James Potter y la Maldición del Guardián - George Norman Lippert

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James pensó que ella era posiblemente el peón más bonito que había visto nunca, pero decidió no decirlo. Se aclaró nuevamente la garganta y comenzó a leer en voz alta. Una hora después, una vez hubieron terminado su ensayo, James se dio cuenta de que Albus y Rose habían entrado en la sala común. Se habían sentado en una mesa de un rincón con Hugo Paulson, que estaba enseñando a Albus algunas técnicas de Winkles y Augers. James pilló a Rose mirándole furtivamente con una sonrisita en los labios. —¡Eh, James! —llamó Albus, metiéndose la varita en el bolsillo— Recuerda, se supone que tenemos que ver a mamá y papá por la Red Flu esta noche. ¿O tendré que decirles que tienes asuntos más urgentes que atender? James fulminó con la mirada a Albus, quién simplemente le devolvió una sonrisa malvada. —Está bien, James —suspiró Petra, cerrando su guión—. De todos modos, ya he tenido suficiente por esta noche. Voy a subir las escaleras y a escribir algunas cartas de Navidad. Gracias por la ayuda. —Fue divertido —estuvo de acuerdo James—. Ya nos veremos por ahí, Petra. Mientras James observaba a Petra cruzar la habitación hacia las escaleras de los dormitorios de las chicas, Rose se unió a él en el sofá. —Realmente debes tener cuidado, James —dijo con voz queda. James apenas la escuchaba. —¿Qué quieres decir? —Quiero decir, que Petra no está en posición de corresponderte del modo en que te gustaría. —No sé de qué estás hablando —insistió James, finalmente dándose la vuelta y cerrando su guión—. Sólo estábamos ensayando. —No es sólo la diferencia de edad, sabes. Eso no es tan grave a largo plazo. Tienes que comprender que el corazón de Petra está obviamente en otra parte. James arrugó la frente y miró a Rose. —¿Qué significa eso? —Bueno, está claro, James —dijo Rose, bajando la voz aún más—. Petra no fue a Hogsmeade para hacer algunas compras, no importa lo que haya dicho. Tenía la esperanza de ver a Ted antes de que se fuera a la Madriguera. —¿Por qué haría eso? —preguntó James, parpadeando. Rose puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza. —Todavía está enamorada de él, idiota. Tiene el corazón destrozado desde que la dejó por Victoire. —Pero Noah dijo que en realidad ella nunca lo había amado —dijo James, frunciendo el ceño—. Dijo que ella había sabido todo el tiempo que él no era un buen partido. —Puede que eso sea lo que dice, pero el corazón hace lo que quiere, ¿no? Ella ama a Ted. Está claro. No quiero que hagas o digas nada que pueda arruinar tu amistad con ella. No quiero verte herido. James se recostó contra el sofá.


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