Nanorobots 01

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Jeff Carlson

La plaga

20 El descenso desde la órbita alrededor de la Tierra no podía ni compararse con las distancias que Ruth había recorrido en su interior. Jamás ayudaría a Kendricks a dar el primer golpe. Había dedicado su vida a salvar a gente, aunque fuera por motivos egoístas, por beneficios en su carrera, y por su propia satisfacción, y las tragedias del año anterior habían acentuado aquel impreciso altruismo hasta convertirlo en una fiebre. Volvió a pensar en Bill Wallace, con el cuerpo desgarrado, en los controles de la Endeavour. Si había interpretado bien a James y previsto correctamente que ella debía convertirse en un topo dentro de los laboratorios de armas, habría sido más sensato no decir nada más después de mentir a Kendricks, pero necesitaba saberlo. —¿Y qué pasa con el rumor de California? —preguntó. —Bueno, todos tenemos grandes esperanzas. —Se notaba que la tensión iba abandonando a Kendricks, que inclinó la cabeza en uno de sus afectados gestos amables. Ruth insistió: —¿Es seguro que ese tipo es quien dice ser? Quiero decir, ¿dónde ha estado todo este tiempo? James miró a Kendricks para pedirle permiso, luego se dio la vuelta y sonrió, un extraño destello de dientes dividió su cuidada barba. —Yo hablaré con él. Se llama Sawyer. Ruth no necesitó preguntar si James pensaba que era cierto lo que decía. Se la quitaron de encima. Kendricks dijo que quería estar de vuelta en la ciudad en una hora y que tenía más asuntos que comentar con James. Kendricks le ofreció la mano al salir. Murmuraron tonterías por educación, «encantado de tenerla a bordo» y «sí, señor», y Ruth decidió que ya bastaba de farsas. Volvió al laboratorio 4 por instinto, pero casi pasó de largo. Estuvo a punto de bajar a su habitación, a la cama, para cerrar los ojos y aclararse las ideas. Sin embargo, aquélla podía ser la última oportunidad de hacer algo productivo. Vernon Cruise la volvió a acorralar media hora después, entró de nuevo en el laboratorio con un portátil y varias carpetas. ¿Qué demonios le pasaba a aquel tipo? Ruth supuso que se había corrido la voz. Vernon debía de imaginar que era la última ocasión de alardear antes de que ella se trasladara a la planta de arriba, con el equipo de LaSalle. Por una parte resultaba halagador, y la sonrisa que dedicó al anciano era sincera. Quería que él disfrutara de su momento. —Hola —lo saludó ella. Vernon desvió la mirada hacia las otras dos personas del laboratorio, como había hecho Aiko para asegurarse de que no la oían. No mucho antes Ruth podría haberle encontrado el lado divertido. Sin embargo, la irritación se fue filtrando en sus sentimientos de buena voluntad. —Sé que querías tener una visión objetiva del nano —dijo Vernon—, pero echa un vistazo a esto. —He oído que es fantástico.

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