Orson Scott Card
La Sombra del Gigante
—No me hace falta —dijo Peter—. Si no hubiera conspiradores planeando asesinatos no habría un imperio musulmán. Y ésa es otra carrera. ¿Pueden matar a Alai o a Virlomi antes de que China o Rusia ataquen? Y aunque maten a uno o a ambos, ¿detendrá eso a China o a Rusia o las animará a atacar porque pensarán que la victoria es más probable? —¿Y hay una versión en la que tú vas a la guerra? —Sí. Si se deshacen de Virlomi, y Rusia y China no atacan, entonces Alai (o su sucesor, si también lo matan a él), se verá obligado a atacar Armenia y Nubia. Y ésa es una guerra que estoy dispuesto a librar. Los destruiremos. Seremos la roca contra la que el islam se estrellará y se hará pedazos. —Y si Rusia y China los atacan antes de que puedan volverse hacia ti, seguirás beneficiándote de la guerra ya que las naciones asustadas se unirán a ti contra Rusia o China... contra el país que sea visto como agresivo y peligroso. —Es como te decía —respondió Peter—. No tengo ni idea de cómo saldrán las cosas. Sólo sé que estoy dispuesto a sacar ventaja de cada situación que ocurra. Y estoy vigilando con mucha atención por si sucede algo imprevisto y puedo aprovecharme de ello. —Ésta es la pregunta clave —dijo Rackham—. Es la información que he venido a conseguir. —Me muero por oír la pregunta. —¿Cuánto tiempo vas a necesitar a Bean? Peter reflexionó sobre eso unos instantes. —He tenido que hacer mis planes sabiendo que él iba a morirse. O, cuando le hiciste tu oferta, marcharse. Así que la respuesta es que mientras lo tenga, naturalmente que lo utilizaré, bien sea para intimidar a mis supuestos enemigos o para dirigir mis tropas cuando vayamos a la guerra. Pero si se marcha o se muere, podré apañármelas. Mis planes no dependen de tener a Bean. —Pongamos que se marcha dentro de tres meses. —Rackham, ¿habéis encontrado ya a sus otros hijos? ¿Es eso lo que estás diciendo? ¿Los habéis encontrado y no se lo habéis dicho porque creéis que necesito a Bean? —No a todos. —Sois fríos. Sois unos hijos de puta —dijo Peter—. Seguís usando a niños como herramientas. —Sí—contestó Rackham—. Somos unos hijos de puta. Pero tenemos buenas intenciones. Igual que tú. —Dadles a Bean y Petra sus bebés. Y salvadle la vida, si podéis. Es un buen hombre que se merece algo mejor que seguir siendo vuestro juguete.
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