillas de los linotipos, dignos fedatarios de las arremetidas en la espalda del Es!, en ese acaso lejano rincón desde donde terminaron por lograr la supervivencia de un espacio que hoy debe honrarlos, no de cara a ese nada envidiable domicilio para quienes sólo delinquiendo habrán de adquirir la suite de sus 8 columnas, sino en el frontispicio del espíritu que, día con día, ilumine sus páginas.

entonces recién inaugurado hotel María Eugenia (esto, a escasas tres cuadras del periódico). Tras haberle dado cristiano trámite a un par de whiskys, me pidió que le echara la mano con la subdirección del Es! (p’al caso, a dirección, pues).

Hablamos de saber cabecear la de ocho sin que se pasara una sola letra (un solo tipo, pues). De esperar a que Jacobo Zabludovsky diera por concluido su noticiero 24 Horas (sin que hubiera un chinche televisor en la redacción, ausencia que él resolvería desde su casa), y de lo más importante –como hasta ahora, debo creer-, esperar a que Comunicación Social del Gobierno del Estado determinara que no había más notas y nos concediera la inicua libertad de partir a casa a intentar conciliar el sueño.

En fin, de todo eso y más hablamos. De las sorpresivas visitas de madrugada de mi padrino Gervasio, hecho que no siempre esperé: lo invoqué siempre. Total que hablamos de todo, es más, hasta de mi “sueldototote” hablamos, ja. De lo que no hablamos fue del manejo de la Nota Roja, hospedada en todo lo que daba la contraportada, y bajo la comandancia de Fernando Alegría Ramírez (FAR). De antemano, yo sabía que las notas venían de FAR pero las cabezas del sabio Gervasio.

UIn memoriam

n día como hoy, pero de hace exactamente 14 años, nos amanecimos con la infausta noticia de que aquel indio zoque, raza dura, raza valiente, como él se calificaba, Don Fernando Alegría Ramírez, conocido en el ámbito periodístico como “FAR”, dejaba de existir a la edad de 77 años, tras una vieja dolencia que poco a poco fue minando su salud…

El medio de comunicación en el que trabajó durante toda su carrera, el ES! Diario Popular, daba aquella mañana del jueves 27 de agosto del 2010, la infausta noticia que “a 77 años de edad, en su casa… Murió FAR, decano del periodismo en Chiapas”.

Dos días antes de su fallecimiento, FAR escribió las que serían sus últimas líneas y que, junto con mis hijos (sus nietos para él), Berenice y Memo -que lo acompañaron hasta sus últimos momentos-, entregó a la redacción del ES! Diario Popular, donde se hacía llamar “El Samurai”, y a donde el que esto escribe, también llegó como doblador de periódicos en el año de 1975, para años después, un día del mes de Julio de 1987, gracias al “Gran Jefe Pluma Firme”, Don Gervasio M. Grajales Gómez y al maestro FAR, también me inicié en el mundo de la Nota Roja…

Va pues, en memoria de FAR, mi maestro de la Nota Roja, este sencillo pero merecido homenaje al que también, junto con mi señor padre, Don Pedro Vázquez (q.e.p.d.), fue de igual forma el mejor amigo de mi señora madre, Doña Guadalupe Palacios García, a quien tenemos la fortuna de tenerla entre nosotros… “El Samuray Notas Cortas

Hoy día 24 de agosto

Hoy estamos a 24 de agosto, nuestro calendario se va de prisa y nos deja algo mal de salud, espero que me comprendan, aquí estoy escribiendo estas cortas muy mal de salud, les ruego me perdonen pero ya no puedo escribir bien, así que hasta aquí vamos a mochar este trabajo.

Los 80, entonces, no ocultaban su feroz intención de darle un prematuro zarpazo al cronológico e inalienable trazo del otoño de su propia década. A leguas se veía venir la adelantada, elegante, seductora presentación (como la que “acostumbran” las agencias con sus autos), de un novedoso pero inasible futuro cuyos días nonatos fracasaron en su intento de persuadirnos que —por decreto— estábamos arribando a los 90.

Años más tarde, y cuando habían pasado 4 años del nacimiento de mi hijo, Alfonso Poncho Grajales (qepd), me citó al bar El Nucú, del

Todo había quedado “bien clarisisísimo, pues” —como dicen en el Estado de México–, cuando en la primera tarde al frente del diario, advierto que el primero en entregar sus notas fue FAR. Nos saludamos, le mostré mis nuevas credenciales, y se fue a casa en su hasta el jueves inseparable vochito verde. Bastó con que yo separara una palabra —a mi juicio– pegada por el accidente de un dedazo, para que al día siguiente me esperara en la puerta del periódico hecho un energúmeno. Me dijo hasta de qué me iba a morir, sin siquiera permitirme aclarar que sólo había

Mañana será otro día

Mañana Dios dirá de mi vida, por el momento estoy muy acabado, estoy llamando un médico pero para que nos revisen.

Debido a mi gravedad me retiro

Debido a mi gravedad estoy dejando este trabajo, les ruego que esta columna deje de salir, ya no puedo escribir así que me retiro por algún tiempo por orden de los médicos.

Un saludo a la Cruz Roja

Un saludo muy cordial a los chavos de la Cruz Roja con quien trabajé muchos años, quedo muy agradecido de esta institución por el apoyo que encontré hace muchos años en mi trabajo de la nota roja. Los llevaré dentro de mis recuerdos; por el momento ya estoy muy mal y me retiro de este trabajo con el permiso de los hermanos Grajales Cano, Dios los bendiga en todo momento”.

pensado que, por un dedazo involuntario, se habían “pegado dos palabras”. A lo que él alegó y dejó bien claro para subsecuentes “arbitrariedades” mías: “¡¡¡No me corrijás!!!

No tuvo que pasar mucho tiempo. Dos madrugadas más tarde, terminó por cumplirse puntual y cabalmente la advertencia de Poncho: mi padrino Gervasio hacía acto de presencia en la redacción, tipo 3 de la mañana y con un buen vodka en mano. Para combinarlo: tres cocacolas (en botellas de cristal, en tanto, para entonces, no había de plástico; menos familiares). Así fue que aprendí a beber la cuba rusa, según sus propias palabras bautismales. El motivo de su presencia: una queja de su Farcito, quien se había apersonado en su mismísima casa tan sólo para acusarme de censura.

En respuesta, que no defensa, argumenté que admiraba a FAR por su tan singular manera de referir los hechos sangrientos: una suerte de humor negro involuntario. Pero, antes que nada, por lograr —y presumir– una cualidad que no posee nadie en la fauna periodística chiapaneca: escribía como hablaba.

Chis.). Aquí, la nota de la nota se reducía a la cabeza que delataba la malicia, la párvula, perversa malicia del viejo Gervasio. Pero el segundo recorte daba cuenta de la tierna, amorosa manera de referir los acontecimientos, con todo y la malicia aprendida: “Y TODO POR LA MUERTE DE UN CHUCHO FINO”. Quizá el encabezado de la nota no decía gran cosa al Monsi (por aquello del chucho), pero la historia era para antologarse. De ahí que el mostro de la Portales la incluyera en su Por mi madre bohemios. Una inolvidable pieza que, por razones de espacio, no la cito textualmente. Habría que rescatarla de la fría soledad de las hemerotecas.

Tras la anécdota, el niño, por hoy ataviado en tonos negros, vuelve al llanto. No da crédito de estar velando a quien todos los mediodías le llevaba su jícara de pozol. “Todavía la semana pasada le pregunté —me dice Pincito— por qué se había puesto tan flaco en poco tiempo. No me contestó. Me dio un coscorrón suavecito y las gracias por el pozol. Fue hasta ese rato que me dijo mi papá que me alistara porque íbamos a venir a velar a Don FAR”…y vuelve al llanto.

mundo —según su sobrino.

Es agosto de 1998 y mi hermana Georgina me ha enviado al DF un sobre que contiene dos joyas de la Nota Roja del ES! Diario Popular. Para entonces, Rodrigo Núñez y su novia Florence Toussaint quien, ya desde entonces, escribe para la revista Proceso, me pasean por la nueva, primera, Plaza Universidad, en cuyo corazón hay un cafébar-restorán llamado Wing’s y en donde, andado el tiempo, pongo en manos de nuestro llorado Carlos Monsiváis las joyas enviadas por mi hermana: “VENDEDORA DE AVÓN REGRESA HERIDA DEL COYOL” (fechada en El Coyol, Municipio de Chiapa de Corzo,

Ahora estoy en el velorio de FAR. Son las 9:30 de la noche de este triste jueves 27 de agosto. Desde que entré en la funeraria tuve frío. Y no ese que recomiendan las abuelas evitar llevar a casa por tanta cercanía al difunto, sino por una desmedida dosis de aire acondicionado que cala los huesos y evidencia que somos muy pocos para repartírnosla.

Somos pocos, pero dueños absolutos de todo lo que se diga de FAR. Quienes lleguen tarde, si es que llegan, sólo tendrán una mínima respuesta ante sus condolencias. Es más, ni siquiera sabrán a quiénes dárselas. Por ello lo presumo como chamaquito odioso, insoportable, quien afirma que él sí lo sabe todo. Por ello, antes que otro lo invente, lo hago yo; con la prudente advertencia que la literatura me permite inventar, no mentir, y con todo y que el payaso Yin-Pin, su vecino, acaba de llegar a poblar nuestra triste línea de tres, junto con su mujer y su hijo, el payasito Pincito, quien todos los días atravesaba la calle tan sólo para llevarle su pozol a “Don FAR”.

Fueron ocho hermanos en total: 4 mujeres y 4 varones. Tercero en la lista de arriba hacia abajo, a FAR le tocó morir casi al final de la muchachada que un día llenó de luz todos los rincones de una casa que terminó por quedarse a oscuras de manera vertiginosa. Una estirpe que, al igual que Pedro Páramo, terminó por derrumbarse como un montón de piedras: “La hermana que más me quería (se refería a su hermana Julia), ya se fue (ella murió en noviembre del año pasado). Quedó mi cuñado (Ernesto, marido de Julia) y se murió hace tres meses. ¿Qué chingaos hago aquí?”, se preguntaba en sus postrimeros días, según su sobrino Fredy Aguilar Alegría (hijo de quienes refiere FAR).

A ello habría que agregarle la pena que le causó la muerte de su perro “Vikingo”, quien había partido hacía algún tiempo, mucho antes que él. Adorador de José Alfredo Jiménez (presencia infalible en la mayoría de sus notas), tuvo por canción preferida El perro negro, con la que el mariachi debía abrir —pidió– camino al camposanto.

Hace meses, al ser convocado para un homenaje en el Canal 10, FAR se vistió con “Ropa de fiesta”. Y cuando su sobrino Fredy le hizo la observación de que iba con guaraches, él presumió: “yo sólo soy un simple indio zoque”. Fue con guaraches, y así pidió irse del

Entraba la madrugada del día en que iba a morir. Todavía faltaba algo así como una hora para que se fuera. Confiesa Fredy que le dijo que tenía frío. Ante ello, comenzó a frotarle los pies. Él atajó, diciéndole: “Creo que este frío no es de afuera, es de adentro”. Fue entonces que Fredy le sugirió: “¿Te llevo al hospital?”, al tiempo que lo vestía. FAR terminó por aceptar, a la par que le dijo: “Andá por una ambulancia de la Cruz Roja, ellos son mis amigos, no nos van a cobrar”. De su lado, Fredy intentó marcar desde el teléfono duro de la casa y fue reconvenido con coraje por su tío, quien le dijo: “No llamés, ¡andá vos por la ambulancia!”. Fredy encargó a su mujer al viejo indio zoque y se encaminó a la Cruz Roja.

Cuando volvió, el inolvidable personaje, actor protagónico de los “Festivales FAR”, a cuyo festejo bajaban las Virgencitas de Copoya; esperado y escuchado con atención en el decano noticiero radiofónico Reporteros en Acción, de Augusto Solórzano, adorado por sus múltiples comadres que pueblan los mercados, humilde y, tal vez, ajeno a la existencia de un fan, de un confeso admirador llamado Carlos Monsiváis; en suma, el más chingón de la nota roja en esta selva multípara de sombras, estaba muerto.

“Me la hizo mi tío” —considera Fredy, con los ojos llenos de agua. “No quiso que yo hablara por teléfono. Me mandó por la ambulancia para que no lo viera morir…”.

Debe ser cierto, piensan los escasos parroquianos que conforman la línea de tres, y terminan por concluir: De vivir Gervasio Grajales, habría cabeceado a 8 columnas:

MURIÓ FAR

* Fue tan chingón que no ha de tardar en traer la nota

Decimocuarto aniversario del famoso FAR

antonio Cruz Coutiño

Hoy, a catorce años del deceso de don Fernando Alegría Ramírez, volvemos a referirnos a él, pues su legado periodístico no ha de olvidarse jamás. En especial esa herencia asociada a la crónica policíaca, a la de los bajos fondos, por si algo de ello hubiese existido durante los años de su mayor producción radiofónica y periodística, el período de 1970 a 2009. Treinta y nueve años durante los cuales don Fernando fue mejor conocido como “El Famoso Far”, “Don Far” y “El Far” a secas. Período largo en el que deambula entre los mercados de Tuxtla Gutiérrez, los hospitales y la Cruz

Roja, las estaciones de radio, el Es! Diario Popular, su casa en el barrio de La Lomita, y entre sus camaradas reporteros de la fuente policiaca y nota roja.

Don Fernando está presente en la memoria no sólo de los comunicadores de información sino en la de tuxtlecos en general; conejos auténticos y advenedizos. Por su decir desenfadado, por la violencia de sus epítetos y adjetivos, por la crudeza de sus palabras, e incluso por el humor negro, en ocasiones desbordado, que caracterizan sus textos y alocuciones. Aunque… se le ha de recordar sobre todo, por su expresión diáfana y transparente, sus crónicas y su dicción casi mimética,

su discurso absolutamente coloquial. Como si el escribidor, el cronista del diario y el radiófono, sus lectores y audiencia fueran una sola y misma familia.

Fue don Fernando Alegría entonces, un verdadero personaje típico popular. De los que distinguen y aportan sensiblemente a la identidad sociocultural de los pueblos. Practicante original y auténtico de las tradiciones y el modo de ser de la antigua Tuxtla de ascendencia zoque. Eficaz hablante del español característico de una de las regiones lingüísticas más emotivas de Chiapas. En donde se incluyen los municipios que forman parte de la vertiente meridional

del río Grijalva, desde Cintalapa y San Fernando, hasta La Concordia, Jaltenango y Montecristo de Guerrero.

Así que voy a referirme a él y a refrescar su memoria —la de él y la suya, amable lector— mediante la recordación de una entrevista entrañable, probablemente la mejor de las tres o cuatro que aparentemente le hicieron casi al final de sus días. Dos publicadas por medios impresos y una o dos, presumiblemente difundidas a través de la radio y la televisión, mismas que desconocemos. Me refiero a la que con el título “Entrevista a Fernando Alegría Ramírez FAR” fue publicada el 26

FAR: lA notA RojA se viste de negRo jorge Mandujano

de agosto de 2003 por la periodista

Leticia Bárcenas González, en el tabloide catorcenal X Medios Comunicación y Sociedad; en el número tres del mes de septiembre de 2003, joya que aún conservamos.

Se infiere que la entrevista fue realizada en su propia casa, a mediados del mes de agosto, en la más plena euforia de su personalidad, y ante la perspectiva de su experiencia vasta. No conocemos a la entrevistadora, aunque se deduce “por la información disponible en la red de redes”, su inclinación por las entrevistas de semblanza, los personajes de la vida cotidiana, la crónica periodística, y su formación profesional en el ámbito de la comunicación; aunque ella misma asevera desempeñarse como “periodista cultural”. Intentaré una transcripción no textual sino

algo modificada, para permitir mayor precisión a las palabras del entrevistado; nada a las expresiones, comentarios y conexiones discursivas de la periodista, sino tan sólo algunas, casi imperceptibles, variaciones en el sentido, contexto y oralidad característica de la dicción del personaje. Los subtítulos agregados van con la intención de facilitar su lectura.

De práctica y originalidad

Identificado por su estilo peculiar de dar la nota roja, Fernando Alegría Ramírez, mejor conocido como FAR, es un hombre alegre, positivo y orgulloso de su origen zoque. Confiesa que a sus casi setenta años, cree estar a punto de cerrar su ciclo vital. Sin embargo, él, que ha dado a conocer innumerables casos de

accidentes y decesos, no le gustaría que su muerte fuera registrada por los periódicos. La razón es que si su encuentro con la huesuda se diera mientras disfrutara su comida favorita, correría el riesgo de que se escribiera: Al FAR ¡Lo mató una nuca de jolote! Además, “Alegría” no es sólo su apellido, él es la viva representación del vocablo. Y es que las charlas con “el FAR” no tienen desperdicio. El sello FAR en la información policíaca es inconfundible. ¿Qué lo lleva a contar las historias de la forma en que lo hace? Pues… comencé en la nota roja desde 1968 y hasta ahorita… como decimos los tuxtlecos, ya llovió. Pero aún seguimos en pie de lucha. Me decía don Gervasio: ya nunca vas a dejar de escribir, hijo. Vas a querer dejar y no vas a poder, la

misma máquina te va a llamar, y es cierto. ¿Se considera heredero de las enseñanzas de [don] Gervasio Grajales? No mucho, pero sí. Le agradezco algo de lo que él me enseñó, y que Dios me iluminó para acertar. Hasta orita vamos sin tropiezo, gracias a Dios.

¿Por qué cuenta las historias en esa forma tan, digamos, [tan] cómica? ¿Eso de que le partió la cabeza, le quebró el hueso, la canilla? Hmmm… las frases que utilizo en todos mis artículos de nota roja y en todas mis notas para la radio, y en todas mis participaciones en que publico, las hago con términos tuxtlecos, porque esos términos entendemos. La gente a quien yo le escribo no entiende términos sociales y menos términos médicos. Por eso, cuando hay un muerto y voy por los datos

jorge Mandujano

y me dice el médico o el socorrista: lo encontramos de cúbito ventral, yo entiendo qué es “cúbito ventral”, pero el que me lo va oír o leer no sabe qué es; entonces yo le digo cómo es: ¡Embrocado! Por eso le digo: el cadáver estaba embrocado como Gabino Barrera… porque según el corrido, Gabino Barrera cayó embrocado como besando la tierra. Pero para escribir todo eso a conciencia… creo quee… se debe a quee… anduve mucho tiempo paseando. Cuando era bohemio… porque yo era de cantina —ahorita ya no bebo, pero cuando era joven tomé desde los catorce hasta la edad de treinta y ocho años—. Y ese trayecto también me enseñó mucha experiencia. O sea que, a Usted ya no se le atraviesa ningún Tucán... No. No se me puede atravesar ningún Tucán y mucho menos una de Etiqueta Roja, porque ya está más cara. Entonces ¿ya se le amamparía el alma? Ya se me está queriendo amampar…

Después de reír por la sorpresa de la pregunta, don Fernando retoma el tema y dice que antes de escribir, se fija en si su forma de decir las cosas está acorde con la información que va a manejar. Busca [por ejemplo] la frase de alguna canción: [algo] que le ayude a reforzar la imagen que quiere proyectar. Por ejemplo —continúa don Fernando—, cuando les digo: “fue encontrado, no tenía donde vivir, dormía en la banqueta”, entonces puedo decir: como dijera Cuco Sánchez “el cielo tengo por techo y nomás el sol por cobija”, y ahí va…

Aclara que “ya no es fuerza” que vaya a ver el cadáver, pues para él es suficiente con que le digan cómo está el cuerpo y dónde tiene el proyectil. Porque con esa información y su experiencia de tantos años [en el asunto], ya sabe dónde se paró el bandido, cómo salió el tiro y cómo cayó el occiso. “Ese para caer tatarateó, y si hay rastros por ahí, de sangre en la

pared, seguro cayó de boca”.

Fuentes, formación y estilo

Aparte de la Cruz Roja y el Ministerio Público ¿Qué otras vías [usa] para obtener su información? El Seguro Social, el ISSSTE. A veces me dicen: hay un muertito en el ISSSTE. Me voy [corriendo] y entrevisto a la familia. En el hospital encuentro unos cuadros terribles: corriéndole la sangre al paciente, la mamá o la mujer llorando a un lado; que no tiene ni un quinto, que se va ir para su pueblo, que no sabe qué hacer… Entonces ahí se ve el dolor humano… y ya no la interrogo tocante a lo que quiero saber, sino que mejor platico con ella. Le digo: ¿Ya comió usted algo? Que no. Le digo: ahorita vengo, le traigo un cafecito, lo que sea, y en ese momento me comienza a platicar: que mi hijo fulano de tal está aquí, que le metieron un balazo, que se lo dio mi compadre… y ahí voy tomado los datos.

Los protagonistas de sus historias le reclaman o lo felicitan por publicar sus casos... No, no. No hay ningún reclamo. Inclusive algunos me dicen: fijate que le pasó esto a fulano de tal. Y yo les digo: pero ya lo dijieron los demás periódicos. Me responden: pero me gusta que lo digás vos. Decilo. Y ahí lo digo. Les gusta yo no sé… yo no sé qué es que les gusta, pero en la frecuencia de radio donde estoy, me busca la gente. Que dónde estaba. Aah, ya lo encontramos. ¿Y en dónde está? Estoy con el licenciado Mario Tasías Aquino en ORM Noticias, en la UE. Detrás de Kalimán voy yo. O sea que… serenidad y paciencia… Sií, y mire que ya tiene varios tiempos que yo nací. Nací aquí, en el barrio de La Lomita. Algún presidente municipal quiso volarse la barda, pero confundió los barrios. Aquí le puso el barrio del Cerrito y aquí no es. Aquí comenzaba La Lomita hace

setenta años. ¡Una loma tremenda! Un cerro era.

El rostro del señor Alegría demuestra la emoción que le produce recordar el lugar en que nació y creció, al lado de sus padres y [de] sus nueve hermanos. La casa en la que jugó y escuchó a su padre platicar en lengua zoque, con el boticario de la esquina. El olor de la chincuya, de la anona, del mezquite, frutos que se daban en el patio familiar.

¿Y por qué no publica fotos en sus notas? En primer lugar, porque no quiero andar cámara… Que ya ahí voy a andar con la camarita… no, no. Si hay alguna foto que me la den a la buena, ahí está para publicarla; pero eso de que yo ande ahí con la cámara, no. No uso ni libreta para tomar datos. Dice una persona por ahí, que sabe: el único que no usa libreta todo el tiempo, es El FAR. Ni en los discursos ni en nada. Lo está oyendo el discurso y al otro día lo está publicando tal como lo dicen. A veces decía don Gervasio: y el discurso fue tomado [de] la televisión, copiado por el FAR. Porque lo copiaba yo así, pues… ligero. Con unos signos que Dios me hizo que yo los inventara y sólo yo los entiendo. Es más rápido que la taquigrafía, pero solamente yo sé qué quiere decir ahí. Cuando miro mis garabatos… A ver… ¿Qué será que puse aquí? Los voy siguiendo y digo, quiere decir Lourdes, por ejemplo.

Usted estudió alguna profesión… Pues nada más sexto año de Primaria, Secundaria en el ICACH y un cuarto año de… Normal… ahí se acabó mi carrera porque ya me absorbió la cantina [risas]. Yo por eso tengo experiencia para decirles esas cosas: te vas a llegar a titular, pero si dejás de beber. Si no, la cantina te va [a] absorber y te va a desbaratar. Y ahí vas a quedar tirado. Ya no vas a ser útil.

Los errores de sintaxis y ortográficos son parte de su estilo…

¿O son ajenos a su voluntad? Están dentro de mi estilo. Yo llevo eso que me decía el profesor Gaspar Jiménez: sintaxis y todo eso es bueno, pero lo importante es que comprenda el lector. A lo mejor no lo sabe interpretar, entonces hay que irle diciendo. Y yo le doy gracias a Dios que ninguna sugerencia rechazo. Todo lo acepto, hasta los estudiantes del COBACH que me dicen tal o cual cosa les respondo: voy a analizarlo a ver quién es, si es así como dicen. Porque nunca hay que despreciar ni desechar lo que uno no conoce. Primero hay que conocer para decir que eso no sirve ¿verdad?... Yo soy de esos.

La muerte y el santo trago

Y sobre la muerte… ¿Le causa risa o miedo? Pues… la muerte no me causa ni risa ni miedo. La veo como una cosa natural, que tiene que pasar a fuerzas, y no es motivo para llorar. Es motivo de alegría, porque la muerte lo saca a usted de un apuro. Es un alivio. Por ejemplo: si tiene una enfermedad incurable, la familia no le quiere dar veneno ni le quiere dar un balazo; solamente la muerte va y lo saca del apuro. Cuando pasa uno a otra dimensión ya está uno más tranquilo. Una vez pué, que yo me estaba muriendo de una cruda… tomé nada más noventa días… cuando murió el maestro Agustín Lara, yo y don Gervasio. No see… [talvez] sentíamos mucho la muerte [de este hombre], pero noo… no era eso. Era [sólo] por beber. Entonces, yo, en mi cruda ¡De noventa días!... los muchachos de hoy con una noche que se emborrachen… ¡María Santísima! Ya se están muriendo, digo… esos que no aguantan ¿no? Entonces —suspira y continúa— la muerte ya... yo quería morirme y… ¡Llegó la muerte! Me miró y le dije: ya, sacame ya. Se me quedó mirando. Se rio y me dijo: no, no. Se dio la vuelta y se fue, y me dejó

FAR: lA notA RojA se viste de negRo jorge Mandujano

otra vez en el purgatorio.

¿Y cómo fue que dejó de beber? Porque comprendí que el alcoholismo destruye y acaba. El alcoholismo acaba la salud, el talento, la sociología y todo eso… lo social, lo cultural. Para el alcoholismo no hay barrera que lo vaya a detener. Entonces aprendí —y sé— que es una enfermedad progresiva e incurable. Desde entonces dejé de beber y comencé a trabajar con mis amigos y compañeros borrachos. Esa es la tarea que llevo ya treinta y dos años realizando.

Crónicas, anuncios y mercado

El periodismo le da para vivir… Pues para comer sí. Para vivir todo trabajo da. Ahora, para presumir no. Porque hay que comprender las cosas. Para presumir… que esto y que lo otro, solamente que yo sea priista de primer orden. Pero de vender periódico y reportajes no. No da par’eso, así escriba uno de nueva cuenta la Biblia. Da para la comida y para los niños y hasta ahí. Y si te enfermás puees… ¡Tomá tu té de canela!

Y fuera de eso ¿Qué otras actividades realiza? Hago grabaciones de negocios. Hago mi boletín, mi periódico... llego a repartir mi periódico, llego a despachar. Llego a una tortillería a levantar masa, a levantar peroles, y ahí estoy ganando.

¿Cómo combina eso con su trabajo en el periódico? Todo se puede hacer, corriendo siempre. Todo. Es que no puede decir uno: ay, es que no tengo tiempo, es que estoy aquí, estoy muy ocupado… Eso dice la gente que no sabe vivir, pero el que sabe vivir se va’coplar y va’decir: hasta ahí puedo. Como yo le digo a la gente: de ocho a diez de la noche ni hablen por teléfono, porque no les voy a contestar,

estoy en el grupo de Alcohólicos Anónimos. Si mataron a un obispo, después voy ir a traer los datos. Ya no va huir, ya lo mataron. Gracias a Dios ya está muerto, ya no huye. Ahora, si es un delincuente que lo tienen detenido, ahí sí se puede pelar, porque le puede dar a las autoridades un billete de a quinientos y entonces… pues el policía lo suelta.

No es tampoco que tenga mucha fuerza el reo y [que] se jaloneó… ¡Mentira! El policía se ablandó con un billetote, porque… ya ve Usted que un Cuauhtémoc ablanda más que el cebo…

Así que hasta la muerte con el ¡Es!... Sí, así es. Me hablaron muchos periódicos y me siguen hablando para escribir. Pero yo les digo: no. Yo soy del ¡Es! Diario Popular. La gente le dice al chamaco, al repartidor: dame un periódico del FAR. No dicen el Es!, noo. Un periódico del FAR, dicen. Sí, cómo no, aquí está. Los chamaquitos ya saben que es el ¡Es! Están los canasteros ahí en el mercado del Calvario y cuando paso me gritan: ¡Don FAR! ¡Don FAR! ¡Órale! Pura chusma. Me bajo de mi carro y les digo ¿Qué tal? Ya quieren su periódico. Ahí hay uno, les digo.

Gracias don FAR. ¡Véngase a tomar un su arroz con leche!... Por eso cuando alguien me busca, los vecinos le dicen [al fulano]: sí, pero a don FAR no lo va usted [a] encontrar. Él está en la calle, comiendo con los cargadores, con los estibadores. Esa es la gente. Y mire, toda esa gente enseña, le enseña a hablar y hasta le enseña a usted qué pasó y dónde está el cliente… ¡Todo! Pero si se va Usted a mostrar bronca como “la suegra que levanta pesas y le gusta el box”, no le dicen nada. Me refiero a la suegra de la canción que dice: “sabe herrería y sabe mecánica, levanta

pesas y le gusta el box”. Luego luego se nota que es una camotuda y si se me acerca me retiro. Pues sí.

De política y legalidad

¿Cuál es su película o serie policiaca favorita? No tengo ninguna predilección de película. Antes me gustaban las de Juan Orol. De gángsters, de tahúr, de cómo se matan… ¿Usted se identificaba con los personajes? No muy. Nunca he sido adicto a eso. Ni a la televisión; menos que yo esté viendo que el Bacardí… “nosotros damos la calidad, usted pone el tanto que va a tomar”. No, no. No me gusta ni leo novela. Leo periódico. Eso sí, nacional e internacional y de preferencia la nota policíaca. ¿Qué piensa de la política? No puedo opinar porque no muy le entro a la política. Me da desesperación. Yo siempre he dicho que ya no hay ni políticos. ¡Revoltosos hay! Aah ¡Que yo lo voy a demandar a fulano! ¡Que yo también lo voy a demandar! Puees… ¿Qué dirá Gabino Barrera?, ¿Qué dirá Ignacio Bernal?, los de los corridos revolucionarios. ¿Qué dirá Simón Blanco ante estos muchachos de hoy? No, no. No puedo opinar de la política. ¿Y de la justicia? ¿La de la tierra o la divina? Porque hay dos, la divina tarda pero es efectiva. ¿Y la terrenal? De esa no see… porque se ablanda, como le acabo de decir. A veces se pone dura, pero si le ponés un billetón, se ablanda: que tiene usted razón… que yo creo que no es así. ¡Así es! No es que quiera la paga, le gusta el retrato que lleva el billete, por eso es que vence. FAR está convencido de que México tiene las mejores leyes, la mejor Constitución, y que no hace falta reformarlas, sino que “se necesita que se sepa aplicar esa ley y todos estaremos felices. Pero mientras no haya una ley que se

aplique como tal, no va haber paz”. Parece que esta última palabra le trae algún recuerdo, tal vez de sus antepasados, porque antes de despedirse comenta que tiene el presentimiento de que morirá en mayo “…porque en mayo nací. El 30 de mayo de 1934 y puees… ya me toca morirme. Ya voy a cerrar mi ciclo de vida”.

Muerte propia, epitafio mío

¿Y cómo le gustaría que se anunciara su muerte en el periódico? Yo creo que mejor que no lo anunciaran, porquee… si yo muriera comiendo —como mi comida preferida de fiesta es el jolote, mole de jolote, y no cualquier parte del cuerpo del jolote, sino la nuca y el pescuezo—, podrían decir: ¡Lo mató una nuca de jolote! o, ¡Se le atravesó el pescuezo!

La risa, al igual que el estilo FAR, es espontánea. Su sentido del humor no lo abandona ni cuando rememora que, de sus nueve hermanos, cuatro ya murieron. “Ya se está desgranando la mazorca, aunque no se están muriendo muchachitos. Yo fui el último y tengo casi setenta años, y puees… a ver qué día de éstos me toca”.

Editores: Daniela Alfaro y Enrique Alfaro F. Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de esta publicación.

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