James Potter y la Maldición del Guardián - George Norman Lippert

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—Diez puntos para ti —replicó Sirius—. ¿Dónde estoy? ¿Dónde están Remus, Harry y el resto? ¿Dónde está la maldita Bellatrix, ya que estamos? No he acabado con esa bruja. —¡Sirius! —gritó James, conteniendo un sollozo, completamente perdido—. ¡Se... se acabó! Fuiste as... —Los muertos no desean saber tales cosas —interrumpió el Guardián, silenciando a James—. Pero seguramente puedes ver quién es. Sirius Black. Y lo que es más importante, el padrino largamente perdido de tu padre. James asintió, sin oír a penas. El Guardián siguió. —Niégate a ti mismo la posibilidad, James. Envía a tu abuelo al reino de la muerte. ¿Pero serás capaz de vivir contigo mismo sabiendo que desperdiciaste la oportunidad de devolver a tu padre al único hombre al que quiso hasta el punto de sufrir por ello cada día de su vida? ¿Podrás volver a mirar a tu padre a los ojos otra vez, sabiendo que le negaste su mayor deseo: recuperar a su padrino? La mente de James se tambaleaba. —¡Pero no son reales! —¿Y qué significa eso, James? —exigió el Guardián—. ¡Míralos! ¡No conocen sus propios destinos! Para ellos, el tiempo no ha pasado en absoluto. ¡Creen que son reales! ¿Quién eres tú para decir otra cosa? —¡No lo sé! —gritó James, aferrándose la cabeza. —Es muy simple, James —consoló el Guardián, avanzando hacia James—. Yo soy el Rey de los Gatos. Puedes unirte a mí y ver regresar a todos aquellos a los que has perdido. Tu abuelo, el padrino de tu padre, incluso tus largamente desaparecidos abuelos. No hay inconvenientes, James, solo un pequeño precio. Un precio que ni siquiera te importará pagar, te lo aseguro. ¡Un precio que te alegrarás de pagar! —¿Cuál es? —preguntó James impotentemente, mirando una y otra vez entre Sirius Black y Arthur Weasley. —Una cosilla, una bagatela —dijo el Guardián, extendiendo la mano y colocándola sobre el hombro de James—. Un servicio al mundo, en realidad. —No voy a matar a nadie —dijo James, sacudiendo la cabeza, las lágrimas corrían por su cara. —Mira —susurró gentilmente el Guardián, dando la vuelta a James—. Mira antes de responder. Tras James había otra charca de luz. Una última figura estaba de pie dentro de ella, bastante sorprendida de estar allí. Largo cabello blanco colgaba a ambos lados de una cara ojerosa, y los ojos estaban llenos de odio. James pudo ver inmediatamente el parecido familiar. Era Lucius Malfoy. —¿Qué significa todo esto...? —jadeó Lucius. Buscó su varita, pero al parecer no estaba allí—. ¿Dónde está mi varita? —dijo más allá de James, al Guardián—. ¡Exijo saber donde me has traído, estúpida criatura! —Este es el hombre —susurró el Guardián sobre el hombro de James—. Sus manos están manchadas con la sangre de docenas de personas. Su plan era que tu hermana y tú murierais en la Cámara de los Secretos. Es el responsable de la muerte de los padres de Petra Morganstern, y por su


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